Antonio Gramsci

Antonio Gramsci
Antonio Gramsci
Antonio Gramsci
Retrato de Gramsci de comienzos de los años 1920.

1924 – 1927
Predecesor Amadeo Bordiga
Sucesor Palmiro Togliatti

Datos personales
Nacimiento 22 de enero de 1891
Ales, Flag of Italy (1861-1946).svg Italia
Fallecimiento 27 de abril de 1937 (46 años)
Roma, Flag of Italy (1861-1946).svg Italia
Partido PSI, PCI
Profesión Periodista, escritor, filósofo, pedagogo, político

Antonio Gramsci [an'tɔ:njo 'gra:mʃ i] (Ales, Cerdeña, 22 de enero de 1891 - Roma, 27 de abril de 1937) fue un filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano.

Contenido

Biografía

Sus padres fueron Francesco Gramsci (1860-1937) y Giuseppina Marcias (1861-1932). Francesco era originario de Gaeta y estudiaba derecho, pero a causa de la pobreza de su familia debió buscar rápido un trabajo y partió para Cerdeña. En el año 1881 se empleó en la oficina de registro de Ghilarza (provincia de Oristán). Allí conoce a Peppina, que sólo había estudiado hasta tercero de primaria y se casan, a pesar de la oposición de los padres de ella. Durante este período nacieron sus hijos: Gennaro (1884), Grazietta (1887), Emma (1889) y el 22 de enero de 1891, en Alès, Antonio, bautizado el 29 de enero.

El año siguiente los Gramsci se mudaron a Sorgono (provincia de Nuoro), donde nacen sus hijos: Mario en 1893, Teresina en 1895 y Carlos en 1897. Arrestado el 9 de agosto de 1898 con la acusación de peculado, concusión y falsedad en actos, Francesco Gramsci es condenado el 27 de octubre de 1900 al mínimo de la pena con la atenuante del “leve valor”: 5 años, 8 meses y 22 días de cárcel, para expiar en Gaeta. Privados del sueldo del padre, son años de extrema miseria para los Gramsci. En ese entonces Antonio, a raíz de una caída cuando tenía tres años, sufre un traumatismo que le provoca una deformación en su columna y no crece más: su altura no superará el metro y medio. Según otra versión, la de la autopsia y los datos que dan en la "Casa-museo de Antonio Gramsci" en Ghilarza, suponía que estaba enfermo de tuberculosis osteoarticular, lo que impidió su crecimiento normal. Dicho padecimiento había afectado sus pulmones poco antes de su muerte.

Antonio Gramsci en 1906.

Antonio comienza a asistir a la escuela primaria a los siete años y la concluye en 1903 con el máximo de calificaciones. Sin embargo, las condiciones de la familia no le permiten inscribirse a la secundaria y da su pequeña contribución a la economía doméstica trabajando en la Oficina del Catastro por 9 liras al mes, el equivalente a un kilo de pan al día. Trabajaba diez horas al día removiendo «registros que pesaban más que yo y muchas noches lloraba a escondidas porque me dolía mucho el cuerpo».cita requerida

El 31 de enero de 1904 Francesco termina de cumplir su condena y obtiene un empleo de escribano en la Oficina del Catastro. Es así que Antonio puede inscribirse en la escuela secundaria municipal de Santu Lussurgiu, a 18 kilómetros de Ghilarza, «una pequeña escuela en la cual tres presuntos profesores regañaban, con caras exageradamente sombrías, durante las cinco clases»cita requerida. Con esta preparación aventurada logra graduarse en Oristán y en el verano de 1908 se inscribe en el liceo de Torri de Cagliari, donde comparte una pensión junto a su hermano Gennaro, que trabaja en una fábrica de hielo.

Al fin del segundo año del instituto, pide a su profesor, director de la Unión Sarda, poder colaborar durante el verano en el periódico con breves correspondencias y el profesor lo acepta: el 20 de julio de 1910 recibe la credencial de periodista. El año siguiente se gradúa del liceo con ochos y un nueve en italiano.

Turín

En 1911 el Colegio Carlo Alberto de Turín ofrece 39 becas de estudio, 70 liras al mes por once meses, para poder frecuentar la Universidad de Turín «Partí para Turín como si fuese en estado de sonambulismo. Tenía 55 liras en la bolsa, había gastado 45 para el viaje en tercera clase de las cien obtenidas en casa». El 27 de octubre de 1911 concluyó los exámenes: los supera clasificándose en el noveno lugar; al segundo está un estudiante proveniente de Sassari, Palmiro Togliatti.

Se inscribe en la facultad de Letras pero las 70 liras mensuales de la beca no bastan: «la preocupación del frío no me permite estudiar porque paseo en la recámara para calentarme los pies o debo de estar totalmente cubierto porque no logró sostener la primera helada».

Sus opiniones políticas en aquel tiempo consisten en una genérica adhesión a ideas socialistas que, originadas en un fuerte resentimiento por las injusticias cometidas en la región del Mezzogiorno y particularmente en Cerdeña, retiene por los retrasos de las decisiones políticas y económicas hechas por los continentales.

Está en casa para las elecciones políticas del 26 de octubre de 1913, Italia se encuentra en guerra contra Turquía por la conquista de Libia; votan, por primera vez, hasta los analfabetos, pero la corrupción y la intimidación electoral son las mismas de las elecciones precedentes. Angelo Tasca, joven dirigente socialista turinés, amigo y compañero de estudios de Gramsci, escribe que Antonio «había sido muy golpeado por la transformación producida en aquel ambiente de la participación de las masas campesinas en las elecciones, aunque no supieran y no pudieran todavía servirse por cuenta ellos de la nueva arma. Fue este espectáculo, y la meditación de esto, que hizo definitivamente de Gramsci un socialista».

En los primeros días de noviembre de 1913, va a habitar en una buhardilla del último piso del palacio de calle San Máximo 14, hoy Monumento nacional; debe fecharse en este periodo su inscripción al partido socialista. Está en retardo con los exámenes, a causa de «un tipo de anemia cerebral, que me quita la memoria, que me devasta el cerebro, que me hace enloquecer hora tras hora, sin que logre encontrar descanso ni paseando, ni tendido en la cama, ni tendido en el piso arrollándome en ciertos momentos como un furibundo». Para no perder el abono mensual de la Fundación Albertina logra recuperar diversos exámenes entre marzo y abril de 1914.

Toma lecciones privadas de filosofía con el profesor Annibale Pastore por lo que escribió luego que «su orientación era originalmente crociana [...] quería darse cuenta del proceso formativo de la cultura a los fines de la revolución [...] como hace el pensar para actuar [...] como las ideas se vuelven fuerzas prácticas». Gramsci escribirá sobre haber sentido también la necesidad de superar un modo de vivir y de pensar atrasado, como aquel que era propio de un sardo del principio de siglo, para apropiarse un modo de vivir y de pensar no más regional y de aldea, pero nacional» pero también «de provocar en la clase obrera la superación de aquel provincialismo al revés de la “bola de plomo” [como el Sur era generalmente considerado en el Norte] que tenía sus profundas raíces en la tradición reformista y corporativa del movimiento socialista».

Frecuenta a los jóvenes compañeros de partido, entre los cuales se encontraban Tasca, Togliatti, Terracini «salíamos seguido de las reuniones partido [...] mientras los últimos noctámbulos se detenían a observarnos [...] continuábamos nuestras discusiones, mezclándolas de propuestas feroces, de carcajadas estrepitosas, de galopes en el reino de lo imposible y del sueño».

En la Italia que ha declarado la propia neutralidad en la primera guerra mundial en curso – neutralidad también afirmada por el partido socialista – escribe por la primera vez, sobre el periódico socialista turinés Il Grido del popolo, el 31 de octubre de 1914, el artículo Neutralidad activa y operante en respuesta del artículo de Mussolini De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y operante, sin comprender, sin embargo, en que momento político crucial el importante y popular exponente socialista se propusiese entonces.

Sostiene el 13 de abril de 1915 aquel que será su último examen en la Universidad; Italia entra en guerra y Gramsci siente, como nunca antes, la necesidad de un compromiso político directo y asiduo.

Actividad periodística

Retrato de Gramsci (1915)

Desde los primeros meses de 1916, en plena guerra mundial, es uno de los tres redactores del semanario de la sección socialista de Turín “El Grito del Pueblo” y de la hoja turinesa del “Avanti!” bajo la sección Bajo la Mole; publica breves panfletos y de crítica teatral. Más tarde dirá haber escrito, en diez años de periodismo, «quince o veinte volúmenes de 400 páginas, pero escritas al día y debían morir después del día» y se jactará de haber contribuido a hacer popular el teatro de Pirandello, entonces incomprendido o escarnecido. Se libera del aislamiento de su vida de estudiante pobre y huraño visitando obreros, teniendo algunas conferencias en los círculos socialistas y escribe por sí mismo el número único del periódico de los jóvenes socialistas “La Città futura”, publicado el 11 de febrero de 1917.

Aquí muestra su intransigencia política, su ironía, hasta en contra de los socialistas reformistas, el fastidio hacia cada expresión retórica pero también su formación idealista, sus deudas culturales en las confrontaciones de Croce, superiores hasta a aquellos debidos a Marx «En aquel tiempo» - escribirá – «el concepto de unidad de teoría y práctica, de filosofía y política, no estaba claro en mí y yo era por tendencia Crociano».

En marzo de 1917 el zar de Rusia es derribado y viene instaurado un moderado gobierno liberal; las noticias llegan parciales y confusas, pero el 29 de abril escribe que «la revolución rusa es [...] un acto proletario y que ella naturalmente debe desembocar en un régimen socialista y en mayo sostiene que Lenin «ha suscitado energías que jamás morirán. Él y sus compañeros bolcheviques están persuadidos que es posible en todo momento realizar el socialismo».

El 25 de agosto de 1917 Turín se alza espontáneamente contra la guerra y el hambre, la represión militar causa más de cincuenta muertos y centenares de heridos y la ciudad es declarada zona de guerra, los dirigentes socialistas son arrestados en masa y la dirección de la Sección socialista viene asumida por un comité de doce personas, del cual forma parte Gramsci.

Los bolcheviques toman el poder en Rusia el 7 de noviembre pero durante semanas a Europa llegan solo noticias confusas, hasta que el 24 de noviembre la edición nacional del “Avanti!” publica una editorial con el título “La Revolución contra el capital”, firmado por Gramsci.

«La revolución de los bolcheviques es la revolución contra el Capital de Carlos Marx. El Capital [...] era la demostración crítica de la fatal necesidad que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una ciudadanía de tipo occidental [...] si los bolcheviques reniegan algunas afirmaciones del Capital, no reniegan el pensamiento inmanente, vivificador [...] viven el pensamiento marxista, aquel que no muere nunca [...] que en Marx se había contaminado de incrustaciones positivistas y naturalistas».

También en Italia las dificultades de la guerra y el eco de la revolución Rusa llevan a sublevaciones espontáneas duramente reprimidas por el orden constituido; la revuelta por el pan de Turín de septiembre de 1917 desencadenan una dura reacción: 50 muertos y más de 200 heridos, declaraciones de Turín como zona de guerra y la consiguiente aplicación de la ley marcial, arrestos a cadena que golpean no solo aquellos que habían participado en el levantamiento, sino que también a los elementos políticos de la oposición (y señaladamente al entero núcleo de la fracción socialista) con la acusación de instigación a la revolución.

Después de los arrestos efectuados en Turín, Gramsci, viene a ser el único redactor de “el Grito del Pueblo” que cesa de publicarse el 19 de octubre de 1918. Terminada la guerra, Gramsci trabaja únicamente a la edición piamontesa del Avanti! desde el 5 de diciembre pero los jóvenes socialistas turineses, Gramsci, Tasca, Togliatti y Terracini intentan expresar, después de la revolución rusa, nuevas exigencias en la actividad política socialista, que no sienten representadas en la Dirección Nacional: «Queríamos hacer, hacer, hacer, nos sentíamos angustiados, sin una orientación, hastiados en la ardiente vida de aquellos meses después del armisticio, cuando parecía inmediato el cataclismo de la sociedad italiana». El primero de mayo de 1919 se publicó el primer número de Orden Nuevo con Gramsci como secretario de redacción y animador de la Revista.

L'Ordine Nuovo

La línea política de la revista, después de un camino incierto, se define sobre posiciones netamente obreras. De hecho, si la democracia burguesa tiene su punto de apoyo institucional en el Parlamento la democracia proletaria asigna a los consejos de fábrica esta posición democrática necesaria para el nacimiento del nuevo orden. De aquí surgen las batallas para la introducción y la difusión de estos consejos, la proximidad con los sentimientos y las opiniones de los obreros, la crítica al partido socialista (partido para los proletarios, pero no del proletariado) completamente homologado a la lógica del poder burgués y por eso mismo incapaz de expresar una alternativa política real.

Los Consejos de Fábrica

Fundó junto a Angelo Tasca, Palmiro Togliatti y Umberto Terracini el diario L'Ordine Nuovo (reseña semanal de cultura socialista) en 1919 y colaboró en la revista La Città Futura. Participa en el movimiento de los consejos de fábrica de Turín (1919-1920).

La revista y los obreros

Los obreros amaron el semanario porqué «los artículos no eran frías arquitecturas intelectuales, pero desobstruían nuestra discusión con los mejores obreros, creaban sentimientos, voluntad, pasiones reales de la clase obrera turinés [...] eran casi un prenderé atto de sucesos reales».

La Praxis

Apoya la huelga de abril de 1920, la ocupación de las fábricas del septiembre siguiente y la frustrada huelga de abril de 1921. Además polemiza contra la dirección del partido socialista, tanto contra los maximalistas como contra los reformistas, indica un programa que sacude la explícita aprobación de Lenin al II Congreso de la III Internacional comunista que pide la expulsión del partido de los reformista y de algunos maximalistas.

La Fundación del Partido Comunista de Italia (PCd'I)

La resolución de la Internacional comunista que pedía a los partidos socialistas el alejamiento de los reformistas y más en general de los gradualistas (de aquellos que pretendían la toma del poder político por la vía democrática electoral para efectuar las reformas sociales) fue desoída por el Partido Socialista Italiano. La aprobación del aval obtenido por los ordinovisti por parte de Lenin en el curso del II Congreso de la Internacional (organización a la cual el PSI había decidido de adherirse con el congreso de Bolonia en octubre de 1919) los vértices del PSI estaban en las manos de dirigentes formados en el viejo estado liberal, incapaces de comprender el momento crucial político-social de la posguerra.

Retrato de Gramsci en 1922.

En este sentido el fracaso de muchos obreros de agosto a septiembre de 1920 (no comprendido y por tanto duramente contrariado tanto por los dirigentes del Partido Socialista Italiano como por los vértices de la Confederación General del Trabajo), en este sentido el aislamiento de los ordinovistas del partido, y la escisión a la izquierda preparada en un congreso de facción en noviembre de 1920 en Imola.

La escisión tiene lugar el 21 de enero de 1921, en el Teatro San Marco de Livorno, con el nacimiento del Partido Comunista de Italia (PCI), sección italiana de la Internacional. En el comité central entran dos ordinovistas, Gramsci y Terracini, mientras el Ejecutivo está conformado por Amadeo Bordiga, Bruno Fortichiari, Luigi Repossi, Ruggiero Grieco y Umberto Terracini Desde el primero de enero de 1921 Gramsci dirige “L’Ordine Nuovo”, que se había convertido en uno de los diarios comunistas junto a “Il Lavoratore” de Trieste e “Il Comunista” de Roma, este último dirigido por Togliatti. La línea del partido es dictada por Bordiga, con el cual Gramsci no comparte sus posiciones sectarias, sin embargo, no tomó contra tales posiciones una explícita confrontación. En la dirección del periódico mira con respeto las posiciones de los católicos de izquierda de la corriente de Guido Miglioli del Partido popular, no tolera las tradicionales posiciones anticlericales del movimiento socialista, y confía al liberal Piero Gobetti la crítica teatral. No es electo diputado en las elecciones del 15 de mayo: no tiene capacidades oratorias, todavía es joven y tampoco su constitución física le facilita la apreciación de muchos electores.

Pesa, además, el abstencionismo bordiguiano que (en contraste con las mismas teorías leninistas de utilizar el parlamento para meter a nudo el carácter mistificador de las instituciones representativas) en nombre de una presunta pureza política no solo no quiere participar en la formación de la representación y a la vida parlamentaria del estado burgués pero evita la asunción de directas responsabilidades operativas, relegando en tal modo al partido en un sustancial inmovilismo con el efecto de desorientar a las masas.

Agotado el empuje revolucionario en los escenarios europeos se plantea una reacción política para enfrentar lo que sería necesario: que los partidos socialistas y comunistas hagan un frente común, pero Bordiga está en contra de todo acuerdo, también en contraste con la dirección de la Internacional, en el segundo congreso nacional comunista de Roma en marzo de 1922, una vez más Gramsci, pese a discrepar privadamente, no se expresa contra las posiciones de la mayoría bordiguiana.

Al fin de mayo parte rumbo a Moscú, designado para representar al partido italiano en el ejecutivo de la Internacional comunista. Llega ya enfermo y en el verano se recupera en un sanatorio para enfermedades nerviosas de Moscú. Aquí conoce a una paciente rusa, Eugenia Schucht, una violinista que había vivido algunos años en Italia y, a través de ella, a su hermana Julia (1894-1980), también ella violinista, que había permanecido varios años en Roma graduándose en el Liceo musical romano. Julia, de veintiséis años, es bella, alta, tiene un aspecto romántico; Gramsci es conquistado: recordará el «primer día que [...] no me atrevía entrar en tu habitación porque me habías intimidado [...] al día que partiste a pie y yo te acompañé a pie hasta la gran calle a lo ancho del bosque y me quede tanto tiempo detenido para verte alejarte sola, con tu carga de transeúnte, por la gran calle, hacía el mundo enorme y terrible [...] he pensado mucho en ti, que entraste en mi vida y me diste el amor y eso que siempre me había faltado y que me hacía malo y opaco.

Se casan en 1923 y tendrán dos hijos, Delio, el cinco de septiembre de 1924 y Juliano, el 30 de agosto de 1926.

De frente al advenimiento al poder de Mussolini, la Internacional establece que los comunistas italianos se fundan con la corriente socialista de los internacionalistas y ordenan la constitución de un nuevo ejecutivo, metiendo en minoría a Bordiga, todavía contrario a todo acuerdo. Pero, mientras tanto, en Italia, son arrestados en febrero de 1923, tanto Bordiga como los representantes del nuevo ejecutivo. Gramsci permanece así como el máximo dirigente del partido y en noviembre se transfiere a Viena para seguir de más cerca la situación italiana.

Diputado del parlamento

Es electo diputado en las elecciones del 6 de abril y puede volver a entrar en Roma, protegido de la inmunidad parlamentaria, el 12 de mayo de 1924. En el mismo mes, en los alrededores de Como, se realiza una convención ilegal de los dirigentes de las federaciones comunistas italianas: los delegados se fingen dependientes de una empresa milanesa turística en excursión. Con todos los discursos públicos fascistas e himnos a Mussolini, discuten la táctica del partido y la línea de Bordiga, aunque excluida del Ejecutivo, resulta todavía mayoritaria.

El 10 de junio un grupo fascista rapta y mata al diputado socialista Giacomo Matteotti, parece que el fascismo está por derrumbarse por la indagación moral que en aquellos tiempos atraviesa el país, pero no es así; la oposición parlamentaria escoge la línea estéril de abandonar el Parlamento: los liberales esperan un apoyo de la Corona que no viene, los católicos son hostiles tanto con los fascista como con los socialistas y éstos últimos son hostiles a todos, comunistas incluidos; la oposición del Aventino, según Gramsci, no tiene voluntad de actuar: tiene un «miedo increíble que nosotros tomamos de la mano y luego maniobra para obligarnos a abandonar la reunión».

A pesar de las divisiones de la oposición antifascista, Gramsci cree que la caída del régimen era inminente: el fascismo «ha logrado constituir una organización de masa de la pequeña burguesía. Es la primera vez en la historia que esto se verifica. La originalidad del fascismo consiste en el haber encontrado la forma adecuada de organización para una clase social que ha sido siempre incapaz de tener una buena relación y una ideología adecuada» Pero, según él, «las clases medias que habían puesto en el fascismo todas sus esperanzas fueron arrolladas [...] El Partido fascista no logrará jamás volverse un partido normal de gobierno, Mussolini no posee del estadista y del dictador algunas cosas más que algunas pintorescas poses exteriores; él no es un elemento de la vida nacional, es un fenómeno del folclor campirano, destinado a pasar a la historia en el orden de las diversas máscaras provinciales italianas, más que en el orden de los Cromwell, de los Bolívar, de los Garibaldi».

Se engaña, porque la inercia de la oposición no es capaz de dar alternativas a aquel bloque social y los fascistas retoman valor y sobre todo las violencias grupales; en una de las tantas muestras violentas es agredido Gobetti; cuando, el 13 de septiembre, el militante comunista Giovanni Corvi, para vengar la muerte de Matteotti, mata en un tren al diputado fascista Armando Casalini, la represión se incrementa.

El 20 de octubre Gramsci propone vanamente que la oposición aventiniana se constituya en Antiparlamento, el 26 parte para Cerdeña, para intervenir en el congreso regional del partido y para volver a ver a sus familiares. El 6 de noviembre se despide de su madre, sin saber que jamás la volvería a ver.

El 12 de noviembre de 1924 el diputado comunista Luigi Repossi vuelve a entrar en el Parlamento, donde se sientan solo los diputados fascistas y sus aliados, para conmemorar a Matteotti, y el 26 vuelve a entrar todo el grupo parlamentario comunista

El 27 de diciembre de 1924 el cotidiano Il Mondo publica las declaraciones de Cesare Rossi, ya jefe de la oficina de correos de Mussolini, a propósito del delito Matteotti «Todo cuanto ha sucedido ha ocurrido siempre por la voluntad directa o por la aprobación o por la complicidad del Duce» y el 3 de enero de 1925 Mussolini, en un discurso que se hizo famoso, declara en la Cámara que asumía «la responsabilidad política, moral, histórica de todo aquello que había ocurrido», dando camino a una nueva acción de represión.

De febrero a abril de 1925 Gramsci se encuentra en Moscú para conocer finalmente al hijo Delio y volver a encontrarse con su esposa. El 16 de mayo, en Italia, realiza su primer –y único discurso en el parlamento, delante del ex compañero de partido Mussolini, con el pretexto de golpear la Masonería, el gobierno había predispuesto un diseño de ley para disciplinar las actividades de asociaciones, entes e institutos: según Gramsci «con esta ley ustedes esperan impedir el desarrollo de grandes organizaciones obreras y campesinas [...] ustedes pueden conquistar al estado, pueden modificar los códigos, pueden tratar de impedir a las organizaciones de existir con la forma bajo la cual han existido hasta ahora, pero no podrán prevalecer sobre las condiciones objetivas con la cuál están obligados a moverse. Ustedes no harán otra cosa que obligar al proletariado a buscar un camino diferente [...] las fuerzas revolucionarias italianas no se dejaran aplastar, vuestro turbio sueño no llegará a realizarse».

El Congreso de Lyon

Del 20 al 26 de enero de 1926 se desarrolla clandestinamente en Lyon el III Congreso del Partido donde la mayoría que tiene como líder a Gramsci presenta sus tesis congresionales.

Con un capitalismo débil y la agricultura como base de la economía nacional, en Italia permanece el compromiso entre industriales del norte y propietarios inmobiliarios del sur, perpetuándose los daños de la mayoría. El proletariado, en cuanto fuerza social homogénea y organizada respecto a la pequeña burguesía urbana y rural, que tiene intereses diferenciados, viene visto, en sus tesis, como el único elemento que tenga una función unificadora de toda la sociedad.

Según Gramsci el fascismo no es, como sostiene Bordiga, la expresión de toda la clase dominante sino que es el producto político de la burguesía urbana y agraria que ha entregado el poder a la alta burguesía, y su tendencia imperialista es la expresión de la necesidad, de parte de las clases industriales y agrarias «de encontrar fuera del campo nacional los elementos para la solución de la crisis de la sociedad italiana» que sin embargo permite, por su naturaleza opresora y reaccionaria, una solución revolucionaria de las contradicciones sociales y políticas, las dos fuerzas sociales idóneas para dar lugar a esta solución están el proletariado del norte y los campesinos del mediodía. Para alcanzar este fin, el partido será bolchevizado, es decir, organizado por células de fábrica y disciplinado negando en su interior la posibilidad de la existencia de las fracciones.

El congreso aprueba las tesis por mayoría absoluta y elige al Comité General con Gramsci como secretario del Partido.

La Cuestión Meridional

Cuando regresa a Roma, pasa algunos meses con la familia. Su esposa, que espera al segundo hijo Giuliano, deja Italia el 7 de agosto de 1926, mientras la cuñada Eugenia regresa a Moscú el mes siguiente con el hijo Delio; Gramsci escribe del hijo que «me parece que ahora inicia para él una fase muy importante, aquella donde deja los recuerdos más tenaces, porque durante su desarrollo se conquista el mundo grande y terrible». Pero no será jamás parte de los recuerdos del hijo, éste no lo verá más.

En septiembre comienza a escribir un ensayo sobre la cuestión meridional, en la cual analiza los años del desarrollo político italiano desde 1894, año de los movimientos campesinos sicilianos, seguido de la insurrección de Milán de 1896, reprimida a cañonazos por el gobierno. Según Gramsci, la burguesía italiana, personificada políticamente por Giovanni Giolitti, de frente a la intolerancia de las clases marginadas de los campesinos meridionales y de los obreros del norte, más bien que alearse con las fuerzas agrarias, cosa que habría debido comportar una política de libre cambio y de bajos precios industriales, escoge el bloque industrial – obrero, con un consiguiente proteccionismo aduanal unido a concesión de libertades sindicales.

De frente a la persistencia de la oposición obrera, se manifiesta también contra los dirigentes socialistas reformistas, Giolitti buscó un acuerdo con los campesinos católicos del centro-norte. El problema es entonces, para Gramsci, una política de oposición que rompa la alianza burguesa-campesina, haciendo convergir a estos últimos en una alianza con la clase obrera.

La sociedad meridional, según Gramsci, está constituida por tres clases fundamentales: jornaleros y campesinos pobres, políticamente inconscientes; pequeños y medios campesinos que no trabajan la tierra pero que de las cuales obtienen una renta que les permite vivir en la ciudad, normalmente como empleados estatales, los cuales desprecian y temen al trabajador de la tierra y hacen de intermediarios al consenso entre campesinos pobres y la tercera clase, aquella de los grandes terratenientes, que a su vez contribuyen a la formación de la intelectualidad nacional, con personalidad del valor de Benedetto Croce y de Giustino Fortunato y son, aquellos, los principales y más refinados defensores de la conservación de este bloque agrario.

Para poder despedazar este bloque se necesitaría de la formación de una clase de intelectuales medios que interrumpan el flujo del consenso entre las dos clases extremas favoreciendo así la alianza entre campesinos pobres el y proletariado urbano.

El Arresto, el proceso y la cárcel

Escribe una carta al comité central del partido bolchevique en el cual, después de la muerte de Lenin, inició una lucha entre las diversas corrientes: «hoy ustedes están destruyendo vuestra propia obra y corren el riesgo de anular la función dirigente que el partido comunista de la URSS había conquistado [...] vuestros deberes rusos pueden y deben ser llevados a cabo sólo en el cuadro de los intereses del proletariado internacional». Pero Togliatti, delegado del PCI en Moscú, prefiere no entregar la carta. Esto creo un conflicto entre Gramsci y Togliatti que nunca se resolvió en su totalidad.

El 31 de octubre de 1926 Mussolini sufre en Bolonia un atentado sin consecuencias personales, que es utilizado como pretexto para eliminar los últimos residuos de democracia: el 5 de noviembre el gobierno disuelve los partidos políticos de oposición y suprime la libertad de prensa. El 8 de noviembre, en violación de la inmunidad parlamentaria, Gramsci es arrestado en su casa y encerrado en la cárcel de Regina Coeli. Después de un periodo confinamiento en Ustica, el 7 de febrero de 1927 es encerrado en la cárcel milanesa San Vittore.

El proceso a veintidós imputados comunistas, entre los cuales incluían a Umberto Terracini, Mauro Scoccimarro, Giovanni Roveda y Ezio Riboldi, inicia en Roma el 28 de mayo de 1928; el presidente del Tribunal Especial Fascista, instituido el 7 de febrero de 1927, es el general Alessandro Saporiti y tiene por jurados cinco cónsules de la milicia fascista. Gramsci es acusado de actividad conspirativa, instigación a la guerra civil, apología de rato e incitación al odio de clase.

El ministerio público Michele Isgrò, en conclusión de su requisitoria, declara que «por veinte años debemos impedir a este cerebro funcionar» y de hecho Gramsci, el 4 de junio, es condenado a veinte años, cuatro meses y cinco días de reclusión; el 19 de julio alcanza la cárcel de Turín, en la provincia de Bari. El mismo médico de la cárcel de Turín llegó a decir a Gramsci que su misión como médico fascista no era mantenerlo con vida.

El 8 de febrero de 1929 obtiene finalmente lo necesario para escribir e inicia la escritura de sus Quaderni del carcere. Desde 1931 Gramsci sufre una grave enfermedad, el mal de Pott, además de principios de tuberculosis y de arteriosclerosis, por todo esto puede obtener una celda individual, trata de reaccionar a la detención estudiando y elaborando sus propias reflexiones políticas, filosóficas e históricas, sin embargo las condiciones de salud empeoran y en agosto Gramsci tiene una imprevista y grave hemorragia.

Tumba de Gramsci en Roma.

El 30 de diciembre de 1932 muere su madre y los familiares prefieren no informarle. El 7 de marzo de 1933 tiene una segunda crisis grave, con alucinaciones y delirios: En París se constituye un comité, del cual forman parte, ente otros, Romain Rolland y Henri Barbusse, para obtener su liberación junto con la de otros detenidos políticos, pero sólo hasta el 19 de noviembre Gramsci es transferido a la enfermería de la cárcel de Civitavecchia y el 7 de diciembre a la clínica del doctor Cusumano en Formia, vigilado tanto desde la recamara como desde el exterior.

El 25 de octubre de 1934 es acogida por Mussolini la petición de libertad condicional pero no es libre de moverse, en tanto que se le impide ir a curarse a otro lugar ya que el gobierno temía una fuga; solo el 24 de agosto de 1935 puede ser transferido en la clínica “Quisisana” de Roma. Está en graves condiciones: además del morbo de Pott, a la tisis y a la arteriosclerosis, sufre de hipertensión y de gota.

El 21 de abril de 1937 Gramsci adquiere la plena libertad pero está ya gravísimo en el hospital: muere al alba del 27 de abril, con apenas cuarenta y seis años, de hemorragia cerebral. Según afirma un oficial de la Santa Sede, antes de morir se convirtió al catolicismo y en el lecho de muerte pidió los sacramentos. El presidente de la Fundación Instituto Gramsci afirma que no hay ningún documento que acredite este hecho.[1] Este oficial de la Curia Romana cita el testimonio de una monja que prestaba sus servicios en el hospital en que Gramsci murió. Al parecer -según su versión- también pidió que le trajeran una imagen del Niño Jesús y la besó conmovido.[2] Por su parte su hermano Carlo Gramsci tiene una versión distinta. Afirma que estaba presente en su muerte y relata: «Tras el último intento por parte de las monjas para que se convirtiera, reaccionó girándose hacia el muro» [cita requerida]. Incinerado, al día siguiente se efectúan los funerales, a los cuales participan sólo el hermano Carlos y la cuñada Tatiana: Las cenizas fueron inhumadas en el Cementerio de Verano y de aquí transferidas al cementerio acatólico de Roma.

Obras

Los 32 Cuadernos de cárcel, de complejas 2.848 páginas, no fueron destinadas para ser publicadas, contienen reflexiones y apuntes elaborados durante su reclusión, iniciados el 8 de febrero de 1929, fueron definitivamente interrumpidas en agosto de 1935 a causa de la gravedad de su salud. Fueron enumerados, sin tener en cuenta su cronología, por su cuñada Tatiana Schucht que, junto con Piero Sraffa, logró sustraerlos de las inspecciones policíacas y entregarlas al banquero Raffaele Mattioli, secreto financiador de las redacciones de Gramsci, el cual las confió en Moscú a Palmiro Togliatti y a los otros dirigentes comunistas italianos.

Después del final de la guerra los Cuadernos, revisados por Felice Platone, fueron publicados por la casa editora Einaudi – unidas a sus Cartas de cárcel remitidas a los familiares – en seis volúmenes, ordenados por argumentos homogéneos, con los títulos:

  • El materialismo Histórico y la filosofía de Benedetto Croce (1948)
  • Los intelectuales y la organización de la cultura (1949)
  • Il Risorgimento (1949)
  • Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno (1949)
  • Literatura y vida nacional (1950)
  • Pasado y Presente (1951)

En 1975 los Cuadernos fueron publicados con edición de Valentino Gerratana según el orden cronológico de su elaboración. Fueron recogidos en volumen también todos los artículos escritos por Gramsci en el Avanti!, en el Grido del popolo y en el Ordine nuovo.

En 2010, Ediciones Godot publicó Las maniobras del Vaticano, una recopilación de sus notas dedicadas exclusivamente a estudiar la relación entre Iglesia y Estado e Iglesia y Occidente, y su injerencia en la economía, la cultura y la política de la sociedad.

Contribuciones

En prisión escribió 30 libretas de historia y análisis conocidos como Los cuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere), que incluyen su recuento de la historia italiana y el nacionalismo, así como ideas sobre teoría marxista, teoría educativa y de crítica.

Hegemonía / bloque hegemónico

Se le conoce principalmente por la elaboración del concepto de hegemonía y bloque hegemónico, así como por el énfasis que puso en el estudio de los aspectos culturales de la sociedad (la llamada "superestructura", en la metáfora de Marx) como elemento desde el cual se podía realizar una acción política y como una de las formas de crear y reproducir la hegemonía.

Conocido en algunos espacios como el "marxista de las superestructuras", Gramsci atribuyó un papel central al agenciamiento infraestructura (base real de la sociedad, que incluye: fuerzas de producción y relaciones sociales de producción)/superestructura ("ideología", constituida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una sociedad), a partir del concepto de "bloque hegemónico".

Según ese concepto, el poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado, pues si así lo fuera dicho poder sería relativamente fácil de derrocar (bastaría oponerle una fuerza armada equivalente o superior que trabajara para el proletariado); dicho poder está dado fundamentalmente por la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. A través de estos medios, las clases dominantes "educan" a los dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así su potencialidad revolucionaria. Así, por ejemplo, en nombre de la "nación" o de la "patria", las clases dominantes generan en el pueblo el sentimiento de identidad con aquellas, de unión sagrada con los explotadores, en contra de un enemigo exterior y en favor de un supuesto "destino nacional". Se conforma así un "bloque hegemónico" que amalgama a todas las clases sociales en torno a un proyecto burgués.

La hegemonía es el concepto que permite comprender el desarrollo de la historia italiana y del Resurgimento particularmente, que habría podido asumir un carácter revolucionario si hubiese adquirido el apoyo de vastas masas populares, en particular de los campesinos, que constituían la mayoría de la población. El límite de la revolución burguesa en Italia consistió en no ser guiada por un partido jacobino, como en Francia, donde el campesinado, apoyando la revolución, fue decisivo para la derrota de las fuerzas de la reacción aristocrática.

El partido político más avanzado fue el Partido de Acción, el partido de Manzini y Garibaldi, que no tuvo sin embargo la capacidad de plantear el problema de la alianza de las fuerzas burguesas progresistas con el campesinado: Garibaldi en Sicilia distribuyó las tierras a los campesinos, pero “los movimientos de insurrección de los campesinos contra los barones fueron despiadadamente aplastados y fue creada la guardia nacional anticampesina.

Si el Partido de Acción fue un elemento progresista en las luchas del Risorgimento, no representó la fuerza dirigente, porque fue guiado por los moderados, tanto que los cavourianos supieron meterse a la cabeza de la revolución burguesa, absorbiendo tanto a los radicales como a sus adversarios. Esto sucede porque los moderados cavourianos tuvieron una relación orgánica con sus intelectuales, como con sus políticos, terratenientes y dirigentes industriales. Las masas populares fueron pasivas en la realización del compromiso entre los capitalistas del norte y los latifundistas del sur.

La supremacía de un grupo social se manifiesta en dos modos, como dominio y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a someter hasta con la fuerza armada y es dirigente de grupos afines y aleados. Un grupo social puede y debe ser dirigente desde antes de conquistar el poder gubernamental (ésta es una de las condiciones principales para la misma conquista del poder); después, cuando ejercita el poder… se vuelve dominante pero debe continuar siendo dirigente.

La función de Piamonte en el proceso del Risorgimento fue aquella de clase dirigente, aunque existían en Italia núcleos de clase dirigente favorables a la unificación, “estos núcleos no querían dirigir nada, o sea no querían acordar sus intereses y aspiraciones con los intereses y aspiraciones de otros grupos. Querían dominar, no dirigir y todavía: querían que sus intereses dominaran, no sus propias personas, es decir, querían que una fuerza nueva, independiente de todo compromiso y condición, se volviese árbitra de la Nación: esta fuerza fue Piamonte”, que tuvo una función comparable a la de un partido.

“Este hecho es de la máxima importancia para el concepto de revolución pasiva, pues no fue un grupo social el dirigente de otros grupos, sino un estado, sea pues limitado como potencia, sea el dirigente del grupo que debería ser dirigente y pueda poner a disposición de éste un ejército y una fuerza político-diplomática… Es uno de los casos en los cuales se tiene la función de dominio y no de dirigencia de estos grupos, dictadura sin hegemonía...

Las Clases subalternas

Placa conmemorativa de Gramsci en Moscú.

La hegemonía es, por lo tanto, el ejercicio de las funciones de dirección intelectual y moral unida a aquella del dominio del poder político. El problema para Gramsci está en comprender cómo puede el proletariado o en general una clase dominada, subalterna, volverse clase dirigente y ejercitar el poder político, o convertirse en una clase hegemónica.

La crisis de la hegemonía se manifiesta cuando, aunque manteniendo el propio dominio, las clases sociales políticamente dominantes no logran más ser dirigentes de todas las clases sociales, o sea no logran resolver los problemas de toda la colectividad e imponer a toda la sociedad la propia compleja concepción del mundo. La clase social subalterna si logra indicar concretas soluciones a los problemas dejados irresueltos se vuelve dirigente e, incrementando su propia cosmovisión también a otros estratos sociales, crea un nuevo bloque social, volviéndose hegemónico. El momento revolucionario aparece inicialmente, según Gramsci, a nivel de superestructura, en sentido marxista, es decir, político, cultural, ideal, moral, pero traspasa a la sociedad en su complejidad, embistiendo hasta su estructura económica, o sea embistiendo a todo el bloque histórico, término que para Gramsci indica el conglomerado de la estructura y de la superestructura, las relaciones sociales de producción y sus reflejos ideológicos.

En Italia, el eclases dominantes es y ha sido parcial: entre las fuerzas que contribuyen a la conservación del bloque social están la Iglesia católica, que se bate para mantener la unión doctrinal en modo de evitar entre los fieles fracturas irremediables que sin embargo existen y que aquélla no está en grado de subsanar, pero solo de controlar: “La Iglesia romana ha sido siempre la más tenaz en a lucha para impedir que oficialmente se formen dos religiones, aquella de los intelectuales y aquella de las almas simples”, una lucha que si bien, ha tenido también graves consecuencias, conectadas “al proceso histórico que transforma toda la sociedad civil y que en bloque contiene una crítica corrosiva de las religiones”, ha sin embargo hecho resaltar “la capacitad organizadora en la esfera de la cultura del clero” que ha dado “ciertas satisfacciones a las exigencias de la ciencia y de la filosofía, pero con un ritmo tan lento y metódico que las mutaciones no son percibidas por la masa de los simples, aunque ellas parezcan revolucionarias y demagógicas a los integralistas”

Tampoco la cultura de sello idealista, al tiempo de Gramsci, dominante y ejercitada por las escuelas filosóficas crocianas y gentilianas, no ha “sabido crear una unidad ideológica entre el bajo y el alto, entre los simples y los intelectuales”, tanto que esta cultura, aunque considerando la religión una mitología, no ha ni siquiera “intentado construir una concepción que pudiese sustituir la religión en la educación infantil”, y estos pedagogos, aunque sin ser religiosos, ni confidenciales y ateos, “conceden la enseñanza de la religión porque la religión es la filosofía de la infancia de la humanidad, que se renueva en cada infancia no metafórica”. También la cultura laica “dominante” utiliza pues la religión, porque no se pone el problema de elevar a las clases populares al nivel de aquél dominante pero, al contrario, quiere mantenerla en una posición subalterna.

Conciencia de Clase

Opuesta a la de la Iglesia y del idealismo italiano está la posición del marxismo, que “no tiende a mantener los simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino conducirlos a una concepción superior de la vida”. Esto afirma la exigencia del contacto entre aquellos hombres que cumplen la función social de intelectuales y aquellos que no, para “construir un bloque intelectual y moral que haga políticamente posible un progreso intelectual de masa y no solo de escasos grupos intelectuales.

El hombre activo – o sea la clase obrera, - escribe Gramsci, “no tiene una clara conciencia teórica de su forma de obrar… su conciencia teórica hasta puede estar en contraste con su forma de obrar”; él obra prácticamente y en el mismo tiempo tiene una conciencia teórica heredada del pasado, acogida por lo más en un modo acrítico. La real comprensión crítica de sí mismo ocurre “a través de una lucha de hegemonías políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, luego de la política para llegar a una elaboración superior de la propia concepción real”. La conciencia política, es decir el ser parte de una determinante fuerza hegemónica, “es la primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia donde teoría y práctica finalmente se unen.

Pero autoconciencia crítica significa creación de una elite de intelectuales, porque para distinguirse y hacerse independientes se necesita organización, y no existe tal sin intelectuales, “un estado de personas especializadas en la elaboración conceptual y filosófica”.

El Partido Político

Maquiavelo ya indicaba que en los modernos Estados unitarios europeos la experiencia que Italia habría de hacer propia para superar la dramática crisis emergida de las guerras que devastaron la península desde finales del siglo XV. El príncipe de Maquiavelo “no existía en la realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, pero era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, del condotiero ideal; pero los elementos pasionales, míticos… se reasumen y se convierten vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe realmente existente.

En los tiempos de Maquiavelo Italia no tuvo una monarquía absoluta que unificase la nación, porque, según Gramsci, en la disolución de la burguesía comunal se creó una situación interna económico-corporativa, políticamente “la peor de las formas de sociedad feudal, la forma menos progresiva y más estancada; faltó siempre, y no podía constituirse, una fuerza jacobina eficiente, la fuerza precisa que en las otras naciones ha suscitado y organizado la voluntad colectiva nacional-popular y ha fundado los estados modernos”.

A esta fuerza progresiva se opuso en Italia la “burguesía rural, herencia del parasitismo dejado en los tiempos modernos por la derrota, como clase, de la burguesía comunal”. Las fuerzas progresivas son los grupos sociales urbanos con un determinado nivel de cultura política, pero no será posible la formación de una voluntad colectiva nacional-popular, “si las grandes masas de campesinos trabajadores no irrumpen simultáneamente en la vida política. Eso entendía Maquiavelo a través de la reforma de la milicia, eso hicieron los jacobinos en la Revolución francesa; Comprendiendo esto se identifica un jacobinismo precoz en Maquiavelo.... “.

Modernamente, el Príncipe invocado por Maquiavelo no puede ser un individuo real, concreto, sino un organismo y “este organismo está ya dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la cual se reasumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a volverse universales y totales”; el partido es el organizador de una reforma intelectual y moral, que concretamente se manifiesta con un programa de reforma económica, volviéndose así “la base de un laicismo moderno y de una completa laicización de toda la vida y de todas las relaciones de costumbre”.

Para que un partido exista, y se vuelva históricamente necesario, deben confluir en él tres elementos fundamentales:

  • "Un elemento difuso, de hombres comunes, medios, cuya participación sea ofrecida por la disciplina y por la fidelidad, no por el espíritu creativo y altamente organizativo... ellos son una fuerza en cuanto hay quien los centraliza, organiza, disciplina, pero en ausencia de esta fuerza cohesiva se esparcirían y se anularían en un polvillo impotente...”.
  • “El elemento cohesivo principal... dotado de fuerza altamente cohesiva, centralizadora y disciplinadora y también, más bien tal vez por esto, inventiva... con sólo este elemento no formarían un partido, sin embargo lo formarían más que el primer elemento considerado. Se habla de capitanes sin ejército, pero en realidad es más fácil formar un ejército que a los capitanes.
  • “Un elemento medio, que articule el primer con el segundo elemento, que los meta en contacto, no sólo física, sino moral e intelectualmente...”.

Los Intelectuales

Para Gramsci, todos los hombres son intelectuales, considerando que “no hay actividad humana de la cual se pueda excluir de toda intervención intelectual, no se puede separar al homo faber del homo sapiens” en cuanto, independientemente de su profesión específica, cada quien es a su modo “un filósofo, un artista, un hombre de gusto, participa de una concepción del mundo, tiene una consciente línea moral” pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales.

Históricamente se forman categorías particulares de intelectuales, “especialmente en conexión con los grupos sociales más importantes y sufren elaboraciones más extensas y complejas en conexión con el grupo social dominante”. Un grupo social que tiende a la hegemonía lucha “por la asimilación y la conquista ideológica de los intelectuales tradicionales... tanto más rápida y eficaz cuanto más el grupo dado elabora simultáneamente los propios intelectuales orgánicos”.

El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, “los periodistas, que retienen ser literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos intelectuales”, mientras modernamente es la formación técnica la que sirve para formar la base del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador, persuasor”, que debe llegar “de la técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece especialista y no se vuelve dirigente”. El grupo social emergente, que lucha por conquistar la hegemonía política, tiende a conquistar la propia ideología intelectual tradicional mientras, al mismo tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos.

La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que mantiene con el grupo social al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las ideologías necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de las grandes masas de la población a las decisiones del grupo social dominante – que en la sociedad política o estado, donde se ejercita el “dominio directo o de mando que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como “los apostadores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político”.

Como el Estado, en la sociedad política, tiene a unificar a los intelectuales tradicionales, con aquellos orgánicos, así en la sociedad civil y el partido político, todavía más completa y orgánicamente que el Estado, elabora “los propios componentes, elementos de un grupo social nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral, civil y política”.

Los intelectuales y la educación

Gramsci estudió extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad. Afirmó por un lado que todos los hombres son intelectuales, en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y racionales, pero al mismo tiempo consideraba que no todos los hombres juegan socialmente el papel de intelectuales. Según Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y organizadores involucrados en las tarea práctica de construir la sociedad.

También distinguía entre la intelligentsia tradicional, que se ve a sí misma (erróneamente) como una clase aparte de la sociedad, y los grupos de pensadores que cada clase social produce 'orgánicamente' de sus propias filas. Dichos intelectuales 'orgánicos' no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas, sino más bien 'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las masas no pueden articular por sí mismas. La necesidad de crear una cultura obrera se relaciona con el llamado de Gramsci por una educación capaz de desarrollar intelectuales obreros, que compartan la pasión de las masas. Su sistema educativo puede ser definido dentro del ámbito de la pedagogía crítica y la educación popular teorizado y practicado más contemporáneamente por el brasileño Paulo Freire.

Literatura Nacional Popular

Si los intelectuales pueden ser mediadores de cultura y de consenso hacia los grupos sociales, una clase políticamente emergente debe valerse de intelectuales orgánicos, para la valoración de sus valores culturales, hasta poder imponerlos a la sociedad entera.

Estando siempre ligados a las clases dominantes, obteniendo seguido honores y prestigio, los intelectuales italianos no se pueden sentir nunca orgánicos, siempre han rechazado, en nombre de su abstracto cosmopolitismo, cada vínculo con el pueblo, del cual no han querido nunca reconocer las exigencias ni interpretar las necesidades culturales.

Desde el siglo XIX en Europa se ha asistido a un florecimiento de la literatura popular, desde los romances de apéndice de Sue o de Pierre Alexis Ponson du Terrail, a Alejandro Dumas, a los cuentos policíacos ingleses y americanos, con mayor dignidad artística, a las obras de Chesterton y de Dickens, a aquellas de Víctor Hugo, de Zola y de Balzac, hasta las obras maestras de Dostoievski y de Tolstoi. Nada de esto ha ocurrido en Italia: Aquí la literatura no se ha difundido y no ha sido popular, por la carencia de “un bloque nacional intelectual y moral” al grado que “el elemento intelectual indígena es más extranjero que los extranjeros de frente al pueblo-nación”.

El público italiano busca su literatura en el extranjero porque la siente más suya que aquella nacional: es ésta la demostración del desapego, que hay en Italia, entre público y escritores. “Cada pueblo tiene su literatura, pero ella puede llegar desde otro pueblo... puede estar subordinado a la hegemonía intelectual y moral de otros pueblos. Es esta la paradoja más estridente para muchas tendencias monopólicas de carácter nacionalista y represivo: que mientras se construyen planos grandiosos de hegemonía, no se dan cuenta de ser objeto de hegemonías extranjeras; así como, mientras se hacen planos imperialistas, en realidad se es objeto de otros imperialismos”.

Permanecieron famosas las notas de Gramsci sobre Manzoni: el escritor más competente, más estudiado en las escuelas y en teoría el más popular, es una demostración del carácter no nacional-popular de la literatura italiana. “El carácter aristocrático del catolicismo manzoniano aparece en la compasión chistosa hacia las figuras de hombres del pueblo (eso que no aparece en Tolstoi), como fra Galdino (en confrontación con frate Cristoforo), el sastre, Renzo, Agnese, Perpetua, la misma Lucía... los pueblerinos, para Manzoni, no tienen vida interior, no tienen personalidad moral profunda, ellos son animales y Manzoni el benévolo hacia ellos, justamente como la benevolencia de una sociedad católica de protección de animales.... nada del espíritu popular de Tolstoi, es decir, del espíritu evangélico del cristianismo primitivo.

La postura de Manzoni hacia sus pueblerinos es la postura de la Iglesia Católica hacia el pueblo: de condescendiente benevolencia, no de inmediatez humana... ve con ojo severo todo el pueblo, mientras ve con ojo severo la mayoría de aquellos que no son pueblo, él encuentra magnanimidad, otros pensamientos, grandes sentimientos, solo en algunos de la clase alta, en ninguno del pueblo... no hay pueblerino que no sea burlado y ridiculizado... Vida interior tienen solo los señores: fra Cristoforo, el Borromeo, el Innominado, el mismo Don Rodrigo... La importancia que tiene la frase de Lucía en la turbación de la conciencia del Innominado, y en el secundar la crisis moral, es de carácter no iluminante y fulgurante como la aportación del pueblo, fuente de vida moral y religiosa en Tolstoi, pero mecánico y de carácter silogístico... Su postura hacia el pueblo no es popular-nacional, sino aristocrática.

Una clase que mueva a la conquista de la hegemonía no puede no crear una nueva cultura, que es ella misma expresión de una nueva vida moral, un nuevo modo de ver y representar la realidad; naturalmente, no se crean artificialmente artistas que interpreten este nuevo mundo cultural, pero “un nuevo grupo social que entra en la vida histórica con postura hegemónica, con una seguridad de sí que antes no tenía, no puede no suscitar desde su seno personalidad que antes no hubiera encontrado una fuerza suficiente para expresarse plenamente...”. En tanto, en la creación de una nueva cultura, es parte la crítica de la cultura literaria presente, y Gramsci ve en la crítica desarrollada por Francesco De Sanctis un ejemplo privilegiado: “La crítica de De Sanctis es militante, no frígidamente estética, es la crítica de un periodo de luchas culturales, de contrastes entre concepciones de la vida antagonistas. La análisis del contenido, la crítica de la estructura de las obras, es decir, de la coherencia lógica e histórica actual de las masas de sentimientos representados artísticamente, están vinculados a esta lucha cultural: justamente en eso parece que consista la profunda humanidad y el humanismo, de De Sanctis... que tiene firmes convencimientos morales y políticos y no los esconde...”

Para Gramsci, una crítica literaria debe fusionar, como De Sanctis hizo, la crítica estética con la lucha por una cultura nueva, criticando la costumbre, los sentimientos y las ideologías expresadas en la historia de la literatura, individualizando las raíces en la sociedad en los cuales los escritores se encuentran para operar. No por casualidad, Gramsci proyecta en su cuadernos un ensayo que intitula “los sobrinitos de padre Bresciani”: Antonio Bresciani (1798-1862), jesuita, fundador de la revista “La Cultura Católica”, fue un escritor de novelas populares de impronta reaccionaria; uno de ellos, El hebreo de Verona, fue reprimido en un célebre ensayo de De Sanctis. Los sobrinitos del padre Bresciani son los intelectuales y los literatos contemporáneos portadores de una ideología reaccionaria.

Entre los “sobrinitos” Gramsci individualiza, además a muchos escritores ya olvidados, Antonio Beltramelli, Ugo Ojetti, Alfredo Panzini, Goffredo Bellonci, Massimo Bontempelli, Umberto Fracchia, Adelchi Baratono (“el agnosticismo del Baratono no es otra cosa que bellaquería moral y civil... Baratono teoriza solo la propia impotencia estética y filosófica y la propia conejería”), Riccardo Bacchelli ("en Bachelli hay mucho brescianismo, no solo socio-político, pero también literario: la Ronda fue una manifestación de jesuitismo artístico), Salvatore Gotta, Giuseppe Ungaretti; escribe que "la vieja generación de intelectuales ha fracasado (Papini, Prezzolini, Soffici, etc.) pero ha tenido una juventud. La generación actual no tiene, ni siquiera esta edad de las brillantes promesas Titta Rosa, Angioletti, Malaparte, etc.). Asnos brutos desde pequeños".

La Crítica a Croce

Pariente del filósofo neo-hegeliano Bertrando Spaventa, alumno del hermano de éste, Silvio Benedetto Croce llega al idealismo, a través del marxismo de Antonio Labriola, al fin del siglo XIX, en el momento en el cual, en Europa, se afirma el revisionismo del marxismo por obra de la corriente socialdemócrata alemana guiada por Eduard Bernstein y desde aquí, al revisionismo socialista italiano de Bissolati y Turati.

Para Gramsci, Croce, que nunca ha sido socialista, otorga a la burguesía italiana los instrumentos culturales más refinados para delimitar los límites entre los intelectuales y la cultura italiana, por una parte, y el movimiento obrero y socialista por la otra.

Croce combate el marxismo tratando de negar la validez del elemento que él señala como decisivo: el referente a la economía; El Capital de Marx sería para él una obra de moral y no de ciencia, un intento de demostrar que la sociedad capitalista es inmoral, diferente de la comunista, en la cual se realizaría la moralidad plena humana y social. La carencia de cientificidad de la obra maestra de Marx estaría demostrada por el concepto de plusvalía: para Croce, solo desde un punto de vista moral se puede hablar de plusvalía, respecto al valor, legítimo concepto económico.

Esta crítica de Croce es, para Gramsci, un simple sofisma: el plusvalía es ese mismo valor, es la diferencia entre el valor de las mercancías producidas por el trabajador y el valor de la fuerza de trabajo del trabajador mismo. La teoría del valor de Marx se deriva directamente de la del economista inglés David Ricardo, cuya teoría del valor-trabajo «no levantó ningún escándalo cuando fue expresada, porque entonces no representaba ningún peligro, aparecía sólo, como era, una constatación puramente objetiva y científica. El valor polémico y de educación moral y política, sin perder nunca su objetividad, debía adquirirla sólo con la Economía Crítica [El Capital]»

Si la filosofía crociana se presenta como historicismo, es decir, para Croce la realidad es historia y todo lo que existe es necesariamente histórico, pero, conforme a la naturaleza idealista de su filosofía, la historia es la historia del espíritu y por lo tanto es historia de abstracciones, es historia de la libertad, de la cultura, del progreso, es una historia especulativa, no es la historia concreta de las naciones y de las clases.

«La historia especulativa puede ser considerada como un retroceso, en formas literarias hechas con más astucia y menos ingenuas, que el desarrollo de la capacidad crítica, con formas de historia en descrédito, como vacíos y retóricos y registrados en diversos libros del mismo Croce. La historia ético-política, en cuanto prescinde del concepto de bloque histórico [unión de estructura y supraestructura en sentido marxista], en cuyo contenido económico-social y forma ético-política se identifican concretamente en la reconstrucción de varios periodos históricos, no se trata de nada más que de una presentación polémica de razonamientos más o menos interesantes, pero no es historia.

En las ciencias naturales eso equivaldría a un retorno a las clasificaciones según el color de piel, de las plumas, del pelo de los animales, y no según la estructura anatómica [...] en la historia de los hombres [...] el color de la piel hace bloque con su estructura anatómica y con todas las funciones fisiológicas; no se puede pensar en un individuo desollado como el verdadero individuo, pero ni siquiera el individuo deshuesado y sin esqueleto [...] la historia de Croce representa figuras deshuesadas, sin esqueleto, de carnes flácidas, incluso abajo de los coloretes literarios del escritor».

La operación conservadora del Croce histórico hace pareja con aquella del Croce filósofo: si la dialéctica del idealista Hegel era una dialéctica de los contrarios – un desarrollo de la historia que procede por contradicciones – la dialéctica crociana es una dialéctica de los distintos: conmutar la contradicción en distinción significa operar una atenuación si no una anulación de los contrastes que en la historia, y en las sociedades se presentan. Para Gramsci, tal operación se manifiesta en las obras históricas de Croce: su Historia de Europa, iniciando desde 1815 y cortando el período de la Revolución francesa y el imperio napoleónico, «no es otra cosa que un fragmento de historia, el aspecto pasivo de la gran revolución que se inició en Francia en 1789, desembocó en el resto de Europa con las armadas republicanas y napoleónicas, dando un potente empujón a los viejos regímenes y determinando no el derrumbe inmediato como en Francia, pero la corrosión reformista que duró hasta 1870».

Del mismo modo, su Historia de Italia desde 1871 a 1915 «prescinde del momento de la lucha, del momento en el cual se elaboran, reúnen y disponen las fuerzas en contraste [...] en el cual un sistema ético-político se disuelve y otro se elabora [...] en el cual un sistema de relaciones sociales se desconecta y decae y otro sistema surge y se afirma, en cambio Croce asume plácidamente como historia el momento de la expansión cultural o ético-político».

Materialismo Histórico

Gramsci, desde los años universitarios, fue un decidido opositor de aquella concepción fatalista y positivista del marxismo, presente en el viejo partido socialista, para la cual el capitalismo necesariamente estaba destinado a caer, dando lugar a una sociedad socialista. Esta concepción enmascaraba la impotencia política del partido de la clase subalterna, incapaz de tomar la iniciativa para la conquista de la hegemonía.

Aunque el manual del bolchevique ruso Nikolai Bucharin, editado en 1921, La teoría del materialismo histórico, manual popular de sociología, se coloca en el mismo filón. «La sociología fue un intento de crear un método de la ciencia histórico-política, en dependencia de un sistema filosófico ya elaborado, el positivismo evolucionista... se convirtió en la filosofía de nuestros filósofos, un intento de describir y clasificar esquemáticamente los hechos históricos, según criterios construidos sobre el modelo de las ciencias naturales. La Sociología es pues un intento de recavar experimentalmente las leyes de evolución de la sociedad humana en modo de prever el advenimiento con la misma certeza con el cual se prevé que de una bellota se desarrollará una encina. El evolucionismo vulgar está a la base de la sociología que no puede conocer el principio dialéctico con el pasaje de la cantidad a la calidad, pasaje que turba cada evolución y cada ley de uniformidad entendida en sentido vulgarmente evolucionista».

La comprensión de la realidad como desarrollo de la historia humana solo es posible utilizando la dialéctica marxista, excluida en el manual de Bujarin, porque ella recoge tanto el sentido de las viviendas humanas tanto como su provisoriedad, su historicidad precisamente, determinada de la praxis, de la acción política, que transforma las sociedades.

La dialéctica es pues instrumento de investigación histórica, que supera la visión naturalista y mecanicista de la realidad, es unión de teoría y praxis, de conocimiento y acción. La dialéctica es «doctrina del conocimiento y sustancia medular de la historiografía y de la ciencia de la política» y puede ser comprendía solo concibiendo el marxismo «como una filosofía integral y original que inicia una nueva fase en la historia y en el desarrollo mundial en cuanto supera (y superando incluye en sí los elementos vitales) sea el idealismo que el materialismo tradicionales expresión de viejas sociedades. Si la filosofía de la praxis [el marxismo] no está pensada como subordinada a otra filosofía, no se puede concebir la nueva dialéctica, en la cual precisamente aquella superación se efectúa y se expresa».

El viejo materialismo es metafísico, para el sentido común la realidad es objetiva, independiente del sujeto, existente independientemente del hombre, es un obvio axioma, confortado por la afirmación de la religión por la cual el mundo, creado por Dios, se encuentra ya dado de frente a nosotros. Pero para Gramsci, son excluidos los idealismos berkelianos y gentilianos, también es rechazada «la concepción de la realidad objetiva del mundo externo en su forma más trivial y acrítica» desde el momento que «a esta puede ser opuesta la objeción del misticismo». Si nosotros conocemos la realidad en cuanto hombres, y siendo nosotros mismos un devenir histórica, también la conciencia y la realidad son un devenir.

Como podría de hecho existir una objetividad extra histórica y extrahumana y quien juzgará tal objetividad? «La formulación de Engels que la unidad del mundo consiste en la materialidad demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la filosofía de las ciencias naturales contiene precisamente el germen de la concepción justa, porque se recurre a la historia y al hombre para demostrar la realidad objetiva. Objetivo significa siempre humana objetivo, es decir, que puede corresponder exactamente a históricamente objetivo [...]. El hombre conoce objetivamente en cuanto el conocimiento es real para todo el género humano históricamente unificado en un sistema cultural unitario, pero esto proceso de unificación histórica ocurre con la desaparición de las contradicciones internas que despedazan la sociedad humana, contradicciones que son la condición de la formación de los grupos y del nacimiento de las ideologías [...]. Hay pues una lucha por la objetividad (para librarse de las ideologías parciales y falaces) y esta lucha es la misma lucha para la unificación cultural del género humano».

El estado y la sociedad civil

La teoría de la hegemonía de Gramsci está ligada a su concepción del estado capitalista, que según afirma, controla mediante la fuerza y el consentimiento. El estado no debe ser entendido en el sentido estrecho de gobierno. Gramsci más bien lo divide entre la 'sociedad política', que es la arena de las instituciones políticas y el control legal constitucional, y la 'sociedad civil', que se ve comúnmente como una esfera 'privada' o 'no estatal', y que incluye a la economía.

Sin embargo, Gramsci aclara que la división es meramente conceptual y que las dos pueden mezclarse en la práctica. Gramsci afirma que bajo el capitalismo moderno, la burguesía puede mantener su control económico permitiendo que la esfera política satisfaga ciertas demandas de los sindicatos y de los partidos políticos de masas de la sociedad civil. Así, la burguesía lleva a cabo una 'revolución pasiva', al ir más allá de sus intereses económicos y permitir que algunas formas de su hegemonía se vean alteradas. Gramsci ponía como ejemplos de esto a movimientos como el reformismo y el fascismo, así como a la 'administración científica' y los métodos de la línea de ensamblado de Frederick Taylor y Henry Ford.

Siguiendo la línea de Maquiavelo, argumenta que el 'Príncipe moderno' -el partido revolucionario- es la fuerza que permitirá que la clase obrera desarrolle intelectuales orgánicos y una hegemonía alternativa dentro de la sociedad civil. Para Gramsci, la naturaleza compleja de la sociedad civil moderna implica que la única táctica capaz de minar la hegemonía de la burguesía y llevar al socialismo es una 'guerra de posiciones' (análoga a la guerra de trincheras), la 'guerra en movimiento' (o ataque frontal) llevado a cabo por los bolcheviques fue una estrategia más apropiada a la sociedad civil 'primordial' existente en la Rusia Zarista.

A pesar de su afirmación de que la frontera entre las dos es borrosa, Gramsci alerta contra la adoración al estado que resulta de identificar a la sociedad política con la sociedad civil, como en el caso de los jacobinos y los fascistas. Él cree que la tarea histórica del proletariado es crear una 'sociedad regulada' y define al 'estado que tiende a desaparecer' como el pleno desarrollo de la capacidad de la sociedad civil para regularse a sí misma.

Historicismo

Gramsci, al igual que el joven Marx, era asiduo proponente del historicismo. Desde su perspectiva, todo significado se deriva de la relación entre la actividad práctica (o 'praxis') y de los procesos sociales e históricos 'objetivos' de los que formamos parte. Las ideas no pueden ser entendidas fuera del contexto histórico y social, aparte de su función y origen. Los conceptos con los cuales organizamos nuestro conocimiento del mundo no derivan primordialmente de nuestra relación a las cosas, sino de las relaciones sociales entre los usuarios de estos conceptos. El resultado es que no hay tal cosa como una 'naturaleza humana' que no cambia, sino una mera idea de ésta que cambia históricamente. Además, la filosofía y la ciencia no 'reflejan' una realidad independiente del hombre, sino que son 'verdad' en tanto que expresan el proceso de desarrollo real de una situación histórica determinada. La mayoría de los marxistas sostienen la opinión de sentido común de que la verdad es la verdad sin importar cuando y donde se les plantee, y que el conocimiento científico (que incluye al marxismo) se acumula históricamente como el progreso de la verdad en este sentido cotidiano, y por lo tanto no pertenecía al dominio ilusorio de la superestructura. Para Gramsci, sin embargo, el marxismo era 'verdadero' en el sentido pragmático social, en que, al articular la conciencia de clase del proletariado, expresa la 'verdad' de su época mejor que ninguna otra teoría. Esta posición anticientífica y antipositivista se debía a la influencia de Benedetto Croce, probablemente el intelectual italiano más ampliamente respetado de su época. Aunque Gramsci repudia esta posibilidad, su descripción histórica de la verdad ha sido criticada como una forma de relativismo.

Crítica del Economicismo

En un famoso artículo escrito antes de su encarcelamiento titulado 'La Revolución contra El Capital ', Gramsci afirma que la revolución bolchevique representaba una revolución contra el libro clásico de Karl Marx, considerado la guía básica de la socialdemocracia y el movimiento obrero antes de 1917. Iba en contra de varias premisas al efectuarse una revolución socialista en un país atrasado como Rusia que no reunía la condiciones económicas y sociales que se consideraban indispensables para el tránsito al socialismo. El principio de la primordialidad de las relaciones de producción, decía, era una malinterpretación del marxismo. Tanto los cambios económicos como los cambios culturales son expresiones de un 'proceso histórico básico', y es difícil decir qué esfera tiene más importancia. La creencia fatalista, común entre el movimiento obrero en sus primeros años, de que triunfaría inevitablemente debido a 'leyes históricas', era, para Gramsci, el producto de circunstancias de una clase oprimida restringida principalmente a la acción defensiva, y sería abandonada como un obstáculo una vez que la clase obrera pudiera tomar la iniciativa. La 'filosofía de la praxis' (un eufemismo de marxismo que usaba para eludir a los censores de la prisión) no puede confiar en 'leyes históricas' invisibles como los agentes del cambio social. La historia está definida por la praxis humana y por lo tanto incluye el albedrío humano. Sin embargo, el poder de la voluntad no puede lograr nada que quiera en una situación determinada: cuando la consciencia de la clase obrera alcance el nivel de desarrollo necesario para la revolución, las circunstancias históricas que se encuentren serán tales que no se puedan alterar arbitrariamente.

Como quiera, no se puede predeterminar por inevitabilidad histórica cuál de los muchos posibles desarrollos tomará lugar.

Crítica del Materialismo

Con su creencia de que la historia humana y la 'praxis' colectiva determinan si una cuestión filosófica es relevante o no, Gramsci se opone al materialismo metafísico y 'copia' la teoría de la percepción desarrollada por Engels y Lenin, aunque no lo afirma explícitamente.

Para Gramsci, el marxismo no lidia con una realidad que existe por sí misma, independiente de la humanidad. El concepto de un universo objetivo fuera de la historia humana y fuera de la práctica humana era para él análogo a la creencia en un dios. La historia natural es sólo relevante en relación a la historia humana. El materialismo filosófico, como el 'sentido común' primitivo, resultan de una falta de pensamiento crítico, y no se puede afirmar, como lo hacía Lenin, que se contrapone a la superstición religiosa. A pesar de esto, Gramsci se resigna a la existencia de esta forma 'cruda' de marxismo: es estatus del proletariado como clase dependiente implica que con frecuencia el marxismo, como su representación teórica, sólo pueda ser expresado en la forma de superstición popular y sentido común. Sin embargo, para poder desafiar de manera efectiva las ideologías de las clases educadas, y para esto los marxistas deben presentar su filosofía de forma más sofisticada, y tratar de entender genuinamente las opiniones de sus oponentes.

Gramsci da un paso adelante en el terreno epistemológico al afirmar que "el marxismo también es una superestructura", lo que quiere decir que no es exactamente la verdad, sino un punto de vista que, como todo punto de vista puede tener sus falacias. Al oponerse al realismo epistemológico defendido por los leninistas, y al positivismo, abre paso a un grado mayor de relativismo epistemológico, que no constituye para Gramsci una renuncia ética o política, sino la asunción cabal del carácter provisorio y construido del conocimiento humano.

Influencias

Pensadores importantes para Gramsci

Pensadores influidos por Gramsci

Referencias

Enlaces externos


Predecesor:
Amadeo Bordiga
Secretario General del PCI
1924 - 1926
Sucesor:
Palmiro Togliatti



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