Museo de Arte Moderno (España)

Museo de Arte Moderno (España)
Museo de Arte Moderno
Sede M.A.M.JPG
Zona del Palacio de Bibliotecas y Museos en la que se ubicaba el M.A.M.
Información geográfica
Coordenadas 40°25′24″N 3°41′24″O / 40.42333, -3.69Coordenadas: 40°25′24″N 3°41′24″O / 40.42333, -3.69
País Flag of Spain (1785-1873 and 1875-1931).svg España.
Ciudad Bandera de Madrid.svg Madrid.
Información general
Inauguración 1898.

El Museo de Arte Moderno, citado frecuentemente por sus siglas, M.A.M., fue un Museo Nacional español dedicado al arte de los siglos XIX y XX que existió entre 1894 y 1971. En ese año sus colecciones de arte decimonónico fueron devueltas al Museo del Prado, de donde procedían en su mayor parte, mientras que las del siglo XX se integraron en el nuevo Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), antecesor del actual Museo Reina Sofía.

Contenido

Historia

El Museo fue creado mediante un Real Decreto de 4 de agosto de 1894, con la denominación de Museo de Arte Contemporáneo, aunque posteriormente fue sustituida por la de Museo de Arte Moderno. Se ubicaba en el Palacio de Bibliotecas y Museos, sede asimismo de la Biblioteca Nacional y del Museo Arqueológico Nacional, ocupando el ángulo suroeste del mismo, delimitado por el paseo de Recoletos y la calle Villanueva. A pesar de lo temprano de su fecha de creación jurídica, su inauguración no tuvo lugar hasta 1898 y la apertura de todas sus salas, hasta un año después.

La necesidad de contar con un centro dedicado al arte vivo era una deuda cultural reclamada ya por destacados artistas de la Corte isabelina, entre los que se encontraban algunos de los pintores de cámara de la reina, como Vicente López, Jenaro Pérez Villaamil y Rafael Tejeo, que en 1847 dirigieron a Isabel II un escrito titulado “Exposición que elevan a S.M. varios artistas para la fundación de un Museo Histórico Nacional de Arte Contemporáneo”, en el que explicaban la importancia de una institución así para fomentar el progreso artístico del país.

Hasta la constitución del M.A.M. ese papel estuvo cubierto fundamentalmente por el Museo del Prado, cuyos primeros catálogos, redactados por Luis Eusebi, de hecho recogieron desde su fundación la sección denominada “Artistas vivos o recientemente fallecidos”, que contenía obras de pintura y escultura contemporáneas y que, como el resto de las pinturas del Museo del Prado, procedían de las colecciones reales. Parcialmente, también lo asumió el Museo de la Trinidad, que incluía en sus catálogos una “Galería de cuadros contemporáneos”, con obras que procedían en este último caso de las adquisiciones que realizaba el Estado en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes así como de algunas donaciones puntuales. En 1872 el Museo de la Trinidad fue disuelto, integrándose sus fondos en el Prado. Aunque tras la fundación del Museo de Arte Moderno el coleccionismo público de arte decimonónico parecía competencia exclusiva de esa nueva institución, no fue así. El Museo del Prado continuó acumulando un importante número de pinturas de extraordinario interés y calidad artística que consideraba piezas clave del arte español del siglo XIX, en contra del M.A.M., que sólo parecía interesarse por el arte estrictamente contemporáneo y por promocionar a los artistas vivos. Así, fueron del Prado y nunca llegaron a ingresar en el M.A.M. obras tan importantes de la colección pública como los Hijos del pintor en el salón japonés de Mariano Fortuny y Marsal, la Condesa de Vilches de Federico de Madrazo, o el importantísimo Legado de Ramón Errazu, compuesto íntegramente por pintura decimonónica (salvo el bronce Las tres Gracias, del italiano Francesco Righetti). En las salas del edificio de Juan de Villanueva, por lo tanto, se siguieron colgando obras claves de los pintores españoles del siglo XIX y algunas pinturas extranjeras, de Meissonier o de Zorn, entre otros nombres.

El Casón del Buen Retiro acogió entre 1971 y 1997 las obras del siglo XIX del M.A.M. tras su traspaso al Museo del Prado.

A lo largo de los años se incorporaron nuevas obras, buena parte de ellas ya pinturas del siglo XX, que fueron cobrando un creciente protagonismo en la colección y relegando simultáneamente a las decimonónicas, las cuales se vieron cada vez más como un lastre para la imagen de modernidad que se pretendía dar del Museo. Ello hizo que en 1951 las colecciones del siglo XX fueran desgajadas para crear con ellas el Museo de Arte Contemporáneo, con sede en el mismo edificio mientras se creaba simultáneamente un Museo de Arte del siglo XIX que casi nació sin vida. Sin embargo en 1968 ambas colecciones fueron reunificadas, constituyéndose con ellas el Museo Español de Arte Contemporáneo, aunque la unificación fue efímera, puesto que en 1971 las obras del siglo XIX se devolvieron definitivamente al Museo del Prado, permaneciendo expuestas en el Casón del Buen Retiro hasta 1997 junto con las obras de ese período que habían continuado ingresando en dicho museo, y desde 2009 se expone una pequeña selección en el Edificio Villanueva, integradas normalizadamente con el resto de la colección. Las piezas del siglo XX, que fueron los verdaderos ingresos del Museo de Arte Moderno, por su parte permanecieron en el MEAC hasta la disolución de éste y su integración en el Reina Sofía (no obstante, varias de las obras que inicialmente fueron al Prado acabaron finalmente en el MNCARS tras el Real Decreto de 17 de marzo de 1995 que estableció 1881, año de nacimiento de Picasso, como línea divisoria de las colecciones de ambos museos). En cuanto a las instalaciones, éstas pasaron a manos de la Biblioteca Nacional.

Colecciones

Constaba de dos departamentos, pintura y escultura, marcando un Real Decreto de 26 de octubre de 1895 el límite cronológico en Goya, considerado el “último representante de la antigua pintura española”. A pesar de ello, poseía una importante colección de obras sobre papel, compuesta tanto por dibujos y grabados, como por algunos planos y alzados de arquitectura, así como una mínima colección de artes decorativas y aplicadas. Estableciendo un criterio de “carácter universal”, para entroncar el arte español con el de las “naciones cultas”, las colecciones debían comenzar en «la época en que las teorías estéticas puestas en práctica por David o Canova e introducidas en España a principios del presente siglo, cambiaron la corriente del arte nacional», es decir, a partir de José Madrazo y los otros discípulos españoles de Jacques-Louis David en cuanto a pintura y de José Álvarez Cubero y Antonio Solá en lo referente a la escultura. Se estableció además que las obras que se comprasen debían cumplir alguno de los siguientes requisitos: haber sido premiadas en Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, ser dignas de ser adquiridas por el Estado a criterio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, tratarse de envíos de los últimos años de los pensionados de la Academia de España en Roma o bien ser obras de artistas ya fallecidos, aunque también podían ser de artistas vivos que fueran de reconocido mérito, de nuevo según el juicio de la RABASF. Un Real Decreto de 19 de febrero de 1915 estableció una condición adicional: que fueran obras de artistas españoles.

Se realizó un único catálogo de las colecciones, el ‘’Catálogo provisional del Museo de Arte Moderno’’, en 1899, del que se hizo una segunda edición un año más tarde y en el que figuraban seiscientos noventa y tres pinturas y dibujos. En 1985 se publicó el ‘’Catálogo de las pinturas del siglo XIX’’ del Museo del Prado, a cargo del subdirector del Museo y conservador del Casón, Joaquín de la Puente. Comprendía tanto las obtenidas por el propio Prado como las procedentes del M.A.M., que eran con mucho la mayor parte. En él aparecían piezas de cerca de un centenar de autores, figurando movimientos artísticos como el neoclasicismo, el romanticismo y el realismo, pero estando ausentes otros como el impresionismo y el postimpresionismo. La gran mayoría eran de artistas españoles, aunque también había unos pocos ejemplos de la obra de artistas de otros países, como el francés Ernest Meissonier, el neerlandés afincado en Gran Bretaña Lawrence Alma-Tadema, el alemán Franz von Lenbach o el belga Théo van Rysselberghe. Éstas últimas ingresaron en el M.A.M. a través de donaciones, gracias a lo cual pudieron eludir el requisito de que las obras fueran de autores españoles existente para las adquiridas por el Estado.

Fueron numerosas las donaciones que recibió el Museo, que complementaron notablemente las adquisiciones estatales. Entre ellas destacan los ciento ochenta y tres estudios al óleo (además de ciento veintinueve dibujos y cuarenta y siete aguafuertes) de Carlos de Haes donados en 1899 por sus discípulos (con la condición de que la colección no se dispersase, aunque ya desde la primera década del siglo XX empezó a dispersarse en depósitos en diversas instituciones), o los retratos de Aureliano de Beruete y de su esposa, María Teresa Moret, que realizara el gran amigo de aquél, Joaquín Sorolla, donados en 1922 por su ya entonces viuda, que además entregó al M.A.M. varios óleos del propio Aureliano (al igual que hiciera su hijo en 1913), así como, en 1924, los retratos que de sus padres pintara Federico de Madrazo.

Un incremento adicional de sus fondos se produjo con la llegada de las pinturas del Museo de Ultramar, tras la disolución de éste por Real Orden de 4 de febrero de 1908.

Uno de los más graves problemas que sufrió durante toda su existencia fue el de la falta de espacio. Por una parte llegó a atesorar un elevado número de obras, entre las que había muchas pinturas de gran formato, muy habitual en el género de la pintura de historia, uno de los más pujantes en la segunda mitad del siglo XIX. Por otro lado está el hecho de que tuviera que compartir el Palacio de Bibliotecas y Museos con otras instituciones de la importancia de la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Archivo Histórico Nacional o la Sociedad de Amigos del Arte, lo que hizo que se le asignara una parte bastante reducida del mismo. El resultado fue la puesta en práctica de una política de depósito de obras en museos provinciales y organismos administrativos oficiales, acabando la mayoría de los fondos fuera de la propia institución. Éste es precisamente el origen de gran parte del actual Prado disperso. El único intento que se hizo para solventar esta situación fue la convocatoria en 1933 de un concurso nacional de arquitectura con el fin de dotar al Museo de una nueva sede, que se construiría en la prolongación del paseo de la Castellana. Se seleccionó el proyecto del arquitecto zaragozano Fernando García Mercadal, pero nunca llegó a edificarse.[1]

Galería

Algunas obras que formaron parte de las colecciones del Museo de Arte Moderno:

Véase también

Referencias

  1. «Cronología del Museo/1933» (en español). Fundación Amigos del Museo del Prado (2006). Consultado el 9-7-2010.

Enlaces externos


Wikimedia foundation. 2010.

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