Psicología analítica

Psicología analítica

Psicología analítica

La Psicología analítica, también conocida como psicología de los complejos y psicología profunda, es la denominación oficial dada por Carl Gustav Jung en 1913 a su propio corpus teórico y clínico, y al de sus seguidores, diferenciándose así del Psicoanálisis freudiano, ante las discrepancias conceptuales existentes centradas fundamentalmente en las teorías de la libido, el incesto, la energía psíquica y la naturaleza del inconsciente.[1] Suele designarse, o bien como una ampliación del Psicoanálisis, con lo cual nos situaríamos ante una escuela psicoanalítica, o como una tendencia de la psicología profunda.

Instituto C.G. Jung en Küsnacht, Suiza.

Contenido

Origen y contexto histórico

Etapa psicoanalítica: Freud y Jung

Fotografía frente a la Universidad de Clark en Septiembre de 1909. Sentados: Sigmund Freud, Stanley Hall, C. G. Jung; de pie: Abraham A. Brill, Ernest Jones, Sándor Ferenczi.

Las investigaciones iniciadas por Jung sobre el Inconsciente fueron emprendidas en la Clínica Psiquiátrica Universitaria Burghölzli de Zúrich, dirigida entonces por Eugen Bleuler, y a la que accedería en Noviembre de 1900. Este hecho hizo que conociese a Sigmund Freud y que de este modo entrase en contacto con el Psicoanálisis, etapa que duraría desde 1906 hasta la primera guerra mundial (1914). Es durante este período cuando el Psicoanálisis inicia su organización y expansión internacional bajo la tutela de Jung, nombrado presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1910, y ejemplificándose por el viaje en 1909 a los Estados Unidos con S. Freud y S. Ferenczi.

Ruptura con Freud

Serán dos de las obras de Jung las que recojan las diferencias progresivas que se irán suscitando respecto de quien en su momento le nombrara su sucesor y heredero:

  1. Razones personales y conceptuales, expresión estas últimas de sus desavenencias científicas respecto a la temática del incesto y la noción de libido, serán desplegadas a lo largo de la obra Transformaciones y símbolos de la libido (1911-1912), reelaborándose en 1952 bajo el título Símbolos de transformación.[2]
  2. Crítica de la concepción freudiana como reduccionista a través de la obra Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica (1913/1955), constituyéndose en el desencadenante final de la ruptura a instancias de Freud.[3]

La siguiente cita de Nietzsche, dirigida por Jung a Freud, permite entrever, entre toda la ingente información que nos ha llegado, el posicionamiento personal que éste estableció respecto del fundador del psicoanálisis:[4]

Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona? Vosotros me veneráis: ¿pero qué ocurriría si un día vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no os aplaste una estatua! No os habiais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe. Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros; y solo cuando todos hayáis renegado de mí, volveré entre vosotros.
Nietzsche, Así habló Zaratustra, cita hecha por Jung a Freud, 1912.

Importancia del Presente

Inicialmente Jung postularía la influencia existente de los factores contemporáneos en el desarrollo de la esquizofrenia, se producirían algunos cambios físicos que explicarían también el desarrollo de esta enfermedad, con lo cual relativizaría ya de entrada la preeminencia de los factores históricos en la fundamentación freudiana. Y aun cuando Freud no disentía en esta peculiaridad sí que lo haría en términos generales, dada la focalización de Jung en resaltar, respecto del campo de estudio de las Neurosis, el presente en detrimento del pasado.[5]

Las potencialidades del hombre

Por si esto fuera insuficiente, no solamente señalaba la importancia del presente, sino que a su vez requería atención en las potencialidades del hombre, con lo que a su interés por la contemporaneidad se aunaba también su necesidad de comprender el futuro. No se trataba tanto de disentir como de completar un cuadro de estudio a todas luces insuficiente y unilateral, huyendo en definitiva de toda tendencia mecanicista y reduccionista. Tan importante es la historia personal como las metas e intenciones de un individuo. De ello se deduce que el hombre de Jung, a diferencia del de Freud, tienda más hacia la creatividad, sea menos pasivo ante los condicionamientos infantiles y/o ambientales, y se le considere más optimista. Aunque también Freud exhortaba a Jung sus vanos intentos en la búsqueda de lo espiritual y en tratar de imprimir a su psicología un caracer sacerdotal.[6]

Élan vital y Libido

Para Jung, el concepto de Libido definiría una energía vital de carácter general que adoptaría la forma más importante para el organismo en cada momento de su evolución biológica (alimentación, eliminación, sexo), alejándose por tanto de la conceptualización freudiana acerca de una energía predominantemente sexual concentrada en diferentes zonas corporales a lo largo del desarrollo psicosexual del individuo.[7]

Revisión de la conflictiva edípica

Dicha modificación en los pilares de la teorización analítica dio como resultado, al igual que con otros disidentes de la ortodoxia freudiana, una revisión y reinterpretación de lo contemplado hasta ese momento. De este modo, el conflicto edípico dejaría de sustentarse en la sexualidad y adquiriría otra fundamentación. Si para Freud, en la antesala de la reactividad del niño respecto de sus figuras parentales reside una sexualidad poliédrica, para Jung, el artífice central de la obra es el Élan vital de Bergson, una figura neutra y difuminada entre bambalinas, que encubiertamente va tiñiéndo todas y cada una de las manifestaciones progresivas del escenario de la vida. Así, si inicialmente las funciones nutritivas orquestan la actitud del niño hacia la madre, será posteriormente, al ser presentado en sociedad el principado de la sexualidad, cuando dichas funciones se recubran y combinen con sentimientos sexuales. Combinadas con estos sentimientos existirían además «ciertas predisposiciones primitivas e inconscientes» que modularían la percepción maternal del infante, a modo de apercepciones o categorías kantianas. Sería la predisposición del arquetipo, en este caso el de la madre, nacido de lo inconsciente colectivo del niño, y en interacción con las circunstancias de lo fáctico, quien generaría lo real y no viceversa.[7]

Energía psíquica

Respecto de su conceptualización de la energía psíquica creía que ésta era tanto o más indestructible que la energía física. Postulaba que toda energía invertida en una función psíquica provocará su disminución paulatina en favor del incremento de su disponibilidad para cualquier otra función. Toda desaparición energética en un sistema psíquico conllevaría por tanto su reaparición en algún otro. Esta afirmación es muy semejante a los postulados energéticos freudianos, como queda patente en la teoría de la Sublimación donde la sexualidad es redirigida hacia la creatividad artística. Por otra parte, Jung no creía en la constancia de la cuantía energética disponible. Siempre existe un intercambio con el mundo exterior que impide alcanzar por completo un estado de equilibrio, o como mínimo, un equilibrio persistente en el tiempo. Se podría contemplar más adecuadamente el funcionamiento de la energía psíquica como formando parte de un sistema dinámico y funcional donde lo único que sería constante es el intercambio energético entre sistemas o estructuras psíquicas, tendiendo siempre la direccionalidad de dicho movimiento desde los puntos más elevados de energía hacia los más bajos, es decir, y retomando a Freud, desde un sistema catectizado libidinalmente hacia otro que no lo está.[8] [9]

Resumiendo podríamos mencionar las siguientes concepciones desde el marco de una psique como sistema dinámico y energético cerrado, donde la energía psíquica o libido estaría primada por dos principios: la autorregulación y la compensación:

  1. La existencia de una psiquis dinámica como sistema autorregulador atravesado por la libido, en parte regresiva, en parte progresiva, y en movilidad constante. La cuota de dicha energía es constante, pero su distribución variable, pudiéndose transformar, trasladar y manifestarse bajo nuevas y diferentes formas de expresión.
  2. Dicha psiquis es definida como un sistema de estructura llena de contrastes. La vida psíquica consiste en el resultado final de un interjuego de pulsaciones diversas, diferentes y opuestas, resumidas en dos grupos: impulsos biológicos, o naturaleza, e impulsos espirituales, o espíritu. Existiría por tanto una contraposición de pares de opuestos dentro de una polarización mutuamente interdependiente. Si esto es así, el bienestar psíquico procede de la correcta tensión y relación de los mismos.
  3. La psique se definiría también como un organismo unitario donde las partes individuales se interrelacionan y determinan por medio de una relación complementaria y compensatoria orientada a la Unidad.
  4. Introducir finalmente el concepto de lo Inconsciente colectivo y sus Arquetipos, destacándose el individuo de su aislamiento y reconociéndose parte de una unidad mayor cuyo volumen y profundidad lo superan.[10]

Surgimiento y elaboración de la Psicología analítica

Tras la depresión mutua ocasionada, Jung irá levantando el edificio conceptual de la psicología analítica, en primera lugar con la elaboración de una caracteriología, Tipos psicológicos (1921/1960). Esta parte de su obra irá desde la inauguración del Club Psicológico de Zúrich (1916) hasta los años 30. En ella se inscriben sus obras Dos escritos sobre psicología analítica que recoge Las relaciones entre el yo y lo inconsciente (1928), primera presentación acabada de la psicología analítica; La dinámica de lo inconsciente (1952), conjunto de sus textos teóricos fundamentales; Sobre el fenómeno del espíritu en el arte y en la ciencia; La práctica de la psicoterapia y El desarrollo de la personalidad.

Fundamentos teóricos en Psicología analítica

Para exponer los conceptos fundamentales que articulan la teorización junguiana y, con ellos, la Psicología analítica, empezaremos por las estructuras psíquicas de la personalidad.[11] [12]

Estructuras psíquicas

Modelo gráfico de la teoría de Carl Gustav Jung.

La psique junguiana, al igual que en el modelo freudiano, se ve estructurada por toda una serie de sistemas en constante interacción. Sin embargo, a diferencia del fundador del psicoanálisis, nos hallamos ante integrantes psíquicos distintos y una funcionalidad y dinamismo divergentes.[13]

Consciencia y Yo

Artículo principal: Yo

Iniciando la revisión desde la consciencia y finalizando en los estratos más profundos de la psique, hallamos en primera instancia el Yo, centro nuclear de nuestra consciencia, constituyendo realmente un complejo más de los que integran el Inconsciente personal pero que ha devenido consciente y rector de nuestra individualidad. El Yo de Jung equivale al componente consciente del Yo freudiano.

Inconsciente personal

Artículo principal: Inconsciente personal
Estructura de la psique como una pirámide de acuerdo a Carl Gustav Jung.
1. Yo.
2. Consciencia.
3. Inconsciente personal.
4. Inconsciente colectivo.
5. Parte del inconsciente colectivo que nunca será consciente.

En sucesión al Yo hace acto de presencia el Inconsciente personal conteniendo únicamente información derivada de las experiencias personales del individuo. Recibe por tanto todo aquel material reprimido por el Yo, pudiendo invertirse la direccionalidad de tal modo que dicho contenido sea accesible a la consciencia. El Inconsciente personal equivaldría a la suma del Preconsciente e Inconsciente freudianos.

  • Complejos
Artículo principal: Complejo

Formando parte del Inconsciente personal residirían los Complejos. Un Complejo se definiría como aquel conjunto de conceptos o imágenes cargadas emocionalmente que actúa como una personalidad autónoma «escindida». En su núcleo se encuentra un Arquetipo revestido emocionalmente.[14]

Inconsciente colectivo

Artículo principal: Inconsciente colectivo

Y finalmente, en lo más profundo de la psique humana hallaríamos lo Inconsciente colectivo, y con ello, el último elemento de discrepancia que nos restaba por citar con respecto a la conflictiva freudiana. Queda patente que mientras el modelo de inconsciente freudiano queda delimitado por lo personal, Jung amplia sus cauces «ad infinitum».

Así como el elemento estructural que componía el Inconsciente personal era el Complejo, en el caso de lo Inconsciente colectivo lo será el Arquetipo.

En esta región se encuentra dispuesta en forma de símbolos y predisposiciones toda aquella información heredada filogenéticamente como resultado de las experiencias universales acaecidas en el transcurso de la evolución. Los Arquetipos serían por tanto predisposiciones universales para percibir, actuar, o pensar de una cierta manera.

  • Arquetipos
Artículo principal: Arquetipo

De la amplia gama de Arquetipos existentes, como pueden ser el Nacimiento, la Muerte, el Héroe, el Niño, Dios, el Viejo sabio, cinco son los que han alcanzado un desarrollo superior al de cualquier otro:

Persona
Artículo principal: Persona
Tablero de máscaras del escultor Jean Barnabé Amy en el salón de 1899.

Es la máscara que se antepone en nuestro desenvolvimiento social cotidiano, pudiendo estar más o menos desarrollada, y por tanto, ocultar en mayor o menor medida nuestra personalidad real. Es masculina en los hombres y femenina en las mujeres.

Ánima y Ánimus
Artículos principales: Ánima y Ánimus

Estos arquetipos constituyen el reconocimiento junguiano de la bisexualidad humana.

El Ánima es el aspecto femenino presente en lo inconsciente colectivo de los hombres. Regido por su principio Eros se le suele denominar también el arquetipo de la vida.

El Ánimus es el aspecto masculino presente en lo inconsciente colectivo de las mujeres. Regido por su principio Logos se le suele denominar también el arquetipo del significado.[15]

Contrapesando ambos al arquetipo Persona, se desarrollaron a raíz del conjunto de las experiencias establecidas entre hombres y mujeres a lo largo de todo nuestro pasado evolutivo.

Sombra
Artículo principal: Sombra
Saint Michel combatiendo al dragón, de Jean Fouquet. «Tanto nuestra alma como nuestro cuerpo se componen de elementos que todos estuvieron ya presentes en la serie de antepasados. Lo "Nuevo" en el alma individual es la recombinación variada hasta el infinito de los ancestrales componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carácter eminentemente histórico y no hallan en lo nuevo, en lo recién nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos ancestrales se encuetran en el propio hogar sólo en parte».[16]

Representa nuestros impulsos más primitivos, los instintos animales, provenientes de los antecesores prehumanos del hombre. Cuando dichos impulsos emprenden el camino hacia la consciencia, el Yo, de modo muy similar a la serie de mecanismos de defensa del Yo freudiano, permite o bien su expresión o si nó es pertinente, su represión posterior, con lo que a su vez estaríamos contribuyendo a generar contenido al Inconsciente personal. Vemos por tanto cómo se establece una interrelación entre Inconsciente colectivo, Arquetipo, Yo consciente y finalmente Inconsciente personal.

Sí-mismo
Artículo principal: Sí-mismo

El arquetipo del Sí-mismo (en alemán Selbst; en inglés Self) constituye el arquetipo por excelencia, el arquetipo nuclear o central del Inconsciente colectivo, el más importante de todos. Es denominado también el arquetipo de la jerarquía y representa la totalidad del hombre y el fin último en el proceso de individuación.

Es representado simbólicamente a partir de un mándala o círculo mágico, y del mismo modo que el Yo se constituye como centro de la Consciencia, el Sí-mismo lo es del ámbito que encierra la totalidad de la «consciencia» y el «inconsciente». Representa los esfuerzos del hombre por alcanzar la unidad, la totalidad, la integración de la personalidad, pugnando tanto por la unidad del individuo con respecto al mundo exterior como por la unidad de sus sistemas psíquicos. Previamente a dicho proceso de integración debe establecerse una diferenciación suficiente entre los sistemas, aspecto este último que no se logra hasta la mediana edad.

Actitudes

Artículo principal: Introversión y extraversión

Las dos actitudes respecto del mundo exterior son:[17]

  1. La Extraversión, que conlleva una focalización en el mundo exterior en detrimento del individuo.
  2. La Introversión, donde el interés recae en el individuo, pasando a un segundo plano lo externo a él.

Ambas actitudes están siempre presentes en la personalidad, manejando el Yo y el Inconsciente personal actitudes opuestas, de tal modo que aquella de las dos que sea dominante producirá la represión inmediata de la segunda.

Recordando el funcionamiento de la energía psíquica vimos que el incremento de esta en un sistema provocaba automáticamente su disminución en favor de su disponibilidad para otro sistema. Ello da lugar a que cuanto mayor sea la expresión consciente de una actitud mayor es el desarrollo inconsciente de la alternativa.

Funciones

Al lado de estas dos formas de reacción de la conciencia ante la presencia de contenidos, existen cuatro funciones, cualquiera de las cuales puede ser dominante:[18]

  1. Pensar
  2. Sentir
  3. Intuir
  4. Percibir

De las cuatro existe el predominio de una por predisposición natural, definida como función principal, mientras las restantes quedan a nivel inconsciente. Dos de ellas, denominadas funciones auxiliares, resultan relativamente diferenciales, mientras que la tercera, la función de menor valor o inferior, se caracterizaría por quedar totalmente inconsciente, pudiéndose diferenciar solo relativamente, y constituyéndose como la función opuesta a la principal. Dicho antagonismo incluiría su correspondiente compensación.

En definitiva, considerando las dos actitudes en combinación con las cuatro funciones, resultarían ocho variaciones tipológicas puras. Dado que esto último no prima en la realidad fáctica, nos hallamos ante formas mixtas innumerables.[19]

Método terapéutico

Meta y proceso

Sibila délfica.

El modelo psicoterapéutico junguiano se conoce también como método sintético-hermenéutico, siendo su finalidad facilitar el desarrollo del proceso de individuación o autorrealización psíquica.[20] Como hemos visto ya, toda individuación remite a la relación que se establece entre el Yo consciente y lo Inconsciente colectivo a lo largo de la biografía del individuo. En cada momento de dicho proceso vital va emergiendo progresivamente el carácter propio o individualidad psíquica, personificada a través del arquetipo del Sí-mismo, yo nuclear tanto de lo consciente como de lo inconsciente colectivo, a diferencia del Yo fáctico y condicionado, circunscrito a la consciencia. Individuación significaría por tanto llegar a ser un individuo, llegar a ser uno mismo, una unidad aparte, indivisible, un Todo. El despliegue del Sí-mismo como articulación de arquetipos previamente diferenciados en el proceso de individuación es el objeto específico de la Psicología analítica.

Los métodos más importantes aplicados por Jung y que definen su escuela podrían enumerarse en los siguientes:[21]

  1. El Experimento de asociación de palabras que permite acceder a los Complejos individuales.
  2. El análisis y la interpretación de los sueños, de las visiones y de la imaginación. Ello implicaría métodos propiamente junguianos, así como la utilización de la Amplificación a través de material arquetípico del simbolismo cultural e histórico general, como ayuda a las asociaciones propias del soñante. También es propiamente junguiano el análisis de series de sueños, dado que el análisis de un sueño aislado puede inducir a error.
  3. El estímulo de la producción espontánea del inconsciente, en forma de palabra, signo, pintura, baile, etc.
  4. La Imaginación activa, que permitiría comunicarse con lo inconsciente personificando aquellas imágenes emergentes desde un estado de introspección o meditación voluntarios.[22]
  5. El Sandplay o Juego de arena, creado por Dora M. Kalff.

En definitiva, todo proceso de individuación conlleva la constitución y diferenciación progresivas de todos aquellos representantes psíquicos, tanto Complejos como Arquetipos, cuya consciencia relativa es la meta de la Psicología analítica.

Encuadre

El encuadre terapéutico en psicología analítica difiere del psicoanálisis en que no es asignable como opción la utilización del diván, sino que el paciente se sienta en una silla enfrente del psicoterapeuta. Se recomienda por tanto la situación cara a cara entre analista y paciente, con el fin de lograr la máxima simetría, así como la utilización de la imaginación activa para eludir en el paciente la penosa dependencia transferencial.[20]

No se toma por lo tanto como referencia la relación transferencial creada por el psicoanálisis clásico para la sesión clínica, considerada por Jung «degradante para el paciente y peligrosa para el terapeuta». Obviamente, para Jung la Transferencia sigue siendo el problema central del análisis, pero no comparte su praxis ortodoxa. Partiendo de sus conocimientos sobre alquimia definiría la relación terapéutica «a partir de la metáfora de dos cuerpos químicos diferentes que, puestos en contacto, se modifican mutuamente».[23] Siendo así, la relación que se establece entre paciente y psicoterapeuta ha de ser de colaboración y confrontación mutua. Es decir, una relación bidireccional mas que unívoca dado que «nadie puede llevar a otro más allá de donde él mismo ha ido».

La duración de la sesión es de una hora, dos veces por semana, que luego pasaría a ser una vez por semana, durante unos tres años de tratamiento global.

Desarrollo posterior a Jung: los posjunguianos

Desde la muerte de Jung en 1961 se ha producido en el campo de la psicología analítica una auténtica explosión de actividad profesional creativa. Ante dicho panorama desparramado y caótico se acuñó el término posjunguiano en un intento de equilibrar la conexión con las ideas centrales de Jung pero permitiendo y abarcando la diferenciación de cada una de las escuelas.[24]

Durante algunos años, entre 1950 y 1975, tan solo se constataban dos escuelas en psicología analítica, una «escuela de Londres» de orientación clínica y una «escuela de Zúrich» de orientación simbólica.

A mediados de los años setenta se produjeron toda una serie de acontecimientos que invalidaron los criterios geográficos y de supuesta mutua exclusión clínico-simbólico iniciales:

  1. Aumentó a nivel mundial el número de profesionales formados en la escuela de Zúrich, convirtiéndose ésta en el centro del movimiento internacional de analistas.
  2. Del mismo modo, la producción de la escuela de Londres generaría aceptación más allá de su localización geográfica.
  3. Y finalmente, a principios de la década de los setenta, surgiría un tercer grupo de analistas y escritores los cuales preferían referirse a su trabajo como «psicología arquetipal».

Llegado a este punto tendríamos ya consolidadas las tres escuelas nucleares en psicología analítica: clásica, evolutiva y arquetipal:[25]

  1. Escuela clásica: representada por Gerhard Adler, incluye lo que solía ser «Zúrich» y su ámbito simbólico. Procura en su trabajo una concordancia de conjunto con la metodología del propio Jung, pero abierta al cambio y a la evolución concomitante con la contemporaneidad. Además del propio Adler, otras autoridades relevantes serán Marie-Louise von Franz, Dieter Baumann, Barbara Hannah, Mary Esther Harding, Jolande Jacobi, Aniela Jaffé, Marion Woodman, Emma Jung, Marie Ann Matoon, C.A. Meier, John Layard, June Singer, Joseph B. Wheelwright, Liliane Frey-Rohn y otros.
  2. Escuela evolutiva: desarrollada por el Dr. Michael Fordham, abarca lo que solía ser «Londres» y su carácter clínico, vinculándose al psicoanálisis actual en aspectos tales como la importancia concedida a las experiencias tempranas y al despliegue de la transferencia y contratransferencia en la sesión clínica. Además de Fordham, se incluyen a Erich Neumann, Rosemary Gordon, Lambert A. Plaut, Andrew Samuels y otros.
  3. Escuela arquetipal: considerado James Hillman su fundador, conceden un énfasis fundamental al concepto de arquetipo como base para explorar y atender a las dimensiones profundas de todo tipo de experiencias imaginales, sean oníricas o fantaseadas. Aún siendo James Hillman el alma máter de la escuela, se le atribuye a veces a Rafael López-Pedraza la co-fundación de esta corriente. Otros arquetipales famosos son Adolf Guggenbühl-Craig y Peter Bishop.

Criterios de definición de la psicología analítica posjunguiana

Siguiendo los criterios de definición planteados por Andrew Samuels,[26] se considera que existen seis apartados (los tres primeros teóricos y los restantes derivados de la práctica clínica), que constituyen el campo de la psicología analítica posjunguiana, y desde los cuales podemos establecer un orden de prioridades para cada escuela correspondiente:

TEORÍA PRÁCTICA CLÍNICA
El arquetipo Análisis de la transferencia y de la contratransferencia
El sí-mismo Vivencias simbólicas del Sí-mismo en el análisis
El desarrollo de la personalidad desde la infancia a la vejez Elaboración de la imaginería diferenciada tal y como se presenta

El orden de importancia concedido a cada escuela permite definir su propia idiosincrasia a la vez que ampara el marco de conjunto de lo que podríamos denominar junguiano, recordando que más allá de una exposición esquemática tipo existe una realidad dinámica y altamente compleja.

TEORÍA
Escuela junguiana clásica Escuela evolutiva Escuela arquetipal
El sí-mismo El desarrollo de la personalidad desde la infancia a la vejez El arquetipo
El arquetipo El sí-mismo El sí-mismo
El desarrollo de la personalidad desde la infancia a la vejez El arquetipo El desarrollo de la personalidad desde la infancia a la vejez
PRÁCTICA CLÍNICA
Escuela junguiana clásica Escuela evolutiva Escuela arquetipal
Vivencias simbólicas del sí-mismo Análisis de la transferencia y contratransferencia Elaboración de la imaginería
Elaboración de la imaginería Vivencias simbólicas del sí-mismo Vivencias simbólicas del sí-mismo
Análisis de la transferencia y contratransferencia Elaboración de la imaginería Análisis de la transferencia y contratransferencia

Formación oficial de analistas

La formación oficial de analistas reconocidos por la International Association for Analytical Psychology (IAAP) difiere en cada país correspondiente.[27] En España la única sociedad autorizada por la IAAP es la Sociedad Española de Psicología Analítica (SEPA).[28] [29]

Véase también

Escuela clásica
Marie Louise von Franz, Robert A. Johnson, Marion Woodman, Barbara Hannah, Mary Esther Harding, Daryl Sharp, Jolande Jacobi, Aniela Jaffé, Emma Jung, Carl A. Meier, Mary Ann Matoon, June Singer, Joseph B. Wheelwright, J.M. Spiegelman, Liliane Frey-Rohm, Polly Young Eisendrath, Jean Shinoda Bolen
Escuela evolutiva
Erich Neumann, Michael Fordham, Andrew Samuels
Escuela arquetipal
James Hillman, Rafael López-Pedraza, Adolf Guggenbühl-Craig, Wolfgang Giegerich

Referencias

  1. Feixas, Guillem; Miró, Mª Teresa (1993 (5ª reimpresión 1998)). Aproximaciones a la psicoterapia. Barcelona: Editorial Paidós, pp. 109. ISBN 978-84-7509-949-1.
  2. Jung, Carl Gustav (1993). Símbolos de transformación. Buenos Aires: Paidós. ISBN 978-84-7509-138-9.
  3. Jung, Carl Gustav (2000). Obra completa volumen 4: Freud y el psicoanálisis, Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica. Madrid: Trotta, pp. 87-214. ISBN 978-84-8164-394-7.
  4. Young-Eisendrath, Polly; Dawson, Terence (1999). Introducción a Jung. Madrid: Akal Cambridge, pp. 81. ISBN 978-84-8323-048-0.
  5. Marx, M. H.; Hillix, W. A. (1985 (6ª reimpresión 1991)). Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. México: Editorial Paidós, pp. 256. ISBN 978-968-853-027-6.
  6. Ibídem 256-257.
  7. a b Ibídem 257.
  8. Ibídem 257-258.
  9. Jung, Carl Gustav (2004). Obra Completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente, Sobre la energética del alma. Madrid: Trotta, pp. 5-68. ISBN 978-84-8164-587-3.
  10. Jacobi, Jolande. La psicología analítica de Jung. Suiza: Universidad de Zurich, pp. 32-33.
  11. Marx, M. H.; Hillix, W. A. (1985 (6ª reimpresión 1991)). Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. México: Editorial Paidós, pp. 258. ISBN 978-968-853-027-6.
  12. Hall, C. S.; Lindzey, G. (1957). Theories of personality. Nueva York, Wiley, pp. 79.
  13. Marx, M. H.; Hillix, W. A. (1985 (6ª reimpresión 1991)). Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. México: Editorial Paidós, pp. 258-259. ISBN 978-968-853-027-6.
  14. Young-Eisendrath, Polly; Dawson, Terence (1999). Introducción a Jung. Madrid: Akal Cambridge, pp. 444. ISBN 978-84-8323-048-0.
  15. Jung, Carl Gustav (2008). Sobre el amor. Madrid: Trotta. ISBN 978-84-8164-774-7.
  16. Carl Gustav Jung. Recuerdos, Sueños, pensamientos, 278.
  17. Marx, M. H.; Hillix, W. A. (1985 (6ª reimpresión 1991)). Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. México: Editorial Paidós, pp. 259. ISBN 978-968-853-027-6.
  18. Ibídem 259-260.
  19. Jacobi, Jolande. La psicología analítica de Jung. Suiza: Universidad de Zurich, pp. 34.
  20. a b Feixas, Guillem; Miró, Mª Teresa (1993 (5ª reimpresión 1998)). Aproximaciones a la psicoterapia. Barcelona: Editorial Paidós, pp. 125. ISBN 978-84-7509-949-1.
  21. Jacobi, Jolande. La psicología analítica de Jung. Suiza: Universidad de Zurich, pp. 40-41.
  22. Young-Eisendrath, Polly; Dawson, Terence (1999). Introducción a Jung. Madrid: Akal Cambridge, pp. 445. ISBN 978-84-8323-048-0.
  23. Feixas, Guillem; Miró, Mª Teresa (1993 (5ª reimpresión 1998)). Aproximaciones a la psicoterapia. Barcelona: Editorial Paidós, pp. 125, nota 33. ISBN 978-84-7509-949-1.
  24. Samuels, Andrew (1985). Jung and the Post-Junguians. Routledge & Kegan Paul, Londres/Boston.
  25. Samuels, Andrew (1999). Introducción: Jung y los posjunguianos, en Introducción a Jung. Madrid: Akal Cambridge, pp. 48. ISBN 978-84-8323-048-0.
  26. Ibídem 49-51.
  27. IAAP Member Societies.
  28. Sociedad Española de Psicología Analítica (SEPA).
  29. Formación de analistas.

Bibliografía

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