- Historia de la Región de Murcia
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La historia de la Región de Murcia es común al desarrollo histórico del sureste de la Península Ibérica. Se trata de un territorio poblado desde muy antiguo debido a su situación mediterránea que le hizo testigo del paso de numerosas culturas y civilizaciones.
Conserva importantes yacimientos prehistóricos, como los segundos restos humanos más antiguos de la península en la Sima de las Palomas, o la presencia de una de las culturas más desarrolladas de la Edad de los Metales como la Cultura del Argar.
Dentro de los pueblos prerromanos, destaca la presencia de los fenicios en la costa, donde se encuentran los restos de los Barcos fenicios de Mazarrón, además del importante desarrollo de la Cultura ibérica. Si bien hay que destacar la llegada de los Cartagineses en el 227 a.C., que supuso la fundación de Qart Hadasht (actual Cartagena), convirtiendo a la zona en su principal área de expansión en la península.
Precisamente fue la guerra contra los cartagineses lo que motivó la conquista de los Romanos, teniendo a Cartago Nova como centro en la zona, llegando a ser capital de una provincia durante el Bajo Imperio. Posteriormente se asentaron los visigodos y luego los bizantinos, para volver a pasar a manos visigodas en el siglo VIII. En esta época surgió la que se denominará como Cora de Tudmir, zona autónoma de la nueva hispania musulmana tras el acuerdo entre el dux visigodo Teodomiro y Abd el Aziz. Esto marcará la especial asimilación de la zona surestina en Al-Ándalus. Posteriormente los musulmanes desarrollaron una mayor influencia, destacando en esta ocasión el auge de la ciudad de Murcia, capitalizando tres reinos de taifas hasta el siglo XIII, momento de la conquista cristiana.
Sin embargo fue la conquista, acaecida entre el 1243 y el 1266, la peculiar influencia en ella tanto de la Corona de Castilla como de la Corona de Aragón y la creación y existencia del fronterizo reino de Murcia, lo que generó durante siete siglos la cultura que hoy llamamos murciana.[1] Esta histórica demarcación; precedente de la actual Región de Murcia, vivió durante su larga existencia hasta 1833 momentos de crisis, como la del siglo XIV, y momentos de esplendor, como en el siglo XVI o el siglo XVIII.
Tras la desaparición de los reinos, de 1833 a 1978 existió la Región Murciana biprovincial (Murcia y Albacete), que en la Transición dio lugar a la actual comunidad autónoma uniprovincial de la Región de Murcia tras el paso de la provincia de Albacete a Castilla La Mancha.
Contenido
Prehistoria
Paleolítico
Los restos humanos de mayor trascendencia en la región provienen del Musteriense o Paleolítico Medio, donde predominaba el hombre de Neandertal, con yacimientos de la talla de la Sima de las Palomas del Cabezo Gordo (en Torre Pacheco); con unos materiales que van desde el 150.000 al 35.000 a. C.,[2] o incuso anteriores como en el Estrecho de la Encarnación en Caravaca (la conocida como Cueva Negra), en donde los expertos tuvieron la certeza de estar ante una de las estaciones más antiguas de Europa[3] con una edad cercana al millón de años (Paleolítico Inferior) en sus estratos más profundos, confirmado tras hallarse fragmentos de hombres fósiles de tipo pre-neandertal (Homo Heidelbergensis) y hachas con una antigüedad de 900.000 años.
Pertenecientes al Paleolítico Inferior destacan los yacimientos próximos a antiguas zonas lacustres que indican la intención de los homínidos de cazar a los animales y bestias que acudían a los bebederos. A parte de los restos más antiguos de la Cueva Negra ya señalados, destacan otros como El Cerco (Jumilla), Los Almadenes (Cieza), El Capitán (Zarcilla de Ramos, Lorca). Además, en La Empedrada (Lorca) se ha descubierto un taller de sílex.[4]
Del Paleolítico Medio (o Musteriense), que coincide con la extensión en Europa del hombre de Neanderthal, además de la mencionada y emblemática Sima de las Palomas, están Cueva Bermeja y Cueva de los Aviones (Cartagena), Cueva Perneras y el Cerro Negro (Lorca), la Cueva del Palomarico (Mazarrón), la Cueva del Antón (Mula), la Cañada del Águila (Jumilla) o El Molar (Abarán).[5]
En la etapa final del Paleolítico, denominado Superior, se encuentran diversos hallazgos en zonas del interior y de la costa, al igual que ocurría con el periodo anterior. Yacimientos como el de la Cueva del Caballo (Cartagena), Cueva del Algarrobo (Mazarrón), Cueva del Búho (Mula) o la Cueva de los Grajos (Cieza).
Son extraordinariamente notables los hallazgos de arte rupestre del Paleolítico Superior en Cieza (Cueva de las Cabras y del Arco), que evidencian que el arte parietal de este periodo no se circunscribía al norte de España en exclusiva.[6]
Neolítico
En el V milenio a. C. se puede situar la neolitización de la región, de ese tiempo serían los yacimientos de la Cueva de los Secos (Yecla), el Barranco de los Grajos (Cieza), el Abrigo del Domingo (Moratalla) o el Hondo del Cajitán (Mula).
Unos mil años más tarde, tanto las técnicas ganaderas como las agrícolas estaban extendidas por toda la zona, lo que propició la sedentarización de sus habitantes, algo visible en yacimientos de Los Tollos (Mazarrón) o Los Pájaros (Cartagena), mientras que Los Tiesos (Jumilla) fue utilizado como lugar de enterramiento desde este momento hasta la Edad del Bronce.[7]
El arte esquemático o Arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica propio de este periodo, tiene una gran representación en la Región de Murcia, como en el Monte Arabí (Yecla), Barranco de los Grajos (Cieza), Peña Rubia (Cehegín), Abrigo del Domingo y Cañaica del Calar (ambos en Moratalla). En éste último municipio se encuentran 26 de las 76 muestras de arte rupestre levantino que posee la región[8] (declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), motivo por el que acoge el Centro Regional de Interpretación de Arte Rupestre.
Edad de los Metales
Calcolítico
En este periodo hay tímidas apariciones de la metalurgia del cobre en algunos yacimientos, aunque el total datado en esta etapa asciende a más de un centenar de localizaciones. Con esta cifra en la mano, se puede considerar como una verdadera revolución demográfica la sufrida por las tierras murcianas entre los inicios del tercer milenio hasta el 1.900 a. C. aprox., tiempo de duración del periodo.[9]
En el Calcolítico aparecieron importantes poblados en llanura y en cerros aunque continuaron usándose las cuevas como hábitat. Así, junto a poblados fortificados como el Cerro de las Víboras (Moratalla), El Capitán (Lorca) o el Cabezo del Plomo (Mazarrón), convivieron los ubicados en llanura, como El Prado (Jumilla), Las Amoladeras (Cartagena) o Murviedro (Lorca).[10]
Las necrópolis megalíticas, propias de este periodo, no abundan en la región murciana, no llegando a la quincena. La más conocida en la región es la de Bagil, en Moratalla. Sin embargo destaca como una de las sepulturas más grandes de España, la descubierta en 2007 en el Camino del Molino en Caravaca, que albergaba la increíble cantidad de 1.300 individuos depositados en posición flexionada y con un pobre ajuar,[11] (el yacimiento se fecha entre el 2.400 y el 1.950 a. C.).
Edad del Bronce (Cultura argárica)
Hablar de esta etapa en el sureste ibérico es hacerlo de la importante Cultura argárica. Se han llegado a contabilizar hasta 220 poblados de la misma cultura en la Región de Murcia, fechados entre el 2.000 y el 1.100 a. C.[12] Abundando los edificados en altura, como La Almoloya (Pliego), Cabezo de las Víboras (Mazarrón), Cerro de Las Viñas (Coy, Lorca), Cabezo del Trigo (Cehegín), Monteagudo (Murcia), o La Bastida de Totana (uno de los primeros yacimientos de la Cultura argárica en ser excavados). Algunos poseen murallas y torres, lo que demuestra el avanzado concepto de urbanismo en esta cultura. Más inusuales son los yacimientos en llanura, del que es paradigma El Rincón de Almendricos o el poblado que se puede contemplar en el Parque Arqueológico Los Cipreses, ambos en el término municipal de Lorca.
Tras el paulatino declive de la Cultura argárica, hay unos momentos, poco conocidos en la Región de Murcia, denominados Bronce Tardío o Bronce Final.
Éste último terminaría en torno al 750 a. C. e iría a enlazar con la primitiva Edad del Hierro. De este periodo existen escasos testimonios, extraídos de estaciones como Las Anchuras y Las Cabezuelas (Totana), Santa Catalina del Monte (Murcia), Punta de lo Gavilanes (Mazarrón) o Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla).[13]
Edad del Hierro (Fenicios e íberos)
Como ya se ha señalado, el paso del Bronce Final a la Edad del Hierro en la Región de Murcia está falto de estudios, a pesar de yacimientos como El Castellar (Librilla) o Cabezo de la Rueda (Alcantarilla). El motivo es que en el tiempo en el que la metalurgia del hierro adquirió cierta importancia, en las costas levantinas desembarcaron comerciantes fenicios y más tarde griegos, que al mismo tiempo que comerciaron con productos autóctonos trajeron usos, costumbres, creencias, adornos y cerámicas.
Esto desembocó en el renacimiento cultural que supuso el mundo ibérico, civilización por antonomasia de la Edad del Hierro en la Región de Murcia.[14]
Expertos como Jorge Juan Eiroa sitúan la existencia plena del hierro en el área murciana en el siglo VII a. C., principalmente en los asentamientos costeros de gran influencia fenicia, destacando el área de Mazarrón, en donde se encuentra el yacimiento de Punta de los Gavilanes o el famoso pecio de los Barcos fenicios de Mazarrón.
Dentro del mundo ibérico nativo, los yacimientos emblemáticos de la Región de Murcia que han sido objeto de estudios más profundos son Los Molinicos (Moratalla), el Cabezo del Tío Pío (Archena), El Cigarralejo (Mula), Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla) o el Verdolay (Murcia). En 1989 se habían datado 146 yacimientos íberos en la región, a lo que hoy día habría que añadir otros 30.[15]
Los pueblos íberos autóctonos del actual territorio de la Región de Murcia fueron los mastienos y los bastetanos, aunque en la zona más oriental también pudieron desarrollar su actividad los contestanos.
Antigüedad
Cartagineses
En el año 227 a. C., el general cartaginés Asdrúbal el Bello, perteneciente a la familia Bárquida, fundó una ciudad en el sureste ibérico, situada en una excepcional y resguardada bahía capaz de albergar una flota fondeada con seguridad y muy próxima a las sierras mineras que ya habían sido apreciadas en tiempos de los fenicios. Nacía así Qart Hadasht (Cartago en idioma fenicio), en recuerdo de la capital norteafricana y ciudad natal de Asdrubal.[16]
Esta fundación jugaría un papel esencial en el pulso que los cartagineses mantenían contra otra potencia emergente en el Mediterráneo: Roma.
De hecho, fue desde Qart Hadasht donde partió la famosa expedición que Aníbal realizaría contra los romanos. No resulta extraño por tanto que en el contexto de la II Guerra Púnica fuera conquistada por Publio Cornelio Escipión el Africano tras sangrientos combates, pasando oficialmente a control romano en el 209 a. C.,[17] rebautizándose como Cartago Nova.
Romanos
Tras la conquista de Carthago Nova, ésta se convirtió en un centro fundamental para la expansión romana hacia el interior de la Península. Se convirtió en una de las ciudades romanas del Mediterráneo más importantes.
Desde la misma ciudad de Cartagena se produjo un intenso y rápido proceso de romanización de los territorios de alrededor, entre los que se podrían destacar las zonas de producción minera cercanas alrededor de los cuales se desarrollaron núcleos de población relevantes como Begastri o el primitivo asentamiento de Eliocroca (la actual Lorca).
También prosperaron villas de explotación agrícola y ganadera, y regiones costeras donde se crearon factorías conserveras y de producción de garum (un tipo de salsa de pescado muy popular en aquella época). En la actualidad quedan restos arqueológicos de estas villas y factorías en Los Torrejones (Yecla), La Alberca, Villaricos (Mula), La Quintilla (Lorca), Los Cipreses (Jumilla), Mazarrón y Águilas.
Desde el I a. C., la Región, que pertenecía a la provincia romana de la Tarraconense, gozaba de prosperidad basándose en el modelo romano. Carthago Nova sufrió una gran expansión con construcciones varias tales como edificios, obras públicas, templos, un foro, un gran teatro y un anfiteatro, todos ellos ordenados por Octavio Augusto y sus sucesores.
A finales del siglo III, el imperio romano se desmoronaba, al menos la parte occidental del mismo. Tras las épocas de anarquía y guerras civiles, el emperador Diocleciano comprende que no es posible mantener cohesionado a un imperio de la magnitud del romano, por lo que decide dividirlo por primera vez en dos entidades independientes: el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente. Diocleciano queda a cargo de este último, mientras Maximiano gobernará el primero. Con todo esto, Diocleciano propone en 298 una nueva división administrativa para todo el imperio, lo cual afectará a Hispania en la creación de dos nuevas provincias: la provincia de Gallaecia y la provincia Cartaginensis. Esta última tenía como capital Carthago Nova y comprendía la actual Región de Murcia, gran parte de la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Madrid.
Dado el carácter cosmopolita de Carthago Nova, y a través de su puerto, arribaron las primeras comunidades cristianas de la Región sobre el siglo V. La asistencia del obispo de Cartagena (Hilario) al concilio de Toledo en el año 400 hacen suponer una amplia comunidad cristiana. Sin embargo, el primer obispo de la Región conocido fue el de Lorca alrededor del año 309.
La decadencia del Imperio romano, en el siglo V, genera una anarquía de gobierno en la región, que se ve suplida parcialmente por la aristocracia local y por la organización eclesiástica cristiana.
Visigodos y bizantinos
Debido a la decadencia romana, varios pueblos germánicos penetraron en el Mediterráneo deseosos de conquistar nuevas tierras de climas más cálidos. En esos momentos de inestabilidad se produjo, en el año 425, el saqueo en Carthago Nova por los vándalos.
Más adelante, la invasión visigoda de la Península Ibérica provocó consecuentemente también la toma de control visigoda del conventus cartaginensis, que era el distrito dependiente de la ciudad y comprendía territorios más allá de la actual Región de Murcia. Sin embargo, la inestabilidad de la política del nuevo pueblo invasor permitió a los romanos, ahora bizantinos, recuperar en 552 la zona costera desde Alicante hasta Cádiz, provincia a la que llamarían Spania con capital en Carthago Spartaria.
El dominio de los bizantinos provocó un estado de sitio por parte visigoda que forzó la desaparición de numerosas aldeas rurales y, a la vez, la consolidación de pequeñas ciudades fortificadas tales como Begastri o Eliocroca.
Por fin, en 621, Suintila conquistó uno de los últimos baluartes bizantinos en Spania: Cartagena.
Véase también: Hispania visigodaEdad Media
Musulmanes
Del reino, inicialmente su capital era Carthago Spartaria (Cartagena) y al poco pasó Orihuela y ocupaba el territorio de la actual Región de Murcia; provincia de Alicante (completa); Castelló de Rugat (Valencia, y algunos dudan que hasta Jativa/Xativa); la mitad de la provincia de Albacete (de Elche de la Sierra a Chinchilla de Monte-Aragón); los Vélez de Almería; Huercal de Granada y parte de Jaén. Para evitar cualquier otra invasión por mar, los visigodos formaron una especie de provincia militar cuya capital era Lorca. Esta provincia es conocida por el nombre de Reino de Tudmir. Esto generó una gran estabilidad en el territorio, que contrastaba con todo el resto de la Península, que estaba en plena guerra civil por la corona visigoda. La capital militar se cambió a Murcia y luego a Villena.
La cora ocupaba el territorio de la actual Región de Murcia, la provincia de Alicante, en el sureste de España, Hellín y parte de Albacete, etc. El nombre hace referencia a Teodomiro, el Rey visigodo que gobernaba estas tierras desde Orihuela, a la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, quien pactó con ellos la entrega de las principales ciudades de dicho territorio a cambio de que se respetaran las vidas y propiedades de sus habitantes mediante el pago de un impuesto anual. El pacto se firmó en abril de 713 entre Teodomiro y Abd al-Aziz ibn Musa (hijo del moro Muza de las crónicas cristianas) y comprendía siete ciudades entre las que se encontraban Orihuela, Lorca, Mula, Alicante, Begastri y otras que ofrecen dudas a los especialistas, que algunos identifican con Elche, Valencia, o la antigua Ilunum romana. La firma de este pacto dio lugar a un territorio con total autonomía (a excepción del pago de impuestos y la obligación de entregar a moros "traidores").
La inestabilidad del emirato de Córdoba (entre 754 y 929) y los numerosos conflictos sociales entre árabes y visigodos provocaron la destrucción de Eio, pero también la fundación por parte del emir de Al-Ándalus Abderramán II de la ciudad de Mursiya (la actual Murcia), en abril de 825, siendo la última de las grandes ciudades de la Región de Murcia en fundarse.
Durante la época pacífica del califato, entre 929 y 1031, la reciente ciudad fundada de Mursiya crece, prospera y consigue importancia en el califato. Esta época floreciente se ve frenada con el período de taifas, que es escenario de acciones beligerantes, y su dominio va cambiando de manos entre los emires. Desde 1088 una hueste comandada por Álvar Fáñez de Minaya, el lugarteniente de El Cid, se apropia de la fortaleza de Aledo y saquea la zona.
Después de que los almorávides lograran la unificación de Al-Ándalus (en Murcia desde 1091), surgen los segundos reinos de Taifas. En esta época, Murcia alcanza una gran hegemonía gracias a Ibn Mardanish, el Rey Lobo, que mantiene relaciones amigables con el Reino de Castilla y organiza la resistencia contra a los almohades entre 1147 y 1172. Durante el emirato del Rey Lobo, Murcia logra un esplendor inmenso, tanto que su moneda se convierte en referente en toda Europa. La prosperidad de la ciudad se basó en la agricultura y, aprovechando el curso del río Segura, se crearon una compleja red hidrológica (acequias, tuberías, azudes, norias, acueductos), siendo la predecesora del actual sistema de regadíos de la huerta del Segura. La artesanía también era muy importante y de gran prestigio, tanto que la cerámica murciana se exportaba a las repúblicas italianas. A todo esto hay que añadir los numerosos lugares de ocio y cultura que se crearon como guinda de esta esplendorosa etapa del emirato murciano, que fue capital de Al-Andalus durante un tiempo.
En la época de los terceros reinos de Taifas (1228 -1266), se independizó Ibn Hud, convirtiendo de nuevo a Murcia en capital de al-Andalus. Aquí comenzó el período en que la cultura murciana alcanzó su máxima grandeza, contrastando con su inestabilidad política, que se vio acentuada con la muerte de Ibn Hud en 1238.
Reconquista cristiana
La Reconquista se inició en 1243, cuando el emir de Murcia firmó las capitulaciones de Alcaraz acogiéndose con ésta a un protectorado de los reinos de Castilla y de León. Así, Murcia ganó una fuerte alianza para repeler a los aragoneses (de Jaime I) y a los granadinos (de Ibn al-Ahmar). Castilla, en contrapartida, conseguía una salida al Mar Mediterráneo.
Bajo el reinado de Fernando III, y posteriormente con el de su hijo Alfonso X el Sabio, entre los años 1243 y 1264, comenzó una etapa próspera con una coexistencia pluricultural pacífica entre cristianos, musulmanes y judíos.
En 1264, esta estabilidad se vio truncada cuando los mudéjares murcianos iniciaron una revuelta contra Castilla, debida a la intolerancia cristiana frente sus costumbres y tradiciones. La revuelta fue sofocada en 1266, con ayuda aragonesa.
Tras la revuelta y hasta 1272, el reino de Murcia se vio sometido a una repartición y colonización por parte de gentes venidas de toda la Península y ciertas zonas de Europa. Se formaron concejos de realengo y señoríos laicos, esbozándose así los término municipales actuales de la Región. La estabilidad se vio favorecida por el establecimientos de órdenes militares tales como la de Santiago, evitando así las rebeliones internas, a los piratas de la costa y la conflictividad de la frontera con Granada. Esta última se fortificó con castillos y torres fortificadas.
El rey Jaime II el Justo de Aragón había empezado a conquistar el Reino de Murcia en 1296, ofrecido por Fernando de la Cerda al rey a cambio de su apoyo contra el infante heredero al trono de Castilla, Fernando IV.
Alicante fue conquistada en abril, tras una dura resistencia de la alcazaba del castillo, Nicolau Peris tomó Guardamar con el apoyo de la flota, negoció con Joan Manuel, señor de Elche, prosiguiendo hacia Orihuela y Murcia, que capitularon, igual que el resto del huerta murciana. Alhama de Murcia no se rindió hasta el 1298.
La conquista se vio facilitada por la abundante población de origen aragonés, aunque tuvo la oposición de las guarniciones castellanas de los castillos y del obispo de Cartagena. Una segunda campaña hacia Murcia tuvo lugar en 1298, ocupando Alhama de Murcia, y el 21 de diciembre de 1300 capitulaba Lorca. En junio de 1300 Jaime II incorporó el señorío de Albarracín a la Corona de Aragón. Tanto Castilla como Aragón necesitaban la paz y se firmó el Tratado de Torrellas (1304) y posteriormente la modificación al Tratado de Elche (1305), que modificaba definitivamente las fronteras entre Castilla y Aragón fijadas en el Tratado de Almizra (1244), incorporando a la Corona de Aragón, en concreto al Reino de Valencia, las comarcas del Valle del Vinalopó, el Alacantí y la Vega Baja del Segura.
La situación conflictiva se mantuvo hasta la conquista de Granada, en 1492.
Edad Moderna
Ante la debilidad de la monarquía, en la época final de la Edad Media, la Región sufre múltiples incidentes y banderías que enfrentan a las diferentes familias nobiliarias y al patriarcado urbano. Fueron los Reyes Católicos quienes lograron poner fin a esta inestabilidad y asentar un orden social estable.
El Reino de Murcia tuvo un papel clave en la conquista del reino de Granada y, una vez conquistado, muchos murcianos repoblaron tierras antiguamente árabes.
Renacimiento
A comienzos del siglo XVI, la ciudad de Murcia era la más poblada del reino con aproximadamente diez mil habitantes, seguida de Lorca, con casi cinco mil.
Una vez reconquistada la Península y tras la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, el reino de Murcia entró en un periodo de prosperidad que se tradujo en un aumento notable de su población. Los factores determinantes que propiciaron este desarrollo fueron el auge de la industria de la seda, las minerías de Cartagena y Mazarrón y la mejora de las explotaciones agrícolas.
Pese a todo, hubo algunas revueltas moriscas que terminaron con su expulsión en 1609 exceptuando los del Valle de Ricote que prosiguieron hasta 1613. Otro de los problemas fue la piratería berberisca, que forzó a Felipe II a construir varias torres de vigilancia en la costa que aún en nuestros días se conservan.
La Región posee varios ejemplos de arquitectura religiosa del renacimiento como son la Iglesia y Convento de San Esteban (en Murcia), el primer cuerpo de la torre de la Catedral de Murcia o la Colegiata de San Patricio (en Lorca), obra de Jerónimo Quijano.
Siglo de Oro
El Siglo de Oro fue la época en la que, pese a la decadencia política y económica, se gozó de una gran creatividad intelectual y artística por todo el territorio español.
En Murcia aparecieron figuras relevantes como Diego de Saavedra Fajardo, Francisco Cascales, Andrés de Claramonte, Ginés Pérez de Hita, Gaspar de Ávila, Pedro Castro, Polo de Medina o Beltrán Hidalgo entre otros.
La crisis del siglo XVII se mantuvo hasta el final de siglo produciendo en Murcia disputas entre la vieja y la nueva nobleza y la oligarquía urbana. Esta crisis fue paliada en gran medida gracias al apoyo de la Región a Felipe V antes de ser rey, que premió la fidelidad con numerosas ayudas. El gran artífice de esta recuperación fue el cardenal Belluga, obispo de Cartagena, que destacó por sus obras sociales y culturales.
A partir de 1720, la Región tuvo un importante crecimiento poblacional gracias a la agricultura y a la ganadería. Se realizaron numerosas infraestructuras hidráulicas que propiciaron la especialización de los cultivos (frutales, legumbres y hortalizas, pero también uva en el Altiplano). Otros cultivos de esa época se convirtieron en elementos típicos de la huerta murciana como son la morera o el pimentón.
A finales del siglo XVIII, el murciano José Moñino Redondo (conde de Floridablanca) fue nombrado primer ministro, el cual favoreció notablemente a la tierra que le vio nacer, sobre todo en infraestructuras.
El barroco en Murcia
El periodo borbónico fue muy favorable para el reino de Murcia, la tranquilidad relativa de la política nacional permitió un auge de las artes y las ciencias.
Entre los siglos XVII y XVIII, la arquitectura religiosa en Murcia tuvo una gran repercusión, podemos destacar las iglesias de San Juan de Dios, San Miguel, de Santa Eulalia o San Nicolás. Fuera de la capital destacan también el Monasterio de los Jerónimos (en Guadalupe), la Basílica de la Vera Cruz o el Monasterio de las carmelitas descalzas (en Caravaca), entre otros.
Los monumentos civiles también alcanzan su esplendor, ejemplos son las diferentes edificaciones palaciales en Lorca y Mula o los edificios militares de Cartagena. En la ciudad de Murcia también destacan diversos palacios como el Episcopal, el Palacio Fontes o el Palacio de los Pérez Calvillo.
Es también en esta época cuando se termina la fachada barroca de la Catedral de Murcia y la escultura religiosa de Francisco Salzillo y la escuela murciana de escultura que alcanzó altas cotas de calidad en el final del barroco español.
Siglo XIX
Guerra de la Independencia
A principios de este siglo, en 1802 la presa del pantano de Puentes se rompió, lo que provocó inundaciones desde Lorca hasta Murcia, por vastas tierras de la vega del Guadalentín, ocasionando más de 600 muertos.
Durante la Guerra de Independencia, la región murciana se manifestó desde el principio fiel a la Junta de Gobierno de Madrid y después a la Junta Suprema Central, presidida por el conde de Floridablanca. La región intervino en la guerra aportando soldados y como tierra de retaguardia desde la que se procuraba el abastecimiento del ejército español.
Los episodios bélicos más importantes los vivieron Murcia y Yecla. Cartagena, sin embargo, resistió los ataques de los franceses gracias a las fortificaciones eficaces de la ciudad. Además, entre 1810 y 1812, hubo una epidemia de fiebre amarilla, lo que provocó que la situación fuera aún más crítica. Las ciudades que más sufrieron las acciones del ejército francés fueron Murcia, Jumilla, Cehegín, Cieza y el Valle de Ricote.
Se organizaron juntas de defensa y, mediante líneas de avituallamiento y provisión de armas (a través del Arsenal de Cartagena), se tramitó la ayuda a los combatientes españoles. También se crearon milicias urbanas para la defensa ciudadana como la Milicia Honrada de Lorca capitaneada por José María Rocafull.
Reinado de Fernando VII
A su vuelta en 1814 se reinstaura a Inquisición en Murcia que se encargará más adelante, expulsados los franceses, de la purga política contra los liberales, ahora tolerados. Las afinidades ideológicas hicieron brotar sobre todo en Murcia y Cartagena, logias en las que la naciente clase media, los militares ilustrados, y algunos burgueses se agrupaban para debatir ideales modelos políticos y sociales. La ideología liberal se había afincado en muchos sectores sociales murcianos. Por entonces aparecen “El Correo de Murcia” y “El Universal” de Cartagena, primera prensa significativa de la Región. En 1820, el célebre general Riego se sublevó restaurando la Constitución de 1812 y obligando a Fernando VII a acomodarse a un Estado Liberal, que, entre otras medidas, decretaría la abolición de la Inquisición. Estos acontecimientos nacionales tienen también su repercusión en Murcia, donde una acción de huertanos de Algezares, Alquerías y La Ñora dirigidos por Regato y Romero Alpuente se hizo con la ciudad y liberó a los presos políticos confinados por la inquisicón al grito de ¡Viva la Constitución!. Para abrir las puertas de la misma se coordinaron con el disparo de cohetes desde dentro y fuera de la ciudad. Varias unidades se unieron a la revuelta. Los jefes dieron orden de evitar el encuentro con los constitucionales y se ocultaron. Al oscurecer, viendo que la población no se pronunciaba y que los jefes militares no se decidían a apoyarlos abandonan la ciudad y establecen en Alquerías su fortín. A la mañana siguiente los realistas intentan convencer en vano de que la revuelta ha fracasado y caída la tarde los liberales se pasean por Murcia preparando el nuevo gobierno.
Se constituye la milicia urbana para asegurar el control de la villa por parte de los liberales. Pero cada día se acentuaba más la división interna del partido liberal. Comienzan a formar un grupo a parte "los exaltados". Estos, erigidos en dictadores porque la tropa les amparaba creían velar por la salud de la patria llenando los calabozos de enemigos. Los abusos eran frecuentes creándose tumultos al calor del más ínfimo rumor vuelta al régimen de los oscurantistas.
En 1821 los absolutistas se levantaron en armas en algunas ciudades pero en Murcia fueron encarcelados antes de que pudieran organizarse siquiera. En estos tumultos, el 16 de diciembre un tumulto se formó en la glorieta al que se unió de pronto un pelotón enarbolando una bandera roja. En ese momento sonaron los gritos de ¡Viva Riego! y la muchedumbre contestó entusiasmada. Hasta el salón de sesiones se adelantó una comisión de ciudadanos libres y declaró que como representantes del pueblo decidían no acatar ninguna orden del gobierno central golpista y su deseo de que el jefe político interino de la Diputación, Francisco Saavedra, marchase también por la senda constitucional. Este se hizo el sordo y mudo.El pueblo no se lo perdonó y fue destituido.
Pero los exaltados lejos de cerrar filas con los templados tras los incidentes arreciaron en su brabuconería para imponerse a estos y dar rienda suelta a su arbitrariedad. Mientras tanto los realistas aprovechaban la inestabilidad para sumar adeptos incluyendo al famoso bandolero Jaime Alfonso. En 1821 se funda en Cartagena la asociación de "Los Virtuosos Descamisados" que protagoniza en esa ciudad el levantamiento popular contra el gobierno moderado de Feliú.
Los realistas aprovechaban la oscuridad de la noche para tomar venganza con descargas de trabucos sobre las tertulias patrióticas donde se reunían los liberales. En febrero del 23, una furiosa avenida hizo necesarios los auxilios de las autoridades y milicianos en la huerta para salvar vidas, circunstancia que aprovecharon los realistas para recorrer la ciudad vitoreando al rey absoluto y apaleando al los que se negaban a hacerlo. Además una inmensa nevada cubrió la huerta sumando males a los ya acaecidos.
La invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis de 1823, producía la caída del gobierno liberal, instaurándose de nuevo el Absolutismo en España. Murcia fue invadida por el ejército del general Molitor. Se inició la Década Ominosa (1823 1833). El absolutismo monárquico de Fernando VII se materializaría en una dura etapa de represión política. La persecución de los liberales no se conformaría con la prisión y en Murcia se hizo funcionar el garrote vil, de los que se instalaron dos permanentes en la plaza de la Merced, pues la intención era exterminar toda exigencia de libertad presente y futura. Los ayuntamientos son usurpados y la lápida de la constitución sustituida por una imagen religiosa.
El seminario(colegio liberal) fue cerrado porque "se inculcaba la herética de que naciendo libres todos los hombres, nadie tiene derecho a mandarlos, sino el que ellos voluntariamente nombren" y añade "40 diputados a Cortes de los más exaltados constitucionales se educaron en dicho colegio; y los nacionales voluntarios más entusiasmados por la anarquía constitucional eran de esta ciudad, o colegiales, o pasantes, o catedráticos." y otras similares acusaciones, para finalmente pedir que sus rentas fueran distribuidas entre los conventos para el sustento y enseñanza de los jóvenes del obispado.
Sólo a la muerte de Fernando VII en 1833, el sistema liberal comenzará a introducirse en Murcia, hasta ese momento, el municipio murciano y el resto del país asistió a unos años de exilio liberal, de exaltación religiosa y terror social.
Reinado de Isabel II
Inmediatamente después de la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, la regente María Cristina de Borbón trató de llegar a un acuerdo con los partidarios de don Carlos María Isidro. Esa fue la misión que le confió a Francisco Cea Bermúdez, líder de un gobierno que duró apenas tres meses. Sin embargo, aunque los esfuerzos por atraerse a los carlistas fueron vanos, su gobierno emprendió una reforma de gran envergadura, que sigue estando vigente en España más de siglo y medio después: la división de España en provincias.
Mediante una simple circular en noviembre de 1833, su secretario de estado de Fomento, Javier de Burgos, creó un estado centralizado dividido en 49 provincias. Así el Reino de Murcia se dividió en las provincias de Murcia y Albacete.
Sexenio Democrático y Revolución Cantonal
Con el destronamiento y exilio a Francia de Isabel II en 1868, comienza el Sexenio Democrático, que daría lugar a la instauración de la Primera República Española y a un proceso federalista en el que Murcia tomó parte activa. Tras el intento fallido de Prim de coronar a Amadeo de Saboya, Pi y Margall formó un gobierno que generó dentro de la recién creada República Federal unas situaciones de convulsión general en toda España. Fue aquí donde se inició el proceso cantonal cartagenero. El 12 de julio de 1873 fue proclamado el Cantón de Cartagena en el marco de la Revolución Cantonal.
Ante las amenazas centralistas y las discrepancias con la ciudad de Murcia, fue Cartagena quien se puso a la cabeza de los acontecimientos. Ésta, siendo el más firme bastión republicano de la Región, tenía consciencia de su condición privilegiada gracias a su base naval y su importante arsenal que permitió armar a un considerable número de adeptos a la causa. A la cabeza, se situaba Antonio Gálvez Arce (Antonete Gálvez). El Cantón de Cartagena llegó a acuñar una moneda propia denominada duro cantonal.
Tras seis meses de asedio a Cartagena, el general López Domínguez consigue la rendición de la plaza (12 de enero de 1874).
Siglo XX
Transición a la democracia
Tras la muerte de Franco y la restauración de la monarquía en España, la Constitución de 1978 estipula la creación de un sistema estatal de autonomías. El primer organismo democrático que se articula es el Consejo Regional de Murcia que se encargó del gobierno hasta 1983 impulsando la formación de la Región de Murcia como comunidad autónoma, que se creó con ese nombre mediante Real Decreto del 10 de julio de 1982. El Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia fue aprobado el 9 de junio de ese mismo año, y es desde entonces el Día de la Región.
La provincia de Albacete se anexionó a Castilla la Mancha por lo que la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se constituyó como una Comunidad uniprovincial.
Historiografía
El interés de los historiadores españoles por la historia regional es reciente, debido quizás al escaso arraigo del nacionalismo en la España contemporánea. La Región de Murcia cuenta con algunas obras de síntesis:
- Geografía histórica de la provincia de Murcia, de Abelardo Merino Álvarez, publicada en 1915..
- Historia de la Región Murciana, coordinada por F. Chacón y editada en 11 volumnes (Ediciones Mediterráneo, 1980).
- El proceso de modernización, de María Teresa Pérez Picazo y Guy Lemenière (Editora Regional, 1984).
- Historia de la Región de Murcia, de Miguel Rodríguez Llopis (Editora Regional, 1998), que constituye la obra más actualizada y la mejor síntesis del territorio regional, recientemente publicada por la Editorial Almuzara (2008).
- Atlas Histórico Ilustrado de la Región de Murcia y su antiguo reino, dirigido por Miguel Rodríguez Llopis y coordinado por José Miguel Martínez Carrión (Fundación Séneca, 2007). Este Atlas cubre desde la prehistoria hasta los comienzos del siglo XXI y es la mejor obra gráfica editada hasta la fecha.
Notas y Referencias
- ↑ Rodríguez Llopis, pags. 17
- ↑ González Castaño, pag. 16
- ↑ González Castaño, pag. 16
- ↑ González Castaño, pag. 16
- ↑ González Castaño, pag. 17
- ↑ González Castaño, pag. 18
- ↑ González Castaño, pag. 19
- ↑ González Castaño, pag. 18
- ↑ González Castaño, pag. 20
- ↑ González Castaño, pag. 21
- ↑ González Castaño, pag. 21
- ↑ González Castaño, pag. 26
- ↑ González Castaño, pag. 29
- ↑ González Castaño, pag. 31
- ↑ González Castaño, pag. 37
- ↑ González Castaño, pag. 34
- ↑ González Castaño, pag. 35
Bibliografía
- Rodríguez Llopis, Miguel (2004). Historia de la Región de Murcia. Murcia: Tres Fronteras. ISBN 84-7564-200-4.
- Rodríguez Llopis, Miguel (2006). Atlas histórico ilustrado de la Región de Murcia y su antiguo reino. Murcia: Fundación Séneca. ISBN 84-935446-0-4.
- González Castaño, Juan (2009). Breve historia de la Región de Murcia. Murcia: Tres Fronteras. ISBN 978-84-7564-527-8.
Véase también
- Historia de Cartagena (España)
- Historia de Murcia
- Historia de España
- Región de Murcia
- Reino de Murcia
Enlaces externos
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