Francisco de Toledo

Francisco de Toledo
Francisco de Toledo
Francisco de Toledo

30 de noviembre de 1569 – 1 de mayo de 1581
Predecesor Lope García de Castro
Sucesor Martín Enríquez de Almansa

Datos personales
Nacimiento 10 de julio de 1515
Oropesa, Toledo, España
Fallecimiento 21 de abril de 1582
Escalona, Toledo, España
Profesión Político y militar.

Francisco Álvarez de Toledo (* Oropesa, 1515 - † Escalona, 1582) conocido también como "El Solón Colonial",[1] fue un noble y militar español, que llegó a ser el quinto de los Virreyes del Perú. Ocupó dicho cargo desde el 30 de noviembre de 1569 hasta el 1º de mayo de 1581, un total de 11 años y 5 meses. Es una de las figuras más polémicas de la historia colonial peruana. Los enjuiciamientos de quienes han estudiado su labor gubernativa son bastante diversos: unos como Roberto Levillier lo elogian como el “supremo organizador” del virreinato, por darle su adecuada estructura legal, afianzando importantes instituciones coloniales, en torno a las cuales giraría la administración del país durante unos 200 años.[2] Otros historiadores como Luis E. Valcárcel lo presentan como el “gran tirano” de los indios, sustentándose en determinadas medidas tomadas por este virrey, como la implantación de la mita minera (sistema de trabajo obligatorio de los indios en las minas) y la ejecución del inca Túpac Amaru I.[3]

Contenido

Biografía

Nacimiento y primeros años

Hijo segundo del II Conde de Oropesa Fernando Álvarez de Toledo y Zúñiga y de doña y María Pacheco Portocarrero, nació en el Palacio de los Álvarez de Toledo en Oropesa (actualmente Parador Nacional), al tiempo que fallecía su madre, lo que habría de influir en su talante serio y taciturno. Era descendiente del rey Alfonso XI de Castilla y de Doña Leonor Núñez de Guzmán (que a su vez era descendiente de la familia de Santo Domingo de Guzmán). Sus tías doña María y doña Isabel se encargaron de su crianza.

Al cumplir ocho años se trasladó a la Corte de Carlos V, para servir como paje de las reinas doña Leonor y doña Isabel. Aprendió latín, historia, retórica y teología además de esgrima, música, baile y modales cortesanos.

Al servicio del emperador Carlos I

El emperador Carlos I.

Tenía 15 años cuando en 1530 Carlos I lo aceptó en su casa, acompañando a dicho emperador hasta sus últimos días en las más variadas circunstancias tanto de paz como de guerra. Se dice que este contacto personal con el monarca, de quien adoptó la prudencia política, el “maquiavelismo” y la tendencia a buscar contrapesos entre sus colaboradores, le serviría de provechosa experiencia para su labor gubernativa posterior.

En 1535, cuando tenía 20 años, fue investido con el hábito de caballero de la Orden de Alcántara, una orden religioso-militar, y años después se le dio en esta corporación la encomienda de Acebuchar (1551).

La primera acción militar en la que intervino fue la expedición a Túnez en 1535, gran triunfo de las tropas imperiales sobre los turcos otomanos a quienes arrebataron dicha plaza del norte africano. Siguiendo al emperador en su recorrido por Europa, Toledo pasó por Roma, donde Carlos I desafió al rey de Francia Francisco I, lo que desencadenó otra guerra con dicho país (la tercera del reinado del emperador), entre los años 1536-1538. Tras la firma de la paz, Toledo regresó a España y marchó mas tarde a Gante (Flandes). Participó enseguida en la expedición a Argel, importante plaza turca del norte africano, campaña que culminó en fracaso debido al mal tiempo (1541).

En los años siguientes continuó al servicio de las armas imperiales, aunque también participó en las dietas, juntas y concilios. La información que tenemos de este período de su vida es confusa. Era una época muy turbulenta, pues además del embate de los turcos otomanos se producía el avance del protestantismo en Alemania, región bajo órbita imperial. En todo este tiempo Toledo estuvo cerca de Carlos V. Conoció las negociaciones de España con Inglaterra para iniciar una nueva guerra contra Francia, estuvo en Valladolid cuando Bartolomé de las Casas presentó ante una junta de teólogos el texto de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, supo de la redacción de las Nuevas Leyes de Indias que tanto revuelo provocaron en el Perú, y partió de Barcelona en 1543 con el emperador, rumbo a Italia y Alemania, durante la cuarta guerra contra Francia. Participó en las batallas de Güeldres y Düren.

En 1556 se produjo la abdicación de Carlos I y su retiro a España y el 12 de noviembre, camino de Yuste, hizo su entrada en el castillo de Jarandilla, donde fue recibido por Francisco de Toledo y su hermano mayor, el IV Conde de Oropesa; ambos sirvieron al anciano monarca hasta su fallecimiento en 1558.

Los años siguientes los dedicó Toledo en actividades relacionadas con la Orden de Alcántara. Entre 1558 y 1565 permaneció en Roma, donde participó en las discusiones y la definición de los Estatutos de la Orden, como procurador general.

Nombramiento como Virrey del Perú

Fue mayordomo en la casa del Rey Felipe II (hijo y sucesor de Carlos I), y asistió en calidad de delegado regio al concilio provincial de Toledo de 1565. León Gómez Rivas, que ha dedicado un libro (1994) a estudiar la peripecia vital de don Francisco antes de su venida al Perú, pone de relieve el decisivo apoyo que le otorgó el cardenal Diego de Espinosa, presidente del Consejo Real, durante las deliberaciones de la Junta Magna de 1568. Entre los resultados de la junta, donde se tomaron acuerdos importantes sobre la organización administrativa de las Indias, surgió el nombramiento de Toledo como virrey, gobernador y capitán general del Perú (30 de noviembre de 1568).

A fines de diciembre de 1568 salió de Madrid y tras visitar a sus familiares llegó a Sevilla el 23 de febrero del año siguiente, embarcándose en San Lúcar de Barrameda el 19 de marzo, en la armada que conducía el general Diego Flores de Valdés.

Arribo al Perú

Francisco de Toledo y su rúbrica. Grabado de Evaristo San Cristóbal. Es la clásica imagen del virrey según la descripción de los cronistas: vestido de negro riguroso, espada al cinto y con una gran cruz verde de Alcántara en el pecho.

El Virreinato del Perú era entonces inmenso: abarcaba desde Panamá hasta el extremo sur de Chile, incluyendo las Audiencias de Panamá, Bogotá, Quito, Lima, Chile y Charcas.

Toledo arribó a América y desembarcó en Cartagena de Indias el 8 de mayo de 1569. Su figura debió impresionar a cuantos encontró, no sólo por su ascetismo y el rigor de su presencia física, sino por los modales y manera de hablar, cargado de seriedad y de firmeza. A punto de cumplir 54 años, el virrey Toledo era de convicciones firmes, exagerada sobriedad, sentimiento reformador, audacia ilimitada, perfeccionismo a ultranza y de talante altivo. No estaba casado y eso le permitía volcar todas sus energías al servicio de la Corona.

Su eficacia en el mando quedó demostrada de inmediato: no bien desembarcó en Cartagena estableció los derechos de aduanas, levantó un hospital, artilló la plaza y expulsó a algunos franceses allí asentados. Tres semanas más tarde llegaba a Nombre de Dios, en Panamá, continuando su obra organizadora: instaló un hospital para marineros enfermos, cambió la localización de la ciudad y el puerto, que trasladó a un lugar llamado Porto Bello, envió a España a los españoles casados y encerró a los soldados y marineros en actitud de rebeldía. Se trasladó por tierra a la ciudad de Panamá, ordenó la construcción de caminos y vías, resolvió los conflictos de intereses enfrentados, estableció el derecho de almojarifazgo, reunió a los indios en nuevas reducciones y persiguió a los negros cimarrones que asolaban la región.

Desde Panamá avisó su llegada y envió una embajada a Lima, explicando el sentido de su misión gobernadora. Navegó hasta Manta (costa del actual Ecuador) y continuando por tierra alcanzó Piura a principios de septiembre de 1569. El día 15 de octubre fue recibido con toda solemnidad en Trujillo; el 26 de noviembre llegó a la chacra de Barrionuevo, cerca de Lima, donde recibió el saludo del gobernador Lope García de Castro, la Audiencia, vecinos notables y prelados religiosos; y finalmente el 30 de noviembre ingresó a Lima, pasando bajo los arcos de triunfo que se habían levantado en su honor. El arzobispo de Lima Jerónimo de Loayza lo recibió en la Catedral.

Primeras medidas

El rey Felipe II.

Posesionado pues del gobierno virreinal, Toledo permaneció en Lima durante un año, a fin de superar la crítica situación que halló, caracterizada por el enfrentamiento con la Audiencia, los abusos generalizados, el incumplimiento de las normas, la falta de respeto a la autoridad, la inaplicación de las leyes, la miseria y dispersión de los indígenas, el abandono de las minas y las rebeliones de españoles, criollos e indios. En este tiempo, supo rodearse de los mejores conocedores de la situación y con su apoyo inició de inmediato una formidable obra de legislador y reformador, por lo que mereció el título de "Solón del Perú", que le otorgara el insigne jurista limeño Antonio de León Pinelo.

Durante esos primeros meses de gobierno tomó las siguientes medidas:

  • Nombró corregidores en las ciudades más importantes.
  • Creó el cargo de protomédico encargado de la supervisión del ejercicio de la medicina.
  • Restableció el servicio de las armas.
  • Reordenó los libros de leyes y la actividad de los funcionarios reales revisando su sistema salarial.
  • Reorganizó la Hacienda real.
  • Exigió de los sacerdotes y prelados el estricto cumplimiento de las normas emanadas del Concilio de Trento.
  • Creó los llamados "obispos de anillo" o auxiliares.
  • Instaló el Tribunal de la Inquisición.

Su correspondencia con el rey, a lo largo de estos meses, demuestra el alcance y la amplitud de la labor emprendida en estos campos.

Tenía por delante una inmensa tarea, dedicada a la administración civil. En primer lugar, para resolver el problema de los indios estaba obligado a reunirlos en poblados o reducciones, pero al mismo tiempo tuvo que recomponer la caótica situación de los repartimientos y reordenar el funcionamiento de las encomiendas, pervertidos con el paso del tiempo. Quedaban muchas vacantes de encomiendas y su asignación provocó protestas y enfrentamientos con quienes reclamaban un supuesto favoritismo y discriminación. Fue una tarea interminable, que le ocupó a lo largo de todos los años de mandato.

La visita general al Perú (1570-75)

El virrey Francisco de Toledo. MNAAHP.

Siguiendo las recomendaciones del rey, Toledo se propuso llevar a cabo la visita de los territorios a su cargo, algo que nunca se había producido y que sin duda sería una tarea muy agobiante.

Salió de la ciudad de Lima el 22 de octubre de 1570, acompañado de su secretario Álvaro Ruiz de Navamuel y de los hombres más sabios y conocedores del medio, entre los que se encontraban el cosmógrafo e historiador Pedro Sarmiento de Gamboa y el naturalista Tomás Vásquez. Más adelante se les uniría el licenciado Juan Polo de Ondegardo, el insigne Juan de Matienzo y el religioso cronista José de Acosta.

En los cinco años que duró esta visita de inspección, el virrey Toledo realizó un extraordinario recorrido de unos 8,000 km, el cual se dividió en dos etapas: en la primera el itinerario fue el siguiente: Lima - Huarochirí - Jauja – Huamanga y Cuzco. En el Cuzco permaneció dos años para luego continuar la visita en una segunda etapa, con dirección a la Provincia de Charcas, siendo el itinerario seguido el siguiente: Checacupe - Chucuito - Juli - La Paz - Potosí - La Plata. Luego de una desafortunada expedición contra los chiriguanos (sureste de Charcas), retornó a Lima, vía Arequipa y el mar.

Ahora trataremos las incidencias de esta larga vista. Tras ingresar a la sierra por Huarochirí, el 20 de noviembre de 1570 arribó a Jauja, donde estableció nuevas reducciones o poblados de indios. Un relato cuenta que quedó asombrado al encontrar allí una montaña de expedientes judiciales, pues los lugareños eran dados a los pleitos interminables. Para demostrar la inutilidad de tales papeles los echó todos a la hoguera. A continuación, construyó iglesias y resolvió injusticias, mientras ordenaba recuperar las tradiciones y costumbres de los antiguos incas.

El 15 de diciembre entró en Huamanga, la actual Ayacucho, ocupándose de algunas obras. Centró su atención en las ya famosas minas de mercurio de Huancavelica hacia donde mandó un inspector. También ordenó la construcción de una nueva población, Villa Rica de Oropesa (actual Huancavelica) y el reagrupamiento de los poblados de indios.

Llegó a Cuzco a mediados de febrero de 1570 para permanecer en la antigua capital inca hasta el 5 de octubre de 1572, una larga estadía llena de acontecimientos y de fecunda actividad administrativa. Impresionado por la grandeza de sus edificaciones y su numerosa población, trató de recuperar las instituciones y leyes del Incario, reconociendo su innegable valor y procurando adaptarlas al gobierno de los indios. Amplió y mejoró las reducciones, cuyas tierras entregó en propiedad, proyectó la construcción de iglesias, escuelas y hospitales y aprobó la institución de los cabildos de indios, lo que permitió su autogobierno. También se preocupó por la situación de los encomenderos, colectores de los tributos de los indios que tenían asignados, lo que obligaba a su cuidado y catequización, así como a levantar escuelas y hospitales e incluso el pago de sus servicios en caso de necesitarlos.

De este modo, se iba dotando el virreinato de un marco jurídico estable, que habría de permanecer inalterable durante más de 200 años. Desde Cuzco, Toledo gobernó, administró y transformó la difícil realidad que había encontrado en todas partes, con un tesón y una paciencia admirables.

Sin embargo, una página sombría de su gobierno fue el sometimiento de los incas de Vilcabamba. Toledo envió un ejército a dicha zona, bajo el mando de Martín Hurtado de Arbieto, quien logró derrotar y capturar al inca Túpac Amaru I, hermano y sucesor de Titu Cusi Yupanqui. En un acto público que quiso ser ejemplarizador, el último inca fue ajusticiado en la Plaza Mayor del Cuzco (septiembre de 1572). Fue un acto inhumano a la vez que un grave error político. El mismo rey Felipe II desaprobó tal acción.

Este hecho, así como otras decisiones que tomó Toledo, atizaron el crecimiento de una fuerte animosidad en contra suya de parte de funcionarios, sacerdotes y encomenderos, insatisfechos y quejosos de las disposiciones del virrey.

El cerro de Potosí.

Después de dos años de permanecer en el Cuzco, pasó al territorio de Charcas (actual Bolivia), en la que permaneció otros dos años más. En el camino se encontró con Lope García de Castro, el anterior gobernador que retornaba luego inspeccionar la Audiencia de Charcas. Luego de llegar a La Paz, Toledo se dirigió apresuradamente a la villa imperial de Potosí, sede de las más ricas minas de plata del mundo (Cerro Rico), diciendo festivamente que iba a celebrar un casamiento de gran importancia entre dichas minas y las de Huancavelica. Aludía al mercurio huancavelicano, fundamental en la técnica de amalgama para beneficiar la plata, que decidió implementar. Desde Potosí promulgó una serie de decretos relativos a la producción minera y al trabajo de los indios, recuperando la antigua mita como sistema de producción. Luego de permanecer seis meses en dicha villa, pasó a La Plata, sede de la Audiencia. Tuvo tiempo para escribir al rey Felipe II en defensa de su gestión y trató de rebatir los argumentos de sus enemigos.

Su siguiente objetivo fue el sometimiento de los indios chiriguanos, que se hallaban en pie de guerra y mantenían la alarma en toda la región situada al sudeste de Charcas, donde años atrás se fundara Santa Cruz de la Sierra. Toledo envió primero una misión de inspección y reconocimiento al territorio de los chiriguanos, y luego él mismo partió con una expedición de 400 españoles y de un número regular de indios auxiliares (la mayoría jaujinos). Era fines de mayo de 1574. Se produjo un enfrentamiento con los chiriguanos quienes adoptaron la táctica de la “tierra arrasada” es decir se retiraron gradualmente arrasando todo a su paso. La escasez de provisiones empezó a causar estragos entre los españoles a la que se sumaron las enfermedades por la insalubridad del territorio. El mismo Virrey enfermó de calenturas, lo que le obligó a retirarse, llegando a Chuquisaca con los restos de su maltrecha expedición. La empresa fue un fracaso total, pues el objetivo de dominar a los chiriguanos no se cumplió.

Tras una corta estancia en La Paz, Toledo emprendió el regreso a Lima, pasando por Arequipa, a la que tituló "noble y leal", y donde continuó su incansable tarea de legislador, con el propósito de corregir los abusos que seguía encontrando. Luego bajo a la costa y desde Quilca navegó hasta el Callao. El 20 de noviembre de 1575 arribaba a la capital tras cinco años de ausencia.

Últimos años de su gobierno

En los cinco años siguientes permaneció en Lima, aunque sin descuidar la gobernación del inmenso virreinato. Su salud se hallaba entonces quebrantada por el mal de gota y los cálculos vesiculares.

En esos años realizó abundantes obras públicas, canalizaciones de aguas, construcción de diques y puentes sobre el río Rímac, hospitales y escuelas en la zona de Lima y sus alrededores, además de la reconversión de la Universidad de San Marcos y el deslinde de poderes con la Audiencia y con la Inquisición. En 1579 se produjo la sorpresiva incursión del corsario inglés Francis Drake, lo que lo obligó a tomar medidas defensivas a lo largo del territorio del Virreinato.

Fin de su gobierno

Sus continuos enfrentamientos con funcionarios (eclesiásticos y civiles) y su mal estado de salud, le obligaron a solicitar varias veces su cese, que fue continuamente rechazado, hasta que, vista las repetidas denuncias que llegaban a la corte, Felipe II decidió relevarle del cargo de Virrey, eligiendo en su reemplazo a Martín Enríquez de Almansa, por cédula del 26 de mayo de 1580.

Toledo permaneció en el cargo hasta la llegada del nuevo virrey, pero no esperó a que éste entrara en Lima, y el 1º de mayo de 1581 salió del Callao rumbo a España, vía Panamá. Su apuro se debía a que le urgía alcanzar la flota que esperaba en Nombre de Dios y que había de conducirlo a España junto con la plata destinada a las arcas reales. Tres días después el nuevo virrey desembarcaba en el puerto, contrariado por lo que consideró una descortesía de Toledo.

Tras un viaje de cinco meses, Toledo arribó a Lisboa, donde se hallaba entonces asentada la corte. Es fama que al presentarse ante el rey Felipe II éste no le brindó el reconocimiento que esperaba, en parte porque le reprochaba su crueldad de ordenar la muerte de Túpac Amaru I y la persecución de la familia de los incas. Dícese que las palabras de reproche del rey fueron textualmente: “Marchaos a vuestra casa, que yo os mandé al Perú no para matar reyes sino para servirlos”.[4] No parece verosímil esta versión ya que la muerte de Túpac Amaru I ocurrió en 1572, y aún así el Rey dejó a Toledo en el gobierno durante varios años más. Lo cierto es que en la cédula por la cual se le reemplazaba, el Rey hacía mención de lo bien que había servido Toledo durante los 12 años que duró en el cargo.

Muerte

Ya viejo y enfermo, Toledo se retiró a vivir sus últimos días en la villa de Escalona, falleciendo el 21 de abril de 1582.[5] Sus restos fueron trasladados a Oropesa y depositados en la Iglesia de San Bernardo, por él fundada, al pie del altar mayor

Obras y medidas importantes de su gobierno

Toledo emprendió una vasta tarea de organización y, basado en un severo ejercicio de la autoridad, consiguió darle adecuada estructura legal al virreinato. Su labor supuso el afianzamiento de importantes instituciones, en torno a las cuales giraría la administración del país hasta las reformas del siglo XVIII. Aseguró, en definitiva, la sujeción del Perú a la “monarquía universal” de Felipe II.

La visita general que realizó en el Perú entre 1570-1575 permitió a Toledo conocer la realidad del país. Adonde no pudo ir envió a visitadores que tomaron nota de la situación y le enviaron sus informes. A base de todo ello revisó las anteriores ordenanzas, las complementó y dio otras nuevas. Reglamentó todo aspecto de la vida virreinal: vida de las ciudades, cabildos, impuestos, administración de justicia, trabajo agrícola, minería, comercio, defensa, etc. Las “Ordenanzas de Toledo” fueron redactadas por los juristas Juan de Matienzo y Juan Polo de Ondegardo.

El problema de la perpetuidad de las encomiendas

Toledo enfocó con acierto el problema de la perpetuidad de las encomiendas. La discusión era si se debía o no dar a perpetuidad las encomiendas a los conquistadores y a sus descendientes, tema que se tocó en la Junta Magna de 1568 realizada en España (reunión donde, como ya dijimos, se discutió sobre la mejor manera de administrar las colonias americanas y donde Toledo fue nombrado virrey del Perú). Se dice que Toledo aconsejó al rey, inspirándose en las resoluciones del conde de Nieva (su antecesor en el Virreinato), en ceder solo algunas encomiendas a perpetuidad, las demás debían volver a la corona tras la muerte del encomendero o se darían por una o dos generaciones más. A pesar de la insistencia de los encomenderos, la Corona se mostró siempre reacia a dar encomiendas a perpetuidad, pues temía que el encomendero obtuviera un poder local que amenazara a la metrópoli, como sucedió años antes. El tema de las encomiendas nunca sería resuelto; en 1592, Felipe II suspendería toda polémica sobre dicho asunto. Problema estrechamente relacionado fue el de si se debían repartir las tierras entre los indios, lo cual fue rechazado de plano en dicha junta. Ya en el Perú, Toledo comprobó la magnitud del problema de la tierra: al repartirse los españoles las mejores tierras de cultivo, dejaban las menos productivas a los indios o los obligaban a emigrar. Todo ello, sumado a que la mita y el servicio personal restaban muchos brazos a la agricultura, así como la obligación del pago del tributo, sometieron a gran parte de la población indígena a una situación de pobreza extrema.

Las reducciones de indios

Obligó a los indios a vivir en reducciones, es decir en poblaciones con plaza mayor, iglesia, cabildo y solares. Hasta entonces la población indígena vivía dispersa en el territorio y dicha medida facilitaba la labor de los sacerdotes y las autoridades en general. Esta medida había sido ya recomendada por la Real Audiencia de Lima en octubre de 1549 y dispuesta por real cédula del 21 de marzo de 1551. Ya el anterior gobernador Lope García de Castro había reducido 563 poblados antiguos a solo 40. Toledo acometió con mayor empeño tal tarea. Al ser concentrados los indios en poblados y divididas las tierras en torno a nuevos linderos, se alteró profundamente el sistema tradicional de control de pisos ecológicos. Muchas tierras antes cultivadas fueron abandonadas por los indios y los españoles se apoderaron de ellas. Estas reducciones fueron para ellos tener mayor tributos y lograr mayor ingreso para el virrey

Reglamentación de la mita

Reglamentó la mita, antiguo sistema de trabajo obligatorio por turnos que los incas implementaron para la construcción de obras públicas y que los españoles reimplantaron transformando su sentido original. Bajo los incas, el mitayo o trabajador indígena recibía la manutención del Estado y la retribución en bienes; en cambio, los españoles fijaron para cada mitayo un salario irrisorio, sumándose esta pesada carga laboral al tributo que el indio debía pagar al encomendero. De acuerdo a lo dispuesto por las ordenanzas, los pueblos indígenas debían proveer un número de trabajadores para la construcción de puentes, caminos y edificios administrativos y religiosos; para el mantenimiento de tambos o posadas; y para industrias tales como la extracción de minerales, las fábricas de paños (obrajes) y aun las estancias. Las más odiadas por los indios fueron la mita minera y la obrajera.

Reglamentación del tributo indígena

Reglamentó la recolección del tributo indígena, exigiendo que el pago fuera hecho en moneda, pese a lo cual los indios siguieron pagando en especie. Estaban obligados a pagarlo los individuos de 18 hasta los 50 años, pero ambos extremos fueron arbitrariamente ampliados por los encomenderos, corregidores y caciques a quienes correspondía efectuar la cobranza, a fin de mantener así el rendimiento de la renta.

Auge de la minería

Se produjo un auge de la minería, tanto por la mano de obra que la mita proveyó a las minas, como por la inclusión de la técnica de amalgama en el refinamiento de la plata que permitió incrementar considerablemente los volúmenes de producción. Incorporó las minas de azogue de Huancavelica a la Corona, debido a lo fundamental que era dicho metal en la amalgama. Es el llamado estanco por el cual el estado arrendaba tales minas a los mineros.

Obras urbanísticas

Dictó ordenanzas para el “buen gobierno” de las ciudades. En ese sentido realizó importantes obras de mejoramiento urbanístico en varios lugares, beneficiando a las ciudades con la edificación o restauración de sus casas de cabildos, hospitales, iglesias y cárceles, así como se preocupó por la provisión de agua, tanto en el Cuzco, como en Lima; en esta última culminó la obra que ya había iniciado el virrey conde de Nieva, con la llegada del agua al surtidor de la Plaza Mayor, lo que constituyó todo un acontecimiento.

Recopilaciones de la historia inca

Portada de la Segunda parte de la crónica de Sarmiento de Gamboa, referente a la historia de los incas.

Dirigió la recolección de informaciones sobre el Imperio Incaico, de la que se encargaron Juan Polo de Ondegardo y Pedro Sarmiento de Gamboa, con el propósito de discutir la legitimidad del señorío inca. Su intención era demostrar que el gobierno de los incas había sido una tiranía impuesta al resto de los pueblos y que por lo tanto la conquista española estaba justificada. Polo de Ondegardo escribió una Relación del linaje de los incas y como ellos extendieron sus conquistas, y Sarmiento de Gamboa redactó una Historia Índica. Ellos iniciaron la tradición de los llamados cronistas toledanos. El mismo Virrey interrogó en sus viajes a los curacas, quipucamayocs, nobles incas, etc. y como resultado de ello redactó un “Informe” para el Rey. También encargó confeccionar unos lienzos y tapices donde se fijasen los hechos más importantes de la historia de los incas, sus ídolos, la traza de sus templos, etc., trabajo que se encomendó a los artífices indios más expertos. Estos paños, así como el “Informe” del Virrey y la segunda parte de la Historia Índica de Sarmiento (referente a la historia de los incas) fueron enviados al Rey en 1572, siendo portador del encargo don Gerónimo de Pacheco.

Reglamentación del cultivo y comercio de la coca

El consumo de las hojas de la coca por parte de los indios había llegado a tal extremo que se veían manadas de llamas cargadas con cestos de coca. La Iglesia condenó su uso pues lo relacionó con las antiguas prácticas idolátricas. Pero los españoles notaron que los indios rendían más en el trabajo luego del acto de “chacchar” (masticar) las hojas de coca y permitieron por ende su uso. Toledo creyó conciliar los opuestos puntos de vista mediante la reglamentación de su cultivo y comercio.

Instalación del Tribunal de la Inquisición

Celebración de un Auto de Fe en la Plaza Mayor de Lima.

Se instaló el Tribunal de la Inquisición de Lima, creado por real cédula de Felipe II en 1569. Era una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. Por recomendación de Toledo, fueron nombrados como primeros inquisidores de Lima el Dr. Andrés de Bustamante y el licenciado Serván de Cerezuela. El primero falleció en pleno viaje, cerca de Panamá. Con la sola presencia de Cerezuela, el 29 de enero de 1570 fue establecido en Lima el Tribunal de la Inquisición, mediante acto solemne, realizado en la Catedral, con asistencia de las principales autoridades civiles y eclesiásticas. El tribunal tuvo a su cargo vigilar y sancionar las faltas graves contra la fe y los mandamientos, incluyendo vigilar la prohibición de la lectura y difusión de los libros incluidos en el Index de la Iglesia. Contaba para esto con un sistema de alguaciles e informantes. Los indios estaban fuera de su jurisdicción. El primer auto de fe se realizó el 15 de noviembre de 1573, oportunidad en que fue quemado Mateo Salado, un francés luterano acusado de blasfemia y herejía. Un segundo auto de fe se realizó el 13 de abril de 1578, siendo ejecutado el fraile dominico Francisco de la Cruz, quien dirigía al parecer una conjura de religiosos opuestos al gobierno.

Instalación del Tribunal de la Santa Cruzada

Se instaló el Tribunal de la Santa Cruzada (1574) creado para cautelar la publicación de la Bula de Cruzada y la recaudación de las limosnas previstas en ella; bien para hacer la guerra contra los infieles de África, bien como penitencia o caridad para los hospitales u otra obra pía. A cambio de éstas eran dispensados los fieles de la abstinencia o el ayuno impuestos por la Iglesia.

Ejecución del inca Túpac Amaru I

Ejecución del inca Túpac Amaru I, según un dibujo de Guaman Poma de Ayala.

Toledo acabó con el reducto rebelde de los incas de Vilcabamba, capturando al último de ellos, Túpac Amaru I, a quien hizo ejecutar.

Retrocediendo unos años en la historia, recordemos que el anterior gobernador Lope García de Castro había intentado reducir al inca de Vilcabamba Titu Cusi Yupanqui, pero no logró su objetivo y tras fallecer dicho inca en 1571, asumió la dignidad imperial su hermano Túpac Amaru I. El virrey Toledo le envió mensajeros para intimarlo a dejar su reducto y vivir entre los españoles; pero aquellos no fueron muy prudentes y los consejeros del joven soberano le hicieron ver cuán breve y oscura había sido la vida de su antecesor Sayri Túpac desde que dejara Vilcabamba; de modo que Túpac Amaru decidió permanecer allí.

Decidido el virrey a terminar con ese foco de latente hostilidad, organizó secretamente una partida que salió de Cuzco bajo el mando de los capitanes Martín Hurtado de Arbieto y Juan Álvarez Maldonado. Después de una dura lucha con las fuerzas del inca, los españoles ocuparon Vilcabamba, siendo al capitán Martín García de Loyola a quien le correspondió el honor de capturar a Túpac Amaru, cuando huía con sus mujeres e hijos. El joven inca fue llevado a Cuzco y se le inició proceso por orden de Toledo. Se le acusó de rechazar las ofertas de paz, matar a los españoles enviados para negociarla y de ser rebelde y traidor, además de preparar una insurrección general. Fue condenado a muerte, lo que provocó numerosas peticiones de clemencia, tanto de notables indios como de españoles, civiles y religiosos, a las que el virrey no quiso atender.

La sentencia se cumplió en la Plaza Mayor del Cuzco, ante una multitud que lloró la muerte del inca (22 ó 23 de septiembre[6] de 1572). Su cabeza fue colocada en una picota, pero cuando la gente empezó a rendirle culto y a creer que la cabeza del inca no se deterioraba, el virrey ordenó que la retiraran. No contento con todo esto, el virrey persiguió a los miembros de la familia imperial cuzqueña para evitar cualquier asomo de reivindicación incásica

Los enemigos del virrey extendieron luego el mito de un gobernante virreinal sanguinario, cruel y detestable, frente a la juventud, inocencia y timidez del último descendiente de los reyes incas. El Inca Garcilaso de la Vega, años más tarde, se encargó de amplificar y difundir esta imagen. En realidad, Toledo creía estar cumpliendo su deber de gobernante y por eso actuó sin remordimientos de conciencia.

Expedición a Chile

Atendiendo al pedido de los colonos de Chile que enfrentaban la hostilidad de los indios araucanos, fue enviado a esa región un ejército de 250 soldados al mando del general Rodrigo de Quiroga, ya experimentado en esas lides. Este partió del Callao en abril de 1572, pero no logró ninguna victoria decisiva sobre los indios. Quiroga fue después nombrado Gobernador de Chile, cargo que mantuvo hasta su muerte, en 1580.

Fracasada expedición contra los chiriguanos

Desde La Plata, en la Provincia de Charcas, Toledo en persona inició una campaña para poner término a las depredaciones de los indios chiriguanos, que mantenían en zozobra la región del Sudeste, vecina a la recién fundada Santa Cruz de la Sierra. La expedición no obtuvo el éxito que se había esperado, y el propio Toledo enfermó gravemente, debiendo retroceder (1574).

Represión de brotes de insurrección

  • Los hermanos Aguado, que se rebelaron contra la incorporación de las minas de azogue a la Corona, fueron ajusticiados.
  • Destacó por su espíritu inquieto un vecino de La Paz llamado Gonzalo Gironda, quien rompió el sosiego de varias ciudades andinas y evadió más de una vez la prisión.
  • Las disputas al interior de la hueste colonizadora de Santa Cruz de la Sierra fueron aplacadas, según orden de Toledo, con el estrangulamiento del caudillo Diego de Mendoza.
  • Menudearon también las pendencias en provincias selváticas subordinadas a la jurisdicción de Quito.

Secularización y apoyo a la Universidad de San Marcos

Facsímil de la provisión del Virrey Toledo, del 25 de abril de 1577, dotando con 13,000 pesos de renta anual a la Universidad de San Marcos.

Secularizó y favoreció notoriamente a la Universidad de San Marcos llamado hasta entonces Estudio General. Fundada por real cédula de 1551 y establecida en 1553 en los claustros del convento de Santo Domingo bajo la dirección de los dominicos, sus primeros años de vida fueron precarios y oscuros, entre otras razones por la escasez de alumnos y la falta de rentas. Toledo empezó por quitar la rectoría a los dominicos y nombró al primer rector laico de la universidad, Pedro Fernández de Valenzuela (1º de junio de 1571). Luego instaló sus aulas en un local apropiado, primero en un amplio terreno situado al lado de la Iglesia de San Marcelo (1574), y finalmente en una amplia casa situada frente a la Plaza de la Inquisición, ocupada hasta entonces por el Recogimiento de San Juan de la Penitencia para mestizas hijas de los conquistadores (1576). La dotó enseguida de 13,000 pesos de renta anual para salarios de las 17 cátedras instituidas (25 de abril de 1577), y, finalmente, colocada ya la universidad bajo el patrocinio de San Marcos, promulgó las Constituciones con arreglo a las cuales se gobernaría ese centro de estudios (22 de abril de 1581). En este contexto, es digna de mención la obra del historiador alemán Yacin Hehrlein (1992), que ha examinado la confrontación político-religiosa que opuso a Toledo y los frailes dominicos de pensamiento lascasiano; uno de los puntos de la contienda fue precisamente la secularización de la universidad.

Fundación del Colegio Mayor de San Felipe y San Marcos

Complementando su labor educativa, Toledo ordenó la fundación del Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos, como un anexo de la Universidad y bajo la dirección del rector universitario (1575). Su propósito sería dar facilidades a los estudiantes pobres y proporcionar a los venidos de las provincias un cómodo y seguro albergue, librándoles de las casas de pupilos o de pensión. Sin embargo no empezó a funcionar entonces, sino hasta el año 1592, en que fue abierto por el virrey García Hurtado de Mendoza.

También procuró difundir las letras entre los indígenas, ideando la erección de colegios para los hijos de caciques en Lima y Cuzco, aparte de lo cual recalcó la necesidad de enseñar a leer y rezar a todos los niños en las doctrinas. En esta tarea resultó fundamental la colaboración de los jesuitas.

Controversia con los jesuitas

Tuvo una controversia con los jesuitas, a quienes quiso confiar algunas cátedras de la Universidad, a condición de que cerraran sus propias aulas. Los jesuitas se negaron pues ello significaba una limitación a su principal labor, esto es, dar una sólida formación a la juventud, y Toledo, en respuesta, cerró el Colegio de la Compañía. El trasfondo de esta disputa fue el deseo del Virrey de favorecer el despunte de la Universidad frente a un foco alternativo de notable calidad intelectual. El Rey no aprobó tal proceder y por real cédula del 28 de febrero de 1580 ordenó la reapertura del Colegio, que solo se cristalizaría en el gobierno del siguiente virrey, Martín Enríquez de Almansa.

Fundación de poblaciones

  • Se fundaron una serie de poblaciones como:
- La Villa de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba, llevada a cabo por Martín Hurtado de Arbieto el 4 de octubre de 1571 en homenaje a la prisión del último inca de Vilcabamba.
- La Villa Real de Oropesa, actual Cochabamba (en la zona central de la actual Bolivia), el 15 de agosto de 1571 por el Capitán Gerónimo de Osorio, según órdenes de Toledo, con la finalidad de crear un centro de producción agrícola para proveer alimentos a las ciudades mineras de la región, principalmente la ciudad de Potosí.
- La Villa Deleitosa de Oropesa, a unos 20 km al sureste del Cuzco (hoy en el distrito de Oropesa, provincia de Quispicanchi).
- La Villa Rica de Oropesa, hoy Huancavelica, el 4 de agosto de 1572, en vista de la riqueza minera de la zona, pues era necesario un poblado donde albergar a los empresarios y trabajadores de las minas.
- La ciudad de Córdoba de La Nueva Andalucía (actual Córdoba, en Argentina), fundada por Jerónimo Luis de Cabrera el 6 de julio de 1573.
- La Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa (hoy Tarija, en el suroeste de Bolivia), fundada el 4 de julio de 1574 por el capitán Luis de Fuentes y Vargas en un valle descubierto por Francisco de Tarija, a orillas de un río bautizado como Nuevo Guadalquivir.
  • En cambio, no fomentó la realización de entradas colonizadoras, pues ya se tenía experiencia de los nocivos efectos que originaba el asentamiento de gente no preparada en tierras de escasos recursos, donde no hacían sino promover levantamientos y abusar de los indios.

Incursión del corsario Francis Drake

Francis Drake, “el terror de los siete mares”.
  • Proveyó la fortificación de la costa y el incremento de la armada ante la sorpresiva incursión del corsario inglés Francis Drake entre los años 1577 y 1579. Luego de recorrer las costas brasileñas y argentinas, Drake ingresó por el estrecho de Magallanes hacia el océano Pacífico; asoló la costa de Chile y se presentó sorpresivamente en el Callao, el 13 de julio de 1579. Pero creyendo muy grandes las fuerzas del Virrey, no desembarcó y se limitó a cortar las amarras de los barcos que estaban surtos en el puerto y saquear una nave cargada de mercancías que venía de Panamá. Luego siguió su travesía con dirección a California y retornó a Inglaterra vía Oceanía y el Cabo de Buena Esperanza, siendo el segundo en realizar la vuelta al mundo, después de Magallanes y Elcano. La reina Isabel I de Inglaterra le concedió el título de sir a bordo de su navío, el Golden Hind.
  • Para prevenir nuevas incursiones enemigas, en octubre de 1579 Toledo envió una expedición al estrecho de Magallanes al mando de Pedro Sarmiento de Gamboa, el primero en cruzar el estrecho de oeste a este.

Obra escrita

Notas

  1. En comparación con el ateniense Solón quien al igual que Toledo realizó una labor reformadora y legisladora.
  2. Roberto Levillier: Don Francisco de Toledo, supremo organizador del Perú. Su vida, su obra [1515-1582]. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1935-1942.
  3. Luis E. Valcárcel: El virrey Toledo, gran tirano del Perú: una revisión histórica. Lima, Imprenta del Museo Nacional, 1940. Sin embargo, el punto de vista de este historiador peruano no debería interpretarse como opuesto al del argentino Levillier, sino como complementario.
  4. Es la versión que nos ha transmitido el Inca Garcilaso en su Segunda parte de los Comentarios Reales, más conocida como la Historia General del Perú Libro VIII, capítulo XX (Lisboa, 1614).
  5. Esta fecha de su muerte ha sido ya definitivamente fijada, pues una versión antigua la fechaba el 26 de setiembre de 1584 y otra en el año 1581, datos erróneos que se siguen consignando en diversas webs y enciclopedias electrónicas.
  6. No se conoce la fecha exacta de la ejecución de Túpac Amaru I, y lo más probable es que se cumpliera entre el 22 y 23 de septiembre, según se desprende de la carta del 24 de setiembre de ese año de 1572, por la que Toledo le escribía al rey, diciéndole: “lo que vuestra magestad manda acerca del Inga, se ha hecho” (Roberto Levillier: Don Francisco de Toledo, supremo organizador del Perú. Su vida, su obra [1515-1582]. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1935-1942).

Bibliografía

  • Hampe Martínez, Teodoro: La caída del imperio inca y el surgimiento de la colonia. Primer tomo del Compendio histórico del Perú. Editorial Milla Batres. Tercera Edición. Lima, 2005. ISBN 9972-58-108-X
  • Inca Garcilaso de la Vega: Historia general del Perú. Tomo 3. Lima, Editorial Universo S.A., 1972.
  • Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 16. TAB-UYU. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-165-0
  • Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú. Tomo II. Virreinato (1551-1596). Editor: Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1981. ISBN 84-499-4813-4
  • Varios autores: Grandes Forjadores del Perú. Lima, Lexus Editores, 2000. ISBN 9972-625-50-8
  • Varios autores: Historia General de los peruanos. Tomo 2. Parte Quinta: Iconografía de los gobernadores y Virreyes del Perú (1535-1824). Obra editada con el auspicio del Gobierno Revolucionario del Perú. Lima, 1973.


Predecesor:
Lope García de Castro
Gobernador y Presidente de la Audiencia
1564-1569
Virrey del Perú
15691581
Sucesor:
Martín Enríquez de Almansa
Virrey del Perú
1581-1583

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