Corinto

Corinto
Para otros usos de este término, véase Corinto (desambiguación).
Κόρινθος
Corinto
Corinto
Corinto
Localización de Corinto en Grecia
País Flag of Greece.svg Grecia
• Periferia Peloponeso
• Unidad periférica Corintia
Ubicación 37°56′0″N 22°56′0″E / 37.93333, 22.93333Coordenadas: 37°56′0″N 22°56′0″E / 37.93333, 22.93333
• Altitud 0 - 10 msnm
Superficie 102.2 km²
Población 36555 hab. (2001)
• Densidad 358 hab./km²
Gentilicio corintio /a
Idioma griego
Código postal 201 00
Pref. telefónico 27410
Sitio web http://www.korinthos.gr/

Corinto (griego Κόρινθος, Kórinthos) es una ciudad del Peloponeso en Grecia, capital de la unidad periférica de Corintia.

Tuvo una gran prosperidad desde la época clásica, y allí se encuentra uno de los templos más importantes dedicado al dios Apolo, con columnas forjadas en una sola pieza y basamentadas en la roca, cosa poco habitual en las construcciones dóricas.

Contenido

Situación

Está ubicada en el istmo de Corinto, de unos 6 km de ancho, que une el Peloponeso con la Grecia continental, a unos 78 km al oeste de Atenas y sobre las faldas del monte Acrocorinto. Según el censo de 2001 es la segunda ciudad más poblada del Peloponeso. Tiene unos 300.000 habitantes.

Istmo de Corinto desde el Espacio.

Sobre este Istmo se construyó el canal de Corinto (1881-1893), un estrecho pasadizo que sirve de comunicación entre el norte del Mediterráneo y el Mar Egeo. Este estrecho ya había sido ideado por los romanos para ahorrarse unos 600 km de navegación rodeando el Peloponeso, pero no fue sino hasta el siglo XIX que pudo llevarse a cabo. Su puerto principal es el Lequeo, en el golfo de Corinto, que da salida al Mar Jónico y a través de él al Mar Adriático.

Historia

Periandro Περίανδρος (circa [627 a. C.-585 a. C.).

Según la mitología griega, la ciudad de Corinto fue fundada con el nombre de Éfira por Sísifo, quien fue su primer rey, y con sus sucesores (inicialmente sus hijos Glauco y Ornitión) se hizo una ciudad especialmente próspera y poderosa. Ornitión continuó la dinastía hasta su derrocamiento por los dorios.

Es allí donde Medea y Jasón se refugiaron, después de que Medea hubo organizado la muerte de Pelias.

En el siglo VIII a. C. se hizo independiente. La ciudad se llamaba Efira, y más tarde su nombre cambió a Corinto, en una época desconocida, probablemente durante la conquista doria. El nombre se hace derivar de Corinto, hijo de Zeus.

El heráclida Aletes, hijo de Hipotes es el legendario primer rey dórico de la ciudad donde los dorios estaban al comienzo una minoría dirigente; los no dorios fueron admitidos más tarde a la ciudadanía. Aletes y sus descendientes fueron reyes durante doce generaciones y 327 años, desde el 1074 a. C., según la fecha tradicional (treinta años después de la conquista dórica):

  • Aletes, reinó 38 años
  • Ixión reinó 38 años
  • Ageles I reinó 37 años
  • Primnis reinó 35 años
  • Baquis reinó 35 años
  • Ageles II reinó 30 años
  • Eudemos reinó 25 años
  • Aristodemo reinó 35 años
  • Agemón reinó 16 años
  • Alejandro reinó 25 años
  • Telestes reinó 12 años
  • Autómenes reinó 1 año

Según Pausanias, Primnis fue el último descendiente de Aletes, y Baquis inició una nueva dinastía también heráclida, pero Diodoro Sículo dice que todos fueron descendientes de Aletes, pero que Baquis fue tan célebre que su nombre se dio a la dinastía Baquiada.

Estátera típica de Corinto con el caballlo Pegaso, h. 345 - 307 a. C.

Autómenes decidió abolir la monarquía de acuerdo con las doscientas familias principales y elegir un pritano anual. Los Baquiadas siguieron gobernando de esta manera durante 90 años más, hasta que fueron derrocados por Cípselo con la ayuda de las clases bajas, en 657 a. C. Estrabón alarga el período unos doscientos años, probablemente incluyendo el período monárquico.

La fecha tradicional lo sitúa entre el 747 a. C. y el 657 a. C. Los corintios fundaron durante el período Baquiada muchas ciudades: Molicria en el istmo, Siracusa (hacia el 734 a. C.), Corcira (hacia el 733 a. C.) y otras. Fundó una marina que fue la primera fundada en Grecia y se inventaron los trirremes.

Corinto, ya en la antigüedad, fue una importante ciudad comercial, donde llegaron a establecerse los fenicios para dedicarse a lo que mejor hacían: el comercio.

Fue una de las primeras ciudades griegas en utilizar la moneda. Éstas eran muy importantes debido a la actividad principal de la ciudad. Las primeras de ellas fueron acuñadas en el siglo VII a. C. Tenían diversos motivos, figuras mitológicas, animales y otras acompañadas de pequeños símbolos que las distinguían.

En esta ciudad se celebraban los juegos Ístmicos, de similares características a los celebrados en Olimpia aunque menos famosos que éstos.

Cipselo (657-627 a. C.) fue sustituido por su hijo Periandro (627-583 a. C.), que fue protector del comercio y las artes. Siguió fundando colonias: Ambracia, Anactorio, Léucade, Apolonia y otras.

En 635 a. C. la colonia de Corcira derrotó a su metrópoli en una batalla naval, pero después fue nuevamente sometida. La única colonia al este del golfo Sarónico fue Potidea en la Calcídica. A Periandro le sucedió su nieto Psamético que reinó sólo tres años y fue derrocado por los espartanos que instituyeron un gobierno aristocrático y Corinto fue un aliado permanente de la confederación lacedemonia.

En un período posterior los corintios rechazaron ayudar a Cleómenes I, rey de Esparta a restaurar a Hipias de Atenas, y enviaron 20 trirremes a Atenas para ayudarla en la guerra contra Egina.

Pero después de la Guerras Médicas, Megara se alió con Atenas y los corintios entraron en guerra con Megara, territoro que invadieron, pero fueron derrotados por el estratego ateniense Mirónides (457 a. C.). Después se firmó la paz, pero la enemistad con Atenas siguió, sobre todo por la ayuda de ésta a la ex colonia de Corcira, que fue una de las causas de la Guerra del Peloponeso. (Véase Guerra civil de Corcira).

Durante esta guerra la flota peloponesia fue básicamente corintia. Con la Paz de Nicias del 421 a. C., los corintios no se quisieron sumar e intentaron configurar otra liga con Argos, Mantinea y Élide, pero pronto volvió a formar alianza con Esparta, que se mantuvo hasta el final de la guerra. Cuando Atenas se rindió después de la Batalla de Egospótamos, los corintios y beocios pidieron arrasar la ciudad derrotada, pero el espartiata Lisandro no lo consintió.

La hegemonía espartana pronto se mostró más opresiva que la ateniense, de modo que los corintios, junto a los argivos, atenienses y beocios configuraron una coalición que, sustentada en las profundas arcas persas, hizo frente al imperialismo espartano en la llamada Guerra de Corinto (395-386 a. C.), buena parte de la cual fue dirimida en su territorio. En el verano de 394 tuvieron lugar dos de las mayores batallas hoplíticas del mundo griego antiguo, en Nemea y Coronea, ambas vencidas «técnicamente» por los lacedemonios, que no obtuvieron ventajas estratégicas. En los siguientes años la Corintia fue sometida a una guerra de depredación y de pillaje que provocó el estallido de una stásis o conflicto civil en el seno de la ciudadanía, alentada por los intereses de los estados hegemónicos. Según Jenofonte, los argivos aprovecharon esta situación para anexionarse Corinto, pero más probablemente el filolaconio Jenofonte convirtió en sinecismo o unión política la presencia de una guarnición militar argiva en el Acrocorinto, la ciudadela o acrópolis corintia. De cualquier forma la Paz del Rey o Paz de Antálcidas, alcanzada en la primavera de 386 a. C., acabó con cualquier proyecto argivo de anexión sobre Corinto al evacuar la guarnición del Acrocorinto; además de permitir el retorno de los exiliados corintios, obviamente filoespartanos, que procuraron la fidelidad de Corinto hacia Esparta en los años sucesivos.

En la guerra que siguió entre Tebas y Esparta, los corintios fueron leales a Esparta, pero el territorio hubo de firmar una paz separada.

La ciudad permaneció independiente bajo gobierno oligárquico. Timófanes intentó conseguir la tiranía, pero fue muerto por su propio hermano Timoleón (344 a. C.). En el año 338 a. C. la ciudad fue conquistada por Filipo II de Macedonia, que la hizo el centro de la Liga de Corinto, controlada por él mismo.

Después de la Batalla de Queronea los macedonios establecieron una guarnición en el Acrocorinto. Esta guarnición fue sorprendida por el líder de la Liga Aquea, Arato, que incorporó Corinto a dicha liga (243 a. C.).

En 223 a. C., la ciudad fue ocupada por Antígono III Dosón que la quería como base contra la Liga Etolia y Cleómenes. Filipo, hijo adoptivo de Antígono la conservó hasta que fue derrotado en la batalla de Cinoscéfalos (197 a. C.) y Corinto fue declarada ciudad libre por los romanos y unida a la Liga Aquea otra vez.

Una guarnición romana se estableció en el Acrocorinto. Corinto fue después capital de la Liga y fue allí donde los embajadores romanos fueron maltratados lo que provocó el ultimátum del Senado Romano a la Liga. Derrotada ésta, el cónsul romano, Lucio Mummius Achaicus entró en Corinto sin oposición y se vengó de la ciudad y sus habitantes: los hombres fueron ejecutados y las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos; las obras de arte fueron llevadas a Roma y la ciudad fue saqueada y destruida (146 a. C.). Continuó despoblada y destruida unos cien años y su territorio fue entregado a Sición o fue hecho ager público. El comercio se trasladó a Delos.

En el año 46 a. C., Julio César, decidió reconstruir la ciudad y envió una colonia de veteranos y hombres libres (Colonia Julia Corintia o Colonia Juli Corint o Colonia Julia Corintia Augusta, según las diferentes inscripciones). La ciudad se recuperó (44 a. C.) y cuando Pablo de Tarso la visitó en el siglo I, era una ciudad importante, capital de la provincia de Acaya, y residencia del procónsul de Acaya Junius Gallio. Pablo de Tarso fundó un grupo cristiano el año 50, al cual dirigió sus epístolas. En el siglo II, fue visitada por Pausanias y tenía numerosos edificios. Continuó siendo la capital de la provincia romana de Acaya durante todo el Imperio romano. En 395 fue saqueada por Alarico I y en 521 fue destruida por un terremoto.

Corinto se caracterizó por la difusión del arte. Pinturas, esculturas de mármol y bronce, y las famosas jarras de terracota estuvieron entre las obras que se producían. También fue una ciudad donde se desarrolló la poesía, pero en cambio no hay noticias sobre sus oradores.

Los corintios tenían predicamento de ser sexualmente liberales, a los que contribuía el hecho de tener un puerto con un gran tránsito de mercancías, y por lo tanto, con gran afluencia de marineros de muchos lugares. En el santuario de Afrodita, sito en el Acrocorinto, se practicaba la prostitución sagrada, y tenía más de un millar de heteras esclavas.[1]

El emperador romano Adriano la embelleció alcanzando gran prosperidad.

Pero tanta opulencia atrajo a otros pueblos para saquear sus riquezas. Estos pueblos fueron los hérulos en el siglo III, los visigodos en el siglo IV y en el VIII los eslavos.

Por lo demás, siguió la suerte del resto de Grecia y por tanto perteneció sucesivamente a los emperadores bizantinos de Constantinopla. Fue conquistada por los francos en 1205, luego por los venecianos y en 1459 por los otomanos.

Ciudad antigua

La ciudad actual está al noreste de la antigua que estaba situada en el istmo de Corinto en la prolongación hacia éste de las montañas de Geranea, procedentes del norte y que llegaban de lado a lado. Estaba en el golfo Sarónico y estaba unida por una vía a Megara.

Tenía al sur las montañas Oneia y la ciudadela estaba en una roca llamada Acrocorinto; la parte plana estaba protegida por murallas (Muros Largos) que protegían la zona hasta el puerto de la ciudad, que estaba en Lecaón y la zona de Céncreas. La ciudad protegía los tres pasos del istmo. Después del terremoto del siglo VI que la destruyó se convirtió en un lugar conocido como Gorto, hasta el siglo XIX cuando recuperó su nombre.

Población

Clitón le da una población, incluyendo la de su territorio, de unos cien mil habitantes, de los que el 70% habitaban en la ciudad. Había sesenta mil esclavos, que probablemente estaban incluidos en el número mencionado de ciudadanos.

Monumentos y edificios

  • Acrocorinto
  • Suburbio de Craneion (barrio aristocrático)
  • Puerto de Lekeion conectado con murallas a la ciudad, conteniendo los templos:
    • templo de Poseidón
    • templo del Olímpico Zeus
  • Puerto de Cenkrea (el puerto del golf Sarónico) que tenía:
    • Estatua de Poseidón con tridente y delfín
    • Baños de Helena
  • Ágora con los templos y estatuas siguientes:
    • Artemisa Efesia
    • templo de Tiqué (Fortuna)
    • Poseidón de bronce
    • Estatuas de Apolo Clàrios, Afrodita, Hermes y Zeus
    • Estatua de Atenea y las musas
    • Templo de Octavia (dedicado a la hermana de Augusto)
  • Templo de Atenea Calinitis
  • Templo de Apolo (todavía subsisten unas columnas)
  • Puerta de Cenkrea
  • Puerta de Lekeion
  • Puerta de Sició
  • Puerta de Tenca
  • Fuente de Peirene
  • Sisifeion
  • Acueducto romano (del tiempo de Adriano, del que quedan unas ruinas)

Restos arqueológicos

Templo griego de Corinto.

De la época griega prácticamente no se conserva nada y los pocos restos que aún se pueden ver son todos romanos, como las columnas del templo de Apolo. Entre los restos romanos hay que mencionar algunas tumbas, los restos de unos baños y un anfiteatro.

Templo de Apolo

Hasta el último decenio del siglo XIX, el único e importante monumento que se levantaba en la plaza, a los pies del Acrocorinto, era en realidad un monumento arcaico: un templo dórico de grandes columnas monolíticas, actualmente identificado con el templo de Apolo.

El primero en recordarlo es Ciriaco de'Pizzicolli di Ancona, famoso navegante, anticuario y humanista que visitó Corinto en 1436.

«Entre muchas ruinas dispersas -escribe en latín- tan sólo permanecen intactas diez enormes columnas del templo de Juno Corintia con sus grandes arquitrabes: las columnas tienen un diámetro de siete palmos (1,55 m), los arquitrabes, una longitud de dieciseis palmos (3,54 m)»

En realidad el número de las columnas entonces en pie era mayor de diez, probablemente trece, como resulta de un añadido del mismo tiempo de Ciriaco.

En la descripción de una jornada de viaje contenida en el Codice Ambrosiano C 61, atribuida a un tal Domenicus Brixianus y fechada en torno al 1470, se dice además:

«En Corinto, hacia el golfo de Patrás, había edificios antiguos, muros gruesos de piedras cuadradas. Quedan ahora en pie unas doce o catorce columnas de mármol y bastante grandes, colocadas a escuadra»

.

Un monumento tan grande, el templo griego más grande del Peloponeso, no podía escapar a la atención de los diversos viajeros que visitaron Grecia en los siglos siguientes. Le Sieur Du Loir, que estuvo en Corinto antes de 1654, e incluso Jacques Spon y George Wheler, que la visitaron en 1676, encontraron un templo con doce columnas en pie (once del peristilo más una columna aislada en la zona del opistodomos.

Templo de Apolo de Corinto.

Julien David Le Roy, que la vio poco después, probablemente exagera cuando dibuja el templo con catorce columnas (trece más una). Cuando J. Stuart visitó el edificio en 1776, se habían añadido pequeñas habitaciones turcas, pero todavía permanecían en pie once columnas del peristilo y una más aislada.

A. Blouet, sin embargo, que visitó Corinto en 1828 con la expedición científica francesa a Morea, sólo vio en pie siete columnas del peristilo, las que permanecen hoy. Aquella aislada o había sido demolida o se había desplomado antes de 1875. Las otras cuatro habían sido reducidas a fragmentos por el gobernador turco antes de 1818 para construir una casa.

El coronel inglés W.M. Leake, a quien se deben importantes publicaciones sobre monumentos de Grecia, es el primero que lo ubica temporalmente en la mitad del siglo VII a. C. y que lo identifica, aunque erróneamente, con el templo recordado por Pausanias, de Atenea Calinitis, la diosa del freno porque había proporcionado a Belerofonte un freno para domar a Pegaso.

El primer estudio científico del monumento se debe al célebre arquitecto y arqueólogo alemán W. Dörpfeld en 1886. Clarificó parcialmente la planimetría y la forma del templo, examinó las restauraciones de la época romana, y lo atribuyó, dado que la cella estaba dividida en dos, a dos divinidades, con la exclusión de Atenea Calinitis.

Diez años después, la Escuela Americana de estudios clásicos de Atenas inició la excavación del templo, dirigida por R. B. Richardson. El área fue completamente explorada entre 1896 y 1901, y tras la primera campaña Richardson podía ya proponer la identificación del templo como el de Apolo, identificación que actualmente se considera cierta, tomando como base la descripción de Pausanias y a los monumentos vecinos, como la fuente de Glauce y el teatro romano.

Su datación ya está confirmada en torno al 540 a. C., por algunos fragmentos de cerámica encontrada entre los desperdicios acumulados al hacer los bloques.

El templo de Apolo, erguido sobre una altura que dominaba el ágora, era de grandes dimensiones, 21,5 por 53,8 m, y períptero, es decir, rodeado de una fila de columnas (28), seis en los lados cortos, 15 en los largos.

Cada columna era de un solo bloque y tenía 7,2 m de altura. En el interior de la columnata se abría la naos, precedida de una pronao y seguida del opistodomos, con dos columnas cada uno, entre las antas, y una doble cella, cuya cubierta venía sostenida por dos filas de columnas.

El refinamiento y lo imponente de la construcción vienen evidenciados por el uso de las correcciones ópticas, que aparecen por primera vez en un templo griego, curvando hacia arriba el estilóbato, tanto en los flancos como en el frente.

La exploración de la zona ha demostrado igualmente que en el mismo lugar se había levantado antes un templo todavía más arcaico, del siglo VII a. C.

Santuario de Hera

Termas romanas de Corinto.

Remontando el Golfo de Corinto hacia el norte se llega a la península de Perachora, que diversas fuentes antiguas recuerdan como sede del santuario de Hera Akraia (ákron significa promontorio).

Algunos restos antiguos sobre una pequeña bahía en el extremo de la península fueron examinados ya en 1844 por el arqueólogo francés Philippe Le Bas.

Más tarde, entre 1930 y 1933, la Escuela Británica de Atenas puso al descubierto los restos más importantes del santuario, con una publicación de Humfry Payne y Thomas Dunbabin.

En la zona de la reducida bahía se han identificado restos inciertos de un primer templo, tal vez con ábside (en el depósito votivo se han hallado algunos modelos de terracota que presentan edificios absidiales) de edad gemétrica (siglos XI-VIII a. C.), probablemente destruido cuando Corinto ocupó la región, anteriormente dependiente de Megara. Resulta incierta, en cambio, la existencia de un segundo y vecino templo arcaico dedicado a Hera Akraia.

Los restos de un recinto o de un templo rectangular del siglo VII a. C., con un hogar para el fuego sagrado aparecieron en una colina cercana, pero posiblemente se tratase de un edificio destinado a ceremonias religiosas o a guardar ofrendas, la inscripción sobre un vaso votivo parece probar que este lugar estaba dedicado a Hera Limenia (limen, puerto).

El santuario de Hera Akraia consiguió importancia hacia finales del siglo VI a. C. De esta época son los restos de un nuevo templo (10 x 31 m) y de un gran altar con triglifos. Más tardío, de finales del siglo IV a. C., resulta un pórtico en L, con columnas dóricas en la planta baja y jónicas en la superior.

El santuario perdió toda importancia, si es que no resultó destruido, con la conquista romana de Corinto, el 146 a. C., y Pausanias no lo recuerda.

Los numerosos hallazgos votivos encontrados, sobre todo de época arcaica, incluyen pequeñas esculturas de bronce, estatuillas de terracota, marfiles, vasos con dibujos de las diversas partes de Grecia, Corinto incluido.

De una antigua laguna proceden unos 200 platos de bronce y abundante cerámica. Dunbabin supone que allí tenía su sede un antiguo oráculo de Hera, ya mencionado por Estrabón.

Templo de Poseidón

Algunas columnas dóricas aparecidas en la fortaleza bizantina ya habían hecho sospechar al francés Monceaux (1883) que bajo la fortaleza se debía hallar el templo del dios Poseidón; pero sus excavaciones y otros trabajos posteriores no dieron resultado.

Como se dedujo posteriormente, la fortaleza había sido construida con material del santuario, no lejos de allí y que, por tanto había sido destruido hasta los mismos cimientos.

Sólo en 1952 la universidad de Chicago, siguiendo las excavaciones en la zona al oeste de la fortaleza, de acuerdo con la Escuela Americana de Atenas, tuvo la suerte de encontrar, ya en la primera trinchera, los cortes en la roca correspondientes a los cimientos del templo.

Contemporáneamente, el servicio arqueológico griego iniciaba, un poco más al sur, la excavación de un largo muro de técnica ciclópea, que posteriormente se reveló de fragmentos cerámicos, correspondiente a la época micénica (siglo XIII a. C.) y que demostraba la antigüedad de la zona.

Del primer templo de Poseidón, uno de los más antiguos templos dóricos, erigido probablemente hacia el 700 a. C. y posiblemente destruido durante las guerras médicas, quedan pocos restos seguros entre los pertenecientes a la posterior construcción del siglo V a. C.: pequeños fragmentos de piedra del lugar y tejas de cobertura, aparte de los cortes de los cimientos.

La precisión del trabajo arqueológico ha permitido conocer la forma y tamaño e, incluso, intentar una reconstrucción gráfica.

El templo tenía forma de rectángulo muy alargado (unos 40 por 14 m), los muros de la cella eran de piedra estucada y pintada con dibujos y un peristilo de siete columnas de madera sobre los lados menores y 19 sobre los mayores. Una fila de columnas recorría también el interior de la cella y de la pronaos antiestante.

Durante las excavaciones aparecieron muchos objetos votivos pertenecientes al templo, figuras de bronce, y fragmentos de un centenar de cascos. Un gran perirranterios, es decir, una copa de agua para libaciones, sostenida por figuras femeninas y cuyo estilo nos remite al 650 a. C., constituye un excelente ejemplo de la escultura griega arcaica, todavía relacionada con el arte dedálico.

Arte corintio

La tradición literaria asigna a Corinto un lugar preeminente en el campo artístico.

Por lo que se refiere a la arquitectura, un pasaje de Píndaro le atribuye la invención del frontón triangular y se supone, aunque con discrepancias, que en Corinto nacieron el friso dórico y las metopas ornamentadas.

Ciertamente, en Corfú, que fue colonia de Corinto, ha aparecido el más antiguo frontón hasta ahora conocido, el de la gorgona ricamente decorado en altorrelieve; y las primeras metopas aparecidas en Etolia, con temas de Termón y Calidón, parecen presentar estrechas analogías con las pinturas corintias.

Existe bastante menos información sobre la escultura en mármol y piedra. Las excavaciones de Corinto no han supuesto ninguna aportación particularmente significativa.

La colosal estatua de Zeus bañada en oro y que, según Pausanias, fue obsequio de los Cipsélidas a Olimpia, evidenica la habilidad de los artesanos locales en el trabajo de los metales, aunque el famoso bronce corintio, tan ensalzado por los romanos, parece pertenecer a una época muy posterior.

También se consideran corintios muchos de los vasos, cuencos y trípodes de bronce hallados en los santuarios de Olimpia y Dodona, incluso en lugares lejanos como Trebeniste, en Iliria.

La tradición habla sobre todo, en el campo de la cerámica, de tres alfareos: Eucheir ("el de las manos hábiles"), Diopos ("el que dirige") o, según otros, ("tubo para nivelar") y Eugrammos ("el del bello dibujo").

Plinio el Viejo les atribuye la introducción en Italia del arte de modelar.

En el mismo Corinto se han hallado algunos fragmentos de una Ammazzonomachia y el mismo origen se atribuye al Zeus con Ganímedes y al grupo de Olimpia que representa a Atenea con los guerreros.

También en Olimpia se encuentra el Arca de Cipselo, que evidencia la excepcional habilidad de los cinceladores y tallistas de la escuela corintia.

Mayor, sin embargo, parece la importancia conseguida por Corinto en la pintura. Según Plinio, ésta, o más exactamente el dibujo coloreado, habría nacido en la localidad griega de Sición y en la ciudad del istmo.

Entre los pintores arcaicos recordamos a Cleante (autor de un cuadro sobre la conquista de Troya y de otro sobre el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, mientras Poseidón ofrece un atún al dios por el parto); a Aregón (autor de una Artemisa sobre un grifo, a Ecfantos, que habría sido el primero en rellenar de color las figuras, sirviéndose de arcilla machacada.

Cerámica corintia

Vasos protocorintios

Artículo principal: Estilo protocorintio
Vaso corintio geométrico.

Pintura y coroplastia van ligadas a la que, en época arcaica, se había convertido en la mayor industria de Corinto: la fabricación de vasos de arcilla pintados.

A partir de la mitad del siglo VIII a. C., vasos y jarrones fabricados en Corinto, de tamaño, forma y decoración diversas, pero todos caracterizados por la fina arcilla y por su esmerada realización, se difunden por doquier, por la costa mediterránea, desde España a Siria y son profusamente imitados en los diversos centros antiguos.

La atribución corintia de todas estas vasijas constituye uno de los importantes resultados de las excavaciones americanas en el barrio de los ceramistas y en las necrópolis arcaicas de Corinto.

La más antigua cerámica geométrica corintia del siglo VIII a. C. (protocorintio geométrico) prefiere, a diferencia de la cerámica geométrica ática, vasijas de pequeñas dimensiones, en primer lugar la característica kotyle o cotila (taza pequeña y profunda de dos asas) y a la que se añaden otras formas diversas, sobre todo los oinochoai (enócoes) de boca trilobulada y el panzudo aryballos (aríbalo) para guardar perfumes.

La decoración es muy simple, con múltiples y sutiles líneas paralelas en el cuerpo de la vasija y adornadas en zigzag, con trazos verticales u otros motivos geométricos (a veces figuras esquemáticas de pájaros) en el reverso. Rarísima vez aparece la figura humana, como en una famosa crátera del museo de Toronto.

Los vasos del protocorintio geométrico siguen a los del protocorintio orientalizante. Son vasijas más conocidas por el simple nombre de protocorintias (quien primero les dio esta denominación fue Loescheke, en 1881), en algún momento también llamadas asiáticas, babilonias, dóricas, egipcias, etc., con arreglo al supuesto lugar de origen.

La cronología relativa a estas vasijas protocorintias, es decir, su desarrollo estilístico, resulta hoy segura, tras los estudios de H. Payne y otros, que parten del protocorintio antiguo, siguen con el medio y el tardío.

Más incierta resulta la cronología absoluta, a menudo basada en la fecha de fundación de las colonias griegas de Occidente, como Siracusa o Selinunte. Los más antiguos vasos protocorintios de aquellas necrópolis deberían ser contemporáneos o poco posteriores a la fundación de éstas, pero, a la hora de decidir las fechas, divergen mucho los autores. Podemos suponer que la producción se iniciara alrededor del 730 a. C., si no antes tal vez.

Los vasos protocorintios son en general muy pequeños. La forma más frecuente es el minúsculo aríbalo, primeramente panzudo, ovoide después, luego en forma de pera. También son frecuentes los kotilai (cotilas), ocasionalmente transformados en píxides, añadiéndoles una tapadera.

No faltan vasos más grandes como los enócoes y los olpai (olpes), así como otros pequeños zoomorfos, o aríbalos, cuyo cuello era una cabeza de mujer o de león.

La decoración en estos vasos pequeños es esencialmente miniaturista y sí se ha hablado de miniaturismo protocorintio. Junto a motivos geométricos y decorativos (palmas, capullos de loto, pequeñas rosas en torno a un punto central) resulta normal el friso con animales (gallos, peces, pájaros, ciervos y, en una segunda etapa, leones, panteras, toros) y con seres fantásticos (esfinges, quimeras, caballos alados).

Minúsculas figuras humanas aparecen también en escenas de caza o de lucha, en todo caso, con claro significado mitológico. Incluso en más amplias escenas narrativas, como en el minúsculo Aryballos Macmillan, del Museo Británico de Londres o en el gran Olpe Chigi, del Museo de vía Giulia, de Roma, entre los grandes ejemplos de la cerámica protocorintia, atribuidos al mismo pintor que Payne proponía identificar con Ecfantos (actualmente se prefiere llamarlo Pintor del Olpe Chigi).

Las figuras en general son negras, con línea de contorno y detalles grabados, sobre el fondo claro del vaso, pero se añaden retoques purpúreos, después blancos, que en este estilo polícromo recoge una vasta y finísima pluritonalidad, en evidente relación con la pintura corintia contemporánea; al menos tal como ha llegado a través de escasos testimonios concretos.

Vasos corintios propiamente dichos

La denominación vasos corintios ha sido normalmente reservada por los arqueólogos para designar la cerámica que aparece en los últimos decenios del siglo VII a. C. y cuyo origen corintio, hace tiempo supuesto con base en el alfabeto corintio que aparece en sus inscripciones, resulta hoy confirmado por las excavaciones de la necrópolis local.

También se acepta, aunque con discusiones, la división propuesta por Payne (Corinto antiguo, medio y tardío) y resultan abundantes aunque a veces inciertas, las identificaciones de pintores (de la Esfinge, de los Leones Heráldicos, de la Quimera, de Dodwell, de Anfiarao, etc.), de productos del mismo estilo (estilo pesado, delicado, de los puntos blancos).

Algunas vasijas reciben, excepcionalmente, el nombre del ceramógrafo. Uno de éstos, Timónidas, es, posiblemente, el mismo que firma una pinax (pinace) de Penteskouphia.

En el paso del protocorintio al corintio aumenta rápidamente la forma de los vasos y, por tanto, el tamaño de los frisos de animales, a veces dispuestos en grupo heráldico, mientras pequeñas rosas (manchas negras con detalles grabados) rellenan los espacios entre figuras. Esta voluntad de no dejar vacíos recuerda fatalmente el horror vacui que de tanto en tanto emerge en el arte, incluso más próximo a nosotros (caso del Barroco). Un testimonio más de la paradójica vecindad existente entre estos ceramógrafos y los temas que posteriormente ejercerían influjo sobre la producción artística.

El corintio arcaico, en los decenios inmediatos al 600 a. C., es un periodo de gran ornamentación con alabastra (alabastrón) de cuerpo esférico sin base y otras formas parcialmente nuevas, como la taza de dos asas, el trípode, el plato, el enócoe de boca redonda (inicialmente trilobulada), la crátera de columnitas, importada posiblemente de Atenas.

En la decoración, al generalizado friso de animales (a veces alternados con demonios, guerreros, carros, caballeros si el tema es épico) se añaden las características figuras de panzudos bailarines vestidos con corta túnica.

La producción de este género continúa con variantes de forma en el corintio medio y tardío. Los mejores vasos aparecen adornados con escenas narrativas, cuyos temas preferidos son la caza, batallas, banquetes, la partida para la guerra, las hazañas de Heracles.

En los vasos más grandes e importantes la clara arcilla corintia aparece ocasionalmente recubierta por un relieve rojo-naranja, a imitación de la cerámica ateniense y en las figuras se adopta una policromía particularmente vistosa (negro, rojo, cárdeno, blanco, incluso amarillo).

La producción de vasos corintios cesa hacia el 550 a. C. y, consiguientemente, su exportación por la costa mediterránea, sustituida por la ateniense.

Las excavaciones han demostrado que continuó la producción cerámica para el consumo interno, con una producción llamada corintia convencional, al menos hasta mediados del siglo VI a. C.

En el periodo arcaico el elemento característico es el fondo claro (se ha hablado de estilo blanco) y el friso de animales viene sustituido por una simple decoración geométrica (meandro, puntos, zigzag, segmentos de líneas negras o rojas) o vegetal y floreada (yedra, palmas, flores de loto, etc.).

También los vasos corintios, al igual que los protocorintios, fueron objeto de múltiples imitaciones, no siempre fácilmente reconocibles. El grupo más numerosos está constituido por vasos llamados italocorintios o etruscocorintios muy frecuentes en las tumbas etruscas.

Arquitectura civil

Artículo principal: Diolkos

Si de la arquitectura religiosa pasamos a considerar la civil del período arcaico corintio, llama la atención una obra de importancia fundamental para las comunicaciones interciudadanas del mundo griego: se trata del Diolkos, la calzada por la que era transportadas las naves a lo largo del istmo, parea evitar el largo periplo del Peloponeso.

Véase también

Referencias

  1. Estrabón, Geografía viii.6.20.

Bibliografía

  • C. Fornis, Estabilidad y conflicto civil en la guerra del Peloponeso. Las sociedades corintia y argiva, British Archaeological Reports I.S. 762,Oxford, Archaeopress, 1999.
  • C. Fornis, La guerra de Corinto. Fuentes antiguas e historiografía moderna, British Archaeological Reports Int. Ser. 1652, Oxford, Archaeopress, 2007.
  • C. Fornis y J.M. Casillas, «Corinto: prestigio y riqueza I (de los orígenes al s. VIII a. C.)», Revista de Arqueología 159, julio de 1994, 36-43.
  • C. Fornis y J.M. Casillas, «Corinto: prestigio y riqueza II (épocas arcaica, clásica y helenística)», Revista de Arqueología 160, agosto de 1994, 32-43.

Enlaces externos


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