Revolución de 1934

Revolución de 1934

La Revolución de 1934 o huelga general revolucionaria en España de 1934, fue un movimiento huelguístico, revolucionario que se produjo, entre los días 5 y 19 de octubre de 1934, durante el bienio radical-cedista de la II República. Este movimiento estuvo alentado desde amplios sectores e importantes dirigentes del PSOE y la UGT, como Largo Caballero o Indalecio Prieto[cita requerida] y de forma desigual por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y el Partido Comunista de España (PCE).

Los principales focos de la rebelión se produjeron en Cataluña y en Asturias, aunque los sucesos más graves tuvieron lugar en esta última región.

Contenido

Contexto histórico

Tras las elecciones generales de 1933, los radicales forman un gobierno monocolor minoritario liderado por Alejandro Lerroux, y apoyado en las Cortes por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Este último partido, de ideología clerical conservadora y antirrepublicana, al ser el partido más votado, se había convertido en la principal minoría de la Cámara.

En octubre de 1934, la CEDA retira su confianza al gobierno centrista de los radicales de Lerroux y exige participar en el mismo. El presidente de la República Alcalá-Zamora, a pesar de los temores que le inspiraba la doctrina de Gil-Robles sobre el accidentalismo de las formas de gobierno, decide indicar a Lerroux que se incluyan tres ministros de la CEDA en el Gabinete.

Sin embargo, este nombramiento no es aceptado por los partidos de izquierda, especialmente el PSOE, que esperaban una convocatoria anticipada de elecciones generales.

En las elecciones anteriores el PSOE habiendo obtenido 1.627.472 votos obtuvo 58 escaños, mientras que los radicales, con 806.340 votos obtenían 104 escaños, resultando que de los 8.535.200 votos emitidos, 3.365.700 fueron para partidos de derechas, 2.051.500 para partidos de centro y 3.118.000 para los partidos de izquierda.[1] Esta diferencia se debió a la modificación de la legislación electoral, realizada en 1933 con el apoyo de los partidos entonces mayoritarios, entre ellos el propio PSOE.

Desarrollo de la huelga general

En Madrid, el día 5, la UGT declaró una huelga general, que la CNT no apoyó. Los huelguistas intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno y después de dos horas de disparos, el gobierno de la República dominó la situación y encarceló a los sublevados.

En Vizcaya y Guipúzcoa los nacionalistas se niegan a secundar la revolución, pero la UGT declara la huelga general y ocupa paramilitarmente las zonas mineras e industriales, manteniendo esa ocupación en algunas de las zonas mineras hasta el día 12. La intervención del Ejército sofoca la revolución con un saldo de al menos 40 muertos, entre ellos algunos dirigentes locales carlistas de Eibar y Mondragón y el diputado tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui, muertos por los izquierdistas, y varios huelguistas, muertos en los enfrentamientos armados.[2] [3]

En Aragón, Andalucía y Extremadura los campesinos agotados por las huelgas que se habían producido durante los meses de marzo, abril y junio no secundaron la huelga.

En Cantabria la huelga se desarrolló del día 5 al 16, siendo su epicentro la zona industrial de Torrelavega y la cuenca del Besaya. La normalidad no volvió a Torrelavega hasta el día 18. El balance final fue de 11 muertos en la región.

Proclamación del estado federado catalán

En Barcelona, el gobierno de la Generalidad de Cataluña presidido por Lluís Companys, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), proclama el Estado Catalán dentro de una República Federal Española, en la noche del 6 al 7 de octubre.

Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones (...).
En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española, y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica.

Este hecho provocó la proclamación del estado de guerra y la intervención del Ejército, mandado por el general Domingo Batet, que domina rápidamente la situación después de algunas luchas, en las que mueren unas 40 personas, la detención de Companys y la huida de Dencás, quien marcha a Francia. La autonomía catalana fue suspendida por el Gobierno y la Generalidad de Cataluña se sustituyó por un Consell de la Generalitat designado por el Gobierno, en el que participaron diferentes dirigentes de la Lliga Regionalista de Cataluña y el Partido Republicano Radical. También fue detenido Azaña, que se encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gabinete Jaume Carner.

Revolución de Asturias

Artículo principal: Revolución de Asturias de 1934

En Asturias la CNT mantenía una postura más proclive a la formación de alianzas obreras que en otras zonas de España. De esta manera esta organización y la UGT habían firmado en marzo un pacto con el que estuvo de acuerdo la FSA, federación del PSOE en Asturias, fraguando la alianza obrera plasmada en la UHP surgida el mes anterior. A La UHP se le irían uniendo otras organizaciones obreras como el BOC, la Izquierda Comunista y finalmente el PCE.

Los mineros disponían de armas y dinamita y la revolución estaba muy bien organizada. Se proclama en Oviedo la República Socialista Asturiana y se ataca a los puestos de la Guardia Civil, las iglesias, los ayuntamientos, etc., estando a los tres días casi toda Asturias en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo Asturiano. Hubo actos de pillaje y violencia no achacables a la organización revolucionaria. Pero la represión fue muy dura donde los revolucionarios encontraron resistencia. Desde el gobierno consideran que la revuelta es una guerra civil en toda regla, aún desconociendo que los mineros empiezan a considerar en Mieres la posibilidad de una marcha sobre Madrid.

El gobierno adopta una serie de medidas enérgicas. Ante la petición de Gil-Robles comunicando a Lerroux que no se fía del jefe de Estado Mayor, general Masquelet, los generales Goded y Franco (que tenía experiencia al haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) son llamados para que dirijan la represión de la rebelión desde el Estado Mayor en Madrid. Estos recomiendan que se traigan tropas de la Legión y de Regulares desde Marruecos. El gobierno acepta su propuesta y el radical Diego Hidalgo, ministro de la Guerra, justifica formalmente el empleo de estas fuerzas mercenarias, en el hecho de que le preocupaba la alternativa de que jóvenes reclutas peninsulares murieran en el enfrentamiento, por lo que la solución adoptada le parece muy aceptable.

Durante la revolución de 1934 la ciudad de Oviedo quedó asolada en buena parte, resultan incendiados, entre otros edificios, el de la Universidad, cuya biblioteca guardaba fondos bibliográficos de extraordinario valor que no se pudieron recuperar, o el teatro Campoamor. También fue dinamitada La Cámara Santa en la Catedral, donde desaparecieron importantes reliquias llevadas a Oviedo, cuando era corte, desde el Sur de España.

El general Eduardo López Ochoa, comandando las fuerzas militares gubernamentales, se dirigió a apoyar a las tropas sitiadas en Oviedo, y el coronel Juan Yagüe con sus legionarios y con apoyo de la aviación. La represión posterior fue muy dura.

En Langreo y en el barrio de El Llano de Gijón se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario:

En la barriada de El Llano se procedió a regularizar la vida de acuerdo con los postulados de la CNT: socialización de la riqueza, abolición de la autoridad y el capitalismo. Fue una breve experiencia llena de interés, ya que los revolucionarios no dominaron la ciudad. [...] Se siguió un procedimiento parecido al de Langreo. Para la organización del consumo se creó un Comité de Abastos, con delegados por calles, establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el número de vecinos de cada calle y procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban. El Comité de Abastos llevaba el control general de las existencias disponibles, particularmente de la harina.
Manuel Villar. El anarquismo en la insurrección de Asturias: la CNT y la FAI en octubre de 1934

En la cuenca minera palentina también se produjeron graves sucesos. El 5 de octubre los mineros de Barruelo de Santullán se levantaron en armas y se hicieron con el control del pueblo, ocasionando la muerte de un teniente coronel y dos números de la Guardia Civil, además del director del colegio marista.[4] En estos enfrentamientos murieron también el alcalde socialista y cuatro mineros.[5] En Guardo, los mineros tomaron al asalto y prendieron fuego al cuartel de la Guardia Civil, perdiendo la vida un agente durante los enfrentamientos. La llegada del ejército ocasionó la huida a los montes de los revolucionarios, que posteriormente se fueron rindiendo y entregando a las autoridades. En el resto de España hubo algunos incidentes reprimidos rápidamente por las fuerzas del orden republicanas.

Se estima que en los 15 días de revolución hubo en toda España entre 1.500 y 2.000 muertos (aunque algunos autores hablan de 1.000 o de 4.000) de los que unos 320 eran guardias civiles, soldados, guardias de asalto y carabineros y unos 35 sacerdotes. La ciudad de Oviedo quedó prácticamente destruida. Y se estima que en toda España fueron detenidas y sometidas a juicio entre 15.000 y 30.000 personas que participaron la revolución. Los datos son difíciles de comprobar debido a la fuerte censura que se aplicó sobre esta revolución.

En 1937 el ministro de la Guerra Diego Hidalgo Durán, responsable de la represión, confía su opinión a un periodista norteamericano, corresponsal de guerra para la agencia Associated Press:

Sé cómo debe de sentirse un criminal acosado —me dijo, sonriendo desmayadamente—. Pero no soy un criminal. Sólo cumplí mi deber como ministro de la Guerra cuando ordené que el ejército atacase a los extremistas de izquierdas. ¿Desde cuándo el cumplimiento del deber es un crimen? Si tuviera que enfrentarme de nuevo con la misma situación, no dudaría en comportarme igual que entonces, aún sabiendo lo que me esperaba.
Edward Knoblaugh Última hora: guerra en España

Consideraciones

La historiografía ha debatido mucho sobre estos sucesos.

Algunos autores señalan la importancia de estos hechos en la posterior Guerra Civil Española de 1936.

El historiador norteamericano Gabriel Jackson, en su obra titulada La República española y la guerra civil (1931-1939), publicada en 1965, defiende que estos sucesos aumentaron los odios y la polarización a dos bandas de la política española entre revolucionarios y conservadores, tensiones que acabarían llevándose por delante a los escasos republicanos que intentaban mantener la legalidad de la Segunda República Española. Hugh Thomas tiene una opinión parecida (libro primero, capítulo 10).

Otros autores, como el también norteamericano Stanley G. Payne, desmienten esta versión en varias de sus obras, señalando que los llamados republicanos, encarnados no ya en el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, sino en la coalición Izquierda Republicana de Manuel Azaña, habrían sido responsables de la desaparición de la II República española por haber colaborado sin apenas reservas con las facciones más extremistas, numerosas y revolucionarias de la época, representadas en el PSOE, permitiéndoles todo tipo de desmanes a pesar de su colaboración probada en la revolución de octubre.

Muchos autores han sido los que han disertado, desde muy diversas posturas políticas, sobre octubre de 1934 y sus consecuencias: así Joaquín Arrarás, Juan A. Sánchez García-Saúco, Ricardo de la Cierva, Ángel Palomino, Pío Moa, Paul Preston, Manuel Tuñón de Lara, y un largo etcétera, moviéndose desde las tesis de un golpe marxista y separatista contra España focalizado exclusivamente en Asturias y Cataluña, a una reacción espontánea de las masas trabajadoras y revolucionarias en contra de la inminente llegada al poder del conservadurismo, representado en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, ganador por mayoría simple en las elecciones anticipadas de 1933.

Otras personas[¿quién?] consideran absurdo definir como golpe los sucesos de 1934, pues al menos en Asturias no se intentó apoderarse del Estado, sino derrocarlo, como indican los procesos de comunismo libertario que se dieron en diversas localidades.

Véase también

Referencias

  1. A 75 años de la Revolución española (II)
  2. El Nacionalismo Vasco Stanley G. Payne. (1974) ISBN 84-7235-196-3
  3. La Revolución de octubre de 1934 en Artehistoria
  4. Cuevas, Román y Llorente, p. 61
  5. Marta Redondo. Diario Palentino (ed.): «Entre trincheras». Consultado el 11 de agosto de 2010.

Bibliografía

  • Pío Moa. 1934: Comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda. Ediciones Áltera, S.L., Barcelona, 2004. ISBN 84-89779-59-7
  • Stanley G. Payne. El colapso de la República: los orígenes de la guerra civil (1933–1936). Esfera de los Libros. ISBN 84-9734-327-1; 978-84-9734-327-5
  • Juan A. Sánchez García-Saúco. La revolución de 1934 en Asturias. Editora Nacional, Madrid, 1974. ISBN 84-276-1217-6
  • Ricardo de la Cierva. Historia esencial de la Guerra Civil. Editorial Fénix. ISBN 84-88787-35-9; 978-84-88787-35-4
  • Hugh Thomas. Historia de la Guerra Civil Española, libro primero, capítulo 9
  • Gabriel Jackson. La República Española y la Guerra Civil. RBA Editores, Barcelona, 2005. ISBN 84-473-3633-6
  • Paul Preston. La destrucción de la democracia en España. Reacción, reforma y revolución en la Segunda República. Ediciones Turner S.A., Madrid, 1978. ISBN 84-85137-76-0
  • Diego Hidalgo. ¿Porqué fui lanzado del Ministerio de la Guerra? Diez meses de actuación ministerial. Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1934
  • Manuel Villar. El anarquismo en la insurrección de Asturias: La C.N.T. y la F.A.I. en octubre de 1934. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 1994. ISBN 84-86864-15-1.

Enlaces externos


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