Historia de la Marina de Guerra del Perú

Historia de la Marina de Guerra del Perú

La historia de la Marina de Guerra del Perú está fuertemente entrelazada con la historia republicana, con antecedentes desde la época virreinal.

Contenido

Antecedentes

Artículo principal: Antecedentes navales del Perú

Época virreinal

El antecedente inmediato de la Marina de Guerra del Perú, viene a ser la Real Armada Española, que durante el virreinato protegía los intereses españoles en los mares y puertos, con lo cual le correspondió al Callao, como primer puerto de la costa del Pacífico sudamericano, el control de las rutas marítimas en el Pacífico; y para ello fue creada en 1580, la Armada del Mar del Sur, destinada a ejercer el dominio efectivo sobre aquel vasto espacio marítimo.

Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XVIII, se dio una nueva organización para las fuerzas navales presentes en el Perú, tomando como lugar de establecimiento el Callao, donde se creó una Capitanía de Puerto, entidad que pasó a ejercer el control marítimo y naval del área. Al mismo tiempo, también se estableció la Real Academia de Náutica de Lima; el Departamento Marítimo del Callao, con capitanías de puerto subordinadas en Valparaíso, Concepción y Guayaquil; el Hospital Naval de Bellavista, que funcionó hasta bien entrado el siglo XX y varios otros establecimientos.

Todo este proceso sentaría las bases materiales y humanas sobre las cuales surgiría la institución naval peruana, como elemento necesario para hacer respetar el incipiente estado que comenzó a formarse a partir de julio de 1821.

La independencia y la Marina de Guerra del Perú

Durante la época de la independencia, el mar fue el camino por el cual las fuerzas libertadoras llegaron a territorio peruano y pusieron en jaque a las fuerzas realistas. El planeamiento de esta operación marítima tuvo sus antecedentes algunos años antes, y buscaba mantener la independencia lograda en Argentina y Chile, intentando hacer lo propio en el Alto y Bajo Perú.

Ya desde 1816, corsarios argentinos y chilenos habían realizado varias incursiones contra puertos peruanos, y en 1819 el Almirante Thomas Cochrane, marino británico al servicio de la causa libertaria, efectuó dos expediciones sobre la costa peruana atacando exitosamente al puerto del Callao, logrando prácticamente con ello neutralizar las fuerzas navales realistas. Así en Chile, y al mando de José de San Martín, se constituyó una Expedición Libertadora, cuya escuadra, al mando de Cochrane, estaba conformada por ocho buques de guerra y 18 transportes que llevaban a bordo unos 4.500 soldados. Iniciándose la más importante campaña realizada hasta entonces en aguas del Pacífico sudamericano.

Esta fuerza naval zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de 1820, y arribó a la bahía de Paracas, al sur de Lima, el 7 de septiembre, desembarcando el 8 e iniciando sus operaciones terrestres al despacharse una columna del ejército patriota hacia el interior del país (al sur hacia Ica y al norte hacia Chincha y Cañete). Fracasadas las Conferencias de Miraflores, el cuerpo principal de este ejército expedicionario se desplazó el 26 de octubre de 1820 por mar hacia el norte de Lima, estableciendo su base de operaciones en la ciudad de Huaura. Desde allí se lograría que los realistas abandonaran la capital el 6 de julio de 1821, para luego ingresar San Martín con su ejército y ocupar la ciudad, en donde se proclamó la independencia del Perú el 28 del mismo mes. Sin embargo, a pesar que la capital se hallaba en manos de las fuerzas patriotas, ello no ocurría con el puerto del Callao, que aún hasta septiembre hubo de permanecer bajo dominio realista.

En lo que respecta al establecimiento de la institución naval de la República del Perú, el gobierno constituido bajo el protectorado del general San Martín, encargó al capitán de navío Martin George Guisse, de origen británico, la tarea de organizar una marina de guerra, nombrándolo como su primer Comandante General. La naciente Armada, heredó el establecimiento terrestre y portuario del Departamento Marítimo del Callao, adoptando las ordenanzas navales españolas, excepto para lo que refiere a las normas disciplinarias a bordo, que fueron las británicas.

La primera nave en enarbolar el pabellón nacional fue la goleta “Sacramento”, capturada el 17 de marzo de 1821 por los hermanos Victoriano y Andrés Cárcamo, y rebautizada “Castelli”. En septiembre se incorporaron los bergantines “Belgrano” y “Balcarce”, que habían servido a la causa realista bajo el nombre de “Guerrero” y “Pezuela”. En noviembre se sumó a la escuadra la corbetaLimeña”; a principios de 1822 lo hizo la goleta “Macedonia” y luego la de igual clase “Cruz”, el bergantín “Coronel Spano” y finalmente la fragataProtector”, que había servido al rey bajo el nombre de “Prueba”.

La función inicial de la Armada Peruana fue bloquear los puertos del sur, zona aún ocupada por los realistas y sobre la cual San Martín había concebido una operación que se inició el 15 de octubre de 1821, enviando a la corbetaLimeña” y a los bergantines “Balcarce” y “Belgrano” para establecer el control de la costa entre Cobija y Nasca. Sin embargo, dichos buques no se daban abasto para cumplir la misión, a lo que se sumó el desconocimiento del bloqueo por parte de naves extranjeras lo que dificultó la tarea encomendada. En el entretanto, a finales de 1821, se había realizado la denominada Primera Expedición a Puertos Intermedios, capturando la escuadra peruana el puerto de Arica.

En 1823, el gobierno de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete encargó el mando de la Armada al capitán de navío José Pascual de Vivero, secundado por Guise al frente de la escuadra, quien ostentaba ya el grado de contralmirante. Ambos se encargaron de planificar la Segunda Expedición a Puertos Intermedios. Posteriormente, en febrero de 1824, el Callao fue retomado por fuerzas realistas, lo que conllevó a extender el bloqueo hacia el puerto de Chancay. La escuadra peruana, mantuvo un largo bloqueo en el Callao por espacio de casi dos años, lapso en el cual se produjeron varias incursiones y un enfrentamiento con la escuadra realista. Aunque las hostilidades cesaron con la capitulación española tras el triunfo del ejército patriota en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, aún quedaría en el Castillo del Real Felipe un puñado de realistas al mando del general español Ramón Rodil, quien finalmente desistiría de su resistencia en enero de 1826, al rendirse a las fuerzas patriotas, desapareciendo con ello los últimos vestigios de la dominación española en el Perú.

La primera etapa republicana.

La guerra con la Gran Colombia (1828-1829).

El primer conflicto internacional al que la naciente República del Perú hubo de enfrentar, fue contra la Gran Colombia, debido a la Invasión peruana de Bolivia Colombia declaro la guerra al Perú el 20 de junio de 1828.

La declaratoria de guerra de la Grancolombia se dió el 3 de julio de 1828. En lo que a la campaña naval respecta, el primer encuentro de este conflicto se produjo en agosto de 1828, cuando a la corbeta “Libertad”, al mando del capitán de corbeta Carlos García del Postigo, se hallaba en aguas internacionales frente al Golfo de Guayaquil, con la finalidad de controlar e interceptar las naves que entrasen o saliesen de ese puerto. El 31 de agosto de 1828, las naves colombianasPichincha” y “Guayaquileña” atacaron a la corbeta peruana frente a Punta Malpelo, siendo rechazadas y obligadas a retirarse con grandes pérdidas a bordo.

Luego, las fuerzas peruanas establecieron el bloqueo en Guayaquil y sobre la costa grancolombiana desde Tumbes hasta Panamá. La escuadra peruana, al mando del vicealmirante Jorge Martín Guise, se dirigió a Guayaquil y realizó diversas incursiones antes de atacar las defensas de esa ciudad ribereña, los días 22 al 24 de noviembre de 1828. En dicha acción se logró batir las defensas a flote y silenciar buena parte de la artillería enemiga, pero la noche del 23 al 24, la fragata “Presidente” encalló y los defensores aprovecharon la situación para atacar. Al amanecer, con el repunte del río, la fragata volvió a ponerse a flote, pero el último tiro enemigo dio de lleno en el vicealmirante Guise, que falleció poco después. El mando de la escuadra fue asumido por el teniente primero José Boterín, quien continuó el asedio sobre la plaza enemiga, la que finalmente se rindió el 19 de enero de 1829. Luego de esta acción la corbeta “Arequipeña” y el bergantín “Congreso” incursionaron sobre Panamá, logrando rescatar una de las naves mercantes capturadas por los colombianos. Guayaquil permanecería ocupado por fuerzas peruanas hasta el 21 de julio de 1829. Este conflicto concluiría tras la firma del Armisticio de Piura suscrito el 10 de julio del mismo año; pero aún quedaría pendiente la situación fronteriza.

La guerra entre la Confederación Peruano-Boliviana y el ejército restaurador Perú-Chile (1836-1839)

Con la intervención del libertador Bolivar, en 1826 se consuma la separación del Bajo Perú y el Alto Perú, este último luego adoptaría el nombre de Bolivia. Años más tarde, surgiría un proyecto político ambicioso, cuyo propulsor principal fue el mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz, que propugnaba la creación de un estado confederado sobre la base de ambos territorios, históricamente unidos por diversos lazos, especialmente étnicos, culturales y económicos. Luego de un intenso periodo de crisis política, la Confederación quedó establecida en 1836.

La conformación de esta nueva nación, tuvo importante acogida en los departamentos del sur peruano al poder beneficiarse del libre comercio, pero en cambio no fue bien recibida por la élite limeña y del norte peruano, que tradicionalmente habían mantenido un intercambio comercial cerrado con Chile, país que a su vez vio a esta confederación como una amenaza para sus intereses económicos.

Las acciones navales por parte de la Armada de Chile no se hicieron esperar: el 21 de agosto de 1836 arribó al Callao el bergantín de guerra chilenoAquiles”, en lo que se suponía una visita de buena voluntad. Sin embargo, aprovechando el estado de desarme en que se encontraban los buques de guerra peruanos en el fondeadero, por las luchas internas de los años precedentes, esa misma noche llevó a cabo un sorpresivo ataque que le permitió capturar a la barca “Santa Cruz”, el bergantín “Arequipeño” y la corbeta “Peruviana”.

Por su parte, el gobierno chileno y los peruanos opositores de la Confederación prepararon una expedición que al mando del almirante Manuel Blanco Encalada desembarcó en el sur del Perú y avanzó sobre Arequipa. Tras permanecer en esa ciudad durante más tiempo la fuerza expedicionaria de Blanco Encalada fue obligada a rendirse, por el mariscal Santa Cruz, firmando el Tratado de Paucarpata, el 17 de noviembre de 1837 y reembarcándose con destino a su país. El tratado fue posteriormente repudiado por el gobierno chileno, que envió un escuadrón compuesto por cinco buques de guerra al mando del marino británico Robert Simpson para hostigar la costa peruana. A estas naves le salió al encuentro en las afueras del puerto peruano de Islay un escuadrón peruano formado por la corbeta “Socabaya” y los bergantines “Junín” y “Fundador” a órdenes del capitán de fragata Juan José Panizo. Simpson intentó destruir esa fuerza naval el 12 de enero de 1838, pero Panizo logró maniobrar inteligentemente durante varias horas logrando poner a salvo a sus naves ante un enemigo superior en número y fuerza. Aquella acción, es conocida como el Combate naval de Islay. El 17 de agosto de 1838, es capturada en el Callao, la Corbeta Socabaya por el Comandante chileno Carlos García del Postigo Bulnes.

Sin embargo a lo largo del año, Chile logró obtener el control del mar, y en septiembre estuvo en condiciones de despachar una nueva expedición restauradora con 5.400 soldados al mando del general Manuel Bulnes Prieto. Las fuerzas de Bulnes, reforzadas por los peruanos opositores a Santa Cruz, entre los cuales estaban Agustín Gamarra y Ramón Castilla, lograron derrotar a Orbegoso, en agosto; y luego a Santa Cruz en la decisiva batalla de Yungay, el 20 de enero de 1839. Ocho días antes, el 12 de enero de 1839, el escuadrón naval chileno al mando de Simpson y algunos buques que habían transportado a la expedición restauradora fueron atacados en el puerto de Casma por la escuadra confederada formada por la corbeta “Esmond”, la barca “Mexicana”, el bergantín “Arequipeño” y la goleta “Perú”, bajo las órdenes del marino francés Juan Blanchet. La acción duró varias horas, falleciendo Blanchet y perdiéndose el “Arequipeño”, pero causando considerables pérdidas a las naves chilenas. En lo que respecta a la Confederación, luego de la retirada y dimisión de Santa Cruz tras la derrota de los confederados frente a las tropas restauradoras en la batalla de Yungay, su existencia concluyó con su disolución, dando paso a un gobierno restaurador al mando de Agustín Gamarra.

La guerra con Bolivia 1841

En 1839, el Perú sólo tiene un navío de guerra, el pailebot Vigilante, de 79 toneladas de desplazamiento, con un cañón por todo armamento. Poco después, se adquieren nuevos buques y cuando el Perú comienza a mejorar su situación, estalla de nuevo la guerra en el sur. Invadida Bolivia, el mariscal Agustín Gamarra muere en la sangrienta batalla de Ingavi, librada a fines de 1841 en territorio boliviano. En junio se celebra la paz con Bolivia por el Tratado de Puno, pero se enciende la guerra civil. El general Francisco Vidal, segundo vicepresidente del Consejo de Estado, ejerce el poder desde la muerte del mariscal Gamarra en Ingavi. En el mar la barca Limeña y la corbeta Yungay se baten a la vista de Paita. En noviembre el general Vidal, que ejerce el mando supremo como jefe del Poder Ejecutivo, después de derrotar a Juan Crisóstomo Torrico, el 17 de octubre, en la batalla de Agua Santa, cerca de Pisco.

La introducción de la propulsión a vapor y el surgimiento del Perú como potencia naval en Sudamérica.

La explotación en gran escala de los depósitos de guano de la costa peruana facilitó la estabilización de los gobiernos peruanos desde fines de los años cuarenta hasta principio de los años setenta del siglo XIX. Entre los que más atención brindó a la Marina en ese período figuran el Mariscal Ramón Castilla y Marquezado y el General José Rufino Echenique, quienes propiciaron convertir al Perú en una potencia naval a través de un agresivo programa de adquisiciones.

Entre dichas naves merecen destacarse la fragata “Mercedes”, que fue la primera nave de guerra que adquirió Castilla, y luego el “BAP Rímac”, primer buque de guerra a vapor en aguas sudamericanas, construido en Estados Unidos de América y que arribó al Callao el 27 de julio de 1848. Las fragatas “BAP Apurímac” y “BAP Amazonas”, fueron encargadas a Inglaterra en la década siguiente. También se adquirieron otras naves de guerra y transportes, al punto que la escuadra peruana llegó a ser la más importante en Sudamérica en esos años.

Sin embargo, un hecho lamentable, vistió de luto a la armada, cuando la fragata “Mercedes” naufragó frente a Casma el 2 de mayo de 1854. Aquel terrible accidente, que costó la vida de más de 800 personas, dejó una magnífica lección de valor más allá del cumplimiento del deber, cuando el comandante, capitán de navío AP Juan Noël prefirió hundirse con su nave antes de abandonarla en tan difícil trance y con gran cantidad de gente que aún permanecía a bordo.

Intervención naval peruana armada en el puerto de San Francisco de 1848

El tráfico de naves mercantes entre el Perú y Estados Unidos de América, siempre fue fluido desde la independencia del Perú. En la década de los años 1840, se desató en el oeste californiano, la fiebre del oro, que atrajo a toda suerte de aventureros, desempleados, sub empleados e incluso a las tripulaciones de los buques que hacían el tráfico comercial con Estados Unidos desde todas partes del mundo, entre ellas, las del Perú.

En 1848, en el puerto de San Francisco se encontraban varias naves mercantes peruanas sin tripulaciones, quienes habían abandonado sus buques atraídos por la fiebre del oro; por lo cual, ante la solicitud de los propietarios, el gobierno peruano envió al puerto estadounidense de San Francisco al bergantín BAPGeneral Gamarra”, al mando del capitán de fragata José María Silva Rodríguez, con el fin de cautelar los intereses navales peruanos hasta que se diera solución al problema de las tripulaciones de las naves mercantes ubicadas allí. En dicho puerto el bergantín permaneció diez meses.

Durante su estadía en ese puerto, se produjo un gran desorden en tierra que las autoridades locales no pudieron sofocar, debiendo solicitar ayuda a los buques de guerra extranjeros en el puerto, entre ellos la nave de guerra peruana. Ante tal solicitud, el comandante Silva Rodríguez decidió desembarcar con parte de la marinería armada, para ponerse a órdenes de las autoridades locales, lograron finalmente restablecer el orden público en la ciudad de San Francisco.

De este modo el Perú tomó parte en la primera y única intervención armada de una fuerza naval foránea en territorio de los Estados Unidos de América.

El viaje alrededor del mundo de la fragata “Amazonas”.

El 25 de octubre de 1856 la fragataBAP Amazonas”, al mando del capitán de navío AP José Boterín, zarpó del Callao en demanda de Hong Kong para realizar algunos trabajos urgentes en el dique de ese puerto. Al arribar a su destino, se halló con la sorpresa que había estallado la Segunda Guerra del Opio, motivándolo a dirigirse a Calcuta, donde efectuó las reparaciones que necesitaba. Durante su estada en dicho puerto fallecieron varios de los tripulantes de la fragata, víctimas del cólera. De allí pasó a Londres, donde Boterín fue reemplazado por el capitán de corbeta AP Francisco Sanz, y se completó el armamento de la fragata. Finalmente, el “BAP Amazonas” zarpó de Londres arribando al Callao el 28 de mayo de 1858, luego de haber completado la primera vuelta al mundo de un vapor de guerra sudamericano, en el que también tomaron parte 17 guardiamarinas.

El Conflicto con el Ecuador (1857-1860)

En 1857, el gobierno ecuatoriano suscribió un convenio para el pago de una deuda con acreedores británicos, dando en concesión territorios amazónicos pertenecientes al Perú. La protesta peruana fue unánime y el presidente Castilla ordenó el bloqueo del Golfo de Guayaquil, el mismo que fue llevado a cabo por una escuadra al mando del contralmirante Ignacio Mariátegui. El bloqueo se inició el 4 de noviembre de 1858, y habría de durar más de un año, lapso durante el cual Ecuador fue víctima de profundas luchas internas que llevaron al Presidente Castilla a decidir la ocupación del puerto de Guayaquil, desembarcando fuerzas peruanas en ese puerto a mediados de noviembre de 1859. El 25 de enero de 1860 se firmó el Tratado de Mapasingue, que dio por terminado el conflicto.

El Conflicto con España (1864-1866).

Artículo principal: Guerra Hispano-Sudamericana

Después de la batalla de Ayacucho, todos los países hispanoamericanos, excepto el Perú, habían firmado tratados de paz con España, mediante los cuales esta nación reconocía su independencia. Ello no había sido obstáculo para que se produjeran diversos actos de buena voluntad entre Perú y España, pero ciertamente no existían relaciones oficiales.

En ese contexto, a mediados de 1863 se presentó en el Pacífico una escuadrilla española compuesta por las fragatas de hélice Resolución y Nuestra Señora del Triunfo, así como por la goleta Covadonga, que llevaba a bordo una Expedición Científica con el propósito de estudiar las antiguas posesiones españolas. En esas circunstancias se produjo un incidente en la hacienda Talambo, en el que fue muerto un español. El almirante español Luis Hernández Pinzón, protestó ante el gobierno peruano, e incitado por Eusebio Salazar y Mazarredo, cuyo cargo de Comisario Extraordinario para el Perú no había sido reconocido por el gobierno peruano, ocasionó que en represalia, las fuerzas españolas capturaran el 14 de abril de 1864 las islas Chincha, de donde provenía la mayor parte del guano que el Perú exportaba.

Producidos estos hechos, España reforzó su Escuadra del Pacífico con las fragatas Blanca, Berenguela y Villa de Madrid, la goleta “Vencedora” y el blindado Numancia. El gobierno peruano, imposibilitado de hacer frente a tal amenaza, se vio obligado a firmar un tratado conocido como Vivanco-Pareja, que ponía fin al conflicto pero que fue prontamente rechazado por la nación. El coronel EP Mariano Ignacio Prado se levantó en Arequipa y tras casi un año de guerra civil logró hacerse del poder, repudiando el referido tratado y reiniciando las hostilidades. Previamente se había firmado un acuerdo con Chile, al que se sumaron Bolivia y Ecuador, de modo de actuar unidos contra España y neutralizar cualquier intento de restablecer su dominio en América.

Combate naval de Abtao

En aquellos momentos la escuadra peruana no contaba con naves capaces de enfrentarse directamente con la poderosa fuerza naval española, dado que aún se hallaban en construcción en Inglaterra el monitor Huáscar y la fragata “BAP Independencia”. Fue por ello que se envió a las cuatro naves principales al sur de Chile, donde debían aguardar el arribo de los dos nuevos blindados para actuar luego en conjunto contra la fuerza enemiga. Tres de estas naves, la fragata “BAP Apurímac” y las corbetas “BAP Unión” y “BAP América”, de reciente adquisición en Francia, tomaron parte en el combate naval de Abtao ocurrido el 7 de febrero de 1866 en el canal de Challahué, formando entre la isla Abtao y el continente. También se encontraba en aquella oportunidad la goleta chilena “Covadonga, conformando todas estas naves la denominada Escuadra Aliada, bajo el mando del capitán de navío peruano Manuel Villar, reemplazante del comandante chileno del apostadero, capitán de navío Juan Williams Rebolledo, quien había partido el 5 de febrero en la corbeta "Esmeralda", a Ancud en procura de víveres y carbón para las corbetas "Unión" y "América", que el día anterior habían arribado desde el norte luego de una larga travesía.

Las naves aliadas rechazaron en forma brillante el ataque de las fragatas españolas “Villa de Madrid” y “Blanca”, combatiendo durante varias horas hasta que las naves enemigas optaron por retirarse.

Después de este infructuoso intento de doblegar a las fuerzas aliadas, el jefe naval español brigadier Casto Méndez Núñez, replanteó su accionar, optando por la de bombardear el puerto chileno de Valparaíso, y luego el del Callao. El primero ocurrió el 31 de marzo de 1866, no hallando resistencia por parte de su población. Con este antecedente el Callao corría un peligro inminente. Aún se tenía esperanzas del pronto arribo de los blindados “Huáscar” e “Independencia”, ambos con poderosa artillería, pero no obstante ello, el gobierno dispuso la organización de las defensas necesarias a cargo de la Marina y del Ejército, instalándose 50 cañones agrupados en varias baterías, incluyendo una dirigida a la zona conocida como la "Mar Brava" en previsión de un ataque por retaguardia. La movilización de hombres fue total. Al lado de los adultos, se alistaron para la lucha niños y ancianos. También los extranjeros intervinieron, formando las famosas brigadas de bomberos, pues se temía el incendio del puerto, y los puestos asistenciales para socorrer a los heridos.

Ante la ausencia de las naves más importantes que aún se hallaban en el sur, las que permanecieron en el Callao fueron ubicadas al centro de la zona de defensiva del puerto cerca del muelle, cubriendo el espacio poblado de la ciudad, donde no había baterías. Esta fuerza naval se hallaba conformada por el vapor “BAP Tumbes” de sólo 250 tons armado con dos cañones rayados, al mando del capitán de navío Lizardo Montero Flores, como Comandante General; el “BAP Loa” convertido en un pequeño acorazado, con dos cañones: uno a proa y otro a popa; el “BAP Victoria”, con ariete y un solo cañón de torre giratoria, y los pequeños barcos “BAP Sachaca” y “BAP Colón”, con algunas piezas de artillería. Las defensas del puerto estaban dirigidas por el propio presidente Mariano Ignacio Prado, hábilmente secundado por su ministro de Guerra José Gálvez, quien moriría durante las acciones.

Combate naval del 2 de mayo

La escuadra española fondeada frente a San Lorenzo desde el 26 de abril bajo el mando del Brigadier Casto Méndez Núñez, se hallaba conformada por tres divisiones portando alrededor de 300 piezas de artillería. La primera división, compuesta por las fragatas “Numancia”, “Blanca”, y “Resolución” fueron destinadas a batir el sector sur del puerto; la segunda división la integraba la “Villa de Madrid”, y la “Berenguela”, debiendo enfrentar los fuertes del norte; mientras que la tercera compuesta por la “Almansa” y la “Vencedora”, debían hacerse cargo de batir a las naves peruanas y de las defensas ubicadas en la zona central del puerto. Apoyaban a estas tres divisiones los buques auxiliares “Marqués de la Victoria”, “Matías Cousiño” y “Paquete de Maule.

Entonces, el 2 de mayo día establecido por los españoles para bombardear al Callao, pasado el mediodía, la fragata española “Numancia” de 7.000 tn, que enarbolaba la insignia de Méndez Núñez, hizo los primeros disparos, generalizándose de inmediato el fuego por ambas partes prolongándose el combate hasta las 17, cuando todos los buques españoles ya habían abandonado la línea de ataque con averías de diversa magnitud, y con muertos y heridos a bordo, incluido el brigadier Méndez Núñez. El intercambio de artillería fue intenso por ambos lados, y en el fragor del combate las defensas peruanas experimentaron un rudo golpe en la torre de La Merced, cuando a consecuencia de una explosión, voló por los aires el polvorín de la torre, con la lamentable pérdida de todos los que allí se encontraban, incluyendo al Ministro de Guerra y Marina, don José Gálvez, quien desde allí había dirigido el combate. Por su parte, la pequeña fuerza naval peruana, al mando del Lizardo Montero, se aproximó en dos oportunidades a atacar a los buques enemigos, y fueron los artilleros del “Tumbes” los que hicieron los últimos disparos de aquella larga y gloriosa jornada.

El final de esta infructuosa aventura española sobre costas sudamericanas no se hizo esperar, puesto que luego que los buques españoles se retiraran a la isla San Lorenzo para enterrar a sus muertos y reparar los daños recibidos, el 10 de mayo zarparon en forma definitiva de costas peruanas.

Al mes siguiente, el “Huáscar” y la “Independencia” se incorporaron a la escuadra aliada en Huito, pasando luego a Valparaíso. Mientras tanto, el gobierno peruano comenzó a hacer planes para realizar operaciones ofensivas contra España, considerando seriamente la posibilidad de atacar Filipinas. Para ello contrató al comodoro William Tucker, quien se había distinguido en la Guerra Civil estadounidense peleando por los estados confederados, nombrándolo comandante general de la Escuadra. Cuando el referido jefe arribó a Valparaíso, donde se encontraba el grueso de la escuadra, los comandantes de los buques y un considerable número de oficiales consideraron que tal nombramiento era ofensivo a la capacidad profesional que los peruanos habían demostrado. Esta situación dio origen al llamado "Incidente Tucker", en el cual un grupo de destacados oficiales navales fue enjuiciado por desobediencia. Tal acusación no prosperó, como tampoco prosperó la idea de atacar Filipinas. Tucker se vio obligado a renunciar, asumiendo, el mando de la Comisión Hidrográfica del Amazonas, donde llevó a cabo una importante labor.

Combate naval de Pacocha

Artículo Principal: Sublevación del Huáscar en 1877 El 6 de mayo de 1877, un grupo de partidarios de Nicolás de Piérola a bordo del “Huáscar” en el Callao, alzándose en contra del gobierno del presidente Mariano Ignacio Prado. Éste reaccionó declarando al buque fuera de la ley y ofreciendo recompensa a quien lo capturase o destruyese.

Al mando del capitán de navío Luis Germán Astete, el monitor Huáscar se hizo a la mar dirigiéndose al sur para embarcar al caudillo. En dicha travesía se detuvo a varios buques británicos, quebrantando la ley internacional. Esto último motivó al contralmirante Alghernon M. De Horsey, comandante en jefe de la Estación Naval Británica en el Pacífico, a intervenir en el asunto. Con la fragata “Shah” y la corbeta “Amethyst”, buscó al monitor “Huáscar” y lo encontró el 29 de mayo de 1877, frente a Pacocha. El almirante inglés intimó rendición al comandante peruano Luis Germán Astete, quien se rehusó a rendir su nave y se preparó para combatir afirmando el pabellón peruano. La acción se llevó a cabo durante varias horas, en que los buques británicos pese a su gran ventaja artillera no pudieron rendir al monitor, que respondió el fuego y maniobró con una habilidad, evadiendo no sólo los disparos enemigos, sino también un torpedo autopropulsado que los británicos hicieron uso por primera vez en la historia. Habiendo fracasado en su intento, las naves británicas se retiraron del escenario, mientras que el “Huáscar” se entregó a las autoridades nacionales al día siguiente.

Ocaso del poderío naval peruano.

El conflicto con España llevó a que el gobierno procurara incrementar el poder naval peruano, aun cuando no siempre con acierto, como fue el caso de la adquisición de los monitores “BAP Manco Cápac” y “BAP Atahualpa”. Adquiridos en Estados Unidos de América, ambos buques fueron remolcados desde Nueva Orleans hasta el Callao en una épica travesía que, demandó más de un año (enero de 1869 - mayo de 1870) la que no estuvo exenta de dificultades.

A principios de los años setenta, el Perú comenzó a sentir los efectos de una profunda crisis fiscal, acelerada por el excesivo gasto en que se había incurrido sobre la base de comprometer los ingresos del guano. Fue por ello que no se pudo reaccionar con firmeza ante el crecimiento del poder naval chileno, que con la construcción de dos blindados, “Cochrane” y “Blanco Encalada”, pasó a tener la flota más poderosa en el Pacífico sudamericano. Ante ello el Perú solo pudo incorporar a la escuadra a las pequeñas cañoneras “Chanchamayo” y “Pilcomayo”, la primera de las cuales se perdió en 1876, frente a Falsa Punta Aguja. Otra pérdida notable de esos años fue la corbeta “América”, varada a consecuencia del maremoto que azotó el puerto de Arica, el 13 de agosto de 1868. Falleció en dicho trágico accidente el comandante de la nave, capitán de corbeta Mariano de los Reyes Saavedra.

La guerra del Pacífico (1879-1883)

Artículo principal: Guerra del Pacífico

Antecedentes

Las razones de este conflicto pueden ubicarse muy atrás en la historia y que sus raíces profundas pueden remontarse hacia mediados del siglo XVII, cuando la economía chilena se vio reducida a una condición de verdadera dependencia de los precios impuestos por los navieros y comerciantes peruanos. Las luchas por la independencia cambiaron esta relación en provecho de Valparaíso, pero el enorme potencial peruano se mantuvo como una amenaza latente para revertir dicha situación. La clase dirigente chilena cobró temprana conciencia de ello y, mucho más cohesionada y austera que su contraparte peruana, logró sentar las bases de una estabilidad política que conllevó mayor coherencia en sus planes de largo aliento.

El Perú, por su lado, sometido a multitud de disputas internas, no logró cohesionarse frente a objetivos nacionales. Tempranamente como se ha narrado, el mariscal Andrés de Santa Cruz trató de reunificar el Alto y el Bajo Perú, formando la Confederación Peruano-Boliviana. Chile se sintió amenazado por ella e instigó y apoyó a los peruanos que rechazaban a Santa Cruz. Finalmente declaró la guerra y destruyó a la Confederación. Por otro lado, la definición de los límites entre Chile y Bolivia era un problema latente desde los albores republicanos. Sin embargo, la creciente importancia del salitre, explotado mayoritariamente por capitales y mano de obra chilena en el litoral boliviano, motivó que el gobierno boliviano impusiera ciertas medidas económicas que fueron rechazadas por los afectados al violar este un tratado entre ambas partes. El gobierno de Santiago vio en ello un motivo de intervenir militarmente e invadió el litoral boliviano. El Perú, unido a Bolivia a través de un tratado de alianza firmado en 1873, intentó detener la guerra por diversos medios. Sin embargo, la decisión chilena era firme y el Perú se vio forzado a honrar su compromiso e ingresó a la guerra en condiciones de alistamiento realmente lamentables.

El Ejército estaba bastante lejos de constituir un aparato militar eficiente, con mandos politizados y una oficialidad surgida al fragor de las revoluciones. Todo ello llevaba a que adoleciera de un sólido espíritu de cuerpo. Por otro lado, la tropa, mayoritariamente serrana, no se sentía totalmente identificada con el concepto de nación peruana, el equipamiento era dispar y en muchos casos obsoletos, y el entrenamiento era prácticamente nulo. Si bien la Armada contaba con un cuerpo de oficiales profesionales, los elevados costos de reposición habían hecho que tuviera una flota anticuada, con unidades que habían llegado a un nivel de deterioro apreciable.

Chile, por su parte, desde principios de la década de 1870 había, invertido considerables sumas en su ejército y armada, habiendo alcanzado un elevado grado de eficacia combativo en ambas ramas. Por otro lado, era claro que la estabilidad política, lograda desde la década de 1830, había contribuido a consolidar un sentido profesional en sus fuerzas armadas que se veía reflejado en la permanencia de sus altos mandos.

La armada chilena contaba con dos blindados muy superiores a los peruanos, tanto en poder de fuego como en coraza. La infantería había homogeneizado su armamento con los fusiles tipo Grass y Comblain, ambos con un mismo tipo de munición. La artillería era Armstrong y Krupp, de los últimos modelos, y sus sirvientes contaban con carabinas Winchester para su protección. La caballería estaba igualmente dotada con este tipo de carabinas, además de las armas blancas, que les eran usuales.

La escuadra peruana y la escuadra chilena.

Debido a las características del litoral boliviano y del extremo sur peruano, en el que se extiende el desierto de Atacama, y teniendo en cuenta las experiencias de la Guerra de la Independencia y contra la Confederación, Chile conocía que era necesario sortear por mar este territorio para poder trasladar a sus tropas e invadir el territorio peruano. Para ello tendría que lograr el dominio del mar. El Perú, por su parte, también comprendió que esta era la maniobra lógica que adoptaría el enemigo. De ese modo, ambas naciones dieron inicio a la campaña naval como la primera parte de la guerra.

La Escuadra peruana, al mando del capitán de navío Miguel Grau Seminario, estaba conformada por el blindado tipo monitor “Huáscar”, la fragata “Independencia”, los monitores “Manco Cápac” y “Atahualpa”, la corbeta “Unión”, la cañonera “Pilcomayo” y los transportes “Chalaco”, “Oroya”, “Limeña” y “Talismán”. Estos últimos habrían de cumplir una función muy importante durante el conflicto, manteniendo abierta la ruta de abastecimiento peruana con continuos viajes entre el Callao y Panamá, así como a otros puntos del litoral, transportando tropas, pertrechos y municiones, burlando a la poderosa escuadra enemiga.

La Escuadra chilena, al mando del contralmirante Juan Williams Rebolledo, estaba compuesta por los blindados “Blanco Encalada” y “Cochrane”, las corbetas “Chacabuco”, “O'Higgins” y “Esmeralda”, y las cañoneras “Magallanes” y “Covadonga”, además de varios transportes. El balance de poder era favorable a la marina chilena, dado que sus naves, sobre todo los dos blindados, tenían mejor artillería, mayor velocidad y coraza, en comparación a las naves peruanas.

El planteamiento fue muy claro en ambos lados. La escuadra chilena era superior materialmente a la peruana, no sólo en número sino también en la calidad de sus buques. Debía entonces buscarla y destruirla lo más pronto posible. La escuadra peruana, por su parte, dada su inferioridad en medios, debía prolongar lo más posible su presencia como una amenaza efectiva en el mar, no tanto para la escuadra enemiga sino para el tráfico marítimo chileno, entablando combate únicamente cuando estuviera en superioridad de condiciones o cuando éste fuese inevitable. El tiempo que se ganara en ello sería en provecho de la preparación de las defensas en el sur peruano y la adquisición de nuevas naves y armamento.

La campaña naval y el monitor “Huáscar”

La primera acción tuvo lugar apenas siete días después de declarada la guerra, el 12 de abril de 1879, cuando la corbeta “Unión” y la cañonera “Pilcomayo” atacaron y persiguieron a la corbeta chilena “Magallanes” frente a Punta Chipana. Por su parte, la escuadra enemiga bombardeó Mollendo, Pisagua, Mejillones del Perú e Iquique, antes de dirigirse hacia el Callao con el propósito de destruir a la escuadra peruana. Sin embargo, fracasó en este intento debido a que los buques peruanos habían zarpado días antes de su arribo, dirigiéndose a Arica con el Director Supremo de la Guerra, el general EP Mariano Ignacio Prado.

Combate naval de Iquique

Artículo principal: Combate naval de Iquique

El 17 de mayo la flota peruana puso rumbo a Arica, donde desembarcó el Presidente Prado, para dirigir la guerra desde ese puerto. Casi de inmediato fueron despachados a Iquique el monitor “Huáscar” y la fragataIndependencia”, con instrucciones de levantar el bloqueo de ese puerto, sostenido por la corbeta chilena “Esmeralda”, la cañonera “Covadonga”, y el transporte “Lamar”.

El 21 de mayo de 1879 el monitor “Huáscar” al mando del capitán de navío Miguel Grau Seminario, y la “Independencia” al mando del capitán de navío Juan Guillermo More Ruiz, ingresaron a la bahía de Iquique y se enfrentaron a los ya mencionados buques chilenos comandados, respectivamente, por Arturo Prat Chacón ("Esmeralda") y por Carlos Condell de la Haza ("Covadonga"). El transporte “Lamar” hizo bandera norteamericana y huyó rumbo al sur, detrás le sigió la cañonera “Covadonga” evitando un encuentro frontal con la “Independencia” que era una nave de mayor poder. Mientras tanto, el “Huáscar” en Iquique cañoneaba a la “Esmeralda”, buque que maniobró para colocarse delante de la población. Ante esto, el comandante Grau decidió embestir con el espolón, el que hundió contra la corbeta adversaria en tres oportunidades. En la segunda arremetida del blindado el comandante del buque chileno se lanzó al abordaje seguidos de dos marineros, siendo los tres muertos por el fuego de la fusilería peruana. Al segundo espolonazo, otros doce chilenos intentaron emular a su capitán, siendo muertos o dispersos por la defensa peruana.

Grau logró finalmente hundir a la nave adversaria, cuyos sobrevivientes fueron rescatados por los marinos peruanos. En este combate murió el teniente primero Jorge Velarde, primer héroe naval peruano de la contienda.

Mientras tanto, la “Covadonga”, maniobró de manera eficaz provocando que la “Independencia” encallase en Punta Gruesa, aprovechándose de esta situación el capitán Carlos Condell de la Haza aprovecho para atacar al malogrado buque el cual se vio asediado por el embate chileno que solo fue interrumpido hasta la llegada del huáscar que por ser una nave de mayor poder provocó la huida de la embarcación chilena.

Posteriormente Grau, en un gesto de caballerosidad que lo enaltece, y que le ha merecido ser llamado por los propios chilenos que lo combatieron como "El Caballero de los Mares", escribió a Carmela Carvajal viuda de Prat. La viuda del comandante de la “Esmeralda”, muerto en la cubierta del “Huáscar”, recibió de Grau esta carta que conviene reproducir para darnos una idea del grandioso espíritu de este héroe peruano:

"Dignísima señora:

Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a Ud., y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre naves peruanas y chilenas su digno y valeroso esposo, capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue como usted no lo ignorará, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sencillamente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas servirán indudablemente de algún pequeño consuelo en medio de su desgracia, y por eso me he anticipado a remitíselas.

Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro señora, la oportunidad de ofrecerle mis servicios, consideraciones y respeto con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor. Miguel Grau"

La captura del transporte chileno “Rímac”.

Artículo principal: Captura del vapor “Rímac”

En los meses siguientes, el “Huáscar”, prácticamente sólo, mantuvo en jaque a la escuadra rival, incursionando atrevidamente en aguas enemigas, capturando sus naves y atacando los puertos de Antofagasta, Caldera, Coquimbo, Taltal y Tocopilla. Combatió con el “Blanco Encalada” en Ilo, y con el “Abtao”, el “Matías Cousiño” y la “Magallanes” en Antofagasta.

Aquellos seis meses, en que sólo la habilidad de Miguel Grau, logró detener a la flota enemiga, han sido justamente calificados como el milagro de la Campaña Naval de la Guerra del Pacífico por el historiador venezolano Jacinto López en su libro “Historia de la guerra del Guano y el Salitre”.

Una de las acciones más importantes en ese lapso fue la captura del transporte chileno “Rímac”, ocurrido el 23 de julio de 1879. En esa fecha, la “Unión” y el “Huáscar” lograron sorprender al referido transporte enemigo, que llevaba material de guerra y 240 hombres pertenecientes al regimiento de caballería Carabineros de Yungay.

Combate naval de Angamos

Artículo principal: Combate naval de Angamos

La incapacidad de los mandos navales chilenos frente a las continuas incursiones del “Huáscar” al mando del almirante Miguel Grau Seminario, fueron motivo de protestas populares, interpelaciones en el congreso y la censura del gabinete ministerial. Todo ello se agudizó con la captura del transporte “Rímac”, luego de lo cual se produjeron renuncias de ministros y se efectuaron inevitables cambios en las jefaturas del ejército y la escuadra. Los conductores de la guerra, ante la imposibilidad de iniciar la campaña terrestre para invadir el sur peruano, determinaron que el hundimiento del “Huáscar” era prioritario e indispensable para llevar a cabo sus planes.

Una de las primeras medidas fue el relevo del contralmirante Juan Williams Rebolledo en el mando de la Escuadra chilena por el capitán de navío Galvarino Riveros Cárdenas, quien dispuso que sus buques fueran sometidos a reparaciones y carena para limpiar sus fondos y prepararse a dar caza al “Huáscar”. Para dicho propósito, elaboraron un plan para capturarlo, organizando a su escuadra en dos divisiones, la primera, integrada por el “Blanco Encalada”, la “Covadonga” y el “Matías Cousiño”, y la segunda, compuesta por el “Cochrane”, el “Transporte Loa” y la “O'Higgins”. La idea era tenderle un cerco al “Huáscar”, en el área comprendida entre Arica y Antofagasta.

Continuando los acontecimientos, Grau recibió órdenes de zarpar con la “Unión” y el “Rímac” rumbo al sur, con la finalidad de hostigar los puertos chilenos entre Tocopilla y Coquimbo, en tanto que las dos divisiones chilenas habían partido hacia el norte en búsqueda del “Huáscar” llegando a Arica en la mañana del 5 de octubre, no hallando allí a su objetivo.

El “Huáscar” mientras tanto, luego de dejar al “Rímac” en Iquique, arribó en compañía de la “Unión” a la caleta de Sarco. Ahí capturaron a la goleta “Coquimbo”, para posteriormente llegar al puerto del mismo nombre y proseguir hacia el sur, hasta la caleta de Tongoy, localidad cercana al importante puerto de Valparaíso. Cumplido el objetivo de esta expedición, Grau y sus naves iniciaron su retorno a aguas peruanas.

Mientras los barcos peruanos navegaban hacia el norte de regreso, ignoraban los movimientos de los buques chilenos. Las dos divisiones enemigas avanzaban desde diferentes direcciones, en posición abierta, dispuestas a cercar a su objetivo.

Al amanecer del 8 de octubre de 1879, el “Huáscar” fue avistado por la primera división chilena, lo que obligó a Grau a virar hacia el suroeste para luego volver al norte, tratando de dejar atrás a sus enemigos. Poco después, el “Huáscar” y la “Unión” se encontraron con la segunda división chilena frente a Punta Angamos. Al percatarse de que el “Huáscar” no podría evadir el combate por su escaso andar, la “Unión” se abrió paso hacia el norte.

Luego, a las 9:40, siendo inevitable el encuentro, el monitor peruano afianzó su pabellón disparando los cañones de la torre sobre el “Cochrane” a 1 km de distancia. La “Covadonga” y el “Blanco Encalada” en esos momentos se hallaban a una distancia de seis millas con dirección al “Huáscar”, mientras que la “O'Higgins” y el “Loa”, se dirigían a cortar el paso a la “Unión”. El “Cochrane” no contestó inicialmente los disparos, sino que acortó distancias gracias a su mayor velocidad, y cuando estuvo a 200 m por babor del “Huáscar”, hizo sus primeros disparos, perforando el blindaje del casco y dañando el sistema de gobierno.

Diez minutos después un proyectil proveniente también del “Cochrane” impactó en la torre de mando y al estallar hizo volar al contralmirante Miguel Grau y dejó moribundo a su acompañante teniente primero Diego Ferré. Entonces tomó el mando del buque el capitán de corbeta Elías Aguirre Romero, quien continuó el combate con las naves chilenas, hasta que también cayo muerto por un disparo enemigo. Uno tras otro, los oficiales peruanos se fueron sucediendo a cargo de la nave, que recibía una y otra vez los impactos de la artillería chilena, hasta que habiendo recaído el mando en el teniente primero Pedro Gárezon Thomas; este oficial, viendo que ya no era posible continuar la lucha por las condiciones en las que se hallaba el buque, con sus cañones inutilizados, roto su timón, y diezmada su tripulación, dio la orden de abrir las válvulas de fondo para inundar al monitor y de esta forma impedir sea capturado por el enemigo.

A las 10:55 el “Cochrane” y el “Blanco Encalada” suspendieron el cañoneo y al ver que el “Huáscar” pronto se iría a pique, enviaron una dotación armada en lanchas para tomarlo. Cuando los marinos chilenos ingresaron a bordo, el “Huáscar” ya tenía 1,20 m (4 p) de agua y estaba a punto de hundirse por la popa. Con revolver en mano, los oficiales chilenos ordenaron a los maquinistas cerrar las válvulas y posteriormente obligaron a los prisioneros a apagar los fuegos que consumían diversos sectores de la nave. La lucha había concluido, el “Huáscar” capturado, y el mar libre para iniciar la invasión del sur peruano.

Campaña del sur.

El 2 de noviembre la flota chilena se presentó en Pisagua, capturando dicho puerto después de vencer la tenaz resistencia que ofrecieron las defensas peruanas reforzadas por dos batallones bolivianos. El ejército expedicionario chileno se movió rápidamente sobre Iquique, ocupándolo el día 8 tras bombardearlo. Las fuerzas aliadas, bajo el mando del general de división EP Juan Buendía, se enfrentaron a las fuerzas chilenas en San Francisco, el 19 de noviembre de 1879, sufriendo un severo revés que las obligó a replegarse sobre la quebrada de Tarapacá, en donde se produciría una nueva cruenta batalla, en la que los peruanos derrotaron a los invasores y capturaron su artillería. Sin embargo, la falta de municiones impidió que se explotara el triunfo y se debió continuar con el repliegue hacia Arica.

En febrero de 1880 las fuerzas chilenas desembarcaron en Ilo y avanzaron sobre Tacna. El 27 de ese mes tuvo lugar el primer bombardeo a Arica, en el cual el monitor peruano “Manco Cápac”, al mando del capitán de navío José Sánchez Lagomarsino, logró impactar en el “Huáscar”, que había sido reparado matando a su comandante, el capitán de fragata Manuel Thomson Porto Mariño. Por otro lado, las baterías del morro, dirigidas por el capitán de navío More y dotadas por la tripulación de la desafortunada “Independencia”, sostuvieron un duelo artillero con la flota enemiga.

A los pocos días de realizado el combate contra los buques chilenos, éstos, establecieron un bloqueo en Arica, el cual fue audazmente roto dos veces el 17 de marzo por la corbeta “Unión”, al mando del capitán de navío Manuel Antonio Villavisencio Freyre, que llegó a dicho puerto transportando a la lancha torpedera “Alianza” y otros elementos bélicos para la defensa de la plaza. Tras desembarcar ese material bajo fuego enemigo, la “Unión” volvió a zarpar y logró hacerse a la mar nuevamente ante los absortos buques chilenos, contestando el fuego que le hacían. La “Alianza” formó parte de la Brigada Torpedista asignada a Arica, basada en la isla Alacrán. En esa brigada prestó servicios el teniente primero Leoncio Prado.

En Tacna se reunieron las fuerzas peruanas y bolivianas bajo el mando combinado del presidente boliviano Narciso Campero, y el día 26 de mayo se enfrentaron los dos ejércitos, luego de lo cual ante la superioridad táctica y numérica enemiga y por las excesivas bajas, las fuerzas aliadas tuvieron que emprender la retirada. Con esta derrota, las fuerzas que defendían la plaza de Arica quedarían sin posibilidad de recibir pronto refuerzo.

Dos días después de la batalla, el consejo de guerra que reunió a los jefes de las unidades estacionadas en Arica, se pronunció por la defensa de la plaza hasta las u1timas consecuencias, respaldando así la opinión del comandante general coronel Francisco Bolognesi. Poco después las fuerzas chilenas se presentaron frente a la ciudad, invitando al viejo coronel a que rinda la plaza para evitar lo que suponían un derramamiento inútil de sangre. El consejo de guerra volvió a reunirse y ratificó su decisión del 28 de mayo, la misma que fue comunicada al emisario chileno por el propio Bolognesi con sus célebres palabras: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". La artillería enemiga comenzó a hostilizar las posiciones peruanas a partir del 5 y el día 7 se produjo el asalto final, por parte de 6.500 soldados chilenos contra los 1.540 defensores peruanos. El resultado era previsible, más aún cuando las minas que se habían sembrado alrededor del morro fallaron en buen número.

Las bajas peruanas fueron elevadísimas. No debemos dejar de mencionar al capitán de navío Juan Guillermo More, el teniente segundo AP Manuel Bonhomme y el teniente segundo AP Manuel Terry, junto con los tripulantes sobrevivientes de la fragata “Independencia”. Ellos dotaron varias baterías y el fuerte “Ciudadela”, en la cima del Morro, como bien lo testimonia el parte que el capitán de fragata AP Manuel Espinosa eleva en su calidad de oficial sobreviviente más antiguo. Al caer el morro, fue hundido por su dotación, el monitor “Manco Cápac”, que aún defendía la bahía, mientras que la lancha torpedera “Alianza” fue varada en la playa de Ite y destruida al quedarse sin combustible mientras trataba de alcanzar Ilo.

La campaña de Lima y la resistencia naval.

Artículo principal: Batalla de Miraflores

Desde el inicio de la guerra se formó una Brigada Torpedista para la defensa de los puertos peruanos. En Arica estuvo basada en la Isla Alacrán, prestando servicios en ella el teniente primero Leoncio Prado. Durante el bloqueo del Callao, la Brigada Torpedista estuvo estacionada en el pontón “Marañón”, contando entre sus miembros a los tenientes primero Decio Oyague Neyra y Manuel Gil Cárdenas, el alférez de fragata Carlos Bondy Tellería, y al ingeniero Manuel J. Cuadros Viñas.

Organizados por el capitán de navío Leopoldo Sánchez Calderón, la actividad de esta brigada se reflejó en el hundimiento en la rada del Callao del transporte “Loa”, el 3 de julio de 1880; y de la cañonera “Covadonga”, en la bahía de Chancay, el 13 de septiembre del mismo año.

Especial mención merece el primer submarino construido para una marina de guerra sudamericana, cuando el submarino conocido como el "Toro" fue construido por el Ing. Federico Blume, quien había iniciado sus experimentos en 1866. En la Factoría del Ferrocarril de Paita, en la costa norte del Perú comienza la construcción de su submarino el 22 de junio de 1,879 para su empleo contra el invasor, preparando su primera misión operativa en 1880 contra los blindados Blanco Encalada y Lord Cochrane, pero éstos se alejaron de la Bahía del Callao al haberse producido una infidencia que los alertó del ataque[1]

Finalmente, después de la derrota peruana en las San Juan y Miraflores, se destruyeron los restos de la escuadra peruana para evitar que cayera en poder de Chile. Se hundieron la “Unión”, “Atahualpa” y los transportes “Limeña”, “Chalaco”, “Talismán”, “Oroya”, “Rímac” y la cañonera “Arno”. Fue entonces imposible ya toda resistencia en el mar, pero los marinos peruanos continuaron combatiendo en tierra para defender la integridad territorial y la soberanía de su país.

Encontramos marinos y personal de las guarniciones de los buques peleando con el Ejército a lo largo de toda la guerra. Durante la Batalla de Arica, el 7 de junio de 1880 se inmolaron junto a Bolognesi el capitán de navío Juan Guillermo More, el teniente segundo Manuel Bonhomme y el teniente segundo Manuel Terry, junto con los tripulantes de la fragata “Independencia”.

Posteriormente, durante la batalla de Miraflores, el 15 de enero de 1881, los batallones Guarnición de Marina y Guardia Chalaca, al mando del capitán de navío Juan Fanning García y del capitán de fragata Carlos Arrieta, defendieron heroicamente sus posiciones entre los Reductos No 2 y No 4. El primero de estos batallones llevó a cabo dos ataques sobre las fuerzas enemigas, sufriendo enormes bajas, entre ellos la mayoría de sus oficiales. El segundo batallón, formado poco antes de la batalla, también luchó con valentía y junto a su comandante fallecieron muchos de sus hombres.

Durante la Campaña de la Breña fueron varios los marinos que combatieron al lado del general Andrés A. Cáceres. Entre ellos el capitán de navío Luis Germán Astete, los tenientes primeros Leoncio Prado y José Gálvez Moreno, así como el guardiamarina Héctor Villarán. Con el grado de coronel, los marinos Astete y Prado combatieron en Huamachuco el 10 de julio de 1883, falleciendo en dicha acción el primero y siendo fusilado el segundo.

Segunda etapa republicana: resurgimiento de la Marina de Guerra del Perú (1884-1930)

Hacia la conformación de una nueva escuadra.

Apenas concluido el conflicto se adquirieron pequeños buques de transporte, entre ellos el “Vilcanota” (1884) y el “Perú” (1885), a bordo del cual volvió a funcionar la Escuela Naval en 1888. Al año siguiente llegó el crucero “Lima”, mandado a construir secretamente con un gemelo en Alemania en 1880 pero retenido en Gran Bretaña mientras duró el conflicto. En los años siguientes se incorporaron a la Armada los transportes “Iquitos”, “Chalaco”, “Santa Rosa” y el “Constitución”, y se inició igualmente la recuperación de la actividad marítima nacional.

Esto último demandó un creciente interés en mejorar las condiciones de seguridad para la navegación, lo que motivó que el 20 de junio de 1903 se creara la Comisión Hidrográfica con el propósito de rectificar por medio de observaciones astronómicas "la posición geográfica de las ciudades y puntos importantes, particularmente de aquellos situados en la costa del Pacífico y en la región bañada por los ríos del Oriente". Aquella comisión fue el precedente de la actual Dirección de Hidrografía y Navegación.

Primeros pasos hacia la reorganización institucional

Con el advenimiento del gobierno de José Pardo y Barreda, los vientos empezaron a cambiar para la institución. Hubo un deseo expreso de apoyarla y rescatarla del ostracismo en que se encontraba. En este quehacer, desempeñó un papel importantísimo el Ministro de Hacienda don Augusto B. Leguía, quien impulsó el resurgimiento de la Marina.

Contagiado por el fervor popular que se tradujo en donativos en el ámbito nacional, el gobierno de Pardo logró conseguir un préstamo del exterior, contratándose en Inglaterra la construcción de los crucerosAlmirante Grau” y “Coronel Bolognesi”; cuyo arribo, ocurrió en agosto de 1907. Con estas dos adquisiciones se echaron las bases para el renacimiento de la Marina actual. Ese mismo año apareció el primer número de la Revista de Marina, con el propósito de servir de foro de debate para los diversos temas vinculados a lo marítimo en general y a lo naval en particular.

Misiones navales.

En 1904 se había contratado los servicios de una Misión Naval francesa, a cargo del capitán de fragata Paul de Marguerye, para reestructurar la organización y el funcionamiento de la Escuela Naval, siendo los resultados del todo positivos. Durante el primer gobierno de Leguía (1908-1912) la Misión Naval francesa continuó en labores, aumentando el número de sus miembros. Es entonces cuando otro oficial francés, el teniente de navío José A. Theron, se hace cargo de la dirección de la Escuela Naval, determinando pronto su traslado a tierra, estableciéndose inicialmente en el Bellavista. Por otro lado, se envió a varios oficiales a seguir estudios de perfeccionamiento en Argentina, Estados Unidos, España, Francia e Inglaterra.

Dicha misión concentró su accionar en el Estado Mayor y en la Escuela Naval, produciendo algunos cambios importantes en la organización y en la formación naval. Por esta época, y con marcada influencia de la misión naval, fue la adquisición en Francia de los sumergibles “Teniente Palacios” y “Teniente Ferré”, primeras naves de su tipo en Sudamérica, y el cazatorpedero “Teniente Rodríguez”, que sería el primer buque peruano propulsado por turbinas a vapor. Mención especial merece la cuestionable y frustrada adquisición del crucero acorazadoComandante Aguirre”, buque que obsoleto al momento de su compra en 1911, no llegaría al Perú al no haberse concluido los pagos por decisión del Gobierno peruano en 1914.

A partir de 1910, en el marco de las innovaciones tecnológicas, la Armada inició las actividades de radiocomunicación, con resultados satisfactorios, ingresando de esta forma a una nueva era en lo que a comunicaciones se refiere. En el aspecto organizacional, durante el gobierno de Guillermo Billinghurst (1912-1914), la Comandancia General de la Escuadra fue reestructurada.

Sin embargo, es importante anotar que este proceso de recuperación se vio parcialmente detenido durante la Primera Guerra Mundial. Lo anterior sumado a las dificultades económicas por las que aún atravesaba el Perú impidió la compra de nuevas unidades que incrementaran su disminuido poderío naval. Pero a pesar de ello, se hizo una esforzada labor en lo que a infraestructura y organización se refiere y uno de los logros fue el traslado de la Escuela Naval a un nuevo local expresamente construido en La Punta, en el Callao, así como la creación del Estado Mayor General de la Marina.

Conflictos con Colombia y Ecuador.

Artículo principal: Conflicto Perú-Ecuador

En los años previos a la Primera Guerra Mundial, el Perú debió enfrentar varios conflictos con sus vecinos en torno a límites internacionales que aún no habían sido definidos. Ante las diferencias limítrofes que se fueron presentando en la región amazónica con Colombia y Ecuador, el gobierno peruano volvió a invertir en la adquisición de algunas unidades fluviales. La más notable fue la cañonera “América”, construida en Inglaterra en 1904.

Durante su servicio participó en los conflictos con Colombia en 1911 y 1932, siendo particularmente meritoria su actuación en el primero de ellos, cuando al mando del teniente primero Manuel Clavero actuó en combinación con las tropas del coronel Óscar R. Benavides y derrotó a las fuerzas colombianas en La Pedrera, sobre el río Caquetá, en un combate que tuvo lugar el 11 y 12 de julio de 1911.

Gran parte de estos problemas tuvieron como escenario la Amazonía, pero lo cierto es que los peruanos hacieron esfuerzos importantes para atender ese ámbito de su patrimonio territorial. Como parte de estos esfuerzos, y en el marco del conflicto con Colombia, el recién adquirido “Teniente Rodríguez” fue enviado de Francia al río Amazonas, Una vez superada la crisis, dicho buque debió incorporarse a la escuadra en el Pacífico, convirtiéndose en el primer buque de guerra en cruzar el Canal de Panamá, en 1914.

Durante la Primera Guerra Mundial, las dificultades logísticas llevaron a que el estado de las unidades peruanas, se viera afectado. Ello fue particularmente crítico en el caso de los sumergibles, cuya vida útil se vio recortada de manera significativa.

Véase también: Guerra del Cenepa

Creación del Ministerio de Marina y la reorganización institucional.

En 1919, durante el segundo gobierno de Leguía, siendo necesario continuar con el proceso de mejora de la institución, se efectuaron contactos para contar con asesoría de la Armada de los Estados Unidos, y fruto de ello fue la contratación de la Misión Naval Americana, cuya labor condujo a una reforma total del sistema administrativo de la Marina, reorganizándose la Escuadra, la Escuela Naval así como la mayor parte de las dependencias existentes, teniendo como modelo la organización naval estadounidense. Uno de los importantes logros obtenidos en esta época fue la creación del Ministerio de Marina por ley N° 4003 del 13 de octubre de 1920, separándolo del Ministerio de Guerra y Marina, que databa desde 1821, consiguiéndose con ello la independencia y un manejo más adecuado de sus recursos. También en el mismo año se había creado el Cuerpo de Aviadores de la Armada, antecedente remoto de la actual Fuerza Aérea, que por su importancia, determinó que en 1929, se creara el Ministerio de Marina y Aviación, permaneciendo fusionados ambos portafolios hasta 1941, cuando se creó el Ministerio de Aviación hoy integrado al Ministeriuo de Defensa.

A partir de 1922 se efectuó la reorganización general de los servicios de la Marina en cuanto a la administración y en lo que a personal refiere, siendo el cambio completo e integral. En 1923 se creó un cuerpo único de oficiales, quedando superada la antigua división entre los de máquinas y los de cubierta que mutuamente ignoraban las funciones respectivas. Por otro lado, con la finalidad de dar más experiencia y oportunidad en el desempeño de diferentes cargos a los oficiales, se estableció un sistema rotativo de puestos y comandos. En ese mismo año, el Comandante estadounidense Charles Gordon Davy, considerado como el gestor de la Escuela Naval contemporánea, efectuó la reorganización plena del Alma Mater de la marina peruana. Los cambios no se limitaron a la parte de instrucción, sino también a las prácticas en la mar y entrenamiento a bordo de las unidades de la Escuadra, y para ello se realizaron por vez primera a partir de 1921 los llamados Cruceros de Verano con participación de los cadetes de la Escuela Naval. En el campo de las comunicaciones, en la Escuela Naval se instaló por primera vez un equipo radioeléctrico con recepción y transmisión, bajo la dirección del teniente primero Manuel R. Nieto.

El aprovechamiento de la Isla San Lorenzo para instalaciones navales, se tradujo en la construcción de una Estación Naval que sirviera de base para los submarinos que se habían mandado a construir en los Estados Unidos, la cual dentro de sus facilidades contaba con un varadero para carenar y reparar buques de mediano porte. Hidroavión VOUGHT UO1. Otras mejoras de la época, fueron la creación de la Escuela de Aprendices Navales en 1925, antecesora de la actual Escuela de Reclutas; así como la creación en 1930 de la Escuela Superior de Guerra Naval, que se inauguró bajo la dirección del Contralmirante USN William S. Pye.

Época moderna (1930-1973)

Conflicto con Colombia (1932-1933)

Los años posteriores luego del derrocamiento del presidente Leguía en agosto de 1930, estuvieron caracterizados por una gran inestabilidad política en el Perú. La Armada no pudo sustraerse a esta realidad y vivió un lamentable levantamiento de la marinería que concluyó con el fusilamiento de ocho tripulantes en la isla San Lorenzo (mayo de 1932). La situación se vio complicada al producirse un conflicto fronterizo con la vecina República de Colombia, cuyos orígenes inmediatos se remontaban al gobierno del presidente Leguía, durante el cual se había firmado a espaldas de la opinión publica, un tratado limítrofe que resolvía los asuntos fronterizos pendientes con el país mencionado, conocido como tratado Salomón-Lozano. Hacia mediados del año 1932, este tratado ya era de dominio público, provocando entre los pobladores de Loreto un total rechazo, puesto que se consideraba que dicho acuerdo diplomático lesionaba los intereses nacionales peruanos al haberse cedido el territorio del llamado trapecio amazónico. Ello conllevó a que un grupo de loretanos se apoderara del pueblo de Leticia, ya en posesión de Colombia, expulsando a las autoridades del país vecino. Lo sorpresivo de estos hechos, hizo pensar en un primer momento a las autoridades peruanas encabezadas por el general Luis Miguel Sánchez Cerro, a la sazón presidente de la República, que se trataba de una acción promovida por sus adversarios políticos.

La grave situación internacional que se presentaba, provocó la protesta del gobierno colombiano, ante lo que el Perú, decidido a respaldar a sus compatriotas; se negó a presentar las excusas del caso y decidió recurrir al empleo de las fuerzas armadas. Como medida de precaución el gobierno decidió movilizar al ejército hacia el norte, así como enviar una fuerza naval para reforzar los contingentes ubicados en la amazonía. Sin embargo, los colombianos se habían adelantado enviando una expedición al mando del general Alfredo Vásquez Cobo, compuesta por varios transportes armados, la misma que se concentró en Belem do Pará. Ante ello, el mando naval peruano dispuso el envío del crucero “Almirante Grau” y los submarinos “R-1” y “R-2”, los cuales conformaron la llamada Fuerza Avanzada del Atlántico.

En adición a estas naves, el gobierno decidió enviar más refuerzos, y para ello se eligió al crucero “Lima” y al cazatorpedero “Teniente Rodríguez” a los que se unieron posteriormente los destructores “Almirante Villar” y “Almirante Guise”, adquiridos a Estonia. Esta fuerza tenía la misión, en caso se desataran las acciones bélicas, de hostilizar la costa colombiana en el Mar Caribe, detener el tráfico marítimo colombiano y atraer a la aviación de ese país, aliviando las operaciones en la amazonía y penetrar posteriormente en el Amazonas para desalojar a las fuerzas adversarias posesionadas de Leticia.

Mientras que al “Almirante Grau” se le destinaba a operar en el Atlántico, al “Coronel Bolognesi” se le encomendaba la misión de patrullar conjuntamente con los submarinosR-2” y “R-3”, en la costa colombiana del Pacífico.

Tras cruzar el Canal de Panamá el 4 de mayo, la fuerza naval peruana, efectuó escala logística en Curazao, el día 8, luego en la isla Trinidad y finalmente arribaron a Pará en Brasil el 15 del citado mes, permaneciendo allí 10 días. Durante dicho lapso, ante la amenaza que representaban las fuerzas navales peruanas, la voluntad de los presidentes de ambos países así como por las gestiones de países amigos, las tensiones cedieron, motivo por el que sólo continuaron viaje a Iquitos el crucero “Lima” y el cazatorpedero “Teniente Rodríguez”. Una vez cumplida la misión, el resto de buques retornarían al Callao, y los dos nuevos destructores emprenderían la navegación hacia el Pacífico en abril de 1934.

Creación y establecimiento del Arsenal Naval del Callao

Una de las obras más importantes realizadas en esta época, fue la construcción de un dique y arsenal naval en la zona norte del puerto del Callao, lo que daría lugar al establecimiento definitivo de la Base Naval del Callao, consiguiéndose con ello lograr una aspiración institucional de muchos años, en beneficio de la Escuadra y de la misma marina.

Guerra con Ecuador (1941)

Artículo principal: Conflicto Perú-Ecuador

Tras diversos incidentes, en julio de 1941 estalló un conflicto de proporciones significativas entre Perú y Ecuador, que culminó en la ocupación de parte del territorio ecuatoriano por las fuerzas peruanas y en la suscripción del Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro que fijó las fronteras entre ambos países. Las acciones militares se llevaron a cabo tanto en la costa como en la Amazonía, y en ambos teatros le cupo una participación destacada a las fuerzas navales.

En el Pacífico, los principales elementos de la Escuadra, compuesta por los cruceros “Almirante Grau” y “Coronel Bolognesi”, los destructores “Almirante Guise” y “Almirante Villar”, y los cuatro submarinos "R", establecieron un bloqueo marítimo entre Zorritos y el Canal de Jambelí.

La labor de la Escuadra sobre el litoral adversario se vio complementada por la flotilla de patrulleras que operaban desde Tumbes controlando la zona de los Esteros, logrando capturar dos pequeñas guarniciones ecuatorianas, las de Payana y Matapalo, así como a la lancha ecuatoriana “Hualtaco”, contribuyendo además en la captura de Puerto Bolívar. Por su parte, en la región oriental, la Flotilla Fluvial del Amazonas proporcionó valioso apoyo logística durante las operaciones para desalojar a los invasores, participando activa y decisivamente en el combate en el que se logró la captura de Rocafuerte, sobre el río Napo.

Véase también: Guerra del Cenepa

La Marina de Guerra del Perú y la Segunda Guerra Mundial

Artículo principal: Segunda Guerra Mundial

Como es conocido, a inicios de septiembre de 1939, luego que fuerzas alemanas invadieran Polonia mediante una "Guerra Relámpago", Gran Bretaña le declaró la guerra a Alemania, originándose una serie de acontecimientos que generalizaron el conflicto en Europa y luego a escala mundial.

El Perú, en un primer momento, decidió no verse involucrado en ese conflicto, pero debido a la orientación de la política internacional del gobierno del presidente Manuel Prado Ugarteche, identificada con los intereses americanistas, así como por la evidente influencia económica y política de los Estados Unidos, luego que este último país fuera atacado sorpresivamente por el Japón, el Perú decidió apoyar la causa aliada.

Si bien es cierto que el Perú no tomó parte activa en los diferentes escenarios del conflicto mundial, la Marina de Guerra del Perú, desempeñó un papel fundamental en la protección y defensa del litoral, especialmente en la zona norte del país en donde se hallaba la refinería de Talara, que se constituía en una de las áreas productoras de recursos energéticos de vital importancia para el funcionamiento para la maquinaria e industria bélica aliada, y por supuesto, para el consumo nacional peruano.

La Marina, desde principios de 1942 hasta mediados de 1945, no obstante la carencia de medios adecuados y a pesar de no haberse recibido todo el apoyo solicitado a los Estados Unidos, desempeñó a cabalidad las misiones y tareas que le fueron asignadas en la defensa del litoral, gracias a la preparación, esfuerzo y profesionalismo desempeñado por las dotaciones de las diferentes unidades de superficie, submarinas y terrestres destacadas a la zona norte.

El sistema defensivo adoptado para el litoral, conllevó a la creación en 1943 de la Fuerza de Comandos Navales, la misma que tres años después pasó a denominarse Comando General de Defensa Costa, base de la actual Fuerza de Infantería de Marina.

Época contemporánea

Durante la década de los 60, fue preocupación del alto mando naval el dotar a las fuerzas navales de nuevas unidades, e ir empezando a reemplazar las que por su obsolescencia eran dadas de baja, como el caso de las antiguas fragatasTeniente Ferré” y “Teniente Palacios” retiradas en 1966.

Tras los estudios a cargo del Estado Mayor y las gestiones respectivas por los comisionados navales en Europa, entre los años 1968 y 1969 se concretó la compra de dos destructores británicos de la clase Daring, el “Diana” y el “Decoy”, rebautizados “Palacios” y “Ferré”, respectivamente, que se hallaban aun en servicio en la Royal Navy. El alto mando naval peruano, consideró someter ambos buques a un proceso de modernización, y de manera acertada se incluyó en su nuevo sistema de armas, la instalación de misiles superficie-superficie, nueva y efectiva arma que había hecho su debut durante la guerra árabe-israelí de 1967, cuando una lancha lanzamisiles egipcia de origen soviético hundió al destructor israelí “Eliath”. Tomada esta decisión, se realizó gestiones reservadas con los fabricantes franceses de un nuevo tipo de misil, el Exocet, que aún se hallaba en fase de pruebas, a fin instalarlos a bordo de los nuevos destructores. De esta manera fueron sometidos a una completa modernización en los astilleros británicos Cammel Laird, en Birkenhead. Finalizada su modernización, ambos buques llegaron al Callao en 1973, constituyéndose como los primeros buques en la región en poseer misiles superficie-superficie.

Ese mismo año, se adquirió el crucero holandésDe Ruyter”, que bautizado como “Almirante Grau”, pasó a ser el nuevo buque insignia de la Escuadra y el antiguo “Almirante Grau” pasó a denominarse “Capitán Quiñones”.

Prosiguiendo con el plan de adquisiciones navales, en el mismo año 1973, se firmó un contrato con el astillero italiano Cantieri Navali Riuniti para la construcción de cuatro fragatas lanzamisiles tipo Lupo, dos de ellas en astilleros italianos y las otras dos con asistencia técnica en los astilleros del SIMA, en el Callao. La primera de ellas, la “Carvajal” fue incorporada al servicio en 1978, y al año siguiente lo hizo la “Villavisencio”. Las fragatas construidas en el Callao fueron la “Montero”, entregada en 1984, y la “Mariátegui”, en 1986.

Adicionalmente, en 1976 fue adquirido en Holanda otro crucero, el “De Zeven Provincien”, el que rebautizado “Aguirre” fue sometido a un proceso de conversión a porta helicópteros, con capacidad para operar tres helicópteros Sea King armados con misiles aire-superficie Exocet AM-39 o de torpedos para guerra antisubmarina. Este nuevo crucero hizo su arribo al Callao en mayo de 1978 acompañado del destructor “García y García”, también adquirido en Holanda. Entre 1979 y 1983 se sumaron otros siete destructores antisubmarinos de la misma procedencia: “Villar”, “Quiñones”, “Gálvez”, “Diez Canseco”, “Castilla”, “Bolognesi”, y “Guise”.

Otra adición a la escuadra fue el proyecto Tiburón, que consistió en la construcción en astilleros franceses de seis corbetas lanzamisiles del tipo PR-72P, que con los nombres de “Velarde”, “Santillana”, “De los Heros”, “Herrera”, “Larrea” y “Sánchez Carrión”, fueron construidas entre los años 1978 y 1981. Por otro lado, el crucero “Almirante Grau” fue modernizado en Holanda entre 1985 y 1988 siendo dotado de nuevos sistemas de combate y de misiles superficie-superficie Otomat.

La renovación e incremento de las fuerzas navales no sólo se dio con unidades de superficie, sino también se hizo extensivo a las demás fuerzas. Entre 1974 y 1984 se construyeron en Alemania seis submarinos de la clase 209, que fueron incorporados con los nombres de “Islay”, “Arica”, “Pisagua”, “Chipana”, “Casma” y “Antofagasta”. Asimismo, en 1975 se adquirió en los Estados Unidos dos submarinos oceánicos del tipo Guppy IA, rebautizados “Pacocha” y “La Pedrera”.

El Servicio Aeronaval incorporó aviones antisubmarinos Tracker S-2E y S-2G, de exploración marítima Fokker F-27MP, helicópteros antisubmarinos AB-212 y helicópteros Sea King en versión antisubmarina y antisuperficie. La Infantería de Marina igualmente recibió equipamiento nuevo, entre ello una compañía de vehículos de reconocimiento Chaimite de fabricación portuguesa, adquiriendo asimismo mayores capacidades para operaciones de reconocimiento anfibio y aerotransportadas.

Finalmente, en 1969 se creó la Escuela de Demolición Submarina, que sería la base de la actual Fuerza de Operaciones Especiales.

La Marina en estos últimos treinta años ha tenido que enfrentar grandes retos y dificultades. Participó activamente en dos conflictos internaciones con Ecuador (1981 y 1995), cubriendo como era del caso el flanco marítimo y el flanco fluvial. En ese mismo contexto, varios de sus miembros participaron activamente en el proceso de negociación que siguió a cada uno de estos conflictos.

Por otro lado, debió lamentar la pérdida de varios de sus miembros a consecuencia del hundimiento submarino “Pacocha” en aguas del Callao, el 26 de agosto de 1988, luego de ser colisionado por un pesquero japonés. El heroico comportamiento de su comandante, capitán de fragata Daniel Nieva, y de todos sus tripulantes, estuvo a la altura de las circunstancias. El posterior reflotamiento de la nave fue un triunfo del Servicio de Buceo y Salvataje que contribuyó a aliviar el pesar institucional por esas pérdidas.

Estando en el inicio de un nuevo siglo, la Marina de Guerra del Perú, actualmente se halla avocada a un proceso de modernización institucional con miras a hallarse preparada a los retos que el nuevo orden mundial demanda del país.

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