Alfonso Enríquez de Castilla

Alfonso Enríquez de Castilla
Para otros usos de este término, véase Alfonso Enríquez.

Alfonso Enríquez de Castilla, de Noreña o de Noroña (Gijón, 1355 - 1398), I conde de Noreña y I conde de Gijón y I señor de Paredes de Nava, fue hijo primogénito e ilegítimo del rey de Castilla Enrique II de Trastámara habido en Elvira Íñiguez.[1]

Poseyó amplios territorios en Asturias y León; de su padre, recibió en herencia todas sus posesiones en Asturias, entre las que destacan por su posición estratégica los condados de Noreña y Gijón, pero que también incluían Ribadesella, Villaviciosa, Nava o Laviana, entre otros, en el oriente de la provincia, y Cudillero, Luarca, o Pravia en el occidente. En tierras leonesas, poseyó las dos Babias, así como la tierra de Argüellos, territorios ambos colindantes con Asturias y que le permitían una posición muy cómoda, al poder moverse entre Asturias y León sin salir de su territorio.

Contenido

Infancia y juventud

Castillo de Noreña en grabado del siglo XIX.

Durante los primeros años de su vida, Alfonso permaneció bajo la atenta vigilancia de su padre, que había colocado en puestos de responsabilidad a varios miembros de su familia para tratar de gobernar con cierta tranquilidad.

Hizo sus primeras armas durante la segunda Guerra Fernandina, sometiendo las plazas de Viana del Bollo y Cascais, antes que el Tratado de Santarem pusiese final a la contienda, si bien existe constancia de su presencia ya en la Batalla de Nájera.

Sin embargo, aunque no llegó a enfrentarse abiertamente a su padre, los enfrentamientos entre ambos eran frecuentes. En 1375, ante el matrimonio que su padre había concertado con la infanta Isabel de Portugal, para sellar el Tratado de Santarem, Alfonso Enríquez huyó a Francia para tratar de que el papa Gregorio XI interviniese y anulase el compromiso, pero tuvo que ceder ante la confiscación de todos sus bienes que ordenó Enrique II.

Una vez celebrado el enlace en 1377, Alfonso se unió a las tropas castellanas para la guerra contra Navarra. Para afrontar los gastos derivados de la expedición, decretó un servicio extraordinario en los concejos de su propiedad, así como en algunos que no lo eran, lo que provocó una reacción inmediata, tanto de la Iglesia de Oviedo como de muchos de los miembros de la nobleza laica. Ante esto, tuvo que intervenir el mismo Enrique II prohibiendo a su hijo recaudar en los concejos que no le eran propios, y devolver lo tomado indebidamente.

El reinado de Juan I

Juan I de Castilla.

En mayo de 1379 falleció Enrique II de Trastámara, sucediéndole en el trono de Castillo su primogénito, que reinaría como Juan I de Castilla.

Los problemas internos surgirían en seguida. Al comienzo de su reinado, Enrique II había creado un círculo de parientes adictos (al menos en teoría) a la Corona para reforzar su posición. Pero a lo largo de los años, había aparecido una nueva clase de nobleza funcionaria, que enseguida iba a empezar a desplazar a los parientes del rey en el ejercicio de los puestos de responsabilidad, y que sería el principal apoyo de los nuevos Trastámara.

Esta situación no agradó lo más mínimo a la alta nobleza, y Alfonso Enríquez, como parte de ella, enseguida empezó a demostrarlo. Ya en las cortes de Burgos del año 1379, obtiene las rentas del alfolí de Avilés, y en diciembre de ese mismo año, la anulación de su matrimonio.

Sin embargo, en 1380, es Juan I el que dicta una serie de normas destinadas a evitar el atropello de la nobleza sobre los señoríos y encomiendas a su cargo; entre los damnificados, el conde Alfonso, que se ve obligado a devolver tierras arrebatadas indebidamente a los monasterios de Cornellana y Sahagún.

Alfonso marchó entonces hacia Portugal para ofrecer sus servicios a Juan de Gante, duque de Lancaster que, casado con una hija de Pedro I el Cruel, reivindicaba la corona de Castilla. Ante esta situación, Juan I confiscó todos los bienes de su hermanastro y concedió al obispo de Oviedo, Gutierre de Toledo, poderes plenipotenciarios en la región. Finalmente, fracasadas de sus negociaciones, Alfonso decidió volver a Asturias, donde, acogiéndose al perdón real, recuperó sus territorios.

Sin embargo, en 1383 debido a una nueva rebelión del conde Alfonso, Juan I se vio obligado a acudir a Asturias con urgencia, ya que el conde había solicitado ayuda a los ingleses. No obstante, el rey actuó con prontitud y pronto rinde toda la región, a excepción de Gijón, donde se refugió el rebelde, que acabaría acogiéndose nuevamente al perdón de su hermano el 18 de julio de 1383.

Tras esta última revuelta, Juan I confiscó todas las posesiones asturianas de Alfonso Enríquez, concediéndole a cambio el título de conde de Valencia de don Juan en tierras mucho más accesibles y controlables. Además, entregó al obispo Gutierre de Toledo el señorío de Noreña en pago por sus servicios y concedio a su hijo Enrique, el título de Príncipe de Asturias, con todos sus señoríos; de esta forma, se vinculan a la corona una serie de territorios de difícil acceso que constituían un entorno ideal para conspiraciones y rebeliones, dado su aislamiento y orografía.

Poco después, y a raíz de la sucesión de Fernando I de Portugal, Juan I decidió encarcelar a Alfonso en el castillo de Almonacid, ante la posiblidad de que este llevase a a cabo maniobras en su contra. Esta prisión se prolongó durante ocho años y, sólo a la muerte del rey, en el año 1390, pudo Alfonso Enríquez recuperar su libertad y posesiones.

El reinado de Enrique III

Vista aérea de la península de Cimadevilla, núcleo de Gijón.

Tras el fallecimiento de Juan I, y aprovechando la inestabilidad de la situaciòn, Alfonso logró que se le devolvieran sus posesiones. Junto con otros miembros de la alta nobleza, Alfonso trató de entrar en el Consejo de Regencia que gobernó durante la minoría de edad de Enrique III. Los enfrentamientos entre la alta nobleza creada por Enrique II y la nobleza funcionaria continuaron, imponiéndose finalmente esta última.

Ante esta situación, el conde Alfonso, junto con el conde de Trastamara, su hermano Fadrique, duque de Benavente y la reina Leonor de Navarra comenzó a trazar nuevos planes para hacerse con el poder desde su fortaleza de Lillo, pero la unión se rompió pronto y Alfonso se vio nuevamente solo frente al rey.

En agosto de 1394, Enrique III partió de Valladolid hacia Asturias para someter nuevamente a Alfonso. Para ello, organizó una flota que debería cercar Gijón por mar, mientras que él entraría desde León atravesando Pajares. Por su parte, el conde centró su defensa en las plazas fuertes de Gijón y el Castillo de San Martín (en Soto del Barco). Trató también de tomar Oviedo, pero fracasó estrepitosamente ante la oposición de la burguesía y el obispado. Gijón era una auténtica fortaleza natural; amurallada desde tiempos romanos y situada sobre una península, la única entrada a la ciudad era a través de un pasillo de arena que se borraba en la pleamar, con lo que un ejército sitiador tenía muy pocos puntos por los que acceder a la ciudad. El rey puso sitio a Gijón durante varios meses, pero como el asedio se prolongaba y el invierno se les echaba encima, Alfonso Enríquez y Enrique III decidieron firmar una tregua de seis meses, durante la que someterían sus diferencias al juicio de Carlos VI de Francia, que, a petición del conde Alfonso, prorrogaría la tregua otros seis meses. Transcurrido el tiempo, Carlos VI no dio un dictamen definitivo, aunque recomendó al conde que depusiera su actitud y se sometiera al rey de Castilla.

Vistos los resultados, el rey organizó de nuevo el cerco a la ciudad, ya en la segunda quincena de julio de 1395 y Alfonso se preparó para un nuevo sitio, aprovisionándose de alimentos y armas, tras lo que partió hacia Bayona en busca de ayuda inglesa, dejando el cerco en manos de su esposa Isabel. El sitio se prolongó durante más de un mes, tiempo en el que los castellanos ensayaron el uso de la artillería contra las murallas de Gijón, cuyos defensores aguantaron el duro asedio. Finalmente, y como no acababan de llegar los refuerzos, Isabel, la esposa del conde, rindió la ciudad tras asegurar su vida y la de su familia y partió hacia Francia para reunirse con su marido.

Por su parte, Enrique III, una vez firmado el acuerdo, ordenó la destrucción de la villa, poniendo fin a las revueltas trastamaristas en general y a las del conde Alfonso en particular.

Matrimonio y descendencia

Contrajo matrimonio en 1375 con Isabel de Portugal, señora de Viseu, hija natural del rey Fernando I de Portugal, quien en esa fecha tenía solamente once años de edad, razón por la cual este matrimonio, del cual viene la familia portuguesa de Noronha, no se consumó hasta unos años más tarde. De este enlace nacieron:

  • Pedro de Noroña, arzobispo de Lisboa (1424 - 1452), que tuvo por hijos a Juan, Pedro y Fernando de Noroña.
  • Sancho de Noroña, primer conde de Odemira.
  • Fernando de Noroña, segundo conde de Vila Real.
  • Enrique de Noroña, capitán de gente de guerra en Ceuta.
  • Constanza de Noroña, casada con Alfonso I de Braganza, VII conde de Barcelos y primer duque de Braganza.
  • Juan de Noroña, que se halló en el cerco de Balaguer y fue armado caballero por el infante Duarte en Ceuta en cuyo cerco fue herido, falleciendo en Almodovar, Portugal poco después sin haber dejado sucesión.

Fuera de matrimonio tuvo los siguientes hijos:

En Inés de Soto de los Infantes, probablemente del linaje asturiano de los Miranda, tuvo a:

  • Juana de Lodeña, abadesa en el Monasterio de Santa Clara el Real en Toledo.[2]

También fue padre de:

  • Juan Enríquez de Noroña (n. 1390), contrajo matrimonio con Beatriz, señora de Mirabel.
  • Beatriz de Noroña (n. 1395), casada con Rui Vaz Pereira.
  • Diego Enríquez de Noroña, casado con María Beatriz de Guzmán, hija (posiblemente bastarda) de Enrique Pérez de Guzmán y Castilla, II conde de Niebla.

Últimos años

Poco se conoce de los últimos años del conde Alfonso, salvo que fue preso por orden del rey en San Juan de Luz, aunque liberado poco después, y que se rumoreó estaba implicado en una conspiración del rey de Portugal contra Enrique III en 1397, aunque nunca se supó con certeza.

Falleció posiblemente en Portugal o en Marans[3] en fecha desconocida.

Referencias

Notas

  1. Así la llama el rey Enrique en su testamento otorgado el 29 de mayo de 1374.
  2. Cuartas Rivero (1983:25) En 1489 el monasterio traspasa a Diego de Miranda bienes en Soto de los Infantes, Miranda, Salas, Grado, Navia, Cangas, Tineo, Allande y Babia, bienes que había llevado al convento Juana de Lodeña. La autora cita como fuente el Archivo de Valdecarzana, I.D.E.A., 16 de mayo de 1489.
  3. Véase Crónicas de los reyes de Castilla D. Pedro I, D. Enrique II, D. Juan I, D. Enrique III, Tomo II, pp. 106-121 de Pedro López de Ayala [1]

Bibliografía

  • Carvallo, Luis Alfonso de. Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias. Madrid, 1695
  • Cuartas Rivero, Margarita (1983). Oviedo y el Principado de Asturias a fines de la edad media. Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos (C.S.I.C.). ISBN 84-00-05447-4. 
  • Uria Maqua, Juan. Las Rebeliones del conde don Alfonso en Asturias (1368-1396), en Historia General de Asturias, tomo 2.

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