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Roque Barcia
Roque Barcia Martí (Isla Cristina, 4 de abril de 1821 - Madrid, 2 de julio de 1885) fue un filósofo, lexicógrafo y político republicano perteneciente al Partido Demócrata español del siglo XIX.
Biografía
La mayoría de las biografías conocidas de Roque Barcia Martí sitúan su lugar de nacimiento en Sevilla, por lo que se le había considerado sevillano. En algún caso aislado, se ha supuesto nacido en Cádiz. Por otra parte, todos los autores coinciden en datar su nacimiento en el año 1823, sin que ninguno haya aportando referencia documental ni fuente que dé fe de tales aseveraciones. Pues bien, tras la laboriosa investigación llevada a cabo, podemos afirmar que Roque Barcia no era sevillano ni gaditano, sino isleño de Isla Cristina, hoy provincia de Huelva. su madre era isleña. Por otra parte ya sabemos que Roque Barcia nació el día 4 de octubre de 1821, tras lo cual fue bautizado a los diez días en la parroquia de San Bartolomé y San Esteban, de Sevilla, según su partida de bautismo a la que nos referiremos más adelante.
En el primer intento de reclamar para Isla Cristina la patria de nuestro ilustre paisano, recurrimos a los padrones de vecindario, puesto que por una parte en esa época no se había creado aún el Registro Civil tal como lo conocemos hoy, y por otra, el archivo de la parroquia de Ntra. Señora de los Dolores de Isla Cristina, donde debía figurar la documentación de bautismo de Roque Barcia, fue destruido en los primeros días de la Guerra Civil de 1936. En esta tesitura lo más factible era encontrar los datos de empadronamiento conservados en el Archivo Municipal de Isla Cristina, los que habría que contrastar o completar con algún documento que pudiera encontrarse insertado en algún expediente personal de Roque Barcia de algún archivo relacionado con la trayectoria vital de nuestro ilustre revolucionario.
Para conocer toda la situación que rodea al nacimiento de Roque Barcia hay que remontarse hasta el año l800, donde se sitúa el establecimiento en Isla Cristina de Roque Barcia Ferraces, padre del nuestro personaje, según se desprende del Padrón General de Habitantes de la Real Isla de la Higuerita, correspondiente al año de 1824. En este registro aparece descrita toda su familia de manera clara y precisa, figurando compuesta por Roque Barcia [Ferraces] y su esposa Teresa Martí, junto a sus hijos, como domiciliados en la casa número 2 de La Ribera. Los hijos eran Filomena, Joaquina, Nicolás y Roque Barcia Martí, el más pequeño, que contaba 3 años. Tanto la esposa como todos los hijos se encontraban residiendo en La Higuerita desde su nacimiento. Roque Barcia padre figura como residente desde hacía 24 años, es decir, como hemos dicho anteriormente, desde el año de 1800, según consta en el citado padrón. Todos los hijos del matrimonio Barcia-Martí eran naturales de Isla Cristina, así como su madre.
Abundando en la documentación censal podemos comprobar que en el padrón de 1819 ya figura inscrito al citado Barcia Ferraces. En el libro de habitantes de 1822 encontramos nuevamente, como era de esperar, al citado Barcia, de profesión escribano, de 50 años de edad y de estado civil, casado. Figura como vecino del llamado Barrio de San Antonio, que comprendía aproximadamente las calles situadas entre la actual San Antonio y la calle Angosta hasta La Ribera (actual Avda. Padre Mirabent). Mucho más explícito es el padrón de 1824, al que nos hemos referido anteriormente, y donde ya figura la naturaleza de la esposa del escribano y de sus hijos, todos naturales de Isla Cristina y residentes desde su nacimiento. Años después, en el Padrón General del número de Vecinos, de 1827, aparecen inscritos todos los miembros de la unidad familiar en el mismo domicilio de La Ribera, además de una nueva hija del matrimonio, a la que pusieron por nombre Amparo, nacida el año anterior. En el padrón aprobado el 3 de marzo de 1838, la familia Barcia Martí continua viviendo en la misma zona del pueblo, concretamente en el número 4 de la calle de la Muela (hoy, calle Cañabate).
En el mismo padrón de 1838, en una versión fechada el 15 de noviembre nos encontramos con que Teresa Martí enviuda, lo cual nos induce a pensar que el escribano, padre de Roque Barcia Martín falleció entre marzo y noviembre de 1838, lo cual se corresponde perfectamente con la aportación que hacemos más adelante. Había fallecido el primer escribano publico que tuvo Isla Cristina, quién había ejercido el cargo desde al menos 1806 a 1827 en que se puede comprobar por las actas capitulares. Ahondando en las pesquisas en torno a nuestro compatricio, hallamos una solicitud fechada en 1843 y dirigida por el propio Roque Barcia pidiendo su admisión en la "escuela pública de Leyes" de Madrid. En esta representación dice ser "hijo de Sevilla” cuando en la dedicatoria a Agustín Vidal, miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla manifiesta: "¿Nada debo (como hijo de Sevilla) ó aquella benéfica institución con que tanto se honra la patria esclarecida que la obliga en su seno?". Lo expresado aquí por Barcia se presta a diferentes interpretaciones, pues, como es sabido, en la fecha de su alumbramiento no se había constituido aún la provincia de Huelva y estas tierras de Isla Cristina se encontraban en la provincia o antiguo reino de Sevilla.
La citada solicitud aporta, por otro lado, una valiosa información, que vamos a resumir. Dice Roque Barcia que contando con 14 años partió a Madrid, donde se encontraba su padre (esto aconteció en 1837, por lo que en realidad tenía 16 años). En la capital le sobrevino la muerte a Barcia padre al año siguiente, 1838, por lo que meses después se volvió a su tierra, en 1839. Aquí continuó su formación académica, recibiendo lecciones de los maestros más acreditados de la comarca. Estuvo en Ayamonte dos meses, pasó luego a La Redondela otros dos meses y a continuación a Isla Cristina. Donde según dice: "Aún no había dado cima ó este trabajo cuando el Sr. D. José Mirabent, cura único párroco de la Isla Cristina, me ofreció con el preciosísimo estudio de la filosofía, cátedra que había desempeñado por muchos años en la ciudad de Cádiz [...]. Bajo la diestra de tan distinguido preceptor aprendí lógica, física, metafísica ética y geografía universal adquiriendo no menos ciencia con su gran Doctrina que con su conducta verdaderamente religiosa, moralidad y ejemplo […]. Posteriormente y en la misma Isla Cristina, aprendí la taquigrafía bajo la dirección de mi ilustre amigo D. Juan Amengual […]”. Debió ser entonces cuando Roque Barcia Martí estableció su residencia en la casa de la calle Santa María de La Redondela, en el año 1840, porque, según cuenta, "Finalmente en 24 de octubre del presente año [1843] llegué a esta capital [Madrid], guiado del único y ansiadísimo objeto de cursar la jurisprudencia en su Universidad […]".
Volviendo a los padrones municipales de Isla Cristina, consultamos el que corresponde al año 1840 y comprobarnos que Teresa Martí permanece viviendo en Isla Cristina con sus hijos, en total 6 personas en la misma vivienda. Y es a finales de ese año o a principios de 1841 cuando se trasladan a la villa de La Redondela, puesto que en el padrón de Isla Cristina correspondiente a 1841 no figuran ya inscritos en la residencia familiar que había sido desde el año 1800; es decir, al fallecimiento del cabeza de familia es cuando decidieron trasladarse a La Redondela.
En ese momento, Roque Barcia Martí había vivido en La Redondela sólo 3 años (1840-1843), tras haber estado avecindado en Isla Cristina durante 19 años. Y es entonces, con 22 años cumplidos cuando se marcha de nuevo a Madrid y comienza su incursión en el mundo de la política y de las letras.
En un artículo de la revista del Rosario del año 1920 se dice: "Aunque su nacimiento tuviera lugar en Sevilla, por una circunstancia puramente casual, su verdadera patria es Isla Cristina, por cuanto en ella vio transcurrir los días de su infancia [ …] hasta que ya jovenzuelo marchara á Madrid". De nuevo se evidencia la naturaleza isleña, coincidiendo perfectamente con la documentación conservada en el Archivo Municipal y con lo escrito por el propio Barcia Martí. En efecto, Roque Barcia Martí debió nacer en Sevilla circunstancialmente, la ciudad en la que fue bautizado a los diez días de su alumbramiento en una ciudad con la que apenas se cruzaría en su vida.
En el expediente personal formado con motivo de su nombramiento como senador de España en el año 1872 es donde hemos encontrado el documento que nos desvela tanto misterio en tomo al lugar de nacimiento de Roque Barcia Martí, cuya copia literal se transcribe:
El Infrascripto Cura encargado de las Parroquias de S. Bartolomé y de S. Estevan de esta ciudad=Certifico: que en Libro noveno de Bautismos de la segunda, al folio ochenta, hay una partida del tenor siguiente=
Partida} En Sevilla día quince de Octubre de mil ochocientos veinte y un años: Yo Fr. Ramón Venegas sacerdote profeso y ex Ministro del Convento de RR PP terceros de esta Ciudad, Cura Teniente por Dn José María de Segura y Santander, Cura propio y Benefi[cia]do de esta Ygla Parroql. de Sn Estevan Baptizé solemnemente a Roque, Fausto, Próspero, Francisco de Asís, que nació el día cuatro del corriente, hijo de Dn Roque Barcia, natural del reyno de Galicia, y de Dª Teresa Martí, natural de la Higuer[it]a, en esta Provincia de Sevilla, su legítima muger. Nieto de Dn Nicolás de Barcia, y de Dª Rosa Terrano [Feraces], por línea paterna y por la materna de Dn Juan Martí, y de Dª Manuela Duboy, ésta natural del Principado de Cataluña: fue su Madrina Dª Manuela Martí, su tía Materna, le advertí el nuevo parentesco y obligaciones que contraxo y lo firmo fecho ut supra= Joséf María de Segura, Cura=y Fr. Ramón Venegas=-
Concuerda con su original a que me refiero. Sevilla veinte y cinco de Septiembre de mil ochocientos setenta y dos=-
[lo firma]
Franco. de Sales Manzano
La inscripción se conservaba en 2005 en la citada parroquia, pues fue solicitada una nueva partida de bautismo por este autor para cotejar los datos y tras ser emitida podemos afirmar que coincide con la transcrita. En la década de 1920, el alcalde isleño Román Pérez Romeu mandó colocar una placa recordatoria en la fachada de la casa donde vivió Roque Barcia en La Redondela durante aquellos tres años citados y a la que volvería ocasionalmente. En la lápida se recuerda que vivió allí, pero no se dice que sea su casa natalicia. Ya en aquella época, la vivienda sólo conservaba la parte trasera como original, la fachada y el primer cuerpo eran obra nueva.
Por lo tanto, concluimos este capítulo donde hemos pretendido demostrar que Roque Barcia Martí no nació en Sevilla ni en La Redondela, sino que era, sin duda, isleño, aunque natural de Sevilla; hijo de una isleña, que pasó su infancia en nuestra ciudad y que tuvo como maestro, entre otros, al isleño cura Mirabent.
Numerosos descendientes de Roque Barcia por vía colateral viven actualmente en Isla Cristina. Entre las ramas más conocidas se puede citar la de Hermenegilda Zamorano Soler (Gildita), hija de Juan Zamorano Columé y de Hermenegilda Soler Barcia, nieta de Hermenegilda Barcia Martí, y sobrina-nieta de Roque Barcia Martí. También se encuentran las familias Salcedo Soler y López Soler.
En su época de estudiante, ya terminada su educación viajó algunos años por el extranjero, hallándose en 1848 en Montpellier y Liorna, y en 1849 en Roma y en Ferrara, consultando las bibliotecas de Francia e Italia para escribir más tarde El progreso y el cristianismo, obra en la que trabajó diez años. Esta obra le valió a su autor su primera emigración a París y más tarde, en 1858, no solamente que se le prohibiera esta obra, sino que muchos miles de ejemplares fueran quemados públicamente. Vuelto ya a su patria, colaboró en diversos periódicos (La Democracia, El Demócrata Andaluz), que le granjearon gran popularidad. Escribió cuatro tomos de viajes y un libro titulado Un paseo por París que fue muy bien recibido. Después dirigió el periódico El Círculo científico y literario en Madrid, hasta la revolución de 1854, para la que trabajó propagando las ideas democráticas de que era un ardiente partidario. También dio a luz por entonces La cuestión pontificia y La verdad social, folletos que fueron también prohibidos. Trabajaba ya en su ambiciosa obra lexicográfica y etimológica. Publicó sucesivas entregas del mismo y además La filosofía del alma humana y dos tomos de Sinónimos castellanos como complemento de su Diccionario.
Sus nuevas obras Historia de los Estados-Unidos y el Catón político, sufrieron la suerte habitual de los libros políticos de Barcia: fueron prohibidos por el gobierno. El autor, sin embargo, lejos de desalentarse, dio a la estampa Las armonías morales y el nuevo pensamiento de la nación, que sufrió la misma suerte. Barcia escribía obras para educar al pueblo y el gobierno las prohibía para que el pueblo permaneciera siempre en la oscuridad de las ideas de regeneración social.
Influido por Emilio Castelar, en cuyo periódico La Democracia (1864) fue redactor, marchó a Cádiz ese mismo año y fundó uno propio llamado El Demócrata Andaluz que duró cinco meses; sus artículos le valieron la excomunión del obispo de Cádiz, una más entre las muchas que atesoraba. A dicha excomunión replicó con su Teoría del infierno. En Cádiz estuvo sin embargo apenas dos años, porque pasó a Isla Cristina –su casa se conserva todavía en La Redondela— desde donde, tras los graves acontecimientos del golpe de Estado de 1866, en que su casa fue allanada cuatro veces, se le había dictado auto de prisión y busca y captura y se habían practicado varios registros, optó por exilarse a Portugal donde, tras dos periodos de detención, presidió la Junta de Exilados Españoles; allí rechazó varias aproximaciones del Duque de Montpensier. Participó activamente en los preparativos de la “Gloriosa” redactando documentos y proclamas. La idea revolucionaria de septiembre de 1868 estaba germinando no sólo en Barcelona, sino en Andalucía y particularmente en Cádiz, donde fourierismo de Joaquín Abreu y los sucesos de la Mano Negra que refirió como cronista el propio Leopoldo Alas “Clarín”, pasando por la aventura internacionalista y figuras como Fermín Salvochea habían agitado el ambiente. Barcia fue halagado nada menos que con dieciséis ofertas de candidatura para las elecciones a Cortes (Alcoy, Alicante, Badajoz, Béjar, Burgos, Écija, Montilla, Granada, Málaga, Cádiz, Jerez, Ronda, Villanueva y Geltrú, la Mancha, Huelva y Soria). Fue nombrado después diputado por Badajoz. El proyecto de Constitución no le satisfizo. Tras su actuación en el movimiento que acaba echando de España a los Borbones, Barcia reaparece en Madrid, en plena Junta Central Revolucionaria, junto a Cristino Martos, y brujulea al parecer en el entorno de Francisco Pi y Margall en busca de una embajada que jamás conseguirá. Se negó a firmar el acuerdo que revistió del poder supremo al regente y tras asistir a dos sesiones y ver que los acuerdos de la Junta no estaban en armonía con sus ideas, decidió abandonar la Junta. Poco después fue encarcelado en la famosa prisión madrileña de El Saladero, tras ser implicado –con seguridad sin fundamento— en el magnicidio que acabó con la vida del general Prim, acusación que provocará una ardua y altisonante campaña escrita por parte de Barcia que se defendió con la natural indignación. Actuó en el movimiento cantonalista, cuyos hilos contribuyó a mover de modo decisivo, llegando a ejercer de jefe del Cantón de Cartagena (véase la novela de Ramón J. Sender Mr. Witt en el Cantón), aventura tras la que le esperaba un nuevo exilio en Francia. Allí vivió varios años dedicado a la literatura y retirado definitivamente de la política, tras la Restauración, y volvió a España. Roque Barcia falleció el 2 de julio de 1885 en Madrid.
Labor
Barcia fue un hombre incorruptible y un republicano integérrimo, pero, aparte de su actividad política, fue un consumado etimólogo, autor del primer y utilísimo (aunque no exento de alguna excentricidad propia de la dificultad de la tarea) Diccionario General Etimológico de la Lengua Española en cinco volúmenes, así como de un pionero Diccionario de Sinónimos casi tan divulgado como su Catón Político en 1864. Como literato, su obra, consistente en algunos dramas y novelas inspirados en Víctor Rugo y Vittorio Alfieri, es mediocre. Se afirma que Barcia recibió durante su vida unas sesenta excomuniones, casi tantas como José Nakens. En efecto, sus caudalosas lecturas, resumidas en un sincretismo grecooriental y un hegelianismo de impronta krausista, mereció reiteradas veces la condena de la jerarquía eclesiástica, que mandó retirar algunos libros y la acerva crítica del canónigo Manterola y del célebre apologista doctor Mateo Gago.
En cuanto a su pensamiento, era indudable su panteísmo: «El pensamiento de Dios se encarnó en el misterio del universo, en la generación de todos los seres, en la armonía de esa naturaleza que nos asombra» (Catón político, p. 150). Y en otro lugar: «Dios no es otra cosa que la razón universal, la palabra sublime que se formula en los labios de la gran armonía, así en las flores del campo como en las estrellas de la noche» (Ídem). Dos son los grandes conceptos en que simultáneamente culmina su pensamiento filosófico y arranca su acción política: el progreso indefinido de la humanidad y la libertad del individuo, y sobre ambos la fe, una fe inmensa y desbordante de sí misma, capaz de rozar el infinito y sin que tenga por qué dar razón de sí: «Hay que tener fe, una fe inagotable, poderosa, invencible; una fe absoluta en el porvenir de la humanidad, aunque no veamos ese porvenir y esa fe» (Teoría del infierno o ley de vida, p. 4). A su sombra el progreso está garantizado, porque para Barcia la unidad de las ideas se funda en la unidad de la esencia; los seres son modificación del ser y las ideas expresiones parciales de la idea, con lo cual la estructuración de la ciencia y la omnímoda presencia del conocer están aseguradas; asimismo, la libertad individual es necesaria para la integración en el todo y la participación en la humanidad, contrapunto divino del Dios infinito.
Consecuente con este ideario rechaza las estructuras político-sociales a la sazón vigentes, combatiendo la monarquía, la propiedad y el catolicismo, por considerarlos nefastos para el porvenir de España, más sin declararse ateo, adoptando más bien en lo religioso una posición que Menéndez Pelayo ha calificado de un cierto protestantismo liberal (Historia de los heterodoxos, vol. II, p. 1.070). «No quiero la razón helada de Lutero ni de Calvino... Yo, hijo de Jesucristo, hijo de su Cruz y de su palabra; yo, Jesucristo como creencia y como historia, quiero que la religión que yo adoro abra un juicio a los que se llaman doctores suyos y que sean medidos de los pies a la cabeza por el sentimiento cristiano« (Cuestión pontificia).
Obra
- Cuestión pontificia 1855
- Catón político (1856)
- Cartilla política dedicada al ilustrísimo señor doctor D. Pedro Lagüero y Menezo, Obispo de Osma, 1869
- Dios salve al país!, Dios salve al rey!: manifiesto a los sres. diputados, 1869
- Diccionario general etimológico (Barcelona: V. Seix, 1880, cinco vols. en cuarto).
- Diccionario de sinónimos, 1910, edición facsímil en México: Oasis. 1983.
- Abolición de la pena de muerte. El nuevo Catón. Ejercicios de lectura. Exposición dirigida a las Cortes contra la infame pena del garrote vil. Madrid: Impr. de Minuesa, 1872.
- Carta al duque de Aosta. Barcelona: López, 1870.
- Carta sobre el asesinato de D. Juan Prim. Barcelona, 1886.
- Cartas a Su Santidad Pío Nono, precedidas de una carta que desde el otro mundo envían a S.S. los masones Monti y Togneti. Madrid, 1869. Esta obra fue prohibida por el Obispo de Osma el 9 de abril de 1870.
- Cartilla política. Madrid, 1869. Obra prohibida por el Obispo de Osma el 16 de julio de 1869.
- Cartilla religiosa. Madrid, 1869..
- Catón político. Con un prólogo de Emilio Castelar. Madrid, 1884; reimpreso en 1856.
- Confesiones. Madrid, 1872.
- Conversaciones con el pueblo español. Barcelona: Est. Tipográfico-editorial de Manero, 1869.
- Cristianismo y progreso. 1861. Edición quemada por el gobierno.
- Cuestión de Italia. Madrid, 1859.
- Cuestión Pontificia. 1885, reimmpresa ese mismo año dos veces y en 1868, 1885,
- Defensa. Mahón: Tip de Fábregas, Hnos., 1871.
- Dos cartas: Una al Duque de Aosta y otra a su señora, por Carlotta, viuda de Maximiliano. Palma, 1870.
- El espíritu moderno en el mundo. La Democracia, Madrid, 1865.
- El Evangelio del pueblo. Madrid, 1885.
- El Evangelio del pueblo. Madrid: Impr. Galiano, 1868. Contiene: El Feudalismo. No más señoríos. No más esclavitud.
- El Evangelio del pueblo. Madrid: M. Galiano, 1869. Contiene: Cargas de la justicia. Forma republicana. Veamos lo que hacemos.
- El Papado ante Jesucristo. Madrid, 1870. La segunda parte se intitula: Otro emplazamiento papal. Madrid, 1870,.
- El pedestal de la estatua. Madrid: Impr. F. Martínez Gómez, 1864.
- El testamento de los Reyes. Madrid, 1870.
- España manifiesta los males que le afectan y propone los medios más expeditos y eficaces para obtener su cura radical. Madrid, 1836.
- Explicaciones: la libertad. La Democracia, Madrid, 1865.
- Filosofía del alma humana. Gerona: Grasses, 1856. Reimpreso en Nadrid, 1857.
- Formación de la lengua española derivada de la formación natural racional e histórica del idioma humano. Madrid: Vda. e Hijos de M. Álvarez, 1872.
- Fundamentos. Los derechos del hombre y la democracia. La Democracia, Madrid, 1865,
- Historia de las Germanías de Valencia. Madrid, 1870.
- Historias (Contra los neos, oligarcas teocráticos). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias (El progreso: controversia con «El Pensamiento español»). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias. (Contra los neos, acaparadores de la salvación). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias. (La Libertad controversia con los neos). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias. (Los neocatólicos son ateos). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias. (Los neocatólicos, fariseos y teocratas). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historias. (Resumen de cargos contra el neocatolicismo, secta política). La Democracia, Madrid, 1865.
- Historia. Verdadera y fiel exposición de los principios cristianos contra el falso catolicismo que nos devora. Madrid, 1865.
- Influencias y protesta neo-católicas. Madrid, 1865.
- Juan Pérez. Comedia. Madrid: Imprenta José Rodríguez, 1862.
- La Federación española. Madrid: José María Faquineto, 1869.
- La influencia neocatólica. La Democracia, Madrid, 1865.
- La ley natural o el premio y el castigo. Madrid, 1872.
- La revolución por dentro. Madrid, 1870.
- La verdad y la burla social. Madrid: Tomás Núñez Amor, 1855.
- Los moderados: la libertad. La Democracia, Madrid, 1865.
- Los moderados: la prohibición de la libertad. La Democracia, Madrid, 1865.
- Manifiesto a la Nación. Madrid, 1870.
- Poesía al Tajo. Lisboa: Typ. FrancoPortugueza, 1867.
- Primer diccionario general etimológico de la lengua española, 5 vols., Madrid, 1880-1883.
- Prólogo del primer Diccionario general etimológico de la lengua castellana. París: Tip. de A. Lahure, 1878.
- Reto del ciudadano Roque Barcia a D.. Salustiano Olózaga. Madrid, 22 de abril de 1869.
- Sinónimos castellanos. Edic. póstuma corregida y aumentada considerablemente por su autor. Madrid: José M. Faquineto, 1890.
- Teoría del Infierno y Ley de la vida. Madrid, 1868.
- Un paseo por París. Retratos al natural. Madrid: Impr. M. Galiano, 1863.
- ¿Quieres oír pueblo?, o la cabeza de Barba Azul. Madrid, 1872.
- ¡Dios salve al País! ¡Dios salve al rey! 4ª ed. Madrid, 1869.
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