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Carajo
El término carajo –cuya etimología latina probablemente comparte con la palabra italiana cazzo– es, en lenguaje popular, una de las formas de designar al pene, al mismo tiempo que una interjección de fastidio. Se cree que proviene del latín cassus o carassus, que por metáfora en jerga marinera se refería al mástil mayor, y luego por metonimia a la canastilla del palo mayor o nido de cuervos, de un navío a velas. De esto no hay por cierto evidencia alguna.Así, en algunas partes de México cuando regañan a alguien se dice que lo carajearon.
Sin embargo, es de notar que, a diferencia del término italiano, en ciertas regiones del ámbito hispanoparlante el significado de carajo como sinónimo de pene ha sido olvidado o es poco conocido, como es el caso de la Argentina, donde se usa casi exclusivamente como insulto o interjección.
Como parte de una expresión mayor, "vete al carajo" es similar a "déjame en paz". Al parecer, el "mandar al carajo" a alguien deriva de uno de los más leves castigos que se infringían a la marinería: atar al castigado en lo más alto del palo mayor durante varias horas, lo que provocaba intensos mareos y náuseas.
Un posible origen anterior de esta palabra (apuntado, entre otros, por el profesor Carlos Alonso del Real), que puede derivar en el ya comentado arriba, es el término latino caracullum, aplicado a pivotes verticales incados en el suelo, como los menhires megalíticos o los empleados en el propio Imperio Romano para atar a reos de castigos físicos (por ejemplo, el que se describe para el azotamiento de Jesús de Nazaret), de donde devendría la expresión "mandar (a alguien) al carajo" como sinónimo de enviarlo a lugar nada grato. El carácter fálico que presentan estas estructuras de piedra incadas verticalmente en el suelo es evidente, de lo que devendría fácilmente la elaboración de la metáfora.
Con la conquista romana de la Gallaecia (Hispania) y la introducción de la elaboración de vino a escala considerable en el noroeste de Hispania, los cultivos de vid hubieron de elevarse del ras del suelo debido a la menor insolación que los racimos reciben en esas latitudes. La abundancia de rocas graníticas en la zona y su tradicional uso para elaborar estructuras arquitectónicas desde épocas prehitóricas llevaron a su empleo para esta función en el cultivo vitícola, constituyendo así un paisaje común el de los caraculla, que llamaron la atención de los romanos (como aún siguen haciéndolo en los foráneos). Esto sigue constituyendo una característica distintiva del cultivo de vid en Galicia, norte de Portugal, Asturias y otras zonas del Noroeste de la Península Ibérica.
Acaso de lo anterior devenga lo prolífico del término y sus derivados en la familia lingüística que abarca al idioma gallego (carallo, escarallar, carallán...), al portugués del norte (caralho, escaralhar, caralhão...) y el asturiano occidental (caraxo...), donde los hablantes son conscientes, además, de su equivalencia con "pene". Desde estas zonas podría haber pasado al resto de la Península Ibérica (en donde se usa "carajo", pero sin prolíficos derivados y a menudo sin establecer referencia al pene por parte de los hablantes) y a América (donde sí se observan derivados en ciertos territorios) merced a los amplios movimientos migratorios entre el Noroeste de la Península Ibérica y tierras iberoamericanas, en donde, así mismo, también hay zonas en las que, como en Galicia y norte de Portugal, el término cuenta con fraseología arraigada (por ejemplo: "manda carallo", "manda caralho" o "manda carajo" como expresión que denota sorpresa ante lo inusual).
Anecdóticamente, en la Isla Grande de Chiloé, en el sur de Chile, la palabra carajo denomina a una variedad de papas, tubérculo proveniente del Perú, domesticado por los Incas y llevado a esta zona y que además ha tenido una amplia distribución en otras áreas geográficas del globo.
Es bueno señalar que en algunos países latinoamericanos esta palabra es considerada una palabrota.
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