Guerra Civil Catalana

Guerra Civil Catalana
Guerra civil catalana
Fecha 14621472
Lugar Principado de Cataluña
Causas Decisión unilateral de la Generalidad de Cataluña de levantar un ejército contra los campesinos "remensas"
Resultado Victoria de la Monarquía (Juan II de Aragón)
Beligerantes
Instituciones catalanas:
Generalidad
Consejo de Ciento,
la Busca,
Banner of arms crown of Castille Habsbourg style.svg Corona de Castilla
PortugueseFlag1385.svg Reino de Portugal
Estandarte de la Corona de Aragon.svg Corona de Aragón
la Busca
Pavillon royal de la France.svg Reino de Francia
Comandantes
Juan de Beamonte
Juan II de Lorena
Pedro de Portugal
los Nobles de la Generalidad y el Consejo de Ciento
Juan II de Aragón
Fuerzas en combate
Desconocidas Desconocidas

La Guerra civil catalana (14621472) es la denominación con que se conoce al enfrentamiento armado entre el rey Juan II de Aragón, conde de Barcelona, y las instituciones catalanas, Diputación del General (Generalidad y Consejo de Ciento) por el control político de Cataluña. La muerte del príncipe Carlos de Viana —protegido de Cataluña y enfrentado con su padre Juan II— será la excusa para formalizar el inicio de una contienda que, de hecho, se venía esperando desde tiempos de su predecesor, Alfonso el Magnánimo.

Con todo, la guerra es el resultado de una controversia política que enfrenta dos modelos opuestos: la monarquía y la oligarquía, el estilo absolutista y el pactismo. También está sobre el tablero la capacidad política de la Generalidad por asumir la soberanía y gobernar. Al empezar las hostilidades, toda la sociedad se ve obligada a optar por un u otro bando en función de sus intereses e ideologías.

Contenido

Contexto social

Empieza el siglo XV en medio de una profunda crisis que afectaba a toda Europa Occidental, y especialmente a Cataluña. Las causas fueron diversas: crisis de subsistencias de la población, la crisis demográfica debido a las grandes epidemias que afectó especialmente al campo, la crisis financiera, con el endeudamiento excesivo de las instituciones públicas, la reducción del volumen y de las ganancias del comercio internacional...

En Cataluña destaca especialmente la crisis social agraria, con la aparición del movimiento remensa que reivindica la supresión de los malos usos. En el aspecto político, la concepción autoritaria de la monarquía de la casa castellana de Trastámara topa, por un lado, con la creciente fuerza de las instituciones y los poderes económicos y, al entorno rural, con fuertes tensiones con la nobleza y está con sus siervos.

El ambiente en el campo: La revuelta de los remensas

Artículo principal: Guerra de los Remensas

Las continúas reivindicaciones de los labradores contra la opresión de los señores fue recogida, tímida pero interesadamente, por el rey Alfonso el Magnánimo en la primera mitad del siglo XV, puesto que quería tener mas control sobre la nobleza, alineada con los poderes institucionales de Cataluña. Su sucesor, Juan II, heredó este clima de revuelta en el campo, que le resultará beneficioso en su enfrentamiento con el poder político catalán. La guerra de los remensas, iniciada en el 1462, coincide en fechas con la guerra civil catalana y sitúa a la Diputación del General con dos frentes abiertos: la lucha en el campo contra los remensas y la lucha contra el rey. Los remensas son, de facto, unos aliados de la causa del rey.

El ambiente en Barcelona: La Biga y la Busca

Artículo principal: La Biga y la Busca

La crisis económica mediterránea hacia 1425 lleva la intervención por la vía de medidas proteccionistas, pero para aplicarlas hace falta vencer la resistencia de la oligarquía urbana (Ciutadans honrats; en español, 'ciudadanos honrados').

Las protestas y motines se suceden, lo cual da lugar a una serie de cambios y reformas (1436). Los mercaderes y menestrales proponen una serie de medidas: devaluación monetaria, prohibición de importación de productos, mejora de la producción textil, impuestos a extranjeros. Los ciudadanos honrados proponen medidas más limitadas: trabajos públicos por atenuar el paro, etc.

La intransigencia de estos últimos y su resistencia al cambio precipitaron la crisis económica y dividieron a los barceloneses, a partir de 1450, en dos grupos claramente diferenciados, la Biga y la Busca:

  • La Biga: integrada por la mayoría de los ciudadanos honrados y algunos mercaderes, se considera, actúa y vive como un grupo nobiliario. Tienen tierras, castillos y derechos señoriales y viven de las rentas. Se oponen a las alteraciones monetarias.
  • La Busca: el partido de los menestrales y mercaderes que aspiran a controlar el gobierno municipal para hacer cumplir los privilegios, libertades y costumbres de Barcelona. Quieren la devaluación monetaria y medidas proteccionistas.

Entre la Biga y la Busca, Alfonso el Magnánimo mantendrá una postura ambigua, puesto que por un lado necesita dinero y los aceptará tanto de unos como de otros, y de otra aspira, como los otros reyes del siglo XV, a imponer su autoridad en las Cortes y sobre la nobleza.

Una vez iniciada la guerra, los de la Busca —mayoritarios en el Consejo de Ciento, órgano de gobierno de la ciudad— tomaron partido por Juan II. Esto los enfrentó con la Generalidad, que en 1463 juzgó y condenó a muerte por conspiración a los consejeros Pere Destorrent y Francesc Pallarès, junto con Bernat Turró, Martí Solzina y Joan de Mitjavila, miembros del partido de la Busca.

El enfrentamiento entre Juan II y el Príncipe de Viana

De la unión de Juan II y su primera esposa, Blanca I de Navarra, nació Carlos de Viana, primer príncipe de Viana, que según las capitulaciones matrimoniales de 1419 había de heredar el reino de Navarra a la muerte de su madre. Pero en el 1441, al morir Blanca I, Juan II usurpó el trono navarro. El resultado fue la guerra civil de Navarra entre 1451 y 1455 que enfrentó los agramonteses, partidarios del rey Juan, y los beamonteses, partidarios de Carlos. Juan II derrota definitivamente a Carlos en la batalla de Aibar en 1452. El clima emocional generado por el segundo encarcelamiento de Carlos, ordenado por su padre en 1460, hizo pasar a la ofensiva a las clases privilegiadas del Principado.

Las Cortes de Lérida de aquel mismo año eligen un Consejo del Principado que exigió al rey la inmediata liberación de su hijo. Esta enérgica actitud, unida al levantamiento de los beamonteses navarros y a la movilización castellana a la frontera de Aragón, obligaron el rey a ceder, liberando a Carlos y aceptando las capitulaciones de Vilafranca del Penedès (1461), donde se recogen las reivindicaciones políticas de la oligarquía catalana, entre otras, la prohibición al rey de entrar en Cataluña sin permiso de la Generalidad.

Pero la repentina muerte del Príncipe de Viana, a las tres semanas de su liberación, alteró la aparente pacificación. Los de la Busca y los labradores intentaron recuperar posiciones, provocando un levantamiento campesino en 1462 y con el apoyo del rey de Francia, Juan II penetró en el Principado sin permiso del Consejo. La respuesta de los catalanes consistió en organizar un ejército para sofocar el levantamiento campesino y destituir al monarca en junio de 1462.

Desarrollo de la guerra

La guerra se internacionalizó puesto que Juan II buscó el apoyo de Luis XI de Francia (al cual le da entre otras cosas en garantía el Rosellón y la Cerdaña) y Gastón de Foix (promesa de heredar Navarra). El Consejo del Principado, por su parte, buscará apoyos interiores y la desarticulación de las fuerzas opositoras: el partido de la Busca y los remensas. Al no obtener los resultados deseados, el Consejo empieza a ofrecer el Principado a candidatos que, 50 años tras Caspe, posean, aunque sea muy indirectamente, algún derecho a reinar en Cataluña. En el 1462, se propuso nombrar conde de Barcelona al rey Enrique IV de Castilla si respetaba toda la particularidad catalana y la Concordia de Vilafranca. Además el rey castellano, aparte de sus derechos al trono, podía contar con la ayuda de los beamonteses, navarros enemigos de Juan II y del conde de Foix. Ellos apoyan a Blanca, hermana de Carlos de Viana y ex-mujer de Enrique IV.

Enrique IV acepta el ofrecimiento ante la división de la nobleza. Las tropas castellanas, dirigidas por Juan de Beamonte, obligan a levantar el asedio de Barcelona pero Juan II utiliza las divisiones de la nobleza castellana que acabará forzando a Enrique, por el tratado de Bayona y con Luis XI de árbitro, a renunciar al Principado y, en compensación, se le entrega la ciudad de Estella. Juan II, por su parte, renuncia a las rentas que le correspondían en Castilla.

En 1464, tras el fracaso con el monarca castellano, se ofrece la corona a Pedro de Portugal, nieto de Jaime II de Urgel que, dadas sus limitaciones, se alía con el duque de Borgoña enemigo de Luis XI.

Aragoneses, valencianos y mallorquines, mientras tanto, prestan su apoyo a Juan II, además de los de la Busca y los remensas, y algunos nobles y clérigos. Bernat Saportella, diputado del Principado de Cataluña, se pone junto al rey con lo que la Diputación le permitirá la legalización de su situación.

De esta época destaca la batalla de Calaf, el 28 de febrero de 1465, con victoria del rey Juan con el apoyo del conde de Praderas sobre las tropas de Pedro de Portugal. También las tropas del rey Pedro tuvieron algún éxito, como el apoyo recibido por mar desde Portugal cuando Barcelona estaba sitiada en julio de 1465.

En el 1466 el condestable Pedro de Portugal muere en Granollers, y se le ofrece la corona a Renato I de Anjou, nieto de Juan I de Aragón y antiguo enemigo de Alfonso el Magnánimo, lo cual modificará el sistema de alianzas internacionales. Renato I envía como lugarteniente a su hijo, Juan II de Lorena, que consigue éxitos militares hasta su muerte (16 de diciembre de 1470).

Finalmente Juan II busca la alianza con Castilla a través del matrimonio de su hijo Fernando II , el próximo Fernando el Católico y, de entre un conjunto de candidatas, consigue que se case con su prima, la niña Isabel.

A finales de 1471, con buena parte de Cataluña recuperada por las tropas reales, empieza un asedio en Barcelona que durará hasta el 8 de octubre de 1472. Sin apoyos exteriores, los catalanes deben rendirse a la realidad: Barcelona se entrega tras una amnistía general.

La Capitulación de Pedralbes

La Capitulación de Pedralbes se firma el 24 de octubre de 1472. Es el final de una guerra que acaba sin vencedores ni vencidos. Juan II únicamente pide que se anule la Capitulación de Vilafranca. Las medidas de clemencia y una preferencia a la Diputación rebelde ante la monárquica, permitiendo seguir en el cargo a diputados que habían sido opositores, trajeron alguna división pero pacificaron el país.

Hacía falta trabajar para solucionar los graves problemas económicos puesto que Cataluña estaba arruinada tras la guerra. Las Cortes de 1473 abordan el tema de la recuperación que no se solucionará.

Juan II que murió en 1479, dejando sin solución los principales problemas que su hijo Fernando II intentará solucionar:

  • En primer lugar ocupando el Rosellón y la Cerdaña.
  • El programa económico adoptado era, en parte, el de los de la Busca desde 1450.
  • Se decide también la reforma de los organismos dirigentes de Cataluña: la Diputación y el Consejo.
  • El problema remensa fue el que tomó más tiempo en solucionarse.

Durante la guerra de los remensas, su líder, Francesc de Verntallat fue nombrado vizconde de Hostoles, pero la política sobre los malos usos continuó siendo ambigua, lo cual dio lugar a nuevas revueltas, como la de 1475, incluso se manifestará en medidas antirremensas (Cortes de 1480). Esta política ambigua de Ferran II provocó que los nobles recuperan derechos perdidos y entonces se produce la segunda guerra remensa (1484) dirigida por Pere Joan Sala que consigue una revuelta de grandes proporciones.

Ferran, finalmente, toma un compromiso que se plasmará en la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) donde los malos usos son redimidos mediante el pago de sesenta sueldos por cortijo y los campesinos conseguirán una serie de libertades. Con este dinero, los señores fueron indemnizados y al monarca se le pagó una multa de 50 mil libras. Los señores continuaron teniendo derechos sobre los campesinos cultivadores pero no de la forma humillante como hasta aquel momento.

Consecuencias para Cataluña

La Generalidad sufrió un fuerte desprestigio al acabar la guerra, no tan solo por haber sido el bando perdedor, sino porque concentró las críticas de todos los sectores: los pactistas la acusaban de haber mantenido las revueltas agrarias y de la reorientación de los mercados hacia otras latitudes; las clases bajas, empobrecidas por la guerra, acusaban las medidas fiscales necesarias para recuperar la hacienda. Económicamente, la Generalidad estaba exhausta y no pudo devolver los préstamos que le habían concedido el Consejo de Ciento y también particulares.

Además de la precaria situación económica dejada por la guerra, hace falta considerar también que la expansión del Imperio otomano por la Península Balcánica, Palestina y el norte de África limitó las rutas desde Occidente hacia los puertos comerciales de Oriente, contribuyendo a la decadencia del comercio mediterráneo.

Además, el Mediterráneo había perdido dimensión como mercado. El desarrollo de las ciudades y puertos del norte de Europa configuraba una área comercial atlántica que sumada a las navegaciones en América, a finales del siglo, y hacia la India bordeando África, dejaron en un segundo término al comercio mediterráneo.

La tremenda carnicería prácticamente en todos los diferentes linajes nobiliarios del país provocó la extinción de muchas de las antiguas casas, así como la ruina de la mayoría de las supervivientes, independientemente del bando donde hubiesen militado. Este hecho, junto con la política de la monarquía de fusionar la alta nobleza castellana y catalana, o -como mínimo- vincular las principales heredades "huérfanas" hacia estos últimos o los propios familiares de la Casa Real, privan al país durante mucho tiempo de auténticos cuadros dirigentes capaces de plantear algún tipo de disidencia o proponer alguna orientación de país.

Cataluña, con una estructura social malograda, con un Estado que no podía competir con otras potencias europeas y con la potenciación de Castilla por la conquista y comercio en América, sufrió las consecuencias de una situación estratégica desventajosa.

A partir del siglo XVI Barcelona no continuaría siendo una ciudad grande e importante en el nuevo marco político y comercial, ni la potencia decisoria que había sido durante buena parte del periodo medieval.

Referencias

  • ↑ RIERA MEILS, Antoni, 1359–1518, volumen primero de Història de la Generalitat de Catalunya i els seus presidents, Enciclopèdia Catalana, S.A. (editorial), Barcelona, 2004, ISBN 84-412-0884-0.

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