Sublevación militar del 18 de Julio de 1936 en Sevilla

Sublevación militar del 17 de Julio de 1936 en Melilla
Parte de la Guerra Civil Española
Fecha	18 de julio de 1936
Lugar	Sevilla, España
Resultado	Victoria sublevada. El golpe de estado triunfa en Sevilla
Beligerantes
II República española [1] Fuerzas sublevadas
Comandantes
José Fernández de Villa-Abrille Manuel Allanegui Gonzalo Queipo de Llano
Fuerzas en combate
Desconocidas 4,000 soldados Varios falangistas
Bajas
Desconocidas Mínimas

Tras la rebelión militar que dio origen a la Guerra Civil Española, el gobierno de la Segunda República Española presidido por Santiago Casares Quiroga buscó asegurarse la lealtad de las guarniciones militares en la Península Ibérica, tras confirmar que en la tarde del 17 de julio ya se habían sublevado las tropas acantonadas en el Marruecos Español y en la provincia de Navarra.

Antecedentes en Sevilla

Tanto Casares Quiroga como el presidente de la República, Manuel Azaña, contaban con la fidelidad de los altos jefes militares que dirigían las "divisiones orgánicas" en las cuales estaba territorialemtne distribuido el ejército español. En ese entonces la 2° División Orgánica tenía su base en Sevilla, con jurisdicción sobre todas las guarniciones de Andalucía, y dirigida por el general José Fernández de Villa-Abrille. El jefe del alzamiento golpista en Sevilla sería el entonces inspector nacional del Cuerpo de Carabineros, general Gonzalo Queipo de Llano.

Tanto respecto de Fernández de Villa-Aprile como de Queipo de Llano, los políticos republicanos esperaban la lealtad al gobierno de Madrid, confiados sobre todo en que Queipo había sido uno de los líderes del ejército más afines a la proclamación de la República en abril de 1931 y había participado en las conspiraciones antimonárquicas de 1930.

Sublevación en Sevilla

En la mañana del día 18 de julio de 1936, Queipo de Llano acudió al despacho del general Fernández de Villa-Abrille, acompañado de su jefe de estado mayor, el comandante José Monereo Cueva, y tres oficiales más. Tras entrevistarse con Fernández de Villa-Abrille en su despacho y hallarlo poco dispuesto a secundar la sublevación de África, Queipo de Llano lo arrestó de inmediato junto con otros oficiales que también se negaban a secundar la revuelta.

Tras este acto, Queipo de Llano acudió al cuartel de San Hermenegildo, sede Regimiento de Infantería N° 6, la unidad militar más fuerte de Sevilla. Al ingresar al cuartel felicitó al jefe del regimiento, coronel Manuel Allanegui, por haberse sumado al "alzamiento nacional". Cuando Allanegui indicó a Queipo de Llano que en verdad él mantenía su lealtad al gobierno de Madrid, Queipo cortésmente le pidió continuar la conversación en su despacho, junto con otros oficiales aún leales. Una vez en el despacho de Allanegui, Queipo de Llano gritó a éste y a los demás oficiales leales "¡Ahora sois mis prisioneros!" y los arrestó allí mismo, siendo auxiliado por sus ayudantes golpistas que le habían acompañado al cuartel. De inmediato Queipo de Llano asumió el mando del regimiento, confiando su mando a un capitán falangista, Carlos Fernández de Córdoba, y le ordenó arrestar a todos los oficiales sospechosos de mantener su lealtad a la República.

Contrariamente a lo sostenido por la posterior propaganda del franquismo, Queipo de Llano no se basó en un grupo reducido de "200 hombres" para tomar Sevilla, sino que tras hacerse con el control del Regimiento N° 6 disponía de 4000 soldados, a los cuales se sumaron falangistas y voluntarios de derechas. Antes del mediodía del 18 de julio Queipo de Llano y sus hombres se apoderaron de la del Parque y Fábrica de Artillería, pudiendo armar así a sus simpatizantes falangistas, al mismo tiempo que privaban de armamento a los obreros de la CNT y UGT que fueron rechazados con tiros cuando intentaron obtener fusiles en dicho edificio.

Considerablemente fortalecido tras la toma del Parque de Artillería, Queipo envió a sus hombres a atacar la gobernación civil de Sevilla, allí los golpistas (en superioridad numérica y disponiendo de artillería) tras disparar una salva artillera rindieron sin lucha a los hombres de la Guardia de Asalto que habían intentado mantenerse leales a las autoridades republicanas, así como al gobernador civil, que murió fusilado con varios oficiales de la Guardia de Asalto pese a la promesa de Queipo de respetar sus vidas.

Al empezar la tarde, y al difundirse lo sucedido con los guardias de asalto, los sindicatos de la UGT y CNT se aprestaron a la lucha en los barrios obreros de Triana y La Macarena, pero carecían de armas suficientes para ello; al mismo tiempo la Guardia Civil local se unía a los rebeldes para no correr la suerte de la Guardia de Asalto.

La misma tarde del 18 de julio las tropas sublevadas de Sevilla tomaban todos los puntos estratégicos de la ciudad, incluyendo su aeródromo, mientras los sindicatos izquierdistas de la CNT y UGT quedaban sorprendidos por la contundencia de la sublevación; de nuevo las pugnas entre anarquistas y socialistas impidieron una coordinación eficaz, más aún que la reacción de los obreros de izquierda recién se produjo cuando los sublevados de Queipo ya habían tomado bajo su control el estratégico Parque de Artillería para privar de armas a las milicias obreras.

Los accesos a la ciudad quedaron en manos de los sublevados, así como el aeródromo, lo cual impediría a las milicias obreras recibir refuerzo alguno y las dejaba libradas a su suerte en lucha contra los rebeldes. Éstos, gracias al aeródromo podrían recibir refuerzos de batallones del Ejército de África para asegurarse del dominio de Sevilla y sus alrededores.

Consecuencias

Tras controlar los puntos claves de Sevilla, Queipo de Llano pudo emitir un primer mensaje de radio, captado inmediatamente en Madrid, manifestando al gobierno de la República que la capital andaluza quedaba en manos de los golpistas, lo cual exacerbó aún más la insistencia de la UGT y la CNT en Madrid para que el gobierno procediera a la entrega de armas, advirtiendo que la falta de éstas había permitido el triunfo de los sublevados en Sevilla.

Por otro lado, el esfuerzo del bando nacional en Sevilla se abocó a la represión de los obreros de izquierda que aún mantenían su lealtad a la República. Atrincherados en el barrio de Triana, al otro lado del Guadalquivir, las milicias improvisadas de la CNT y la UGT resistieron con las pocas armas de que disponían hasta el 21 de julio, mientras que en La Macarena la represión contra los obreros duró hasta el día 25 del mismo mes. Tras esta fecha, el control del bando nacional sobre Sevilla y sus alrededores quedó asegurado, siendo Sevilla uno de los principales puntos de apoyo de la marcha de las tropas sublevadas de Africa hacia el norte de la Península.

Referencias

• Thomas, Hugh The Spanish Civil War. New York: Harper & Row. ISBN 0-06-014278-2.
• Beevor, Antony (2005). La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. ISBN 8484326653. 

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