José Aldunate

José Aldunate
José Aldunate sj
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Sacerdote Jesuita
Nacimiento 5 de junio de 1917
Santiago, Bandera de Chile
Congregación Compañía de Jesús
Estudios Doctor en Moral
Sitio web Jesuitas Chile

José Aldunate Lyon (Santiago, Chile, 5 de junio de 1917) es un sacerdote chileno perteneciente a la Compañía de Jesús. Fue profesor de Moral, cura obrero y un defensor de los derechos humanos durante el Régimen militar.

Contenido

Sus primeros pasos

Infancia a la Inglesa

El padre José Aldunate sj, nació en Santiago, un 5 de junio de 1917, hijo de Carlos Aldunate Errázuriz y Adriana Lyon Lynch. Tuvo 3 hermanos más: Carlos, el mayor, más 2 hermanas menores María y Pelagia. El pequeño José aprendió a hablar inglés antes que español, eso gracias que en su hogar tenía a institutrices venidas desde Inglaterra. Recuerda que se manejaba mejor en inglés que en castellano. Vivió su infancia en una casona en calle Riquelme. Pasaba sus veranos en un campo en Colchagua, que se llamaba Santa Irene de Almahue. [1]

A los diez años la familia Aldunate Lyon partió a Inglaterra. Sus hermanas fueron a un colegio del Sagrado Corazón en Londres, su hermano y él a al colegio jesuita Stonyhurst College, que se ubica en el norte de Inglaterra. El padre Alduante recuerda estos años en Inglaterra: “Tuve cierto éxito en rugby y tuve éxito en el estudio. Los primeros años no pero los últimos sí: era en general el primero del curso, aún en inglés le ganaba a los demás. No tuve problema en cuanto al idioma. Ese fue mi período inglés. No fue muy largo, de 1928 a 1930. Sin embargo fueron años muy decisivos en mi vida. Podemos decir que me forjé allá mi carácter, mi manera de ser”.[2]

La crisis económica de 1930, Gran Depresión que afectó fuertemente a Chile hizo que su padre tomara la decisión de regresar a Chile. Al regresar entro al colegio San Ignacio. Luego de unos años su hermano Carlos optó por entrar al Noviciado jesuita. Cuando cursaba su sexto año de humanidades, inició una reflexión sobre su futuro, qué haría luego del colegio. Optaba por las matemáticas, eran su especialidad en el colegio. La ingeniería era opción para su futuro. Pero estaba la posibilidad de seguir a su hermano en su vocación de jesuita. Estuvo visitando a su hermano en el Noviciado para conocer un poco la vida religiosa. Pero lo determinante en su vocación fue un retiro espiritual al final de su último año de colegio, el padre Aldunate lo relata: “Fueron tres días de un fin de semana. En cierta manera ese retiro fundó toda mi existencia. Capté una cosa muy a fondo: que lo que valía en la vida era no ésta existencia terrenal que tenemos, sino que la vida eterna. Esa norma de que hemos nacido para la vida eterna. Más vale la eternidad que dura para siempre, que ser feliz durante una existencia que dura tan poco. La vida pasa, la eternidad permanece.”[3]

El joven José Aldunate pasó el verano del año 1933 en Algarrobo reflexionando sobre su vocación y la posibilidad de entrar al Noviciado de la Compañía de Jesús. Encontró en la lectura de unos libros las respuestas que estaba buscando, para tomar una decisión sobre el camino a elegir. Lo narra el padre Aldunate: “Lo que yo leí en ese verano era la historia de los discípulos de Francisco de Asís. Ellos escogieron esa vida, andar por el mundo sin llevar nada, viviendo de limosnas, hablando a la gente de Dios. Eso de andar por el mundo, la idea de salir de lo ordinario me atrajo mucho. Eso de casarme, de tener un fundo, poder administrar y tener mucha plata o responsabilidades no me atraía en nada”.[4]

Seré Jesuita

Luego de caminatas y lecturas en Algarrobo, tomó una decisión, entraría al noviciado, tomo la decisión en febrero y en marzo inició su camino como jesuita. Ingreso al Noviciado en Chillan. Luego realizó sus primero votos como religioso, era el 1 de abril de 1935. Para el padre este fue uno de los días más felices que ha tenido: “Recordar ese día es como volver a los 17, como el bonito canto de Violeta Parra. Si yo vuelvo a los 17 regreso a ese compromiso que hice con Dios. Creo que fue el día más gozoso de mi vida, cuando pude comprometerme definitivamente con la Compañía”.[5]

Realizó su junioriado en Argentina luego realizó su Magisterio, un tiempo en que se debe trabajar de profesor, le toco enseñar en Antofagasta, al colegio San Luis. Luego retomo sus estudios terminando los estudios de Teología en Argentina. Se ordenó sacerdote el día 23 de diciembre de 1946 en San Miguel, Buenos Aires. Luego de terminar la teología partió a Europa a estudiar moral. Estudió en Roma luego en la Universidad Gregoriana luego en Bélgica, en la Universidad de Lovaina. Su tesis en Moral la denomino: “Moral y economía en pensamiento de Luigi Taparelli D´Azeglio”.[6]

Sacerdote del mundo del trabajo

En 1950 volvió a Chile, su primera tarea le fue encomendada por el padre Álvaro Lavín, quien era el Provincial. Su misión fue ayudar al padre Alberto Hurtado en la ASICH, la Acción Sindical Chilena. Algo que le interesaba mucho por su relación entre moral y economía, que había sido el tema de su tesis doctoral. El trabajo de ayudar a los sindicatos que son las organizaciones de obreros que se ocupan de sus derechos, los salarios y de la justicia. Fue un inicio muy importante para él, además trabajar junto al Padre Hurtado fue algo especial, el mismo José Aldunate lo relata: “que un hombre tan santo, tan bueno como el padre Hurtado estuviera metido en el mundo obrero, entusiasmando a los obreros en el sindicalismo. Nos juntábamos con sindicalistas, nos metíamos también en sus conflictos. Y el padre Hurtado afirmando todo eso con toda su alma, con todo su entusiasmo”.[7]

Para José Aldunate, el trabajo del padre Hurtado está íntimamente unido a la búsqueda de justicia en la sociedad: “llegó un momento en que el padre Hurtado comprendió que lo decisivo no era la caridad, la bondad, hacer el bien. Lo decisivo era la justicia. La sociedad debía ante todo buscar la justicia, que está más allá de la caridad. Hay que ser justo en primer término y después pensar en ser caritativo. Un empresario debía pagar salarios justos y después podía hacer la caridad”.[8]

Para al padre José Aldunate, la herencia que le dejó el padre Hurtado fueron dos grandes lecciones: la importancia de la justicia y la opción por los pobres. Además de su trabajo en la ASICH, inició su labor de profesor de Moral en la Pontificia Universidad Católica de Chile. El año 52 fue Maestro de Novicios. Además realizaba sus clases de moral. Luego fue director de la Revista Mensaje y Superior del Centro Bellarmino. Su siguiente tarea fie ser Provincial de los jesuitas en Chile. Le toco la década de los 60 un tiempo de cambios en el mundo y en la Iglesia, con el Concilio Vaticano.[9]

Un jesuita obrero

Concepción, la opción por el trabajo obrero

Normalmente en una carrera laboral se va ascendiendo de cargos a lo largo de los años, por la experiencia y el trabajo. Para el padre José Aldunate su vida siguió otro rumbo distinto a corriente, de superior de los jesuitas de Chile pasó a ser un cura obrero. El reflexiona sobre este drástico cambio: “había cumplido con mis tareas de Provincial, entonces me sentí más libre. Dije ¿por qué no pruebo un poco la inserción en el mundo obrero? Si yo estaba hablando de justicia en mi cátedra como profesor de moral, me daba la impresión de que no estaba responsabilizándome de lo que es en verdad la justicia. Jesús dice que no el que habla sino el que hace la voluntad de Dios, ése cumple. Yo me acordaba del “padre Gatica”, que predica y no practica. No quería ser un padre Gatica, pero vi que no me acercaba al que sufría injusticia”.[10]

Aceptó la invitación de un sacerdote holandés Juan Caminada, que hizo un estudio sobre lo que podría ser el trabajo de un sacerdote obrero. Postulaba que debía hacerse obrero de veras y olvidarse un tiempo de su sacerdocio, para repensar su vocación y la Iglesia desde el mundo obrero, insertándose realmente para opinar sobre cómo debe ser la Iglesia renovada. El padre Aldunate se sumó junto con otros 14 sacerdotes y se fue a Calama, donde se originó este movimiento. Tuvieron un mes de reflexión, interrumpido por una semana de trabajo obrero en Chuquicamata. Terminado ese mes, agosto de 1973, debieron asumir un compromiso de seguir en ese movimiento. El padre Aldunate tomó la opción de hacerse obrero: “decidí hacerme obrero pero sin dejar la cátedra, sino que siendo un obrero que enseña moral no sólo en teoría sino que en la misma praxis”.[11]

En la ciudad de Concepción junto al padre José Correa sj el padre Aldunate inició esta aventura de ser obrero. Tomó la decisión de trabajar seis meses, y los otros seis continuaría como profesor de moral. En septiembre de 1973 lo contrató una empresa constructora que estaba haciendo un edificio en el campus universitario de Concepción. Su primer día de trabajo fue el 10 de septiembre de 1973. Era ayudante de carpintero. Al día siguiente, el martes 11, se produce el Golpe de Estado en Chile de 1973. Los militares allanaron la población donde vivía, allanaron su casa, se llevaron varios libros que les parecían sospechosos, como los volúmenes de la Revista Mensaje. Sobre estos hechos relató el padre Aldunate: “Tenían la idea de que todo sacerdote metido entre obreros era sospechoso. Se llevaron a todos presos, menos a mí, tal vez porque me vieron un poco más anciano, yo ya tenía el pelo un poco gris. Después los libraron, pero todos quedamos como sospechosos”.[12]

Entre los curas que siguieron la experiencia de ser obreros estaban: José Correa SJ, Mariano Puga y Roberto Bolton. El padre Aldunate siguió en Concepción, trabajando como carpintero. Luego regresó a sus seis meses de enseñanza. En total fueron 5 años, en los que dedicaba un semestre al trabajo obrero y el otro a dar clases en la universidad. Relata el padre: “Esta experiencia fue importante para mí. Fue una experiencia de sentirme solidario del mundo obrero y mirar las cosas desde otro ángulo. El ángulo desde el cual uno mira la vida es algo muy importante. Es distinto tener una vista obrera que tener una vista de cura bien instalado, con sus cátedras, sus clases o con su parroquia, con la vida asegurada. Esa visión desde el mundo obrero creo que fue el fruto principal que saqué de esta experiencia. Y creo que la he conservado más o menos en el tiempo. Procuro ser fiel a esa vocación y aprovecho las ocasiones que tengo para meterme en retiros con obreros, para poder resucitar un poco esa experiencia”.[13]

Una nueva mirada de la teología latinoamericana

En esos años el padre Aldunate tuvo una evolución intelectual. Se hizo teólogo de la liberación, pero convencido de que la Teología de la Liberación es la traducción del Concilio Vaticano II para Latinoamérica. Sobre esta opción él lo explica: “Esta teología fue la que incluyó la opción por los pobres: para realizar el sueño de Dios, que es una humanidad fraternal, hay que comenzar por luchar contra la pobreza, crear equidad, crear justicia en este mundo. Al pasar al mundo obrero me sentí instintivamente solidario de su mundo, preocupado de la justicia, sintiendo constantemente esa distancia que hay entre el rico y el pobre. Una distancia que es excesiva, injusta, una injusticia estructural. Uno quiere entonces cambiar las estructuras del país, hacer cambios más revolucionarios”.[14]

Durante su período obrero en Santiago vivía con otro jesuita, Ignacio Vergara SJ, en una mediagua hecha por el padre Vergara en Villa México, Cerrillos. Luego se fueron a vivir a Montijo, un barrio de Pudahuel. El padre Vergara hizo una mediagua. El cura Aldunate pudo ver, escuchar y compartir el día a día de la gente obrera: “Yo era el encargado de las comidas: comíamos porotos tres o cuatro días a la semana y pollo arvejado los otros. Ahí comencé a hacer un poco de estadística de los precios de las cosas. Veía el costo de vida del obrero y cuánto gasta. Con esos datos creamos un IPC del obrero”.[15]

Tiempos difíciles y de esperanza

No podemos callar

Durante el tiempo de la dictadura el padre Aldunate asumió con valentía acciones de defensa de los derechos humanos. Una misión que tuvo fue ayudar a salvar a personas amenazadas por el Régimen Militar. Su amigo el padre Roberto Bolton le pidió que lo ayudara a meter a 23 personas en la Nunciatura, la Embajada de la Santa Sede en Chile. Debieron pasarlos por encima de la muralla, porque el Nuncio no quería recibir gente. Pero una vez adentro él debió ayudarlos a sacarlos del país.[16]

El año 1975 se le invitó a una reunión para hacer una revista clandestina donde se escribiría sobre el régimen militar. El aconsejó que no era posible hacer un escrito porque suponía una imprenta, repartir los ejemplares y eso era peligroso. A pesar de eso se aprobó y además, lo nombraron encargado de este asunto. Surgió entonces la revista que se llamó No Podemos Callar. Era una publicación que decía todas las cosas que pasaban, lo que el gobierno quería que se callase. Pero además era clandestina por supuesto. Se entregaba de mano en manos, mandaban esta revista a amigos de distintas partes del país y también a los recluidos en el extranjero. En París se hacían 100 copias del ejemplar que eran para repartirlas entre todos los refugiados. El padre Aldunate no solo escribía en la revista, además se preocupaba de todo desde la impresión. Primero sacaban copias en un mimeógrafo que unas monjas lo hacían funcionar en distintos lugares. Trabajaban toda una noche para sacar los varios centenares de la revista. Cuando sintieron que estaban demasiado en peligro le cambiamos el nombre por Policarpo, que duró hasta el año 1995. Luego el padre Aldunate continuó escribiendo para diferentes medios de comunicación.[17]

Durante los años de dictadura además participó en EMO, Equipo Misión Obrera, que nació del grupo de los sacerdotes obreros. En este grupo para ampliarlo hicieron retiros en Santiago, como el que había recibido hace algún tiempo en Calama. Habían laicos también y religiosas, algunas obreras. Algunos de los laicos del grupo fueron torturados y asesinados, como Catalina Gallardo y su marido Roberto. Ellos tenían la sospecha de que podrían matarlos así que en una reunión que tuvieron hicieron un gesto muy conmovedor al ofrecer a su hijito a Dios si es que a ellos les pasaba algo. El padre Aldunate los recuerda: “Yo trabajaba junto a Kathy cuando me avisaron que la habían tomado presa los militares, a ella y su marido. Los torturaron, los mataron. Y a mí me tocó sacarla de la morgue, fui a reconocer su cadáver en la morgue. Tenía los ojos quemados, eran como dos cavidades. Casi no la reconocía. Fueron cuatro de la familia Gallardo que pasaron por la Villa Grimaldi, y terminaron en el cementerio. Recuerdo cuando los llevamos al cementerio, íbamos con cuatro cajones, toda la familia. Nos entregaron unos cajones no más, no pudimos revisar los cuerpos para no ver las torturas que les habían hecho. Sólo por el vidrio pudimos reconocer sus caras, testificar que estaban muertos y llevarlos a enterrar”.[18]

Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo

En la década de los 80 surgieron las protestas masivas contra el régimen. Además se supieron de testimonios de detenidos por la CNI que habían sufrido la tortura. Ante estos hechos el padre Aldunate armó un grupo de denuncia de la tortura, que no usaba la violencia. Nació así el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que realizaba una protesta pacífica en las calles. Era el sistema Ghandi, es decir la no violencia activa. Tuvieron 180 salidas a la calle en siete años. Sin ofender, sin armas, simplemente proclamando o denunciando, dirigiéndose a las conciencias. En septiembre de 1983 salieron a la calle por primera vez, recuerda el padre Aldunate: “Escogimos un lugar de torturas que estaba en avenida Borgoño, donde había un portón de fierro. Llevamos un lienzo que decía “aquí se tortura”. Armamos un escándalo en la calle, paramos el tráfico, echamos un canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros, con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no encontraban qué hacer con nosotros. Nos tomaron los nombres, las fotos, etcétera. Y nos echaron a la calle a las 11 de la noche”.[19]

El Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo se fue formando de a poco. Admitían a todo el que quería hacer protesta, fijándose bien para que no se metieran infiltrados. Participaron muchos religiosos y religiosas. Por ser sacerdote y tal vez el más anciano, el padre Aldunate hizo de vocero de este movimiento, relata el padre: “me tocaba mantener la ortodoxia del movimiento que era no violento, apolítico y cristiano. Mantener la pureza del movimiento era muy importante para mí. La infiltración de personas que no respetaran el espíritu pacífico lo podía hacer peligrar. De a poco se fue haciendo más democrático y luego se empezó a elegir a un comité director”.[20]

El padre Aldunate estuvo en una relación de cercanía y apoyo con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Estos familiares, las mujeres salían a protestar a las calles con las fotografías de sus seres queridos, el padre Aldunate las acompañaba, él lo relata: “Yo estaba lleno de admiración por ellas, las acompañé a veces en algunas de sus actividades, por ejemplo en Lonquén, cuando se descubrieron los cuerpos, y también en Villa Baviera. Cuando aparecía uno de los cadáveres yo cumplía una función litúrgica. Lo más importante fue cuando las acompañé en una larga huelga de hambre que hicieron durante 17 días. Yo ayuné con ellas durante 14. Estuvimos en la Iglesia de Jesús Obrero, en la capilla donde estaban los restos del padre Hurtado, antes de su traslado al Santuario. Participaron varios sacerdotes, sólo tomábamos agua. Fue una experiencia muy marcadora. Muchas de esas mujeres eran comunistas, sin embargo mostraban la generosidad de alguien que se entrega por completo, por amor a su ser querido. Para muchas esto era el desahogo más completo que necesitaban, dentro de su problema de encontrar al desaparecido. Era un sacrificio que las aliviaba de algún modo”.[21]

Activista de los derechos humanos

En el año 1984 se incorporó a la comunidad de jesuitas de La Palma, cerca de la Parroquia Jesús Obrero. El padre Aldunate no solo hizo clases, participó en movimientos, además escribió libros: el primero fue Crónicas de una Iglesia Liberadora, donde describió cómo se forjó esta corriente dentro de la Iglesia, más cercana al pueblo sencillo donde los pobladores se sintieron como sujetos dentro de la Iglesia. Hizo una selección de los artículos que escribía sobre Signos de los Tiempos, que fue una colección de sus escritos redactados para revistas y el diario La Nación, con contenidos teológicos, éticos y sobre derechos humanos. Estuvo en la comunidad de La Palma por diez años. Después vivió con los estudiantes en el teológico. Pasó cinco años ahí, después se fue a vivir a la Comunidad de la Residencia San Ignacio junto al Colegio San Ignacio de calle Alonso Ovalle.[22]

El padre José Aldunate ha tenido una activa participación en la recuperación del ex centro de torturas de Villa Grimaldi para que sea un lugar de memoria en recuerdo de los que pasaron por ese centro. Está presente año a año en el Via Crucis que se realiza en Viernes Santo cada año en la Villa Grimaldi. Durante años conservó las llaves del candado que cerro el antiguo portón de la Villa Grimaldi, lugar por donde ingresaron los detenidos. Al crearse el Parque por la Paz, se cerró el portón en forma simbolica, para que nunca más sucedan los hechos de dolor que en ese recinto de la DINA se vivieron. El padre José Aldunate conservó esa llave hasta el día de los derechos humanos, 10 de diciembre del 2011 donde en un acto de homenaje a su trayectoria devolvió la llave al directiva del Parque por la Paz, Villa Grimaldi. Al entregar las llaves el padre Aldunate dijo: ““Entrego el encargo de mantener siempre viva la memoria en Villa Grimaldi, y mantener el Parque Por la Paz. Para mí es una enorme satisfacción que se haya recuperado este lugar. Siento que mi vida no fue en vano”[23]

Sobre estos últimos años en su ancianidad, reflexiona el padre Aldunate: “Contento entonces con la vida, siempre he vivido muy feliz como jesuita. Soy muy agradecido de la Compañía, que se excede en realidad en cuidarme y atenderme. Doy gracias a Dios por mi vida y a la Compañía por haberme recibido. Es cierto que muchas veces he tenido la impresión de que me ha metido en camisa de once varas, que me ha tirado a la piscina para que yo saliera como pudiera. Siempre hice lo mejor que pude, sintiendo que la tarea era mayor que mis capacidades. Sin embargo creo que he podido cumplir, con todo el empeño y dedicación. Han salido cosas buenas y malas, pero he podido servir a la Compañía y eso me ha dado siempre mucho gusto, devolver algo por lo que ella ha hecho para mí. Mi vida ha sido ciertamente feliz. Eso se ha encarnado en estar en el camino de Dios, el que me lleva a la meta, lo que yo en el fondo busco. Estar en el verdadero camino es la paz, es la seguridad y es la felicidad”.[24]

Publicaciones

  • Los derechos humanos y la Iglesia chilena: la doctrina de la Iglesia Católica de Chile sobre los derechos humanos, desde Medellín a Puebla: informe de investigación. José Aldunate * Lyon; Fernando Castillo, Joaquín Silva. Santiago, Chile: ed. ECO educación y comunicaciones, 1984.
  • Relaciones entre la ciencia económica y la moral en el pensamiento católico desde Taparelli hasta nuestros días. Bilbao, España: Pontificia Universidad Gregoriana, 1951.
  • Derechos humanos: camino de reconciliación Santiago, Chile: Ed. Paulinas, 1988.
  • Derechos humanos, derechos de los pobres: José Aldunate, et al. Santiago, Chile: Ed. Rehue, 1992.
  • Un peregrino cuenta su historia. Santiago: Ediciones Ignacianas, 2003.
  • Una voz que empuja nuestra historia: 1973-2003. José Aldunate; editado por Hernán Vidal. Santiago, Chile: Mosquito Comunicaciones, 2004.
  • Signos de los tiempos: crónicas de una década en dictadura. Santiago, Chile: LOM Ediciones, 2004.

Referencias

Bibliografía

Véase también

Enlaces externos


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