Juniperus thurifera

Juniperus thurifera
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Sabina albar o roma
Juniperus thurifera.jpg
Hojas y frutos
Estado de conservación
Preocupación menor (LC)
Preocupación menor (UICN)
Clasificación científica
Reino: Plantae
División: Pinophyta
Clase: Pinopsida
Orden: Pinales
Familia: Cupressaceae
Subfamilia: Cupressoideae
Género: Juniperus
Sección: Sabina
Especie: J. thurifera
Nombre binomial
Juniperus thurifera
L., 1753

Juniperus thurifera, la sabina albar,[1] enebro,[2] trabina, tarabina o trabino[3] es una especie del género juniperus oriunda de los Alpes franceses, la Península Ibérica y el norte de África. En España tiene sus núcleos principales en las montañas interiores del centro, norte y este, principalmente en las provincias de Guadalajara, Soria, Burgos, Cuenca, Teruel y Segovia.

El mayor sabinar albar de Europa, se extiende entre las provincias de Soria y Guadalajara, concretamente por los municipios de Arcos de Jalón y Maranchón. Incluyendo a las localidades de Sagides, Chaorna, Judes, Iruecha, Codes y Mochales. Recientemente ha sido declarado lugar de Interés Comunitario (LIC). Con alguna intermitencia, se prolonga, por un lado, por el Campo Taranz, por el otro, por el parque natural de "el Alto Tajo", si bien, en ambos lugares, con menor intensidad. En Castilla y León a los árboles monumentales de esta especie y de otras se les asigna género femenino y así se dice la enebra en Siguero, Morales, Valleruela etc.[4] Es especialmente conocido el sabinar de Calatañazor, Soria.

Contenido

Características

Árbol siempreverde, de tamaño mediano, generalmente de 4 a 19 m de altura y de un metro más o menos de diámetro de tronco, corto y grueso algo retorcido y tortuoso en los ejemplares viejos, con corteza parduzca o cenicienta, fibrosa y agrietada longitudinalmente, desprendiéndose a tiras. La copa es muy densa, de color verde oscuro con forma cónica u ovalada y en ejemplares desmochados aplanada e irregular. Las ramas son gruesas y las hojas son escuamiformes, adheridas al tallito, son de forma romboidal y ásperas al tacto.
Produce pies masculinos y femeninos, los frutos son redondeados de color azulado a negruzco o rojizo según su estado de maduración. Los pies masculinos producen en sus pequeñas, parduzcas y abundantísimas inflorescencias, grandes cantidades de polen, lo que se llama popularmente "cierna" que llega a parecer humo en días ventosos.[4]

Florece a partir de febrero y los frutos maduran al segundo año, pero también existen épocas en la que no fructifican. Las flores de los machos únicamente producen polen, que es dispersado por el viento, mientras que las flores de los árboles hembra son fertilizadas por el polen masculino y forma unos "frutos" llamados gayubas. Dichos frutos no alcanzan el grado de madurez hasta el segundo otoño tras la polinización (20 meses), cuando toman un color oscuro característico. En este momento es cuando distintas especies de tordos (Turdus sp.) los comen y dispersan sus semillas. Es el momento más adecuado para la recolección manual de frutos con fines viverísticos.[5]

Etimología

El nombre científico de esta especie, thurifera, significa «productora de incienso», ya que su madera es muy aromática, de olor resinoso agradable, por lo que se ha quemado para este fin, produciendo un olor muy penetrante que al decir de las gentes ahuyenta a los insectos y según Pío Font Quer hace huir a las serpientes.[6]

Hábitat

En España la podemos encontrar desde los 140 msnm (Sierra de Monegrillo, Zaragoza) hasta los más de 1.800 m que alcanza en la Sierra de Albarracín en (Teruel). En Marruecos, llega por encima de los 3.000 m. Prospera con vitalidad en zonas donde en invierno se alcanzan temperaturas de -25 °C y en verano se rondan los 40 °C. Soporta años secos en los que no llega a caer más de medio litro de lluvia por metro cuadrado y la mayor parte fuera del período vegetativo. Es capaz de hincar su potente sistema radical en suelos tan pedregosos como los lapiaces, en donde cabalmente, no se instalaría ninguno de la mayoría de los árboles que crecen en la Peninsula Ibérica.[7] Vegeta en las altas parameras y laderas expuestas, principalmente sobre suelos ricos en cal, pero también en los silíceos, desde los 800 m hasta cerca de los 1.500 m entrando en competencia con la encina (Quercus ilex) y el pino Salgareño (Pinus nigra); planta de crecimiento muy lento, domina solo en condiciones extremas, ya que aguanta muy bien las fuertes heladas, asociadas a veranos secos y calurosos, que caracterizan las parameras donde habita. En sus límites alterna a veces con el quejigo o roble carrasqueño (Quercus faginea). Es el enebral o sabinar un bosque claro de tipo parque, aclarado de forma ancestral, para favorecer la producción de pasto en donde también se encuentran plantas de sotobosque, sobre todo las aliagas (Genista scorpius) y los cambrones (Genista rigidissima), además de artos o espinos de tintes (Rhamnus saxatilis) y escaramujos (Rosa agrestis, Rosa micrantha, y Rosa corymbifera). En los montes sorianos son especialmente frecuentes las estepas negrales (Cistus laurifolius), sobre todo en la zona de Ucero y Valdemaluque, Torremocha de Ayllón, Gormaz, etc. Entre las plantas de menor talla que crecen asociadas al enebral[8] podemos citar numerosas aromáticas, como el espliego (Lavandula latifolia), la salvia (Salvia lavandulifolia), la ajedrea (Satureja gracilis), diversos tomillos (Thymus zygis, Thymus vulgaris, Thymus mastichina, y Thymus mastigophorus), sanjuanes (Phlomis lychnitis) y zamarrillas (Teucrium capitatum). Todas estas especies muy visitadas por las abejas producen mieles exquisitas. Otras especies que acompañan al enebral[2] en terrenos pedregosos y hasta con roca son las dedaleras (Digitalis obscura), las lechetreznas (Euphorbia nicaensis). El pastizal dominante en el enebral[2] es de pequeña talla formado por especies vivaces encespedantes y muy resistentes como las espiguillas rizadas (Festuca hystrix y Poa ligulata) y las colas de zorra (Koeleeria vallesiana), que forman un tapiz corto, así como los jopillos (Dactylis hispanica) y las cabezuelas (Anthyllis vulneraria). Localmente entre los enebros[2] crecen rodales de duras macollas de gramíneas altas y resistentes como la preciosa hierba plumera (Stipa iberica) y la saeta o lastón de páramo (Stipa lagascae) dando lugar a los llamados bosques estépicos, que tanto abundan en los bordes de las áreas desérticas de Asia[4]

Distribución

En la Península Ibérica los sabinares ocupan zonas continentales del interior, formando su área una especie de arco discontinuo que con centro en Madrid, se podría dibujar desde las cuena del río Luna (León) hasta la localidad de Nerpio, en el sur de Albacete, pasando por los extensos bosques de Soria y Teruel, los originales sabinares del Valle del Ebro y los excelentes de Guadalajara, Cuenca, Valencia (Rincón de Ademuz) y los de Ciudad Real. Buenos sabinares se pueden encontrar también en el Valle del Rudrón, Burgos y en Segovia (donde la sabina llega hasta los límites de Ávila), así como retazos de ellos en Madrid (Gargantilla de la Sierra, Becerril de la Sierra, El Vellón, Zarzalejo), Castellón, Valladolid, Palencia, Zamora y Murcia. Ejemplares sueltos de sabina albar aparecen en el este de Jaén (Sierras de Cazorla y Segura), así como en la Sierra de María al norte de Almería (donde encontramos el Monumento Natural de la Sabina Albar) y, ya en Granada al pie de La Sagra. Fuera de España hay sabinares en puntos localizados de los Alpes (italianos y franceses) y en la inmediaciones de Saint Béat, en la vertiente norte de los Pirineos. Quedan rodales en el Monte Cinto en Córcega. En África en Argelia, pero sobre todo en Marruecos, donde ocupan más de 31.000 ha, ditribuidas por el Gran Atlas y Atlas Medio, integrando en altitud el último piso forestal, por encima de los cedros.[7]

Paleogeografía

Los bosques de sabina son considerados relictos por representar el testimonio de un paisaje vegetal que dominó o fue frecuente hace milenios; tantos, que aquellas sabinas ni habían visto aún al hombre. Si esto es así, y los resultados de distintos investigadores apuntan hacia ello, nos encontramos hay ante una muestra, una porción de una fitocenosis terciaria, un paisaje vegetal traído por el túnel del tiempo hasta nuestros días. Los paleobotánicos han confirmado la presencia de taxones de la sección Sabina, probablemente la propia sabina albar, en el Cretácico, en el Oligoceno y Plioceno, en el centro y noroeste de Europa y en el sur de Francia. Parece, pues, que los sabinares cubrieron dominios más extensos y septentrionales que los actuales, coincidiendo con períodos más fríos y secos (por ejemplo en el Messiniense). También se podría asegurar que en algún momento (Plioceno-Pleistoceno) tuvieron áreas más restringidas que en la actualidad, debido probablemente, a su irrenunciable xerofilia, que les hacía abandonar zonas continuamente húmedas y sobre todo las fachadas atlánticas de los sistemas montañosos. Esta presencia antigua y extendida de la sabina albar, sus migraciones y su actual distribución fragmentada sirven de argumento para que algunos botánicos justifiquen la diferenciación de tres variedades geográficas (var. gallica, var. hispanica, var. africana ), distinguibles unas de otras por caracteres taxonómicos de poca entidad, pero que han encontrado refuerzo en las diferencias de hábitats observables, sobre todo entre las poblaciones de África y Europa.[7]

Variedades

Juniperus thurifera var. africana en el Alto Atlas (Marruecos)

Algunos autores han separado sus distintas razas geográficas como variedades:

  • Juniperus thurifera var. gallica Coincy, la francesa.
  • Juniperus thurifera var. africana Maire, la marroquí.
  • Juniperus thurifera var. hispanica Mill., la española.

No reservando como debían, según las reglas de nomenclatura botánica, el nombre de var. thurifera para ninguna de ellas (le corresponde en teoría a la forma española ya que Linneo dijo: Habitat in Hispania)[6]

Usos

La madera es compacta y de grano fino, muy apreciada por los ebanistas; da excelentes postes y vigas al ser muy resistente a la putrefacción, cabe indicar que a la fama de imputrescible de la madera de sabina hay que poner algún pero, los pies que por alguna razón son dañados y queda al descubierto el duramen rojo sufren un proceso de pudrición que deja la madera sin consistencia y fácilmente disgregable, esto no afecta por completo al tronco ya que las capas más superficiales, presumiblemente la albura no son dañadas por lo que el árbol puede seguir viviendo con normalidad. Si se quiere gozar del carácter de imputrescibilidad es necesario eliminar la corteza una vez cortado el árbol.

Referencias

  1. Así se le llama en la Serranía de Cuenca y áreas del Sistema Ibérico meridional, (Oria de Rueda op. cit).
  2. a b c d En Madrid, León, Zamora, Palencia, Burgos, Segovia y Soria a este árbol se le llama enebro
  3. Nombre que se le da en el Sistema Ibérico oriental y Levante desde El Maestrazgo hasta incluso la Sierra de Cazorla y Segura. (Oria de Rueda op. cit.)
  4. a b c Oria de Rueda, Juan Andrés; Justino Diez (2003). Guía de Árboles y Arbustos de Castilla y León. Palencia:Cálamo. ISBN 84-95018-46-2. 
  5. Miguel Verdú el alii. «Ecología de Juniperus Thurifera».
  6. a b López González, Ginés A. (2002). Guía de los Árboles y Arbustos de la Península Ibérica y Baleares. Madrid:Mundi-Prensa. ISBN 10: 84-8476-312-9. 
  7. a b c Blanco Castro, Emilio et alii. (1998). Los Bosques Ibéricos:Una interpretación geobotánica. Barcelona:Planeta. ISBN 84-08-02869-3. 
  8. Al bosque de Juniperus thurifera se le llama enebral en Castilla y nebreda en León. En Valladolid y occidente de Burgos también enebrada. En el noreste de León se dice además neblar, enebrosa, nebral y neblosu. (Oria de Rueda op. cit.). Existe, en el Este de la provincia de Burgos, la localidad de Nebreda, situada entre Santo Domingo de Silos y Lerma

Véase también

Enlaces externos


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