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Reino de las Dos Sicilias
Regno delle Due Sicilie
Reino de las Dos Sicilias← ← 1816–1861 Bandera del Reino de las dos Sicilias Escudo Capital Nápoles Idioma principal Napolitano y siciliano Religión Católica Gobierno Monarquía Rey del Reino de las Dos Sicilias
(simplificado como Rey de las Dos Sicilias)• 1816 - 1825 Fernando I • 1825 - 1830 Francisco I • 1830 - 1859 Fernando II • 1859 - 1861 Francisco II Período histórico Restauración • Congreso de Viena 12 de diciembre de 1816 • Unificación de Italia 6 de septiembre de 1861 El Reino de las Dos Sicilias (en italiano Regno delle Due Sicilie) es un antiguo estado de Italia meridional, creado en 1816 y anexionado por el Reino de Italia en 1861. Comprendía los territorios de Nápoles y Sicilia, con una extensión aproximada de unos 95.000 km2. Fue gobernada una rama de la Casa de Borbón española, descendiente de Carlos III de España, él mismo rey de Nápoles y de Sicilia como Carlos VII.
Dos Sicilias estaba formada por los antiguos reinos de Sicilia y Nápoles, ligados a la Corona de Aragón desde los ss. XIII y XV, respectivamente. Con el desmembramiento de la Monarquía Hispánica en el Tratado de Utrecht (1713), Nápoles y Sicilia pasaron a dominio austriaco, pero casi inmediatamente los españoles trataron de recuperarlos (Guerra de la Cuádruple Alianza). Aprovechando la Guerra de Sucesión Polaca, en 1734, Carlos de Borbón, por entonces Duque de Toscana, derrotó a los austriacos con las tropas de su padre Felipe V de España, y recuperó estos reinos para su dinastía, aunque se unirían a los dominios del Rey de España. Carlos fue reconocido de inmediato por Francia en virtud del Primer Pacto de Familia. En 1737 lo harían los Estados Pontificios y, a continuación, el resto de los Estados italianos.
A la muerte de su hermano Fernando VI de España, Carlos cedió el trono de Nápoles-Sicilia a su hijo Fernando (IV de Nápoles y III de Sicilia) en 1759 para poder ceñirse la corona española. Fernando IV de Nápoles, tras el periplo generado con la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, regresó al trono napolitano y cambió la denominación Nápoles-Sicilia por Reino de las Dos Sicilias en 1816. Desde entonces fue conocido como Fernando I del Reino de las Dos Sicilias. Su nieto, Francisco II, en 1860 perdió el Reino, conquistado por Garibaldi tras la denominada expedición de los mil. Con esta conquista, el Reino de las Dos Sicilias deja de existir como estado independiente.
Origen del nombre
El origen del nombre Dos Sicilias se remonta a la llegada a Italia de Carlos I de Anjou, quien recibió del Papa el título de «Utriusque Siciliae Rex» (Rey de las Dos Sicilias).[1] Después de la revuelta de las Vísperas sicilianas, ocurrida en el año 1282, el reino fue dividido en dos partes: la isla siciliana quedó dominada por los aragoneses y la parte continental por los Anjou. Ambos reyes se arrogaron el título de Rey de Sicilia. De aquí nacieron las denominaciones «Regno di Sicilia al di qua del faro» (Reino de Sicilia de este lado del faro) y «Regno di Sicilia al di là del faro» (Reino de Sicilia del otro lado del faro), en referencia al Faro de Messina. En el Congreso de Viena de 1816, se oficializó la unión del Reino de Sicilia y del Reino de Nápoles. Fernando I utilizó el nombre de Dos Sicilias para denominar el nuevo reino.
División administrativa
Las dos principales subdivisiones eran la parte continental del reino, Reali Dominii al di qua del Faro (Reales dominios de este lado del faro) y la Sicilia Reali Dominii al di là del Faro (Reales dominios del otro lado del faro). Refiriéndose al Faro de Messina.[2]
La parte continental del Reino, los Reales dominios de este lado del faro, estaba dividido en 13 provincias: Terra di Lavoro, Principado de Citra, Principado Ultra (Actual Campania); Calabria Citerior, Calabria Ulterior (Actual Calabria); Capitanata, Terra di Bari, Terra d'Otranto (Actual Apulia); Abruzzo Citerior, Abruzzo Ulterior (Actual Abruzzos); el condado de Molise (Actual región del Molise) y la Provincia de Basilicata en Basilicata. La Sicilia era considerada una sola provincia pero a su vez estaba dividida en tres: el Val Demone, el Val di Noto y el Val di Mazara.
Peninsular Capital 1 Abruzzo Ultra L'Aquila 2 Abruzzo Citra Chieti 3 Terra di Lavoro Nápoles 4 Contado di Molise Campobasso 5 Principato Ultra Benevento 6 Principato Citra Salerno 7 Capitanata Foggia 8 Basilicata Potenza 9 Terra di Bari Bari 10 Terra di Otranto Lecce 11 Calabria Citra Cosenza 12 Calabria Ultra Catanzaro Insular Capital 13 Sicilia Palermo Historia
Los Borbones en Nápoles
El 10 de mayo de 1734, durante la Guerra de Sucesión Polaca, Carlos III de España, perteneciente a la Casa de Borbón, entró en Nápoles y se coronó rey de Sicilia al año siguiente. De esta forma, conquistó todo el sur de Italia que estaba en manos de Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. En el año 1737, la paz de Viena puso fin a la contienda y el reino de Nápoles consiguió la autonomía de España. A pesar del tratado, continuaron las hostilidades. En agosto de 1744, el ejército de Carlos III venció en la Batalla de Velletri a los austríacos, que querían reconquistar el reino.
En 1759, Carlos III abdicó en favor de su hijo, el futuro Fernando IV de Nápoles, y regresó a España para coronarse rey de España, pues su hermanastro, Fernando VI, había muerto sin descendencia y él era el siguiente en la línea de sucesión.
En el ámbito civil, la situación económica social de Nápoles a comienzos del siglo XVIII era desastrosa, por lo que Carlos III realizó un proceso de reformas de carácter ilustrado. Las primeras reformas de su reinado se basaban en la lucha contra los privilegios eclesiásticos: en el 1741 con un concordato fueron reducidos el derecho de asilo y otras inmunidades, y los bienes de la iglesia fueron subordinados a la fiscalidad.
Carlos III gobernó Nápoles durante más de medio siglo, notándose en el reino una gran alza en la producción agropecuaria y en el comercio. En 1755 fue instituida junto la Universidad de Nápoles la primera cátedra de Economía y de Astronomía del mundo.[3]
Además, el rey trasladó la residencia real a Caserta donde construyó el Palacio Real de Caserta, actualmente Patrimonio de la Humanidad. También construyó el palacio de Portici, el museo de Capodimonte, la Capilla San Severo y el Teatro San Carlo, el más antiguo teatro de ópera activo del mundo (también Patrimonio de la Humanidad). Hizo construir un albergue para los pobres y comenzó las excavaciones en Pompeya y Herculano.
Fernando IV y el período napoleónico
En 1759, después de la partida del rey Carlos, convertido en Rey de España, subió al trono Fernando IV de Nápoles con sólo 8 años de edad. Los principales regentes del niño fueron Domenico Cattaneo, príncipe de San Nicandro, y el marqués Bernardo Tanucci.
En 1768 Fernando IV se casó con María Carolina de Austria, hija de la emperatriz María Teresa I de Austria y hermana de María Antonieta, reina de Francia. Mientras Fernando IV sólo se preocupó de las relaciones con la Iglesia y de la construcción de obras públicas, como la Academia de Arquitectura de Nápoles o la Casa Vanvitelliana, la nueva reina participó activamente en el gobierno del reino.
En los primeros años de gobierno, María Carolina se mostró tolerante con los movimientos republicanos. Sin embargo, tras la caída de Luis XVI durante la Revolución Francesa, se unió a la Primera Coalición que formaron varios estados europeos en contra de Francia, instituyendo severas persecuciones contra todos los sospechosos de simpatizar con la causa revolucionaria francesa.
En 1796, Napoleón Bonaparte invadió Italia y venció con facilidad a las tropas austriacas y a los débiles gobiernos locales. En 1798, los franceses ocuparon Roma y los jacobinos crearon la República Romana. Fernando IV de Nápoles envió un ejército para frenar a los franceses. En un primer momento, el general napoleónico Championnet se retiró de Roma, permitiendo que el Rey Fernando IV entrase triunfalmente. Pero luego Championnet contraatacó y el ejército napolitano no fue capaz de resistir y se retiró hacia Nápoles, entregando a los franceses todas las fortalezas de los territorios septentrionales del Reino, incluyendo Gaeta.
El 8 de diciembre de 1798, Fernando IV realizó desde L'Aquila una proclama por la que llamaba a los ciudadanos a defender el reino. En su marcha hacia Nápoles, Championnet se encontró con una fuerte resistencia de campesinos en Abruzzo y Lazio destacando la que organizó Michele Pezza, apodado Fra Diavolo.
Finalmente, los franceses llegaron hasta las puertas de Nápoles. El 22 de diciembre de 1798, el Rey abandonó la capital meridional para trasladarse a Sicilia. La ciudad quedó prácticamente indefensa, a excepción de los Lázaros. La resistencia fue eficaz, según reconoció el propio general Championnet, pero inútil. Los defensores fueron bombardeados por los mismos napolitanos jacobinos que finalmente lograron tomar el Castel Sant'Elmo. Esta contienda, próxima a una guerra civil, costó la vida de 8.000 napolitanos y 1.000 franceses.
El 22 de enero de 1799, un grupo de napolitanos jacobinos entre los cuales estaban Mario Pagano, Domenico Cirillo, Nicola Fasulo, Carlo Lauberg y Giuseppe Logoteta proclamaron en el Castel Sant'Elmo la República Partenopea. Este nuevo estado se caracterizó por estar controlado por los franceses y no tener apoyo popular. La república no tuvo éxito en las provincias, porque la gente quería a Fernando y reclamaba la monarquía.[4] A fines de enero, el cardenal Fabrizio Ruffo viajó a Palermo para presentar al rey Fernando un proyecto de reconquista del Reino de Nápoles. Aceptado el plan, el cardenal volvió a Nápoles donde contó con el apoyo de los napolitanos. Miles de hombres se prepararon para luchar contra los jacobinos en defensa de los Borbones. Ruffo creó el Ejército Católico Real, y el 13 de junio de 1799, Fernando IV restauró la monarquía borbónica.
Después de la victoria en Austerlitz el 2 de diciembre de 1805, Napoleón entró en Italia y dominó definitivamente Nápoles, declarando el fin de la dinastía Borbón y nombrando rey a su hermano José Bonaparte. Fernando volvió a escapar a Sicilia y realizó un protectorado con Gran Bretaña. En 1808, Napoleón consiguió la abdicación de los últimos borbones reinantes en Europa: Carlos IV y Fernando VII de España. José Bonaparte se marchó a España para reinar y le sucedió en Nápoles Joaquín Murat, que gobernó hasta mayo de 1815.
El congreso de Viena y el Reino
Después de 20 años de guerras entre la Francia napoleónica y el resto de las naciones europeas, el congreso de Viena, iniciado en el 1814 y terminado en el 1815, basó la reorganización del viejo continente en el principio de legitimidad por el que se devolvían las tierras a sus antiguos monarcas. En Italia esta política se aplicó con mucha elasticidad: la República de Génova fue agregada, en contra de su voluntad, al Reino de Piamonte-Cerdeña para formar un estado más fuerte que frenara a los franceses. La República de Venecia no fue restaurada. A pesar de haber contribuido a la derrota de Napoleón, el reino meridional no sólo no obtuvo los pretendidos señoríos papales de Benevento y Pontecorvo sino que perdió el estratégico enclave mediterráneo de la Isla de Malta en favor de Inglaterra.
El rey Fernando pagó un caro precio por recuperar su reino: debió renunciar a Malta lo cual también imponía una reducción del 10% sobre los derechos aduaneros de importación de sus productos.
El punto de mis derechos de soberanía sobre Malta debe ceder al interés mayor, el cual hoy es recuperar mi Reino de Nápoles
También el Rey napolitano debió firmar el 12 de junio de 1815 un tratado secreto con Austria por el cual se comprometía en no cambiar las instituciones políticas del Reino y otorgarle 25.000 hombres (reducidos a trece mil el 4 de febrero de 1819) en caso de guerra.
En acuerdo con lo que decidió el congreso de Viena, Fernando emitió un decreto por el cual unificaba los reinos de Nápoles y Sicilia en el Reino de las Dos Sicilias. Entre el 8 y 11 de diciembre del 1816, la constitución siciliana de 1812 fue reemplazada por los nuevos institutos parlamentarios independientes. El Reino de Sicilia dejó de existir y fue incorporado al recién nacido Reino de las Dos Sicilias: el rey asumió así el título de Fernando I Rey del Reino de las Dos Sicilias.
Fernando I rey de las Dos Sicilias
Los efectos políticos de la restauración post napoleónica tuvieron graves consecuencias en los reconstruidos estados pre unitarios italianos, especialmente en Piamonte. Sin embargo en las Dos Sicilias no fue así, Fernando I y sus ministros tuvieron el mérito de dejar intactas gran parte de las innovaciones de los franceses, así se puso a la cabeza de una modernizada monarquía administrativa. Lo que sí cambiaron fueron las relaciones con la iglesia, que volvieron a ser buenas.
Persino Tito Manzi, quien fue un exponente del gobierno de Murat, declaró que a pesar de la presencia de tropas austriacas en el reino hasta 1817, Nápoles se distinguió en el cuadro de la Restauración, como la única capital italiana donde se logró con éxito acrecentar la fuerza del Gobierno. Además se pudo concentrar firmemente el poder en las manos del soberano y organizar a la vez administraciones eficientes y funcionales, dar fuerza al estado y reducir los privilegios del clero y la nobleza.[5]
El 1 de julio de 1820, con la noticia de que en España se había restaurado la Constitución de 1812, en Nola se rebelaron pidiendo la Constitución un grupo de militares entre los cuales estaban Michele Morelli y Giuseppe Silvati. La revuelta fue apoyada por otros generales, como Guglielmo Pepe. Fernando se vio obligado a conceder la constitución tomando el ejemplo de España y nombró su vicario a su hijo Francisco. El 1 de octubre comenzaron los trabajos del parlamento elegido a finales de agosto, en el cual prevalecieron los ideales burgueses introducidos por los franceses. Entre los actos del Parlamento se encuentran la reorganización de la administración de las provincias y comunas y medidas sobre la libertad de prensa y de culto.
Las novedades introducidas en las Dos Sicilias no fueron de agrado para las potencias europeas dado que rompían lo acordado en el Congreso de Viena. Es por eso que Francisco fue convocado a Liubliana por las potencias de la Santa Alianza. Luego del Congreso de Liubliana el reino fue invadido por las tropas austriacas, que en marzo de 1821 derrotaron al ejército constitucional napolitano comandado por Guglielmo Pepe. Fernando decidió no pelear más para restablecer el orden en el reino y no comenzar una guerra con Austria. El 23 de marzo, Nápoles fue ocupada, la constitución fue revocada y comenzaron las represiones.
Obras públicas y reformas
Fernando I, como rey de las Dos Sicilias se encargó de construir edificios tanto para la familia real como para el pueblo. Se construyeron dos cementerios para todas las clases sociales en Palermo y en Nápoles y se ampliaron varias calles napolitanas. Restauró el Palacio Real de Nápoles y terminó los palacios de Caserta y de Portici empezados por su padre Carlos.
También construyó observatorios en Nápoles y Palermo, fundó la Academia de las Bellas Artes y de las Ciencias en Nápoles en 1778 y creó una biblioteca en Palermo. En 1779 construyó la fábrica de Granili y el año siguiente la Villa Real. Durante su reinado también se hicieron los teatros de Fiorentini, del Fondo y de San Fernando.
Durante su reinado, las Dos Sicilias se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Italia y de Europa. Se crearon escuelas gratuitas en cada comuna y en el 1779 se transformó la Casa de los Jesuitas de Nápoles en un orfanato. Se crearon las universidades de Catania en 1778 y la de Palermo en 1779. Fernando también organizó la construcción del huerto botánico de Palermo, el puerto de Nápoles, el Palacio Real de Cardito y la famosa iglesia de San Francisco de Paula en Nápoles. Además construyó puentes, canalizó ríos y en 1790 saneó el Golfo de Nápoles.
En este período el reino vivió la prosperidad económica: se redujeron los impuestos, se creó la Bolsa de cambio y se emprendieron muchos nuevos comercios, entre los cuales estaba la pesca de corales.[6]
El problema siciliano
La creación del Reino de las Dos Sicilias, o sea, la pérdida de independencia de Sicilia, cayó muy mal a los sicilianos. Desde los tiempos de la dominación aragonesa se habían negado al sometimiento frente a gobiernos napolitanos; además Sicilia perdió su constitución del 1812, inspirada en el modelo inglés.
Este hecho exacerbó los ánimos contra los napolitanos, porque en realidad, el organismo parlamentario se remontaba al tiempo de los normandos, del cual los sicilianos estaban orgullosos y al que también todos los reyes que gobernaban la isla juraban fidelidad. Aunque en realidad, este parlamento no tenía nada de democrático, representaba la voluntad de los nobles y generalmente era manipulado por los soberanos.
Las relaciones entre los reyes borbónicos y los barones sicilianos fueron cordiales hasta el 1780, cuando dado al empuje del absolutismo reformador con los ideales del ilusionismo, el rey de Nápoles, Fernando IV envió a la isla al marqués Domenico Caracciolo para reducir el poder de Sicilia.[7] A partir de entonces aumentaron las desconfianzas recíprocas entre los napolitanos y sicilianos: en 1778 fueron limitados los derechos de trasmisión hereditaria de los feudos, el 4 de mayo de 1789 se abolió el vasallaje personal y en 1790 fue aprobado un proyecto de un nuevo catastro, que debía ser la base de un sistema fiscal que reducía los privilegios de los barones.
Durante la ocupación francesa del Reino de Nápoles, el soberano se refugió en Sicilia con la protección del Reino Unido. En 1812 se abolió el feudalismo y fue promulgada una nueva constitución al modelo inglés. Gran Bretaña, promotora de la transformación de monarquía absoluta a monarquía constitucional deseaba apoderarse de la isla: El enviado inglés Lord Bentinck negoció con un enviado de Murat en la isla de Ponza, que el soberano francés se mantendría en el poder aunque cayera Napoleón, a cambio de que Sicilia fuera cedida a Gran Bretaña.[8]
Después del congreso de Viena, el austriaco Klemens von Metternich defendió la restitución de Fernando I para favorecer a los intereses de Austria en el territorio meridional. A cambio de su empeño personal para que la Sicilia quedara en poder de Fernando, Metternich pidió a la casa de Borbón 2 millones de francos. El rey napolitano quiso pagar sólo 1.200.000, pero el diplomático austríaco no aceptó porque su patrimonio familiar había sido dilapidado por su padre.[9] Gran Bretaña se conformó con poseer solamente Malta, por el hecho de que la península itálica estaba influenciada por Austria. Lo importante para Gran Bretaña era evitar la influencia francesa sobre la región.[10]
Los sicilianos no estuvieron de acuerdo con la nueva ley de Fernando I, que reservaba para él mismo casi todas las responsabilidades administrativas de la isla. También el clero estaba en contra de la monarquía napolitana y poseía una representación política de 65 miembros en el parlamento establecido por la constitución de 1812.
En 1819 la legislación administrativa, centralizada y antifeudal fue incorporada también en Sicilia pero encontró muchísima resistencia por parte de la nobleza. Sólo en 1838 se pudo abolir el carácter patrimonial de las tierras de los barones dando fin al feudalismo.
Fernando II rey de las Dos Sicilias
En los años siguientes al período napoleónico el Reino de las Dos Sicilias, guiado por Fernando I y sucesivamente de su hijo Francisco I, continuó afectado por la influencia de Austria y Gran Bretaña. Bajo el reinado de Fernando II el reino se convirtió en Estado realmente independiente, aunque Francia, Austria y Gran Bretaña buscaron mantenerlo en sus esferas de influencias, dado a la posición estratégica de la península en el centro del Mar Mediterráneo.
Sucediendo en 1830 a su padre Francisco I, que había gobernado desde 1825 (En 1830 Muere Fernando I y le sucede su hijo Fernando II). Fernando II, con sólo 20 años, mostraba ya su fuerte personalidad que marcaría sus 30 años de reinado.
A los pocos meses decidió continuar el programa de resaneamiento financiero comenzado por el anterior Primer Ministro Medici: abolió los montos de más contribuciones, disminuyó drásticamente sus privilegios y bajó los impuestos. Hecho esto, dio un fuerte impulso a la economía: construyó calles, puentes y vías férreas, realizó un gran número de acuerdos comerciales, los más importantes con Gran Bretaña, Francia, Rusia, el Reino de Cerdeña, Estados Unidos, Dinamarca y Prusia. Mandó párrocos a las comunas donde no habían escuelas alimentadas para difundir una educación básica al pueblo; prohibió la mendicidad mandando a la mayor parte de los mendigos a institutos donde se les enseñaba un oficio.[11]
Asimismo, potenció al ejército y a la marina con el intento de afirmar definitivamente la independencia del sur, de las potencias extranjeras. Comenzó a afirmar su presencia militar con dos demostraciones de la flota en las costas africanas, que convencieron, en 1833 a Túnez y en 1834 a Marruecos, a no obstaculizar más, el comercio de la flota mercantil meridional, como lo habían hecho durante siglos.
El intento constitucional
El 29 de enero de 1848, Fernando II fue el primer soberano italiano en conceder la constitución (promulgada el 10 de febrero) dada la grave revuelta siciliana por la independencia iniciada a finales de 1847 y por la insistencia de los liberales napolitanos.
No fue extraño que las Dos Sicilias haya sido el primer estado italiano constitucional, el sur estaba a la vanguardia de los pensamientos liberales italianos, quedando demostrado en las constituciones del 1812 y de 1820, las primeras de Italia. Toda la prensa liberal italiana aplaudió a Fernando II y en Turín dos mil personas con banderas marcharon delante de la residencia del cónsul de las Dos Sicilias para felicitarlo. El que pensaba distinto era su rey, Carlos Alberto que declaró:
No soy como aquel Borbón, que ha aceptado las demandas de los insurgentes, haciendo la cosa más destructiva que se puede imaginar
Carlos Alberto[12]Con esta Constitución, se formó un Parlamento con dos cámaras: una de 164 miembros elegidos por el pueblo y otra de 50 pares elegidos por el rey.[13] El 18 de marzo se agregó el adjetivo constitucional al nombre del Reino en el Diario Oficial.
El 3 de abril la bandera de las Dos Sicilias (blanca con el escudo Borbón en el centro) incorporó un borde verde y rojo. La pesada y casi infantil festividad de los napolitanos provocó grandes destrozos. Las calles de Nápoles se vieron plagadas de desfiles casi cotidianos cada vez más inflamados. Se publicaron una gran cantidad de diarios, la mayoría escritos por inexpertos, que discutían como mejorar la nueva Constitución.[14]
Las elecciones se celebraron el 18 de abril pero la afluencia a las urnas fue escasa. El lunes 15 de mayo, en coincidencia con la apertura del primer Parlamento, en el Palacio Comunal de Monteoliveto di Napoli, un grupo de diputados revolucionarios liderados por Giovanni La Cecilia y Pietro Mileti declararon insatisfactoria la Constitución apenas proclamada. Propusieron modificaciones como la abolición de la Cámara de los Pares y se negaron a prestar juramento al rey. En realidad querían remover la monarquía y proclamar la república.
Fernando II hizo muchos intentos de conciliación con los rebeldes; pero ahora un rey educado con los ideales del absolutismo sus acciones fueron autocontroladas, pero él no cedió a las provocaciones.
Las tentativas de acuerdo con los revolucionarios fueron frenadas por los rumores en el Parlamento de que tropas del rey estaban marchando hacia la asamblea, lo cual era completamente falso. El rey mandó emisarios para verificar la incompetencia de los acusadores pero no sirvió de nada: Fueron colocadas alrededor de 90 barricadas en las calles de Nápoles y muchos militares que estaban en servicio fuera del Palacio fueron atacados, hubo muertos y heridos. Sólo después de estos actos, la mañana del 16 de mayo, el rey ordenó reprimir. Un comandante prometía eliminar a los canallas del país, el rey le respondió:
Esté calmo señor, y no llames canalla al pueblo. Son napolitanos, son mis campesinos, mis súbditos. Un elemento nocivo los ha exasperado, ¡pero se trata siempre de mi pueblo! Si se deja llevar por la pasión será una masacre, y eso es lo que quiero evitar a todo costo. Tome prisioneros pero no fusile, en las calles hay mucha gente que mañana estará arrepentida de su error.
Sin embargo, hubo muchas víctimas y devastación, aunque los diputados antimonárquicos no sufrieron daño alguno.
El 15 de junio se celebraron nuevas elecciones que también tuvieron escasa participación ciudadana. El 25 de mayo se limitó la libertad de prensa porque infundía rumores falsos entre la población y muchos periódicos eran antimonárquicos.[16]
Una serie de acontecimientos producidos el 15 de mayo provocaron una fuerte oposición al gobierno del rey. Desde entonces, se produjo un conflicto gobierno-rey que continuó hasta el 12 de marzo de 1849, prometiendo nuevas elecciones que nunca se concretaron.[17]
Al final de marzo, Fernando II ofreció a Sicilia un Parlamento, un virrey propio y amnistía a los revolucionarios. Esto no fue suficiente para los sicilianos, pues el grito de guerra se escuchaba ya entre los miembros de la Cámara siciliana. El rey mandó un ejército, y en septiembre de 1848 había mandado parte de su flota, la tercera más grande del mundo. El ejército ocupó la isla y hubo 1.500 soldados napolitanos muertos, no se sabe cuántos sicilianos.
Desde los acontecimientos del 15 de mayo de 1848, el rey, previamente alabado por los liberales comenzó a recibir apodos como Monstruo coronado, Tigre Borbón, Calígula de Nápoles y sobre todo Rey bomba. Cabe aclarar que las insurrecciones eran muy comunes en los estados europeos de la época.
El 19 de mayo de 1849 se volvió a usar la tradicional bandera blanca con el escudo Borbón y la constitución fue suspendida pero no derogada. Así falló el primer intento constitucional de Italia.
Las Dos Sicilias en el contexto italiano
Se necesita retroceder a los tiempos del emperador romano de oriente Justiniano I para encontrar una Italia unida. Desde la invasión de los lombardos en el 568 se rompe la unidad política y durante 1.300 años se generaron diversas naciones. Mientras el norte se dividía en pequeños y cambiantes estados o era conquistado por diversas potencias, el sur continental desde el año 1000 con la invasión normanda, se vio unido. En el sur se vio un fuerte nacionalismo en la nación napolitana, con su cultura, identidad, bandera e himno propio.
Por este motivo no existía la idea de un estado italiano a nivel popular, por ejemplo en las Dos Sicilias se llamaban extranjeros a los otros italianos de la península.[18]
A mediados del siglo XIX habían en la península 7 estados, los cuales 3 eran completamente libres: El reino de las Dos Sicilias, que era el más grande y más próspero, el Reino de Cerdeña y los Estados Pontificios. Los otros cuatro eran dominados directa o indirectamente por Austria: El Reino Lombardo Veneto, los ducados de Parma y Módena y el Gran Ducado de Toscana.
La lengua oficial en todos los reinos preunitarios era el italiano salvo en el Piamonte Cerdeña donde era el francés, pero en realidad en la península no existía una lengua común, los italohablantes en 1861 eran sólo el 2,5%[19] de la población según T. De Mauro o el 9,5% según A. Castellani,[20] de estos, los toscanos eran la mayor parte, dado que el italiano nació allí. En el Piamonte se hablaba, se escribía y se pensaba en francés, los franceses los consideraban como verdaderos compatriotas.[21]
En Italia no había un comercio integrado, sólo el 20% lo era entre los estados peninsulares, se puede decir que la religión era lo único en común entre los italianos.
A Fernando II de Borbón, le fue solicitado en varias ocasiones la presidencia de una hipotética Liga de Estados italianos, ya en 1831, liberales italianos reunidos en el congreso de Bolonia decidieron ofrecer al rey de Nápoles la corona de Italia, porque lo consideraron el más abierto a sus ideales.[22] En 1832 Fernando II intentó en dos ocasiones, llegar a un acuerdo con el Reino de Cerdeña para abolir la influencia extranjera en la península. El gobierno piamontés se negó porque había hecho un acuerdo con Austria un tratado defensivo que le bastaba para sentirse seguro de eventuales ataques. Esta propuesta del rey meridional cayó muy mal a Viena y fue interpretada como una ofensa antiaustríaca. Muchos de los que deseaban la unificación de Italia apoyaban al rey napolitano, por ejemplo el mazziniano Attilio Bandiera le comunicó a Fernando II sus ideologías republicanas pero su disponibilidad a seguirlo si se convertiría en el soberano constitucional de toda Italia.[23]
Las Dos Sicilias en la primera guerra de independencia
Austria ejercía una hegemonía sobre gran parte de Italia: el 24 de abril del 1847 advirtió, con una nota diplomática, al Gran Ducado de Toscana a no conceder reformas en su forma de política. El 17 de julio ocupó Ferrara, acción formalmente legal por el Tratado de Viena. A este juego de supremacía política se sumó el Reino Unido, al enviar a Lord Minto para intimidar a Austria. La respuesta de los Habsburgo fue la ocupación militar de los ducados de Parma y Módena, estando así más cerca de Toscana y de los Estados de la Iglesia.
Pero ya en agosto, el papa Pío IX tomó la iniciativa de formar una Liga Aduanera entre los estados de Italia, tomando como ejemplo aquélla de los estados alemanes de 1833 (el Zollverein). En noviembre se firmó un proyecto de entendimiento entre Roma, Florencia y Turín y hubo contactos con Nápoles y Módena para lograr tal proyecto.
El momento crucial para poner a prueba los proyectos de unión federal italiana fue el año 1848: el 13 de marzo, en Viena, se produjo una insurrección pidiendo la constitución, y lo mismo sucedió, entre el 18 y el 22, en Milán, en ese entonces bajo el dominio austríaco; este último episodio es conocido como las cinco jornadas de Milán. El comandante austriaco en Milán, Radetzky, tuvo que abandonar la ciudad y los revolucionarios pidieron ayuda al rey piamontés Carlos Alberto de Saboya para librarse completamente de los austríacos. El 24 de marzo de 1848 el Piamonte declaró la guerra a Austria dando comienzo a la primera guerra de independencia italiana.
El 26 de marzo el ministro de exterior de las Dos Sicilias solicitó la convocatoria de un congreso en Roma, apoyando el proyecto de una Liga Política italiana. En dicho congreso, el representante piamontés solicitó ayuda militar. El 7 de abril Fernando II declaró la guerra a Austria y envió al norte un ejército de 16.000 hombres, comandados por el general Guglielmo Pepe. El 20 de abril la ruptura entre las Dos Sicilias y Austria era completa. Cuando las naves duosicilianas partieron de Sicilia, los sicilianos, desde los fuertes les disparaban, siendo esta la demostración de que consideraban que su verdadero enemigo hereditario era Nápoles y no Viena.[24]
El gran duque de Toscana, Leopoldo II envió 3.000 soldados y de los Estados Pontificios partieron 7.000 soldados y 10.000 voluntarios. Los duques de Módena, Parma y Piacenza decidieron unirse al Piamonte, y Venecia proclamó la república, separándose de Austria.
En este momento se veía la posibilidad de unir a Italia mediante una Liga de Estados unidos, sobre este tema, el sumo pontífice, Pío IX declaró:
Yo no sólo apruebo la liga, la reconozco necesaria; por eso invité a los soberanos de Nápoles, Toscana, y de Cerdeña para concluirla; desgraciadamente el gobierno de Turín se muestra obstaculizador
Pío IX[25]Los delegados piamonteses nunca fueron a Roma, el proyecto de la liga debía ser frenado porque su rey tenía otros planes: quería convertirse él, o uno de sus sucesores, en el único Rey de Italia.[26]
Después de días de inútil espera, el 4 de mayo tras la suspensión de las tentativas de una liga política, la delegación meridional de retiró y el mismo día el general Pepe se embarcó hacia el norte. Era uno de los pocos entusiastas, dado que ni los otros generales, ni los soldados lo eran: en el sur no eran populares ni la guerra, ni el nacionalismo, ni la misma independencia italiana; el pueblo ya se sentía libre desde hace mucho tiempo.[27]
Después de la insurrección antimonárquica del 15 de mayo de 1848, Fernando II ordenó, el 22, al ejército meridional terrestre y marítimo regresar al país, muy preocupado por las revoluciones independentistas en Sicilia. Por eso fue muy criticado por los liberales de la época, pero había que considerar dos factores: no había ningún pacto entre el Reino de Cerdeña y las Dos Sicilias, por lo que en caso de derrota piamontesa, Austria habría podido invadir el sur; mientras que en caso de victoria, el reino meridional no obtendría ningún beneficio, pero perdería hombres y gastaría dinero. Sumado a esto, en medio de una revolución, si mantenía las tropas allí se arriesgaba a perder la Sicilia.
Sin embargo, las operaciones en el norte estaban en una situación favorable y los soldados meridionales contribuyeron en forma decisiva a las victorias de Cuartone y Montara del 29 de mayo, y la de Gioto del 30, a pesar de la inferioridad numérica, por lo que el belicoso Guigliermo Pepe desobedeció la orden del rey y permaneció en la zona de conflicto con una muy pequeña porción del ejército que lo siguió.
Mientras tanto, el 29 de mayo se realizó una votación para la unión de Lombardía al Piamonte (561.000 votos a favor y 681 en contra[28] ) que debía ser confirmada por una asamblea constituyente en un futuro próximo. También, el 11 de junio las tropas pontificias, comandadas por Giacomo Durando fueron derrotadas en Vicenza.
El contingente naval meridional estaba al mando del almirante Raffaele de Cosa, quien se negó a cumplir en una primera instancia la orden de retirase. Ante una nueva orden de regresar a la patria, recibida el 11 de junio mientras se producía el bloqueo de Trieste (el puerto austriaco más importante) y dado que la mayoría de los marineros eran fieles al rey, decidió finalmente aceptar la orden y partió la noche del 12.
Pero la guerra continuaba: los austriacos tomaron la ofensiva en las operaciones y se produjo la derrota piamontesa de Custoza el 23 de julio. Carlos Alberto de Saboya se retiró a Milán donde fue asediado por los propios milaneses en el palacio donde se hospedaba y en medio de la noche regresó a Turín.
Finalmente se alcanzó un armisticio por el que Austria recuperó muchas de sus tierras, pero que sin embargo no otorgaba ningún beneficio al Gran Ducado de Toscana, que había combatido hasta el final, lo que ponía de manifiesto que Carlos Alberto consideraba este primer enfrentamiento contra Austria como una guerra dinástica, utilizando a los italianos para su propio beneficio. Piamonte perdió gran parte de la Lombardía y Radetzky volvió a Milán vitoreado por la población. Al año siguiente se reanudaron las hostilidades, pero los piamonteses fueron vencidos definitivamente en Novara el 3 de marzo de 1849. Después de este último fracaso, Carlos Alberto se vio obligado a abdicar en favor de su hijo Víctor Manuel II. Las causas principales de la derrota se pueden encontrar en el retiro de las tropas romanas y meridionales por un lado, y por otro, a que Carlos Alberto promovía el expansionismo piamontés en vez de una confederación italiana.
La primera guerra de independencia fue la única que logró la participación de todos los estados italianos. Tras la derrota, se perdió para siempre la posibilidad de lograr una unificación italiana que garantizara al mismo tiempo la autonomía de los estados. Esta fue la principal causa de la mala unificación de los piamonteses, realizada con la fuerza.
La calumnia como arma política
La política desestabilizante del Reino Unido en contra las Dos Sicilias después de La cuestión del azufre, continuó con William Gladstone, que fue enviado por su gobierno para seguir el proceso que debería haber sucedido en las Dos Sicilias con los miembros adheridos a la sociedad secreta Unidad de Italia. Sus actividades eran la difusión de ideas antimonárquicas, que invitaban a la desobediencia civil.[29] Por ejemplo, en septiembre de 1849 explosionó una bomba delante del Palacio Real de Nápoles cuando se celebraba una fiesta por la llegada del Papa Pío IX, que tuvo que huir de Roma a causa de la instauración de la República Romana. De estos hechos hubo 42 imputados, de los cuales los primeros 3 fueron condenados a cadena perpetua, otros 2 mandados a prisión por 30 años y el resto de menor importancia en el hecho, fueron condenados al exilio.
Gladstone regresó a Londres en 1851 y se reunió con el primer ministro Lord Palmerston y le mostró cartas suyas enviadas al ministro de exteriores Lord Aberdeen en las que se etiquetaba al reino del sur como la negación de Dios y hablaba sobre las malas condiciones en las cárceles napolitanas. Estas cartas exageraban el absolutismo borbónico, y cuando fueron publicadas provocaron aún más revoluciones. Después de la unificación italiana, Gladestone confesó que él las había escrito por encargo de Lord Palmerston y que él no había visto ninguna cárcel y que había hecho caso a lo que comentaban los revolucionarios.[30]
En realidad muchos británicos se maravillaban viendo las buenas condiciones de los exiliados meridionales que llegaban al Reino Unido. El sistema judicial meridional fue reconocido por los estudiosos como el más avanzado de Italia preunitaria. Ejemplos son la Escuela meridional de Eerecho, el Código Penal de 1819, y que los magistrados eran elegidos por concurso y no por voluntad del rey.
En el Reino de Cerdeña la realidad era muy distinta: si se asume la pena de muerte como índice de violencia de un régimen, el reino sardo es el más brutal, y cuando los liberales llegaron al poder, las ejecuciones aumentaron en gran medida. Era un reino violento, endeudado y con una altísima tasa de criminalidad.[31]
El camino hacia la unidad
El expansionismo piamontés
Después de la derrota de la primera guerra del Piamonte contra Austria en 1848 y en 1849, esta última continuó ejerciendo su poder sobre la península. Pero Napoleón III, emperador de Francia, realizó una política de intentar expulsar a los Habsburgo de Italia, favoreciendo los deseos expansionistas del Piamonte. Gran Bretaña, que junto con Francia dominaban el norte de África, no quería que Napoleón III extendiera su influencia en la península para tener mayor control del Mediterráneo.
Camillo Benso, conde de Cavour obtuvo el cargo de Primer Ministro en 1852 y comenzó su objetivo expansionista buscando apoyo en las potencias (Francia y Gran Bretaña). Estas dos, junto con el Imperio Otomano, entraron en guerra con Rusia en 1854 en la Guerra de Crimea. Los ingleses pidieron al Piamonte el envío de tropas y Cavour aceptó mandar 18.000 soldados. En el Sur, Fernando II declaró su neutralidad en el conflicto y negó a Inglaterra y Francia el uso de los puertos meridionales como base de operaciones de guerra; esto provocó la ira de las dos potencias.
El expansionismo piamontés, bien enmascarado con el ideal unitario, se desarrolló después del Congreso de París en 1856 celebrado al finalizar la Guerra de Crimea. Entre el Reino Unido y Piamonte se decidió que se debía ocupar Nápoles y se dio la posibilidad que Inglaterra pudiera comprar Sicilia después de la conquista.[32]
Entre Napoleón III y el rey piamontés Víctor Manuel II se comenzaron los preparativos para la guerra contra Austria, y se acordó que Piamonte se anexionaría Lombardía, Véneto, Módena y Parma, y como compensación Francia recibiría Saboya y Niza. El 23 de abril, Austria dio un ultimátum de 3 días a Piamonte pidiendo el desarme. Francia y Piamonte no quisieron atacar primero a Austria, para que los Habsburgo quedasen ante Europa como los agresores. El 29 de abril de 1859, el ejército austríaco, al mando del general Ferencz Gyulai, atravesó el río Ticino e invadió el territorio piamontés dando comienzo a la denominada Segunda guerra de Independencia. Tras esta guerra se expulsaron a los duques de Toscana, Parma y Módena, cuyos territorios fueron anexados al Piamonte.
Francisco II rey de las Dos Sicilias
El 22 de mayo del 1859, después de 30 años de reinado, murió Fernando II. Heredó el trono su hijo de 23 años Francisco II el cual no tenía suficiente experiencia, con carácter muy débil y muy tímido.[33] Francia e Inglaterra reanudaron la diplomacia y mandaron a Nápoles representantes para atraer al joven rey a su esfera de influencia política: le pedían la reactivación de la monarquía constitucional e intervenir en sus guerras. Pero Francisco tenía muy en claro la frase del padre Constitución igual a revolución y tampoco quería aliarse con el Piamonte.
El 7 de junio, turbado de las manifestaciones de los liberales napolitanos que querían entrar en guerra al lado del Piamonte, Francisco II nombró como presidente del Consejo y ministro de guerra a Carlo Filangieri una figura militar y política de primer nivel conocido y respetado mundialmente. La negativa del rey a conceder la Constitución y aliarse con el Piamonte fue determinante para la cercana caída del reino, fue la última esperanza para que el pueblo meridional se salvara de una unificación a la fuerza.
Por su parte, Gran Bretaña aconsejaba la neutralidad al rey napolitano, porque tras una victoria de Napoleón III, Francia extendería su influencia también al sur. Esto dio lugar a una política de aislamiento del Reino de las Dos Sicilias en un contexto europeo plagado de alianzas estratégicas.
Pero después de la victoria franco-piamontesa en la segunda guerra de independencia, el Reino Unido se vio obligado a cambiar su política: la Confederación Italiana tenía el riesgo de ser dominada por Francia, la cual había salido vencedora. En cambio, se debía lograr un estado italiano unido para frenar la influencia francesa en la península.[34] Es por eso que Inglaterra envió representantes para lograr la unificación a toda costa.
Sin la ayuda de Palmerston, Nápoles sería ahora borbónica y sin el almirante Mundy no hubiese podido jamás cruzar el estrecho de Mesina
La invasión y caída del reino
Las rebeliones en Sicilia
Ya en el 1820 y después en 1848 se dieron en Sicilia las primeras revoluciones, pues en la isla casi no existían los ideales unitarios (sólo los intelectuales eran mazzinianos) y se quería por encima de todo la liberación del dominio napolitano.[36] Se llegó a proclamar, el 13 de abril de 1848 la deposición de Fernando II y se ofreció la corona a la Casa de Saboya, que se negó porque Fernando envío una carta al Piamonte amenazando con un conflicto armado.
Sin embargo, bajo el gobierno Borbón, Sicilia gozaba de excepcionales privilegios: los impuestos eran bajos, no existía el servicio militar obligatorio y la vida y la propiedad eran seguras. Las calles de Sicilia eran tan seguras como las del norte de Europa.[37] En la década del 1850 se construyeron más avenidas, se ampliaron los puertos y se crearon escuelas y hospitales; a pesar de todo esto, los sicilianos estaban descontentos y querían la autonomía de la parte continental del reino. La fuerte presencia comercial y financiera inglesa había generado una difusa anglofilia y se barajó la posibilidad de independizarse bajo un protectorado inglés. Esta propuesta fue bien recibida en Londres pero Napoleón III de Francia declaró que si Gran Bretaña entraba en Sicilia, comenzaría una guerra.[38]
Por su parte, Mazzini incitaba las rebeliones de los sicilianos y se reunían en el norte con enviados de los rebeldes para pedir ayuda. Para el Reino de Cerdeña, este clima era perfecto para comenzar la conquista del sur.
La invasión de Garibaldi
Giuseppe Garibaldi, con la llamada "Expedición de los Mil", que fue quien conquistó el Reino de las Dos Sicilias, fue mandado a Sicilia por los acuerdos entre Gran Bretaña y Piamonte. El 6 de mayo de 1860 zarpó del puerto de Quarto (Provincia de Génova) con 1.033 hombres, en su mayoría veteranos de las guerras de independencia[39] en dos barcos de vapor hacia la isla.
Los Preparativos
El 18 de abril de 1860 Cavour envió dos naves de Guerra a Sicilia, oficialmente para proteger a los súbditos piamonteses presentes en la isla, pero en realidad para conocer la cantidad de tropas borbónicas y de revolucionarios que se encontraban en la isla.[40]
Al final de abril, el mismo Cavour fue a Génova, donde permaneció dos días, para controlar los preparativos de la expedición que el Piamonte pensaba hacer, mandando a Giuseppe Garibaldi a Sicilia. El 28 de abril llegó un telegrama para Garibaldi, que vivía en Quarto, comunicando que había fracasado la revolución en Sicilia. La desesperación de los voluntarios más cercanos a Garibaldi fue tal que decidió no partir. Pero al día siguiente el estadista Francesco Crispi le envió otro telegrama inventando que la insurrección se ganó en Palermo.[41] Entonces los Mil partieron de Quarto el 6 de mayo en los buques Lombardo y Piamonte, los cuales no fueron robados como dice la historia oficial.
La investigación histórica desmiente la versión romántica de esta empresa: Los Mil no eran un grupo de improvisados aventureros revolucionarios. En gran parte eran veteranos de las dos guerras de independencia y entre sus filas habían mercenarios ingleses, húngaros, polacos, turcos y alemanes. Además, fue indispensable el apoyo del Piamonte, de los oficiales borbónicos convertidos a la causa y de los latifundistas sicilianos e ingleses. Dos millones de francos-oro fueron dados por Cavour para la expedición de los Mil y otros 3 millones de las logias masónicas inglesas; suma equivalente a 25 millones de euross.[42]
La llegada de los Mil era ya sabida por el gobierno meridional, gracias al embajador de las Dos Sicilias en Turín, que tenía conocimiento de cuándo partió Garibaldi hacia Sicilia y en qué parte de la isla desembarcaría. Por ello se enviaron naves que tratasen de interceptar las garibaldinas.
Las primeras acciones
El 12 de mayo a las cuatro de la mañana, los Mil iniciaron la marcha hacia el interior de la isla y, al día siguiente, Garibaldi fue informado de que los soldados borbónicos iban en su dirección desde Palermo. El 14, Garibaldi desde la ciudad de Salemi declaró el fin de la dinastía borbónica y se proclamó dictador de Sicilia en nombre del rey Víctor Manuel de Saboya. Pero ya los Mil no eran mil, puesto que se les habían sumado 1.200 picciotti mafiosos reclutados por los barones.[43]
Los garibaldinos dejaron Salemi para marchar hacia Palermo y el ejército borbónico, comandado por el general Francesco Landi dejó Palermo para enfrentarse a Garibaldi, deteniéndose el 13 de mayo en el pueblo de Calatafemi. Allí se produjo la primera batalla de la ocupación garibaldina: Landi poseía 3.000 soldados divididos en tres batallones y mandó a un grupo de 1.500, dividido en tres columnas, a reconocer el terreno. Una de éstas, de 600 hombres comandados por Sforza, divisó al enemigo en la mañana del 15 y decidió atacarlo por sí solo. Landi, que tenía otros 1.500 hombres, no quiso ayudar al pequeño grupo y se retiró del campo, dejando solo a Sforza, quien también tuvo que retirarse. Un soldado garibaldino escribió en su diario:
No podíamos creer a nuestros ojos y orejas cuando advertimos que las señales de abandonar la contienda no eran lanzadas de nuestros comandantes, sino de los borbónicos
Francesco Grandi.[44]Esta batalla dejó un saldo de 32 muertos y 182 heridos garibaldinos y 36 muertos y 150 heridos entre los borbónicos. Los aproximadamente 2800 soldados meridionales que quedaron ilesos comenzaron a dudar fuertemente de la habilidad y fidelidad de sus comandantes.
El general Landi a las ocho de la tarde abandonó Calatafemi y volvió a Palermo. En marzo del año siguiente, el 1861, él retiró del Banco de Nápoles una suma de 14.000 ducados (equivalentes a 224.000 euros) a su favor, según él regaladas personalmente de Garibaldi. Él y sus cinco hijos encontraron altos rangos en el ejército italiano después de la unificación.[45]
Además de esta corrupción, Cavour repartió dinero para comprar a los jefes militares de las Dos Sicilias, como modo de neutralizar las reacciones. Esta misión fue llevada a cabo por el contralmirante Carlo Pellion di Persano, que disponía la enorme suma de un millón de ducados (16 millones de euros actuales) destinados a la corrupción de los oficiales borbónicos.[46]
La toma de Palermo
El 15 de mayo se nombró como nuevo general de Sicilia a Ferdinando Lanza, quien fue a Palermo para defenderla de la invasión garibaldina. Lanza contaba con 571 oficiales, 20.000 soldados, 681 caballos, 175 mulas y 36 cañones; pero también una población propensa a rebelarse.
Garibaldi fue informado de las tropas que había en la ciudad y declaró que era imposible tomar Palermo. Pero Francesco Crispi lo convenció de que atacase, prometiendo que en caso de derrota los garibaldinos se podrían refugiar en las naves piamontesas e inglesas. Entonces, decidió marchar a la ciudad.
El comandante Lanza se enteró la tarde del día 26 de que los garibaldinos se aproximaban a la ciudad y decidió retirar las tropas para salir al encuentro de Garibaldi para tratar de impedir su ataque, pero dejó sólo 260 hombres protegiendo las puertas San Antonio y Termini. Precisamente por estas puertas entraron los 4.000 garibaldinos, a las cuatro de la mañana del día 27, mientras que en la ciudad sólo había 6.000 soldados durmiendo en los cuarteles. Las pocas tropas meridionales de guardia opusieron resistencia, pero después escaparon hacia el Palacio Real, donde estaba Lanza.
Garibaldi se acuarteló en el palacio Pretorio, desde donde incitó al pueblo a la revolución. Se montaron barricadas en las calles y desde las casas se disparaba a los soldados borbónicos. Lanza ordenó bombardear la ciudad desde los buques anclados en puerto y hubo 600 víctimas civiles. En la mañana del 28 llegaron tropas enviadas desde Nápoles, pero no pudieron desembarcar hasta el día siguiente. Las batallas del 28 y 29 de mayo fueron favorables a los camisas rojas, pero tras la llegada de más tropas napolitanas la situación comenzó a cambiar. Garibaldi ordenó que, en caso de ataque enemigo, se retirasen al palacio Presidencial.
La situación era muy complicada para Garibaldi, que se estaba quedando sin municiones, pero el 30 de mayo se firmó un Armisticio de un día para retirar los cadáveres y curar a los heridos. El 31 se pretendía dar el gran golpe a Garibaldi pero la prórroga se prolongó tres días más, causando un gran descontento entre las filas borbónicas. Después de días de combates, el 8 de junio el Rey Francisco II debió firmar la capitulación de Palermo y ordenó que las tropas se retirasen a Messina, pensando que esta ciudad no caería y para organizar la reconquista de Palermo. Así, unos 24.000 soldados abandonaron la capital siciliana para viajar hacia Messina. Ante estos sucesos, está claro que Garibaldi no hubiese podido conquistar Sicilia si no hubiera sido por el bloqueo que sufría la armada meridional, la más potente del mediterráneo y que poseía más de 100 unidades.
Garibaldi sacó del banco de Palermo una suma de 5 millones de ducados (equivalentes a 80 millones de euros) que eran propiedad de los ciudadanos palermitanos, para dividirlo entre los garibaldinos y los oficiales borbónicos transformados a la causa.
Los errores de Francisco II
La diplomacia europea hacía sentir sus quejas por esta política despreocupada del Piamonte que violaba el código ético del derecho internacional. Sin embargo, ningún país acudió en socorro del Reino de las Dos Sicilias.
En esta política internacional, las Dos Sicilias tenía a un rey inmóvil, política y diplomáticamente aislado. Mientras en Sicilia avanzaban las tropas piamontesas, Francisco II, en vez de ir personalmente a dirigir sus tropas como algunos le aconsejaban (entre ellos su esposa María Sofía de Baviera), buscó mediante la diplomacia la alianza con una potencia, Francia. Esto fue lo contrario de lo que había realizado su antecesor Fernando II, el cual quería conservar la autonomía del reino y estaba provisto de autónomos cuerpos de guerra capaces de resistir cualquier invasión.
Era difícil pensar que Napoleón III habría enfrentado a los aliados piamonteses con los que pocos años antes había ganado una sangrienta guerra contra Austria. Pero el rey meridional no tomó en cuenta estas consideraciones y mandó el 12 de junio a París una carta pidiendo ayuda. El Emperador francés respondió que era necesario ceder a las exigencias del momento, es decir el ideal nacional.[47]
De este modo, el rey duosiciliano se vio obligado a hacer cosas que nunca hubiese querido: el 25 de junio de 1860 restableció la Constitución de 1848 y se fijaron fechas de los comicios para la elección del Parlamento. Además, se cambió la bandera, que pasó a ser el tricolor italiano con el escudo Borbón en el centro. También realizó un proyecto de autonomía para la Sicilia, delegando a un virrey de la familia Borbón y concedió una amnistía general para todos los presos políticos.
Con la Constitución, el soberano realizó un error fatal: en vez de dar una rápida solución a la invasión, al haber un Congreso las decisiones eran más lentas, y además, el Parlamento estaba formado por muchos liberales, que apoyaban la invasión. En estos momentos de crisis, el rey tuvo menor poder de decisión y fue más inmóvil políticamente.
El avance en el continente
En esta política de diplomacia, Francisco II envió dos diplomáticos a Turín para llegar a un acuerdo con el Piamonte. Las conversaciones estaban avanzando y hasta se vio la posibilidad de formar una liga italiana; pero el Piamonte pidió que las decisiones fueran aprobadas por el Parlamento meridional, que recién sería elegido en septiembre, con el objetivo de retardar las negociaciones.
Mientras tanto, Garibaldi seguía avanzado por Sicilia, y el general Bosco atacó con sólo 3.000 hombres al enemigo, a pesar de no tener permiso. El encuentro se produjo en Milazzo el 20 de julio, a donde llegó Garibaldi con 8.000 hombres. A diferencia de otros generales, Bosco perdió en primera fila defendiendo la fortaleza de Milazzo, pero los refuerzos que había pedido no llegaron y se vio forzado a retirarse. Este ataque causó 120 muertos entre las filas borbónicas, mientras los garibaldinos contaron 780 hombres entre muertos y heridos.
El mariscal Clary, comandante de Messina que se había negado a mandar refuerzos a Milazzo, dejando inoperantes a 22.000 hombres, el 26 de julio acordó con el general garibaldino Medici retirar sus tropas dejando sólo 4.000 hombres en Sicilia, con la obligación de no atacar mientras no fueran atacados primero. Gracias a las acciones de los corrompidos generales Landi, Lanza y Clary en dos meses y medio el Reino perdió la isla de Sicilia.
El gobierno piamontés comenzó a temer la creciente fuerza de Garibaldi en el sur, que empezaba a poner en peligro la autoridad del rey Víctor Manuel.[48] . Entonces, se planteó que el gobierno napolitano cayera antes de la llegada de Garibaldi, y se mandaron emisarios piamonteses a la capital meridional. Los emisarios propusieron a los generales meridionales derrocar a Francisco II, pero éstos se negaron porque provocaría un gran malestar en la población.
En agosto comenzaron las preparaciones de Garibaldi para cruzar el estrecho de Messina, cosa que se realizó el día 18. La flota meridional, que había sido mandada para frenar el avance garibaldino, no hizo nada para frenar el desembarco enemigo, y el mismo Garibaldi agradeció a la marina meridional su tácita colaboración, y confesó que no hubiera podido cruzar el estrecho con una marina hostil.[49] Los 20.000 hombres garibaldinos entraron en Calabria, donde tampoco encontraron resistencia, y en sólo 17 días llegaron a las puertas de Nápoles.
La caída de Nápoles
En este punto, Francisco II, aconsejado por los expertos militares del Estado mayor, quienes pensaban que la única forma de vencer a los garibaldinos era reorganizando el ejército, decidió el 4 de septiembre, retrasar la línea de defensa al río Volturno, al norte de Nápoles. El rey estaba convencido de que podría reorganizar la contraofensiva desde los Estados Pontificios, pensando que serían inviolables dada la presencia del Papa. Así Francisco II, el 5 de septiembre abandonó la capital para evitar que su población sufriera bombardeos con víctimas y pérdidas materiales.
Según muchos, sería un error dejar la capital al enemigo. El hermano del soberano, Alfonso, pensaba que con un simple monarca de buena voluntad en aquella época, si hubiera combatido hubiera vencido fácilmente a Garibaldi.[50] Otros pensaban que sería mejor avanzar hasta Salerno y en caso de derrota entonces retirarse al norte.
El 7 de septiembre Garibaldi entró en Nápoles con unos pocos hombres sin encontrar oposición, y dos días más tarde entró el resto del ejército. La población acogió con entusiasmo a Garibaldi, pero esto no debe hacer pensar que lo apoyaba: en las manifestaciones habían infiltrados piamonteses y mafiosos, quienes repartieron dinero y comida para que el pueblo festejara; los que se negaron, debieron quedarse en sus casas temiendo de ser asesinados si se manifestaban en contra de los garibaldinos.[51]
Garibaldi se proclamó dictador de las Dos Sicilias, el Palacio Real de Nápoles fue totalmente saqueado, los objetos más preciosos fueron enviados a Turín, otros vendidos al mejor postor. El 11 de septiembre el oro de la Tesorería del Estado, patrimonio de la Nación, (equivalente a 1.670 millones de euros), y los bienes personales del rey (equivalentes a 150 millones de euros) todos depositados en el Banco de Nápoles, fueron sacados y proclamados bienes nacionales.[52] También todos los nombres borbónicos de calles y edificios públicos fueron cambiados por nombres de reyes piamonteses.
La situación en Nápoles era muy confusa, y después de los primeros festejos, en completa anarquía, se produjeron varias rebeliones que fueron reprimidas por la nueva policía, formada principalmente por los miembros de la Camorra.[53]
La batalla del Volturno
El Rey Francisco II, reorganizó su ejército de 40.000 hombres detrás del río Volturno, en Capua. Las tropas garibaldinas siguieron avanzando, pero fueron derrotadas en la Batalla de Caiazzo el 21 de septiembre. Para los soldados borbónicos, el efecto psicológico de esta victoria fue enorme, pero el comandante en Jefe, Ritucci, hombre recto y prudente, no aprovechó el momento y se retrasó en los preparativos de la batalla.
El rey montó finalmente a caballo y se batió junto a sus hombres en la Batalla del Volturno el 1 de octubre. Las tropas meridionales se dividieron en diversas columnas para dificultar la retirada del enemigo pero esto provocaba la incomunicación de los diferentes sectores, debido a la escasa tecnología de la época. Ambos ejércitos tenían 24.000 soldados cada uno, pero mientras Garibaldi reclutaba hombres a toda costa, Francisco II dejó a 17.000 hombres sin combatir. A las 2 de la mañana, las tropas meridionales abandonaron la fortaleza de Capua avanzando hacia los garibaldinos con el grito de guerra ‘’viva ‘o ‘ré’’.
El ejército meridional se dividió en 4 columnas pensando juntarlas a la entrada de Caserta. Garibaldi, que conocía las operaciones borbónicas, prefirió mantener su posición y tratar de resistir la avanzada meridional. Una gran ventaja que poseía el ejército garibaldino era la posibilidad de realizar rápidos desplazamientos desde Caserta al campo de batalla, utilizando las líneas ferroviarias construidas por los Borbones. La razón de la derrota meridional en esta batalla fue la mala coordinación entre las columnas: las tropas comandadas por Von Mechel llegaron a Caserta donde combatieron valerosamente, pero las comandadas por el general Ruíz, a causa de su increíble lentitud, no llegaron; los soldados combatientes empezaron a sufrir grandes bajas y debieron retirarse. Cuando Ruíz llegó se enteró de la noticia de la retirada de su compañero también ordenó retirarse; pero unos 2000 soldados no lo obedecieron y se lanzaron contra los garibaldinos, la mayoría fueron tomados prisioneros.
La batalla dejó unos 506 muertos, 1528 heridos y 1389 prisioneros por parte de los garibaldinos, y entre los meridionales 308 muertos, 820 heridos y 2507 prisioneros. Por estos resultados Garibaldi solicitó ayuda militar al gobierno piamontés y Francisco II quiso aprovechar el estancamiento de los garibaldinos para volver a atacar; pero los generales le aconsejaron reorganizar las fuerzas y entonces se retiró de Capua a Gaeta.
Los plebiscitos
El 8 de octubre, el gobierno piamontés emitió un decreto que indicaba un plebiscito a sufragio universal masculino en toda Italia para ratificar la anexión al Piamonte. La fórmula era El pueblo quiere una Italia unida e indivisible con Víctor Manuel II como rey constitucional y sus sucesores. El sur continental, votó el día 21 de octubre.
El voto no fue secreto, de hecho se votaba en las plazas, en los edificios públicos y en las iglesias. Habían tres urnas en cada recinto de voto, dos que contenían las boletas del Sí y No y la otra donde se colocaba el voto.
En Nápoles y en todo el sur, se declaraba enemigo de la patria a quien votase por el No, en los cuartos había gente armada que obligaba a votar por el Sí. En el sur había mucha gente que les hacían creer que el SI significaba el regreso de su rey Francisco II y además los soldados garibaldinos votaban varias veces.[54] Los resultados en Nápoles fueron 1.032.064 votos por el Sí y 10.302 por el No, lo que da un 99,19% de votos favorables. En Sicilia, donde se había votado el 12 de octubre, se dieron 432.053 Sí y 709 NO, un resultado de 99,84%.[55] El almirante Mundy, amigo de Garibaldi, afirmo:
Para mí, un plebiscito a sufragio universal regulado con tales modalidades no puede tomarse como verdadera manifestación de los reales sentimientos de un país.
George MundyEstos plebiscitos fueron usados como propaganda por el reino piamontés, queriendo probar que el pueblo quería unirse al Piamonte, ser gobernados por el rey de la casa de Saboya y abandonar la época de independencia y a las cuatro generaciones de la dinastía borbónica napolitana.
El Asedio de Gaeta
El 12 de noviembre se produjeron otros combates en los alrededores de Gaeta donde después, el rey Francisco II con sus últimos 20.000 soldados fue asediado hasta el 13 de febrero de 1861, por el general piamontés Enrico Cialdini con 18.000 soldados.
El 26 de noviembre el rey emanó una proclama pidiendo a los soldados que estaban en los Estados Pontificios unirse a las bandas anti unitarias que ya se desarrollaban en todo el sur contra los unitarios garibaldinos.
El 8 de diciembre, fiesta nacional de las Dos Sicilias por ser el día de la Inmaculada Concepción, protectora del ejército del reino; el rey publicó una proclama en la cual afirmaba:
De esta plaza, donde defiende más que la corona, la independencia de la patria común, vuestro soberano alza la voz para consolaros de vuestras miserias y para prometeros tiempos más felices.[...] Cuando veo a mis amadísimos súbditos en rezo por todos los males de la dominación extranjera,[...] mi corazón napolitano late de indignación en mi pecho.[...] Yo soy napolitano, nacido entre vosotros, no he respirado otro aire, no he visto otros países, no conozco otro suelo que el suelo natal. Todos mis afectos están en el reino; vuestras costumbres son mis costumbres, vuestra lengua es mi lengua, vuestras ambiciones son mis ambiciones.[...] He preferido abandonar Nápoles, mi querida capital, para no exponerla a los horrores de un bombardeo como aquellos que tuvieron más tarde Capua y Ancona. He creído con buena fe que el rey del Piamonte, que se decía mi hermano y mi amigo, que aparentaba desaprobar la invasión de Garibaldi, que negociaba con mi gobierno una alianza íntima por los verdaderos intereses de Italia; no hubiese roto todos los tratados y violado todas las leyes para invadir todos mis estados en plena paz, sin motivos ni declaraciones de guerra.[...] Veis la situación actual del país, la administración es un caos, la seguridad individual no existe, las prisiones están llenas de inocentes. En lugar de la libertad, el estado de asedio reina en las provincias y un general extranjero publica la ley marcial decretando el fusilamiento instantáneo para todos mis súbditos que no se inclinan ante la bandera de Cerdeña.[...] En lugar de las libres instituciones que os había dado y que deseaba desarrollar, tenéis la dictadura más desenfrenada y la ley marcial sustituye la constitución[...] Las Dos Sicilias fueron proclamadas provincias de un reino lejano. Nápoles y Palermo serán gobernadas por emisarios venidos de Turín. Hay un remedio para estos males, para las calamidades más grandes que preveo. El acuerdo, la resolución, la fe en el porvenir.[...] Que el pasado no sea nunca pretexto de venganza, pero para el futuro una lección.[...] Esperando la hora inevitable de la justicia, haré mis más fervientes rezos para la prosperidad de mi patria, para la felicidad de este pueblo que forma la más grande y más querida parte de mi familia.
Francisco II de las Dos Sicilias[56]La historia de este asedio impresionó vivamente a la opinión pública europea, sobre todo por el comportamiento heroico de la reina María Sofía de sólo 19 años, la cual a pesar de las bombas, arriesgó su vida para socorrer día y noche a los soldados heridos o moribundos.[57]
Después de meses de asedio, Francisco II se dio cuenta de la imposibilidad de la victoria y empezó a barajar la opción de la retirada. El 13 de febrero, mientras se estaban concluyendo las tratativas de capitulación, Cialdini se negó a suspender las hostilidades e intensificó el fuego. A las 7 de la mañana del 14 de febrero del 1861, el rey y la reina abandonaron Gaeta y se embarcaron en una nave francesa que los trasportó a Terracina, en los territorios papales. Después de la retirada, el rey nunca abdicó, dejando para él y sus herederos el título de Rey del Reino de las Dos Sicilias. Este largo asedio dejó un saldo de 895 muertos meridionales y 50 piamonteses.
Al caer Gaeta, sólo quedaban dos fortalezas de las Dos Sicilias: Messina y Civitella del Tronto. Messina, que estaba protegida por 4.300 hombres, cayó el 13 de marzo de 1861 por la acción de las tropas de Cialdini, costando 47 víctimas. Civitella del Tronto, en la provincia de Teramo, fue la última fortaleza de las Dos Sicilias y cayó el 20 de marzo, 3 días después de la proclamación del Reino de Italia. Estaba defendida por 382 soldados meridionales con 17 cañones y fue asediada por 3.379 piamonteses con 20 cañones. La defensa de este último bastión costó un centenar de muertos, el resto fue tomado prisionero.
Las consecuencias de la unificación
El 17 de marzo de 1861, Víctor Manuel II asume el título de Rey de Italia por la gracia de Dios y voluntad de la Nación. Fue reconocido por las potencias europeas a pesar de que violaba el tratado de Zurich y el de Villafranca que le prohibían ser rey de toda Italia. Desde entonces, dadas a las nuevas políticas piamontesas, el sur comenzó a sufrir grandes cambios:
El empobrecimiento del sur
En el momento de la unidad de Italia, los bancos más importantes eran el Banco de las Dos Sicilias con 200 millones de liras de la época y el Banco de Milán con 120 millones.[58] Durante los primeros cinco años, se produjo una lucha entre el Banco napolitano y la Banca Nacional (piamontesa). Pero mientras que este último abría sucursales en todo Italia, al Banco de Nápoles le era muy difícil abrir filiales en el norte porque necesitaba obtener la autorización estatal.
Antes de la unificación, el Reino de Cerdeña tenía una enorme deuda pública, pero tras la anexión del sur el nuevo estado Italiano declaró bienes nacionales al oro estatal depositado en las Dos Sicilias, 2/3 de la total reserva áurea de Italia. A esto se le suma la nueva política fiscal unitaria, que favorecía los intereses del norte ante los del sur: Tras la unificación surgieron nuevos impuestos, sobre la agricultura, la industria, la edificación, el consumo que eran mayores en el sur que en el norte.[59]
El estado distribuía desigualmente los subsidios a las provincias, por ejemplo en las obras hidráulicas para la agricultura, la actividad más importante de la Italia de la época, se encuentran los siguientes datos:
Subsidios para las obras hidráulicas en la agricultura, cifras en liras (1862-1868)[60]
Región Subsidio Lombardía 92.165.574 Véneto 174.066.407 Emilia-Romaña 103.980.520 Sicilia 1.333.296 Campania 465.553 También la industria sufrió un grave revés: muchas fábricas meridionales fueron cerradas, en el 1861, en el sur estaba el 51% de las industrias italianas, mientras que 1951, el porcentaje se redujo a 12,8%.[61] Esto provocó desempleo en el sur lo que empobreció aún más esta población. Después de la unificación surgieron las causas de la actual pobreza del sur de Italia.
Los movimientos separatistas
Desde el edicto de Garibaldi del 2 de julio de 1860, que declaraba bienes nacionales muchas tierras de los campesinos y durante varios años siguientes, se produjeron grandes revueltas por la independencia del sur que pusieron en dificultades al recién nacido reino de Italia durante los primeros años unitarios. Los revolucionarios, muchos campesinos y pastores, otros ex soldados del reino fieles a su rey; fueron llamados «briganti» (bandidos) porque practicaban guerras de guerrillas y realizaban saqueos. Éstos eran apoyados con armas y provisiones por el clero, que veía sus iglesias profanadas por el gobierno. Por esta política de expropiación piamontesa fue excomulgado Víctor Manuel por Pío IX.
Esta violenta y espontánea contrarrevolución popular se debe a la fidelidad de la población del sur a la dinastía Borbón y sobre todo al aumento de los impuestos y a la confiscación de tierras por parte del nuevo gobierno piamontés.
La revuelta estalló en todo el sur a finales del 1861 y el Piamonte envió a Nápoles a Enrico Cialdini dándole poderes extraordinarios con un total de 120.000 hombres. El general piamontés se enfrentó a unos 80.000 revolucionarios pero divididos en casi 500 bandas lo que facilitó su exterminio.[62] Así se comenzó una de las más cruentas represiones de la historia italiana. El sur fue plagado de matanzas, devastaciones, fusilamientos, detenciones domiciliarias forzosas, saqueos de granjas, expropiación de tierras y cierre de industrias lo que provocó una total ruina de la población meridional.
En 1870 se instauró la ley marcial en el ex Reino de las Dos Sicilias y las rebeliones se pudieron sofocar hacia el año 1878. En todos estos años murieron un total de 70.000 meridionales en batalla o fusilados, esta cifra es muy superior a la de todos los caídos para lograr la unificación.[63]
Los movimientos separatistas se mantienen hoy en día reflejados en el Movimiento neoborbónico el cual pretende la autonomía del Sur de Italia restaurando el histórico Reino de las Dos Sicilias.
La emigración meridional
La emigración meridional después de la unificación, fue una de las más grandes olas migratorias de todos los tiempos. La población del sur, derrotada y colonizada, no tenía otra opción que partir de su patria hacia América. Los puertos de Nápoles y Palermo fueron los centros de la emigración meridional.
Los destinos principalmente eran Estados Unidos y Argentina, la mayoría de los inmigrantes eran agricultores, pero tuvieron que quedarse en las ciudades trabajando en los puertos, o en la minería.
En un comienzo, el 85% de la emigración provenía del norte de Italia, pero después de la unificación, el porcentaje de meridionales empezó a aumentar progresivamente llegando al 56%.
En 1900, se llegó a la enorme cifra de 8 millones de emigrantes italianos, de los cuales 5 millones provenían del ex reino de las Dos Sicilias, Italia era el país de Europa con más emigración. La emigración continuó también en el transcurso del siglo XX; en la década de 1950 emigraron unos 6 millones de meridionales y en la actualidad la diáspora continúa, cada año unos 90.000 sureños deben abandonar sus tierras.
Economía
Desde los tiempos del rey Carlos, el Reino meridional vivió una fuerte reactivación económica, debido a la total restauración de la estructura del reino, tanto política como económicamente. Sin embargo, a partir de las revoluciones del año 1848 comenzaron a notarse diferencias entre los valores previstos por el Estado y los reales, es decir, los ingresos eran menores a los esperados, y los gastos mayores. Algunos años, entre 1848 y 1860 se produjo déficit fiscal en la economía.
A pesar de este último retroceso, el Reino de las Dos Sicilias poseía en su momento la mejor finanza pública de toda la península italiana, y concentraba de hecho más de las dos terceras partes del total del oro de la península.
Finanza pública de los estados italianos en 1860 (en millones de liras-oro)[64]
País cantidad de liras-oro Reino de las Dos Sicilias 443, 2 Estados Pontificios 90,6 Gran Ducado de Toscana 84,2 Reino de Cerdeña 27 Lombardía y Véneto* 20,8 Ducado de Parma 1,2 Ducado de Módena 0,4 (*)Bajo dominio austríaco
La moneda oficial del Reino de las Dos Sicilias era el ducato, que era moneda más fuerte de la Italia preunitaria. Un ducato valía 10 carlini, un carlino era equivalente a 10 grana, el grana era equivalente a 2 tornesi, y este último a 6 cavalli.[65]
Con respecto al comercio, Las Dos Sicilias mantenía un activo comercio con países de todas partes del mundo. Fue el único estado italiano pre-unitario en enviar buques mercantes a América y a Australia.[66] Esto se debe a la importancia de la flota mercantil meridional, la más numerosa de Italia y la cuarta del mundo, que constaba de unos 9.800 buques, el 80% del total de la península.[67] A esto se le suma que el primer barco a vapor italiano en navegar en el Mar mediterráneo (1818), y el primero en llegar a América (1854), eran meridionales.[68]
Industria
La industria era un sector muy importante en el Reino de las Dos Sicilias. En la exposición internacional de París de 1856, el reino recibió el premio al tercer país con mayor desarrollo industrial del mundo, después de Gran Bretaña y Francia. [69]
La industria más importante era la metalúrgica. En el reino existían 100 industrias de este tipo, de las cuales se destaca el centro industrial de Pietrarsa, el más importante de Italia, donde trabajaban más de 1.000 obreros.[70] Entre los logros más importantes de la industria metalúrgica meridional se destacan la fabricación de la primera locomotora italiana, inaugurada en 1836, y el primer puente de hierro de Europa continental, sobre el río Garigliano en el 1833.
Otra industria muy importante del reino era la producción textil, la cual proporcionaba la segunda fuente de ingresos por exportación después de los productos agropecuarios. Los productos eran de algodón, lana, seda y cuero. La producción textil estaba diseminada por todo el reino, pero era Salerno la ciudad más importante. Allí trabajaban más de 10.000 obreros, por esa razón era denominada La Manchester de Italia.[71] Los productos de cuero más fabricados eran carteras y guantes; estos últimos eran, después de los ingleses, los más abundantes en el mercado europeo. En 1860 la producción llegó a ser de 850.000 unidades anuales.
Agricultura
La agricultura era el sector más fuerte de la economía meridional. Con sólo el 36% de la población de Italia y sin tener grandes llanuras como la del Po, en el sur se producía el 50.4% de trigo, el 80.2% de cebada y avena, el 53% de patatas y el 41.5% de legumbres de toda la península.[72] Esto se debe sobre todo a las políticas de los reyes meridionales: ya el rey Carlos disminuyó considerablemente los impuestos y retenciones del sector agropecuario para incentivar la producción.
A su vez, eran sumamente importantes las agroindustrias, de las cuales las principales eran la producción de pasta, de productos relacionados con el tomate y el aceite de oliva. Este último era exportado a todo el mundo y constituía la mitad de las exportaciones meridionales.[73]
Minería
El producto más explotado en el Reino era el azufre, cuyos yacimientos se localizaban en Sicilia. La explotación de este compuesto cubría el 90% del consumo mundial de este producto, indispensable para la industria de la época, en especial la de los explosivos. La minería de azufre tenía un valor estratégico en el comercio mundial, y a esta razón se atribuye el constante interés del Reino Unido en la explotación del azufre siciliano. El rey Fernando II comenzó a incomodar a Gran Bretaña con la denominada cuestión del azufre: Desde 1816 existía entre Londres y Nápoles un tratado de comercio y rápidamente los mercaderes ingleses se aprovecharon para obtener casi toda la producción de azufre de la isla. Compraban barato y lo vendían a precios altísimos. Entonces Fernando II, tratando de aprovechar al máximo los beneficios debidos a sus materias primas, le concedió el comercio del azufre a una sociedad francesa que pagaba el doble que los ingleses.[74]
Como consecuencia de dicha concesión las relaciones de los británicos con las Dos Sicilias fueron cada vez más peores, llegando al uso de la fuerza. Palmerston mandó la flota inglesa al Golfo de Nápoles amenazando con bombardeos y desembarcos. Fernando II ordenó el estado de alarma en fuertes costeros y desplazó las tropas a los posibles lugares de desembarco. Parecía que la guerra era inminente pero como Austria había negado su apoyo al reino meridional, se realizó un tratado: se canceló el contrato con la sociedad francesa y el Reino de las Dos Sicilias debió pagar por las pérdidas de los ingleses, cuando el contrato era con los franceses. El que perdió fue el reino napolitano, pero Inglaterra tomó este acontecimiento como una suprema indignación[75]
Otra actividad importante era la explotación de las salinas para la producción de sal, tanto de uso alimenticio como industrial. Las salinas más grandes se encontraban en Sicilia, en las cuales se producían unas 110.000 toneladas de sal por año.[76] También eran notables las salinas pugliesas, las preferidas del rey Fernando II, que fundó varias villas agrícolas en la zona, distribuyendo gratuitamente terrenos y capitales a los trabajadores.[77]
Arte y Cultura
El el Siglo XVIII, bajo el impulso de los reyes borbónicos, se produjo un renacimiento cultural en Nápoles después de varios siglos de dominación extranjera. Nápoles era uno de los centros culturales más importantes de Europa y difusora de las ideas de la Ilustración, tan sólo superada por París. Nápoles fue la cuna de grandes personalidades de la cultura como Giambattista Vico, uno de los pensadores más importantes de la época; y Gaetano Filangieri, importante jurista cuya obra La Ciencia de la Legislación fue inspiradora del Código Napoleónico y la Constitución estadounidense.[78]
Educación
El reino de las Dos Sicilias tenía cuatro universidades: la de Nápoles, fundada por el emperador Federico II en 1224, las de Messina y Catania, y la de Palermo, la más reciente y fundada por el rey Fernando I de las Dos Sicilias. Comparando con otros estados italianos preunitarios, las Dos Sicilias estaban a la vanguardia de la educación superior. Por ejemplo, la primera universidad en Milán se creó en el 1863, ya en el Reino de Italia. En el 1860, el número de egresados meridionales era mayor que el de todo el resto de Italia (16.000 meridionales por 9.000 del resto de Italia). En las casas editoras napolitanas se imprimían el 55% de los libros de Italia.[79]
En Nápoles se instauró la primera cátedra universitaria de economía política del mundo en 1754. La facultad de jurisprudencia fue la que desarrolló el primer código marítimo y código militar de Italia. Con respecto a la geología, en Nápoles se fundó el observatorio sismológico Vesuviano, el primero del mundo. Con respecto a la astronomía, en Palermo, en 1801, Giuseppe Piazzi descubrió el primer planeta enano, el más pequeño de todos, que se encuentra entre Marte y Júpiter. Lo denominó Ceres Ferdinandea, y hasta 2006 se consideró un asteroide.
Pero la educación universitaria era sólo para las clases privilegiadas. Con respecto a la educación pública, la educación primaria era pobre. Si bien el Rey Fernando I creó numerosas escuelas gratuitas, el pueblo del interior del reino priorizaba el trabajo agropecuario de los campesinos sobre la instrucción en las escuelas. Cabe aclarar que en las Dos Sicilias sólo el 10% de los campesinos estaba alfabetizado.
Arte
La Nápoles borbónica era una de las capitales del arte mundial, principalmente de la música. En Nápoles, en la segunda mitad del siglo XVIII se había dado origen a un nuevo estilo de ópera, la Opera buffa, que tuvo impacto en Italia y en toda Europa. Nápoles contaba con el teatro lírico más antiguo del mundo, el Teatro San Carlo, inaugurado en 1737.[80] Este teatro era uno de los más importantes de Italia y fue cuna de grandes compositores meridionales como Alessandro Scarlatti, Giovanni Battista Pergolesi, Saverio Mercadante, Domenico Cimarosa, y Giovanni Paisiello entre otros. Entre los grandes compositores italianos que compusieron para el teatro se encuentran Rossini, Bellini y Donizetti.
También en Nápoles florecieron otras disciplinas como la pintura, plasmada en la escuela pictórica de Posillippo, y la arquitectura, con formidables testimonios arquitectónicos como los Palacios reales de Nápoles, Caserta y Portici. Importante era también la arqueología: en el reinado de Carlos III se realizaron excavaciones en Pompeya y Herculano cuyas piezas fueron expuestas en el Museo Arqueológico.
Salud
El Reino de las Dos Sicilias gozaba de un servicio sanitario mejor que el de los otros estados de Italia. Las Dos Sicilias tenía el porcentaje más alto de médicos por habitantes en Italia. Para 9 millones de habitantes del reino había 9.390 médicos, mientras que en todo el norte, para 13 millones de habitantes había sólo 7.087 médicos.[81]
Este reino tenía la mortalidad infantil más baja, mientras que las cifras más altas se registraban en Lombardía, Piamonte y en Emilia Romagna. En el año 1821, una ley obligó a los progenitores a vacunar a sus hijos contra la viruela. Hasta el año 1859 no se incorporó esta ley en el Reino de Piamonte-Cerdeña.
En el 1782 se realizó la primera intervención en Italia de profilaxis contra la tuberculosis. En el año 1847, había 22 hospitales en las Dos Sicilias. El de San Leucio fue el primero gratuito en 1789. También tuvo la primera clínica ortopédica de Italia y el hospital Real Morotrofio de Aversa fue el primero de psiquiatría, y el primero en Europa en eliminar la utilización de cepos para los enfermos.[82]
Estudio Heráldico del Escudo
El escudo de Armas del Reino de las Dos Sicilias se compone por un escudo central oval formado por 19 partes que representan otras zonas de Europa. Por encima se encuentra la corona real borbónica y está rodeado por seis collares que representan las órdenes caballerescas: la Orden de San Gennaro, la de San Jorge, la del Toisón de Oro, la Orden del Espíritu Santo y la Orden de Carlos III.
Himno
El himno nacional de las Dos Sicilias se llamaba Inno al Re (Himno al Rey) y fue compuesto por el célebre músico tarentino Giovanni Paisiello. El nombre Fernando variaba según el rey del momento y la frase Dios lo salve a su doble trono de sus padres hace referencia a los dos antiguos reinos de Nápoles y Sicilia
Las palabras del himno son las siguientes:
- Letra
- Iddio conservi il Re
- per lunga e lunga età
- come nel cor ci sta
- viva Fernando il Re!
-
- Iddio lo serbi al duplice
- trono dei Padri suoi
- Iddio lo serbi a noi!
- viva Fernando il Re!
- Traducción
- Dios conserve al rey
- por mucho mucho tiempo
- como está en nuestros corazones
- Viva Fernando el Rey!
-
- Dios lo salve a su doble
- trono de sus padres
- Dios lo salve para nosotros
- Viva Fernando el Rey!
Véase también
Referencias
- ↑ il portale del sud
- ↑ reggiadicaserta.org
- ↑ I primati del regno delle Due Sicilie - Realcasadiborbone.it
- ↑ [http://www.realcasadiborbone.it/ita/archiviostorico/cs_05a.htm Il Cardinale Ruffo e le insorgenze filoborboniche - Realcasadiborbone.it]
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- ↑ Real casa de Borbón de las Dos Sicilias
- ↑ Sicilia Online
- ↑ Silverio Corvisieri, “All’isola di Ponza”, Il Mare,1985
- ↑ Walter Maturi, “ La politica estera napoletana dal 1815 al 1820”, in Rivista storica italiana, serie V, 30 de junio de 1939, vol.IV, pag.247 riportato da Silverio Corvisieri, op. cit.
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Bibliografía
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- Ressa Giuseppe, Il sud e l'unitá, 2003
- Topa Michele, Così finirono i Borbone di Napoli, Fratelli Fiorentino, 1990
Enlaces externos
- Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias
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- Associazione culturale neoborbonica
- Casa Editoriale Il Giglio
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- La Voce di Megaride
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