Historieta en México

Historieta en México

La historieta, cómic, monitos o muñequitos, como también se las llama, tienen una gran importancia en México, estimándose que en su edad dorada (los años 40 y 50), una sola de sus revistas podía alcanzar una tirada diaria de 350.000 ejemplares (con dos ediciones dominicales) y dado que un mismo ejemplar era leído de media por cinco individuos,[1] permitieron que por primera vez entre cinco y diez millones de mexicanos compartiesen "en sincronía los mismos deleites culturales".[2] Todavía en 1989, mantenían la capacidad de lectura de un 61 % de la población y constituían el 80 % de las publicaciones periódicas,[3] aunque poco después el propio cómic mexicano (el creado por los autores nacionales) entraría en un período de crisis que dura hasta la actualidad. En cualquier caso, México ha sido el máximo productor de Occidente, en términos cuantitativos.[1]

Personajes de Gabriel Vargas en el Museo del Estanquillo (Ciudad de México).

Contenido

Características

En un ensayo publicado en la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, Armando Bartra la describe de la siguiente forma:

Con pocos recursos y sin el peso de la academia ni el lastre de la tradición, la imaginería monera mexicana es culturalmente irresponsable. Pero también es ligera, desparpajada, libérrima. Frente a la mesurada armonía de la historieta europea y hasta del cómic norteamericano, nuestros monitos resultan excesivos, delirantes; producto de una creatividad desmecatada donde las convenciones del super-yo cultural, que encorsetan a los primermundistas, dejan paso a los desfajados impulsos del inconsciente tumultuario.[2]

Historia

Las primeras historietas

Algunas tradiciones precolombinas, a la que pertenece el Códice Nuttall en escritura mixteca[4] y ciertos catecismos náhuatl del siglo XVI, pueden ajustarse la definición de historieta pero dado que "la prefiguran por el lenguaje, pero no por el sistema de reproducción y tampoco por los destinatarios",[5] no son consideradas como tales por todos los teóricos, ya que muchos consideran la historieta como un producto cultural de la modernidad industrial y política occidental que surgió en paralelo a la evolución de la prensa como primer medio de comunicación de masas, y buscan la primera historieta entre las reproducidas en ella.

En la tradición de la prensa ilustrada europea (1869-1907)

La primera historieta publicada en la prensa mexicana es "Rosa y Federico. Novela ilustrada contemporánea" de José Tomás de Cuéllar/José María Villasana, que vio la luz en el periódico de breve vida La Ilustración Potosina en 1869.[6] Otros autores como Jesús T. Alamilla, Daniel Cabrera, Jesús Martínez Carrión, Alejandro Casarín, Constantino Escalante, Juan Gaitán, Rudolph Müller, Noé y sobre todo Santiago Hernández, también desarrollan posteriormente historietas breves donde satirizan a los políticos y a la sociedad del país en general.

Durante el Porfiriato (1876- 1911), período de estabilidad y mucho progreso económico en el país, se desarrolla en la prensa del país una nueva historieta de divertimento, más neutra políticamente, obra de autores como Carlos Alcalde, Ernesto García Cabral, Rafael Lillo, Eugenio Olvera, José Clemente Orozco, Santiago R. de la Vega y Julio Ruelas.

La primera serie periódica de monos fue distribuida, sin embargo, a partir de 1880 por la cigarrería "El Buen Tono" que inserta en cada cajetilla la "Historia de una mujer", una serie de 102 litografías ejecutadas por el pintor catalán Eusebio Planas.[7] Posteriormente, también se publican series en la prensa como Don Chepito de José Guadalupe Posada y Aventuras de un tourista (1903-04), de Martínez Carrión, ambas con protagonista fijo. Las historietas publicitarias de "El Buen Tono" serían continuadas a partir de ese mismo año por Juan Bautista Urrutia.

Un nuevo lenguaje en la prensa (1908-33)

Desde principios de siglo, se hace notar la influencia de la historieta moderna estadounidense, surgiendo las primeras series mexicanas con globos de diálogo, líneas cinéticas y onomatopeyas dibujadas, que además se basan argumentalmente en las yanquis: Las aventuras de Adonis (1908) de Rafael Lillo y Macaco y Chamuco, aventuras de dos insoportables gemelos (1912) de M. Torres.

A causa de la Revolución mexicana, prolifera al mismo tiempo una historieta politizada y belicosa, generalmente conservadora, en la prensa, destacándose series como "Sisebuto" (1909-10), de Pérez y Soto y personajes como Panchito el corto, de Alcalde y Olvera al que el estudioso Armando Bactra considera "nuestro The Yellow Kid autóctono."[2]

En 1922, Juan Bautista Urrutia crea a "Ranilla", un rechoncho fumador que pronto protagoniza sus propios cuadernillos, convirtiénse en el primer personaje auténticamente popular de la historieta mexicana. El "Buen Tono" se asocia con la Cervecería Moctezuma de Orizaba y así los personajes de Urrutia, que siempre se meten en problemas, los resuelven fumándose un cigarro de "El Buen Tono" o bebiendo una cerveza Moctezuma.[8]

Con la renovación tecnológica de la prensa y la introducción de la rotativa que impulsa el periodismo industrial, los diarios habían empezado, sin embargo, a comprar los derechos de tiras extranjeras. En la segunda década del siglo ya hay varios suplementos dominicales con sección de monitos, muchas de ellas basadas en series estadounidenses, que empiezan a presentar un amplio abanico de personajes típicos mexicanos como los charros aunque todavía ignora a los pueblos autóctonos.[2] Son Don Catarino y su apreciable familia y Chon y Smith, ambas creadas en 1921 por el guionista Carlos Fernández Benedicto para El Heraldo de México, a las que seguirán Mamerto y sus conocencias (1925), El señor Pestaña (1927), Adelaido el conquistador (1928) y Segundo I, Rey de Moscabia (1934) en El Universal[9] periódico éste que las había encontrado gracias a un concurso convocado ex profeso.[10] Otra serie destacada es Chicharrín y el Sargento Pistolas, publicada desde 1936 en el diario Excélsior.[10]

La primera historieta "seria", es decir de grafismo realista, no aparece hasta 1936: Es Águila Blanca de Alfonso Tirado.[10]

La Época de Oro[10] (1934-63)

Tras la estela del rotundo éxito de la revista Paquín (Editorial Sayrols 1934-1947), que publicaba sobre todo material estadounidense en diferentes formatos, otros empresarios privados se lanzarían a la conquista del mercado nacional lanzando otras revistas misceláneas como Paquito (Editorial Juventud, luego Panamericana, 1935), Chamaco (Publicaciones Herrerías 1936-1957) y, con dirección de Ramón Valdiosera Berman, Pepín (Editorial Juventud, luego Panamericana 1936-1958), que cuentan con tiradas de más de medio millón de ejemplares e historietas predominantemente mexicanas, como A batacazo limpio, Rolando Rabioso de Gaspar Bolaños, Los Supersabios de Germán Butze o Adelita y las guerrillas de José G. Cruz. La Secretaría de Educación Publica y varias asociaciones católicas también editan sus propias revistas. Determinadas características apartaban a los "pepines" (pues así se conocía coloquialmente a todas estas revistas) de los estándares del cómic internacional

Su formato extremoso: 28 por 43 centímetros, los grandes, y 12 por 15, los chicos; su impresión en una sola tinta, con frecuencia sepia o verde; su proclividad al mediotono y al collage; su frenético ritmo: algunos aparecían todos los días y dos veces los domingos; su carácter misceláneo y finalmente su creciente orientación al público adulto.[2]

Ya en la siguiente década tendrá lugar la edad de oro del cómic mexicano. Memín Pinguín (1945) de Yolanda Vargas Dulché y Sixto Valencia, La Familia Burrón (1948) y Los Superlocos de Gabriel Vargas, entre otros ejemplos, dan testimonio de ello. En el cultivo del grafismo realista destacan Adolfo Mariño Ruiz y José G. Cruz que cultivan el western y el melodrama respectivamente. En este último subgénero, la revista más popular es Lágrimas, Risas y Amor, cuyas historias serían adaptadas a cine y televisión.[10] Y es que "la historieta del medio siglo no puede dilucidarse sin ubicarla en su circunstancia, sin rastrear influencias, préstamos y traslapes de otros medios", porque era ""parte indisociable de un continuo transmediático formado por el cine, la radio, la música grabada y en menor medida la menguante revista teatral".[2]

En 1949 se funda también la Editorial Novaro, cuya gran innovación será la introducción del formato estadounidense del "comic book". Pronto se dedicará a difundir material de importación estadounidense por toda Latinoamérica y España, convirtiéndose en el sello "más prolífico e importante de cuantos se han dedicado a la historieta en México y, por extensión, en todos los países de habla castellana".[1]

Ya en los años 50, surgen nuevos formatos, como la historieta novelada de ancho lomo, que presenta relatos completos de 250 o 300 páginas, y temáticas, como las revistas de contenido erótico editadas por Adolfo Mariño Ruiz, las historieta religiosas y las protagonizadas por luchadores, como "Santo, una revista atómica", obra del José G. Cruz, que también edita Currito de arrabal. En 1956, los esposos Yolanda Vargas Dulché y Guillermo de la Parra fundan también su propia editorial, dando origen finalmente al Grupo Editorial Vid.[10]

Una nueva conciencia (1963-78)

Caricatura de Paco Calderón (autorretrato).

A partir de los sesentas, renace la historieta de tema político y concientizadora con revistas como La Garrapata en la que se dan a conocer autores como Helio Flores, Jis, Magú, Rogelio Naranjo y sobre todo Rius, que crea en 1964 Los Supermachos y el libro-cómic "Cuba para principiantes", que marca el inicio del estilo didáctico del autor y posteriormente Los Agachados (-1979). Paco Calderón muestra, en este sentido, su voz discrepante.

Desde la radio llegan en 1965 las exóticas aventuras de Kaliman, cuya revista se vendió semanalmente durante 26 años sin interrupciones a lo largo de 1351 números consecutivos; Tamakún, el vengador errante (1975) y Kendor, el hombre del Tibet. Otras destacadas series de grafismo realista son "Alma Grande" (1961) y "El Payo", protagonizadas por charros, "Chanoc" de Martín de Lucenay y Ángel Mora, "Fantomas" o "Torbellino". También triunfan revistas de crímenes como Casos de Alarma (1971) y de terror como Tradiciones y Leyendas de la Colonia (1963), además de sus versiones cómicas como Hermelinda Linda.

Finalmente, la Secretaría de Educación Publica también se interesa por el medio y patrocina series que reflejan la historia y literatura del país. Surge también Snif, un revista de cómic adulto al modo de las europeas y el guionista errabundo Alejandro Jodorowsky se pasa por México, donde en 1966 crea la serie "Aníbal 5", con el dibujante nacional Manuel Moro Cid. Un caso opuesto es el de Sergio Aragonés que se traslada a Estados Unidos. Finalmente, empieza a distribuirse material de Marvel Comics a través de las editoriales La Prensa y OEPISA. Las revistas infantiles son, por otra parte, muy escasas.[10]

La decadencia (1978-2009)

A partir de la década de los ochenta, los grandes editores, como Novedades Editores o Grupo Editorial Vid enfocan su producción al material importado, que les resulta más barato, produciéndose un boom del cómic de superhéroes y el manga.[11] La historieta, además, deja de ser un medio de masas, al ser dramáticamente arrinconada "por la omnipresente pantalla chica". En los noventa se detiene incluso la producción de monitos infantiles, y se expanden los videojuegos, perdiéndose a gran parte del público que en otras épocas, a esa edad, eran lectores. Como describe crudamente Armando Bartra

Los mexicanos no hemos dejado de leer historietas para leer otra cosa, simplemente hemos dejado de leer. El derrumbe de los monitos es una catástrofe civilizatoria. En el México del fin del milenio el lector es una especie en extinción.[12]

La mayoría de los periódicos y muchas revistas y suplementos culturales cuentan, sin embargo, con cartones políticos e historietas, como El Cerdotado (1998), y autores como Luis "el cartún" Pérez. Destaca también el surgimiento en 1978 de los "Sensacionales", historietas para adultos, en donde abundan los contenidos sexuales no explícitos y de acción, que se imprimen en un formato pequeño y a todo color, con atractivas portadas. Pueden citarse Sensacional de traileros, Así soy, ¿y qué?, Sensacional de Maistros chalanes y demás chambitas o Sensacional de mercados, de editorial EJEA, la más importante casa editora de esa década.

También representativas de los ochenta son El Pantera (1980), Samurái John Barry (1983); El cara de memorandúm (1983) de Manuel Ahumada, Karmatrón y los Transformables (1986)], La Blanda Patria (1988) de Luis Fernando Henríquez o La netafísica (1989) de Alfonso Aráu, y las que presentan aventuras de luchadores como El Hijo del Santo o Blue Demon y de grupos musicales como Las Aventuras de Parchis o La Banda Timbiriche.

De los 90, hay que citar obras de Trino y Jis como Santos contra la Tetona Mendoza y el surgimiento de fanzines independientes como la revista El Gallito Inglés (1991), luego rebautizada como Gallito Comics. Algunos de sus autores (Edgard Clément, Frik, Ricardo Peláez y José Quintero) fundarían el proyecto del Taller del Perro en 1998.[13] Otros, como Oscar González Loyo, Oscar González Guerrero y Susana Romero fundan el ¡Ka-Boom! Estudio en 1994. El sistema de distribución de los materiales en puestos de periódicos perjudica, sin embargo, al cómic independiente,[14] y muchos autores, como José Ladrönn o Humberto Ramos, optan por buscar suerte a otros países con una industria fuerte en lugar de formar algo, con un mayor esfuerzo, en su propio país.[15]

A partir de inicios del siglo XXI, se han producido algunos intentos notables de publicaciones nacionales como Zeraky, El Bulbo, Meteorix 5.9 no aprobado (2000), Blue Demon Jr., el Legado, Caballo Negro, Santo, la Leyenda de Plata (2005), Rebelde, el cómic y la antología de Pulpo Cómics entre otros, además de incorporarse al medio autores como Bernardo Fernández. Por otro lado, Beatriz Torres funda en 2004 WEE, "el anillo de historietas en español más importante en la Red".[16] Finalmente, hay que mencionar la fundación del Museo de la Caricatura y la Historieta –Joaquín Cervantes Bassoco, en la ciudad de Cuautla de Morelos en 2000.

Política institucional y mecenazgo

No ha dejado de galardonarse a moneros, como a Gabriel Vargas (Premio Nacional de Periodismo e Información en 1983) y Oswaldo Sagástegui quien obtuvo el mismo premio en 1984.[10]

Política asociativa

Durante gran parte del siglo pasado, los profesionales carecieron de las mínimas condiciones laborales. No será hasta 1957 que se funde la "Sociedad Mexicana de Dibujantes", cuyos primeros presidentes fueron Constantino Rábago, Jorge Pérez Valdés y Antonio Gutiérrez.[10] Posteriormente, surgen el "Círculo de Tlacuilos" (1968) e "Historietistas Dibujantes Unidos de México" (1973).[10]

Véase también

Referencias

  1. a b c Moliné, Alfons en "Novaro (el globo infinito)", Ediciones Sins Entido, 2006, p. 8.
  2. a b c d e f Bartra, Armando en Piel de papel. Los pepines en la educación sentimental del mexicano, para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, vol 1, no. 2 (junio de 2001), p. 67 a 90.
  3. Malvido, Adriana en el artículo La Industria de la historieta mexicana o el floreciente negocio de las emociones, publicado originalmente en la Revista Mexicana de Comunicación, número septiembre – octubre de 1989, y recogido íntegramente en la página de la Fundación Manuel Buendía
  4. McCloud, Scott en Cómo se hace un cómic: El arte invisible, Ediciones B. Barcelona, 1995, pp. 19 a 20, basándose en las interpretaciones del arqueólogo mexicano Alfonso Caso.
  5. Bartra, Armando en Piel de papel. Los pepines en la educación sentimental del mexicano, para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, vol 1, no. 2 (junio de 2001), p. 67.
  6. Cardoso Vargas, en Hugo Arturo en Rosa y Federico. Novela ilustrada contemporánea, para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta,, vol 2, no. 8 (diciembre de 2002), pp. 240-252.
  7. Borí, S. Tres maestros del lápiz de la Barcelona ochocentista: Padró, Planas y Pellicier. Ed. Milla ([La Neotipia]). Barcelona. 1945.
  8. Manual de apoyo para el taller Escrito por Raúl Cabello Sánchez. Pg 31
  9. Se puede consultar el diario mexicano El Universal, desde el 20 de febrero de 1927 hasta mediados de la década de 1940.
  10. a b c d e f g h i j De Valdés, Rosalva en "La historia de los comics mexicanos: El progreso de la industria y de la aceptación del arte gráfico-narrativo" para la Historia de los Comics, volumen IV, fascículo 43, Editorial Toutain, Barcelona, 1984, pp. 1199 a 1204.
  11. Zárate, Hazeel T. en el artículo Frente al anime japonés, al cómic mexicano le hacen el fuchi para La Crónica de Hoy, 19/07/2005.
  12. Bartra, Armando en Globos globales: 1980-2000, para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, vol 1, no. 4 (diciembre de 2001), p. 226.
  13. Priego, Ernesto en Taller del Perro: por una historieta de autor para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, vol 2, no. 6 (junio de 2002), pp. 63-67.
  14. Peláez, Ricardo en La onomatoepopeya para la Revista latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, vol 2, no. 6 (junio de 2002), pp. 68-74.
  15. Martín Arceo S. en La historieta vive, la industria ha muerto para La Jornada, 11/09/2007.
  16. Ovelar, María en el artículoLa tira cómica se rejuvenece en Internet, publicado en El País el 17/09/2009.

Bibliografía recomendada

  • Aurrecoechea, Juan Manuel y Bartra, Armando, Puros cuentos: Historia de la historieta en México en tres volúmenes (1988, 93 y 94) de , Ed. Grijalbo.
  • Merino, Ana, El cómic hispánico, Madrid, Cátedra, 2003.

Enlaces externos


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