Recuperación de los manglares de Tumbes

Recuperación de los manglares de Tumbes

Recuperación de los manglares de Tumbes

El manglar es un ecosistema que alberga inumerables especies naturales. El Perú cuenta con estos bosques en el departamento de Tumbes. Luego de décadas de continuo retroceso, a consecuencia del desarrollo de actividades económicas como la crianza de langostinos, la agricultura, la pesca y extracción indiscriminada de moluscos, los manglares han empezado a dar muestras de recuperación y avance.

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Enemigos del mangle

Irónicamente, el mangle parece tener en la naturaleza a su más feroz enemigo. Se trata del fenómeno de El Niño, que afecta su desarrollo y se repite, con diversa magnitud, cada cinco a diez años. El principal daño es causado por las avenidas del río Tumbes, que acarrea grandes cantidades de agua dulce. Ésta al permanecer mucho tiempo en el medio acuático del manglar, ocasiona un desbalance químico que causa la muerte de los árboles de mangle.

Este supuesto enemigo es, sin ambargo, un simple regulador de la vida en los manglares. Al cabo de agunos meses, hacen su aparición nuevos arbolillos de mangle dispuestos a colonizar nuevamente las zonas secas y aparentemente desprovistas de vida. Los árboles viejos van cayendo por la putrefacción de sus raíces y troncos, provocada por la acción de bacterias y hongos. Al cabo de unos años, se ven nuevos árboles robustos y más verdes que los anteriores.

Los graves perjuicios ocasionados por los desastres naturales incrementados invariablemente por la escala humana, pueden parecer devastadores. Sin embargo, son irrelevantes al ser vistos a escala geológica. En los últimos cuarenta años, el río Tumbres ha depositado en la desembocadura tal cantidad de limo que ésta ha crecido aproximadamente unos 500 m en dirección al mar. Un ejemplo de cómo se ha ganado tierra al mar, es que no podemos imaginarnos cómo era esta zona cuando Francisco Pizarro navegaba frente a estas costas y, menos aún, algunos miles de años atrás. El ecosistema de los manglares, que sobrevive y hasta se ve fortalecido luego de los descomunales embates de El Niño, es competamente vulnerable ante la acción del hombre. En pocos años, los manglares se han visto irreparablemente afectados por efecto de la actividad langostinera y agrícola en la zona, por la constante sobrepesca y el mal manejo de sus recursos. Se calcula que, en términos de superficie, ésta se ha reducido en un 20%. Muchas de sus especies han visto diezmadas sus poblaciones y algunas están en peligro de extinción, como el cocodrilo americano (Crocodylus acutus).

Los langostinos y el mangle

En cuanto a la tala de mangle, los responsables han sido principalmente los empresarios langostineros, quienes ejercieron su mayor impacto en la década de los años 1980. La tala tenía por objeto hacer estanques de crianza que estuvieran cercanos a la fuente segura de agua: los esteros. Los agricultores, sobre todo arroceros, han tenido también su parte de culpa en este proceso, al expandir las zonas arroceras hacia los manglares a través de una tala imperceptible que avanza metro a metro a fuerza de machete.

Además de la tala, uno de los efectos más dañinos en el ecosistema del manglar, así como en el mar frente a las costas de Tumbes, es la exterminación sistemática de alevines y larvas de especies marinas, lo que ocasiona un progresivo empobrecimiento del medio acuático. Esto ha sido causado, en parte, por la intensa extracción de larvas de langostino, demandadas por los langostineros y extraídas por personas conocidas como larveros.

Los larveros utilizan un aparejo llamado "avión", hecho de una red de agujeros muy pequeños y color carmesí. Cuando alcanzan un tamaño considerable, las larvas de langostino nacidas mar adentro se acercan instintivamente a la costa en busca de los esteros. Allí pasarán unos treinta días, fortaleciéndose en sus aguas ricas en nutrientes y a salvo de depredadores. Es entonces que los larveros, caminando con el agua a la cintura, jalan sus aviones incansablemente durante el día por las playas tumbesinas, pero no pueden evitar atrapar también alevines y larvas de muchas especies marinas, las que acaban esparcidas sobre la arena una vez concluida la clasificación de la captura. El resultado es la depredación indiscrimada de infinidad de especies y un mar más pobre para las generaciones venideras.

Además de lo ya mencionado, resta decir que el número de personas que dependen de este ecosistema para mantener a sus familias, ya sea pescando o extrayendo langostinos o conchas negras o cangrejos, se ha incrementado. Los extractores penetran cada vez hasta las zonas más profundas del manglar en busca de moluscos y crustáceos, colocan más redes cruzando los esteros, extraen conchas más pequeñas y róbalos más tiernos.

El escenario aparecía desalentador, hasta que hace algunos años las cosas empezaron a cambiar... y para bien. La transformación ocurrió en la dirección correcta, pero no por que los langostineros o los larveros tomaran plena conciencia del daño que estaban infringiendo a los manglares. Fueron circunstancias propias de su medio las que hicieron que el manglar dejara de retroceder. La regulación mágica de la naturaleza empezaba a tener lugar.

A comienzos de los años 1990, los langostineros empezaron a notar que los terrenos arrebatados a los manglares no eran buenos para la crianza de langostinos. Su alto contenmido de hierro ocasionaba bajos rendimientos. Poco a poco, una parte importante del área originalmente talada empezó a ser abandonada. El mangle tenía el camino abierto a la recuperación. La naturaleza se encargó del resto. El flujo y reflujo de las mareas hizo llegar sus semillas flotantes hasta las tierras abandonadas. La reconquista de sus antiguos dominios había empezado.

De mucha ayuda fue el fenómeno El Niño de 1998, que abrió el paso a las aguas destruyendo los muros de contención hechos por el hombre. Ello, junto a una nueva legislación que prohibía la tala de mangle, aunque éste haya crecido en zonas supuestamente dedicadas a la industria langostinera, contribuyó a su recuperación. Se hizo cada vez más común que organizaciones ambientalistas, en coordinación con empresas langostineras, comenzaran a hacer campañas de reforestación. Algunas inlcuso decidieron emprender tareas de forestación, es decir, sembrar mangle ahí donde antes no había.

Llegada de las "vacas flacas"

En 1999 llegó a Tumbes la llamada "mancha blanca", un virus que ataca solamente a los crustáceos y cuyo efecto en la actividad langostinera fue, sencillamente, devastador. El daño fue mayor en aquellas empresas que dejaron de lado un principio básico de la acuicultura: no arrojar el agua ulizada en el mismo lugar donde se capta. Este principio había sido ignorado durante toda la historia de la crianza de langostinos en Tumbes. El descuido preparó la zona para el desastre. La carga orgánica en los esteros había llegado, en 1999, a niveles bastantes altos de lo normal. La resistencia natural de la larva silvestre no era la misma de cinco o diez años atrás. Cuando llegó, la mancha blanca encontró un langostino de cultivo que ya hacía un esfuerzo para sobrevivir en las condiciones reinantes. Por eso, las consecuencias del virus fueron dramáticas: la producción de langostino se redujo a sólo el 10% en el período entre 1998 y 2000.

Luego de muchos esfuerzos, desarrollados por la empresa privada en colaboración con el Estado a través del Ministerio de Pesquería y el Instituto del Mar del Perú (IMARPE), los langostineros de Tumbes han empezado a convivir con el virus. Las nuevas medidas de control, que forman parte de los protocolos de bioseguridad de muchas empresas langostineras, se alinean a las acciones necesarias para que el manglar no sólo no retroceda, sino que, por el contrario, avance.

Medidas correctivas

No talar más área de manglar para hacer langostineras. Se ha comprobado que las tierras ferrosas de los manglares no son buenas para la instalación de pozas para crianza de langostinos. Las poblaciones de langostino usadas en la mayoría de las langostineras se ha reducido a un tercio. Esto significa menos carga orgánica en los desdagües y, finalmente, en los esteros.

Son muy pocas las langostineras que todavía se abastecen de larvas silvestres. La gran mayoría la obtiene ahora de laboratorios donde se manejan stocks de reproductores sanos (criados en condiciones controladas), La idea del gremio lagostinero apunta a buscar la prohibición del uso de larva silvestre y, más aún, prohibir la extracción de larvas en el Perú, la misma que actualmente es, en su mayor parte, llevada de contrabando al Ecuador.

Las langostineras que realizan cultivos intensivos con alta tecnología son las más estrictas en las medidas de bioseguridad y están trabajando con el fin de obtener sus certificados ISO 14000. Esta certificación obligaría a los criadores a respetar una serie de medidas cuyo único fin es que la actividad sea sostenible en el tiempo.


La crianza la langostinos puede hacerse en zonas apartadas de los manglares e incluso en el mar. En la actualidad existen varios proyectos viables en el departamento de Tumbes. Estos se desarrollan en zonas tierra adentro a más de 30 km del mar. Algunos se han ubicado incluso cerca de la ciudad de Piura, donde utilizan el agua del río. Las nuevas áreas lagostineras de los últimos años están situadas todas lejos de las zonas de manglares.

Se podría pensar que fenómenos con El Niño de 1998 y la aparición del virus de la mancha blanca en 1999 son maniobras de la sabia naturaleza para regular el medio ambiente. Las consecuencias económicas en la región han sido graves, muchas personas han quedado sin trabajo, muchas empresas han quebrado, muchas familias vieron cambiar su vida de manera dramática, pero definitivamente estos sucesos han sido decisivos para que la actividad se enrumbe a buen destino y para que los manglares de Tumbes dejen de retroceder.

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