- Convulsión
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Convulsión Clasificación y recursos externos CIE-10 G40, I64, P90, R56 CIE-9 780.3 DiseasesDB 19011 eMedicine neuro/694 Aviso médico La convulsión es, en medicina humana y veterinaria, un síntoma transitorio caracterizado por actividad neuronal en el cerebro que conlleva a hallazgos físicos peculiares como la contracción y distensión repetida y temblorosa de uno o varios músculos de forma brusca y generalmente violenta,[1] así como de alteraciones del estado mental del sujeto y trastornos psíquicos tales como déjà vu o jamais vu. Una convulsión que persiste por varios minutos se conoce como status epilepticus, mientras que la epilepsia es la recurrencia de crisis convulsivas de manera crónica. Usualmente afecta a diversas partes del cuerpo, con lo que recibe el nombre de ataque convulsivo.
Aproximadamente 4% de la población tendrá una convulsión no provocada antes de la edad de los 80 años y entre 30 y 40% de ellos[2] —o de acuerdo con un estudio, un 50% de los pacientes—tendrá un segundo episodio convulsivo.[3] El tratamiento efectivo puede reducir a la mitad el riesgo de aparición de una segunda convulsión.[3] Los pacientes con epilepsia tienen un riesgo de muerte dos o tres veces mayor que el esperado en una población de similares características pero sin epilepsia.[4]
El tratamiento de una convulsión es parte de la especialidad de neurología y el estudio de las epilepsias es ámbito de la neurociencia. Existen especialistas dedicados exclusivamente a la epilepsia en adultos y en niños, los cuales son llamados epileptólogos.[5]
Las convulsiones se asocian a varios trastornos y enfermedades neurológicas, entre los que el más habitual y conocido es la epilepsia. Sin embargo, una excesiva asociación entre convulsiones y epilepsia puede haber llevado a que un 30% de los diagnosticados como epilépticos y medicados por ello no sean sino padecedores de un ataque concreto debido a la ansiedad (según la revista Neurology en su número 13).
Contenido
Clasificación
Véase también: Convulsión febrilLas convulsiones se dividen en tónicas, en las que existe contractura muscular mantenida, y las tónico-clónicas, en las que existen períodos alterantes de contracciones y relajación. La convulsión también puede ser focal o generalizada.[4] La focal o parcial es aquella en que la actividad convulsiva se limita a segmentos corporales o a un hemicuerpo sin pérdida de la conciencia,[6] porque el grupo neuronal que la genera está restringido a un área pequeña de la corteza cerebral,[7] en tanto que en la generalizada, las convulsiones afectan a todo el cuerpo, precedida o no de aura, acompañándose de pérdida de la conciencia, debido a que la actividad neuronal anómala involucra a regiones difusas del cerebro simultáneamente, de forma bilateral y simétrica y habitualmente idiopáticas.[8] Por lo general, las convulsiones focales están asociadas con trastornos que causan anormalidades estructurales y localizadas del cerebro, mientras que las convulsiones generalizadas pueden ser la consecuencia de anormalidades celulares, bioquímicas o estructurales que tienen una distribución mucho más amplia.
vulsión puede estar relacionada con un evento temporal, tal como exposición a ciertos medicamentos como o algunos otros fármacos psicoactivos o drogas como la cocaína, anfetaminas, o al contrario, la abstinencia del hábito de consumir drogas, licor o fármacos, tales como barbitúricos y benzodiazepinas, una fiebre alta en niños o niveles anormales de sodio o glucosa en la sangre.[1] En otros casos, una lesión al cerebro, por ejemplo, un accidente cerebrovascular o un traumatismo en el craneo, provoca la excitación anormal de las neuronas cerebrales.
En algunas personas, pueden haber factores hereditarios que afectan de tal manera a las neuronas del cerebro que conlleva a que se presente una disposición a las convulsiones. En estos casos, las convulsiones suceden espontáneamente, sin una causa inmediata y se repiten con el tiempo. En otros casos pueden haber deformidades o malformaciones del desarrollo cerebral durante la embriogénesis.[9]
Las convulsiones pueden ser idiopáticas, es decir, son convulsiones generalmente crónicas que ocurren sin una causa identificable, en personas con o sin antecedentes familiares de epilepsia o convulsiones.
Otras causas frecuentes de convulsiones o crisis epilépticas abarcan:
- Tumores cerebrales y otras lesiones estructurales del cerebro, como el aumento de la presión intracerebral[10]
- Enfermedades que causan deterioro del cerebro.
- Demencia, como la enfermedad de Alzheimer.
- Insuficiencia hepática o renal.
- Infecciones (absceso cerebral, meningitis, encefalitis, neurosífilis o sida, entre otros).
- La fenilcetonuria (FCU) puede causar convulsiones en los bebés.
Patogenia
Las convulsiones son manifestaciones súbitas de las descargas eléctricas sincrónicas de un grupo de neuronas de la corteza cerebral o bien de la corteza en general. Una convulsión suele ser el resultado de un desbalance repentino entre las fuerzas excitatorias e inhibitorias de la red de neuronas de la corteza a favor neto de la excitación cortical sin inhibición sincronizada del potencial excitatorio.[4] Las convulsiones pueden provocar manifestaciones motoras, somatosensitivas, autónomas y psíquicas.
Convulsiones focales
La principal característica clínica neuronal de las convulsiones parciales o focales es la aparición en el electroencefalograma de un patrón de actividad epileptiforme interictal, es decir, una onda puntiaguda. Ello correlaciona con una descarga celular de las neuronas corticales llamada cambio de despolarización paroxística,[11] caracterizada por una despolarización prolongada dependiente de calcio que resulta en la aparición de múltiples potenciales de acción mediadas por el sodio, seguida de una hiperpolarización prominente más allá de los niveles basales del potencial de reposo.[12] Cuando varias neuronas se suman en actividades epileptiforme interictales de manera sincronizada, el electroencefalograma registra una punta interictal.
Cuadro clínico
La aparición de una convulsión y su expresión sintomática difiere dependiendo de la zona neuronal afectada. Si la red neuronal afectada es la corteza visual, las manifestaciones clínicas se expresarán en manifestaciones visuales. Y así con otras regiones de la corteza: gustativas, sensitivas o motoras.
Las convulsiones se asocian con frecuencia con contracciones involuntarias y repentinas de un grupo de músculos y pérdida de consciencia y trastornos del comportamiento.[1] Una convulsión puede durar desde unos segundos hasta un estado epiléptico, una contracción que no suele detenerse sin intervención médica. Sin embargo, un ataque puede ser tan sutil como el entumecimiento de una parte del cuerpo, una pérdida breve o de largo plazo de la memoria, parpadeos o destellos luminosos, la liberación de olores desagradables sin causa aparente por los órganos internos, un extraña sensación epigástrica o una sensación de miedo o temor con un estado de confusión que en algunos casos conduce a la muerte durante la convulsión. Por lo tanto, las convulsiones son generalmente clasificadas en motoras, somatosensoriales, autonómicas, emocionales o cognitivos. Después de un fuerte ataque convulsivo, y debido a que el cerebro se está recuperando, suele haber una pérdida repentina de la memoria, por lo general de la memoria a corto plazo.
Algunos pacientes son capaces de decir cuando un ataque está a punto de ocurrir. Algunos de los síntomas experimentados por la persona antes de un ataque incluyen mareo, presión en el pecho, reversión ocular, la vivencia momentanea de que las cosas se mueven en cámara lenta y algunos pacientes emiten un grito agudo e intenso justo antes de la convulsión. En algunos casos, la aparición de una convulsión se ve precedida por algunas de las sensaciones anteriormente descritas. Dichas sensaciones pueden entonces servir de advertencia al paciente de que una convulsión tónico-clónica está a punto de ocurrir. Estas «sensaciones de alerta» son llamadas en conjunto aura.[13] Además, algunos proveedores de salud reportan que muchos ataques, especialmente en niños, están precedidos por taquicardia, que con frecuencia persiste durante toda la convulsión. Ese incremento en la frecuencia cardíaca puede reemplazar un aura como señal de advertencia fisiológica de un inminente episodio convulsivo.
Los síntomas experimentados por una persona durante una crisis, así como la naturaleza del aura, dependerá de que area del cerebro se ve afectada con trastornos de la actividad eléctrica.[7]
Si la convulsión se originó por descargas a nivel del lóbulo temporal, el paciente suele tener sensaciones extrañas abdominales o un déjà vu o bien olores o sabores pocos frecuentes, así como sentimientos repentinos de felicidad o tristeza.
Si ocurre en el lóbulo frontal, suele sentirse una oleada en la cabeza, rigidez o temblores en alguna parte del cuerpo, como un brazo o una mano.
Las del lóbulo parietal pueden incluir pérdida de sensibilidad o hormigueo en alguna parte del cuerpo o que una de las extremidades le parece más pesada o liviana que lo acostumbrado.
Mientras que del lóbulo occipital se puede asociar con trastornos visules como luces destellantes o de colores brillantes y alucinaciones.
Estudios recientes muestran que las convulsiones durante el sueño suceden más a menudo de lo que se pensaba. El paciente con una convulsión tónico-clónica puede perder el conocimiento, caer al suelo, convulsionar, a menudo de forma violenta y volverse azulado o cianótico.[14] Una persona que tiene una convulsión parcial compleja puede parecer estar confundido o aturdido y no ser capaz de responder a las preguntas o órdenes que se le den. Algunas personas tienen convulsiones que no son perceptibles por los demás. A veces, el único indicio de que una persona está teniendo una convulsión no es más que un rápido parpadear, confusión extrema de unos segundos de duración o, a veces por horas.
Tratamiento
La principal recomendación para pacientes con convulsiones recurrentes no provocadas es el anticonvulsivante. Si un individuo ha tenido más de 1 episodio convulsivo, se indica la administración del anticonvulsivantes. Por el contrario, la principal recomendación para pacientes con su primer y único episodio convulsivo es el evitar los precipitantes más importantes, incluyendo el licor y la falta de sueño sin la indicación de anticonvulsivantes a menos que el sujeto tenga factores de riesgo para una recurrencia, otra cosa que el paciente tiene que evitar son los golpes, es la mayor causa de convulsiones. Los principales marcadores de un elevado riesgo de recurrencia, desde un 15 a un 70% mayor que la población general, incluyen imágenes anormales en la resonancia magnética, un registro anormal en el electroencefalograma realizado durante la vigilia o que la convulsión haya sido focal.[12]
Algunos antiepilépticos, entre ellos la lamotrigina, el topiramato, el ácido valproico y la zonisamida tienen múltiples mecanismos de acción, mientras que otros, como la fenitoína, carbamazepina y la etosuximida solo tienen un mecanismo de acción.
Crisis en ausencia
Las convulsiones de ausencia solas suelen ser tratadas con etosuximida. Si se acompaña de otras formas de convulsiones, se suele indicar valproato, lamotrigina o topiramato. No se indican la carbamezepina, gabapentina o tiagabina porque se ha demostrado que son medicamentos que exacerban las crisis de ausencias.[12]
Véase también
- Chorea gravidarum
- Epilepsia fotosensitiva
- Síndrome MERRF
- Narcolepsia
- Síndrome de Gobbi
- Síndrome Lennox-Gastaut
- Síndrome de Dravet
- ivonne
Referencias
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