- Pueblo godo
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Los godos eran una de las muchas tribus del otro lado de la frontera oriental a las que los romanos llamaban bárbaras o germánicas. Probablemente su origen esté en Götaland, lo que es hoy el sur de Suecia, aunque para algunos autores su origen es báltico, pero no de la península escandinava.[1]
Contenido
Historia
En el siglo III, tras haber partido desde su lugar de origen al sur de la actual Suecia, los godos avanzaron hacia el Sur, siguiendo el curso del Vístula para luego penetrar por las llanuras danubianas hasta las orillas septentrionales del mar Negro. En su larga migración, después de dejar tras de sí a numerosos pueblos afines (los esciros y los gépidos en el Vístula, los hérulos y los rugios en Pomerania, los burgundios en la cuenca alta del Elba y los vándalos en la desembocadura del mismo río), perdieron su uniformidad étnica debido a riñas y confrontaciones internas entre los clanes de la tribu (las fuentes que describen este hecho son muy escasas), transformados en una nación relativamente poderosa, se dividieron en dos facciones: los ostrogodos al Este (entre el Don y el Dniéper) y visigodos al Oeste (entre el Dniéper y el Tisza).
Contacto con el Imperio romano
Al poco tiempo, los godos poseían una fuerte organización dinástica que les permitió adquirir una capacidad de choque y una penetración mayor que las demás tribus germánicas, invadieron Dacia y se asentaron en ella por un periodo aún no establecido exactamente por las fuentes godas (dado que eran una tribu semierudita) a pesar de haber sido derrotados en el 214 por el Emperador Caracalla.
El contacto con el Imperio romano prontamente introdujo cierta civilización en las tribus góticas, sobre todo en las orientales (ostrogodos), muchos de cuyos miembros decidieron integrarse en las legiones imperiales como voluntarios.
Sin embargo, la presión hostil en los confines del imperio se hizo cada vez más fuerte por obra de los visigodos, siendo una de sus causas el explosivo aumento poblacional de los bárbaros y el simultáneo ocaso de la capacidad militar del imperio. Hacia el año 247, los visigodos completaron la ocupación y conquista de Dacia, venciendo y asesinando al emperador Decio en la batalla de Attrio. Al mismo tiempo comenzaron con la invasión de los Balcanes hacia Bizancio, por una parte, y la de Italia y Panonia, por otra.
Contra ellos lucharon los emperadores Claudio II (llamado El Gótico) y Lucio Domicio Aureliano, logrando contener sus invasiones y por casi dos siglos retrasaron su empuje hacia Occidente. Más adelante se aliaron con Constantino II y se convirtieron al cristianismo por obra del obispo Ulfilas, que tradujo la Biblia a su lengua.
Las guerras entabladas entre los emperadores romanos y los gobernantes godos a lo largo de casi un siglo devastaron la región de los Balcanes y los territorios del noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los godos y bajo el gran rey Hermanarico establecieron en el siglo IV (350) un reino que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro, teniendo como súbditos a eslavos, ugrofineses e iranios.
Invasiones hunas
Hacia el 370, los hunos arrasaron el vasto reino visigodo del rey Hermanarico y dispersaron a todas las tribus góticas. A partir de este momento, los visigodos reemprendieron su marcha hacia el Oeste (Europa central) y ya no pudieron ser detenidos: en el año 378 derrotaron y dieron muerte en la Batalla de Adrianópolis, al emperador romano Valente, pudiendo obtener así un tributo por una paz que sería sólo temporal; en el 395 iniciaron una expedición contra la península Itálica al mando de Alarico, llegando a saquear Roma en el 410 y establecerse cinco años más tarde en la provincia romana de Hispania (hoy España y Portugal), fundando a partir de estos hechos, un reino que perduraría por los siguientes 300 años y que termina desapareciendo por la invasión y ocupación árabe en el año 711.
Campaña bizantina contra los ostrogodos
A la muerte de Teodorico, el control de la política ostrogoda cayó en manos de su hija Amalasunta, la cual ejerció el poder en nombre del rey niño Atalarico, hasta que este falleció en 534. La regencia se caracterizó por un viraje político hacia Oriente, generando una fuerte oposición interna. La pronta desaparición de su hijo forzó a la regente a la búsqueda de un monarca formal tras el que seguir moviendo los hilos del gobierno. El elegido fue Teodato, con el que contrajo matrimonio a fines de 534. Este se alejó pronto del palacio de Rávena y ordenó la eliminación de su mujer en abril de 535, posiblemente instigado por Teodora que buscaba un casus belli para la intervención de Justiniano I.
Ese mismo año Justiniano daría dos golpes de mano que le permitieron tomar Silicia al mando de Belisario y Dalmacia por Ilírico Mundo. Teodato recurrió a una embajada papal, pero se envió una embajada Imperial paralela al propio monarca ostrogodo para establecer un acuerdo secreto de cesión de Italia al imperio. Los diversos contratiempos que atravesaba el Imperio en ese momento, como la revuelta de África y la recuperación de territorios por germanos en Dalmacia, indujeron a Teodato a romper el compromiso y a hacer frente a los ejércitos de Justiniano.
Justiniano reorganizó la jerarquía militar para poder poner al frente de las campañas italianas a Belisario, ya que Mundo había fallecido en la ofensiva de Dalmacia. En su lugar se puso a Constantiniano, que recuperó la ofensiva en Dalmacia, reocupando Salona y expulsando a los ostrogodos de la región. Belisario ocupó Nápoles y finalmente Roma a comienzos de diciembre. Teodato, antes de la caída de Roma, fue depuesto por Vitiges, comandante de su guardia personal que demostró tener gran capacidad para las artes guerreras y puso sitio a Roma.
El precio de la conquista del reino ostrogodo quizá podría considerarse excesivo. Se provocaron continuas campañas de desgaste, siendo víctima principal la población itálica, que sufrió la destrucción de su tejido social, productivo, político y fue azotada por la peste. Los veinte años de lucha aceleraron dramáticamente la transición al mundo medieval. Roma perdió su entidad urbana y dejó de ser la ciudad por antonomasia del mundo Mediterráneo.
La Pragmática Sanción de 554, mediante la cual Italia era reintegrada al Imperio romano, ratificaba la situación de facto al otorgar a los obispos el control de diversos aspectos de la vida civil (como la actividad de los jueces civiles) y la administración de las ciudades, poniéndolos a cargo del aprovisionamiento, la anona y los trabajos públicos, al tiempo que quedaban exentos de la autoridad de los funcionarios imperiales.
Con el hundimiento de los reinos, los godos desaparecieron de la historia, habiendo asimilado rápida y totalmente a la civilización romana. La rama que más tiempo perduró fue la de los godos de Crimea, los cuales perdieron su independencia en el año 1475 frente a los turcos, en tanto su lengua, aún viva en parte del siglo XVI, no parece haberse extinguido hasta el siglo XVIII.
Campaña bizantina contra los visigodos
A finales de 552 Justiniano podía considerar la campaña itálica como finalizada, accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Valencia a Cádiz. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania. De hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su evaporación en el 624.
Sociedad y economía visigoda
Cuando tuvieron los primeros contactos con el Imperio romano, los godos se dieron al pillaje dentro de sus tierras. Cuando se instalaron en Dacia, se dedicaron a la extracción de recursos minerales que luego comercializaban con los romanos.
Con el establecimiento en la provincia romana de Dacia, se produce un profundo cambio en la estructura económica y social de los godos. En un principio se trataba de un pueblo seminómada en donde todos los hombres eran libres y tenían los mismos derechos ante sus caudillos, siendo todos guerreros en potencia, para luego pasar a ser una sociedad dedicada a la actividad agrícola y en menor escala ganadera. Nace así una fuerza de campesinos libres que no deben guerrear y otra casta que estaba conformada por guerreros profesionales que se entregaban de lleno a la preparación militar.
Surge también una aristocracia que se dedica a acumular grandes riquezas obtenidas mayoritariamente del comercio con el Imperio romano. Este cambio social y económico de convertirse en una nación agrícola, conlleva a que las aspiraciones militares de los godos sean la conquista de tierras fértiles donde poder asentarse y desarrollar la actividad mayoritaria. En todo el territorio conquistado se produce este poderoso fenómeno, pero se muestra una acentuación en comarcas visigodas, pues limitaban con el Imperio, por un lado, y con los ostrogodos, por el otro, mientras que estos últimos poseían la retaguardia desprotegida ante invasiones hunas y de otros grupos bárbaros.
Cabe destacar que los godos absorbieron con facilidad innovaciones tecnológicas, como el estribo, el arco, la equitación y nuevas tácticas militares basadas principalmente en la caballería armada con arco y flecha. Con estos avances y la riqueza obtenida del comercio con los romanos, los godos se convierten prontamente en una gran potencia que se encuentra por encima de otros pueblos germánicos. Esto hace que se transformen en un problema para el Imperio romano.
Este desarrollo económico (y también el desarrollo militar) produjo preocupación dentro de los límites imperiales, por lo que Aureliano se decidió a proclamar el Deus et dominus natus, reconociendo así a la nación goda asentada en Dacia, en el año 270. De esta forma, los romanos reconocían a los godos como una nación amiga y vecina, a pesar de que las incursiones al otro lado del Danubio proseguían sin importar lo que se estipulara en los tratados. Con el Deus et dominus natus se intentó pacificar a los godos, haciéndoles creer que eran gratos y necesarios para el Imperio; como bien se sabe, los romanos siempre fueron buenos diplomáticos.
Lengua
El idioma gótico es una lengua germánica extinta, que, con la lengua de los burgundios, vándalos, hérulos y rugenos, constituía el grupo germánico oriental. A diferencia de las últimas, de las cuales sólo se conocen algunos nombres propios y algunos sustantivos, el gótico es conocido por fragmentos que se conservan de la traducción de la Biblia, efectuada por Ulfilas, que convirtió y evangelizó a los godos. Estos, asentados al principio al Norte del Danubio, fueron conducidos por el mencionado obispo en el año 348 al otro lado del río, cerca de Nicópolis, para que pudiesen escapar de las persecuciones anticristianas decretadas por Atanarico.
La obra de Ulfilas fue de gran importancia. No sólo era gran conocedor de su propia lengua, sino también del latín y griego. Se vio en la necesidad de trasladar los conceptos, los hechos culturales y los objetos de la civilización grecorromana a una lengua alejada de todo ello, debido a las características culturales del pueblo que la hablaba y carente también, si se exceptúan las inscripciones rúnicas germánicas, de cualquier tradición literaria. Por lo tanto, Ulfilas tuvo que crear primeramente un alfabeto proveniente del griego, pero con rasgos latinos y rúnicos, y solucionar a continuación los complicados problemas relacionados con la semántica. Aun con la limitación de tratarse de una lengua de una sola persona y resultado de una traducción, es la primera lengua germánica documentada. Además la lengua gótica posee ciertos trazos de conservación -ausente o en vías de desaparición en otras lenguas germánicas- que colocan a este idioma histórico bastante cerca de aquella abstracción científica que constituye el germánico común.
Sentido moderno del término "godo"
El recuerdo del pueblo godo se ha mantenido en la cultura popular española a lo largo de los siglos asociado a la nobleza antigua, dando lugar a expresiones como «hacerse los godos» o «ser godo».[2] Con el tiempo, el adjetivo godo ha adquirido varias acepciones, generalmente despectivas:
- en las Islas Canarias es habitual el uso del término godo para referirse despectivamente a los españoles peninsulares e insulares (islas Baleares);[2]
- durante las Guerras de Independencia de Hispanoamérica los partidarios de la independencia llamaban despectivamente godos a los españoles y a los criollos realistas;
- a consecuencia de lo anterior, en algunas partes de América, como Bolivia, se sigue llamando godos o chapetones a los españoles; y en otras como Venezuela y Colombia se denomina así a los miembros del decimonónico Partido Conservador y, por extensión, a los conservadores.[2]
Véase también
Referencias
Enlaces externos
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