Bernardino Rivadavia

Bernardino Rivadavia

Bernardino Rivadavia

Bernardino Rivadavia
Bernardino Rivadavia

8 de febrero de 1826 – 7 de julio de 1827
Sucedido por Vicente López y Planes

Datos personales
Nacimiento 20 de mayo de 1780
Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata
Fallecimiento 2 de septiembre de 1845 (65 años)
Cádiz, España
Partido Partido Unitario
Cónyuge Juana del Pino de Rivadavia (1809-1841)
Profesión Funcionario estatal

Bernardino de la Trinidad González Rivadavia y Rivadavia (Buenos Aires, 20 de mayo de 1780Cádiz, 2 de septiembre de 1845) fue un político de las Provincias Unidas del Río de la Plata, actual Argentina. Fue el primer Presidente de la Nación Argentina,[1] ejerciendo dicho cargo entre el 8 de febrero de 1826 y el 7 de julio de 1827.

Se educó en el Real Colegio de San Carlos, pero abandonó sin terminar los estudios. En las Invasiones Inglesas actuó como teniente del Tercio de Voluntarios de Galicia. En 1808 Santiago de Liniers lo nombró alférez real, pero este nombramiento fue rechazado por el Cabildo. Asistió al Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 votando por la deposición del virrey. Tuvo una fuerte influencia sobre el Primer Triunvirato. Poco después ejerció el cargo de Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires.

Aunque ya existía un Congreso General destinado a redactar una Constitución, el inicio de la Guerra del Brasil motivó la creación inmediata del cargo de Presidente de la Nación Argentina, siendo Rivadavia el primero en ocuparlo. La Constitución Argentina de 1826 se sancionó con posterioridad, pero fue rechazada por las provincias. Fuertemente cuestionado por sus políticas unitarias, Rivadavia debió renunciar al cargo, siendo sucedido por Vicente López y Planes, pero al poco tiempo el cargo fue disuelto y pasaron muchos años hasta que se creara nuevamente.

Luego de su renuncia Rivadavia se retiró a España, en donde murió en 1845. Sus restos fueron repatriados a Argentina en el año 1857, recibiendo honores de Capitán General. En la actualidad sus restos descansan en un mausoleo situado en la Plaza Miserere, adyacente a la Avenida Rivadavia nombrada en su honor.

Contenido

El Primer Triunvirato

Bernardino Rivadavia

La Junta Grande lo tachó de «españolista» y lo deportó a Guardia del Salto. En 1811, después del golpe institucional que expulsó a los diputados del interior de las Provincias Unidas del Río de la Plata para instaurar un triunvirato centralista dirigido desde Buenos Aires, fue designado Secretario de Guerra del Primer Triunvirato, iniciándose así en la vida pública. Adquirió preponderancia en las decisiones que se tomaron durante la represión con ajusticionamientos durante el desarrollo del Motín de las Trenzas, el fusilamiento de Martín de Álzaga y el armisticio de Rademaker, el representante portugués.

En octubre llegó la noticia de que el Ejército del Norte, contradiciendo las órdenes del Triunvirato de que abandonara la lucha, había vencido a las tropas realistas en la batalla de Tucumán y los habían expulsado hacia el norte. Inmediatamente estalló la revolución del 8 de octubre de 1812, dirigida por José de San Martín, Carlos María de Alvear, Manuel Guillermo Pinto y Francisco Ortiz de Ocampo. Exigieron la renuncia del Triunvirato y su reemplazo por un Segundo Triunvirato, que tomó la decisión de arrestarlo y obligarle a alejarse de la capital por un tiempo.

Misiones diplomáticas

Volvió a ocupar una función en el gobierno cuando en 1814, junto a Manuel Belgrano, viajó en misión diplomática a Europa, enviado por el gobierno revolucionario del Río de la Plata en busca de un candidato de sangre azul a quien ofrecer el gobierno de estos países. Tras varios intentos, la misión fue un fracaso.

En Londres se entrevistó con el filósofo Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo, y se dedicó a traducir sus obras al español. Se trasladó más tarde a Madrid, de donde fue expulsado por orden del rey. Permaneció varios años más en Europa, dedicado a apoyar otros proyectos monárquicos, con varios candidatos españoles y uno francés (éste era el futuro rey francés Luis Felipe de Orleáns).

Cuando en 1820 cayeron el Directorio y el Congreso, Rivadavia fue convocado por el nuevo gobernador, Martín Rodríguez, que lo nombró en el cargo de Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires. Ocupó su puesto en julio de 1821. En mayo de 1824 Juan Gregorio de Las Heras es elegido gobernador y ofrece a Rivadavia continuar en el cargo, pero éste no acepta porque desea partir hacia Londres.

Rivadavia como ministro

Monumento a Rivadavia en Bahía Blanca.

Desplazó a sus compañeros de gabinete, Manuel José García y Francisco Fernández de la Cruz. En su discurso de asunción declaró su plan de gobierno:

"La provincia de Buenos Aires debe plegarse sobre sí misma, mejorar su administración interior en todos los ramos; con su ejemplo llamar al orden los pueblos hermanos; y con los recursos que cuenta dentro de sus límites, darse aquella importancia con que deberá presentarse cuando llegue la oportunidad deseada de formar una nación"

Entre los recursos con los que contaba "dentro de sus límites", estaba la Aduana, que era nacional, de la que se apropió, y cuyos ingresos representaban la mayoría de todos los ingresos públicos del país.

También proclamó la libertad de comercio, colocando las tasas aduaneras a un nivel muy bajo. Esto aisló y ahogó las economías provinciales.

La provincia pasó en esos años por lo que, más tarde, el gobernador Las Heras llamaría la "feliz experiencia": salía de diez años de desorden económico y político y de un año grandemente complicado. Y entró de lleno en una etapa de aumento de la calidad de vida de sus clases acomodadas, inversión externa, grandes ganancias de la aduana, importación de artículos delicados, y descenso del costo de vida, causado por el descenso de los precios. Mientras tanto continuaba la depresión económica en el resto del país.

Inició una modernización del sistema económico: fundó la Bolsa de Comercio, aunque sólo existió en los papeles, el Banco de Descuentos, dotado de un poder financiero inaudito, y en el que, aunque la participación de la provincia pasaba del 60% del capital, sólo tenía un número mínimo de votos. Estaba controlado por comerciantes ingleses y algunos socios locales, y se dedicó a otorgar créditos a corto plazo, pensados para el comercio, no para fomentar la industria o la ganadería. Los beneficiarios fueron casi exclusivamente los socios del Banco, por lo que los comerciantes poderosos de la década pasada, abandonados financieramente, se pasaron rápidamente a la actividad ganadera y se convirtieron en estancieros. Serían la clase política y socialmente dominante por varias generaciones, pero nunca tendrían el control económico del país.

Política interior

Estampilla.

En noviembre de 1821 hizo sancionar una ley de amnistía para todos los opositores, de modo que pudieron regresar muchos exiliados, como Manuel Dorrego, Miguel Estanislao Soler, Manuel de Sarratea, Carlos María de Alvear y otros.

Proclamó una reforma militar, por la que pasó a retiro a los oficiales que no tenían destino fijo. Pero, como era de esperar, en la lista fueron anotados todos los opositores. Esta reforma puso automáticamente en su contra a todos los militares alejados, y casi todos se unirían a las rebeliones en su contra.

También llevó adelante una reforma religiosa, centrada en la disolución de las órdenes religiosas (una pocas se salvaron porque tenían muchos miembros) la pasar a manos de la provincia los bienes de la Iglesia católica. Esto llevó a que muchos católicos se unieran a las conspiraciones.

En agosto de 1822 fue denunciada una conspiración en su contra, dirigida por el ex ministro Gregorio García de Tagle, que fue rápidamente sofocada. La segunda revolución, llamada la "revolución de los Apostólicos", fue una reacción clerical contra las reformas de Rivadavia, que estalló en marzo de 1823, a la que se unieron muchos oficiales descontentos. Fue rápidamente sofocada, y sus cabecillas ejecutados tras un rápido juicio secreto.

Lo cierto es que toleró la disidencia, siempre que se mostrara moderada y que no viniera de sectores clericales[cita requerida]. Propuso una Ley de Sufragio Universal, que nunca fue realmente aplicada a fondo, pero permitió a algunos opositores llegar a la Legislatura. Suprimió los cabildos, tanto el de la capital como los de Luján y San Nicolás de los Arroyos.

Gracias a su gestión se fundó la Universidad de Buenos Aires, reuniendo en un solo cuerpo las academias de Leyes y Medicina, con algunas nuevas fundaciones. Tardó varios años en funcionar orgánicamente. Refundó el viejo Colegio de San Carlos como Colegio de Ciencias Morales, en el cual el cambio más importante fue que otorgó becas a algunos jóvenes de las provincias. También un museo público, un gabinete de física, un registro oficial, cementerios públicos, etc. Y trajo algunos grandes científicos a trabajar y enseñar en el país.

Construyó edificios públicos, ensanchó avenidas, ordenó construir ochavas, mejoró la iluminación de las calles, etc. Pero las modernizaciones que emprendió estaban pensadas para la ciudad, como si hubiera sido un intendente, y casi no emprendió nada en el interior de la provincia.

Su atención estuvo centrada en las clases altas y medias. Los pobres eran secundarios para él: siguiendo los dictados utilitaristas y conservadores de Bentham, eran los mismos pobres quienes debían dar los primeros pasos y esforzarse por salir de su situación, y sólo después podrían disfrutar de los beneficios del progreso. Para proveer de mano de obra al comercio y a la ganadería, impulsó fuertemente la obligación a los no propietarios de que demostraran que tenían empleo por medio de la “papeleta de conchabo”. Quien no la tuviera era arrestado y enviado como soldado a la frontera.[cita requerida]

De las pocas ideas que se le conocen para el interior, cabe destacar dos: el desarrollo de la minería para conseguir metales preciosos con que acuñar moneda, y un increíble proyecto de un canal navegable desde el sur de Mendoza hasta Buenos Aires. Algunos críticos argumentaban que este proyecto era imposible de realizar, alegando que en Cuyo no hay agua suficiente para alimentar semejante canal, y que la poca que había la querrían usar los cuyanos para riego.

Política exterior

Desde el inicio de su gobierno, el gobierno porteño se negó por completo a colaborar con los ejércitos que luchaban contra los realistas, tanto el de Martín Miguel de Güemes en Salta, como la campaña de José de San Martín en Perú.

Dos enviados de San Martín tuvieron que oír en la Legislatura que a Buenos Aires le convenía que no se fueran los realistas de Perú. El resultado fue que San Martín tuvo que dejar a Simón Bolívar que terminara lo que él había comenzado, porque los colombianos sí ayudaban a su libertador. Cuando finalmente renunció al gobierno del Perú y regresó a Buenos Aires, fue amenazado con encarcelarlo por su desobediencia de años atrás.

Mientras tanto, se perdían la Banda Oriental y el Alto Perú. Cuando el cabildo de Montevideo le pidió ayuda, envió un emisario, Tomás de Iriarte, al gobernador brasileño a solicitar la devolución de la provincia usurpada.

El empréstito Baring Brothers

Empréstito Baring Brothers
Monto prestado: £1.000.000
Tasa de interés: 6% anual
(£60.000 por año pagadas semestralmente)
Amortización: 1% anual
(£5.000 por año)
Comisión de la Casa Baring por los pagos: 1%
Tipo de colocación: 70% del valor nominal

La Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires decretó el 19 de agosto de 1822 una ley que facultaba al gobierno a "negociar, dentro o fuera del país, un empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor real". Los fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera, y la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Patagones. Además debía dotarse de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires.

La Junta de Representantes había autorizado la colocación a un tipo mínimo del 70%, pero Rivadavia acepta constituir un consorcio que represente al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al tipo de 70%. Este consorcio estaba encabezado por los señores Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, quienes en virtud del poder conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers & Co.

Como la colocación en el mercado sería fácil, la Baring propuso al consorcio colocarlos al 85%, pagando 70% a Buenos Aires y repartíéndose el 15% de diferencia con el consorcio.

El 1 de julio de 1824 se contrató con la Banca Baring el empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas. El 15% de diferencia de colocación representó 150 000 libras, de ellas el consorcio en su conjunto se llevó 120 000 libras en carácter de comisión, y los 30.000 restantes fueron para Baring.

El Bono general dispuso que:

  • Los intereses serían pagados semestralmente, encargándose la Casa Baring de hacerlo a nombre de Buenos Aires cobrando una comisión del 1%.
  • El Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés".
  • Baring retendría 200.000 títulos al tipo de 70, acreditando a Buenos Aires las 140.000 libras correspondientes y disponiendo para sí del excedente de su venta.
  • Por cuenta del consorcio, Baring vendería en bolsa los 800.000 títulos restantes al tipo de 85%, cobrando un 1% de comisión por ello, y acreditando a Buenos Aires el 70%. Si lograse colocarlas a más del 80% la comisión subiría a 1,5%.
  • En toda suma a entregarse en lo futuro por Buenos Aires, en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1% de comisión a cuenta del gobierno.

Como no se había especificado como llegaba el dinero a Argentina, el consorcio informa a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires. No por casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el mismo, sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000, en su mayoría en letras de cambio y una parte minoritaria en metálico.

El empréstito solo se pagaría por completo ochenta años más tarde.

En cuanto el préstamo llegó, la Legislatura cambió de idea: el dinero no era necesario. De modo que fue entregado al Banco de Descuento para que lo entregara como créditos a sus clientes, a intereses mucho más bajos que los que pagaba la provincia por ese dinero.

El empréstito argentino de 1824 no fue el único de su tipo en Latinoamérica: ya en 1822 Colombia había negociado un crédito por valor de 2 millones de libras esterlinas, lo mismo había hecho ese año Chile con un crédito por 200.000 libras. El reino de Poyais (actual Nicaragua) hizo lo propio por 200.000 libras, y Perú colocó un empréstito por 1.200.000 libras. México también tomó un crédito de este tipo en 1824, y Colombia obtuvo su segundo crédito. Entre 1822 y 1826 las colonias españolas se endeudaron con Londres por la suma de 20.978.000 libras, habiendo Inglaterra desembolsado una suma real de sólo 7.000.000 de libras.

La ley de enfiteusis

Como garantía del empréstito Rivadavia hipotecó todas las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad pública, prohibiendo su enajenación en toda la Nación. No siendo posible enajenar las tierras por la existencia de esta hipoteca, les aplicó el régimen de enfiteusis, mediante el cual se arrendaban contra el pago de un canon.

El 16 de marzo de 1826, siendo ya presidente, ratificó mediante un decreto la prohibición de vender, donar o entregar de cualquier otra forma las tierras fiscales. Posteriormente, el 18 de mayo, la Ley Nacional de Enfiteusis volvió a ratificar la prohibición de enajenar tierras de propiedad pública y fijó el lapso de concesión en "cuando menos" 20 años desde el 1 de enero de 1827. Pero de hecho la ley sólo se aplicó en territorio porteño y en Corrientes, habiéndola reconocido ésta última recién en 1830.

La ley fue sancionada el 18 de mayo de 1826 y establecía:

Art. 1º Las tierras de propiedad publica, cuya enajenación por la ley del 15 de febrero es prohibida en todo el territorio del Estado, se darán en enfiteusis durante el termino, cuando menos, de 20 años, que empezaran a contarse desde el 1º de enero de 1827.

Art. 2º En los primeros diez años, el que los reciba en esta forma pagará al tesoro publico la renta o canon correspondiente a un ocho por ciento anual sobre el valor que se considere a dichas tierras, sin son de pastoreo, o a un cuatro por ciento si son de pan llevar.

Art. 3º El valor de la tierra sera graduado en términos equitativos por un jury de cinco propietarios de los mas inmediatos, en cuanto pueda ser, al que ha de justipreciarse, o de tres en caso de no haberlos en ese numero.

Art. 4º El gobierno reglará la forma en que ha de ser nombrado el jury del que habla el articulo anterior, y el juez que ha de presidirlo.

Art. 5º Si la evaluacion hecha por el jury fuese reclamada, o por parte del enfiteuta, o por la del fisco, resolviera definitivamente un segundo jury, compuesto del mismo modo que el primero.

Art. 6º La renta o canon que por el articulo 2º se establece, empezara a correr desde el dia en que al enfiteuta se mande dar posesión del terreno.

Art. 7º El canon correspondiente al primer año se satisfacerá por mitad en los dos años siguientes.

Art. 8º Los periodos en que ha de entregarse el canon establecido, serán acordados por el Gobierno.

Art. 9º Al vencimiento de los diez años que se fijan en el articulo 2º, la Legislatura Nacional reglará el canon que ha de satisfacer el enfiteuta en los años siguientes sobre el nuevo valor que se graduará entonces a las tierras en la forma que la legislatura acuerde.-

Como se puede apreciar, el espíritu de la ley fue lograr una distribución mas justa y equitativa de la tierra, hasta ahora acaparada por los grandes propietarios, que disponían de los medios para adquirirlas. Ademas, se proponía favorecer la inmigración, otorgándoles tierras a los extranjeros a cambio de un canon, para que pudieran dedicarse a producir, en vez de a adquirir un pedazo de tierra.

La llegada a la presidencia

En mayo de 1824 fue elegido gobernador Juan Gregorio Las Heras y ofreció a Rivadavia continuar en el cargo, aunque posiblemente no sentía simpatías por él. Rivadavia no aceptó y partió hacia Londres, con una autorización de la Legislatura para gestionar la explotación de minas. Pero las minas en cuestión no estaban en Buenos Aires, sino en La Rioja, donde el caudillo Facundo Quiroga se había asociado con el capitalista porteño Braulio Costa y otros socios, como Anchorena y los Aguirre, y con capitales de la Baring Brothers formaron la Famatina Mining Company, nombre extranjero para la Sociedad del Banco de Rescate y Casa de la Moneda de La Rioja, reconocida por el gobierno de esta provincia.

El ex ministro se asoció en Londres con el banco Hullet Brothers y fundó la Río de la Plata Mining Association, con un capital nominal de 1.000.000 de libras esterlina, cuyo relativo éxito se debió, sobre todo, a una “burbuja financiera” que estallaría poco después. Esa aventura financiera no le sirvió de mucho, pero le ganó la terrible enemistad de Quiroga.

En 1821 se había firmado el Tratado de Benegas, que convocaba a un congreso nacional en Córdoba, que se llegó a reunir a fines de 1821. Pero el ministro Rivadavia ordenó el regreso de los diputados porteños, con la excusa de que las provincias representadas no se habían organizado interiormente. La razón real era que un congreso reunido en el interior no podría ser controlado por los porteños. Por otro lado, Buenos Aires exigía que el número de diputados por provincia debía estar en proporción al número de habitantes de cada una, lo que siempre había sido rechazado por las demás provincias.

Esto precipitó el fracaso del congreso. El Tratado del Cuadrilátero, firmado en enero de 1822 entre las provincias del litoral y Buenos Aires, obra de Rivadavia, significó la muerte definitiva del Congreso federal. El ministro invitó a los diputados de las demás provincias a reunirse nuevamente en congreso cuando la situación interna de las provincias lo permitiera.

El nuevo Congreso General se reunió en diciembre de 1824 en Buenos Aires, y bajo las condiciones porteñas.

El Congreso llevaba unos pocos meses discutiendo dificultosamente la futura constitución, cuando en abril de 1825 desembarcó en la costa oriental la expedición libertadora de Juan Antonio Lavalleja y sus Treinta y Tres Orientales. En poco más de dos meses, obtuvieron dos importantes victorias, encerraron a los brasileños en Montevideo y le pusieron sitio. Y reunieron un congreso que declaró que la Banda Oriental se reincorporaba a la Argentina. El Congreso Nacional aceptó la reincorporación de la Banda Oriental el 25 de octubre de 1825,[2] y el emperador declaró la guerra a la Argentina en diciembre.

Inesperadamente, la Guerra del Brasil obligó al congreso a formar un ejército urgentemente, y se pensó que también tenía que formar un Poder Ejecutivo Nacional para unificar el mando militar. De modo que, sin empezar siquiera a discutir una constitución que le diera marco legal al cargo, el 6 de febrero de 1826 se sancionó la ley de presidencia, creando un Poder Ejecutivo Nacional Permanente, con el título de «Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata».[3] Duraría en sus funciones el tiempo que estableciese la Constitución. A fuerza de innovar, se innovaba incluso en el nombre del país, que aparecía sin aviso.

Sus ministros fueron: Julián Segundo de Agüero de Gobierno; Carlos María de Alvear, de Guerra y Marina; Francisco Fernández de la Cruz de Relaciones Exteriores y Salvador María del Carril de Hacienda.

Claramente, Rivadavia llevaba al gobierno un proyecto centralizador, es decir, unitario. La primera comunicación a los gobernadores del interior les hacía saber que les concedía a cada uno el mando político y militar que ya tenían como gobernadores, sólo que de forma provisoria, hasta que decidiera reemplazarlos.

La presidencia

Busto de Bernardino Rivadavia en la ciudad de América, partido de Rivadavia

En 1824 termino el mandato de Martín Rodríguez. Rivadavia decidió viajar a Londres, Manuel José García ocuparía su lugar. El cónsul inglés iba a ir a Buenos Aires a firmar un tratado de reconocimiento de la independencia pero era imposible ya que las provincias se habían transformado en estados autónomos, era necesario encontrar una autoridad nacional. En 1822 el litoral firmó el tratado del cuadrilátero que terminaba con las esperanzas del gobernador cordobés, que quería reunir un congreso en su provincia. Los porteños se comprometieron a concederle al litoral la libre navegación de los ríos.

A fines de 1824 se reunió un congreso para redactar una constitución, entre los elegidos había unitarios y federales. La necesidad de un gobierno nacional llevó a nombrar a Rivadavia como el primer presidente en febrero de 1826, esta noticia no fue bien recibida en las provincias. Los hacendados, alarmados por las consecuencias que podía tener la capitalización, dejaron de apoyar a Rivadavia, y este quedo políticamente aislado. Luego de 3 meses la constitución fue aprobada pero todas las provincias la rechazaron. Rivadavia decidió deshacerse de la guerra ya que el bloqueo naval impuesto por Brasil afectaba el comercio, que era la base de recaudación de rentas del estado.

La Ley de Capitalización

Inmediatamente luego de asumir, Rivadavia presentó al Congreso un proyecto de capitalización de Buenos Aires:[4] la ciudad y gran parte de la campaña circundante se proclamaba capital del Estado. Pocos días más tarde emitió un decreto en que ordenaba la demarcación de la capital de la república,[5] y de la provincia de Buenos Aires.[6]

El proyecto originó fuertes resistencias: el federalismo porteño, encabezado por Manuel Dorrego y Manuel Moreno, se opuso, en defensa de las instituciones de las provincias garantizadas por la ley fundamental, en especial el puerto y la aduana, principal fuente de recursos de la provincia. También se ganó el odio de los estancieros, que no estaban dispuestos a perder la ventaja que les daban las relaciones en Buenos Aires, y que además comprendían que la pérdida de la aduana significaría impuestos internos más altos. No obstante, la ley fue sancionada el 4 de marzo de 1826.

Las Heras cesó en el cargo de gobernador por decreto del Poder Ejecutivo. La Junta de Representantes fue disuelta, y se nacionalizaron el ejército de la provincia, las tierras públicas, la aduana y todas las propiedades provinciales.

Medidas económicas

Banco Nacional
El Banco de Descuentos de la provincia fue transformado en el Banco Nacional[7] en 1826, y estaba autorizado a abrir sucursales en las provincias. Su capital formado por el aporte del Estado y por acciones que se suscribirían en todo el territorio, sería de 10.000.000 pesos (de la época).

Sus funciones eran: recibir depósitos, tomar dinero a interés, otorgar préstamos, acuñar monedas y billetes convertibles, etc.

El Banco, que absorbió al Banco de Descuentos de la provincia, no logró reunir el capital correspondiente y el papel moneda que emitió careció de respaldo. Los gastos derivados de la guerra del Brasil llevaron al gobierno a solicitar reiteradas sumas que provocaron su ruina. En 1836, vencido el plazo de diez años establecido por la ley, Rosas dispuso su disolución.

Nacionalización de los recursos
El presidente Rivadavia dispuso la inmediata nacionalización de Buenos Aires y sus instituciones, incluida la aduana;[8] la recaudación pasaría al gobierno nacional, quien la usaría en beneficio de todo el país, pero no se contemplaba la distribución entre las provincias. Además, la deuda pública de la provincia de Buenos Aires se nacionalizó.

La ley de Consolidación de la Deuda Pública del Estado[9] declaró hipotecadas todas las tierras públicas de la Nación y prohibió su venta sin permiso especial del Congreso.[10] Se nacionalizaron tierras que hasta ese momento se consideraban provinciales, sobre las que se debía aplicar el sistema de enfiteusis.

Inversiones británicas
El gobierno procuró atraer capitales ingleses para explotar recursos naturales e intensificar la producción; para esto propició la formación de sociedades por acciones. Las más importantes fueron las destinadas a la explotación de las minas de Famatina en La Rioja, pero hemos visto que se organizaron dos sociedades rivales. Las dos sociedades fracasaron.

Hacia 1825 hubo en Europa una crisis económica que se reflejó en la Bolsa de Londres, y las acciones de empresas en América rebajaron sus precios y algunas sociedades quebraron. El capital inglés se retrajo; durante tres décadas no estuvo dispuesto a afrontar riesgos en estas tierras.

Guerra del Brasil

Artículo principal: Guerra del Brasil

Rivadavia reorganizó el Ejército, incrementó el número de cuerpos de la Escuadra Nacional y creó el Estado Mayor. Si bien inicialmente la posición del Imperio del Brasil fue más ventajosa, las fuerzas eran parejas y la guerra se alargaba, transformándose en una carga económica. Luego de que las fuerzas argentinas vencieran en los triunfos parciales de Ombú y Bacacay obtuvieron el triunfo en la batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827. Sin embargo, la falta de recursos impidió definir la contienda, tanto por tierra como por mar.

Finalmente, Rivadavia envió al ministro Manuel José García a gestionar la paz. García firmó un tratado que luego sería conocido como el "tratado deshonroso", ya que reconocía la soberanía del Imperio sobre la Banda Oriental y se comprometía a pagarle a Brasil una indemnización en metálico y accedía a desarmar la isla Martín García. El presidente Rivadavia rechazó el convenio; pero igualmente sufrió el costo político del pacto, que se convertiría en una de las razones de su renuncia.

Constitución de 1826

Artículo principal: Constitución Argentina de 1826

En 1826, pese a las dificultades internas y externas (la guerra con el Brasil había sido declarada el 1 de enero de ese año) Rivadavia instó al Congreso a dictar una Constitución.

La Constitución sancionada en 1826 proclamaba el sistema representativo, republicano, consolidado en unidad de régimen. El gobierno nacional se organizaba en base al principio de división de poderes. Los gobiernos de provincia estarían a cargo de gobernadores, elegidos por el presidente con acuerdo del Senado, a propuesta en terna de los Consejos de Administración; estos organismos eran elegidos por el pueblo de cada provincia.

La Guerra civil en el interior

Las provincias habían sido sacudidas por varias guerras civiles durante la primera mitad de esa década. Parecían a punto de pacificarse, cuando el coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid, uno de los oficiales que debía reunir tropas en las provincias del norte para la guerra del Brasil, las usó para usurpar el gobierno de la provincia de Tucumán. En lugar de desautorizarlo, Rivadavia lo incitó a usar esas tropas para atacar a los caudillos federales vecinos, que se oponían a su política. El más capaz de ellos, Facundo Quiroga, lo derrotó en dos batallas, pero esa nueva guerra civil garantizó el rechazo de varias provincias a su autoridad y a la constitución.

Efectivamente, la Constitución fue rechazada por todas las provincias: las misiones enviadas por el Congreso ante los gobiernos de provincia fracasaron.

Renuncia de Rivadavia

Además de ganarse la enemistad de las provincias del interior gracias a la Constitución de 1826 y todas las medidas centralistas que tomó; la guerra con el Brasil había agotado los recursos. Gran Bretaña presionaba para acordar una paz que garantizase la reanudación del comercio exterior.

La noticia de la negociación de García colmó la paciencia de todos: el presidente desconoció el acuerdo, pero, considerado responsable de la situación, renunció ante el congreso el 27 de junio de 1827. Entregó el mando a Vicente López y Planes, presidente provisorio elegido por el Congreso por una ley de emergencia. El congreso se disolvió y nadie volvió a acordarse de la constitución. La provincia de Buenos Aires recuperó su autonomía, eligiendo gobernador a Dorrego.

El conflicto con Brasil continuó hasta que, durante el gobierno de Manuel Dorrego y con la presión de Inglaterra, se llegó a una Convención Preliminar de Paz, donde se disponía la independencia de la República Oriental del Uruguay y el cese de las hostilidades.

El exilio

Placa en honor a Bernardino Rivadavia en Cádiz.

En 1829 Rivadavia partió hacia España, retornando a la Argentina en 1834, pero el gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, no le permitió desembarcar, motivo por el cual se estableció primero en Mercedes (Soriano, Uruguay) y luego en Colonia (Uruguay). Pasó luego al Brasil y volvió definitivamente a España a finales de 1842, muriendo en la ciudad de Cádiz el 2 de septiembre de 1845.

A pesar que en su testamento pidió que sus restos "no fueran enterrados en Buenos Aires y menos en Montevideo", éstos fueron repatriados en 1857, rindiéndole el gobierno honores de Capitán General ante una muchedumbre calculada en 60.000 personas. En ese año se dispuso darle su nombre a la avenida más larga de Buenos Aires. Sus restos descansan en un mausoleo en la Plaza Miserere de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sobre dicha avenida, desde 1932.

Su impulso renovador en la vida cultural del país

Durante lo que se conoció como la «época de Rivadavia» la ciencia y la cultura prosperaron de manera significativa en el país. Su impulso reformista dio a la vida intelectual una dinámica desconocida hasta entonces, creando un clima propicio que fructificó en diversos campos a través de la obra personal de muchos individuos.

Siendo secretario del Triunvirato, ayudó a Mariano Moreno en la creación de una Casa de Libros en Buenos Aires que se abrió en 1812. Creó varias escuelas, proyectó la confección de un plano topográfico de la provincia de Buenos Aires y la formación de un museo de historia natural, que recién comenzó a funcionar en 1823.

Gracias a su gestión como Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez se inauguró el 12 de agosto de 1821 la Universidad de Buenos Aires. Durante la época de Rivadavia se contrataron a distinguidas personalidades intelectuales del extranjero, como el matemático mexicano José Lanz, el naturalista francés Aimé Bonpland, los físico y astrónomos italianos Pedro Carta Molino y Octavio Fabricio Mossotti, el publicista e historiador, también italiano, Pedro de Angelis, el ingeniero francés Carlos E. Pellegrini y otros. La mayoría de ellos se establecieron a enseñar e investigar en el país. También en su época se crearon laboratorios de química, el primer observatorio astronómico del país, el Museo de Ciencias Naturales, el Archivo General, el Departamento Topográfico y Estadístico.

Sólo en 1822, por acción oficial o privada, se habilitaron seis instituciones académicas: La Sociedad Literaria, La Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, La Sociedad de Jurisprudencia, La Academia de Medicina y dos academias de música y canto. Cinco librerías existentes en Buenos Aires en 1825 vendían toda clase de obras literarias y científicas editadas en Europa. Debe tenerse presente que por un decreto de 1821 se habían derogado antiguas prohibiciones a la introducción de determinados libros sin censura ni trabas de ninguna índole.

Su renuncia provocó el exilio de la mayor parte de los protagonistas comprometidos con el régimen caído, lo que empobrecería notoriamente el quehacer intelectual de tendencia europeizante en el país.

Referencias

Bibliografía

  • Rosa, José María, Rivadavia y el imperialismo financiero, 1969.
  • Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires, Historia del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires, 1999.
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El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, publicada en español bajo la licencia Creative Commons Compartir-Igual 3.0.

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Predecesor:
ninguno
Presidente de la Nación Argentina
1826-1827
Sucesor:
Vicente López y Planes
Obtenido de "Bernardino Rivadavia"

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