Sexismo

Sexismo

[[Archivo:National Association Against Woman Suffrage.jpg|thumb|Cartel de la sede central de la Asociación Nacional de Oposición al Sufragio Femenino.

Se llama sexismo o generismo a la discriminación de personas de un sexo en contraposición al otro.[1]

Contenido

Generalización y clasificación

El sexismo puede ser generalizado como un subtipo de esencialismo y puede ser particionado como formado por sexismo contra el sexo femenino, contra el sexo masculino, contra los intersexuales (hermafroditas y pseudohermafroditas) y contra los transexuales (masculinos y femeninos). Cada tipo de sexismo tiene su propia historia y forma de intolerancia.

Las creencias sexistas, como una especie de esencialismo, sostienen que los individuos pueden ser entendidos o juzgados basándose simplemente en las características del grupo al que pertenecen: en este caso, a su grupo sexual, masculino o femenino. Esto asume que todos los individuos «encajan» en la categoría de «masculinos» o «femeninos» y no tiene en cuenta a las personas intersexuales que nacen con características sexuales de ambos grupos. También asume características homogéneas para todos los varones del grupo «masculino» y todas las mujeres del «femenino», sin tener cuenta las enormes diferencias que puedan darse dentro de ellos. Hay también varones XX y mujeres XY que son genéticamente de un sexo pero desarrollaron las características sexuales del otro en la etapa fetal.

Ciertas formas de discriminación sexual son ilegales en muchos países, pero casi todos tienen leyes que otorgan derechos, privilegios o responsabilidades especiales a uno u otro sexo.

Sexismo contra las mujeres

El sexismo contra las mujeres sería el conjunto de discriminaciones y estereotipos de género que perjudican a las mujeres. El término «sexismo» en su uso corriente suele aludir al sexismo contra las mujeres, debido a que éste fue la primera forma de sexismo comúnmente identificada. Coloquialmente se usa el término sexismo como sinónimo de machismo, aunque en realidad el machismo es un subconjunto del sexismo. Términos levemente relacionados, que tampoco deben confundirse con "sexismo", son «misoginia» (odio a las mujeres), y «ginofobia», que alude al miedo a las mujeres o a la feminidad.

Históricamente, en muchas sociedades patriarcales, las mujeres han sido vistas como el «sexo débil». La combinación de actitudes hostiles y subjetivamente benevolentes hacia las mujeres se conoce como sexismo ambivalente, que tiene sus raíces en el hecho de que aunque las mujeres tienen un estatus inferior al de los varones, el varón heterosexual depende de ellas como esposas, madres y amantes. El estatus de amante de las mujeres es evidente en los casos en los que éstas ni siquiera son reconocidas como «personas» por la ley del país. El movimiento feminista promueve los derechos de las mujeres, el acceso a la educación y el empleo, las víctimas femeninas de la violencia doméstica y la posesión del propio cuerpo de la mujer.

Sexismo contra los varones

Artículo principal: Sexismo inverso

El sexismo contra los varones es el conjunto de discriminaciones y estereotipos de género que perjudican a los varones. En este caso, tampoco debe confundirse con misandria (‘odio a los varones’). Debido a que es la segunda forma de sexismo comúnmente identificada, a menudo se conoce como sexismo inverso o hembrismo. Un término levemente relacionado es «androfobia», que alude al miedo a los varones o a la masculinidad.

Una fuente de sexismo contra los varones es el «antiguo patriarcado» y el «antiguo matriarcado», que históricamente han restringido y limitado el papel de los varones en la sociedad y ha mirado con desprecio a los amos de casa. El movimiento masculinista promueve los derechos de los varones y de los padres para frenar el sexismo contra los varones tratando problemas tales como la igualdad ante la ley, el «permiso de paternidad» para los varones, las víctimas masculinas de la violencia doméstica y el acceso igualitario a los hijos.

Sexismo contra los intersexuales

El sexismo contra intersexuales no ha sido identificado hasta fechas recientes y aún está por ser advertido por el público general. Históricamente, la mayoría de las culturas (con unas pocas excepciones) sostienen que varón y mujeres son entidades separadas y distintas con diferentes papeles de género y responsabilidades. Los bebés que nacen con características de ambos sexos o ambiguas eran sacrificados o sufrían la extirpación quirúrgica de una de sus características sexuales. Esta cirugía, según se cree, ha sido llevada a cabo en ocasiones con frecuencia sin el conocimiento ni consentimiento de los padres, siendo bajo ciertos puntos de vista una mutilación genital así como criticable la supuesta necesidad de la medicina occidental moderna de «corregir» los casos de intersexualidad, que no son más que una probabilidad natural.

La «intersexualidad» alude a la condición de estar entre los dos sexos. El movimiento LGTB ha luchado activamente contra el sexismo contra los intersexuales. Desde su nacimiento, los individuos intersexuales no están en la «caja» masculina ni en la femenina, fallando en reflejar esta condición la clasificación usada por las políticas y leyes gubernamentales. Las personas intersexuales también son con frecuencia el blanco de crímenes de odio, ya que las nociones tradicionales de masculino (XY) y femenino (XX) se consideran amenazadas por la existencia de sexos atípicos como los de los síndromes de Turner (X0), triple X (XXX), Klinefelter (XXY), de la Chapelle (varón XX) y Swyer (mujer XY).

Sexismo contra los transexuales

El sexismo contra transexuales también ha sido identificado en fechas recientes y aún no ha sido incluido en el discurso público. Tradicionalmente, se ha visto la transexualidad como un problema psicológico relacionado con un trastorno de identidad de género. Sin embargo, recientes investigaciones médicas sobre cerebros de transexuales indican que la composición de éstos muestra a menudo la composición del sexo con el que se identifica el individuo en lugar de la del sexo de nacimiento. Esto apoya la teoría de que el cerebro de un individuo puede desarrollarse en un sentido diferente al de sus genitales, por lo que la transexualidad es de origen innato y no psicológico. La investigación también apoya las expresiones «varón atrapado en el cuerpo de una mujer» y «mujer atrapada en el cuerpo de un varón».

La «transexualidad» alude a la condición de autoidentificarse con el sexo opuesto al de nacimiento. El movimiento LGTB ha luchado activamente contra el sexismo contra los transexuales. Muchos acontecimientos y organizaciones «sólo para mujeres» han sido criticados por rechazar a las mujeres transexuales, y de igual forma sucede con los acontecimientos y organizaciones «sólo para varones» que rechazan a los hombres transexuales. Las personas transexuales también son con frecuencia el blanco de crímenes de odio, ya que la noción tradicional de masculinidad y feminidad se ve a menudo amenazada por aquellos que han elegido adoptar un sexo diferente en algún momento de su vida.

Sexismo y expresión sexual

La expresión de las relaciones íntimas es parte de la condición humana. Sin embargo, se ha argumentado que varios aspectos de la sexualidad humana han contribuido al sexismo.

La revolución sexual

Durante la revolución sexual se produjo un cambio en la percepción cultural de la moralidad y el comportamiento sexuales. La revolución sexual ha sido conocida como «liberación sexual» por las feministas, ya que algunos vieron este nuevo desarrollo en Occidente como una equiparación para las mujeres en cuanto a tener tantas opciones sexuales como los varones, deseando eliminar la problemática dicotomía virgen/puta de la sociedad occidental tradicional.

Feministas como Ariel Levy han advertido que el estado actual de la sexualidad comercial ha creado una «cultura obscena». Este desarrollo cultural (ocurrido en su mayoría en Occidente), la comercialización de la objetificación de las mujeres, ha sido criticado tanto por varones como por mujeres. Más que ser liberador, algunas feministas argumentan que la «pornificación» de la sociedad occidental ha reducido e igualado el ámbito del poder femenino a solamente poder sexual. Algunas feministas argumentan que las mismas mujeres objetifican a otras mujeres convirtiéndose en productoras y promotoras de la «cultura obscena».

Algunos teóricos masculinistas proponen que antes de la revolución sexual se esperaba que el macho idealizado fuese viril mientras la hembra idealizada debía ser recatada. Estos teóricos señalan que tras la revolución sexual las mujeres recibieron más libertad para expresar virilidad mientras lo contrario no ha sido así para los varones, que aún no tienen la opción de ser no-viriles. Argumentan que la identidad dual de hipersexualidad y asexualidad es un estatus especial de lujo que sólo existe para las mujeres. Sin embargo, muchas feministas creen que la llamada «identidad dual» más bien permite que los varones condenen a la mujer cuya sexualidad sea recatada o viril (véase doble moral).

Relaciones sexuales

Algunos artículos publicados han señalado e incluso afirmado explícitamente que las relaciones sexuales, tal como han sido practicadas con mayor frecuencia, han tenido el único propósito de lograr la satisfacción sexual de los varones mediante posturas y movimientos que son más placenteros para ellos y mediante movimientos que perciben, desde la perspectiva de sus egos masculinos, que favorecen su virilidad o habilidades como amante. Sólo en épocas recientes un número significativo de parejas heterosexuales han empezado a practicar posturas (por ejemplo, la mujer encima) y movimientos (por ejemplo, roces que estimulen el clítoris) durante sus relaciones sexuales que proporcionan más placer a la mujer. Otro motivo sugerido al poco disfrute potencial de las mujeres es la noción de que las relaciones sexuales han sido tradicionalmente un asunto tabú.

Pornografía

Algunos expresan el punto de vista de que la pornografía está contribuyendo al sexismo, porque en las interpretaciones pornográficas convencionales para espectadores masculinos las actrices están limitadas a y son presentadas como «objetos de placer». La feminista alemana Alice Schwarzer es una representante de este punto de vista, que ha estado planteando repetidamente desde los años 1970, especialmente en la revista feminista Emma. Lo inverso, cuando las espectadoras femeninas objetifican a los actores masculinos, también ha sido identificado como sexismo.

Algunas feministas, como Catharine MacKinnon, se oponen a la pornografía, con el argumento de que es una industria que explota a las mujeres y que es cómplice de la violencia contra la mujer, tanto en su producción (donde acusación de que el abuso y la explotación de las mujeres que realizan en la pornografía está rampante) y en su consumo ( en el que acusan a la pornografía erotiza la dominación, la humillación y la coerción de las mujeres, y refuerza las actitudes sexuales y culturales que son cómplices en la violación y el acoso sexual). Cobran que la pornografía contribuye a la masculina-objetivación de la mujer centrada y por lo tanto al sexismo.

Por otra parte, algunas famosas actrices pornográficas como Teresa Orlowski y Tímea Vágvölgyi han afirmado públicamente que no sienten que sean víctimas del sexismo contra mujeres. De hecho, muchas estrellas pornográficas feministas y feministas sexuales liberales consideran la pornografía progresista, pues es una industria que paga enormes cantidades de dinero por realizar actos consensuales. También hay muchas mujeres directoras y gestoras en la industria pornográfica. Las feministas sexuales positivas apoyan a menudo su opinión señalando la situación de las mujeres en país con leyes estrictas sobre la pornografía (por ejemplo, Arabia Saudí) frente a la de las mujeres de países con leyes liberales sobre la pornografía (por ejemplo, los Países Bajos).

Con todo, otras feministas fuera del feminismo sexual liberal y del feminismo antipornográfico temían que censurar la pornografía comercial llevaría a censurar la legítima expresión femenina altruista de sus experiencias sexuales. Esto se debe a que históricamente las leyes sobre decencia han sido usadas en varios países para censurar la educación sexual, que es vital para independencia sexual de las mujeres y la propiedad de las decisiones de sus mismos cuerpos.

Sexismo y lingüística

Se ha argumentado que las dicotomías sexuales existen en el idioma, si bien se discute si determinado lenguaje provoca sexismo o el sexismo provoca cierto lenguaje (véase la hipótesis de Sapir-Whorf).

Lenguaje sexista y lenguaje neutro

A finales del siglo XX hubo un ascenso del uso de lenguaje neutro en términos de género en Occidente, lo que a menudo se atribuye al auge del feminismo. El lenguaje neutro en términos de género, como parte de la corrección política, es la elusión de nombres de profesión sexistas («asistente de vuelo» en lugar de «azafata»), uso no paralelo («cónyuges» en lugar de «marido y mujer») y otras expresiones que algunos consideran sexistas. Quienes lo defienden creen que el uso de términos específicos de un género supone un sesgo para excluir a individuos en función de su sexo. Sus oponentes cuestionan que tal campaña elusiva se libre también en el plano semántico. Hay quien incluso rechaza esta tendencia como una «locura» de la corrección política y protestan contra lo que consideran censura Axiologia.

Lingüística antropológica y lenguaje específico de género

A diferencia de las lenguas germánicas occidentales, para muchos otros idiomas del mundo los pronombres de género específicos son un fenómeno reciente surgido sobre principios del siglo XX. Como resultado del colonialismo, ocurrió una revolución cultural en muchos lugares del mundo, incluyendo intentos por «modernizar» y «occidentalizar» las lenguas locales añadiéndoles pronombres de género específicos y pronombres animado-inanimado. Irónicamente, esto provocó que donde hace un siglo había pronombres neutros de repente aparecieses pronombres de género específicos.

En dichas partes del mundo, algunas feministas, desconocedoras de la etimología de su propio idioma, se quejan sobre lo que perciben como «lenguaje sexista» usando argumentos como que «el lenguaje tradicional no puede reflejar adecuadamente la presencia de las mujeres en la sociedad moderna», parecidos a los esgrimidos en Occidente. Sin embargo, otras feministas, conscientes de su historia lingüística, advierten que el lenguaje tradicional de su parte del mundo es inherentemente neutral en cuanto a género, por lo que deciden revivir el uso neutral original de hace un siglo mediante proyectos de reclamación.

Reapropiación

Se llama reapropiación (también conocida como proyectos de reclamación) al proceso cultural mediante el que ciertos grupos reclaman o se reapropian de términos, símbolos y artefactos que se usaron anteriormente para discriminar. Por ejemplo, dentro del idioma inglés ciertos términos como bitch (‘perra’) y slut (‘marrana’), que históricamente han sido usados como calificativos sexistas peyorativos contra las mujeres, se han usado posteriormente para aludir a mujeres fuertes, independientes e independientes y a mujeres hipersexuales y sexualmente liberadas. De forma parecida, términos como girlie men (‘nenazas’) y tranny, que tradicionalmente se han usado peyorativamente contra los transexuales, se han usado luego para aludir a los distintos grados de transexualidad de «pre-operación» y «no-operación», tanto a los que se han sometido o van a someterse a cirugía de reasignación de sexo como a los que no. El éxito de estos procesos culturales es discutible.

Véase también

Referencias

  1. Janet Shibley Hyde (1991). «Psicología de la mujer, la otra mitad de la experiencia humana». Heath and Company. Consultado el 14 de abril de 2011.

Enlaces externos


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