Fructuoso Rivera

Fructuoso Rivera
José Fructuoso Rivera y Toscana
Fructuoso Rivera

6 de noviembre de 1830 – 24 de octubre de 1834
Predecesor Luis Eduardo Pérez
Sucesor Carlos Anaya

11 de noviembre de 1838 – 1 de marzo de 1843
Predecesor Gabriel Antonio Pereira
Sucesor Joaquín Suárez

25 de septiembre de 1853 – 13 de enero de 1854
Predecesor Juan Francisco Giró
Sucesor Venancio Flores

Datos personales
Nacimiento 17 de octubre de 1784
Bandera de Uruguay Uruguay, Durazno
Fallecimiento 13 de enero de 1854, 69 años
Bandera de Uruguay Uruguay, Melo
Partido Flag of Colorado Party.svg Partido Colorado
Profesión militar, político

José Fructuoso Rivera y Toscana (* Durazno, 17 de octubre de 1784 - † Melo, 13 de enero de 1854), militar y político de Uruguay. Fue el primer presidente constitucional, luego de diversas participaciones en las luchas independentistas. Fundador del Partido Colorado.

Contenido

Biografía

Era hijo de un poderoso terrateniente de la zona de San José de Mayo, dueño de un saladero; de modo que perteneció el grupo de los estancieros opuestos al monopolio de los comerciantes peninsulares.

Época artiguista

Se unió a la Revolución Oriental en el interior de la Banda Oriental, en la zona de Minas, y se destacó como pequeño caudillo en el centro de la provincia. Se incorporó a las fuerzas de José Artigas, y a sus órdenes participó en la Batalla de Las Piedras (1811). Cuando Artigas y la división enviada en su ayuda desde Buenos Aires inició el primer sitio de Montevideo, Rivera fue destinado a intentar detener la invasión portuguesa. Cuando ésta se hizo incontenible y el gobierno porteño pactó con el virrey Elío, se unió al Éxodo Oriental, siguiendo a Artigas.

Participó de una expedición a las Misiones Orientales a órdenes de Eusebio Valdenegro y Fernando Otorgués, y luego se incorporó al segundo sitio de Montevideo, a órdenes del coronel Manuel Pagola. Pero se retiró con Artigas, cuando éste enfrentó al general José Rondeau, que seguía la política del Directorio de someter a las provincias a un gobierno nombrado y dirigido desde Buenos Aires. Nacía en este momento el federalismo en el Río de la Plata.

Después de la toma de Montevideo por Carlos María de Alvear, Rivera fue el jefe de las tropas orientales en la Batalla de Guayabos, derrotando a las tropas de Manuel Dorrego. En sus filas figuraban grupos de indígenas charrúas y guaraníes. Las tropas de Dorrego huyeron en desbandada, y poco después el Director Alvear entregaría el control de la Banda Oriental a Artigas y sus partidarios. Mientras las fuerzas de Otorgués provocaban desmanes contra los ciudadanos de la capital, Rivera comenzó a ser visto por el grupo de comerciantes y "doctores", que luego serían los aliados de los portugueses y antes lo habían sido de los realistas, como la garantía de orden entre los caudillos de la zona rural.

Invasión portuguesa

Cuando se produjo la Invasión Luso-Brasileña, a partir de 1816, Rivera secundó inicialmente a Artigas, destacándose como uno de los jefes que lograron algunas victorias menores. No obstante, fue derrotado en la Batalla de India Muerta, en noviembre de ese año, lo que permitió a los portugueses ocupar Montevideo.

Su actuación pública históricamente ha sido fruto de polémica. Algunos historiadores e investigadores como Eduardo Picerno señalan que

ya desde el año 1816, cuando comienza la Invasión Luso-Brasileña, Rivera empieza a desobedecer órdenes de Artigas y a manifestar su adhesión a la causa portuguesa de un modo muy distinto a como lo hacía el Gral. Belgrano, que proponía a la Reina Carlota de Portugal como Reina de las Provincias Unidas del Sudamérica el 9 de julio del año 1816 ".[1]

En efecto, mientras que Manuel Belgrano buscaba legitimar ante las potencias de ese momento la total independencia rioplatense ante la Santa Alianza, con lo que tal alianza exigía, gobiernos monárquicos (era el único modo que parecía viable en el año 1816 a pocos meses de establecida la "Santa Alianza" y el restauracionismo monárquico absolutista entre las potencias del mundo, Belgrano buscaba como solución de compromiso un país rioplatense totalmente indepediente y tras su viaje a Europa notó que las potencias sólo aceptaban países gobernados monarquicamente, la solución inicial belgraniana fue que la regenta Carlota asumiera como reina de las Provincias Unidas del Río de la Plata siendo tales provincias totalmente independientes de todo poder extranjero y teniendo una monarquía constitucional, luego Belgrano se dio cuenta de lo infundado de su optimismo en cuanto a una regenta que también ostentaba el gobierno brasileño y optó por una solución más audaz: que un inca – un descendiente de Tupac Amaru II, probablente Juan Bautista Condorcanqui Tupac Amaru último descendiente reconocido de Túpac Amaru II – fuera el "rey" nominal limitado por una Constitución democrática del nuevo extensísimo país constituido por los estados rioplatenses); absolutamente por el contrario Rivera directamente se sometió a Portugal y luego al Imperio del Brasil, convirtiéndose en uno de los oficiales de Portugal y de Brasil en el territorio actualmente uruguayo.

A mediados de 1818, varios jefes artiguistas comenzaron a cuestionar la estrategia defensiva de su jefe; el único oficial notable que no se pronunció en contra del caudillo fue Rivera, por lo que Artigas le entregó el mando de las divisiones más poderosas. Esto causó la defección de muchos de sus subordinados, entre ellos Rufino Bauzá y Manuel Oribe, que pasaron a Buenos Aires. Por su parte, el Director Supremo Pueyrredón le ofreció el mando de las tropas orientales, desplazando a Artigas, pero Rivera no aceptó.

No obstante, Rivera obtuvo algunas victorias menores en los combates de Chapicuy y Queguay Chico, pero fue finalmente derrotado en la Batalla de Arroyo Grande.

Cuando la derrota de las tropas orientales en la Batalla de Tacuarembó el 22 de enero de 1820, Rivera se encontraba acampando en el arroyo de Tres Árboles. Desde Mataojo – actual departamento de Salto – Artigas le ordenó que se incorporara a su ejército, pero Rivera ya había celebrado un armisticio con el jefe portugués Bentos Manuel Ribeiro y desobedeció la orden del caudillo. Rivera en una carta fechada 13 de junio de 1820 al gobernador Francisco Ramírez, descubierta por Picerno, Rivera se habría ofrecido a "ultimar" a Artigas, a quien consideraba un "monstruo, déspota, anarquista y tirano".[2]

Hay quienes, como Manuel Flores Silva, sostienen que esta carta, publicada originalmente por Hernán F. Gómez en su clásico "Corrientes y la República Entrerriana" (1929, Corrientes), se "justifica" en función del contexto y las dotes de Rivera como "hombre político", que permanentemente se adaptaba a las circunstancias. Trás la batalla de Tacuarembó, Artigas se encontraba derrotado y sin apoyo de Ramírez. A su vez, Ramírez había creado la República de Entre Ríos, que incluía a Corrientes y Misiones, y tenía relaciones con Buenos Aires.

La Cisplatina

Tras firmar un armisticio con el gobernador de la Provincia Cisplatina – dependiente del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve – Carlos Federico Lecor, se incorporó al ejército de Portugal. Sus soldados, vencida ya toda posible resistencia, lo siguieron. En julio de 1821 formó parte del Congreso Cisplatino que convalidó la anexión de la Provincia Cisplatina a Portugal. Formó parte del Club del Barón, germen del Partido Colorado.

Cuando el Imperio del Brasil anunció su independencia de Portugal, Rivera secundó a Lecor, que siguió al Emperador Pedro I en su intención de expulsar a los portugueses de Montevideo. A sus órdenes ingresaron algunos oficiales artiguistas que habían sido liberados, como José Antonio Berdún y Juan Antonio Lavalleja, pero en éstos era más claro que buscaban la independencia de la Banda Oriental.

El cabildo de Montevideo invitó a Rivera a unirse a ellos en la continuidad de la dominación portuguesa, con la esperanza de que cuando finalmente los europeos se retiraran, concediera la independencia a Montevideo y su jurisdicción. A la invocación del cabildo al patriotismo de Rivera, éste respondió que el patriotismo es la búsqueda de la felicidad de la patria, que él entendía como sinónimo de paz. Según sus propias palabras, la Banda Oriental

"nunca fue menos feliz que en la época de su desgraciada independencia..."

En noviembre de 1823, las tropas portuguesas entregaron Montevideo general Lecor, que ingresó en la ciudad y proclamó anexada la Cisplatina al Imperio del Brasil. Otorgó a Rivera el título de Barón de Tacuarembó y lo nombró comandante de campaña.

Por su parte, Lavalleja y otros oficiales habían partido hacia Buenos Aires. Desde allí lo invitaron a unirse a quienes buscaban la independencia de la Banda Oriental, pero Rivera entregó esas cartas a Lecor.

Durante la invasión portuguesa y en los años que le siguieron, las fuerzas brasileñas saquearon el ganado oriental e instalaron saladeros con mano de obra esclava; la población pecuaria, principal riqueza de la región, se redujo drásticamente.

Los Treinta y Tres Orientales

En 1825 se produjo la gesta de los Treinta y Tres Orientales bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja quienes, en lo que se conoce como la Cruzada Libertadora, desembarcaron en la playa de la Agraciada el 19 de abril de ese año. El 29 de Abril Lavalleja y Rivera se habrían encontrado en un rancho en las cercanías del arroyo Monzón, ubicado en el actual departamento de Soriano. Allí se habría producido un abrazo entre ambos caudillos para sellar su unión en la lucha independentista contra las fuerzas brasileñas.[3]

Existe controversia sobre la veracidad del abrazo entre Lavalleja y Rivera. Rivera, al servicio de Brasil y al mando de setenta hombres, habría ido a enfrentar a Lavalleja en las inmediaciones del arroyo Monzón. Pero éste habría sido capturado por los patriotas al mando de Lavalleja, quien le habría ofrecido sumarse a los revolucionarios bajo amenaza de ser fusilado.

El general José Brito del Pino en su "Diario de la Guerra del Brasil", escrito durante esa campaña, expresó: "Se pudo ir (Rivera) al galope y cuando llegó, recién se apercibió de su engaño y de que se hallaba prisionero de los mismos que iba a combatir. Como al verlo todos desnudaron sus espadas, creyó que iba a ser muerto y lleno de terror le dijo a Lavalleja: "Compadre, no me deje Ud. asesinar".[3]

Fue entonces que las fuerzas acaudilladas por Rivera se incorporaron a las fuerzas patriotas comandadas por Lavalleja y por el después general Julián Laguna.[4]

La incorporación de Rivera constituyó un hecho fundamental para el éxito de la campaña, debido a su enorme prestigio, lo que determinó que el alzamiento contra la dominación brasileña se generalizara en todo el territorio de la Banda Oriental. En pocos días, la expedición ya contaba con varios miles de partidarios. El Congreso de La Florida declaró el día 25 de agosto, declaró la independencia de la Banda Oriental y su unión

"...con las demás Provincias Argentinas a que siempre perteneció."

El 4 de septiembre, Rivera fue derrotado por Bentos Manuel Ribeiro , el jefe de la caballería "gaúcha" de Río Grande del Sur, futuro jefe de la revolución antiimperial de los farrapos, pero el 14 de septiembre logró el desquite en la Batalla del Rincón, en que derrotó al coronel Menna Barreto, que resultó muerto. El 20 de octubre, unidas las fuerzas de Lavalleja y Rivera, lograron la decisiva victoria en la Batalla de Sarandí sobre el coronel Ribeiro. De este modo se cerró el sitio sobre Montevideo.

Las victorias de Lavalleja y Rivera entusiasmaron a la opinión pública de Buenos Aires y del interior, de modo que en diciembre, el Congreso de las Provincias Unidas proclamó la reincorporación de la Provincia Oriental. Esto causó la declaración de guerra de parte del Emperador, dándose comienzo a la Guerra del Brasil. El Congreso respondió con otra declaración de guerra y reunificó al país, eligiendo como primer presidente del mismo a Bernardino Rivadavia; éste se dedicó a organizar un ejército capaz de enfrentar al brasileño.

A principios de 1826, por orden del comandante militar nombrado por Rivadavia – el general Martín Rodríguez – Rivera atacó por segunda vez a Ribeiro. Pero esta vez se negó a capturar a los fugitivos, y cuando Rodríguez le ordenó perseguirlo hasta el río Cuareim, tampoco obedeció la orden, e incluso dio aviso al jefe enemigo. El 17 de junio, por exigencia de Lavalleja, Rodríguez arrestó a Rivera y lo envió a Buenos Aires, informando de lo sucedido. El presidente ordenó arrestar a Rivera, pero en el mes de septiembre, éste escapó hacia Santa Fe, donde se puso bajo la protección del gobernador Estanislao López.[5]

La campaña a las Misiones Orientales

Artículo principal: Campaña de Rivera a las Misiones Orientales

Durante el período más álgido de la Guerra del Brasil, Rivera permaneció inactivo en Santa Fe. Mientras la guerra terrestre era ampliamente favorable a las Provincias Unidas – que sancionaron una Constitución que cambiaba su nombre oficial por el de República Argentina – la guerra naval, pese a las victorias del comandante argentino Guillermo Brown causaba graves daños a la economía de Buenos Aires, por el estricto bloqueo naval a que era sometido el Río de la Plata.

De modo que el presidente Rivadavia decidió ceder a las presiones de Gran Bretaña para que declarara la independencia del territorio en disputa. Para ello envió a Manuel José García a Río de Janeiro, donde éste excedió sus instrucciones y firmó una Convención Preliminar de Paz, por la que la Argentina renunciaba a la soberanía sobre la Banda Oriental. El tratado, aunque fue rechazado, causó la caída de Rivadavia. En su lugar, el nuevo gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, asumió únicamente este título, al que adosó el de Encargado de las Relaciones Exteriores de la República Argentina. En tal carácter decidió continuar la guerra.

Pero la situación económica de la provincia de Buenos Aires era crítica, y las demás provincias estaban muy resentidas con los sucesivos gobiernos porteños, por lo que no prestaron ayuda alguna. De modo que Dorrego buscó alguna medida extraordinaria que le permitiera volver a tomar la iniciativa.

Un tratado firmado entre Dorrego y Estanislao López anunciaba un acuerdo para llevar adelante un plan ideado al parecer por López, que Rivera había hecho suyo e informado del mismo al gobernador porteño:

"...levantar una fuerza militar que ocupe los pueblos de las Misiones Orientales, que existen en poder del tirano del Brasil."[6]

El general Lavalleja, jefe del Ejército republicano, rechazó por completo estos planes, especialmente por la participación de Rivera en los mismos.

Rivera fue enviado como avanzada a la provincia de Entre Ríos, pero fracasó en reunir voluntarios en ese territorio, por lo que en febrero de 1828 se trasladó a la Provincia Oriental. Lavalleja ordenó a su segundo – el general Manuel Oribe – perseguir a Rivera, pero éste tuvo tiempo de reunir unos 400 hombres, con los cuales marchó rápidamente hacia el norte. El 20 de abril, esquivando a Oribe, Rivera cruzó el río Ibicuí y comenzó la invasión de las Misiones Orientales.

Tras una serie de combates menores, Rivera logró conquistar las Misiones Orientales; Estanislao López quiso ponerse al mando de la campaña, pero, rechazado por Rivera, terminó por regresar a Santa Fe. Dejó a órdenes de Rivera las tropas correntinas del comandante López Chico, con lo que el jefe oriental logró reunir alrededor de 1.000 hombres. A fines de mayo ocupaba todo el antiguo territorio de las Misiones Orientales.

Rivera asumió el mando político, pero apenas pudo hacer algo más que proclamar la autonomía de su provincia. Los brasileños, temiendo un ataque a Porto Alegre, se mantuvieron a la defensiva.

Mientras tanto, presionado por el bloqueo y su propia precaria situación económica, Dorrego accedió finalmente a firmar la paz con el Brasil, con la condición de que la Banda Oriental fuera un estado independiente. El Emperador terminó por acceder a las mismas condiciones para la paz, pero exigió a cambio la retirada de Rivera y el reconocimiento de su soberanía sobre las Misiones Orientales. El asunto de las Misiones ni siquiera fue considerado en la Convención Preliminar de Paz firmada el 27 de agosto.

De modo que Rivera inició la marcha hacia el sur en el mes de noviembre. Arreando todo el ganado disponible, llevando consigo a toda la población indígena y todos los bienes que pudieron transportar, llevó la población de las Misiones hasta la margen sur del río Cuareim. Por un acuerdo con el mariscal Barreto, encargado de custodiar su retirada, Rivera logró ser autorizado a establecerse sobre ese río, en lo que resultó el antecedente para la futura fijación en el mismo del límite norte de la República Oriental del Uruguay.

Rivera estableció a los exiliados en una villa que llamó Santa Rosa del Cuareim, pero que desde entonces fue conocida como Bella Unión. El territorio al norte del Cuareim fue incorporado a la Provincia de Rio Grande de Sao Pedro.[7]

Primer presidente del Estado Oriental del Uruguay

Tras su regreso a la Banda Oriental, Rivera fue nombrado Comandante de Campaña. Contaba a su favor con el prestigio ganado en la breve campaña, mientras Lavalleja cargaba con el desgaste de su larga gobernación y su comandancia del ejército, además del desprestigio causado por el golpe de estado de fines de 1827, por el que había eliminado la influencia del partido del caído presidente Rivadavia. Se aseguró la lealtad de los jefes de departamento del interior y la alianza de los dirigentes de Montevideo que habían sido partidarios de Lecor. En las elecciones de octubre de 1830 triunfó sobre la candidatura de Lavalleja, asumiendo como Presidente del Estado Oriental del Uruguay el 6 de noviembre de ese año.

Durante este primer período de gobierno enfrentó los graves problemas de un Estado naciente con instrumentos inadecuados para resolverlos. El primer problema al que debió enfrentarse es que el Estado carecía de eficacia a nivel de la Administración Pública; había organismos por crear, funciones por atribuir, responsabilidades por delegar, sumado a la falta de personas capacitadas para desarrollar tareas de gobierno. En segundo lugar, el nuevo Estado debía prestar atención preferentemente a sus relaciones internacionales. Era necesario perfeccionar la independencia con un tratado que reemplazara la Convención Preliminar de Paz y era primordial la fijación con precisión de los peligrosamente indefinidos límites con Brasil. En tercer lugar, el Estado ya nacía con deudas.

El caudillo no era hombre de Estado, ni entendía de problemas de administración. Su fuerza radicaba en la vinculación personal con la gente de campo, por lo que gobernó el interior recorriéndolo una y otra vez, abandonando el poder formal del Estado en manos del grupo que sería conocido como “los doctores”, dirigido por Lucas Obes, al que también pertenecían Nicolás Herrera, Julián Álvarez, Juan Andrés Gelly, Santiago Vázquez, José Ellauri. Éstos intentaron establecer una organización estatal por medio de recursos formales (leyes y decretos), pero el país real escapaba a su voluntad porque carecía de fuerza política para imponerla. El resultado fue desorden y lentitud en la organización administrativa del naciente Estado.

La política llevada adelante por los ministros de Rivera fue oligárquica, librecambista y orientada a favorecer los intereses del puerto. Su gobierno reconstruyó el puerto de Montevideo, emitió la primera moneda del país, vendió tierras fiscales en gran cantidad, fundó la Escuela Normal de Montevideo, pero sólo tuvo tres escuelas primarias funcionando, todas ellas en Montevideo. Su gobierno fue, en términos generales, muy mal administrador, y viciado de corrupción. Sus ministros y amigos sea apoderaron de los bienes públicos, y el propio Presidente derrochó los fondos públicos para formar una abundante clientela electoral. También autorizó la entrada de esclavos negros, prohibida por la Constitución, bajo el eufemismo de "colonos sometidos a patronato".

Rivera siempre entendió que la verdadera madre patria del Uruguay era Portugal, que gobernó por más de cien años el territorio desde la fundación en 1680 de la ciudad de Colonia del Sacramento. escrito por Ignacio Gonzalez

Rebeliones internas: Lavalleja y los indígenas

El ex gobernador Lavalleja, desplazado, aprovechó algunos disturbios en el interior – ocasionados por la indefinición en los títulos rurales – para intentar varias revoluciones: en junio de 1832, atacó Durazno. Poco después, el coronel Eugenio Garzón fracasó con un intento de golpe de estado, y ambos tuvieron que huir. En febrero de 1833 entró por Cerro Largo el argentino Manuel Olazábal, pero al carecer de apoyo debió retirarse. En marzo de 1834, Lavalleja desembarcó cerca de Colonia y cruzó el país reuniendo gente, pero terminó expulsado por el otro extremo del país, en Cuareim.

Rivera, que permanecía la mayor parte del tiempo en el interior, se encargó personalmente de reprimir cada uno de estas revueltas, para las que contó con la cooperación del Brasil.

También tuvo una participación destacada – aunque principalmente a través de su sobrino Bernabé Rivera – en el exterminio de la población charrúa y guaraní. El episodio más destacado tuvo lugar en la llamada Matanza de Salsipuedes: ante los reiterados ataques a estancias de parte de indígenas charrúas, a los que se unieron grupos guaraníes que habían huido de Bella Unión debido a las malas condiciones de vida imperante, Rivera invitó a varios caciques a un parlamento. Se trataba de una trampa, en que fueron masacrados centenares de indígenas.

De esa matanza escaparon muy pocos individuos y se los tuvo por exterminados a partir del envío a París, a efectos de ser "estudiados" y ser exhibidos como parte de un show circense, conocido como los últimos charrúas, pequeño grupo formado por una mujer y tres hombres.

Bernabé Rivera siguió persiguiendo a otros grupos indígenas, aplastando otras sublevaciones en Bella Unión. En una de ellas fue emboscado y muerto por los indígenas. La población de Bella Unión terminó por ser diseminada en distintos puntos del interior uruguayo, salvo algunos grupos de guaraníes que pasaron a la Argentina.[8]

En 1835, el desprestigio del gobierno de Rivera había llegado a un punto tal que se temía que las próximas elecciones fueran ganadas por Lavalleja. Pero Rivera, que había intentado evitar alzamientos lavallejistas nombrando a Manuel Oribe su Ministro de Guerra, decidió dar un paso más en esa dirección: nombró candidato a presidente al propio Oribe, con lo cual dividió a los partidarios de Lavalleja.

Antes de asumir el mando el general Oribe, Rivera se asignó a sí mismo el cargo de Comandante General de Campaña; en el interior, este cargo estaba prácticamente fuera de la autoridad del presidente.

Dejó el gobierno el 24 de octubre de 1834.

Gobierno de Oribe

Bandera usada por los colorados de Fructuoso Rivera durante la Guerra Grande, como los unitarios porteños utilizaba el celeste desleído, en oposición al azul de los federales.

Oribe se encontró con un tesoro nacional exhausto, un notable desorden administrativo y el interior del país en manos de su oponente. De modo que el presidente inició investigaciones por las irregularidades cometidas por la administración anterior, en las que se vieron envueltas los más destacados partidarios de Rivera.

Para empeorar las cosas, se inició la revolución de los farrapos en el sur del Brasil, con el resultado de que los derrotados de ambos bandos huían hacia el Uruguay. Rivera prestaba apoyo al general Bentos Manuel Ribeiro, su antiguo compañero en la Cisplatina, de modo que Oribe se vio obligado a quitarle su poder militar, para no atraerse represalias de parte del Imperio.

De modo que Oribe suprimió la comandancia de campaña. Falto de tacto, indultó a los partidarios de Lavalleja que Rivera había castigado, y después de algún tiempo repuso la comandancia de campaña, pero nombrando para el cargo a su hermano Ignacio Oribe.

Interpretando todos estos hechos como ataques en su contra, en julio de 1836 Rivera inició una revolución contra el presidente Oribe. Apenas un mes más tarde, el presidente Oribe lo derrotó en la Batalla de Carpintería, obligándolo a huir hacia Porto Alegre. Fue en esa batalla que se utilizaron por primera vez las divisas blancas para Oribe y rojas para Rivera, dando lugar a la fundación del Partido Blanco (renombrado como Partido Nacional en 1872) y el Partido Colorado, de los cuales estos dos personajes son considerados fundadores. Estos son los llamados Partidos Tradicionales en Uruguay, y siguen existiendo hasta la fecha.

Desde allí regresó con gran apoyo brasileño, y llevando como oficiales a muchos militares argentinos pertenecientes al Partido Unitario, entre ellos el general Juan Lavalle. Durante varios meses la guerra continuó indecisa, pero a mediados de 1838 Rivera abandonó a los farrapos para aliarse al Emperador. Por su parte, Oribe negó el permiso a la escuadra francesa durante el conflicto entre ese país y el gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. De todos modos, la flota francesa bloqueó el Río de la Plata, incluyendo al puerto de Montevideo.

En esas circunstancias, Rivera obtuvo el triunfo en la Batalla de Palmar sobre Ignacio Oribe, gracias a la conducción en combate de Lavalle. Las fuerzas de Rivera controlaron todo el interior del país y sitiaron Montevideo. Con la capital sitiada y el puerto bloqueado – e incluso bajo amenaza francesa de bombardear la ciudad – Oribe presentó la renuncia a la presidencia, aunque se reservó el derecho de reclamar contra la imposición violenta de la misma. A continuación se retiró a Buenos Aires, donde el gobernador lo recibió como al presidente constitucional del Uruguay. En esa época, Rosas le puso el mote de "pardejón", que no era un gesto racista, sino que se refería a un tipo de mulo salvaje y difícil de amansar.

Segunda presidencia

Por su parte, Rivera reunió a la Asamblea Nacional y se hizo elegir presidente. Su gobierno volvió a las características del primero: dejó el poder a sus amigos y recorrió el interior del país.

Los federales argentinos – que ya en la época de las revoluciones de Lavalleja habían prestado ayuda a éste – se negaron a reconocer el gobierno de Rivera. En un primer momento, no intentaron atacarlo, pero el gobernador correntino Genaro Berón de Astrada firmó una alianza con Rivera, aunque éste no le envió ayuda alguna. El gobernador enterriano Pascual Echagüe derrotó a Berón de Astrada con ayuda de emigrados “blancos” uruguayos, y a continuación invadió el Uruguay.

Rivera no salió a su encuentro, sino que se hizo perseguir, arrastrando a sus enemigos cada vez más lejos de sus bases de operaciones y más cerca de Montevideo. Por ello, a pesar de su inferioridad numérica, derrotó a Echagüe en la Batalla de Cagancha, del 29 de diciembre de 1839.

Durante todo su gobierno, Rivera se vio implicado en la guerra civil argentina, cuyo correlato fue la llamada Guerra Grande en el Uruguay. Tras su alianza con Berón de Astrada, apoyó la rebelión contra Rosas del sucesor de éste, Pedro Ferré, y los sucesivos comandantes de los ejércitos correntinos, Lavalle y José María Paz.

Sin demasiada participación de Rivera, y faltándole también el apoyo francés, Lavalle llevó la guerra al norte argentino y fue derrotado por Oribe, puesto por Rosas al mando del ejército federal argentino. Por su parte, Paz derrotó a Echagüe e invadió Entre Ríos, pero debió retirarse hacia el este, buscando la protección de Rivera. Éste firmó con Paz y Ferré un tratado de alianza y unió los ejércitos argentinos contrarios a Rosas y el ejército colorado uruguayo. El general Oribe marchó hacia el este, alcanzando al ejército al mando de Rivera en Arroyo Grande, en Entre Ríos. El 6 de diciembre de 1842, en la que hasta entonces fue la batalla más importante por el número de combatientes – y también por el número de muertos, que incluyeron las represalias que siguieron a la batalla – de la historia de América del Sur, Rivera fue derrotado completamente.

Debe destacarse que, pese a que ambos bandos eran por lo general muy sangrientos con los derrotados, Rivera – a diferencia de Oribe – no permitía represalias masivas sobre los prisioneros.

Rivera huyó hacia Montevideo, perseguido de lejos por Oribe; la Guerra Grande se trasladó al Uruguay.

Sitio de Montevideo

Lancero de la época de Rivera, óleo de Juan Manuel Blanes

Oribe inició el Sitio de Montevideo el 16 de febrero de 1843. Mientras el general Paz organizaba las tropas sitiadas, con las que impidió a largo plazo que la ciudad cayera en poder de los blancos y federales, Rivera se dirigió con algunas fuerzas al interior del país, intentando disminuir las fuerzas sitiadoras, aunque sin posibilidades reales de enfrentar a los jefes federales que recorrían el país. Entre éstos se destacó Justo José de Urquiza gobernador de Entre Ríos.

El 1 de marzo de 1843, el Congreso declaró terminado el período de gobierno de Rivera, reemplazándolo por Joaquín Suárez al frente del llamado Gobierno de la Defensa. Por su parte, Oribe organizó el Gobierno del Cerrito en las afueras de la capital.

Rivera siguió comandando un ejército en el interior, esquivando a Urquiza y retirándose al Brasil cada vez que lo necesitó. En la ciudad, la defensa quedó principalmente a cargo de la Legión Francesa (Jean C. Thiebaut), la Legión Italiana (Garibaldi), la Legión Vasca, la Legión Argentina unitaria y tres batallones de negros o morenos y pardos libertos.

Finalmente, el 27 de marzo de 1845, Urquiza alcanzó y derrotó por completo a Rivera en la Batalla de India Muerta, obligándolo a exiliarse en el Brasil. Fue arrestado y enviado preso a Río de Janeiro, donde recuperó la libertad meses después. El gobierno de la Defensa lo nombró embajador en Paraguay, y se embarcó hacia allí y llegó a Montevideo para recoger sus credenciales el 18 de marzo de 1847. En los días siguientes, varios batallones comenzaron a conspirar para llevar a Rivera nuevamente al gobierno, de modo que el gobierno le ofreció un cargo diplomático en Europa, que fue orgullosamente rechazado. En respuesta, fue arrestado y la comisión presidida por Santiago Vázquez decretó su destierro.

El 1 de abril se sublevaron el batallón de vascos, los negros libertos que formaban parte de la infantería y otras fuerzas comandadas por César Díaz y Venancio Flores, pidiendo la liberación de Rivera. Melchor Pacheco y Obes dimitió de su cargo de comandante general de armas y se embarcó hacia Europa.

Rivera descendió del barco aclamado por la multitud y fue nombrado general en jefe de Ejército de Operaciones. La Asamblea de Notables fue reorganizada, incorporándose varios personajes leales a Rivera; Gabriel Antonio Pereira ocupó el Ministerio de Gobierno y Hacienda y Miguel Barreiro el de Relaciones Exteriores.

Durante su breve período de preeminencia, Rivera envió una expedición a saquear Paysandú y Mercedes. Simultáneamente intentó llegar a un acuerdo pacífico con Oribe, pero el presidente Suárez lo desautorizó. Como resultado dimitieron Barreiro y Pereira, y Flores se marchó hacia el Brasil.

Rivera logró iniciar una campaña por el interior del país, pero sus fuerzas fueron destruidas en enero de 1847 en la Batalla del Cerro de las Ánimas, en Tacuarembó, por Ignacio Oribe y Servando Gómez.

Cuando Rivera intentó llegar a un nuevo acuerdo con ocho condiciones – fin de la guerra, devolución de propiedades confiscadas, elecciones, etc. – por lo que el gobierno decretó finalmente su destierro de la República “Por todo el tiempo que dure la presente guerra”. El 4 de diciembre de 1847 fue arrestado por los coroneles Lorenzo Batlle y Francisco Tajes en Maldonado y deportado a Brasil en un buque francés.

Últimos años

Permaneció en Río de Janeiro con prohibición absoluta de abandonar la ciudad hasta la entrada de Urquiza al Uruguay, donde levantó el sitio de Montevideo por un acuerdo con Oribe, que se retiró de la política.

El presidente Juan Francisco Giró le prohibió el regreso, pero el 25 de septiembre de 1853 fue derrocado por un golpe militar dirigido por Venancio Flores. Éste nombró un Triunvirato de Gobierno, formado por él mismo, y los generales Lavalleja y Rivera, ambos exiliados.

Pero antes de llegar a destino, falleció el general Lavalleja – el 23 de octubre – y al llegar a Melo, en el rancho de su amigo Bartolo Silva, el general Rivera falleció a su vez el 13 de enero de 1854.

Legado

Aunque la Guerra Grande terminó en 1852, el legado de enfrentamiento militar entre Oribe y Rivera perduraría en Uruguay hasta 1904, año en que ocurrió la Revolución de 1904, último gran enfrentamiento armado entre blancos y colorados.

Rivera ha sido y sigue siendo un icono del Partido Colorado. Dentro del partido, diversos movimientos políticos se han visto reflejados en él, como el Riverismo, fundado por Pedro Manini Ríos. Es defendido por figuras políticas como Julio María Sanguinetti y Manuel Flores Silva y respetado por numerosos políticos blancos. Los partidos de izquierda condenan sus acciones especialmente el etnocidio charrúa durante su mandato.


Predecesor:
Luis Eduardo Pérez

(Presidente del Senado)

Presidente de Uruguay

(1er. Presidente constitucional)
1830-1834

Sucesor:
Carlos Anaya
Predecesor:
Gabriel A. Pereira
Presidente de Uruguay

(3er. Presidente constitucional)
1839-1843

Sucesor:
Joaquín Suárez
Predecesor:
Juan Francisco Giró
Presidente de Uruguay

(Triunvirato de 1853)
1853-1854

Sucesor:
Venancio Flores

Véase también

Referencias

  1. Entrevista a Eduardo Picerno, Diario la República
  2. Trascripción de la carta de fecha 13 de junio de 1820 del General Fructuoso Rivera al Gobernador de Entre Ríos Francisco Ramírez
  3. a b Hoy celebran con una marcha el discutido Abrazo del Monzón entre Lavalleja y Rivera La República. Consultado el 26 de agosto de 2010.
  4. Actos por el 185º aniversario del Abrazo del Monzón, en el Diario La República del 3 de mayo de 2010.
  5. Ruiz Moreno, Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004, pág. 385. ISBN 950-04-2675-7
  6. Alberto Palomeque, El general Rivera y la campaña de Misiones (1828) , Ed. Arturo E. López, Bs. As., 1914.
  7. Para todo el capítulo, véase Alberto Palomeque, El general Rivera y la campaña de Misiones (1828), Ed. Arturo E. López, Bs. As., 1914.
  8. La matanza del Salsipuedes vista por el antropólogo Daniel Vidart. Consultado el 3 de septiembre de 2010.

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