- Anecdotario de la Guerra del Pacífico
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Anecdotario de la Guerra del Pacífico
El anecdotario de la Guerra del Pacífico trata de pequeñas historias, detalles y anécdotas que ocurrieron durante el transcurso de la guerra que enfrentó a Chile contra la alianza Perú-Bolivia y que duró desde 1879 hasta 1883. Estas pequeñas historias y anécdotas son bolivianas, chilenas y peruanas y se desarrollan sin ningún orden especial y demuestran en muchos casos y al margen de nacionalidades que hubo parentesco (familiar) en muchos combatientes, anécdotas que muestran el lado humano y la responsabilidad del deber y el honor en todos los combatientes.Modelo británico
Era notable la profusión de oficiales de ancestros británicos en la Armada de Chile, tales como Condell, Williams, Simpson, Thomson y el comandante Lynch, este último inclusive, adscrito en su juventud a la Real Marina Británica y como tal veterano de la Segunda Guerra del Opio entre China y Gran Bretaña. La principales razones son la venida de oficiales ingleses veteranos de las guerras napoleónicas para luchar por la independencia americana, y a la llegada de comerciantes que, debido a la apertura de los mercados ante la caída de la regencia española, se instalaron en Chile para prosperar en sus negocios. De esta manera formaron familias y se integraron de lleno a la sociedad.
Cuestión de Familia
Hubo en esta guerra del Pacífico, bastantes relaciones de familia, a saber:
- El capitán chileno Oscar Viel y Toro era concuñado del almirante AP peruano Miguel Grau Seminario; las esposas de Grau y de Viel, eran hermanas. Curiosamente, ambos marinos jamás se encontraron en combate y sus familias pudieron respirar tranquilas. El almirante Grau le explicaba en una carta a su cuñada el dolor que le causaría tener que enfrentar al Capitán Viel. A la muerte de este, y dada la imposibilidad de entregar los restos al Perú por la guerra, Viel le dio sepultura en su mausoleo en el Cementerio General de Santiago, hasta su traslado al Perú, después de la guerra.
- El capitán chileno Carlos Condell de la Haza era primo hermano por vía materna, del Comandante General de la Marina de Guerra del Perú, contralmirante AP Diego de la Haza y primo hermano del teniente segundo AP Alfredo de la Haza y del aspirante de marina AP Arturo de la Haza, que combatieron a la "Covadonga" a bordo de la "Independencia" aquél 21 de mayo de 1879 durante las acciones de Punta Gruesa. Sin embargo, ambas ramas de la familia de la Haza, supieron servir a sus respectivas Patrias con gallardía, valor y honor.
- El almirante Juan José Latorre, vencedor del "Huáscar" en el Combate Angamos, el 8 de octubre de 1879, tuvo 8 hermanos: Ignacio, Elías, Fernando Adolfo, Laura, María Rosa Alejandrina. Calixto y Nicomedia. A la muerte del padre de familia el 5 de julio de 1855, Elias, Fernando Adolfo e Ignacio se quedaron con la familia paterna en Lima; Juan José y el resto de los hermanos Latorre Benavente se trasladaron a Chile con su madre.
Durante la Guerra del Pacífico, Juan José y Elías se habrían enfrentado en combate en algunos de los bombardeos de la Escuadra Chilena al El Callao.
- A bordo de la "Esmeralda" había un joven ingeniero chileno llamado Juan Cabrera que, según su relato, "cumplía una misión secreta e importante del gobierno". Gracias a su privilegiada posición, pudo aportar algunos datos desconocidos sobre el combate.
- Muchos de los marinos de la "Esmeralda" no sabían nadar ya que en realidad eran simples campesinos u obreros enrolados debido a que en ese momento cumplían con su servicio militar.
- Después de que el "Huáscar" hundió a la "Esmeralda", un oficial peruano le preguntó al ayudante del cirujano de la "Esmeralda", Germán Segura, qué andar tenía la "Covadonga". Para que el "Huáscar" no lo alcanzara, éste exageró diciendo que alcanzaba unos 10 ú 11 nudos. Debido a esto, el comandante Grau desistió de perseguir al barco chileno.
- La madre de Luis Uribe, doña Rosario Orrego de Chacón, falleció el mismo día del combate.
- En la última carta de Arturo Prat a su esposa, decía: "no dejes de pagar el canon de arriendo de mi mamá".
- Por el lado peruano a bordo del "Huáscar" sólo murió el joven teniente segundo AP Jorge Velarde, que cayó en el segundo abordaje chileno al monitor peruano, encabezado por el teniente Ignacio Serrano.
- Luego del combate, el capitán de navío Miguel Grau escribió una carta de pésame a la viuda, señora Carmela Carvajal de Prat, adjunto a dicha carta, Grau envió los efectos personales de Prat encontrados con él, incluso su sable.
- El Sargento chileno Juan De Dios Aldea, quien saltó al abordaje junto al Capitán Prat, resultó gravemente herido y fue atendido en la enfermería del "Huáscar" por orden del Almirante Grau. Lo mismo ocurrió con el teniente Ignacio Serrano. Este, al verse solo en la habitación, y a pesar de estar gravemente herido, intentó prenderle fuego a las cortinas con una de las lámparas existentes. No logró su cometido y falleció minutos después.
- El Capitán de Navío peruano Juan Guillermo More, Comandante de la fragata blindada Independencia, pierde su nave al hacerla encallar durante la persecución a la "Covadonga". Es sometido a una Corte Marcial pero debido a la guerra, este proceso nunca terminó, pero fue puesto bajo arresto en Arica. Voluntariamente se une a las tropas peruanas apostadas en el Morro de Arica, donde era comandante de las baterías del Morro, al mando del cual es muerto durante el combate.
- Carlos Condell sería tiempo después el tercer Comandante del Huáscar durante el conflicto, después del Almirante Grau (Perú) y el Capitán Thompson (Chile)
- Actualmente, en el Huáscar-museo se recuerda con todos los honores a los tres comandantes (y héroes) fallecidos en su cubierta: Prat, Grau y Thompson
El "cucalón"
Viajaba en plena guerra en el «Huáscar» el joven aristócrata limeño José Antonio Cucalón, que no era ni marino ni militar sino un simple civil que se enroló como tripulante y fue asignado al monitor, como sirviente del cañón de popa. En una de las persecuciones del «Blanco Encalada» con mar gruesa, el joven resbaló de la mojada cubierta del castillo de popa del «Huáscar» y cayó al mar. Al ser imposible detener la marcha del monitor sin ser cañoneado por el «Blanco Encalada», Cucalón murió.
De ahí que los militares chilenos le ponían despectivamente el "mote" de "cucalón" a aquellos civiles que seguían al ejército por patriotismo o por simple espíritu deportivo. Con este apodo se refería el coronel Emilio Sotomayor Baeza al ministro de Guerra en campaña José Francisco Vergara Echevers. Actualmente, el "Caleuche" que es el centro de ex-cadetes y oficiales de la Armada de Chile, llama "cucalones" a los miembros que, sin haber servido en la armada, son invitados a formar parte de este centro social.
Sin embargo, las crónicas peruanos aclaran que lo de la supuesta condición de civil de José Antonio Cucalón: parece ser un mito. José Antonio Cucalón habría sido tripulante de planta del monitor Huáscar, de la especialidad de artillería; el 21 de mayo de 1879 sirvió al cañón de popa del monitor durante el combate naval de Iquique y días después el 26 de mayo del mismo año, en el primer combate naval de Antofagasta. Su pérdida fue un desgraciado accidente en alta mar cuando el monitor peruano era perseguido y cañoneado por el acorazado "Almirante Blanco Encalada" en alta mar el día 3 de junio de 1879, con mar gruesa. Cucalón resbaló cuando se encontraba en su puesto de combate y nada pudo hacer la nave peruana para rescatarlo dada la cercanía del acorazado chileno. No olvidemos que el 3 de junio de 1879, con mar guresa, el blindado peruano era cañoneado por el acorazado chileno y el Huáscar contestaba el cañoneo con su pieza de popa: Cucalón era el sirviente del cañón de popa; todo el resto de la tripulación, no se encontraba en cubierta.
También se le dio el nombre " cucalón" al gran casco o sombrero blanco de caucho, goma o fieltro, que emplearon algunos oficiales del ejército chileno. Este casco era similar al de los exploradores africanos de mediados del siglo XIX.
Batalla de Tarapacá
Al jefe chileno del 2° de Línea Bartolomé Vivar, una vez herido lo rodearon las fuerzas peruanas y lo llevaron frente al coronel EP Francisco Bolognesi Cervantes que se encontraba allí presente. A Vivar le había ocurrido un incidente la noche anterior, por el cual se le había quemado su uniforme, obligándole a tomar uno de repuesto de un soldado.
Bolognesi le increpó andar vestido como simple soldado siendo el jefe. "Así se pelea, cobarde", díjole el coronel peruano, mostrándole sus relucientes presillas de jefe sobre sus anchos hombros, a lo que el pundonoroso jefe chileno le explicó con sorprendente calma el accidente de la víspera. Vivar no sobrevivió producto de sus heridas. Su comandante, Eleuterio Ramírez, pereció con la mayor parte de su tropa.
De los 2.300 soldados chilenos que entraron a la batalla, perecieron cerca de 590. Cerca de 60 fueron tomados prisioneros. Las fuerzas peruanas y bolivianas tuvieron en conjunto unos 470 muertos. Este número, sin embargo, aumentó considerablemente en los días posteriores, debido a la penosa marcha que las tropas aliadas tuvieron que emprender hacia Tacna y Arica.
Los castigos del almirante
El 16 de mayo de 1879 a las 17H00 el zambo Rentería rezongaba por la cubierta del monitor “Huáscar”. Era un zambo alto y musculoso como pescador chalaco que era. El zambo era apodado “Real Felipe” por la fortaleza chalaca y era temido por todos los playeros del Callao. Al zambo envanecido por su invicto prestigio de valiente, lo enviaban a trapear la cubierta del monitor “Huáscar”, cuando él se había ofrecido de voluntario. El guardián Tiburcio Ríos creyó preferible corregir con eso, la arrogancia del gigante, que mandarlo de regreso a tierra. El contramaestre Dueñas aprobó la idea de Tiburcio Ríos, y se le ordenó trapear la cubierta del monitor, antes de la llegada del comandante, capitán de navío Grau. El zambo obedeció de mala gana.
Cuando la falúa del comandante apareció, a Rentería se le ocurrió espesar su jaboncillo y cuando Grau asomó por el portalón y recibía los honores de la tripulación y de sus oficiales, Rentería escogió ese preciso instante para echar un baldazo de su jaboncillo en cubierta mojándole los zapatos y el pantalón al comandante. "¡Marinero!", tronó el comandante Grau. Rentería miró con desgano al comandante, no prestó atención a las insignias de capitán de navío y le dio la espalda, diciendo “¡Chis!”. El contramaestre Dueñas, murmuró: “te fregaste zambo”. El capitán de navío Miguel Grau Seminario, que en una fracción de segundo evaluó la situación dijo: “¡So bribón!” y paralelamente volteó al zambo y le engarfió la manazo izquierda capaz de romper una baraja inglesa de un tirón y lo levantó del suelo.
El soldado Hurtado del batallón “Ayacucho” levantó su fusil, Tiburcio Ríos agarró una pica. El segundo comandante capitán de fragata Ezequiel Otoya contuvo a la tripulación con la mirada, mientras Grau levantaba con la mano izquierda al descomunal zambo hasta que sus pies quedaron colgando buscando piso como un ahorcado. “Real Felipe” supo que una fuerza superior a las que había conocido hasta entonces lo sujetaba y descubrió mucho más que unos ojos a un palmo de distancia: vio descargas de cañón, hachas de abordaje, peste y hambruna; y los ojos de Grau, asustaron por primera vez a Rentería. El comandante lo sostuvo unos segundos, y mirándolo directo a los ojos, supo Grau que el marinero se había arrepentido, lo depositó en el piso y dijo:
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- “¡contramaestre!”
- “¿señor?”
- “laven la cubierta”
- “¡si, señor!”.
“Caballeros”, dijo Grau pausadamente, como si nada hubiera ocurrido, “tenemos mucho que hacer”.
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- “Perdón, comandante…”
- “Diga Usted, Dueñas”
- “…creo que el marinero merece unos azotes”
- “No hay necesidad”, cortó la voz de Grau, “ya lo he castigado”.
Miguel Grau Seminario se suma al homenaje a Carlos Condell de la Haza en Antofagasta
Luego del combate naval de Iquique y de Punta Gruesa, en donde se hundió la 26, la ciudad de Antofagasta ocupada por las fuerzas chilenas desde el inicio de la guerra, le preparó un homenaje al capitán chileno Carlos Condell de la Haza, vencedor del combate de Punta Gruesa. Lo que nadie se imaginó, era la visita, ese mismo día, del almirante AP Miguel Grau Seminario y del monitor “Huáscar”.
El 26 de mayo, las autoridades civiles y militares de Antofagasta se preparaban para rendirle un homenaje a Condell, al cual se sumaría la población de la ciudad. En aquellos momentos, la ciudad se hallaba relativamente desguarnecida, pues por tierra estaba solamente defendida por baterías costeras con cañones de 150 y uno de 300 libras, protegidos por parapetos de sacos de tierra, mientras que por mar solo se hallaba la "Covadonga", con sus máquinas inutilizadas, y el transporte "Matías Cousiño". Además, las máquinas destiladoras de agua y las bodegas de salitre se hallaban peligrosamente cerca de la playa. La grave falla de seguridad de las autoridades chilenas se veía complicada con la presencia en la ciudad de más de 8.000 soldados chilenos y grandes reservas de municiones y equipos.
Precisamente en estas circunstancias, apareció repentinamente en la bahía de Antofagasta el almirante Grau con el Huáscar. Desde tierra, la "Covadonga" y los cañones costeros dispararon sobre el monitor, sin hacer blanco. Grau, que se había detenido en la boca de la bahía para rastrear el cable telegráfico submarino y cortarlo, respondió al fuego izando una enorme bandera de batalla y entrando en el puerto para cañonear la ciudad y los buques chilenos. La acción de Grau provocó enorme confusión en los chilenos: el "Matías Cousiño" huyó al Sur, mientras que el comandante chileno Escala ordenó prender fuego a la "Covadonga" para evitar su captura por parte de Grau, sin reparar en el enorme daño moral que esto provocaría en el ánimo chileno. La orden de Escala no llegó a cumplirse, pues la "Covadonga" se refugió en el enjambre de buques neutrales y salitreros que se hallaban en el puerto.
El "Huáscar" cañoneó el puerto y la ciudad de Antofagasta sin oposición. Desmontó los cañones costeros de 150 libras y logró dañar el parapeto del cañón de 300, el que a su vez alcanzó al monitor sin provocarle mayores daños. Grau no atacó los edificios civiles ni las instalaciones destiladoras de agua, aunque de hacerlo hubiese puesto en graves aprietos a las fuerzas chilenas.
Desde el "Huáscar", el teniente Pedro Rodríguez Salazar descubrió a la “Covadonga” oculta entre los buques mercantes neutrales. Sin poder alcanzarla, el monitor se dirigió a conferenciar con el vapor de la carrera, que en esos momentos entraba al puerto. Allí se enteró que el grueso de la escuadra chilena, volvía del Callao, puesto que no había encontrado rastros de la escuadra peruano - el objetivo de la incursión- debido a que el Huáscar y la Indencia habían navegado hacia el sur en las mismas fechas. Grau decidió retirarse hacia el Norte esa misma noche.
Antes de abandonar la bahía de Antofagasta, Grau recordó la fuga de la "Covadonga"; "¿Dónde estará el señor Condell?", preguntó distraídamente el almirante peruano, antes de dar por terminado el combate.
Juan C. de Mora
El alférez de fragata AP Juan C. de Mora, nació en el distrito de Chincha Baja. Siguió la carrera de las armas en la Marina de Guerra del Perú. Entró como guardiamarina y al tiempo de la guerra con Chile, era alférez de fragata; estuvo embarcado en la “Independencia”, el “Huáscar”, en la lancha “Meteoro” y en la torpedera “Alianza”. En Arica, luego de la batalla fue comisionado para hacer volar la torpedera para evitar que caiga en manos chilenas.
Posteriormente, fue nombrado Capitán de Puerto de Cerro Azul y tuvo que hacer gala de su temperamento en una zona ocupada. Al hacer escala el vapor “Arequipa”, un soldado chileno se encolerizó al ver el uniforme naval peruano e impuso tenazmente que el “Arequipa”, zarpase de inmediato. El joven Juan C. de Mora se impuso, diciendo: “Aquí flamea el pabellón peruano, las órdenes del Perú se cumplen y el vapor zarpará cuando yo lo ordene”. Murió terminada la guerra y fue sepultado en el Cementerio de Chincha Baja.
Cosas de una guerra
Durante la guerra del Pacífico, se dieron cosas extrañas; si nos referimos a las estadísticas, nos pueden llevar a errores. Una de ellas está referida a la campaña naval de la guerra. Así, estadísticamente, Chile no hundió un sólo buque del Perú, durante los cuatro años que duró la guerra: así, la "Independencia" se hundió por acercarse demasiado a la costa y encallar en roqueríos que no estaban marcados en la carta de navegación; la "Unión" fue hundida por su tripulación en el Callao, luego de las batallas de San Juan y Miraflores. La "Manco Cápac", fue hundida por su tripulación, luego de la batalla de Arica para evitar que cayera en manos de los chilenos. Las demás naves fueron hundidas por sus tripulantes por orden del gobierno de Lima. Los chilenos capturaron al "Huáscar", símbolo del poder naval peruano, cuando ya tenía 1.20 metros de agua en los fondos y se iba a hundir de un momento a otro (finalmente el Huáscar fue reparado y sirvió bajo bandera chilena, actualmente se encuentra en la bahía de Talcahuano como museo flotante). También capturó a la corberta Pilcomayo, que sirvió bajo bandera chilena posteriormente.
El Perú en la misma campaña naval, hundió tres buques de guerra chilenos: la "Esmeralda" en el combate naval de Iquique, frente a las costas de este puerto; la "Covadonga", que fue hundida a través de un caza-bobos (algo así como una actual mina-bomba) en la bahía del Callao y el "Loa", también fue hundidad por este sistema frente a las costas de El Callao. En total, fueron tres los buques que no regresaron a Chile.
Cabe destacar que esas diferencias se producen por las distintas estrategias navales aplicadas por ambos países en la guerra, Mientras Chile, con una escuadra más poderosa luego de la pérdida de la Independencia, buscaba por todos los medios capturar buques para incorporarlos a su escuadra y así controlar el largo litoral escenario de guerra, el Perú aplicó exactamente la estrategia opuesta, que era la que correspondía para su caso: tratar de destruir las fuerzas chilenas y, evitar que capturaran los buques peruanos restantes, estrategia que fracaso.
La derrota del Perú se explica en gran medida, por la pérdida del control del mar. Chile pudo desarrollar sin obstáculos, la campaña terrestre y abastecer constantemente a sus tropas, sin ser hostilizada de manera significativa luego del 8 de octubre de 1879, en que Perú, perdió el único buque que quedaba, capaz de hacer frente con relativo éxito a la escuadra chilena y con él, el dominio del mar.
Comandante Souper y su caballo
El comandante chileno Roberto Souper Howard, que combatió en el asalto y toma del morro de Arica, en esta acción bélica cayó herido, no de muerte pues una bala de ametralladora lo ultimó en Chorrillos. En su lecho de muerte mandó a llamar a su caballo "Pedro José" y se despidió de él con estas palabras: "Pedro José", aquí tienes a tu amo que va camino de la muerte por un solo balazo; tú, con cinco, estás tan fresco…".[1]
El caballo del General Cáceres
Durante la campaña de la breña en la sierra peruana el general Andres A. Cáceres tuvo como montura al "Elegante" fino alazán de batalla que no solo fue un fiel servidor durante las marchas y combates en la serrania peruana sino que incluso salvo la vida al mismo Cáceres cuando en la batalla de Huamachuco estuvo a punto de ser rodeado y capturado por la caballería chilena mientras combatía a sable y revolver junto a sus soldados.
Si nuestra caballería no hubiera estado en la imposibilidad absoluta de dar siquiera un galope, el héroe cae en nuestras manos...Cáceres que montaba un excelente caballo pudo ganar distancia cuando nuestros soldados lo llevaban talvez a un cuarto de cuadra de distancia, el famoso guerrillero logró asi escapar acompañado de dos o tres oficiales.
Carta anonima de un soldado chileno, fechada en Cajabamba 17 de julio de 1883. Publicada por Ahumada Moreno, págs. 226-227.En 1895 mientras Cáceres ejercia la presidencia de la república se produjo la sublevación de Nicolas de Pierola quien con ofrecimientos y promesas logró que el coronel aleman Karlo (Carlos) Pauli, quien se encontraba al servicio del gobierno, se pasara al bando revolucionario. Tiempo después mientras el ejercito de Pierola avanzaba sobre la capital el coronel Pauli mando traer del Fundo Barbadillo, propiedad del general, como montura personal al "Elegante" que aunque conservaba su fina estampa de corcel de batalla era para entonces un animal viejo y desgastado que no pudiendo soportar el peso de su nuevo jinete quedó en el camino.
En 1911 el general Cáceres fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Perú en Alemania y Austria-Hungria, apareciendo una mañana en la legación peruana un hombre alto de largas patillas blancas y algo encorvado por los años que diciendo ser el coronel Pauli venía a solicitar la intersección del general para salir de la apremiante situación en que se encontraba pues habiendo sido denunciado por un influyente compatriota suyo a quien Cáceres había referido algunas anecdotas de la campaña de la Breña y del triste fin que tuvo su caballo favorito a manos de Pauli quien por entonces radicaba en Berlín, fue juzgado y condenado por un tribunal militar por las causales de "felonía, deshonra del uniforme, robo del caballo del general Cáceres, Presidente del Perú"; por lo cual solicitaba una entrevista con Cáceres para disculparse y pedirle actuara en su favor. Cuando su secretario anunció al general la visita de Pauli explicándole la forma en que se había presentado, Cáceres escuetamente respondió: "Sea cualquiera que fuere no deseo verle; no solo me traicionó sino que también robó mi caballo y lo mató"[2]Referencias
- ↑ www.oresteplath.cl
- ↑ [Cáceres, Andrés. "Memorias de la guerra del 79"]
Véase también
- Anecdotario de la historia de Chile
- Anecdotario de la historia del Perú
Categoría: Guerra del Pacífico
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