- Batalla de India Muerta (1845)
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Batalla de India Muerta (1845)
Batalla de India Muerta Parte de Guerra Grande, Guerras civiles argentinas Fecha 27 de marzo de 1845 Lugar norte del Departamento Rocha, Uruguay Resultado Victoria de los federales Comandantes Justo José de Urquiza Fructuoso Rivera Fuerzas en combate 6.000 ? Bajas ? 1.000 muertos y 500 prisioneros La batalla de India Muerta, librada el 27 de marzo de 1845 junto al arroyo de ese nombre en el actual departamento de Rocha, Uruguay, fue uno de los hechos de armas más significativos de la llamada Guerra Grande y tuvo como resultado el triunfo de los partidarios del presidente "blanco" Manuel Oribe y la derrota definitiva del caudillo "colorado" Fructuoso Rivera.
Contenido
Antecedentes
Desde su surgimiento los partidos tradicionales del Uruguay, nacionales o "blancos" y "colorados" aparecen vinculados respectivamente a las dos grandes fuerzas políticas argentinas de ese tiempo: federales y unitarios. Los ex lugartenientes de Artigas se unirían a estos bandos: Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe serían aliados de Juan Manuel de Rosas y de los federales, y Fructuoso Rivera se uniría a Juan Lavalle y los unitarios. Cuando se enfrentaron estos dos grupos antagónicos apoyados por sus respectivos aliados, se produjo una cruenta guerra civil que duraría más de 12 años. El enfrentamiento se desencadenó con la destitución del presidente del Uruguay, Oribe de su mandato legal de la presidencia, y la usurpación del poder por Fructuoso Rivera. Al ser expulsado Oribe y sus partidarios del Uruguay en 1839, buscaron asilo en la Argentina.
Una de las primeras medidas del gobierno de Rivera fue declarar la guerra a la Confederación Argentina. Las tropas de la Confederación Argentina, luego de vencer a las tropas unitarias de Genaro Berón de Astrada en la batalla de Pago Largo (actual provincia de Corrientes) se centraron en tratar de eliminar la resistencia unitaria ubicada en el Uruguay. Los bandos se enfrentaron en la Batalla de Cagancha, en la cual las tropas federales y blancas comandadas por Pascual Echagüe fueron totalmente derrotadas por Fructuoso Rivera. Como resultado de la batalla, Rivera alejaba temporariamente el peligro de nuevas incursiones.
Las tropas de la Confederación Argentina se concentraron en eliminar las insurrecciones unitarias en territorio argentino. Derrotados finalmente los generales unitarios Lavalle, vencido por Oribe en Quebracho Herrado y Famaillá y muerto poco después en Jujuy, y Lamadrid, vencido por Pacheco en Rodeo del Medio y exiliado en Chile; y con el "Manco" Paz exiliado en Montevideo, Oribe y los federales argentinos se preparan para una nueva incursión en el Uruguay. Rivera, muy mal informado sobre las fuerzas de que disponía Oribe,[1] se lanzo a la aventura de atacar a las tropas blancas y de la Confederación en la provincia de Entre Ríos. El choque entre Rivera y Oribe en la batalla de Arroyo Grande del 6 de diciembre de 1842 significó una derrota total para los ejércitos del primero y su repliegue total hacia la capital del país, Montevideo.
Sucesos posteriores a Arroyo Grande
Luego de la batalla de Arroyo Grande, las tropas comandadas por el general Oribe atravesaron el río Uruguay, mientras que las tropas de Rivera huían hacia Montevideo sin ofrecer resistencia. Oribe con casi la totalidad del país en su poder, puso sitio a Montevideo estableciendo su sede de gobierno en el actual barrio del Cerrito de la Victoria, en ese entonces las afueras de Montevideo. El sitio habría de durar nueve años y es recordado por la historiografía uruguaya como “Sitio Grande”; solo el apoyo prestado por Inglaterra y Francia a los "colorados" evitó la caída de la ciudad.
Rivera, desprestigiado por su derrota y despreciado por los "doctores" (el grupo intelectual liberal apoyado por Francia e Inglaterra) de Montevideo, decidió emprender nuevamente la lucha en la campaña, ambiente en el cual se sentía más familiarizado y a gusto que dentro de las murallas de la ciudad. Si bien en esos nueve años de sitio las relaciones entre sitiados y sitiadores tuvieron sus altos y bajos, la realidad en la campaña era otra. Allí estaba el general Rivera, recorriendo la campaña y enfrentando a los sitiadores, A poco más de un año de haberse sitiado Montevideo – durante el invierno de 1844, Rivera le escribe a don Santiago Vázquez una carta relatando sus andanzas, desde las batallas hasta las intrigas.
Tenemos un Ejercito con que hemos de combatir 20 años si necesario fuere para liberar nuestra Patria; es verdad que estamos muy pobres, nada tenemos sino patriotismo, pero nada ha de arredrarnos hasta ver libre a la Republica de los feroces y bárbaros invasores; si ella se pierde, porque esta sea la suerte que le esta deparada, con ella nos hemos de defender todos, y nuestros enemigos tendrán la gloria de contar nuestros cadáveres, pisar nuestras cenizas […] Señor Ministro y mi amigo… El Gobierno de Buenos Aires nos desafió a la guerra , la aceptamos gustosos y yo no que he debido ni puedo hacer mas de lo que había de sustentarla y la sustentare a la par de todos mientras exista […] [2]Movimientos previos a la batalla
Rosas, decidido a destruir a Rivera, apoya al general Oribe con un cuerpo expedicionario de 4.000 entrerrianos al mando del general Justo José de Urquiza. Por su parte, Rivera envía al comandante Doroteo Pérez a Montevideo con la finalidad de pedir tropas de infantería para la batalla decisiva. Por otro lado, deja acampando el grueso de su ejército en las costas del arroyo Alférez, mientras que Frutos, junto a 500 tiradores y 500 lanceros, va rumbo a Minas para atraer a Urquiza a un terreno más apropiado a sus tropas para el combate, contando siempre con la infantería que llegaría de la capital. Para recibir dichos contingentes, se comisiono al general Medina y al coronel Olavaria, quienes acompañados por el capitán Gregorio Suárez, se dirigieron a la Isla de La Paloma, donde obtuvieron municiones e información: Los franceses Neirac y Bihoul, dueños de una ballenera que provenía de Montevideo, les proveen de municiones y les informan que el Gobierno planificaba el envió de las tropas solicitadas. El jefe del Estado Mayor General, José Antonio Costa envía un parte a Rivera manifestándole sus dudas acerca de la llegada a tiempo de los recursos solicitados al Gobierno de la Defensa.
Rivera, quien venia desde Arequita, regresa y quedan el comandante Vega y Silveira con órdenes de cubrir la retirada y comunicar novedades. Las primeras informaciones sobre el enemigo no sorprendieron a Rivera: además de los 3.000 hombres con que Urquiza venia marchando de día, avanzaba por la noche, distante siete leguas de su retaguardia, otra columna cerrada con flanqueadores cuyo número no se podía precisar. Eso demostró a Rivera que no se habían enviado los refuerzos solicitados a Montevideo porque de lo contrario Urquiza, que tenia muy buena información, no hubiese comenzado su avance. Frente a esta situación, reúne a sus jefes de división para comunicarles la decisión de salir al encuentro de Urquiza, recibiendo apoyo unánime para dar batalla sin esperar más. En el acta firmada por todos los jefes presentes en esa oportunidad se consigna, entre otras cosas:
“Las circunstancias le ponen en el caso de volver a tomar la iniciativa sobre las fuerzas que sitian su Capital para buscar la incorporación de ambos ejércitos, […] Que se hace imprescindible la ocupación al efecto del Departamento de Maldonado, para la colocación del convoy de familias. […] Que una fuerza enemiga de 2.000 hombres al mando del General invasor Urquiza, que sigue su marcha a retaguardia del Ejército con el objetivo, sin dudas de cruzar sus miras […] No solamente por los motivos expuestos por el General en Jefe, mas también para aprovechar el estado brillante de moral, disciplina y entusiasmo de todos los Cuerpos del Ejército” [3]Más allá del espíritu combativo de la tropa riversita, la realidad era que se hallaban casi sin armas, mal vestidos y cansados. La falta de armamento y la imposibilidad de recibirlo antes de la batalla motivó que muchos soldados, no teniendo otra cosa que cuchillos, facones y tijeras de tusar, se ocuparan de cortar varas de sauce para confeccionar lanzas con ellas.
El ejército de Rivera se pone en movimiento rumbo al arroyo de India Muerta. El 25 de marzo se recibe el último parte del comandante Vega: acababa de incorporarse al ejército de Urquiza la fuerza que marchaba a retaguardia, a las órdenes de los coroneles Francia y Basabilbaso, compusto de infantería y varios cuerpos de caballería, con lo que en total sumaban 6.000 hombres.
La batalla
A las 21:00 del 26 de marzo de 1845 se realiza una segunda junta de Jefes, donde reiteran su voluntad de dar batalla. Antes de aclarar el 27, cuando se mandó ensillar, corrían entre las filas riveritas, con una proclama.
“A formar, muchachos, que al que le toque macho este día que se haga delgao y a lo hecho pecho: sacrificarse por la Patria, que la vida no es para negocio.”[4]Todas las divisiones pasaron parte sin novedad, procediéndose a formar en línea de batalla. Acorde a los accidentes de terreno, Rivera formo su línea en figura de martillo, quedando a su espalda en arroyo de India Muerta. La línea estaba compuesta por los siguientes cuerpos: el cuerpo derecho al mando de Luciano Blanco, el centro al mando del coronel Manuel Ferré como primer jefe y el coronel Juan Mendoza como segundo y el cuerpo izquierdo al mando del coronel Fortunato Silva y el coronel José Maria Luna. El dispositivo del general Urquiza se componía de tres alas y daba la espalda al Arroyo Sarandi. El ala derecha al mando del coronel Urdinarrian, formada básicamente por efectivos de la 1ª División Entrerriana; el centro lo formaban la infantería y artillería al mando del mayor José Maria Francia; y el ala izquierda, al mando del coronel Miguel Galarza, estaba formada por escuadrones de orientales de la División Muñoz, y escuadrones entrerrianos de la 3ª División Entrerriana. Finalmente, la reserva estaban al mando del teniente coronel Lucas Piriz, formando parte de esta, el coronel Leonardo Olivera. Al encontrarse frente a frente las dos líneas, el general Rivera ordena esperar y dispuso que se prestase menos atención a la Infantería enemiga, procurando no descuidar la Caballería. La función del cuerpo central era concurrir con Escuadrones a reforzar donde fuere necesario. A una señal se dispararon los 9 cartuchos de pieza calibre 4 sobre la Infantería a cargo del Coronel Francia, destrozando a 6 o 7 filas de Urquiza. Como en un espejo, el cuerpo derecho del dispositivo del ejército de Rivera se estrechaba contra la izquierda del dispositivo de Urquiza. Este momento produjo serias bajas en las fuerzas riveristas, por el fuego de la Infantería del coronel Basabilbaso, obligando al coronel Blanco a replegarse, apoyado por los Escuadrones del Centro, posibilitando volver a la carga. Mientras tanto, el jefe de la derecha enemiga observa esta maniobra de apoyo al coronel Blanco, y cruzando rápidamente la vertiente que tenia adelante, cargo sobre el cuerpo izquierdo al mando del coronel Silva. El jefe del Estado Mayor General Rivera advierte la maniobra y hace alertar al coronel Silva que iba a ser tomado de flanco y que el coronel Bernardino Báez, reserva del cuerpo izquierdo, actuara en consecuencia. Algo inexplicable sucedió. El cuerpo izquierdo se había invertido. El coronel Silva debía estar a la cabeza del cuerpo y el coronel Luna en el extremo. Cuando se dio aviso de arremetida del cuerpo derecho de Urquiza, el dispositivo se movilizaba en forma confusa. Frente a la situación de desventaja para el ejército riverista, el coronel Luna y los comandantes Timoteo Domínguez e Isaurraga envían sus tiradores a doblegar a dos escuadrones de lanceros a tiro y sable. El Cuerpo izquierdo estaba prácticamente perdido. El general Rivera se debatía en el Cuerpo Derecho, donde estuvo a punto de perder la vida, si no es por la oportuna intervención de los coroneles Blanco, Aguilar, Centurión y otos. Como para acelerar su triunfo, el general Urquiza emplea su escolta y junto con las Infanterías de Francia y Basabilbaso, se lanzan al campo para decidir la victoria. El Ejército de Rivera tuvo qué emprender la retirada cruzando el arroyo de India Muerta, bajo una lluvia de boleadoras.
El Fin de la Batalla
La batalla duro dos horas y quedaron en el campo 1.000 cadáveres y 500 prisioneros del Ejército de Rivera. Se dice que Urquiza hizo degollar a esos prisioneros e inclusive escribió un papel que hizo colgar de un mangrullo, con esta inscripción El qué entierre uno de estos será degollado El general Rivera y su gente emigraron por el Paso de las Piedras del Yaguarón. Rivera pide asilo en Brasil y se embarca en un velero rumbo a San Sebastián de Río de Janeiro, donde es arrestado por su presunta implicación y ayuda a la República Riograndense.
Referencias
- ↑ A resultas de una maniobra de contrainteligencia de Rosas, quien había informado al cónsul inglés 'Mandeville que Oribe contaba con pocos hombres y escaso equipo, a sabiendas de que el inglés transmitiría inmediatamente la noticia al gobierno "colorado" de Montevideo.
- ↑ Carta de Rivera. A Santiago Vázquez. Extraída de la colección “Batallas que hicieron historia”, tomo IX, Guerra Grande Parte 2. Del diario El País, Uruguay
- ↑ Acta labrada y firmada por los jefes de la división riverista . Extraída de la colección “Batallas que hicieron historia”, tomo IX, Guerra Grande Parte 2. Del diario El País, Uruguay
- ↑ Proclama del General Rivera. Extraída de la colección “Batallas que hicieron historia”, tomo IX, Guerra Grande Parte 2. Del diario El País, Uruguay
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