Ofensiva de Aragón

Ofensiva de Aragón
Ofensiva de Aragón
Parte de la Guerra Civil Española
Fecha 7 de marzo19 de abril de 1938
Lugar Provincias de Huesca, Zaragoza, Castellón y Lérida, (España)
Resultado Decisiva victoria franquista. La zona republicana es partida en dos y Cataluña queda aislada de la zona central. Formación de la Bolsa de Bielsa.
Cambios territoriales La mitad oriental de Aragón, el Valle de Arán, y la desembocadura del Ebro pasan a control franquista.
Beligerantes
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg España franquista
Bandera de la Alemania Nazi. III Reich
Flag of Italy (1861-1946).svg Reino de Italia
Flag of Spain 1931 1939.svg II República española
Flag of the International Brigades.svg B. Internacionales
Comandantes
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Fidel Dávila Arrondo
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Juan Vigón
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Juan Yagüe
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Rafael García Valiño
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg José Solchaga
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Antonio Aranda
Flag of Spain under Franco 1938 1945.svg Camilo Alonso Vega
Flag of the NSDAP (1920–1945).svg Von Thoma
Flag of the NSDAP (1920–1945).svg Hellmuth Volkmann
Flag of Italy (1861-1946).svg Mario Berti
Flag of Spain 1931 1939.svg Vicente Rojo
Flag of Spain 1931 1939.svg Sebastián Pozas
Flag of Spain 1931 1939.svg Juan Perea Capulino
Flag of Spain 1931 1939.svg Enrique Líster
Flag of Spain 1931 1939.svg Valentín González
Flag of Spain 1931 1939.svg Antonio Beltrán
Flag of the International Brigades.svg Karol Świerczewski
Flag of the International Brigades.svg Robert Merriman
Fuerzas en combate
Ejército del Norte
• 120.000 soldados
• 700 piezas de artillería[1]
• 200 carros de combate[2]
Corpo Truppe Volontarie
• 30.000 hombres
Legión Cóndor
• 70 aviones
Aviación Legionaria
• 120 aviones
Ejército del Este
• 100.000 soldados
Bajas
Moderadas Gran número de bajas, incluyendo prisioneros

La Ofensiva de Aragón de la Guerra Civil Española fue una campaña del bando nacional iniciada apenas tres semanas después del fin de las hostilidades de la Batalla de Teruel. La ofensiva comenzó el 7 de marzo y concluyó el 19 de abril de 1938. Esta campaña golpeó de lleno a las fuerzas republicanas del Ejército del Este, partiendo en dos el territorio bajo administración republicana y creando una grave crisis interna en el seno del gobierno republicano.

Contenido

Introducción

La batalla de Teruel había consumido los recursos bélicos del Ejército Republicano. Al mismo tiempo, Franco redistribuyó sin pérdida de tiempo el grueso de sus fuerzas a lo largo del frente de Aragón, entre la propia ciudad de Teruel y el sur de la provincia de Zaragoza. Su objetivo era aprovechar su ventaja local para conquistar el resto de Aragón, al tiempo que sus fuerzas penetraban en Cataluña y Levante. El ejército rebelde fue capaz de reunir para esta campaña a más de 100.000 hombres, incluyendo a sus tropas mejor preparadas, que irían en vanguardia de la ofensiva.[3]

A pesar de la inferioridad en hombres del bando nacional, este se encontraba mejor equipado y en mejor forma que su enemigo, cuyas tropas aún no habían podido recuperarse de las grandes pérdidas humanas y materiales sufridas en Teruel.[4] En cuanto al apoyo aéreo, los rebeldes contaban con cerca de 950 aviones, 200 carros de combate y algunos miles de camiones.[5] Y aparte de la ayuda de Alemania e Italia, Franco tenía la ventaja de contar con las industrias del norte de la península. Por su parte, la Segunda República Española recibía la ayuda soviética pero ésta tardaba en llegar a tiempo, además que dependía de la producción de armamento muy poco competente llevada a cabo por los anarquistas en Cataluña. Un testigo anarquista informó de que «A pesar del enorme gasto que supuso, nuestra organización industrial era incapaz de completar la producción de ningún tipo de fusil, ametralladora o cañón...».[6]

Fuerzas presentes

Ejército rebelde

Franco había proyecto la siguiente ofensiva contra Aragón. Las fuerzas atacantes serían las del Ejército del Norte a las órdenes de Dávila, con el Coronel Vigón como jefe de Estado Mayor. Los Cuerpos de Ejército de Solchaga, Moscardó, Yagüe y Aranda llevarían el peso del ataque principal junto al CTV italiano del General Berti. La reserva estaría formada por las divisiones de García Valiño y García Escámez. Varela, con el Cuerpo de Ejército de Castilla, estaría en Teruel dispuesto como reserva estratégica.[7] La Legión Cóndor también se mantenía a la expectativa, habiendo renovado su material y equipo para la nueva campaña. En cuanto a los tanques alemanes, Franco quería distribuirlos en apoyo de la infantería (según el estilo habitual de los generales de la vieja escuela, comentó Von Thoma). Von Thoma hubo de mediar para que finalmente los tanques actuasen de modo concentrado, aunque las tropas franquistas disponían de 200 tanques.[8]

Ejército republicano

Debido a las pérdidas materiales sufridas en la Batalla de Teruel, a la mitad de las tropas republicanas les faltaban suficientes fusiles, y ya que las tropas de élite del Ejército Popular Republicano habían sido trasladadas a retaguardia para rearme y descanso, el frente era defendido por bisoñas tropas sin experiencia en combate.[9] El rearme del Ejército Popular era cada día más complicado, ya que la ayuda soviética cada vez era más escasa.[10]

Mientras tanto el bando nacional había redistribuido sus tropas a lo largo del frente aragonés mucho más rápido de lo que había creído posible el generalato republicano, a pesar de las advertencias de sus espías. El alto mando republicano seguía convencido de que Franco retomaría la ofensiva planeada previamente de atacar Madrid desde el norte de Guadalajara.[11] Otro error cometido por los republicanos fue creer que las tropas sublevadas estaban tan agotadas del combate como lo estaba el propio Ejército Popular.[12] De manera general, puede decirse que la República fue sorprendida por el ataque rebelde.

Belchite quedó completamente en ruinas y no fue reconstruido. Imagen de Belchite en 2006.

Comienza el ataque

Rotura del frente en Belchite

El primer día de la ofensiva el frente se rompió por varios puntos, aunque los republicanos tardaron tiempo en considerarlo como un ataque importante.[13] A las 6.30, tres cuerpos de ejército rebeldes atacaron las líneas republicanas en una franja comprendida entre el río Ebro y la población de Vivel del Río. Las tropas republicanas de primera línea carecían de experiencia de combate y, para empeorar la situación, tampoco disponían de fusiles y municiones en cantidad. Al norte del ataque se encontraba el Ejército de Africa de Yagüe, apoyado en sus movimientos por la Legión Cóndor y 47 baterías de artillería.[14] Los marroquíes de Yagüe avanzaron por la margen derecha del Ebro, aplastando toda resistencia organizada de los republicanos.[15] José Solchaga dirigió el ataque franquista contra Belchite. Las defensas de la localidad, que habían sido diseñadas por un agente soviético, cayeron fácilmente ante las tropas rebeldes. El 10 de marzo, los navarros de Solchaga entraban en la devastada localidad de Belchite, siendo las tropas británicas, americanas y canadienses de la XV Brigada Internacional las últimas en abandonar las ruinas del pueblo que tanto costó tomar el verano anterior. El veterano comandante norteamericano Robert Hale Merriman, jefe de la XV Brigada, murió en la retirada.[16] Los italianos por su parte atacaron la población de Rudilla, donde se encontraron con una gran resistencia inicial pero finalmente las Flechas Negras consiguieron acabar con la defensa. El propio Conde Ciano (Ministro de Asuntos exteriores de la Italia fascista) se jactaba del éxito logrado: «Avanzamos a una gran velocidad».[17]

Retirada republicana

Aranda tuvo que librar duros combates antes de lanzarse a la conquista de Montalbán, el 13 de marzo, a través de las líneas republicanas. Pero la resistencia republicanas apenas había comenzado cuando se produjo una desbandada.[18] A lo largo de todo el frente, las fuerzas republicanas debieron retirarse. Una gran parte del ejército simplemente huyó ante el ataque sorpresivo, con lo que la retirada se convirtió en una derrota sin paliativos. Por si fuera poco, el sentimiento anti-comunista que se estaba apoderando del Ejército Popular Republicano ayudó a propagar la desmoralización, pues en plena batalla los comandantes republicanos del Partido Comunista de España no cesaban de acusarse entre ellos de todos los fracasos y decisiones equivocadas en el terreno militar, al punto que los líderes comunistas André Marty y Enrique Líster se atacaban mutuamente de manera constante acusándose entre sí por la culpabilidad en la derrota.[19] Para rechazar toda responsabilidad por el desastre bélico, Líster decidió entonces ejecutar a cualquiera de sus comandantes subalternos que tomara la decisión de retroceder; esto creó un gran cuestionamiento entre los propios combatientes del Partido Comunista Español (ya que el propio Líster era militante comunista, al igual que sus oficiales subalternos a quienes ordenaba ejecutar).[20] El jefe de Estado Mayor republicano, el general Vicente Rojo, instaló en Caspe su centro de operaciones, congregando en esta villa a las Brigadas Internacionales.[21]

Pero, aún así, llegaron noticias de que los italianos se aproximaban a Alcañiz. Aquí se congregaron algunas unidades republicanas, pero lo cierto es que incluso aquellas unidades que lograban resistir eficazmente debían retirarse por el hundimiento total de las unidades más próximas. Entretanto, los Heinkel 111 y los Savoia 79 bombardeaban las posiciones republicanas mientras los Dornier 17, los Messerschmitt 109 y los Chirris bombardeaban la retirada republicana.[22] Finalmente cayó Alcañiz, donde se hicieron innumerables prisioneros y los mandos de división quedaron cercados; La toma de Alcañiz hizo que la desbandada republicana fuera total. El propio General Walter estuvo a punto de ser hecho prisionero en la villa.[23] Este fracaso de los interbrigadistas provocó que André Marty (jefe de las Brigadas Internacionales) acudiera al Frente de Aragón y celebrase una reunión con los comandantes. Aunque se reorganizaron algunos mandos, Marty no pudo evitar el desastre siguiente. El 16 de marzo tres divisiones franquistas (la de Barrón, la de Muñoz Grandes y la de Bautista Sánchez) rodearon Caspe, después de haber alcanzado los suburbios el día anterior. Al anochecer del día 17, después de dos días de duros combates en el curso de los cuales las Brigadas Internacionales (especialmente la XV) habían realizado prodigios de valor, la villa aragonesa cayó.[24] Para entonces los ejércitos franquistas se encontraban a 110 km de su punto de partida 8 días antes, ante las defensas naturales de los ríos Ebro y Guadalupe. Y lo peor no había llegado aún.[25]

Reconstrucción del sistema de trincheras en Alcubierre.

Desastre republicano

El Frente de Aragón se derrumba

El ejército franquista ahora se detuvo brevemente justo antes de los ríos Ebro y Guadalupe para reorganizarse. Pero el 22 de marzo se reaunudó la ofensiva, esta vez en el norte, contra las líneas republicanas situadas entre Zaragoza y Huesca, ocupadas por los republicanos desde agosto de 1936. En un solo día cayeron todas aquellas célebres fortificaciones. Los generales Solchaga y Moscardó lanzaron 5 ataques consecutivos en el frente de 130 km que separaban Zaragoza de Huesca. Finalmente, el sitio sobre Huesca fue roto y la ciudad quedó liberada del asedio republicano, pero no fue el único éxito de aquel día: las importantes poblaciones de Tardienta y Alcubierre fueron conquistadas en un solo golpe. Al día siguiente, desde el sur Yagüe cruzó el Ebro y conquistó Pina, la población que en agosto de 1936 había recibido fríamente al líder anarquista Durruti. Las aldeas en el este de Aragón, que habían experimentado la revolución social por sus propias acciones o de las columnas anarquistas provenientes de Cataluña, fueron tomadas en pocos días por los nacionales, transformando a sus habitantes repentinamente en refugiados. En esta parte de la ofensiva, las poblaciones de Barbastro, Bujaraloz y Sariñena sucumbieron ante los nacionales; el 25 de marzo, las tropas de Yagüe ocuparon Fraga y entraron en Cataluña tras haber cruzado el Ebro y tomado la población de Pina. Yagüe ordenó de inmediato atacar la ciudad siguiente, Lérida, pero El Campesino logró detener el avance franquista por una semana, hasta que los nacionales tomaron la ciudad el 3 de abril, pero dando a los republicanos ocasión de retirarse con valioso equipo militar.[26]

El Ejército republicano se desintegra

Las tropas del general Solchaga, por su parte, tomaban Barbastro y acabaron a la 43ª División del Ejército Popular en la llamada Bolsa de Bielsa, donde 7000 soldados republicanos combatieron tenazmente hasta mediados de junio frente a enemigos que los doblaban en número y sobrepasaban en armamento y apoyo aéreo; la cercanía de los Pirineos dificultaba el avance rápido y apoyaba a la defensa republicana. Pero en el sur, los nacionales avanzaron fácilmente a través del Maestrazgo, pues por toda esa región los soldados republicanos huían, desertaban, se pasaban al enemigo, o se rendían. Para agravar la situación, en plena batalla las diferentes facciones políticas en el Ejército Popular se acusaban mutuamente de traición e incompetencia, al punto que los oficiales comunistas negaban al resto de unidades (sobre todo a milicias anarquistas) la entrega de suministros y munición. André Marty, encargado máximo de las Brigadas Internacionales, no pudo evitar las enormes bajas sufridas por éstas mientras se dedicaba a buscar culpabilidades entre sus subordinados, ordenando la ejecución de oficiales de manera arbitraria y muchas veces delante de sus propios hombres; ante estos hechos la moral estaba hundida y no se sabía hasta donde llegaría la derrota republicana.[27] A finales de marzo, el General Pozas fue destituido de su mando del Ejército del Este y sustituido por el Teniente Coronel Juan Perea Capulino, un militar de simpatías anarquistas que había demostrado una gran capacidad militar. Numerosos cambios de mando tuvieron lugar entre oficiales de otras unidades republicanas del Frente de Aragón, pero en muchas ocasiones estos cambios no consiguieron evitar la cascada de derrotas que venía sufriendo el Ejército Popular de la República.

La potencia aérea ayudaba a decidir a esta campaña. Los llanos de Aragón proporcionaron al bando nacional sencillos campos de aterrizaje, permitiendo un rápido apoyo aéreo para las tropas en el frente sin cubrir largas distancias. La aviación de los nacionales fue decisiva para hacer retroceder a las tropas republicanas, forzándolas a abandonar sus posiciones una tras otra, atacando las columnas en retirada, y venciendo en el aire a la aviación republicana, que quedó completamente superada por su abrumador enemigo. Los alemanes y los soviéticos aprendieron lecciones valiosas sobre el uso de aviones de combate en operaciones de ayuda a la infantería.

Los franquistas entran en Cataluña

El día 3 de abril las tropas del general Yagüe tomaban Lérida y Gandesa también fue ocupada el mismo día, tomando prisioneros a unos 140 soldados estadounidenses y británicos de la XV Brigada Internacional. También en ese día, las tropas del general Antonio Aranda que avanzaban por el Maestrazgo vieron el mar por primera vez. En el norte, el avance franquista continuó y el día 8 de abril los rebeldes conquistaron Balaguer, Camarasa y Tremp, con lo cual las plantas hidroeléctricas que abastecían a Barcelona cayeron en manos de los nacionales; con ello las industrias de Barcelona sufrieron una disminución severa de su producción y las viejas plantas de vapor debieron ser usadas nuevamente. No obstante, Líster y su 11ª División lograron detener a los italianos del Corpo di Truppe Volontarie en la desembocadura del río Ebro, a la altura de Tortosa; Fue un duro golpe para los italianos, pues sus tropas quedaron durante algún tiempo inutilizadas para el combate, pero además porque detuvo toda tentativa de cruzar el Ebro.[28] Por otro lado, a la llegada a la ribera del río Segre, el avance franquista no pasó más allá del río, a excepción de pequeñas acciones locales y algunas cabezas de puente que se establecieron en Seròs, Lérida o Balaguer. A pesar de que Lérida había caído, la extraordinaria resistencia de El Campesino y su 46ª División fue fundamental para la evacuación de material y hombres a la orilla inversa del Segre. Más al norte, el avance por los Pirineos se vio en graves dificultades ante una decidida resistencia de las tropas republicanas, sobretodo las de la Bolsa de Bielsa. A pesar de todo, Viela y el Valle de Arán fueron ocupados, aunque ese fue el límite del avance franquista en las zonas más septentrionales.[29]

División de la zona republicana

Se cree que ante la acelerada derrota del Ejército Popular Republicano los nacionales habrían podido tomar fácilmente Barcelona y toda Cataluña, pero Francisco Franco tomó una decisión sorprendente para sus propios generales: ordenó avanzar hacia la costa y luego de ello atacar Valencia. Esta decisión fue considerada un error estratégico debido a la lejanía del objetivo elegido, mientras que Barcelona era un objetivo mucho más cercano y vulnerable, pero Franco tenía informes de inteligencia según los cuales un avance del bando nacional por Cataluña podría causar una intervención armada de Francia; en consecuencia Franco ordenó que el ataque continuase hacia el mar.[30] El general Juan Yagüe censuró en privado esta decisión estratégica de Franco y por ello le fue retirado temporalmente el mando de sus tropas. Los republicanos, muy debilitados, no ofrecían una resistencia seria. El día 15 de abril las tropas nacionales entraban en Vinaroz, localidad de la costa del Mediterráneo, cortando definitivamente en dos la zona republicana, la cual así seguiría hasta el fin de la guerra; el día 19 los nacionales ya habían ocupado 32 km de la costa mediterránea casi sin hallar resistencia. La serie de victorias que comenzaron con la Batalla de Teruel inspiró gran confianza en los nacionales, quienes tras la llegada al Mediterráneo pensaron que la guerra casi estaba ganada.[31] Mientras se desarrollaba la ofensiva de Valencia, Francia había abierto de nuevo la frontera española, y se remitió a la zona republicana la ayuda militar que había sido comprada en el extranjero y que se acumulaba en territorio francés debido al embargo de armas. Esto retardó el avance de los nacionales y la defensa republicana se hizo más firme. El desastre militar republicano fue contenido por unos meses, y aunque las tropas sublevadas lanzaron otros ataques en el norte hacia el río Segre y en el área de Valencia, la ofensiva de Aragón estaba para todos los intentos y propósitos concluida antes del 19 de abril.

Consecuencias

En una amplia campaña, todas las defensas republicanas en el Frente de Aragón habían caído en pocos días. Un frente que se había mentenido estable desde el verano de 1936 ahora, en unas pocas semanas, se había derrumbado y había avanzado mucho más allá de lo que hubieran podido imaginar republicanos y franquistas. Los republicanos se hallaban en la peor de las situaciones posibles, con su territorio dividido en dos áreas (El territorio catalán y la zona centro sur en torno a Madrid y Levante). Las derrotas republicanas en el frente aragonés también provocaron una grave crisis en el Gobierno republicano (presidido por Juan Negrín), que supuso la salida de Indalecio Prieto como Ministro de Defensa Nacional y una crisis interna de gobierno. Negrín hubo formar un nuevo gabinete de Concentración, incluyendo incluso a los anarquistas de la CNT.

El ejército republicano había sido literalmente barrido de la zona, quedando sus restantes efectivos muy mermados en hombres y material, aunque habían logrado detener el avance de los ejércitos franquistas en las orillas de los ríos Segre y el Ebro y las cordilleras del Maestrazgo. Ahora que Francia había vuelto a abrir su frontera, el material bélico de la URSS volvía a entrar en la España republicana, la posibilidad de rearmarse volvía a ser una realidad. Los franquistas estaban exultantes y creían que aquella racha de victorias era el presagia de un pronto final de la guerra: nada más lejos de la verdad. El empecinamiento de Franco por la Ofensiva de Valencia llevó a su mejores tropas a quedar empantanadas en un lento avance contra un enemigo que se había reforzado tanto en equipamiento como en moral. No obstante, sus éxitos en Aragón sí constituyeron una garantía y la II República Española nunca se recuperaría de este golpe.

Referencias

  1. Beevor, Antony. The Battle for Spain. The Spanish Civil War 1936–1939. Penguin Books. London, 2006, p. 324.
  2. Beevor, Antony. The Battle for Spain. The Spanish Civil War 1936–1939. Penguin Books. London, 2006, p. 324.
  3. Gabriel Jackson, The Spanish Republic and the Civil War, 1931–1939 (1965), p. 407.
  4. Herbert L. Mathews, Half of Spain Died, A Reappraisal of the Spanish Civil War (1973), pp. 15–16.
  5. Gabriel Jackson, p. 407.
  6. Hugh Purcell, p. 98, Colonel Vicente Rojo as quoted in Stanley G. Payne, The Spanish Revolution (1970).
  7. Hugh Thomas (1976), p. 857.
  8. Hugh Thomas (1976), p. 857.
  9. Hugh Thomas (2001), p. 777.
  10. Herbert L. Matthews, p. 16.
  11. Hugh Thomas (1976), p. 858.
  12. Anthony Beevor, The Battle for Spain, The Spanish Civil War 1936–39 (2006), p. 324.
  13. Hugh Thomas (1976), p. 858.
  14. Cecil Eby, Between the Bullet and the Lie, American Volunteers in the Spanish Civil War (1969), p. 207.
  15. Hugh Thomas (1976), p. 858.
  16. Hugh Thomas (1976), p. 859.
  17. Diarios de Ciano 1937–1938, p. 87.
  18. Hugh Thomas (1976), p. 859.
  19. Anthony Beevor, pp. 325, 326.
  20. Hugh Thomas (1976), p. 859.
  21. Hugh Thomas (1976), p. 859.
  22. Hugh Thomas (2001), p. 779.
  23. Hugh Thomas (1976), p. 859.
  24. Hugh Thomas (1976), p. 860.
  25. Hugh Thomas (1976), p. 860.
  26. Hugh Thomas (2001), pp. 778–779.
  27. Hugh Thomas (2001), pp. 779–780.
  28. Hugh Thomas (1976), p. 862.
  29. Hugh Thomas (1976), p. 861.
  30. Hugh Thomas (2001), pp. 780–781.
  31. Hugh Thomas (2001), p. 781.

Bibliografía

  • MALDONADO MOYA, José Mª. El frente de Aragón. La Guerra Civil en Aragón (1936–1938). Mira Editores. ISBN 978-84-8465-237-3.
  • SALAS LARRAZABAL, Ramón. Historia del Ejército Popular de la República, La Esfera de los Libros, Madrid 2006. ISBN 84-9734-465-0.
  • THOMAS, Hugh (1976). La Guerra Civil Española. París: Ruedo Ibérico. 
  • THOMAS, Hugh (2001). La Guerra Civil Española. 
  • BEEVOR, Antony (2005). La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. ISBN 8484326653. 

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