- Semana Trágica (España)
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Se conoce con el nombre de Semana Trágica a los acontecimientos desarrollados en Barcelona y otras ciudades de Cataluña, entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909.
Contenido
El contexto histórico
España inicia el año 1909 con Alfonso XIII como monarca y con Antonio Maura, del Partido Conservador, al frente del gobierno surgido de las elecciones celebradas el 21 de abril de 1907.
Políticamente, España, que no se había recuperado del varapalo moral que supuso la pérdida, en 1898, de Cuba, Puerto Rico, Islas Filipinas y Guam, últimas colonias de ultramar, vive inmersa en un sistema político donde dos partidos, el Partido Conservador y el Partido Liberal, se turnan en el gobierno. La alternancia es organizada desde el poder mediante el reparto de escaños previo a las elecciones (conocido como encasillado), a través de una red de influencias denominada caciquismo que garantiza su cumplimiento y el pucherazo o adulteración de los resultados. En este sistema la monarquía ejerce un papel de arbitraje. El resto de los partidos políticos son marginados del poder y sólo consiguen representación en las zonas urbanas, donde el caciquismo es más débil y el control electoral por tanto es más difícil.
En Cataluña, sin embargo, tras la Ley de Jurisdicciones de 1906, se forma bajo el nombre de Solidaridad Catalana una alianza electoral integrada por la Lliga Regionalista, el carlismo y ciertas agrupaciones republicanas que logran una victoria aplastante en las elecciones de 1907, obteniendo 41 de los 44 diputados posibles y desplazando a los partidos dinásticos del poder en Cataluña.
Socialmente, los obreros españoles comienzan a tomar conciencia sindical y empieza a surgir el movimiento obrero en las zonas industriales y especialmente en Barcelona, donde surge Solidaridad Obrera, una confederación sindical de socialistas, anarquistas y republicanos que nació como rechazo al acercamiento de Solidaridad Catalana al Partido Conservador de Maura.
El desencadenante
Tras la pérdida de Cuba y las Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1904 y en la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906, el control sobre la zona norte de Marruecos.
El 9 de julio de 1909 los obreros españoles que trabajaban en la construcción de un ferrocarril que uniría Melilla con las minas de Beni Bu Ifrur, propiedad de una sociedad controlada por el conde de Romanones y el marqués de Comillas, fueron atacados por los cabileños de la zona. Este incidente, que constituirá el inicio de la Guerra de Marruecos que se extenderá hasta 1927, será utilizado por el Gobierno de Maura para iniciar el reclutamiento de tropas para asegurar el control del protectorado marroquí. Se ordena la movilización de los reservistas, medida muy mal acogida por las clases populares debido a la legislación de reclutamiento vigente que permitía quedar exento de la incorporación a filas mediante el pago de un canon de 6.000 reales, cantidad que no estaba al alcance del pueblo (el sustento diario de un trabajador ascendía en la época aproximadamente a 10 reales). Además, la mayor parte de los reservistas eran padres de familia, en las que la única fuente de ingresos era el trabajo de éstos.
El domingo 18 de julio, fecha del primer embarque previsto en el puerto de Barcelona, varias aristócratas barcelonesas intentan entregar a los soldados escapularios, medallas y tabaco, lo que provocó tumultos populares que se agravaron cuando llegan noticias de Marruecos sobre las numerosas bajas que se han producido en la zona de conflicto. En Madrid se acuerda una huelga general para el 2 de agosto, pero en Barcelona, Solidaritat Obrera decide actuar por sorpresa y fija un paro de 24 horas para el lunes 26 de julio, el cual degenerará en la Semana Trágica.
El gobernador civil de Barcelona, Ángel Ossorio y Gallardo, dimitió de su cargo por oponerse a la declaración del estado de guerra en la ciudad, siendo sustituido por el abogado valenciano Evaristo Crespo Azorín.
Cronología
Lunes, 26 de julio
La huelga general fue seguida mayoritariamente en Barcelona, Sabadell, Tarrasa, Badalona, Mataró, Granollers y Sitges, y se creó un comité de huelga para su coordinación y dirección. Las autoridades ordenaron la salida del ejército a la calle, que fue acogido por la población con gritos de ¡Viva el Ejército! y ¡Abajo la guerra!, y salvo incidentes muy esporádicos resultó una jornada pacífica.
Martes, 27 de julio
La llegada de noticias de Marruecos sobre el Desastre del Barranco del Lobo, donde perecieron de 200 a 300 reservistas, en su mayor parte del contingente que salió de Barcelona el día 18 de julio, provocó el inicio de la auténtica insurrección con el levantamiento de barricadas en las calles.
La inicial protesta antibelicista se transforma en protesta anticlerical con el incendio de iglesias, conventos y escuelas religiosas. Este giro anticlerical de los amotinados tiene su causa en varios motivos muy arraigados en el proletariado urbano al ser la Iglesia Católica, a diferencia de los gobernantes o de los empresarios, la institución que estaba más en contacto con el pueblo, lo que daba lugar a fricciones continuas. Por ejemplo, la educación era impartida en escuelas controladas por la Iglesia y se inculcaba a los hijos de los obreros unos valores contrarios a la causa obrera; o los hospitales e instituciones de beneficencia estaban regentados por religiosos; o el impulso, por parte de la Iglesia, de los denominados sindicatos amarillos, opuestos al sindicalismo anarquista, mayoritario en la ciudad. Lo cual restaba individuos a la causa revolucionaria anarco-sindicalista, pues la gente del pueblo agradecía acudiendo libremente, con sus hijos por el día y los trabajadores por la noche, a las clases impartidas por los religiosos. Por ejemplo, en el Patronato Obrero de San José, Poblenou, donde los seis hermanos maristas que allí fueron a enseñar, en tres años tenían entre niños y adultos más de 200 alumnos, como consecuencia de lo cual, un piquete sindicalista el día 28 acudió armado en busca de los hermanos, dando muerte a tiros al hermano Lycarion, pudiendo huir los demás.
Se proclama el “estado de guerra” en la ciudad y la ley marcial, y comienzan los primeros disparos en la zona de Las Ramblas. El ejército abandona la actitud pasiva mantenida hasta entonces y hace que se enconen aún más los ánimos.
Miércoles, 28 de julio
Barcelona amanece con numerosas columnas de humo procedentes de los edificios religiosos asaltados e incendiados. El comité de huelga se muestra incapaz de controlar a los obreros y la insurrección se desborda alcanzando esta su clímax, ya que la ciudad no dispone de tropas con que hacer frente a los amotinados al negarse la guarnición y las fuerzas de seguridad a combatir a los huelguistas, a quienes consideran sus compañeros.
Jueves, 29 de julio
La falta de una dirección efectiva hace que el motín popular inicie su declive. La única esperanza de los sublevados es que la situación se extienda al resto de la Península, lo cual no se produjo al actuar el Gobierno aislando Barcelona y difundiendo la noticia de que los sucesos de la ciudad tenían carácter separatista. Este mismo día llegan a Barcelona tropas de refuerzo procedentes de Valencia, Zaragoza, Pamplona y Burgos que finalmente dominan entre el viernes, 30 de julio, y el sábado, 31 de julio, los últimos focos de la insurrección.
La represión
El balance de los disturbios supone un total de 78 muertos (75 civiles y 3 militares); medio millar de heridos y 112 edificios incendiados (de estos, 80 eran edificios religiosos). El gobierno Maura, por medio de su ministro de la Gobernación Juan de la Cierva y Peñafiel, inicia de inmediato, el 31 de julio, una represión durísima y arbitraria. Se detiene a varios millares de personas, de las que 2000 fueron procesadas, resultando 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenas a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas.
Los cinco reos de muerte fueron ejecutados el 13 de octubre, en el castillo de Montjuic. Entre ellos se encontraba Francisco Ferrer Guardia, cofundador de la Escuela Moderna, a quien se acusa de ser el instigador de la revuelta basándose únicamente en una acusación formulada en una carta remitida por los prelados de Barcelona. Estos fusilamientos ocasionan una amplia repulsa hacia Maura en España y en toda Europa, organizándose una gran campaña en la prensa extranjera, así como manifestaciones y asaltos a diversas embajadas. El rey, alarmado por estas reacciones tanto en el exterior como en el interior de España, cesa a Maura y le sustituye por el liberal Segismundo Moret.
Referencias
Bibliografía
- La Semana Trágica de Cataluña / Antonio Moliner (ed.) ; Ramón Alquézar, Soledad Bengoechea, Francesc Espinet ... [et al.] Alella, Barcelona : Nabla, 2009
- Culla i Clara, Joan. La Semana Trágica y la caída de Maura. En: Protagonistas del siglo XX. 3: 1908-1910 / directores de la obra, Miguel Ángel Bastenier y Vicente Verdú. Madrid : Diario El País, 1999, p. 70-71 y 73
- García Rodríguez, José Carlos ¿Arde Barcelona? La Semana Trágica, la Prensa y la caída de Maura./Astorga (León): Editorial Akrón, 2010
- Ullman, Joan Connelly. La Semana Trágica : estudio sobre las causas socioeconómicas del anticlericalismo en España, 1898-1912. Esplugues de Llobregat, Barcelona : Ariel, 1972
Filmografía
- La ciutat cremada, (Antoni Ribas, 1976)
Enlaces externos
- Arde Barcelona: La Semana Trágica, ensayo de una revolución, documental de José Manuel Delgado, en Documentos RNE.
- Las crónicas de la revuelta: Cuatro días sin La Vanguardia
- La Semana Trágica: El Debate de CNN+
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