Homosexualidad en Chile

Homosexualidad en Chile

La homosexualidad en Chile ha sido históricamente un tema tabú dentro de la sociedad chilena,[1] caracterizada de manera general como conservadora incluso en comparación con otros países latinoamericanos.[2] [3] [4]

Durante gran parte de la historia chilena, la homosexualidad se mantuvo oculta al estar legalmente prohibida pero sin procedimientos específicos destinados a su represión. La principal excepción fue la persecución de homosexuales durante el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y la promulgación de la «Ley de Estados Antisociales» de 1954[5] que afectaba específicamente a vagabundos, locos y homosexuales. En los últimos años, especialmente tras el inicio de la Transición a la democracia en 1990, la sociedad chilena ha comenzado a ser más abierta con respecto a la homosexualidad: la penalización de la sodomía fue derogada en 1998 y en 2003 fue presentado en el Congreso Nacional un proyecto de ley para establecer un pacto de unión civil entre personas del mismo sexo.[6] Por otro lado, el 3 de agosto de 2010, ingresó a primer trámite constitucional un proyecto de ley destinado a legalizar el matrimonio homosexual.[7] [8]

A pesar de la aparente apertura que ha vivido la sociedad chilena, diversas investigaciones han demostrado que persisten actitudes negativas hacia la homosexualidad, no existiendo diferencias significativas por género, especialmente al evaluar acciones implícitas (prejuicios) por sobre explícitas.[9] [10] Diversos casos de homofobia han sido denunciados en diversas instituciones y organismos, especialmente las Fuerzas Armadas de Chile —donde no existe prohibición oficial de ingreso para los homosexuales, aunque podrían ser expulsados «si vulneran los valores y la moralidad» de las Fuerzas Armadas—,[11] la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica.[12] [13] [14]

Contenido

Historia

Culturas precolombinas y época colonial

Catalina de Erauso se travestía como hombre para luchar en la Guerra de Arauco, siendo conocida como "la monja alférez".

Durante la época precolombina, la homosexualidad era un concepto considerado de diversas maneras por los distintos pueblos indígenas que habitaban el territorio. Para los mapuche, la sexualidad era igualitaria entre hombres y mujeres, por lo que un hombre afeminado no perdía ningún privilegio, poder o estatus, simplemente porque ser hombre no era distinto de ser mujer. Los machi antiguamente eran en su mayoría hombres, adornados y vestidos con elementos de características femeninas, puesto que el poder espiritual estaba asociado a dicho género. Según algunos investigadores, los machi weye, como eran denominados en mapudungun,[15] practicaban la pederastia de forma pasiva, siendo acompañados por jóvenes que actuaban como si fueran sus maridos.[16] En tanto, otros consideran que la idea de que los machi eran homosexuales o pederastas surgió cuando los conquistadores españoles llegaron a Chile e intentaron comprender las actitudes de los machi desde su perspectiva completamente diferente a la mapuche.[17] El Imperio inca, que dominó la mitad norte de Chile, tenía a la homosexualidad asociada a conceptos de carácter religioso y sagrado, siendo practicada normalmente —incluso, las relaciones lésbicas eran bien vistas—;[18] sin embargo, otras fuentes señalan castigos en contra de los homosexuales.[19]

Con la Conquista de Chile por parte del Imperio español desde 1541 y la instauración del régimen colonial, la homosexualidad quedó prohibida y sancionada al igual que en la metrópolis, siguiendo los preceptos de la Iglesia Católica. A pesar de ello, no era la Inquisición la encargada de sus castigos, sino que los tribunales reales y el obispado.[20] En 1612, tras sus expediciones durante la Guerra de Arauco, el gobernador Juan de la Jaraquemada debió regresar al fuerte de Angol para juzgar y condenar a la hoguera a seis soldados acusados de sodomía y traición.[21] El influjo de la moral cristiana afectó también a las culturas indígenas: los machi fueron reemplazados en su mayoría por mujeres, e incluso Claudio Gay describiría siglos más tarde que los «indios de Chile», pese a su belicosidad, sólo practicaban la pena de muerte para los culpables de «sodomía y hechicería».[22]

Dentro de la época colonial destaca la historia de Catalina de Erauso, una joven española que se travestía para luchar en la Guerra de Arauco. Tras haber sido expulsada de un convento en San Sebastián, Catalina se embarcó al Nuevo Mundo como hombre para luchar contra las huestes mapuches en 1619. Por su valentía, fue condecorada con el grado de alférez, sin que nadie dudara de su sexualidad masculina. En 1623 confesó su verdadero género y, al comprobarse que era virgen, se la envió a España, siendo entrevistada por el rey Felipe IV de España y el papa Urbano VIII, quienes le permitieron ser tratada como hombre.

Siglo XIX

Art. 365. El procesado por el delito de sodomía sufrirá la pena de presidio menor en su grado medio.- Código Penal.[23]

Pese a alcanzar su independencia a principios del siglo XIX, Chile mantuvo prácticamente invariable su rechazo hacia la homosexualidad. Sin embargo, la concepción existente de la homosexualidad cambió debido a las ideas que darían cuerpo a la nueva nación. Como forma de marcar una diferencia con el pasado colonial, el país recién constituido comenzó un proceso de modernización ideológica, pasando de una visión de carácter eminentemente religiosa a una de carácter científica. Así, la homosexualidad que antes era un pecado, comenzó a ser considerada una enfermedad. A esta visión se suma la idealización de los roles de hombres y mujeres en la sociedad, donde la virilidad se constituía como una virtud masculina que atravesaba y unificaba a las diversas clases sociales, mientras las conductas homosexuales o afeminadas atentaban contra dicho principio.[24]

Las conductas homosexuales fueron tipificadas como crimen bajo el alero del término «sodomía», aunque ésta se definía en general como penetración anal, sin distinguir entre violación, pedofilia y relaciones consentidas. Esta tipificación fue incluida a través del artículo 365 del Código Penal, vigente desde 1875, en que consideraba una pena de presidio menor en su grado medio, es decir, un rango entre los 541 días y los 3 años de prisión. Durante el siglo XIX, las causas criminales por sodomía aumentaron con respecto a períodos anteriores y se concentraron principalmente durante el último tercio de dicha centuria. En los juicios realizados por sodomía, incluso se realizaban exámenes médicos del ano y el recto de los imputados para poder determinar la veracidad de las acusaciones de sodomía existentes en su contra.[25] [26] La comunidad médica chilena consideraba la homosexualidad como una «aberración» y estaba al tanto de los estudios realizados a nivel internacional sobre el tema, aunque no le prestó gran importancia y lo relacionó principalmente con la masturbación.[24]

Como parte de la lucha anticlerical que se pone de manifiesto en el país desde mediados del siglo XIX, muchos críticos de la Iglesia Católica en Chile señalaron a ésta como un foco de homosexualidad a través de sus seminarios e internados, los cuales también atentaban contra la imagen de virilidad del hombre chileno producto del encierro y el celibato. Diversos pasquines existían en el país hablando, entre otras cosas, del desarrollo de la homosexualidad por parte de las congregaciones religiosas, destacando por ejemplo algunas citas de El padre Padilla.

Las verdaderas causas del incremento del mariconismo entre nosotros son las siguientes: la confesion i los internados, i entre estos, mui principalmente los seminarios, que son semilleros de maricones. Entiéndase que al hablar de confesion, no me refiero a la que hacen las mujeres, porque de ella resultan huachos, i nó maricas. Pero de los internados de monjas, cleriguitos i seglares, salen la mayor parte de los fabricantes de roscas y tortillas. I ello se esplica. Entre cien muchachas, entre las cuales no hai un muchacho ni para remedio, las pobrecillas se dicen: «Con lo que hai nos vamos»; i, a falta de carne, le atracan al pescado. Acabad con todos los internados i acabareis con el mariconismo, I tendreis una nacion de hombres mui hombres…
Juan Rafael Allende, «El mariconismo en Chile». El padre Padilla, Santiago de Chile, 13 de marzo de 1886[24]

De igual forma que con la Iglesia Católica, las acusaciones de homosexualidad cayeron sobre diversos grupos, como por ejemplo la burguesía, por parte de grupos de ideología marxista.[24] En otras ocasiones, las acusaciones de sodomía eran utilizadas como pretexto y catalizador para discusiones políticas de diversa índole. Entre 1904 y 1905 estalló una acusación de violación de un menor de 11 años por parte de un sacerdote en un exclusivo colegio perteneciente a una congregación católica, lo que pondría en la discusión pública la legitimación de la educación laica y el fin del financiamiento estatal a los colegios religiosos.[27] El sacerdote, en medio del revuelo público, sería condenado a 54 años de presidio, una pena bastante mayor a la que tenían otras situaciones de similares características pero de menor impacto público con el fin de ser una condena ejemplificadora.[24]

Siglo XX

Augusto d'Halmar, primer Premio Nacional de Literatura, escribió Pasión y muerte del cura Deusto, una de las primeras novelas hispanoamericanas de temática homosexual.[28]

A partir de los años 1920, la homosexualidad comenzó lentamente a ser aceptada en Chile, principalmente por parte de la aristocracia, producto de los procesos de liberalización que se vivían en Europa, principalmente en París, Londres y Berlín, los principales referentes culturales de la oligarquía.[28]

En el mundo aristocrático y en los ambientes culturales asociados, la homosexualidad era tolerada aunque reprimida. Muchos homosexuales mantenían matrimonios, pero eran habituantes frecuentes de encuentros con otros hombres de su entorno. Otra característica de estos hombres aristócratas eran los encuentros sexuales con personas de niveles inferiores en la escala social. Era común que los acaudalados de Valparaíso bajaran al puerto a tener sexo con marineros, mientras que la Plaza Yungay era el equivalente para los santiaguinos. El día del roto chileno se llegaba a convertir incluso para éstos en una festividad de corte homosexual. A lo largo del país, era habitual entre los pescadores tener sexo con aristócratas, incluso vanagloriándose de aquello como una entretención sin considerarse atraídos sexualmente por personas de su mismo sexo.[29]

La poetisa Gabriela Mistral, cuyo lesbianismo fue confirmado en 2009 al desclasificar parte de su correo personal, generó múltiples debates respecto a su sexualidad.[30]

La caleta de Horcón, sin embargo, se convirtió en una imagen emblemática de dichas situaciones, transformándose durante gran parte del siglo XX en un lugar frecuente de encuentro sexual entre homosexuales y pescadores, quienes practicaban usualmente el rol activo. Horcón era una de las localidades más pobres de los alrededores de Valparaíso, y a ella llegó el acaudalado empresario Federico Claude, heredero de Federico Schwager y sus compañías de carbón, a instalar su residencia de veraneo. Junto a Claude arribaron varios de sus amigos, quienes usualmente tenían sexo con los pescadores a cambio de beneficios, como alimentos o variados enseres, ejerciendo una suerte de prostitución implícita y que las mujeres de la caleta debían soportar para poder subsistir.[31] La llegada del hippismo durante los años 1960, las mejoras en la calidad de vida de los habitantes de la localidad y el aumento de las libertades para homosexuales en el país, produjo un declive en las actividades homosexuales en Horcón, convirtiéndose actualmente en un tabú para dicha caleta.[32]

En los círculos artísticos y literarios chilenos, radicados principalmente en Santiago, la homosexualidad era vivida libremente e incluso diversos homosexuales eran sumamente influyentes. Diversos autores heterosexuales, como Alejandro Jodorowsky y Enrique Lafourcade, que dedicó importantes roles a la homosexualidad dentro de sus primeras obras, como en Pena de muerte (1952) y Para subir al cielo (1959), compartieron con homosexuales quienes impulsaron sus carreras.[29] La literatura de mediados de siglo también comenzó a desarrollar profusamente historias de temática homosexual, las que se iniciaron con Pasión y muerte del Cura Deusto, publicada en 1924 por Augusto D'Halmar, quien recibiría el primer Premio Nacional de Literatura en 1942, y que narraba el trágico amor de un sacerdote por otro hombre. Aunque la novela fue publicada inicialmente en España, es considerada como la primera que habla explícitamente de la relación entre personas del mismo sexo en Latinoamérica. Asimismo, en La chica del Crillón (1935) de Joaquín Edwards Bello apareció un personaje lésbico, tema que fue pocas veces mencionado. La relativa apertura del tema en los círculos aristocráticos y artísticos, influida por los sucesos en Europa, permitió la publicación de diversas obras extranjeras que también trataban el tema.[28]

Pese a esta cierta apertura, el rechazo fuera de estos círculos era generalizado, por lo cual diversos autores de gran importancia ocultaron su homosexualidad del conocimiento público general. Este fue el caso de José Donoso y Gabriela Mistral, dos de los más grandes escritores de la literatura chilena.[33] [34] Solamente tras la muerte de ambos y la publicación de su obra epistolar personal a comienzos del siglo XXI, se pudo comprobar la compleja homosexualidad de ambos, las que habían sido un tema tabú históricamente.[35] [36] Tanto Donoso como Mistral en sus cartas reflejaban el dolor de no poder vivir sus relaciones personales, que en el caso de la Premio Nobel de Literatura se reforzaban asociando su lesbianismo a su carácter feminista; Donoso en tanto, abordaba el tema en diversas publicaciones catalogadas por algunos como un enmascaramiento de una de sus tendencias sexuales.[37] [38]

Una tarde estaba yo en casa de un amigo que siempre sospeché de ser homosexual, sin haberlo confirmado. Llegó entonces el ex marido de una prima mía, un muchacho muy buenmozo, y pude advertir que había algo entre ellos, algo que era amor. Me conmoví hasta los huesos, me dio una envidia, una desesperación, unas ganas de tener exactamente lo que esos dos tenían -y sin embargo, un deseo vehemente de no ser como ellos... Es esa envidia lo que está en la base de todos mis problemas, gorda. ¿De dónde viene, por qué es, qué significa? ¿Hasta dónde puede llegar a destruir nuestra vida, esa envidia mía por una situación homosexual? [...] La tentación es inmensa, terrible, pero resulta que eso (asumir una vida homosexual) me produciría tanto o más dolor que el no hacerlo. Mi neurosis es debida, ahora, a esa sensación de estar viviendo sobre arena movediza.
Carta de José Donoso a su esposa María Pilar Serrano, 30 de agosto de 1960.[39]

Como contrapartida, María Luisa Bombal en El árbol reflejaba sus sentimientos por estar en un matrimonio, con el pintor homosexual argentino Jorge Larco, que carecía de amor y vida sexual.[28]

Represión estatal

El puerto de Pisagua, en el norte del país, fue utilizado por Carlos Ibáñez del Campo y sus sucesores como campo de concentración de homosexuales.

Al contrario de la apertura vivida en las comunidades aristócratas y artísticas chilenas, el resto del país estaba sumergido en un fuerte rechazo a la homosexualidad. Si bien la sodomía ya era penalizada por el Código Civil, la llegada de Carlos Ibáñez del Campo al poder en 1927 profundizó las políticas de persecución contra homosexuales.

La dictadura de Ibáñez se caracterizó por una fuerte represión a sus opositores, muchos de los cuales fueron asesinados por diversos grupos paramilitares. Si bien no existen pruebas de que efectivamente se hayan realizado, dentro de las prácticas con que la dictadura atemorizaba a los detenidos estaban las de «fondeamiento», que era lanzar a los opositores desde barcos en alta mar con un peso atado en sus piernas, de tal forma de que se hundieran rápidamente. Ibáñez, que era profundamente homofóbico (según algunos, debido a que su hijo homónimo era homosexual), ejecutó una serie de redadas contra homosexuales, deteniendo a una gran cantidad de ellos. En muchas oportunidades, aunque nunca se ha comprobado, se ha mencionado que el gobierno de Ibáñez realizó razzias de detención de varios homosexuales en Santiago, siendo enviados posteriormente a barcos en Valparaíso para ser ejecutados de la forma descrita previamente.[40]

Lo que sí es cierto es que varios de los detenidos por «sodomía» fueron enviados al puerto de Pisagua, en el norte del país, donde se estableció una especie de campo de concentración para homosexuales, lo cual no sólo fue realizado por Ibáñez, sino que también por sus sucesores, existiendo certeza de estas políticas hasta 1941, durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda.[40] Pisagua, rodeada por altos cerros y el océano, sufría en esa época un masivo éxodo de sus habitantes por lo que se convirtió en un lugar perfecto para la encarcelación de diversos reprimidos, lo cual sería posteriormente realizado también por Gabriel González Videla y Augusto Pinochet contra sus opositores políticos.[41]

En 1952, cuando Ibáñez regresó al poder, esta vez democráticamente como presidente, continuó con sus políticas represivas. Durante su gobierno fue promulgada la Ley N.º 11.625 de Estados Antisociales (1954),[5] propuesta inicialmente durante el gobierno de su antecesor González Videla, que establecía diversas medidas de seguridad (como internaciones curativas, multas y presidio) contra grupos de «peligrosidad social», incluyendo a vagos, toxicómanos y homosexuales, entre otros.[42] Esta ley necesitaba de un reglamento que permitiría su aplicación, pero que nunca fue dictado, quedando sin uso hasta su derogación en 1994;[43] sin embargo, dicha ley habría tenido aparentemente una aplicación marginal, quedando registro de algunos homosexuales trasladados a localidades como Chanco y Parral.[40]

Quedan sometidos a las disposiciones del presente Título y sujetos a las sanciones que como medidas de seguirdad establece: [...] 5º. Los que por cualquier medio induzcan, favorezcan, faciliten o exploten las prácticas homosexuales, sin perjuicio de la responsabilidad a que haya lugar, de acuerdo con el articulo 365, 366, 367, y 373 del Código Penal.
Ley N.º 11.625 de Estados Antisociales, 4 de octubre de 1954.[5]
El presidente Jorge Alessandri fue víctima de ataques homofóbicos por parte de algunos medios de comunicación opositores.

La antigua libertad vivida en los círculos artísticos y en la aristocracia, junto a la predominancia homosexual en la cultura chilena, que existió hasta los años 1950 prácticamente desapareció como efecto de las persecuciones del gobierno de Ibáñez. Un ejemplo de ello fue el actor Daniel Emilfork, que se radicó en Francia.[29] Muchos prefirieron emigrar a Europa y los Estados Unidos en busca de mayor libertad.

En los gobiernos posteriores, aunque la represión por parte del Estado disminuyó considerablemente, no fue así en la de la sociedad. Un ejemplo de ello fue el trato dado por los medios de comunicación a los homosexuales o cómo utilizaban la homosexualidad como una forma de desprestigio.[44] El caso más claro fue el vivido por el presidente de Chile entre 1958 y 1964, Jorge Alessandri. Alessandri fue el primer presidente soltero en la historia de Chile, lo cual generó una serie de rumores en un país tan conservador como Chile sobre su sexualidad; el mito de su homosexualidad fue utilizado por la satírica revista Topaze y por el periódico El Clarín, quienes denominaban al derechista Alessandri como «La Señora».[45]

Quizás el emblema más importante de la homofobia mediática fue El Clarín, de corte popular, sensacionalista y de izquierda, que continuamente publicaba notas sobre homosexuales de forma denigrante, titulando usualmente con notas de crónica roja cometidas por «colipatos», «locas» o «yeguas», como usualmente denominaba a los gays.[46] Esta homofobia realizada por parte de la prensa izquierdista se puede considerar como efecto de la idealización del prototipo de hombre durante los años de la Unidad Popular, correspondiente al obrero esforzado. Así, la izquierda levantaba a la virilidad como ideal de la revolución liderada por Salvador Allende, mientras la derecha aprovechaba la imagen de la femeneidad, visible en las manifestaciones de cacerolazos; la homosexualidad, por tanto, quedaba contraria a ambas concepciones, especialmente a la de la izquierda política.[44]

El 22 de abril de 1973 ocurrió en la Plaza de Armas de Santiago la primera manifestación de homosexuales en Chile. Cerca de unos veinticinco homosexuales y travestis que usualmente recorrían en las noches las calles Huérfanos y Ahumada en el centro de Santiago se reunieron para protestar por los abusos de Carabineros, que los apresaban continuamente por «faltas a la moral y las buenas costumbres», los golpeaban y rapaban la cabeza. Pese a esta represión, la manifestación se realizó con normalidad; sin embargo, los medios de comunicación se encargarían de los ataques a través de sus crónicas. Incluso, el intendente metropolitano dijo que utilizaría «de la fuerza pública y de todos los resortes que [le] da el mandato constitucional» con tal de impedir una nueva manifestación programada esta vez en el Barrio Alto de la capital.[47]

Las yeguas sueltas, locas perdidas, ansiosas de publicidad, lanzadas de frentón, se reunieron para exigir que las autoridades les den cancha, tiro y lado para sus desviaciones. Pese a que la reunión había sido bastante publicitada, la policía no se hizo presente. Entre otras cosas, los homosexuales quieren que se legisle para que puedan casarse y hacer las mil y una sin persecución policial. La que se armaría. Con razón un viejo propuso rociarlos con parafina y tirarles un fósforo encendido.
«Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de armas», diario El Clarín, 24 de abril de 1973.[48]

Régimen Militar

El 11 de septiembre de 1973, un golpe de estado realizado por las Fuerzas Armadas y de Orden derrocó al gobierno de Salvador Allende, iniciando una dictadura militar al mando de Augusto Pinochet y que se extendería hasta 1990. El Régimen Militar estableció una fuerte represión en toda la sociedad chilena por cerca de diecisiete años, y la comunidad homosexual y transexual no estuvo exento de ello.[49] El establecimiento del toque de queda en el país afectó directamente a la vida bohemia donde se expresaba con más fuerza la comunidad homosexual, mientras que las fuerzas militares y policiales realizaron continuas redadas a locales, con mucha violencia especialmente hacia los transexuales, muchos de los cuales debían esconderse en muebles para no ser atacados. Las persecuciones particularmente hacia homosexuales generaron una fuerte estela de desconfianza y miedo entre las personas. En muchos casos, la violencia se manifestó en tratos denigrantes, detenciones, torturas y asesinatos por el solo hecho de ser homosexual.[50]

Los organismos represivos como la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) (f. 1974) y la Central Nacional de Informaciones (CNI) (f. 1977) investigaron en muchas ocasiones a homosexuales. Un caso paradigmático es el acápite especial sobre «homosexualismo» en la investigación realizada entre 1976 y 1978 a Jaime Guzmán, uno de los principales ideólogos del pinochetismo y de la constitución de 1980 y fundador del partido conservador Unión Demócrata Independiente. El informe, que intentaba vigilar a uno de los principales adversarios del director de la DINA Manuel Contreras dentro del gobierno, establecía un perfil del abogado y en él se especificaba la cercanía de Guzmán con personas reconocidas por su homosexualidad, y aunque no mencionaba literalmente que éste lo fuera, muestra el nivel de intolerancia que existía en las altas esferas del gobierno hacia diversas orientaciones sexuales.[51]

Pese a la violenta represión, en esta época comenzaron a crearse las primeras organizaciones para comunidades homosexuales aunque de manera ilegal y oculta. La primera, llamada «Grupo Integración», fue creada en 1977 y realizaba diversos encuentros en viviendas privadas o en un local llamado El delfín, pero finalmente se disolvió rápidamente. El año 1984 vio el nacimiento de Ayuquelén (pretendiendo significar «la alegría de ser» en mapudungun), el primer grupo lésbico nacional. Aunque su nacimiento se originó luego de la visita de algunas feministas chilenas a la segunda Reunión de Feministas de América Latina y el Caribe realizada en Perú el año anterior, el punto de inflexión fue el asesinato de Mónica Briones ese año. Briones falleció luego que un ex policía celoso de su novia la golpeó hasta la muerte en las cercanías de Plaza Italia ante numerosos testigos, sin que nadie se atreviese a intervenir, mientras gritaba «¡Maldita lesbiana!». La familia de Briones no denunció el hecho y prefirió ocultarlo, argumentando que su hija falleció en un accidente de tránsito.[47] Ayuquelén estuvo desde sus inicios ligada al movimiento feminista, aunque sus relaciones fueron difíciles, pues temían una identificación conjunta de ambos movimientos. En esa época también entraron en contacto con grupos internacionales como el ILIS y el ILGA.[52] En Concepción, en tanto, surgió el Colectivo SER hacia fines de la década de los años 1980 y del cual nació también Lesbianas en Acción.

El secretismo en el que se organizaban grupos homosexuales contrastó con la apertura que llegó de la mano del libre mercado instaurado por los Chicago Boys y la disminución en la represión al ocaso de la dictadura. Así, desde mediados de los años 1980 comenzaron a proliferar diversas discotecas y bares gays. Aunque se mantenían las redadas y los locales mantenían oculta su orientación al público homosexual, discotecas como Fausto y Quazar tenían una gran convocatoria en Santiago.[53] Sin embargo, esta condición de gueto tolerado se vería rápidamente puesto en jaque. La aparición del sida durante esos años generó aún una mayor discriminación dentro de la sociedad, que catalogó a la población homosexual como la causante de este síndrome. La primera víctima registrada en el país de la en ese entonces denominada «peste rosa» fue en agosto de 1984, al año siguiente se totalizaron 10 casos y hacia finales de la década llegaron a 79. El temor al contagio de esta enfermedad de la que poco se conocía provocó un aumento en las redadas, generando detenciones masivas en los locales que habían abierto sus puertas algunos meses antes. En agosto de 1985, el artista plástico Ernesto Muñoz dio una entrevista a la revista Apsi intentando desmitificar la enfermedad y de paso declarando abiertamente su homosexualidad, en un hecho inédito para el país. El cantante Eduardo Valenzuela, que representó al país en la OTI 1987 y era una de las voces más promisorias del ambiente chileno, vio su carrera destruida luego de que se diera a conocer que padecía de sida.[54]

La única acción pública por parte de homosexuales fue a través del colectivo cultural Las Yeguas del Apocalipsis, formado por los artistas Francisco Casas y Pedro Lemebel. El grupo, cuyo nombre hacía mofa de los conceptos asociados a la homosexualidad y el sida, se caracterizó por presentaciones espontáneas basadas en el travestismo, generando gran polémica en el contexto de la época. Casas y Lemebel, abiertamente opositores a la dictadura, participaron además en una serie de actos contrarios a Pinochet en vísperas del plebiscito nacional de 1988. Las fuertes e intempestivas acciones de Las Yeguas contaron con un fuerte rechazo, incluso de los grupos opositores que ellos apoyaban. Durante la proclamación de Patricio Aylwin como candidato de la Concertación para la elección presidencial de 1989 que ponía fin a la dictadura, Lemebel y Casas colgaron un lienzo que decía «Homosexuales por el cambio». Los dirigentes democristianos expulsaron a ambos del acto en el teatro Cariola y prohibieron la difusión del hecho en los medios de prensa.[47]

Lucha por la legalización

«No veo en qué pueden aportar los gays y lesbianas en la vida política de Chile. Creo que no tienen nada que ver con la actividad política. Para mí, es una enfermedad que tiene que ser tratada».
Jaime Ravinet, alcalde de Santiago (1990-2000)

El fin del Régimen Militar en 1990 y el inicio de la Transición chilena a la democracia generaron una oportunidad para los colectivos LGBT para la manifestación y la reivindicación de sus derechos. En 1991, en la ciudad sureña de Coronel se realizó el primer Congreso Homosexual Chileno, que contó con la participación de diversas organizaciones nacidas durante la dictadura como Ayuquelén. En dicho congreso participaron representantes de Santiago que, el 28 de junio de ese año, darían vida al Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH), que se convertiría posteriormente en una de las principales agrupaciones de activismo LGBT.[47]

En 1992, el gobierno chileno decidió realizar las primeras campañas de prevención del sida, pese al rechazo de la jerarquía de la Iglesia Católica en Chile. Esto fue aprovechado por diversos colectivos para poner en el tapete el tema de la homosexualidad en el país, participando en entrevistas en periódicos y, por primera vez en televisión, durante el programa Unas y otras de Pamela Jiles y Delia Vergara en Televisión Nacional de Chile.[47] Ese mismo año, por primera vez se trató la muerte de homosexuales durante la dictadura: en una marcha en conmemoración de la publicación del Informe Rettig sobre las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990, diez homosexuales enmascarados y de luto portaron un lienzo con el mensaje «Por nuestros hermanos caídos - Movimiento de Liberación Homosexual» mientras marchaban, recibiendo muestras tanto de apoyo como de rechazo por otros manifestantes.[47] Un año después, en la marcha organizada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, más de 300 homosexuales y travestis participaron por primera vez a cara descubierta, logrando gran repercusión mediática.

«Creo en la libertad, pero no creo en la libertad de algunas desviaciones patológicas de la sexualidad normal. Yo me preocupo de la familia, la mujer, los hijos y que no se propague el sida».
Dip. María Angélica Cristi, durante debate de despenalización de la sodomía.

Pese a estos signos de apertura, no cambiaron los prejuicios contra la homosexualidad dentro de la población chilena. El ejemplo más claro y recordado de ello fue el incendio que afectó a la discoteca Divine en Valparaíso, el 4 de septiembre de 1993, y en el cual las actitudes homofóbicas de la población se manifestaron tanto por parte de las víctimas como de las instituciones destinadas a proteger a éstas. Aunque se especuló de un posible atentado, la justicia chilena cerró el caso sin culpables y sólo en 2008 logró ser reabierto. Algunos estudios de opinión realizados hacia fines de la década demostraban una fuerte violencia verbal y física contra los homosexuales por parte de la ciudadanía (especialmente desde y hacia hombres), mientras que la prensa, si bien ya no realizaba descalificativos directos como antaño, mantenía discursos enjuiciantes y condenatorios a través de la ironía y otras formas implícitas.[55] Un estudio de opinión pública determinó que 43,6% de la población adulta de la Región Metropolitana estaba de acuerdo con la prohibición de la homosexualidad por antinatural y un 74% aceptaba «poco» o «en absoluto» la homosexualidad.[55]

En este contexto, la principal lucha de las organizaciones de apoyo a las minorías sexuales fueron la despenalización de la sodomía a través de las modificaciones al Artículo 365.° del código penal chileno. El proyecto fue presentado por el gobierno con el apoyo de la coalición gobernante, la Concertación de Partidos por la Democracia, en agosto de 1993 en la Cámara de Diputados de Chile. Sin embargo, el proyecto generó un fuerte y largo debate, incluso dentro del oficialismo. En el debate se planteó desde la despenalización a la retipificación de la sodomía, la edad del sujeto pasivo y la posibilidad de contemplar a la mujer como el sujeto activo del delito, entre otras materias.[56] Finalmente, se llegó a un acuerdo referente a restringir la sodomía como delito únicamente cuando el sujeto pasivo era un varón menor de 18 años de edad. Si bien la reforma legal promulgada en junio de 1999 legalizó definitivamente la homosexualidad en Chile, el mantenimiento en caso de menores de edad ha sido criticada hasta la fecha como discriminatorio,[56] pues para relaciones heterosexuales la edad de consentimiento sexual era de 12 años en ese momento (aumentada posteriormente a 14 años).

Apertura en el siglo XXI

Con el advenimiento del siglo XXI, la aceptación de la homosexualidad comenzó a aumentar rápidamente en la población chilena y las muestras públicas de homofobia comenzaron a declinar. La influencia de la televisión fue de gran importancia. Si bien un comienzo, éstos se concentraron con la salida del armario de personajes relacionados con el mundo artístico, pronto comenzaron a nacer programas que mostraban la realidad de personas homosexuales. El hito lo marcó la telenovela Machos, lanzada en 2003 por Canal 13 y que fue la primera en contar con un rol protagónico de un homosexual, dejando de lado la caricaturización tradicional de personajes gays en las telenovelas chilenas. Pese a que Machos no mostró explícitamente la vida homosexual del personaje interpretado por Felipe Braun, permitió la aparición de otros personajes sexualmente activos como en Los Treinta (2005), telenovela nocturna donde se mostró el primer beso entre dos hombres en la televisión chilena,[57] Cómplices (2006), donde aparece la primera pareja homosexual que tiene un rol de relevancia en una teleserie chilena,[58] El señor de La Querencia (2008), donde se muestra por primera vez en la televisión chilena a dos mujeres teniendo relaciones sexuales en horario nocturno, o ¿Dónde está Elisa? (2009), telenovela nocturna donde por primera vez se mostró a dos hombres en la cama.[59] Los exitosos Pells (2009) fue la primera telenovela chilena en mostrar un beso entre dos hombres en horario apto para menores.[60]

La sociedad chilena ha aumentado su tolerancia, aunque las expresiones abiertas de homosexualidad aún son pocas. De acuerdo a un estudio realizado en 2007, un 64% de los chilenos opinaba que la homosexualidad debía ser aceptada, contra un 31% de rechazo, cifras similares a la de países como Brasil, México e Italia, superior a Perú, Venezuela, Polonia y Estados Unidos, pero inferior a Argentina y gran parte de Europa Occidental.[61] La tendencia además aumenta en los jóvenes: un 76% de las personas entre 18 y 25 años está en favor de la aceptación de las conductas homosexuales, contra un 56% de los mayores de 40 años.[61]

Aunque tímidamente iniciadas durante los años 1990, en la década siguiente las marchas del orgullo gay y otras manifestaciones se han ampliado y desarrollado en libertad, especialmente en el centro de Santiago (como en el Palacio de La Moneda).

En Santiago se organiza anualmente la marcha del orgullo gay, que contó con cerca de 40.000 asistentes en el Paseo Bulnes durante su edición de 2010,[62] lo cual ocurre también en otras ciudades del país pero a mucha menor escala. De igual forma, el ambiente gay en Chile ha aumentado considerablemente durante los años 2000, concentrándose principalmente en Santiago de Chile, en el Gran Concepción y en el Gran Valparaíso en menor grado, pero notoriamente más bajo que en ciudades de países cercanos, como Buenos Aires o Río de Janeiro. Las discotecas santiaguinas se concentran en el sector del Barrio Bellavista y el Barrio Lastarria. Este último también ha sido denominado en algunas ocasiones como una especie de barrio gay santiaguino, debido a la alta presencia de comercio destinado a clientes homosexuales que habitan en los departamentos de las cercanías.[63]

Pese a esta apertura, aún existen altos grados de homofobia, por parte de diversas instituciones chilenas. La Iglesia Católica en Chile y algunas comunidades evangélicas han manifestado su rechazo a la apertura hacia comunidades homosexuales,[64]

mientras el MOVILH las ha calificado dentro de las instituciones chilenas con mayor grado de homofobia junto a la Corte Suprema. Además, se han registrado diversas expulsiones de profesores y suspensiones de alumnos debido a su condición sexual, tanto en colegios públicos como privados.

Diversos casos de homofobia han aparecido en el país durante los últimos años, siendo los más conocidos el caso de los jueces Karen Atala y Daniel Calvo. Atala perdió la custodia de sus hijos en 2003 por convivir con su pareja lésbica y el caso actualmente está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos debido a la discriminación manifestada por su orientación sexual.[65] En el caso de Calvo, éste fue alejado de su investigación en el Caso Spiniak (sobre prostitución infantil) tras ser captado por una cámara escondida de Chilevisión ingresando a un sauna gay, y suspendido por 4 meses de su cargo de ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, finalmente fue trasladado a la 4.ª Fiscalía Judicial del Corte de Apelaciones de Santiago, es decir, dejó su puesto de ministro de Corte y asumió funciones auxiliares en el mismo tribunal.[66] [67]

Derechos en Chile de homosexuales y transgéneros

Campaña de apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo en Chile convocando a una marcha el 25 de junio de 2011.
(Ver campaña en vídeo: Hombre, Mujer)

Las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) en Chile pueden enfrentar desafíos no experimentados por personas no LGBT. La actividad homosexual, tanto femenina como masculina, es legal en Chile, pero las parejas del mismo sexo y las familias encabezadas por parejas homosexuales no tienen las mismas protecciones legales disponibles para los matrimonios heterosexuales.

Si bien la homosexualidad fue legalizada en 1998, varios fallos judiciales en la última década demostraron una política discriminatoria. En Chile, la actual ley contra la sodomía establece que la edad de consentimiento para los homosexuales es de 18 años, mientras que para los heterosexuales es de 14 años.[68] Esta ley fue posteriormente validada por el Tribunal Constitucional quien rechazó una demanda de inaplicabilidad presentada.[56]

Identidad y expresión de género

El histórico caso llevado por Andrés Rivera, fundador de unas de las pocas ONG dedicadas a luchar por los derechos de los transexuales en Chile, logró cambiar legalmente su nombre en 2007.[69]

Reconocimiento de las relaciones del mismo sexo

Artículo principal: Reconocimiento de uniones del mismo sexo en Chile

En Chile no existe ningún tipo de reconocimiento de parejas homosexuales. En 2006, el Gobierno de Michelle Bachelet propuso el reconocimiento de las parejas homosexuales mediante la unión civil, sin embargo la propuesta no fue concretada. Durante la campaña presidencial para las eleciones de 2009, todos los candidatos se mostraron favorables a impulsar una legislación en favor del reconocimiento de las uniones de hecho, tanto homosexuales como heterosexuales, que beneficiaría a cerca de 2 millones de personas. Recientemente, el Gobierno de Sebastián Piñera se ha comprometido a impulsar definitivamente la unión civil obteniendo el apoyo de gran parte de los partidos políticos chilenos, incluyendo ciertos sectores de los partidos conservadores como Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente.[cita requerida] Cabe destacar que el gobierno de Sebastián Piñera se ha cerrado totalmente a impulsar el matrimonio homosexual argumentando que «el matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer».

En 2011, y luego de que el gobierno de Sebastián Piñera decidiera no apoyar el proyecto de Acuerdo de vida en común y propusiera un proyecto mucho más limitado, grupos a favor de los derechos del colectivo LGBT convocaron a la «Marcha por la igualdad». El 25 de junio de 2011, la marcha convocó a 50 mil personas a lo largo de la Avenida Libertador Bernardo O'Higgins para demandar por un proyecto de ley a favor del matrimonio igualitario.[70]

En julio, en una reunión con asesores gubernamentales, el MOVILH y la Fundación Iguales hicieron comentarios y propuestas al proyecto de Acuerdo de vida en común elaborado por el Gobierno antes de ser enviado al Congreso.[71]

En octubre, la Iglesia evangélica Luterana manifestó su apoyo al proyecto de Acuerdo de vida en pareja,[72] lo que fue calificado por el MOVILH como «un gesto de reconocimiento inédito de parte de una institución religiosa hacia la diversidad sexual».[73]

Protección contra la discriminación

No hay leyes contra la discriminación en Chile, sin embargo un proyecto de ley para prohibir la discriminación basada en la orientación sexual se ha debatido desde 1998. Grupos LGBT están trabajando para añadir las palabras «orientación sexual» y «género» a la cláusula de derechos civiles y protección en la Constitución.[74]

Opinión pública

Pese a la idea de que Chile es un país fuertemente conservador, la opinión pública ha manifestado un creciente apoyo hacia el reconocimiento de derechos hacia las minorías sexuales.

Respecto a la unión civil, la ciudadanía se ha mostrado consistentemente a favor de éstas. En 2004, el 65% de la población estaba de acuerdo con dicha legalización,[75]

La ampliación del matrimonio para parejas del mismo sexo aún se mantiene mayoritariamente rechazado por la población, pero el crecimiento ha sido sostenido. Al año 2004, sólo el 24% se mostraba a favor del matrimonio homosexual,[75] pero en 2009 este apoyo creció al 33,2% sumado a un 26,5% de apoyo a la adopción por parte de parejas homosexuales.[76] La encuesta LAPOP 2010 para Chile mostró un apoyo de un 38% de los encuestados.[77] El apoyo es más fuerte entre las mujeres, donde llega al 42%, mientras en los hombres es de un 34%. También existen notorias diferencias comparando por niveles socioeconómicos (53% en clase alta y 33% en clase baja) y por nivel de escolaridad (48% para egresados de educación superior, mientras 26% en los que sólo obtuvieron educación primaria).[77] En Santiago, el apoyo sería superior al promedio nacional, llegando al 41% de apoyo en 2011.[78]

El apoyo entre la población más joven es mayor: de acuerdo con el Instituto Nacional de la Juventud, el 56% apoyaría el matrimonio homosexual y el 51,3% la adopción por parte de parejas homosexuales.[79] Este apoyo al matrimonio igualitario es consistentemente más fuerte entre las mujeres (62,5% contra 49% de los hombres) y en los sectores de clase media alta, donde llega al 62%.[79] A nivel general de la población, esta distribución del apoyo es consistente: 42% de las mujeres contra un 34% de los hombres.

Véase también

Referencias

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Enlaces externos


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