- Historia del republicanismo español
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En España ha existido una persistente corriente de pensamiento republicana a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI, que sin embargo han cristalizado solamente en dos cortos periodos de la historia que suman menos de 10 años de la historia española. Estos periodos en los que la República fue la forma de gobierno del Estado español fueron la Primera República Española, entre el 11 de febrero de 1873 y el 29 de diciembre de 1874; y la Segunda República Española, entre el 14 de abril de 1931 y el 1 de abril de 1939.
En la actualidad, pese a que España es desde las Leyes Fundamentales del Reino del franquismo una monarquía, que se convirtió en monarquía parlamentaria con la Constitución de 1978, aceptada por la oposición al franquismo, tradicionalmente republicana (fundamentalmente el Partido Comunista de España -PCE- y el Partido Socialista Obrero Español -PSOE-), el republicanismo siguió existiendo. Algunas encuestas indican que incluso presenta un crecimiento entre la opinión pública del país.[1] Los partidos políticos con mayor representación que han reincorporado en los últimos años la reivindicación "republicana" son la coalición de partidos Izquierda Unida, cuyo mayor miembro es el PCE,(Iniciativa per catalunya verds)-(ICV) y (Esquerra Republicana de Catalunya)
Del nacimiento del liberalismo a la caída de Isabel II
La Guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII
Los orígenes del republicanismo en España deben buscarse en el liberalismo, cuyo origen en España se produjo tras la Revolución francesa (1789-1799) y cuyas primeras manifestaciones deben buscarse en la Guerra de la Independencia española (1808-1814), durante la cual las tropas napoleónicas francesas ocuparon el país, instalando en el trono español a José I Bonaparte, hermano del Emperador francés.
Durante la guerra, los liberales españoles, miembros de la aristocracia y la burguesía incipiente, se dividieron entre los dos bandos: los llamados "afrancesados" apoyaron al nuevo rey, José I, en tanto que los llamados "patriotas" guardaron fidelidad a Fernando VII, el anterior rey Borbón. Fueron estos últimos los que elaboraron la Constitución española de 1812 en Cádiz, monárquica pero liberal. Sin embargo, con el triunfo en la guerra de los partidarios de Fernando VII, el absolutismo retornó a España y se inició la persecución de los liberales.
En 1820, el pronunciamiento del general Rafael de Riego en Las Cabezas de San Juan, obligó a Fernando VII a aceptar la Constitución de 1812, comenzando así el Trienio Liberal. Aunque la institución monárquica no se cuestionara, la desafección de los liberales frente a la persona del rey era evidente, como demuestra la difusión del Trágala (una canción satírica convertida en lema). Las conspiraciones y tratos del rey con las demás monarquías de la Restauración Europea obtendrían sus frutos, al reinstaurar la monarquía absoluta en España un ejército francés que penetró en el país en 1823, los llamados "Cien mil hijos de San Luis". Comenzó entonces la Década Ominosa, de persecución sin tregua a los liberales.
Precisamente, entre el inicio de la ocupación francesa en 1808 y 1824 tuvieron lugar las Guerras de Independencia Hispanoamericana, que convirtieron a la América española en siete estados independientes distintos: seis repúblicas (Bolivia, Chile, Gran Colombia, Paraguay, Perú y Provincias Unidas del Río de la Plata) y un imperio (México), que más tarde se dividirían a su vez.
El reinado de Isabel II
En 1833, Fernando VII murió dejando el trono a su hija de tres años, Isabel II, bajo la regencia de su esposa María Cristina de Borbón. La regente hubo entonces de aliarse con los liberales, pues los absolutistas preferían como rey a Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando, que reclamaba tener mejores derechos sucesorios. Tras la victoria del ejército cristino, como se llamaba a los partidarios de Isabel II y su madre, en la Primera Guerra Carlista; en 1840 el general progresista Baldomero Espartero logró, tras una sublevación contra la regente María Cristina, asumir él la regencia. El autoritarismo de éste llevó a su caída en 1843, tras una sublevación del general moderado Ramón María Narváez, dando comienzo en 1844 la llamada Década Moderada, de dominio de los liberales moderados, esto es, los más conservadores.
El fracaso de los intentos de matrimonio con el pretendiente carlista al trono, Carlos Luis de Borbón, llevarían a la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), de nueva victoria isabelina. En su lugar, la reina contraería matrimonio (contra su voluntad) con su primo Francisco de Asís de Borbón, sobre el que había numerosos rumores de que era homosexual. Las chanzas y rumores populares, abundantes en la España de la época, sobre la homosexualidad del rey y supuesta ninfomanía, de la reina, causarían un importante descrédito de la monarquía (véase Los Borbones en pelota).
Entre 1848 y 1851 tendría lugar la Segunda República Francesa. Aparecería ya en estos años un sentimiento muy crítico hacia el gobierno moderado y la corte, de hecho, ya en 1849 aparecería el Partido Democrático, desgajado del Progresista, de carácter demócrata, que derivó al republicanismo. Dicho sentimiento culminó en la Revolución de 1854 en España, capitaneada por Leopoldo O'Donnell, y que llevó a un cambio de gobierno en favor de los progresistas, pero no a una caída de la monarquía. El Bienio Progresista fue sin embargo, dada la inestabilidad originada, derribado por O'Donnell, quien dio un golpe de estado en 1856, iniciando los gobiernos de la Unión Liberal, su partido.
El deterioro de la situación política, y el desprestigio de la reina y sus gobiernos, hicieron que arreciaran los movimientos contra la monarquía y cobrara fuerza el republicanismo. Ello se debió a hechos como los sucesos de la Noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, en la se reprimieron sangrientamente las protestas estudiantiles por el cese del rector de la Universidad Central de Madrid y destitución de varios de sus catedráticos, entre ellos Emilio Castelar, que poco antes había publicado un artículo llamado El rasgo en el que denunciaba la apropiación por parte de la reina del 25% del producto de las ventas del Patrimonio Real. En 1866 tendrían lugar las sublevaciones de Villarejo de Salvanés y del Cuartel de San Gil, fracasadas y ahogadas en sangre, y se firmaría el Pacto de Ostende, contra Isabel II, por parte de representantes del Partido Progresista y del Partido Democrático, a los que terminaría uniéndose la Unión Liberal. Finalmente, el triunfo de la Revolución de 1868 provocó la caída de Isabel II, obligada a exiliarse.
El republicanismo durante el Sexenio Revolucionario
El Gobierno provisional y el reinado de Amadeo I
Con el triunfo de La Gloriosa, como se llamó a la Revolución de 1868, se estableció un Gobierno provisional, que estableció el sufragio universal masculino, y convocó a elecciones a Cortes constituyentes en enero de 1869, que elaborarían una Constitución.
Pese a la caída de los Borbones, seguía existiendo un notable dilema entre Monarquía o República. En las elecciones de 1869, finalmente, triunfarían los monárquicos, habiendo solo 85 diputados republicanos de 352, pertenecientes al Partido Republicano Democrático Federal.[2] La Constitución de 1869 que elaboraron estas Cortes, finalmente, fue de carácter monárquico y demócrata.
Sin embargo, los monárquicos eran de muy distinto signo: los había isabelinos o alfonsinos, es decir, partidarios de Isabel II o de su hijo el príncipe Alfonso. Los había también carlistas; pero los más numerosos eran los partidarios de elegir rey a algún príncipe de alguna corte europea caracterizada por su respeto al sistema parlamentario, y desde luego de una dinastía diferente a la de Borbón. La candidatura del alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen causó temor en Francia a la presencia de dos monarquías de la misma dinastía fronterizas con la misma, Alemania y España, y la tensión resultante fue la causa de la Guerra Franco-Prusiana (que a su vez provocó la caída del Segundo Imperio Francés y su sustitución por la Tercera República Francesa en 1870). Finalmente, fue elegido el italiano Amadeo I de Saboya el 26 de noviembre de 1870. Pero el atentado contra su principal valedor, Juan Prim, al día siguiente, a causa del cual murió, dejó baldada a la nueva monarquía desde un principio. Una España inestable por la guerra en Cuba y el rechazo al nuevo rey por parte de republicanos (algunos de sus sectores habían protagonizado levantamientos en 1869), carlistas (quienes comenzaron la Tercera Guerra Carlista en 1872), la aristocracia, la Iglesia, y parte del pueblo, le llevó a abdicar el 11 de febrero de 1873.
El republicanismo durante el Sexenio Revolucionario estuvo agrupado en torno al Partido Republicano Democrático Federal, dirigido por Francisco Pi y Margall. Este partido estaba dividido en dos grandes corrientes: la federalista, y la unitaria (representada por Emilio Castelar). De éstas, la mayor era la federalista, y a su vez estaba se dividía en dos tendencias: la transigente (o moderada), representados por el propio Pi y Margall, y la intransigente, representada por José María Orense. En sucesivas elecciones, fue creciendo su fuerza, teniendo 52 escaños en las elecciones de marzo de 1871,[3] 52 en las de abril de 1872,[4] y 78 en las de agosto de 1872 (a los que se añadían dos republicanos independientes y unitarios).[5]
La Primera República española
El 11 de febrero de 1873, ante la renuncia al trono de Amadeo I, y pese a la mayoría de diputados monárquicos, el Congreso y el Senado, reunidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República por 258 votos a favor y 32 en contra. En la misma sesión, fue elegido Presidente del Poder Ejecutivo el republicano federalista Estanislao Figueras.
Pese a que los republicanos federalistas, aunque se reafirmaron en su condición de tales, renunciaron entonces a imponer la República federal, esperando que dicha decisión fuera tomada democráticamente por las Cortes, el 23 de abril hubo un fallido intento de golpe de estado. Entre tanto, el Gobierno, formado por republicanos federalistas y progresistas, tenía que asumir una desastrosa situación económica, a la que se sumaban las guerras en Cuba y en el norte (la insurrección carlista), y se firmaba el cese del servicio militar obligatorio, sustituyéndolo por uno voluntario.
En las elecciones a Cortes Constituyentes de mayo de 1873, en medio del boicoteo y abstención de monárquicos, unitarios e incluso movimientos obreros. El resultado fue de 346 diputados republicanos federales y un diputado republicano unitario, de 383 diputados en total.[6] El 1 de junio se abrió la primera sesión de las Cortes Constituyentes. Su primera propuesta aprobada fue la que establecía como forma de gobierno del Estado la "República democrática federal".
Sin embargo, las divisiones entre los republicanos eran patentes. El 10 de junio dimitió Figueras, siendo elegido Presidente al día siguiente Pi y Margall. El esfuerzo principal del nuevo gobierno sería la redacción de la nueva Constitución, y la aprobación de una serie de leyes de carácter social: el reparto de tierras desamortizadas entre arrendatarios, colonos y aparceros, el restablecimiento del ejército regular, con levas obligatorias, la separación de la Iglesia y el Estado, la abolición de la esclavitud, la enseñanza obligatoria y gratuita, la limitación del trabajo infantil, la creación de jurados mixtos de empresarios y trabajadores, el derecho a la sindicación obrera y la jornada de trabajo de 8 horas. El 16 de junio se eligió una comisión de 25 miembros que debía elaborar la nueva Constitución, y que redactó el Proyecto de Constitución Federal de 1873, que se atribuye principalmente a Castelar. Pero a lo largo del mes de julio estallaba en distintos puntos de la geografía del país la Revolución Cantonal, promovida por los republicanos federalistas intransigentes y con influencias anarquistas. Como consecuencia de ello, y negándose a reprimir la sublevación, Pi y Margall dimitió, siendo elegido Presidente el republicano federalista moderado Nicolás Salmerón.
Los cantonalistas pretendían el levantamiento de los municipios y su constitución en cantones independientes, que más tarde formarían una Confederación a nivel de toda España. La mayor parte de los cantones fueron rapidamente derrotados, después de que Salmerón mandase a los generales Arsenio Martínez Campos y Manuel Pavía a sofocar la rebelión. Sin embargo, Salmerón, abiertamente contrario a la pena de muerte, dimitió el 6 de septiembre, al negarse a firmar varias sentencias de muerte.
El 7 de septiembre fue elegido Presidente el unitario Emilio Castelar. Bajo su presidencia, reorganizó el ejército, y las Cortes le concedieron poderes extraordinarios para gobernar, cerrándose las mismas el 20 de septiembre y volviéndolas a convocar el 2 de enero de 1874. Al abrirse las mismas, perdió su confianza, votándose la sustitución de Castelar como Presidente por el federal Eduardo Palanca. Sin embargo, el unitario Manuel Pavía, Capitán General de Castilla la Nueva, irrumpió con una unidad militar en el hemiciclo durante la votación, dando un golpe de estado.
Pavía ofreció la presidencia al general Serrano, quien ya había dirigido el Gobierno provisional de 1868. Tras la formación de un gobierno de concentración que excluyó a los republicanos federales, intentó llevar a cabo una dictadura republicana conservadora, a similitud de Mac-Mahon en Francia. El 13 de enero cayó el último cantón que resistía, el de Cartagena. No obstante, la guerra carlista seguía teniendo lugar en el norte, y entre tanto los monárquicos alfonsinos conspiraban para el retorno de la monarquía borbónica.
El 29 de diciembre tuvo lugar el pronunciamiento alfonsino del general Martínez Campos en Sagunto, que precipitó los acontecimientos e impuso la coronación de Alfonso XII.
El republicanismo durante la Restauración
El reinado de Alfonso XII
Tras la Restauración de la monarquía borbónica en España, el nuevo rey encargó a Antonio Cánovas del Castillo la creación del nuevo régimen de gobierno, que debía de ser al tiempo liberal y tradicional, y de superar los vicios que provocaron la caída de Isabel II. El 20 de enero de 1876 se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, con sufragio universal masculino, pero que soportaron una fuerte abstención electoral. Solo seis de los 391 diputados elegidos eran republicanos (cinco por el Partido Radical de Cristino Martos y Emilio Castelar por el Partido Demócrata).[7] De aquellas Cortes surgió la Constitución española de 1876, promulgada el 30 de junio.
La base del nuevo sistema estaba en un turnismo político pacífico de los dos grandes partidos, el Partido Liberal-Conservador de Cánovas y el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta, quien ya había presidido gobiernos durante el reinado de Amadeo I y la dictadura de Serrano. En el nuevo sistema, era el rey quien elegía al jefe de gobierno y a los ministros, quienes "preparaban" las elecciones mediante prácticas caciquiles y pucherazos, asegurándose una mayoría parlamentaria estable. Cuando el gobierno se veía desgastado, el rey llamaba al líder del otro partido para el gobierno, repitiéndose de nuevo el proceso. A ello se añadía que el sufragio fuese censitario, y no universal, tras el restablecimiento del mismo por Cánovas en 1878. La alternancia política se puso en práctica por primera vez en 1881, tras ceder Cánovas el poder a Sagasta.
En cuanto a las guerras todavía abiertas, finalmente se consiguió la derrota carlista en 1876 y el fin de la guerra en Cuba mediante la Paz de Zanjón en 1878.
El republicanismo, en este tiempo, estaba dividido en varias corrientes. El Partido Demócrata, dirigido por Castelar, más tarde Partido Demócrata Posibilista (PDP), fue el que obtuvo durante más tiempo representación parlamentaria: 6 escaños en 1879,[8] 10 en 1881[9] y 3 en 1884.[10] También obtuvieron representación parlamentaria el Partido Progresista Demócrata, dirigido por Cristino Martos, más tarde Partido Progresista Republicano Demócrata (PPRD): 8 escaños en 1879 y 10 en 1881. Tras la integración del PPRD en la Izquierda Dinástica (Martos también retornó a posiciones monárquicas), quedaron dos independientes republicanos con representación parlamentaria tras las elecciones de 1884.
También convivían con los anteriores el republicanismo federalista de Pi y Margall, y las conspiraciones republicanas en las que intervino desde el exilio Manuel Ruiz Zorrilla (quien en 1883 fundó la Asociación Republicana Militar y tuvo un papel destacado en el pronunciamiento militar fracasado de Badajoz).
La regencia de María Cristina
El 25 de noviembre de 1885 murió Alfonso XII, dejando a su esposa María Cristina de Habsburgo-Lorena, embarazada, como regente. Ante la complicada situación, temerosos de rebeliones republicanas y carlistas, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto de El Pardo, que consolidó el turnismo entre los partidos Conservador y Liberal que ambos representaban. De hecho, en 1886 se vivieron los últimos pronunciamientos militares republicanos, uno en Cartagena, y otro a cargo del General Manuel Villacampa en Madrid, ambos fracasados (y en los cuales tuvo una activa participación Ruiz Zorrilla). El 17 de mayo de 1886 nació ya como rey el hijo póstumo de Alfonso XII, Alfonso XIII.
A consecuencia del Pacto de El Pardo, Cánovas cedió el poder a Sagasta el 27 de noviembre de 1885, quien convocó elecciones para el 4 de abril de 1886. En dichas elecciones, que ganó el Partido Liberal de Sagasta (con todas las irregularidades propias del sistema), el Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla y Nicolás Salmerón obtuvo 12 escaños, el ]]Partido Demócrata Posibilista de Emilio Castelar 10 escaños, y el Partido Republicano Democrático Federal de Pi y Margall un escaño.[11]
Sagasta, durante su gobierno de 1885-1890 (el llamado "Parlamento largo"), realizó la Ley de Asociaciones en 1887, que legalizaba a los sindicatos y a los partidos políticos; y restauró en 1890 el sufragio universal masculino. El sufragio universal favoreció que en las grandes ciudades (donde el caciquismo y los pucherazos tenían menos poder) los partidos republicanos y obreros tuviesen mayor representación. En las elecciones de 1891, las primeras con sufragio universal masculino desde 1876, ganó Cánovas (en el gobierno desde 1890), obteniendo los republicanos un total de 29 escaños de un total de 401: 11 del Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla, 7 de los posibilistas de Castelar, 4 de los federales de Pi y Margall, 3 del Partido Republicano Centralista de Salmerón y uno independiente.[12]
En 1893, los republicanos progresistas, federalistas y centralistas formaron una coalición electoral, la Unión Republicana, que consiguió 32 escaños, obteniendo además la victoria en las provincias de Madrid y Barcelona, en las respectivas capitales y en Valencia. Por su parte, los republicanos posibilistas, que no participaron de la coalición, obtuvieron 15 escaños. No obstante, ese mismo año, Castelar disolvió el PDP y aconsejó la integración en el Partido Liberal, algo a lo que un sector del partido se opuso, fundando la Unión Constitucional Republicana (UCR) e integrándose en la Unión Republicana.[13]
En 1895 murió Ruiz Zorrilla, lo que hizo sumirse en una crisis al Partido Republicano Progresista. Finalmente, asumió el liderazgo José María Esquerdo, si bien un sector del partido se unió a la UCR formando el Partido Republicano Nacional (PRN). Al año siguiente, la Unión Republicana y el PRN decidieron boicotear las elecciones. Obtuvieron escaños como posibilistas independientes Castelar y tres republicanos más.[14] [15]
En 1897 fue asesinado Cánovas, que en aquel momento ejercía el gobierno. Lo sustituyó al frente del Partido Conservador y al frente del Gobierno Francisco Silvela. Ese mismo año, PRN, centralistas, antiguos posibilistas y Vicente Blasco Ibáñez formaron la Fusión Republicana, que se presentó a las elecciones en 1898,[16] obteniendo 18 escaños, bajando a 11 en las elecciones de 1899 (de 402 escaños), si bien también obtuvieron representación el PRDF de Pi y Margall (2 escaños) y cuatro independientes republicanos, entre ellos Blasco Ibáñez.[17]
En 1901, la Fusión Republicana se coaligó con el PRDF, obteniendo 14 escaños. Los republicanos blasquistas obtuvieron 2 escaños y ganaron en Valencia. A estos debe añadirse un republicano independiente.[18] Con la muerte de Pi y Margall, asumió el liderazgo del PRDF Eduardo Benot.
La crisis del régimen de la Restauración
Alfonso XIII asumió sus funciones como rey en 1902. En España habían muerto los principales líderes políticos inmediatamente anteriores (Cánovas asesinado en 1897 y Sagasta en 1903), también buena parte de los líderes republicanos (Ruiz Zorrilla en 1895, Castelar en 1899 y Pi y Margall en 1901). Además, el país salía del desánimo provocado por la pérdida de los últimos restos de su imperio colonial (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) como consecuencia de la derrota en la Guerra Hispano-Estadounidense. Ante ese estado de crisis moral, social y política, surgió una generación de escritores y pensadores, la Generación del 98, crítica con el sistema de la Restauración; así como la corriente de pensamiento regeneracionista, representada principalmente por Joaquín Costa.
En 1903, Nicolás Salmerón y Alejandro Lerroux trataron de unificar todas las tendencias republicanas españolas en un solo partido, la Unión Republicana (UR). El programa de este nuevo partido contemplaba la restauración de la Constitución de 1869, la proclamación de la República y la convocatoria de Cortes Constituyentes. Obtuvieron la victoria en las elecciones de 1903 en las ciudades de Madrid (también en su provincia), Barcelona y Valencia, con un total de 30 escaños (de 403 diputados). Sin embargo, el Partido Republicano Democrático Federal no se integraría en la UR, y obtendría 7 escaños en 1903, ganando en la provincia de Barcelona.[19] En 1905, la UR repetiría victoria en Barcelona y Valencia, y obtendría 27 escaños, en tanto que el PRDF obtendría 4 (de 404 diputados).[20]
Sin embargo, la unidad de los republicanos duraría poco tiempo. En 1906, como consecuencia de una caricatura contra el ejército en la revista satírica ¡Cu-Cut!, por la que un grupo de militares asaltó la sede de la misma, el gobierno de Eugenio Montero Ríos se vio obligado a dimitir (tras intentar sancionar a los militares asaltantes) y el nuevo gobierno de Segismundo Moret impulso la Ley de Jurisdicciones, por la que se ponía bajo jurisdicción militar las ofensas orales o escritas a la unidad de la patria, la bandera y el honor del ejército. En respuesta a esta ley apareció la coalición Solidaridad Catalana, que unió a catalanistas de la Liga Regionalista y diversos grupos republicanos, entre ellos el PRDF y parte de la UR. La victoria del catalanismo en el seno de la Unión Republicana provocó la fractura de la misma, presentándose por separado Lerroux a las elecciones de 1907 (como "republicano antisolidario") y fundando al año siguiente el Partido Republicano Radical (PRR). También en ese año, se fundó (segregado de la Unión Republicana) el Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA), blasquista, que defendía la creación de una república española democrática, la separación de la Iglesia y el Estado, la independencia judicial, la creación de tribunales de comercio y la autonomía provincial y regional.
En las elecciones de 1907, la Unión Republicana obtuvo 22 escaños, 9 de ellos en el seno de la Solidaridad Catalana. Dentro de los 40 escaños que obtuvo Solidaridad Catalana (que barrió en las elecciones en Cataluña), también se encuentran 6 del PRDF y 3 del Centre Nacionalista Republicà, partido surgido en 1906 que reclamaba la autonomía de Cataluña, el sufragio universal y la proclamación de la república. La coalición entre blasquistas y antisolidarios dio dos escaños a los primeros y uno a los segundos, por Valencia, donde vencieron. En la repetición de las elecciones en Barcelona, en 1908, vencieron los antisolidarios de Lerroux. Además, a todos estos se añade un republicano independiente que también obtuvo su acta de diputado.[21]
El movimiento obrero español se había venido desarrollando a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, si bien, debido a la escasa fuerza de la industrialización en España, éste tenía menos poder que en otros países europeos. Dicho movimiento se dividía en dos corrientes principales: el socialismo (representado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), fundados ambos por Pablo Iglesias, en 1879 y 1888 respectivamente) y el anarquismo (con especial fuerza en Cataluña y Andalucía). El anarquismo se manifestó en dos vías: la pacífica, y también la violenta, que pretendía extender las ideas anarquistas mediante magnicidios y otros actos terroristas (destacando el asesinato de Cánovas del Castillo en 1897 y el atentado de Mateo Morral en 1906 contra los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia durante el cortejo nupcial, que causó numerosas víctimas, pero no se cobró las vidas de los reyes). En 1907 nació el sindicato Solidaridad Obrera, que unía a anarquistas, socialistas y republicanos catalanes.
En 1902, Francia había ofrecido a España la división de Marruecos en dos zonas de influencia para cada país, acuerdo que finalmente fue firmado en 1903 por ambos países europeos. En 1904, Francia y Reino Unido acordaron que si el sultán de Marruecos no lograba mantener el orden, Francia y España establecerían sendos protectorados sobre sus respectivas zonas de influencia, lo cual fue confirmado por la Conferencia de Algeciras de 1906. Tras los desórdenes de Casablanca de 1907, se comenzó la ocupación de ambas zonas de influencia. La resistencia de la guerrilla rifeña comenzó pronto, lo que provocó la movilización de los reservistas españoles que no pudieron costear el pago de un canon de 6.000 reales, para hacer frente a la misma en la impopular Guerra de Melilla, en 1909.
Solidaridad Obrera convocó un paro de 24 horas para el 26 de julio, días después de los primeros embarques de reservistas hacia Marruecos desde el puerto de Barcelona. La huelga fue seguida mayoritariamente en Barcelona y varios pueblos y ciudades de su entorno, mientras las autoridades ordenaban la salida del ejército a la calle. En los días siguientes, al llegar las noticias del Desastre del Barranco del Lobo del día 27, en el que murieron cerca de 1.300 españoles, la protesta antibélica de Barcelona se convirtió en un fuerte estallido de violencia anticlerical, quemándose iglesias y conventos, y llevándose a cabo incluso profanaciones de tumbas. Se declaró el estado de guerra en la ciudad, por lo que el ejército intervino aplastando la rebelión, que duró hasta el 31 de julio. Así, con una durísima represión, concluía la Semana Trágica de Barcelona, por la que las autoridades ejecutaron a varias personas, entre ellas el pedagogo anarquista Francisco Ferrer y Guardia, escogido como cabeza de turco. Las ejecuciones provocaron una fuerte oleada de protestas dentro y fuera del país, que provocaron el cese de Antonio Maura como Presidente del Gobierno, siendo sustituido por Segismundo Moret.
En respuesta a los hechos de la Semana Trágica, los partidos republicanos y el PSOE formaron la Conjunción Republicano-Socialista, presidida por Benito Pérez Galdós y Pablo Iglesias, si bien Galdós pronto se retiró de la política (en 1913). En las elecciones de 1910, la Conjunción Republicano-Socialista obtuvo 27 escaños, uno de ellos el de Pablo Iglesias, el primero que el PSOE consiguió en su historia. La Conjunción, además, venció en Madrid, Barcelona y Valencia. Por su parte, sectores catalanes de Unión Republicana, Partido Republicano Democrático Federal y Centre Nacionalista Republicà se unieron en la Unión Federal Nacionalista Republicana (UFNR), que obtuvo 11 escaños, y se unió en 1911 a la Conjunción Republicano-Socialista. El PURA obtuvo dos escaños, y también obtuvo uno propio un republicano independiente.[22]
También en 1910, tuvo lugar en el país vecino de Portugal la Revolución del 5 de octubre que proclamó la Primera República Portuguesa.
El anarquismo, si bien no podía definirse claramente como una fuerza republicana, sí era claramente antimonárquica. En 1910 se fundó, en el seno de un congreso de Solidaridad Obrera, el sindicato Confederación Nacional del Trabajo, de ideología anarcosindicalista. También la vertiente terrorista del anarquismo tuvo actividad estos años, con los atentados frustrados contra Antonio Maura (1910) y Alfonso XIII (1913), y el asesinato del Presidente del Gobierno, José Canalejas, en 1912.
En 1912 abandonaron la Conjunción Republicano-Socialista el PRR y la UFNR, mientras Melquíades Álvarez fundaba el Partido Reformista, de ideales republicanos, laicistas y anticaciquiles. En las elecciones de 1914, la Coalición Republicana entre PRR y UFNR obtuvo 11 escaños, obteniendo también 11 escaños el Partido Reformista y 10 escaños la Conjunción Republicano-Socialista, que ganó en Madrid y su provincia. También obtuvieron un diputado cada uno el PRDF, el PURA y un republicano independiente (de 408 diputados).[23] En 1916, la Conjunción Republicano-Socialista y el Partido Reformista mejoraron sus resultados (13 y 12 escaños respectivamente, de 409), mientras caía la Coalición Republicana de PRR y UFNR (6 escaños). Apareció también el Bloc Republicà Autonomista, catalán, que obtuvo un escaño, y también obtuvo un escaño un republicano nacionalista catalán independiente.[24]
En 1917, se daba en Europa una situación de fuerte inestabilidad, con la incertidumbre por el resultado final de la Primera Guerra Mundial (en la que España era neutral), y con la Revolución de Febrero en Rusia, que destronó al zar Nicolás II (más tarde, con la Revolución de Octubre, se produjo el primer ascenso de un régimen comunista de la historia). Durante este año se vivió en España una profunda crisis que hizo tambalear los cimientos del régimen de la Restauración.
En medio de un profundo debate de la sociedad entre aliadófilos (fundamentalmente intelectuales y republicanos) y germanófilos (sobre todo los sectores más conservadores y el Ejército), se producía un fuerte alza del coste de la vida que no se veía acompañado de las correspondientes subidas salariales, aumentando las diferencias entre clases. PSOE, UGT y CNT multiplicaron sus afiliados, y ya en diciembre de 1916, los sindicatos UGT y CNT llamaron a una huelga contra la carestía de la vida, consiguiendo el paro total del país. Los regímenes de favoritismos y bajos sueldos dentro del Ejército llevaron a la creación de Juntas de Defensa del Arma de Infantería, y también de Caballería, en todas las Capitanías Generales del país, que llevaron a cabo un ultimátum al gobierno de Manuel García Prieto, quien cedió, y dimitió en junio. Entre tanto, varios políticos de la burguesía catalana, como Francesc Cambó, y otros republicanos y reformistas creyeron debía abrirse un debate a fondo en las Cortes, lo cual fue rechazado. El 5 de julio, los parlamentarios catalanes se reunieron y pidieron la autonomía de Cataluña (desde 1914 constituida en Mancomunidad) y la convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes, lo que también fue rechazado, por lo que se convocó en Barcelona una Asamblea extraoficial de parlamentarios para el día 19, reuniendo a los diputados catalanes y varios republicanos, reformistas y al socialista (Pablo Iglesias). Sin embargo, pese a los guiños lanzados al Ejército desde la Asamblea, éste era fiel al Gobierno, y la Asamblea fue disuelta tras la ocupación militar de la ciudad. Entonces, PSOE y UGT prepararon una gran huelga en protesta por las condiciones de vida, pero también en propuesta de unas Cortes constituyentes convocadas por un Gobierno provisional que asumiese los poderes legislativo y moderador (el de la Corona). La huelga comenzó el 13 de agosto, siendo total en las principales ciudades y zonas industriales del país, y en numerosas capitales de provincia, siendo ésta aplastada de forma sangrienta por el Ejército.
El Gobierno de Eduardo Dato cayó también, en diciembre, por lo que se formó un gobierno de concentración, a cargo de García Prieto, pero las huelgas y la amenaza de intervención del Ejército hacía que la situación fuese de desgobierno. En las elecciones del 24 de febrero de 1918, por primera vez desde 1876, no hubo mayoría absoluta en el Congreso, lo que llevó a un nuevo gobierno de concentración. En dichas elecciones, las fuerzas republicanas, reformistas y socialistas acudieron en coalición, en la llamada "Alianza de Izquierdas", obteniendo 35 escaños, venciendo en Madrid, Valencia, Sevilla y en la provincia de Tarragona. Además, el PSOE pudo, por primera vez, formar un grupo parlamentario propio. A estos hay que añadir que Francesc Macià obtuvo un escaño, presentándose como un nacionalista catalán republicano independiente.[25]
En 1918 acabó la Primera Guerra Mundial con la derrota de los Imperios Centrales, tras sendas revoluciones que acabaron con el Imperio austrohúngaro y el Imperio Alemán, que se convirtieron en repúblicas y se desmembraron en varios estados.
Hasta 1923, en las elecciones posteriores (1919, 1920), ningún partido obtuvo la mayoría absoluta, lo que llevó a la creación de gobiernos de concentración inestables. El desprestigio de las Cortes, y la clase política en general, llevó a un aumento de la abstención electoral. A esto se añadía un clima de violencia social, con terrorismo anarquista (asesinato del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, en 1921) y pistolerismo por parte de la patronal.
Los movimientos republicanos también perdieron cierta fuerza, mientras los movimientos obreros sufrieron una crisis y división a raíz de la Tercera Internacional o Internacional Comunista. Como resultado, el PSOE sufrió las escisiones del Partido Comunista Español y del Partido Comunista Obrero Español en 1920 y 1921 respectivamente, los cuales, a diferencia del PSOE, se adhirieron a la Tercera Internacional. Ambos se unieron en 1921, formando el Partido Comunista de España (PCE).
En las elecciones de 1919, la Conjunción Republicano-Socialista obtuvo 15 escaños y ganó en la provincia de Madrid, el Partido Reformista 6 escaños, el Partit Republicà Català (PRC) (republicano y catalanista) 5 escaños, el PRR 4 escaños, los nacionalistas catalanes republicanos de Macià 2 escaños, y el PRDF un escaño.[26] En las de 1920, tras la ruptura de la Conjunción Republicano-Socialista, el Partido Reformista obtuvo 9 escaños, el Partido Radical y sus afines 8 escaños, el PSOE 4 escaños, el PRC 2 escaños, el PURA 2 escaños, los nacionalistas catalanes republicanos de Macià 2 escaños, el PRDF un escaño, y otro escaño el Partido Republicano Democrático, a los que hay que añadir dos diputados republicanos independientes.[27]
En 1923, el Partido Reformista se alió a los distintos partidos liberales, obteniendo 18 escaños (la coalición obtuvo 222, teniendo mayoría absoluta) y permitiendo la líder reformista, Melquíades Álvarez, acceder a la Presidencia del Congreso. El PRR y afines obtuvieron 7 escaños, el PSOE 7 escaños y ganó en Madrid, el PRC 3 escaños, el PRDF 2 escaños, los nacionalistas catalanes republicanos de Macià 2 escaños, y el PURA un escaño.[28]
La dictadura de Primo de Rivera y la caída de la monarquía
En el marco de la Guerra de Marruecos, tuvo lugar el Desastre de Annual, que supuso una gran derrota española frente a los rifeños. En el mismo murieron cerca de 14.000 personas del lado español. La investigación y depuración de responsabilidades por el Desastre, motivado por un internamiento temerario del general Manuel Fernández Silvestre en territorio hostil que pudo estar alentado por el propio rey, dio lugar al Expediente Picasso. Sin embargo, antes de producirse la votación del Pleno de la Cámara, el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de estado el 13 de septiembre de 1923 e inició una dictadura militar con el visto bueno del monarca, Alfonso XIII, en la que se suspendió, pero no derogó, la Constitución de 1876. Además, se disolvieron los ayuntamientos, los partidos políticos fueron prohibidos y se declaró el estado de guerra hasta el 16 de marzo de 1925.
En un primer momento, las fuerzas empresariales y eclesiásticas apoyaron activamente a la dictadura, mientras que las clases medias y populares la acogieron con cierta indiferencia. PSOE y UGT publicaron un cauteloso manifiesto de denuncia, y CNT y PC llevaron a cabo una huelga general de 24 horas en Bilbao, pero no promovieron acciones de mayor calado.
Primo de Rivera afrontó el problema de Marruecos con una mayor intervención, al contrario de lo que el mismo Primo había defendido años antes. Así, el 8 de septiembre de 1925, tras conseguir la alianza y ayuda de Francia, realizó el Desembarco de Alhucemas, que supuso una decisiva victoria contra la República del Rif de Abd-el-Krim. La pacificación del Protectorado español de Marruecos, junto con la buena marcha de la economía, le granjearon una popularidad que el dictador quiso aprovechar para institucionalizar su régimen y mantenerse en el poder. Así, en 1925 formó la Unión Patriótica, un "intento" de partido único; en 1926 un sindicato vertical, la Organización Corporativa Nacional; y en 1927 la Asamblea Nacional Consultiva, una especie de Parlamento sin poder legislativo y de elección en parte corporativa y en parte vitalicia. También intentó crear una nueva Constitución, pero fracasó.
Con una economía asfixiada por el déficit, y la constatación de los intentos de institucionalización de una dictadura corporativista, en parte imitadora de la de Benito Mussolini en Italia, Primo de Rivera comenzó a perder apoyos. De hecho, ya en 1926 había tenido lugar un pronunciamiento fracasado en contra de la dictadura, la Sanjuanada. La UGT y el PSOE, que bajo la dirección de Francisco Largo Caballero habían colaborado con la dictadura, se alinearon entonces con los contrarios al régimen en 1928. La Alianza Republicana reunió a personalidades de la cultura, como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Gregorio Marañón o Manuel Azaña, entre otros.
Los fracasos de buena parte de las iniciativas legales de la dictadura, el enfrentamiento con buena parte del sector universitario y del obrero, y las presiones de quienes con anterioridad habían apoyado a Primo de Rivera hicieron que la dictadura fuera descomponiéndose. En 1930, la amenaza de un pronunciamiento militar en su contra hizo que Primo de Rivera dimitiese finalmente el 28 de enero. Le sustituyó el general Dámaso Berenguer.
El nuevo gobierno, conocido popularmente como la Dictablanda, intentó retornar a la vida constitucional normal anterior a 1923. Sin embargo, el rechazo a la dictadura de Primo de Rivera se había unido al rechazo a la monarquía que la había sustentado. Buena parte de los intelectuales del país, y políticos que con anterioridad habían militado en las filas liberales, como Niceto Alcalá-Zamora, pasaron a apoyar una República. El 17 de agosto de 1930, casi todas las fuerzas republicanas firmaron el Pacto de San Sebastián, que constituyó un Comité revolucionario.
En símbolo de la caída inminente de la monarquía se convirtió el artículo de José Ortega y Gasset publicado en el diario El Sol el 14 de noviembre, titulado "El error Berenguer", y que concluía con las palabras Delenda est Monarchia.
Para diciembre se estaba preparando un pronunciamiento militar republicano, que actuaba de acuerdo con el Comité revolucionario. Sin embargo, el capitán Fermín Galán, que iba a dirigir el levantamiento en Jaca, se adelantó, e inició la Sublevación de Jaca el 12 de diciembre, en la que proclamó la República en Jaca y Ayerbe, pero sería derrotado antes de llegar a Huesca. Galán, junto con el capitán Ángel García Hernández, fueron fusilados el domingo 14. El lunes 15 de diciembre la huelga fue general en toda España, pero no fue ordenada por la Casa del Pueblo de Madrid y los aviadores republicanos que habían tomado Cuatro Vientos tuvieron que retirarse a Portugal. Buena parte del Comité revolucionario fue detenido.
El 14 de febrero de 1931, el rey sustituyó a Berenguer por el almirante Juan Bautista Aznar. Se liberó a los miembros del Comité revolucionario, recibidos entre aclamaciones. Mientras, la huelga se extendió por las universidades del país.
El Gobierno convocó elecciones municipales para el 12 de abril, a las que republicanos y socialistas se presentaron en coalición. Pronto, las elecciones tomaron el cariz de plebiscito sobre la monarquía. La victoria de los republicanos en 41 de las 50 capitales de provincia y en todas las aglomeraciones urbanas importantes llevó a la proclamación de la República e izado de la bandera tricolor en Éibar en la madrugada del día 14 de abril. Por la tarde, siguieron su ejemplo Barcelona, Madrid y el resto de ciudades españolas, en medio del júbilo callejero. Los miembros del Comité revolucionario se convirtieron en Gobierno provisional, en medio del apoyo o pasividad de la Guardia Civil y el Ejército, mientras el rey, Alfonso XIII, abandonaba el país.
Segunda República y Guerra Civil
Exilio Republicano y Oposición al Franquismo
Transición y Democracia
Tras la muerte del dictador Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 comenzó el reinado de Juan Carlos I, que se planteaba como una transición política.
Los principales partidos republicanos eran el PCE de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri la Pasionaria (dirigentes históricos en el exilio), con una presencia clandestina difícil de cuantificar, pero cuya notable organización le hacía destacar entre los demás partidos, y un PSOE dividido en dos sectores, uno mayoritario en el exilio, denominado sector histórico, y otro mayoritario en la clandestinidad del interior, denominado Felipe González. La aproximación a otros sectores políticos, como los democristianos e incluso elementos monárquicos, dio como resultado la constitución de órganos de coordinación, como la denominada Platajunta. La opción republicana (al igual que otras reivindicaciones izquierdistas, propias del movimiento obrero) no era considerada como la primera prioridad, postergándose en beneficio de otras reivindicaciones, como las libertades públicas, la legalización de partidos y sindicatos, la amnistía o la obtención de estatutos de autonomía en algunos territorios. Durante los primeros años de reinado, la oposición proponía una Ruptura opuesta a la Reforma propiciada por el Monarca y planteada por los sucesivos presidentes del gobierno (nombrados por él mismo): primero el inmovilista Arias Navarro, que también lo había sido de Franco, y después el aperturista Adolfo Suárez.
Tras la legalización del Partido Comunista de España el 9 de abril de 1977, Santiago Carrillo pronunció un discurso en el que se aceptaba la futura monarquía parlamentaria, flanqueado en un lado por la clásica bandera roja comunista decorada con la hoz y el martillo, y en el otro por la bandera de España de dos colores, rojo y amarillo, y no la habitual bandera republicana de tres colores: rojo, amarillo y morado. Fue muy destacado el hecho de que, pese a situarse más a la izquierda que el PSOE, el Partido Comunista de España aceptara públicamente a Juan Carlos I como Jefe de Estado antes que otras formaciones políticas provenientes de la oposición al franquismo, como el Partido Socialista Obrero Español, que tardarían un tiempo más. La decisión de Carrillo fue tomada a petición expresa del gobierno de Suárez, que lo consideraba necesario ante la fortísima oposición que suscitaba en el ejército la legalización del Partido Comunista (no tanto la de los demás).
Ningún partido que propugnara abiertamente la república como forma de estado podía presentarse a las elecciones de 1977, lo que fue esquivado por la mayor parte de partidos con definiciones ambiguas. El hecho fue denunciado por el denominado gobierno de la República española en el exilio, que no obstante admitió la validez de las elecciones y se disolvió.
El republicanismo sufriría una práctica desaparición del debate político. La recuperación de su presencia vino a partir de 1986, con la formación de la coalición de partidos Izquierda Unida con el PCE como principal fuerza, y presencia de numerosos partidos extraparlamentarios, entre los que se encontraban algunos partidos republicanos tradicionales, como Izquierda Republicana y el denominado sector histórico del PSOE, redenominado como PASOC, así como algunos partidos anteriormente escindidos del PCE, como el Partido Comunista de los Pueblos de España. El republicanismo pasó a ser una de entre las muchas señas de identidad de la coalición, junto con el pacifismo, el ecologismo y otros movimientos sociales, entre los que el principal siguió siendo la orientación izquierdista del movimiento obrero. Los mejores resultados electorales de esta coalición se obtuvieron en 1996, cuando obtuvo el mayor número de escaños (21) en toda su historia. A partir de ese momento comenzó un marcado declive, pasando a ser dos en 2008. En Cataluña, Esquerra Republicana de Catalunya, reorientada en un sentido independentista, aumentó notablemente sus resultados electorales hasta convertirse en uno de los miembros del gobierno tripartito de la Generalitat, y obtuvo una significativa presencia en las elecciones generales de 2004 (8 diputados), reduciéndose sensiblemente en las de 2008 (3 diputados).
En Andalucía el 26 de julio de 2007 se crea la Red de Municipios por la Tercera República, cuando once ayuntamientos andaluces presentaron en el Parlamento Andaluz una moción para solicitar la apertura de un proceso constituyente que permitiese la instauración de una república en España En los últimos años se ha experimentado un nuevo auge de republicanismo en España, especialmente entre los jóvenes, según diferentes encuestas realizadas por varios diarios nacionales.
Véase también
- Segunda República Española
- República española en el exilio
- Republicanismo
Referencias
- ↑ Rebelion. El republicanismo aumenta en España, según un sondeo
- ↑ Elecciones en la Restauración
- ↑ Elecciones en la Restauración
- ↑ Elecciones en la Restauración
- ↑ Elecciones en la Restauración
- ↑ Elecciones en la Restauración
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Republicanos».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
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- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
- ↑ «Elecciones en la Restauración».
Bibliografía
- Tuñón de Lara, Manuel et al.: Historia de España. Editorial Labor. Barcelona, 1991.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Historia del republicanismo español. Commons
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