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Escuela sienesa
Los pintores de la Escuela de Siena o escuela sienesa durante los primeros años del Trecento, mediante una metodología diferenciada de Giotto y de la escuela florentina, más inspirada en los modelos y la técnica de la maniera greca, también lograron formular el tema del espacio pictórico.
Una falta de preocupación por los problemas técnicos o de proporciones que se manifestó en la estilización y el amaneramiento de las figuras así como en el uso de los fondos ornamentales dorados y una gama de colores subjetiva, proporcionan una notable expresividad lírica a les composiciones que es el carácter propio de la pintura de la escuela sienesa.
La ciudad de Siena tuvo su máximo esplendor entre finales del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV cuando constituyó una potencia política y económica que rivalizaba con Florencia. Siena fue siempre una ciudad Gibelina, en contacto permanente tanto con las fuentes bizantinas del arte italiano, como con el estilo cortesano del otro lado de los Alpes, ello modeló la sensibilidad para lo ornamental que caracteriza el arte de esta ciudad.
En el año 1285, Duccio di Buoninsegna pintó la Madonna Rucellai, rodeada de ángeles, con cuyos gestos agraciados parece que sostengan el trono calado de la Virgen mientras la armonía cromática de sus vestidos rosado, verde y azul proporciona la nota de refinamiento que va más allá del Icono Bizantino que inspira el cuadro.
El cuadro más celebrado de Duccio es la "Maestà" de la Catedral de Siena, donde retome el tema bizantino de la Madonna entronizada rodeada de ángeles y santos dispuestos, en este caso, en series paralelas, horizontales y simétricas. El estudio individual de los rostros de cada personaje y el gusto refinado expresado en la vestimenta ribeteada por una línea dorada, constituyen los elementos destacables de este cuadro.
Pero fue en las historias de la Pasión de Cristo de la parte posterior de la “Maestà” donde Duccio se plantea los temas de la perspectiva, de la arquitectura pintada y del paisaje de fondo o el espacio pictórico, mediante la propia disposición de los elementos y detalles en su relación con el ambiente como forma alternativa a la claridad espacial de los cuadros del Giotto. En la escena de ‘’La entrada de Jesús en Jerusalén’’ (abajo a la izquierda) podemos ver como son las líneas oblicuas de la composición las que ordenan los temas: Jesús encima del asnillo, la multitud, la puerta de la muralla y los edificios polícromos de la ciudad al fondo. También vemos como en la escena de las Marías en el sepulcro’’ (arriba, la segunda a la derecha), Duccio sitúa en primer plano las figuras, en las cuales el volumen de la ropa se resuelve con medias tintas, mientras que el fondo se resuelve con el tema recurrente de las montañas inclinadas para simular la perspectiva.
El gusto por la línea propio del gótico francés i de las miniaturas de la escuela de miniaturistas de París, fue un elemento esencial en la estética de Simone Martini, el segundo gran pintor de la escuela sienesa, quién asimismo fue el más reputado maestro en el dominio del color. En la "Maestà" del Ayuntamiento de Siena pintada al fresco en el año 1315 Martini abandona la rigidez de una composición en líneas horizontales para adoptar otra de personajes en movimiento que se acercan o se alejan produciendo un efecto de gran naturalidad. El baldaquino de seda y cintas que se mueven al viento, da la réplica a la asamblea humana que en forma de dos semicírculos rodea la Virgen, la qual ha abandonado tambnién el hieratismo bizantino mostrando una actitud pensativa y dulce.
Las Historias de San Martín, pintadas por Simone Martini (1317) en la Iglesia inferior de San Francisco en Asís, muestran la asimilación del ‘’’espacio pictórico’’’ en unas escenas con anécdotas muy detalladas, llenas de color en sus figuras perfectamente delineadas, igual que los elementos del fondo, por la línea omnipresente del pintor.
Pero es en el retablo de la Anunciación realizado conjuntamente con Lippo Memmi para la catedral de Siena (actualmente en la "Galleria degli Uffizi" de Florencia), donde se muestra con mayor claridad la asimilación de los ideales del arte gótico por los pintores de la escuela sienesa. Las formas delicadas, el aire lírico, la magnificencia de los vestidos y la belleza de los cuerpos delgados aproximan este retablo a la orfebrería gótica o al arte de las miniaturas. En este retablo, Martini va más allá del arte gótico y muestra como ha asimilado los descubrimientos de Giotto: podemos ver como sobre el fondo dorado entre el ángel y la Virgen, existe el aire para moldear el espacio, es decir, hay una distancia que podemos conocer, asimismo podemos sentir que el pavimento es de una piedra que podemos (en sentido figurado) pisar. El banco donde se sienta la Virgen tiene profundidad es decir, tres dimensiones igual que el libro sostenido en sus mano, en el cual penetra la luz por las páginas entreabiertas.
Los colores ocres que usaron ampliamente Duccio, Martini, los hermanos Lorenzetti y otros pintores de la escuela sienesa van asociados para siempre a la ciudad de Siena, son la "siena tostada" y la "siena natural" que se extraían de unos pigmentos de tierras de color procedentes de la campiña toscana.
Véase también
- Bartolo di Fredi
- Duccio di Buoninsegna
- Ambrogio Lorenzetti
- Sassetta
- Vecchietta
- Sano di Pietro
Enlaces externos
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