- Costumbres de la Antigua Roma
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Costumbres de la Antigua Roma
Las costumbres de la Antigua Roma son las rutinas diarias de los habitantes, las ciudades, los oficios, la economía, sus necesidades y sus beneficios.
Contenido
La ciudad
Durante la época imperial, Roma fue la ciudad más poblada y espléndida del mundo. En Roma tenía lugar una animada vida social y comercial. Su prosperidad económica y el hecho de ser la capital política se conjugaron para que su planta urbana se llenara de bellas estatuas, imponentes edificios, y arcos y columnas conmemorativas de los triunfos militares.
La vivienda
Las residencias de los ciudadanos romanos dependían, como hoy, del grado de riqueza. Los Patricios y los ricos hombres de negocios (Caballeros) habitaban en villae, que tenían grandes jardines con fuentes, hermosas vistas y muy lujosas. Los principales modelos eran dos: insulae y domus.
La domus
La domus era de origen etrusco y de estructura rectangular, y se acabó convirtiendo por influencia griega en una vivienda amplia para gentes adineradas. Tenían un sólo piso, dividido en habitaciones designadas para un sólo uso: comedor, dormitorio, etc. Se entraba por el corredor vestibulum en su parte exterior y fauces en el interior hasta llegar al atrium, que era un patio que actuaba como núcleo central de la casa. Era muy amplio y luminoso, con una abertura en el techo llamada compluvium por donde entraba la luz, el aire y la lluvia, que correspondía a una pila rectangular llamada impluvium, destinada a recoger el agua de la lluvia. En el se hallaban el lararium (altar doméstico) y la caja de caudales familiar.
Tras el contacto con los griegos, se anexionó al domus el peristylum, rodeado de un pórtico, a veces con dos pisos, sostenido por columnas. El despacho del pater familias se llamaba tablinum e interconectaba el peristilium y el atrium. La cocina era muy pequeña, y generalmente próximos a ella estaban los retretes y el baño. Las habitaciones para dormir, separadas por cortinas se llamaban Cubícula; para comer, triclinium. Las dependencias del servicio no tenían un lugar fijo en la casa.
Las insulae
Los orígenes de las insulae están en la superpoblación, pues eran edificios de varios pisos con balcones. Parece ser que los edificios de cinco o seis pisos eran corrientes en Roma y Tertuliano menciona uno posiblemente mayor.[1]
Carecían de agua corriente, eran poco confortables y de mala calidad, lo que propiciaba los incendios y hundimientos. La frecuencia de los incendios por lámpara de aceite hacían relativamente baratos los pisos más altos, al ser los más difíciles de evacuar.
La mayoría eran de alquiler, y en ellas vivían las clases populares. Era tal la carencia de servicios que por la noche se tiraban por la ventana todo tipo de desechos.
Organización del Estado
El Senado
El senado (del latín senex, 'anciano') fue una de las instituciones del gobierno de la antigua Roma. Se originó como una institución consultiva de la monarquía romana, formado exclusivamente por patricios (un representante de cada gens), y adquirió mayores prerrogativas con la República, en que pasó a refrendar a través de su auctoritas los actos de los cónsules, extendiendo su competencia a los actos de otros magistrados y Comicios, temas religiosos, conflictos entre magistrados, policía, crímenes con pena capital cuando esta era conmutada, cuestiones militares y financieras y tratados internacionales.
El senado fue creado por Rómulo y sobrevivió a los tres períodos de Roma, pero en el Imperio su poder era casi nulo.
Etapa monárquica
Antes de la etapa republicana e imperial, Roma fue una monarquía gobernada por reyes (en latín, rēx, pl. rēgēs). Todos los reyes, excepto Rómulo por haber sido el fundador de la ciudad, fueron elegidos por las gentes de Roma para gobernar de forma vitalicia, y ninguno de ellos usó la fuerza militar para acceder al trono. Aunque no hay referencias sobre la línea hereditaria de los primeros cuatro reyes, a partir del quinto rey, Tarquinio Prisco, la línea de sucesión fluía a través de las mujeres de la realeza. En consecuencia, los historiadores antiguos afirman que el rey era elegido por sus virtudes y no por su descendencia.
Los historiadores clásicos de Roma hacen difícil la determinación de los poderes del rey, ya que refieren que el monarca posee los mismos poderes de los cónsules. Algunos escritores modernos creen que el poder supremo de Roma residía en las manos del pueblo, y el rey sólo era la cabeza ejecutiva del Senado romano, aunque otros creen que el rey poseía los poderes de soberanía y el Senado tenía correcciones menores sobre sus poderes.
Lo que se conoce con certeza es que sólo el rey poseía el derecho de auspicium, la capacidad para interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma como el jefe de augures, de forma que ningún negocio público podía realizarse sin la voluntad de los dioses, dada a conocer mediante los auspicios. El rey era por tanto reconocido por el pueblo como la cabeza de la religión nacional, el jefe ejecutivo religioso y el mediador ante los dioses, por lo cual era reverenciado con temor religioso. Tenía el poder de controlar el calendario romano, dirigir las ceremonias y designar a los cargos religiosos menores. Fue Rómulo quien instituyó el cuerpo de augures, siendo él mismo reconocido como el más destacado entre todos ellos, de la misma forma que Numa Pompilio instituyó los pontífices, atribuyéndosele la creación del dogma religioso de Roma.
Más allá de su autoridad religiosa, el rey era investido con la autoridad militar y judicial suprema mediante el uso del imperium. El imperium del rey era vitalicio y siempre lo protegía de ser llevado a juicio por sus acciones. Al ser el único dueño del imperium de Roma en esta época, el rey poseía autoridad militar indiscutible como comandante en jefe de todas las legiones romanas. De la misma forma, las leyes que salvaguardaban a los ciudadanos de los abusos cometidos por los magistrados con imperium aún no existían durante la etapa monárquica.
El imperium del rey le otorgaba tanto poderes militares como la capacidad de emitir juicios legales en todos los casos, al ser el jefe judicial de Roma. Aunque podía designar pontífices para que actuasen como jueces menores en algunos casos, sólo él tenía la autoridad suprema en todos los casos expuestos ante él, tanto civiles como criminales, tanto en tiempo de guerra como de paz. Un consejo asistía al rey durante todos los juicios, aunque sin poder efectivo para controlar las decisiones del monarca. Mientras algunos autores sostenían que no había apelación posible a las decisiones del rey, otros opinaban que cualquier propuesta de apelación podía ser llevada ante el rey por un patricio, mediante la reunión de la Asamblea de la Curia.
Otro de los poderes del rey era la capacidad para designar o nombrar cargos u oficios, entre ellos el de tribunus celerum que ejercía tanto de tribuno de los Ramnes ('romanos'), como de comandante de la guardia personal del rey, un cargo equiparable al de prefecto del pretorio existente durante el Imperio romano. Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y poseía la potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella. El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del monarca.
Otro cargo designado por el rey era el prefecto urbano, que actuaba como el guardián de la ciudad. Cuando el rey se hallaba ausente de Roma, este cargo recibía todos los poderes y capacidades del rey, hasta el punto de acaparar el imperium mientras se hallase dentro de la ciudad. Otro privilegio exclusivo del rey era el de designar a los patricios para que actuasen como senadores en el Senado.
Bajo el gobierno de los reyes, el Senado y la Asamblea de la Curia tenían en verdad poco poder y autoridad. No eran instituciones independientes, en el sentido de que sólo podían reunirse, y de forma conjunta, por orden del rey, y sólo podían discutir los asuntos de estado que el rey había expuesto previamente. Mientras que la Asamblea curiada tenía al menos el poder de aprobar leyes cuando el rey así lo concedía, el Senado era tan sólo un consejo de honor del rey. Podía aconsejar al rey sobre sus actos, pero no imponerle sus opiniones. La única ocasión en que el rey debía contar expresamente con la aprobación del Senado era en caso de declarar la guerra a una nación extranjera.
Las insignias y honores de los reyes de Roma consistían en 12 lictores portando las fasces que contenían hachas, el derecho a sentarse sobre la silla curul, la púrpura Toga Picta, calzado rojo, y diadema plateada sobre la cabeza. De todos estos distintivos, el más destacado era la toga púrpura.
En este período Roma fue gobernada por una serie de magistrados elegidos por el senado. Los magistrados eran los siguientes:
Dictador
La dictadura era en la Antigua Roma el gobierno extraordinario que confería a una persona, el dictador, una autoridad suprema en los momentos difíciles, especialmente en los casos de guerra; la dictadura nació, al parecer a propuesta de Tito Larcio, quien fue además el primero en ejercer el cargo. El dictador era nombrado por uno de los cónsules en virtud de una orden del Senado que tenía la potestad de determinar cuándo era necesario el nombramiento y quién debía ocupar el cargo. En un principio, sólo los patricios podían ser nombrados dictadores, pero en el año 356 a. C. se les reconoció ese mismo derecho a los plebeyos.
Censor
Las funciones del censor estaban inicialmente confiadas al cónsul, que podía delegarlas. Se ejercían cada cinco años y al terminar se realizaba un ritual de purificación con varios sacrificios llamado Lustro. Después, se crearon los dos censores, elegidos cada cinco años de entre los senadores que habían desempeñado el consulado, constituyendo esta magistratura la culminación de su carrera o cursus honorum. Sus competencias consistían en revisar la lista de ciudadanos, la del Senado, y decidir que obras públicas iban a ser costeadas por la República en los siguientes cinco años. Sus tareas se realizaban durante 18 meses, y terminaban con la realización de la ceremonia lustral ya reseñada, cesando inmediatamente después en el cargo.
Cónsul
Llevó el nombre de consulado la magistratura romana formada que sustituyó a la monarquía al frente del Estado (véase Roma (República)). Cada año se elegían dos cónsules.
Progresivamente van perdiendo atribuciones: primero algunas facultades judiciales civiles y criminales (delegadas en Cuestores o Decenviros nombrados en cada caso); después sus decisiones debieron ser refrendadas por el Senado; después perdió la administración del Tesoro (en favor de los Cuestores) y la de los archivos públicos; después perdió el control de las arcas del ejército (en favor de los Cuestores Militares); más tarde perdió sus funciones de censor (en favor de los Censores) y de nombrar las vacantes del Senado (también atribuidas a los Censores); después perdió la facultad de nombrar Cuestores (que pasó a los comicios tribunados); luego perdió otras atribuciones judiciales (en favor del Pretor); después las competencias sobre fiestas, policía y mercados (en favor de los Ediles Curules), y también la facultad de nombrar dictador (que pasó al Senado). Al final solo conservaba algunas funciones menores, el poder ejecutivo de las leyes y el mando del Ejército.
Pretor
Eran los encargados de presidir los tribunales, durante un año, aunque finalizado este tiempo podían convertirse en propretores y gobernar otro año sobre unos territorios determinados. Eran ocho, y podían considerarse los ayudantes de los cónsules.
El cónsul perdió las funciones judiciales civiles en favor de un magistrado curul designado como Pretor, por plazo de un año, quien poseía el imperium y figuraba entre los magistrados de mayor jerarquía. Su nombramiento recayó en los Comicios Centuriados y con el mismo ceremonial religioso que se usaba para la elección del cónsul. La insignia de su cargo era la toga pretexta. Al Pretor correspondían además las funciones consulares cuando los cónsules estaban ausentes.
El Pretor era patricio hasta el 337 a. C. en que pudieron acceder a la pretura los plebeyos. Progresivamente los plebeyos ostentaron la magistratura en la mayoría de las ocasiones.
El pretor de Roma dividió sus funciones a partir del 246 a. C.: el Praetor Urbanus se ocupó de las cuestiones de los ciudadanos; y el Praetor Peregrinus de las cuestiones suscitadas entre ciudadanos romanos y no ciudadanos. La división de funciones fue necesaria por el incremento de las causas.
Cuestor
Los primeros cuestores fueron jueces encargados de los casos de asesinato y de insurrección o alta traición. Con el tiempo su denominación más común fue Decumviri Perduillionis et parricidii. Eran nombrados para cada caso y no constituían una magistratura permanente.
A fines del Siglo III a. C. los Decumviri o Cuestores perdieron sus atribuciones judiciales que pasaron a los Triunviri nocturni.
Simultáneamente a estos Cuestores judiciales existieron los Cuestores administrativos, en los cuales delegaba el rey la administración de los fondos públicos. Con la república sus funciones pasaron a los cónsules que las delegaron en dos cuestores civiles (para el Tesoro público) y dos cuestores militares (para las arcas del Ejército). Más tarde su nombramiento paso a los Comicios Tribunados.
Edil curul
Los ediles curules surgieron durante la República Romana, inicialmente para organizar algunas celebraciones. Eran designados por los Comicios Tribunados.
Inicialmente ejercieron la magistratura alternativamente patricios y plebeyos; después la designación fue independiente de la clase; el 541 ab urbe condita se volvió a su designación alternativa (patricios en los años impares y plebeyos en los años pares).
Más tarde asumieron funciones policiales, sanitarias, morales, abastecimientos, mercados, precios, calidad, y organización de juegos.
Además existía una magistratura especial reservada exclusivamente a los plebeyos, que no formaba parte del cursus honorum: el tribuno de la plebe, junto con el cargo asociado de Edil plebeyo.
Las magistraturas funcionaban siguiendo tres principios:
- La colegiatura
- La anualidad
- La jerarquía o cursus honorum
Etapa Imperial
En este período, Augusto, creó el Principado, una monarquía encubierta. Este sistema de gobierno se mantendrá durante todo el Alto Imperio Romano.
Este tipo de gobierno es el resultado de la evolución de las instituciones republicanas, adaptándolas a las necesidades de un verdadero imperio. El gobierno es dividido, con el Príncipe, sus provincias imperiales y su propio tesoro (Fiscus), y los antiguos organismos con las provincias senatoriales y el Aerarium o tesoro público. Pero en la práctica el gobierno es un protectorado, donde el Príncipe ostenta todos los poderes (Auctoritas, Maiestas y Potestas) y vigila a las autoridades clásicas.
Mitología
La mitología romana está formada por las leyendas y mitos de la religión politeísta practicada en la Roma antigua. La mayoría de las divinidades del panteón romano provienen de Grecia con dioses que suplantaron a las divinidades locales con algunas raras excepciones. Por esta razón algunos artículos dedicados a los dioses romanos de origen griego pueden ser tratados como exactos a sus equivalentes griegos.
Familia
La familia romana, a diferencia de la familia europea actual, estaba constituida no solo por los padres, hijos y parientes, sino también por todos los que vivían bajo la autoridad del cabeza de familia o pater familias, incluidos naturalmente los esclavos. Familia es una palabra emparentada con famuli ('los criados') y, por lo tanto, los comprende a ellos también.
La familia romana era legalmente tan fuerte que ciertas cuestiones, que hoy se tratan en los juzgados o en los templos, entonces se trataban en casa, bajo la presidencia del cabeza de familia. La familia era realmente la célula básica de la sociedad romana.
El Pater familias
El pater familias era el hombre que no dependía de nadie y de quien dependían los demás. No importaba que estuviese soltero o casado, ni los años. La mujer nunca podía ser cabeza de familia.
La patria potestas de un cabeza de familia romano era muy fuerte. Puede disponer de la vida, muerte y venta de cualquier miembro de la familia. Puede abandonar legalmente a un hijo nacido de su mujer o puede reconocerlo. Puede incluso prohijar hijos de otros. Puede concertar casamientos de los hijos. Realmente, es él quien forma la familia.
Como jefe de la familia es también el sacerdote de la religión familiar y el juez en los conflictos entre familiares, pero para esto último tiene que contar con el asesoramiento de un consejo familiar.
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que el parentesco natural, fundado en la descendencia física de la mujer, y que los romanos llamaban cognatio, carecía de valor civil, en tanto el parentesco civil, fundado en el reconocimiento por parte del hombre de su descendencia o en la adopción como hijos de descendencia ajena, y a lo que los romanos llamaban agnatio, era el único parentesco legalmente válido.
La mujer
A diferencia de los griegos, que tenían a sus mujeres en las casas y, si tenían tiempo libre, no lo pasaban en familia, los romanos sintieron un atractivo grande por la vida doméstica. La mujer aparece como compañera y cooperadora del hombre romano; está al lado de él en los banquetes, comparte con él la autoridad sobre los hijos y criados y participa también de la dignidad que tiene su marido en la vida pública. Pero esta libertad no impide que sea austera y reservada, especialmente en la época republicana; incluso en el banquete la mujer estaba sentada, no recostada, y no bebía vino sino mulsum (vino con miel); en cualquier caso, está siempre en un segundo plano y así no participa en la vida pública, en la política, en la literatura, ni puede ser cabeza de familia e incluso los nombres de oficios de la primera declinación son masculinos.
La educación femenina era prudentemente liberal. En la época infantil niños y niñas se criaban juntos; las escuelas elementales también eran mixtas. Terminados los estudios primarios, las chicas de buena familia continuaban instruyéndose privadamente en el conocimiento de la literatura latina y griega; al mismo tiempo aprendían a tocar la lira, a bailar y a cantar. Esta educación intelectual no impedía que la mujer hiciese determinadas labores: vigilaba y dirigía a las esclavas, atendía los trabajos más delicados, bordaba, etc.
El matrimonio
El casamiento de dos jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres; pocas veces se tenían en cuenta las inclinaciones de los interesados. Una vez decidido el matrimonio el primer paso era la celebración de los sponsales, ceremonia arcaica en la que los respectivos padres concertaban el casamiento de los hijos y establecían la dote que la joven aportaría al matrimonio. Antiguamente los desposados ya quedaban obligados a la fidelidad recíproca y, si el matrimonio no se celebraba en el plazo estipulado, se podía perder la dote. Consultados los dioses, si los agüeros eran favorables, se cambiaban los anillos, que tenían un valor simbólico.
Ante la ley, solo los ciudadanos romanos tenían derecho a contraer matrimonio. La tradición conservó el recuerdo de tiempos en los que los patricios no podían casarse con una plebeya, prohibición caída pronto en desuso (Lex Canuleia). Los hombres se consideraban aptos para casarse a los catorce años y las mujeres a los doce.
Hubo dos formas de matrimonio que estuvieron sucesivamente en vigor:
- matrimonio cum manu: la mujer pasaba a formar parte de la familia de su marido y estaba sujeta a su poder marital (manus). Podía realizarse esta unión de tres maneras:
- — confarreatio: rito llamado así por la pieza de pan (far) que los esposos compartían durante el sacrificio nupcial. Era la forma de casamiento propia de los patricios.
- — coemptio: una venta, primero real, después simbólica, de la esposa. Era el matrimonio plebeyo.
- — usus: se contraía mediante la convivencia de los futuros esposos durante un año, pero era preciso que la cohabitación fuese continua: tres noches consecutivas de ausencia llevaban consigo la nulidad.
- matrimonio sine manu o libre: en él la esposa continuaba perteneciendo a la familia paterna y conservando los derechos sucesorios de su familia de origen. A pesar de la facilidad de disolución de este matrimonio (bastaba con la simple separación de los esposos) los romanos tenían conciencia de la seriedad de este vínculo.
La ceremonia de boda
El ceremonial que mejor se conoce es el patricio. La boda constituía uno de los acontecimientos más importantes dentro de la vida familiar.
El día de la boda era escogido con toda cautela; sería pernicioso casarse en mayo, mientras que la mejor época era la segunda quincena de junio.
En la víspera de la boda la joven consagraba a una divinidad sus juguetes de niña; después, se acostaba con el traje nupcial y una cofia de color anaranjado en la cabeza. Eran características de la vestimenta nupcial el peinado y el vestido con velo. El traje era una túnica blanca que llegaba a los pies, ceñida por un cinto. De la cabeza de la desposada caía un velo de color anaranjado (flammentum) que le cubría la cara.
En todos los actos del rito la esposa era asistida por la pronuba, una matrona casada una sola vez. El rito empezaba consultando los auspicios: si el resultado no era malo, quería decir que los dioses eran favorables a esta unión. Terminada esta parte, tenía lugar la firma de las tabulae nuptiales (contrato matrimonial) delante de diez testigos; después la pronuba ponía las manos derechas de los esposos una encima de la otra y con esto los esposos se comprometían a vivir juntos. Acabadas las formalidades, tenía lugar el banquete nupcial.
Después, hacia la tarde, comenzaba la ceremonia de acompañamiento de la esposa a casa del esposo. Este, de repente, fingía arrancar a su joven mujer de los brazos de su madre. Entonces iban a casa del marido. La mujer iba acompañada de tres jóvenes; uno de ellos llevaba una antorcha de espino (spine alba) encendido en casa de la esposa. La gente que los seguía mezclaba cantos religiosos y pícaros. Cuando llegaban a casa del marido, adornaban la entrada con cintas de lana y la untaban con grasa de cerdo y aceite. El marido le preguntaba a la esposa cómo se llamaba; ella le respondía: «Ubi tu Gaius, ego Gaia» («Si tú Gaio, yo Gaia»); entonces los que la acompañaban la levantaban a pulso para que no tocase el quicio de la puerta con el pie y la hacían entrar en la casa. Después era recibida por su marido y la pronuba pronunciaba unas plegarias a la divinidad de la nueva casa. Con esto terminaba la fiesta y los invitados volvían para sus casas.
El día de después del casamiento había un banquete íntimo (repotia, 'reboda') para los parientes de los esposos.
El divorcio
Como todo contrato, el matrimonio podía anularse. Primitivamente, el derecho de revocación pertenecía únicamente al hombre; este solo tenía que reclamarle a su mujer delante de un testigo las llaves de la casa y decirle: «Tuas res habeto» («Coge tus cosas»).
En principio, el matrimonio patricio por confarreatio (vid. supra) no podía disolverse, pero pronto los romanos inventaron una ceremonia de efectos contrarios a la primera, a la que llamaron diffarreatio.
El matrimonio por usus o por coemptio se anulaba con la mancipatio o transmisión de la potestad del marido en favor de un tercero, que manumitía a la mujer.
Vida cotidiana
Indumentaria
El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas como el griego, llamadas
- indutus, las interiores,
- amictus, las exteriores.
En los primeros tiempos, se reducían las prendas a la túnica, semejante al quitón de los griegos y a la toga propia y exclusiva de los ciudadanos romanos que por ello, se llamaban gens togata, mientras ellos decían de los griegos gens paliata. A veces, llevaban otra túnica interior, denominada subúcula, equivalente a nuestra camisa, y la superior solía ceñirse con un cinturón llamado cíngulum o cintus, cerrado con broche o fíbula. La toga era una amplia vestidura de lana, de corte elíptico, cerrada por abajo y abierta por arriba hasta la cintura. Al llevarla, se recogía por los pliegues del lado derecho y se echaban terciados hacia el hombro izquierdo.
- su color era generalmente blanco (alba, cándida), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de candidatos que hoy está en uso en nuestra lengua.
- los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trábea, toga praetexta)
- los conquistadores en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata)
- los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpúrea) o con bordados de oro (toga picta).
Alimentación
Los antiguos romanos tenían tres comidas por día:
El ientaculum
El ientaculum se correspondía con el desayuno o lo que es lo mismo la primera comida del día, hay que tener en cuenta que el romano se levantaba muy pronto por lo que no era normal hacer comidas copiosas, todo lo contrario, por lo general eran bastante simples y casi siempre tomadas de pie, consistían en pan untado con ajo o sal o sin untar ambos acompañados de un pedazo de queso.
El prandium
El prandium era al mediodía y una de las comidas que los romanos se saltaban habitualmente, o la única que hacían en todo el día dependiendo de sus posibilidades económicas. El prandium consistía en una dieta a base de pan, carne fría, verduras y fruta acompañada con vino, pero todo ello en cantidades moderadas.
La cena
La cena romana se producía después del baño al término de la hora Octava o Nona; en ella los romanos tomaban verduras como entrantes en forma de ensaladas o la plancha, y carne o pescado: podía ser carne roja o blanca y la manera de confeccionarla pasaba por los asados aromatizados con hierbas o la carne a la plancha aderezada con habas, coles, espárragos, etc., o pescados diferentes según la época: sardinas, pez espada, etc., finalizados los segundos platos se pasaba a los postres que solían ser frutas de temporada: uvas, manzanas, peras, etc., acompañadas de vino Nomentum.
Es importante aclarar que los romanos no bebían mientras comían, pues consideraban que el sabor dejado por el vino desvirtuaba los diferentes paladares para los platos de la cena, por lo que su consumo se posponía hasta llegados los postres o finalizados éstos, cuando estaban saturados de comida y llegaba la hora distendida de las largas conversaciones entre los invitados.
Educación
A menudo era de origen griego y con el pedagogo (nutritor o tropheus), responsable de enseñarle a leer y de su educación hasta la pubertad, que con sus propios padres. Debía dirigirse a su padre llamándole domine (señor).
La escuela (schola) estaba regida por el calendario religioso, las clases se daban por las mañanas y era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de enseñarle a los niños los autores clásicos y la mitología, mientras que a las niñas, consideradas adultas a los catorce años (domina, kyria), podían tener un preceptor que le enseñara los clásicos. A las niñas se las consideraba adultas a los catorce años.
La educación tenía lugar en el gymnasium o en la palaestra. En oriente, las principales materias eran Griego, Homero, Retórica, Filosofía, Música y Deporte. En cambio, en la mitad occidental, se enseñaba además latín, en detrimento de la música y el deporte. A los dieciséis o diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían que decidirse por el ejército, o los estudios (cursus honorum).
La mayoría de edad se conseguía al vestir la toga viril, decisión que dependía del tutor o del padre. Que el hijo formara una familia (paterfamiias) era sólo posible tras la muerte de su padre, siendo condenados a muerte por el padre si incumplían esta norma. Entre tanto, sus hijos recibían un pequeño salario (peculium)y debían responder a su autoridad (patria potestas).
Escribían generalmente sobre papiro o pergamino, aunque también utilizaban en menor medida tablillas de marfil o de cera. Tenían útiles de escritura como el punzón y el tintero.Diversiones
El pueblo romano en los tiempos libres presenciaba sangrientas luchas en el circo y disfrutaba de los baños públicos.
El Circo romano
El Circo romano es una de las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas. Junto con el teatro y el anfiteatro forma la trilogía de equipamientos para divertir a los ciudadanos. Estaba destinado a las carreras y a representaciones que conmemoraban los acontecimientos del Imperio, algunas de ellas eran batallas navales para lo cual se llenaba el circo con agua (hay restos de estas conducciones en el circo romano de Calahorra).
El Circo romano es un recinto alargado, es la instalación más grande de las destinadas a divertir al pueblo, con remates circulares en los extremos. La arena, muy alargada, estaba partida en dos por la spina formando dos calles por donde corrían las cuádrigas y los caballos. En esta espina se solían colocar columnas y estatuas así como obeliscos conmemorativos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
Estaba inspirado en los hipódromos y estadios griegos pero solía ser de medidas mucho mayores que estos.
Combates de gladiadores
El origen de los combates de gladiadores hay que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, en cuyos monumentos aparecen representados y, remontándose algo más, es probable que se encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.
Constituían una parte de los juegos fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno, lo cual indica que en un principio se celebraban durante las Saturnales. Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo III a. C. Como no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales fueron los primeros gladiadores.
Como sucedió con otras muchas costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado por ser un rito de significación religiosa, acabaron por ser un espectáculo bárbaro y sangriento que llegó a inspirar una pasión desenfrenada.
Si se ha de creer a Valerio Máximo, los hermanos Marco y Décimo Bruto dieron el primer munus gladiatorium en el año 490 de Roma, 264 a. C., en el foro Boario con motivo de los funerales de su padre.
Como eran muchos los sistemas ideados para combatir y variados los lances y suertes de cada combatiente, se fijaron reglas al arte del gladiador, cuya enseñanza estaba encomendada a los lanistas o gladiadores viejos. A cargo de éstos, estaban los gladiadores fiscales, o dependientes del fisco, pues el Estado los mantenía bajo un régimen especial y les pagaba. Otros lanistas reclutaban y mantenían muchachos para combatir en la arena, que luego alquilaban para funerales, comidas y otras solemnidades. No faltaron tampoco particulares opulentos que tenían gladiadores y los césares, como es lógico, poseían los mejores.
Los autores antiguos, especialmente Suetonio, dan muchos detalles de los combates de gladiadores y de la intervención que en tales fiestas tomaron algunas veces los emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su expedición al Danubio, hizo que, en los 123 días de las fiestas organizadas, combatieran diez mil gladiadores.
Los gladiadores educados en las escuelas por los lanistas se alquilaban o vendían, de suerte que los lanistas eran al mismo tiempo sus maestros y sus empresarios. Estas escuelas, que la gente rica se daba el lujo de sostener en los últimos años de la República, estaban repartidas en diferentes puntos del territorio romano. El Imperio fundó muchas otras: Domiciano estableció cuatro en Roma, llamadas ludus Gallicus, Dacicus, magnus y matutinus. En Preneste, Rávena y Alejandría, a causa de lo saludable de su clima, se establecieron de esta clase de instituciones imperiales y la escuela de Esgrima de Capua conservó mucho tiempo su antigua reputación.
Las termas romanas
A finales del siglo V a. C. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad convirtiéndose en estancias independientes destinadas solo al baño. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.
En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baño construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas. Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.
El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.
Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217, tenían un aforo de 1.600 usuarios. Las termas de Diocleciano, otras de la importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles.
Los restos termales romanos más antiguos de los que hay noticia son las termas de Pompeya, datadas en el siglo II a. C.
Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres. En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres.
Clases sociales
Patricios
Los patricios conformaban una clase romana formada inicialmente por los padres de familia (Pater familias) o bien por hijos de padres de familia vinculados a la obediencia paterna (los hijos varones no alcanzaban la condición de padre de familia hasta que el padre moría y se independizaban, pero se daba por descontado que alcanzarían esta condición). Se les llamaba también Patres.
Estos Patres y sus descendientes que componen las personas de las treinta curias primitivas forman la clase de los patricios, «patricii». Ellos constituyen una nobleza de raza y ellos solos participan del gobierno del Estado y gozan de todos los privilegios del ciudadano romano.
Eran los descendientes de las familias más antiguas de la ciudad. Constituían la clase aristocrática y formaban el verdadero pueblo romano. Eran considerados superiores al resto de los habitantes, gozaban de todos los derechos, poseían tierras y eran los llamados a formar el ejército romano, la Legión.
Con el paso del tiempo, el peso social, demográfico y político del patriciado fue decayendo. Poco a poco se fueron viendo obligados a ceder cada vez más cuotas de poder a los plebeyos, cuyo número y poder económico y social crecía constantemente. Así, con el paso de los años, los matrimonios mixtos entre plebeyos y patricios fueron admitidos. También se permitió el acceso de los plebeyos a las más altas instituciones, como el consulado (estipulándose que al menos uno de los dos cónsules debía ser plebeyo). Pese a todo, ser patricio era el status más alto y ambicionado de la sociedad romana. Determinados puestos, sobre todo religiosos, estaban reservados únicamente a ellos. En una sociedad tan orgullosa y elitista como la romana ser patricio, ser romano de pura cepa era el máximo orgullo.
Los patricios fueron languideciendo poco a poco. Al conformar la élite de la sociedad romana, cada vez que tenía lugar una guerra civil o una convulsión por el cambio de un emperador, sus filas eran diezmadas durante o después del conflicto por el bando vencedor (donde, indudablemente, también había patricios).
A finales de la República y principios del Principado de Augusto tan solo las siguientes familias patricias continuaban dando cónsules con regularidad: Julios, Domicios, Pinarios, Postumios, Claudios, Valerios, Junios, Sergios, Servilios, Loureiros y Cornelios.
En la época del emperador Constantino, en el Bajo Imperio, tan solo se tiene constancia de la pervivencia de la Gens Valeria.
Plebeyos
Según la terminología empleada por los autores de la antigua Roma, los plebeyos eran: «los que no formaban parte de la gente», en latín «qui gentem non habent». Es decir, eran plebeyos los que no eran patricios. De todos modos, el término en sí era de una gran extensión pues entre los plebeyos existían situaciones muy diferentes a todos los niveles; prácticamente desde la fundación de la ciudad se detecta la presencia de extranjeros asentados por diversos motivos; fundamentalmente atraídos por la prosperidad de la ciudad, gran cantidad de mercaderes y artesanos libres confluyen desde las comarcas cercanas, desde las ciudades de la Magna Grecia e, incluso, desde las ciudades-estado metropolitanas de la Hélade. Muchos de ellos eran, sin duda, ricos mercaderes.
La tradición atribuye a Servio Tulio la inscripción de la plebe en registros públicos, organizándolos en los colegios profesionales de los flautistas, tintoreros, zapateros, joyeros, carpinteros, curtidores, alfareros, etc.; estas reformas de Servio Tulio, basadas en el censo, permitió que entraran a formar parte del ejército y de los comicios centuriados y, posteriormente, hasta en el mismo Senado.
Con todo, el hecho de que estas gentes no patricias se vieran marginadas y carecieran de ciertos derechos civiles (por ejemplo carecían de derecho a votar), fue consecuencia de múltiples enfrentamientos patricios-plebeyos, haciendo que fueran tomando conciencia de clase, que ellos mismos se reconocieran plebeyos, se coaligaran sin tener en cuenta el nivel de riqueza y se unieran en una lucha reivindicativa de las aspiraciones de todos ellos. Pero sólo al comienzo de la República es cuando se constituyen como un grupo organizado en el que todos reconocían un elemento común: su no pertenencia al patriciado, al margen de su fortuna o su pobreza. A ellos se les une otro sector social, el de los proletarios (proletarii), el elemento más marginal o inferior de la población romana.
En resumen, la composición social de la clase plebeya podemos decir que estuvo constituida por: personajes influyentes y ricos vinculados al ejército; los plebeyos adsidui, es decir, los que poseían bienes; y los proletarii que no poseían nada —entre los que se encontraban los libertos, es decir los esclavos emancipados, bien por decisión testamentaria de sus dueños, por méritos contraídos durante su período de esclavitud o por haber comprado su libertad—.
En el siglo IV a. C. se producen las primeras sublevaciones de la plebe reclamando más derechos civiles, siendo así que, espoleados por la presión de la plebe, los patricios romanos elaboran un sofisticado código legal, la ley de las doce tablas, que a grandes rasgos, son herederas nuestras actuales leyes, con el fin de acallar las protestas del pueblo. Además, la plebe consigue tener representantes (tribunos de la plebe) con poderes para garantizar sus derechos frente a la clase dominante.
Esclavos
La sociedad romana, a lo largo de toda la historia de su dominio sobre el Mediterráneo, Europa, África y Asia, fue esencialmente esclavista, y tanto su economía como su estructura social se basaba en un sistema de clases donde el esclavo constituía el escalón más bajo de la sociedad.
Los esclavos de ciudad solían tener familia y una gran autonomía. Podían lograr la manumisión de diferentes formas:
- Con su propia muerte; entonces se le liberaba para que tuviera un entierro de hombre libre.
- Con la muerte de su amo, que en su testamento solían liberar a sus esclavos como muestra de generosidad. Cuando eran liberados de este modo, se les dejaba alguna propiedad o dinero.
- Comprando su libertad, ya que después de haber pasado años de intermediario de su amo en los negocios, podían ganar un peculio.
- Por declaración ante un magistrado. Amo y esclavo defendían su libertad ante un magistrado. Si era aceptada, se le ponía un bastón en la cabeza como señal de su libertad
Muchos emancipados permanecían en sus casas haciendo las mismas labores, aunque con mayor dignidad.
Los esclavos eran propiedad absoluta de su dueño. Carecían de personalidad jurídica, de propiedad y hasta de familia propia, porque su matrimonio, aún conseguido con el permiso del amo, se consideraba un simple concubinato, y los hijos eran propiedad del amo. Los esclavos domésticos eran recibidos con una ceremonia, y se les purificaba echándole agua sobre su cabeza.
Ayudaban al amo a ponerse la toga, pues era una labor de gran complicación. Eran los encargados de recibir a los invitados, recogerles la toga y los zapatos y ofrecerles un baño caliente o un lavado de pies. Los más guapos y de mejores modales servían la comida vestidos de colores vivos, que contrastaban con sus cabelleras, con las que a veces sus amos se secaban. Los más agraciados servían el vino y cortaban los manjares mientras que los que limpiaban los platos y recogían las mesas iban peor vestidos. A cada invitado se le adjudicaba un esclavo servus ad pedes que permanecía a sus pies. Los que nacían como esclavos y eran educados, formaban una clase privilegiada entre la servidumbre. No se les permitía entrar a representaciones teatrales. A los esclavos se les adjudicaban las tareas de acuerdo a su nivel cultural.
A los esclavos se les podía poner un collar con una placa en la que se leería «Tenemene fucia et revo cameadomnum et viventium in aracallisti», traducido como «Detenedme si escapo y devolvedme a mi dueño».
El precio de un esclavo nos llega a través de Catón, y sabemos que era de promedio unos mil quinientos denarios, precio que subió a lo largo del siglo II a. C. hasta alcanzar los veinticuatro mil sestercios.
Algunos esclavos tenían la consideración de hombres libres, bien por la humanidad de sus amos o por el trabajo intelectual que desarrollaban. Esto pasó con los esclavos procedentes de la Antigua Grecia, que en cierto modo el amo consideraba de mayor educación que la suya. Estos eran los que servían como secretarios, administradores o educadores. En el siglo III se redujeron las masas de esclavos y estos empezaron a valorarse casi como hombre libres. El emperador Diocleciano era hijo de un esclavo que había comprado su libertad.
Los libertos fueron a partir del siglo VI según el emperador Justiniano ciudadanos sin distinción alguna, procedentes de la esclavitud. Si no conservaban los lazos de fidelidad a sus casas eran llamados libertos ingratos. Ejercían mayoritariamente la labor de comerciantes o artesanos, y en menor medida de maestros romanos (ludi magister), gramáticos (encargados de la enseñanza secundaria), banqueros o médicos, que no tenían la remuneración.
La economía romana, como su sociedad, dependían del trabajo de esclavos, que eran fundamentales en los latifundios, minas e industrias. Esta economía aumentó a partir del siglo II gracias a las victorias de Julio César, que puso en subasta a aproximadamente un millón de esclavos durante la Guerra de las Galias (58–51 aC.) En Delos, llegaron a subastarse hasta diez mil esclavos en un solo día.
Economía
Actividades agropecuarias
Los agricultores eran el núcleo de la sociedad de la Antigua Roma. El cultivo principal eran los cereales (sobre todo el trigo) y las leguminosas. Más tarde se introdujo la vid, y aún más tarde se llegó a las viñas y se importó el olivo. Como árboles frutales destaca la higuera. También hortalizas y legumbres y el lino.
Al principio los romanos poseían la tierra en usufructo y su riqueza (pecunia) se medía por los rebaños, y los ahorros personales eran el peculium ('haber en ganado'). Más tarde se introdujo la propiedad privada de la tierra.
Las primeras tierras de los romanos se llamaban heredium, de herus ('dueño'), y en un principio no superaban las dos yugadas (5.400 metros cuadrados), aunque aparte estaban la casa, las cuadras, la barbechera y los pastos. Estas pequeñas porciones de tierra pronto fueron superadas y si en algún caso se mantuvieron fue para los cultivadores antiguos de las ciudades dominadas, pero no para los ciudadanos romanos.
Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas. Introdujeron la arada romana, molinos más eficaces, como el de grano, la prensa de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono.
Los campesinos araban la tierra con su familia. Los arados eran tirados por bueyes. Solo los campesinos que poseían muchas tierras usaban esclavos o jornaleros.
Los rebaños eran apacentados en pastos comunales propiedad del Estado, pero solo podían disfrutarlos los ciudadanos romanos, siendo la excepción el disfrute por no ciudadanos, aunque fueran propietarios.
Al trabajo sucedía el descanso: cuatro veces al mes, cada ocho días (Nonae) el campesino detenía su actividad y se dedicaba a las compras en la ciudad y otros asuntos. Las fiestas se hacían después de la sementera de invierno, y el descanso duraba entonces un mes tanto para el amo como para el esclavo y los animales (se llamaba a esta fiesta las Paganalia derivación de pagus, o sea 'campo').
Actividades industriales
Cuando Roma no era más que una aldea, todas las tierras del Lacio (la región donde estaba incluida Roma) eran esencialmente agrícolas. Su riqueza no iba más allá de las labores del campo y sus productos y este sistema de economía prevaleció hasta el cuarto rey, es decir hasta Anco Marcio. Pero estos pueblos mantenían un activo comercio con los etruscos que ya tenían una civilización muy avanzada y una industria muy desarrollada. Estos pueblos del Lacio mantenían también relaciones comerciales con los pueblos griegos asentados en todo el litoral de Italia y que enviaban sus productos elaborados.
A medida que Roma iba conquistando los distintos pueblos que componían la península de Itálica la producción industrial iba aumentando, incrementándose con la industria de estas ciudades sometidas y los artesanos itálicos emigraban a la ciudad de Roma donde encontraban más comodidad y trabajo, dando así origen a una industria local. Muchas industrias florecieron por la aparición de las grandes obras públicas, por el aumento de población y sus necesidades y por el refinamiento del lujo que ya despuntaba en la gran ciudad.
Varios acontecimientos contribuyeron en la multiplicación y desarrollo de la industria en esta época del Imperio. Uno de los más importantes fue la mejora de las comunicaciones terrestre y marítima. El comercio con los países lejanos y la exigencia cada vez mayor de los abastecimientos militares, vinieron a incrementar la industria.
El cristal era importado de Egipto, primer lugar del Mediterráneo donde surgió esta fabricación. Roma importaba las ricas copas de cristal que sólo los grandes señores podían disfrutar y de las que se hacía gran ostentación en las casas. Cuando esta industria empezó a desarrollarse por toda Italia se hicieron trabajos algo más bastos y después surgió la fabricación de piedrecitas de cristal destinadas a la elaboración de mosaicos, alternando con el mármol el ónice y el oro. Se empezaron a fabricar también en cristal unas láminas especiales quĐe se adaptaban a las ventanas, llamadas specularia (o gruesas láminas de cristal) y que se emplearían en sustitución de las láminas de yeso llamadas lapis specularis que hasta la fecha era lo que servía como hoja de una ventana. En las excavaciones de Pompeya fueron encontrados fragmentos de specularia.
En esta época imperial surge una gran competencia con las provincias romanas del Norte y de Occidente. En Hispania se produce un acero templado de gran calidad, buenas lanas y buen garum. En la Galia sobresale el arte del bronce y los trabajos de metales preciosos junto con los vasos de arcilla y el calzado (que se difundió por todas partes y fue muy apreciado). En el norte de Europa se producían buenas armas.
Sistemas de medidas en el mundo ROMANO.
PESO. Como unidad de peso corriente, con el mismo nombre que la pulgada, se empleaba la doceava parte de la libra romana de 327,45 gramos, la uncia u onza, de unos 27. Otros submúltiplos de la libra, en orden inverso, eran el deunx, onceava parte, el dextans, décima, y las dodrans, bes, septunx, sextans, quinqux, etc. Como en el caso de la longitud, en los mercados había una serie de patrones oficiales, las mensurae, conservadas en los ponderaria, edificios especiales de los foros donde se dirimían las posibles disputas comerciales. En el caso del peso, los patrones o pesos modelos eran los pondera, mina, ponduso aequipondia, hechas de piedra, mármol o bronce. No obstante, para las transaciones comerciales, los romanos, solían medir las cantidades por volumen, más que por peso. Los instrumentos de pesada eran las balanzas: la libra, de brazos iguales, con su fielo examen, y la de brazos desiguales o statera, que nosotros conocemos como balanza romana, Ésta se colgaba de un gancho o uncus, y se equilibraba con pesas o aequipondia Para grandes pesos se usaba la bilanx, una balanza de brazos iguales, colocada sobre caballetes.
Actividades comerciales
El comercio romano fue el motor que condujo a la economía de finales de la República y principios del Imperio. Modas y tendencias de la historiografía y cultura popular han tendido a no ocuparse de la base económica del imperio en favor de lingua franca que fue el latín y las hazañas de las legiones. Tanto la lengua como las legiones fueron apoyadas por el comercio, siendo al mismo tiempo parte de su espina dorsal. Los romanos era hombres de negocios y la longevidad de su imperio se debió a su comercio.
Aunque en teoría los miembros del Senado y sus familias tenían prohibido dedicarse al comercio, los miembros de la orden ecuestre sí lo estuvieron, a pesar de sus aristocrátivos valores que hacían énfasis en pasatiempos militares y actividades recreativos. Los plebeyos y libres tenían tiendas o atendían puestos en los mercados mientras grandes cantidades de esclavos hacían casi todo el trabajo duro. Los propios esclavos eran además objeto de transacciones comerciales, y dada su alta proporción en la sociedad (comparada con la Grecia Antigua) y la realidad de las fugas, las guerras serviles y las sublevaciones menores, dieron un toque distintivo al comercio romano.
La intrincada, compleja y extensa contabilidad del comercio romano fue efectuada con la ayuda de tableros contables y ábacos romanos. Éstos, que usaban números romanos, estaban especialmente ideados para las cuentas en monedas y unidades romanas.
Ejército
En la evolución del ejército romano se pueden distinguir tres grades periodos: Monarquía, Republica e Imperio. Posteriormente evoluciono en el ejército bizantino.
La legión
Véase también: LegionarioEn los primeros tiempos no había distinción entre ejército y legión, Roma disponía de una sola legión de hasta tres mil infantes y trescientos caballeros. Sin embargo las guerras en aquella época eran escaramuzas limitadas que acababan con el invierno, y es dudoso que alguna vez se llegara a reunir el ejército al completo. Ni siquiera era un cuerpo permanente, se reclutaba y licenciaba según las necesidades.
El tamaño de la legión pasó de unos tres mil hombres a más de cuatro mil, pudiendo llegar hasta los cinco mil. También hubo una mayor especialización de los soldados, pero tácticamente no se produjeron cambios y se mantuvo la estructura básica de la falange hoplita.
A comienzos de la etapa republicana la legión se organizó con una estructura mucho más formal y estricta. Como las guerras eran más frecuentes y habían dejado de ser simples escaramuzas, las batallas requerían más planificación.
A medida que las campañas aumentaban en duración se hacía evidente que la situación de una ciudadanía militarizada permanentemente no era sostenible. Esto supuso muchos problemas económicos hasta finales del siglo V a. C. y principios del siglo IV a. C., cuando Roma empezó a tener tamaño suficiente para que los soldados sólo fuesen una proporción pequeña de la población. Especialmente importante fue la victoria frente a la ciudad etrusca de Veyes (369 a. C.), cuyo territorio y población fueron anexionados. En esta época el Estado ya compensaba a aquellos que sufrieran un perjuicio económico por tener que abandonar su trabajo.
La lealtad del ejército se reforzaba por el juramento (sacramento) de fidelidad y obediencia a los superiores y de no desertar de la batalla. Las faltas de disciplina se castigaban de acuerdo a su gravedad con la suspensión del sueldo, con azotes o hasta con la muerte. El castigo para unidades completas consistía en diezmarlas, es decir, aplicar la pena de muerte a uno de cada diez legionarios.
Durante el transcurso de la etapa republicana se solía reclutar un máximo de tres o cuatro legiones. Sin embargo continuaron teniendo, como durante la monarquía, una existencia efímera. Únicamente se hicieron permanentes las legiones I a IV. Éstas, mandadas por un cónsul la pareja, eran los ejércitos consulares. Durante la Segunda Guerra Púnica se reclutaron muchas más legiones para poder hacer frente a la gran amenaza de Aníbal.
Hacia el final de la República Cayo Mario reformó el ejército. Se hizo permanente. Se abolieron los límites establecidos por las clases de Servio Tulio y se aumentó la paga del legionario, con lo que el número potencial de estos aumentó considerablemente. Los nuevos soldados, sin trabajo y sin propiedades, no deseaban que llegara el final de la campaña, que también significaba el final de la paga. Los soldados se alistaban por dieciséis años, periodo que se fue ampliando hasta veinte o veinticinco. Así se profesionalizó el ejército.
En la época imperial el ejército estaba formado por treinta legiones de unos cinco mil trescientos hombres cada una. La legión ya era un cuerpo permanente, podía variar en número y composición pero siempre existía, cada una con sus símbolos, historia y glorias particulares. En ellas había gran variedad de especializaciones como soldados, zapadores, policía militar, cuerpo médico, etc.
El combate
El esquema romano clásico de combate constaba de una vanguardia de velites. A continuación venía la infantería pesada dispuesta en tres líneas:
- hastati
- príncipes
- triarii, que sólo entraban en combate en situaciones extremas.
A la derecha de la infantería se disponía la caballería romana, y a la izquierda la caballería de los aliados.
En vista de sus defectos la formación en falange fue sustituida por el manípulo, consistente en dos centurias bajo el mando del mayor de ambos centuriones. Cada una de estas tres líneas de infantería ya no era contínua, sino que se separaba en manípulos, con un pequeño cambio de orden:
- hastati, diez manípulos de ciento veinte soldados
- príncipes, diez manípulos de ciento veinte soldados
- triarii, cuyo manípulo constaba de sesenta hombres
- velites, o infantería ligera, que se disponían delante de las líneas de infantería pesada para explorar y hostigar al enemigo sin trabar contacto directo.
El hueco que quedaba entre dos manípulos de la primera línea se encontraba cerrado por un manípulo en la segunda línea, y a su vez la tercera línea cerraba los huecos de la segunda. El resultado era una disposición en forma de tablero de ajedrez —accies— que dotaba de gran flexibilidad a los movimientos de la infantería.
La reforma de Cayo Mario sustituyó los manípulos por la cohorte, formada por seis centurias (un manípulo de hastati, uno de príncipes y uno de triarii), homogeneizando el equipo individual de cada soldados y suprimiendo la infantería ligera. Cada grupo de dos cohortes estaba bajo el mando de un Tribunus Militum, que daba órdenens a los 6 centuriones de la cohorte, cuya jerarquía venía dada por el orden de las centurias —de 1 a 6— en la cohorte; a su vez, cada centurión era asistido por un optio, un soldado que sabía leer y escribir, por un portaestandarte o signifer, y por un tesserarius o suboficial de inteligencia. Cada cohorte estaba dotada de mucha más independencia táctica. Si la legión actuba en conjunto, las cohortes se disponían en damero en dos líneas —dúplex accies— o tres líneas —triple accies—, según la consistencia y resitencia de la línea enemiga.
Véase también
Referencias
Notas
- ↑ CARCOPINO, Jérôme. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1993, ISBN 978-84-7880-280-7, pág. 47 y sig.
Bibliografía
- <cite style="font-style:normal" id="CITAREFGRIMAL, Pierre1999">GRIMAL, Pierre (1999). La civilización romana: vida, costumbres, leyes, artes. Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0687-7.
- GUILLÉN, José, Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos. Ediciones Sigueme, S.A. 1994, Salamanca. ISBN 84-301-0801-7
- MANNIX, Daniel P., Breve historia de los Gladiadores, (Ediciones Nowtilus, S.L.), 2004. ISBN 978-84-9763-141-9
- MONTANELLI, Indro, Historia de Roma. Random House Mondadori S.A. Barcelona 1994. ISBN 84-9759-315-4
- MUSA, Marcelo, Ciencias sociales Historia 7, Santillana, Buenos Aires, 1997.
Enlaces externos
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