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Novela gótica
La novela gótica o de terror es un género literario relacionado estrechamente con el de terror y subsumido en éste, al punto de que es difícil diferenciar uno del otro. De hecho, no puede decirse que existiera la novela de terror hasta la aparición del terror gótico.
Es una clase de textos incluida dentro del subgénero novela, inscrito a su vez en el archigénero épico o narrativo. Es preciso distinguirla de la narración popular fantástica (folklore) y de los cuentos tradicionales de aparecidos, porque se desarrolla fundamentalmente desde fines del siglo XVIII a la actualidad y posee características distintas, asociadas en general con el movimiento estético conocido como Romanticismo. En algunos manuales de literatura se hace referencia a la novela gótica también como novela negra,[1] si bien este término puede dar lugar en la actualidad a equívocos.
Estrictamente hablando, la primera novela gótica fue El castillo de Otranto (1765) de Horace Walpole y la última Melmoth el errabundo (1815) de Charles Maturin. Entre estos dos autores escribieron William Beckford Vathek (1786, originalmente en francés), Ann Radcliffe Los misterios de Udolfo (1794), William Godwin Las aventuras de Caleb Williams (Londres, 1794), Matthew Lewis El Monje (1796) y Jan Potocki Manuscrito encontrado en Zaragoza (1805).
Posteriormente existe una literatura de terror que más o menos se inspira en estas obras canónicas del género y a veces se mezcla con otros géneros. A ella pertenecen obras como La abadía de Northanger de Jane Austen, que es en realidad una parodia de Los misterios de Udolfo; Jane Eyre de Charlotte Brontë o Cumbres borrascosas de su hermana Emily Brontë; las invenciones góticas de Edgar Allan Poe; Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, que es en realidad la primera novela de ciencia-ficción; Drácula de Bram Stoker, o las modernas obras de autores como Ira Levin (La Semilla del Diablo), Peter Straub o Anne Rice, por mencionar algunos.
Las características de este género pasan por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños y extranjeros, peligro y muchachas en apuros; los elementos sobrenaturales pueden aparecer o sólamente ser sugeridos. La ubicación elegida, en tiempo y espacio, respondía a la demanda de temas exóticos característica del medievalismo, el exotismo y el orientalismo propios de la época (que incluía a la imagen tópica de España como uno de los entornos más adecuados para ello).
En España cultivaron el género José de Urcullu, traductor de Cuentos de duendes y aparecidos, Londres, 1825. Agustín Pérez Zaragoza, traductor, refundidor y autor de los doce volúmenes de Galería fúnebre de espectros, aparecidos y sombras ensangrentadas, 1831. Antonio Ros de Olano, Gustavo Adolfo Bécquer, con sus Leyendas en prosa y José Zorrilla, con sus leyendas en verso, Miguel de los Santos Álvarez y Pedro Antonio de Alarcón con algunos de sus Cuentos.
Contenido
Introducción
El adjetivo gótico deriva de que gran parte de estas historias trascurren en castillos y monasterios medievales. En sentido estricto, el terror gótico fue una moda literaria, fundamentalmente anglosajona, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX, como reacción al Racionalismo. En la literatura de terror moderna los viejos arquetipos no desaparecieron totalmente.
El movimiento gótico surge en Inglaterra a finales del siglo XVIII. El renacimiento del gótico fue la expresión emocional, estética y filosófica que reaccionó contra el pensamiento dominante de la Ilustración, según el cual la humanidad podía obtener el conocimiento verdadero y obtener felicidad y virtud perfectas; su insaciable apetito por este conocimiento dejaba de lado la idea de que el miedo podía ser también sublime.
Las ideas de orden de la Ilustración van siendo relegadas y dan paso a la afición por el gótico en Inglaterra y así se va abriendo el camino para la fundación de una escuela de la literatura gótica, derivada de modelos alemanes.
Las narrativas góticas abundan entre 1765 y 1820, con la iconografía que nos es conocida: cementerios, páramos y castillos tenebrosos llenos de misterio, villanos infernales, hombres lobo, vampiros, doppelgänger (transmutadores, o doble personalidad) y demonios, etc..
Los ingredientes de este subgénero son castillos embrujados, criptas, fantasmas o monstruos, así como las tormentas y tempestades, la nocturnidad y el simple detalle truculento, todo ello surgido muchas veces de leyendas populares. La obra fundadora del gótico es El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1765). Otras obras claves de esta corriente son Vathek (1786), de William Beckford, Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, El Monje, de Matthew Lewis, publicada en 1796, Melmoth el errabundo (1820), de Charles Robert Maturin y Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki. El Romanticismo exploró esta literatura, casi siempre inspiradora de sentimientos morbosos y angustiantes, que alcanzó su máximo esplandor en el siglo XIX, a impulsos del descubrimiento del juego mórbido con el inconsciente.
Sin embargo, obras de pleno siglo XIX como Té verde, de Sheridan Le Fanu, Frankenstein, de Mary Shelley, El corazón delator, de Edgar Allan Poe, y, más adelante, Janet, Cuello Torcido, de R. L. Stevenson, Drácula, de Bram Stoker, El Horla, de Guy de Maupassant, Otra vuelta de tuerca, de Henry James, etc., puede decirse que superan el terror gótico, pues no reúnen las citadas características. Salvo en casos excepcionales, tienden al formato corto del cuento en menoscabo de la novela; no se recurre a las monjas ensangrentadas, ni son elementos necesarios los aullidos espectrales y los truenos, rayos y centellas de tormentas; no tienen por qué transcurrir en escenarios ruinosos, castillos y monasterios medievales; los fantasmas que presentan no están "encadenados"; apenas tienen que ver con leyendas populares... Por lo tanto pueden considerarse ya como obras plenamente representativas del terror moderno que alcanzará a nuestros días, si bien en este punto la opinión de los críticos está dividida.
En los relatos góticos se advierte un erotismo larvado y un amor por lo decadente y ruinoso. La depresión profunda, la angustia, la soledad, el amor enfermizo, aparecen en estos textos vinculados con lo oculto y lo sobrenatural. Algunos autores sostienen que el gótico ha sido el padre del género de terror, que con posterioridad explotó el fenómeno del miedo con menor énfasis en los sentimientos de depresión, decadencia y exaltación de lo ruinoso y macabro que fueron el sello de la literatura romántica goticista.
El escritor romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) incluyó en sus Leyendas algunos relatos de miedo muy meritorios como Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.
A fines del siglo XIX, Oscar Wilde tomó este subgénero con humor en su relato El fantasma de Canterville.
Los cantos de Maldoror de Isidore Ducasse -Conde de Lautréamont- es una obra considerada como precursora del surrealismo. No obstante, contiene elementos narrativos que permiten rastrear rasgos e influencias de obras como Melmoth, como lo señala Marcelyn Pleynet en su estudio sobre Lautréamont. En el caso de maldoror, éste es presentado como un ser que mediante la metamorfosis acecha a los hombres. Maurice Blanchot y Gaston Bachelard analizan el bestiario de las formas animales adoptadas por Maldoror; éste suele denominarse a sí mismo con los apelativos de: El vampiro, aquel que no sabe llorar, el montevideano, entre otros.
La escritora norteamericana Anne Rice, cuyas obras mezclan lo cotidiano con historias de vampiros y de erotismo oscuro, ha tratado de revitalizar, temáticamente, el terror gótico. H. P. Lovecraft, por su parte, lograría sintetizar en las primeras décadas del siglo XX la tradición que partía de lo gótico con la ciencia ficción contemporánea. Actualmente lo gótico aparece en algunos autores (al menos en determinadas obras): Angela Carter, P. McGrath, A. S. Byatt, etc.
Características de la literatura gótica
Dentro de las características del movimiento gótico se encuentran:
- Es melodramática, exagera los personajes y las situaciones con el fin de acentuar los efectos estéticos.
- El autor crea un marco o escenario sobrenatural capaz, muchas veces por sí mismo, de suscitar sentimientos de misterio o terror.
- En relación con lo anterior, importancia del escenario arquitectónico, que sirve para enriquecer la trama; las sombras y contornos de luz delimitan espacios y recrean sentimientos melancólicos. Recurso, pues, a todo tipo de elemento "oscuro".
- Exaltación de la relación entre terror y éxtasis.
- Exaltación de la muerte, la decadencia, los abismos, tinieblas etc..
- Referencias a la locura, lo irracional, la bestialidad y demás características inhumanas o sobrenaturales.
- Clara polarización entre el Bien y el Mal, este último a menudo interpretado por un personaje que hará las veces de villano.
El terror moderno
El terror moderno es la etapa de la literatura de terror que se desarrolla ya a partir de la primera mitad del siglo XIX por obra de precursores, como el norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), cuyas aportaciones, especialmente el llamado terror psicológico, supusieron una profunda transformación de la literatura de terror gótico anterior, de raíces estrictamente románticas, y que, como se ha visto, utilizaba como principal recurso el "susto" y otras técnicas que hoy podrían pasar por anticuadas y rudimentarias.
Historia
Ya en las postrimerías del siglo XIX el cuento de horror o de fantasmas experimentaría nuevamente un gran avance a resultas de las aportaciones de los grandes cultivadores que encontró esta modalidad en Inglaterra (alguno sería de otra nacionalidad, como el francés Guy de Maupassant), en las épocas victoriana y eduardiana. Autores como Robert Louis Stevenson, M. R. James, Henry James, Saki (Hector Hugh Munro) y Arthur Machen, entre otros, ejercerían una profunda renovación de estilos, temas y contenidos que, ya en pleno siglo XX, acabaría desembocando en el último autor mayor del género: el norteamericano Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Con él, el género macabro experimentaría nuevamente un giro de 180 grados.
Este autor, cuyo principal referente, según él mismo confesaba, era su compatriota Poe, fue el creador del llamado "cuento materialista de terror" (por oposición al "espiritualismo" a ultranza propio del relato de fantasmas tradicional). Introdujo, además, en el género elementos y contenidos propios de la naciente ciencia-ficción, lo que tendría amplias repercusiones en toda la literatura y el cine posteriores. Lovecraft, orientándose en principio a partir de las subyugantes fantasías que le proporcionaba su propio mundo onírico, supo conciliar éstas con las enseñanzas de autores de su predilección como Poe, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood y William Hope Hodgson, lo que dio como resultado la asombrosa invención de una nueva mitología pagana, los Mitos de Cthulhu, a través de la cual logró dar cumplida expresión a los muchos terrores y obsesiones que anidaban en su personalidad enfermiza. Sin embargo, en ocasiones se ha achacado a Lovecraft un estilo encorsetado, abundante en adjetivos y fórmulas repetitivas, que hace que sus argumentos pueden predecirse con facilidad a medida que el lector asimila la técnica del autor.
Es necesario mencionar en este punto al grupo de autores que acompañó a Lovecraft en su alucinante periplo literario, publicando relatos en la famosa revista norteamericana Weird Tales, unos pertenecientes al Círculo de Lovecraft y otros independientes: Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Fritz Leiber, Frank Belknap Long, Henry Kuttner, Seabury Quinn, August Derleth, Robert E. Howard, Donald Wandrei, etc., algunos de ellos, a juzgar por la opinión de los críticos, de valores literariamente discutibles.
Uno de los modelos de Lovecraft es el autor inglés, ya citado, William Hope Hodgson al cual se considera un precursor del género de terror materialista creado por aquel. Nacido en 1875 y muerto en 1918, su obra "La casa del fin del mundo" narra en primera persona las peripecias del habitante de una pequeña aldea irlandesa que es raptado por unos seres mitad hombres, mitad bestias, y transportado a otra dimensión.
Pero el escritor que gran parte de la crítica sitúa al lado de Poe, Lovecraft y Maupassant en el panteón de ilustres cultivadores del miedo, es el norteamericano Ambrose Bierce (1842-1914?), quien a través de contundentes filigranas como Un terror sagrado, La ventada cegada y La cosa maldita se evidenció como maestro absoluto en la recreación de tensas atmósferas desasosegantes en medio de las cuales estalla de pronto un horror absorbente y feroz.
El tópico del hombre lobo fue introducido en el género por Guy Endore, con su novela "El hombre lobo en París", 1933.
La última hornada del género de terror cuenta con figuras literariamente controvertidas, la mayoría procedentes del mundo anglosajón, como Stephen King, Ramsey Campbell y Clive Barker, autores de gran número de best-sellers, algunos de los cuales han sido adaptados con éxito al cine. En los últimos años, la producción de este género se ha trasladado, en gran parte, desde el campo de la literatura al de la cinematografía, la historieta, la televisión y los video-juegos, dando origen a un nuevo subgénero de terror, el gore, caracterizado por el fácil recurso a las escenas sangrientas y la casquería barata.
Bibliografía
- El castillo de Otranto (1765), de Horace Walpole.
- Sir Bertram (1773), de Barbauld.
- The Recess (1785), de Sophia Lee.
- Vathek (1786), de William Beckford.
- Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe.
- Las aventuras de Caleb Williams (1794), de William Godwin
- El Monje (1796), de Matthew Gregory Lewis.
- Wieland o la transformación (1798), de Charles Brocken.
- St. León (1799), de William Godwin.
- Manuscrito encontrado en Zaragoza (1805), de Jan Potocki.
- Los elixires del diablo (1815-1816) (Die elixiere das Teufels), de E. T. A. Hoffmann.
- Frankenstein o El moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley.
- El Vampiro (1819), de John William Polidori
- Melmoth el errabundo (1820), de Charles Robert Maturin
- Vampirismo (1821), de E. T. A. Hoffmann
- La caída de la casa Usher (1839), de Edgar Allan Poe
- Varney el vampiro o el festín de sangre (1847), de Thomas Preskett.
- El monte de las ánimas (1861), de Gustavo Adolfo Bécquer
- Carmilla (1872), de J. S. Le Fanu.
- El fantasma de Canterville (1887), de Oscar Wilde
- El retrato de Dorian Gray (1891), de Oscar Wilde
- Otra vuelta de tuerca (1897), de Henry James
- Drácula (1897), de Bram Stoker
- La bestia en la cueva (1905), de Howard Phillips Lovecraft
- El fantasma de la ópera (1910), de Gastón Leroux
- La torre de los siete jorobados (1944), de Emilio Carrere
Véase también
Notas
- ↑ Cfr. Esbozo de una historia natural de los cuentos de miedo, Rafael Llopis, Ed. Jucar, 1974.
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